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HARD LIFE por Blanwhide2

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Notas del fanfic:

 

Kyou Kara Maou no me pertenece, es propiedad de su respestiva autora.

Notas del capitulo:

Asi que aqui vamos... 

 

Capitulo 1...

 

 

¿Qué es la belleza?

Para todos los que conozco es uno de los mejores dones que se le pueden otorgar a un ser humano. Si bien no es lo más importante, como dicen mis hermanos, si es una gran ventaja y puede traer consigo cosas muy buenas a los que cuentan con ella. Pero… a mí solo me ha traído desgracias.

 

 

-          Por favor acompáñenos, joven – son las simples palabras de uno de los hombres que me recibió en la clínica a la que fui transferido el día de ayer. Me levanto y le sigo sin poner resistencia, mientras recuerdo como es que llegué a este lugar.

Ha pasado una semana desde que un gran número de agentes policiales irrumpió en el negocio de mi madre y la arrestaron (junto con todos los demás que nos encontrábamos ahí); naturalmente salí en su ayuda pero ella me dijo que todo estaría bien y me pidió que fuera obediente ante las ordenes de aquellos extraños; acepté, sin embargo no iría a ninguna parte sin ella. Por lo que la abracé con fuerza y me negué rotundamente a soltarla. Al final, se me permitió viajar en la misma patrulla que ella hasta la comisaria, en donde también hallé a mis hermanos mayores. Yo seguía sin soltar a mi progenitora, ellos se unieron al abrazo; no estaban asustados, no hacíamos nada malo, no obligábamos a nadie a nada; yo estaba ahí por mi propia voluntad al igual que los demás.

Llevaron a mi madre a interrogar junto a mis dos hermanos, a mí me llevaron con el resto de mis ´compañeros y compañeras´; en cuanto entré a la habitación en la que los habían puesto me rodearon en un círculo, preguntando por como me encontraba yo y mi familia. Los tranquilicé lo mejor que pude, algunas de las más jóvenes se abrazaron a mí con fuerza, asustadas. En ese momento comprendí lo buenas que eran todas esas personas, la mayoría era mayor que yo por uno o dos años, a unos cuantos les llevaba un año pero todos ellos estaban preocupados por mí aún más que por ellos mismos.

Cuando llegó el momento de nuestro interrogatorio – el cual se llevo a cabo con 4 policías presentes más uno extra en la puerta por si alguno intentaba escapar y en una habitación aprueba de ruido – los sujetos mostraron su retorcido origen verdadero, dos de ellos tomaron a una de las chicas, al principio todos creímos que le harían preguntas por separado a cada uno pero en cuanto otro más se acercó e intentó quitar su polera, fui el primero en protestar, poniéndome de pie bastante molesto. - ¿!Qué demonios le está haciendo a mi hermana!? – espeté casi rugiendo, utilizando aquel título por costumbre sin darme cuenta, la muchacha que tenían sujeta era una de las primeras a las que conocí y siempre me llamaba ´hermano´ de cariño. Los policías rieron ante mis palabras, comentando entre sí y metiendo a mi madre, dándole títulos por demás vulgares - ¡Deténganse! ¡Suéltenla! – exigí al escucharla gritar cuando el hombre le arrancó la prenda. No me hicieron caso alguno y la ira se acumulaba cada vez más en mi interior. – Ustedes están acostumbrados… no veo por qué deban quejarse – comentó el cuarto que solo miraba a sus otros tres camaradas. Ella chilló al sentirse manoseada. - ¡BASTA! – grité , - ¡Guarda silencio! – me gritó el hombre, - Todos ustedes no son más que putas, juguetes para calentar la cama por un poco de dinero. ¡Basu--! – el sujeto estaba tan concentrado en sus palabras que saltó y gritó cuando me abalancé sobre él más que furioso, sin que me importara estar esposado. – ¡Suéltame! – gritó el sujeto, tratando de que lo dejara ir sin éxito alguno, fue entonces que sentí un golpe muy fuerte en mi espalda que hizo que mi cuerpo convulsionara por el dolor; solté una de mis manos de la camisa del hombre y este rió burlón, meciéndose a los lados, pensando que eso sería suficiente para que lo liberara; que equivocado estaba. Volví mi agarre en el cuello de su uniforme, aferrándome con violencia y zarandeando su cabeza de un lado a otro, - para ser lindo, eres bastante resistente – le oí susurrar y luego un grito de suplica femenino que me hizo perder la cabeza por completo; pateé con fuerza directo en su estomago, lo más cerca de la ingle que pude; el hombre gritó con fuerza y poco después el sujeto que había estado desnudando a mi ´compañera´ me propinó un golpe con el mango de su arma en la cabeza que me dejó en el piso, consciente y sintiendo como algo escurría por mi frente y luego mi nariz; sentí un dolor terrible en el estomago, uno de ellos me había pateado ferozmente en ese lugar, curvé mi cuerpo hacía adelante pero mi cabeza subió y pude observar que los otros dos hombres aún la tenían sujeta. Cuando la segunda patada llegó, entorné mis brazos en la pierna y me apresuré a morder con tanta fuerza como pude en el momento, internado más los dientes cuando el sujeto gritó, no tenía ni idea de si estaba mordiendo a la misma persona de la cual había estado agarrado hace muy poco o a la que me había golpeado la cabeza pero en esos momentos eso no importaba. Pateé al otro hombre en las piernas en cuanto se me dio la oportunidad, provocando que callera y luego repetí mi acción en su rostro, causando que chillara lastimeramente, entonces ocurrió lo que quería; los otros dos hombres la soltaron - quien presurosa corrió con el resto-, para poder ayudar a sus camaradas en aprietos, sonreí internamente antes de que comenzaran a golpearme en la espalda y cabeza. Oía sus insultos hacia mi persona, unos peores que otros; pero cuando volvieron a inmiscuir a mi madre la fuerza implacable del odio se apoderó de mí una vez más. Comencé a lanzar patadas a diestra y siniestra sin que me importara el daño que pudiera hacer o el que me hacía a mí mismo por moverme como si no estuviera lastimado. Ellos se alejaron y aproveché en ponerme de pie de un salto, al ver sus rostros aterrados sonreí. – NO VUELVAN A TOCARLA – ordené, refiriéndome a la chica que estaba temblando entre las demás que intentaban consolarla – NI A ELLA NI A NADIE MÁS – agregué – Y NO SE ATREVAN A HABLAR MAL DE MI MADRE- amenacé, mirándolos a todos de la forma más amenazante que pude, la cual sin duda causó un gran impacto, teniendo en cuenta mi rostro sangrante y lo deplorable de mi ropa y cuerpo en esos momentos. - ¡Eres un demonio! – gritó uno de los policías – Deprisa, ¡traigan refuerzos! – gritó otro. – Ya ha sido suficiente – habló de repente el guardián de la salida; ya había olvidado que estaba allí. – Hermano… - esa voz me hizo suavizar por completo las facciones y giré, encaminándome al rincón en el que se encontraba ella, - ¿te encuentras bien? ¿te lastimaron demasiado? – pregunté, recibiendo su mirada de incredulidad y tristeza - ¿Cómo puedes preguntarme eso? ¡Mira en el estado en el que te dejaron por ayudarme! ¡No debiste, hermano! Yo… yo pude haberlo soportado – sonreí, dejando salir también un quejido, ya empezaba a sentir el peso del dolor en mi cuerpo – no digas tonterías – le reproché, acariciando su cabeza de forma cariñosa – tú nunca has tenido una relación sexual en tú vida – le recordé, después de todo ella era solo la ayudante de mi madre con los demás, no trabajaba con el resto de nosotros, solo observaba, ayudaba y aconsejaba cuando era preciso; una de las razones por la que era tan allegada a mí era esa justamente, consejos.

 

Dejo de recordar unos minutos al chocar con alguien que, al parecer, llevaba mucha prisa; cae al piso con cierta brusquedad.

-          Discúlpame – es todo lo que digo, extendiendo mi mano frente a él para ayudarlo a levantarse. – No te preocupes, ha sido mi culpa, de hecho – me responde y sonríe tomando mi mano como si fuéramos buenos amigos. Lo jalo hacia adelante y logro levantarlo, con su ayuda claro.
Asiento, sin darle importancia y me dispongo a seguir mi camino, por lo que puedo notar; aún falta mucho para que lleguemos a donde sea que estemos yendo.
- Nos vemos después – dice, a modo de despedida supongo. Sonrió sin voltear a verle y continuo recordando.

Sentí pasos detrás de mí y ver la expresión de miedo reflejarse en el rostro de ´mi hermana´ hizo que me tensara, voltee el rostro en el preciso momento en el que el guardián daba un último paso, quedando a medio metro de mi posición, - ¿qué es lo que quiere?- espeté, con un tono y gesto amenazador; su expresión era tranquila, - lamento no haberlos ayudado – dijo, - necesitaba pruebas de los ultrajes de estos cuatro – indicó, introdujo una de sus manos en el interior de su traje y sacó una pequeña cámara – con esto, ten por seguro que serán destituidos y encarcelados – mi boca se curvó en una sonrisa de satisfacción maligna, - me alegra mucho – expresé y, entonces, la cabeza comenzó a darme vueltas y lo vi todo negro; me había desmayado.

Cuando desperté me hallaba en una habitación de hospital, con una aguja inyectada a mi brazo izquierdo, conectada a la fina y semi transparente manguera que me administraba suero, parpadee varias veces antes de poder enfocar mi vista correctamente, sentándome; recorrí con ella todo el lugar, la pared era de un blanco humo, posiblemente por los años de antigüedad del edificio, las baldosas del piso eran blancas también y estaban limpias casi en su totalidad; a unos seis metros de mi cama estaba otra, vacía e impecable, había una mesita a mi costado con varios utensilios, entre ellos, una botella mediana de alcohol, un par de bolsitas con algodón, dos agujas sin usar y medicinas de distintos tipos. Luego de un prolongado tiempo de observación, la cabeza empezó a dolerme, llevé mi mano libre a ella, recién en ese momento me percaté de que estaba vendada, pero era lógico.  Volví a recostarme y cerré los ojos antes de oír el sonido del picaporte de la puerta al girar y como esta se abría, seguido de una voz más que conocida que me hizo volver a abrirlos e incorporarme con rapidez, /- ¡Wolfie! – exclamó Cecile, casi corriendo al encuentro de su pequeño, con una expresión más que asustada, su hijo estaba en pésimo estado, le recordaba… a ´aquello´./ – Estoy bien, madre, no es nada grave – le aseguré, sonriéndole como siempre, de esa forma que ella sabía no era real pero había aprendido a aceptar. Parecía al borde de las lágrimas, - no llores – le pedí, - sabes que soy fuerte, madre, unos pocos golpes no iban ni van a matarme – la vi sonreír por mi comentario arrogante, y luego me abrazó como siempre lo hacía, hasta casi ahogarme y dejarme ligeramente azul. - ¿Cómo están todos? – le pregunté, mostrándome serio, - están todos bien – me respondió ella, suspiré con alivio, - Dime que sucedió, dime todo – ella asintió, - todos fueron liberados el día de ayer, honey…- fruncí el ceño, pero no dije nada, - hoy es sábado, cariño – indicó, abrí mucho los ojos, - ¿me… perdí la entrega de calificativos? – pregunté, incrédulo, yo siempre las recogía por mi cuenta con un permiso especial que me otorgaba mi madre, estaba siempre muy ocupada y prefería no incomodar a mis hermanos, ellos también tenían sus asuntos que atender. Conrad con su academia de esgrima y Gwendal con los negocios de la familia, ya de por si estaban bastante ocupados como para tener que preocuparse por recoger mis notas. Ella asintió, - lo siento mucho, cariño, pero no te preocupes, fui yo y las recogí por ti – dio a conocer, suspiré, eso era un alivio, no tendría que esperar hasta el comienzo de inscripciones del próximo año para ir por ellas, - aún así es una lástima que te hayas perdido el final del curso escolar… cuando llegué todo mundo se me quedó mirando – rió, sonreí un poco, como siempre – tu maestra identificó al instante quien era, me dijo  ¨usted debe ser la madre del alumno Von Bielefeld¨, me saludó muy amablemente, y me habló maravillas de ti, que tus calificaciones eran más que sobresalientes, que eras todo un caballero con las muchachas, callado en los recesos y que apreciabas que te dejaran solo, que no rehuías a las charlas pero tampoco participabas mucho en ellas y que la mayoría del tiempo la pasabas estudiando, repasando o si no, leyendo libros bastante extensos – me encogí de hombros, tratando de disimular el ligero sonrojo en mis pómulos, el tono empalagoso en la voz de mi madre era algo común pero este estaba siéndolo en exceso. – Oh, oh… y todas tus compañeras se acercaron a mí cuando ya me iba – comentó, - me preguntaron el por qué no habías ido tú, lucían preocupadas, todas eran muy lindas, y tenían unas cajitas en sus manos, por otro lado los muchachos estaban todos acomodados a un lado, haciéndose los desinteresados pero sé que estaban atentos a lo que decía, me acerqué a ellos con todas las chicas siguiéndome, al principio me observaron con cierto recelo pero una vez les sonreí, más de uno se puso rojo – gruñí, la idea de que mis compañeros pudieran estar fantaseando acerca de mi madre no me agradaba, ella debió haber adivinado lo que pensaba porque volvió a reír, con más ganas está vez, le lancé una mirada seria, - bueno, le di una idea a una de tus compañeras de clase y luego las demás la imitaron, y a las finales los obsequios que eran para ti, terminaron en manos de ellos, y curiosamente resulta que al ser 12 chicos y 11 chicas, sin tu presencia, cada uno recibió uno, debiste haber visto sus rostros de sorpresa y como sonreían, hubieron muchos abrazos y agradecimientos – su sonrisa se amplió y la miré intrigado antes de que continuara – también para ti – abrí bastante mis ojos, sin entender, - ¿por qué? – pregunté, - porque gracias a que no fuiste, todos compartieron muy unidos – sonreí burlón, dejando salir un sonido de *hmph* - que bueno – dije con ironía, antes de sentir mi cabeza palpitar con cada vez más fuerza, llevé mi mano a ella de nuevo; mi madre pareció preocuparse pero le hice un gesto, indicándole que todo estaba bien, en cuanto el palpitar cesó, quité mi mano.

Observé sus ojos del mismo color que los míos, por un tiempo largo, - Dime… ¿qué pasará ahora? – me miró sorprendida y no pude evitar sonreír de medio lado ligeramente, - no pongas esa cara, sabías que te preguntaría sobre eso – ella asintió, con la mirada ensombrecida; la angustia se activó en mí de inmediato, - ¿iras a la cárcel? – pregunté, con genuino terror en mi voz, negó con la cabeza, -todos ellos hablaron a mi favor – comentó, - así debió ser – puntué, - siempre los trataste como a tus hijos, no tenían razón para decir alguna cosa en tu contra, los apoyaste – añadí, cruzándome de brazos con lentitud, antes de darle otra mirada a la aguja en mi brazo izquierdo, era molesta.

De pronto, la oí lloriquear, levanté la vista hacía ella y vi que había llevado su mano derecha a su boca, tapándola, para evitar que sus sollozos se escucharan pero que aún así escapaban, el movimiento de su garganta era constante; no me dio tiempo a preguntar qué estaba mal, cuando ya estaba abrazándome, no como acostumbraba, con fuerza si, pero de una forma que me hizo sentir frágil, como ella debía estar sintiéndose, y entonces empezó a llorar, - van… a separarnos – confesó, en un susurro, - ¿por… por cuánto tiempo? – pregunté, poniéndome esa máscara de serenidad que he mejorado con el pasar de los años hasta hacerla perfecta, a ojos de cualquiera; que no sea mi familia. No me respondió, solo oí como rompió en sollozos; le froté los brazos, en un pobre intento de tranquilizarla cuando ni siquiera yo lo estaba, - madre… por favor, para, sabes lo mucho que odio verte triste, en especial cuando es por mi culpa -, todo sonido cesó, - es mi culpa… - dijo, negué la cabeza levemente, - ¿Por cuánto tiempo? – volví a preguntar, - no lo sé… - confesó, - pero… te internaran en una clínica ´especial´ cuando te recuperes por completo – sacó a relucir, - estaré bien – aseguré, haciéndome el fuerte, se aferró a mí con más fuerza, antes de que yo viera a una enfermera entrar al cuarto, -lo siento mucho, pero el tiempo de visitas ya ha concluido- dio aviso, pasaron los segundos pero mi madre no me soltó ni yo a ella, - por favor, señora, si no sale me veré obligada a llamar a seguridad -, froté ligeramente su espalda, no quería que la enfermera hiciera eso, a pesar de que tampoco quería que mi madre se fuera, - tienes que irte – le dije, calmadamente; me soltó, dándome un cálido beso en la frente antes de caminar con dirección a la salida de la habitación, - te prometo que vendré a visitarte todos los días – asentí, sonriéndole; - me temo que eso será imposible – interrumpió la enfermera, - está bien – me apresuré a asegurar, al ver a mi progenitora alterarse, me miró, sorprendida y agrandé mi sonrisa hacía ella, - no van a separarnos por mucho tiempo, honey… lo juro – la tristeza e impotencia en sus ojos me fue más que clara y dolorosa, me obligué a acrecentar todavía más la sonrisa que aún portaba, entonces se fue, dejándome con la enfermera. Y mi sonrisa desapareció a la par.    

 

 

Continuara...

Notas finales:

 

 

 


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