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A Second Chance por KakaIru

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Notas del fanfic:

Uish, sé que estoy muy tarde (y me perdi el primer dia T_T) pero no quería dejar pasar este dia XO

 

Asi que ps, para la Semana GaaLee <3

Notas del capitulo:

Uish! Este capi es practicamente un prologo, y esta algo loco, pero ps, espero que lo disfruten! Todo sea por la semana GaaLee ;D

 

 

 

Dolor.

 

 

Se suponía que él debía estar acostumbrado al dolor. Después de todo eso había sido su vida la mayor parte del tiempo. A través de sus entrenamientos (el dolor físico, mental); a través del rechazo (el dolor en su corazón); por esa razón entonces, se preguntó: ¿cómo es que aún lograba afectarle tanto?

 

 

Había despertado una noche, en medio del bosque, con un malestar atroz cruzándole el cuerpo. No tenía memoria de cómo había llegado a ese lugar, a esa situación. Lo único en lo que podía enfocarse era la lacerante sensación que lo recorría, como si alguien estuviese estrujando sus extremidades con vehemencia. Su pecho parecía querer explotar, una tortura entonces que era indescriptible e inenarrable naciendo en el centro mismo de su cuerpo, en su corazón, extendiéndose palmo a palmo, célula a célula. Ni siquiera había tenido fuerzas para levantarse. Los primeros tres días se había arrastrado por el bosque, solo y desorientado, su garganta magullada apenas profiriendo lamentos y gruñidos. Entonces lo había invadido aquel pensamiento, la inequívoca idea de que algo estaba mal.

 

 

Su cabeza daba vueltas, parecía querer estallar desde el momento en que abriera los ojos y lo asaltara una ola de sonidos y sensaciones que  no había hecho sino provocarle unas arcadas tremendas. Era increíble y aterrador. El bosque parecía hablarle, los pájaros que volaban sobre su cabeza chillaban horrorosamente, y la tierra bajos sus pies parecía querer hundirse y sumergirlo dentro. Un millar de preguntas asaltaron su mente. ¿Dónde estaba? ¿Qué era lo que estaba sucediendo? ¿Dónde estaba el resto de sus compañeros? ¿Dónde estaba Gai-sensei? ¿Se encontraba en Konoha en primer lugar?

 

 

Lo último que recordaba era que habían salido en una misión, algo sencillo, Neji, Tenten, Gai-sensei y él. Debían entregar un pergamino a una aldea vecina. No se suponía que la información dentro del documento fuese demasiado importante así que el riesgo de que fuesen emboscados era mínimo, pero aún así Tsunade no había querido exponerse. Habían abandonado Konoha durante la tarde, y el viaje había sido de un día y medio hasta llegar a Amegakure, donde prontamente habían entregado el pergamino al jefe de la aldea. Todo había transcurrido normal, sin contratiempos. Lo único que había llamado su atención había sido el hijo de aquel hombre. Lee no supo por qué, si era por su actitud tan taciturna o su piel tan pálida, o el modo en que le había observado, fijo y sin parpadear, pero le había hecho sentir un salto en el estómago. Fuera de eso, nada había pasado. Habían abandonado la aldea, y Gai-sensei estaba muy orgulloso porque habían completado la misión en tiempo récord. Lee había reído con él, y juntos se habían puesto a hablar de un nuevo plan de entrenamiento mientras Neji y Tenten les observaban un poco más atrás, tratando de no entrometerse mucho en aquel asunto.

 

 

Entonces había caído la noche y Neji había sugerido que descansaran. Lee quería seguir pero Gai no le dejó, tan admirable su sensei. Y entonces… entonces… No podía recordarlo. Su mente era como una hoja en blanco. Había cerrado los ojos por un momento, y al abrirlos lo había invadido el terror. Un terror como nunca antes porque, ¡oh por Dios! ¡Lo habían enterrado vivo! Eso que lo rodeaba era tierra, y su cuerpo estaba inmóvil y dolía. ¡Demonios, sí que dolía! Su corazón palpitó con furia, sus ojos derramándose y entonces el pensamiento de que iba a morir invadió su mente, y era demasiado pronto, ¡y simplemente no quería!

 

 

“Quiero vivir”, se había dicho a pesar del dolor y la confusión y el miedo. Quería vivir, desesperadamente. Así que con esta resolución en mente comenzó a abrirse paso entre la tierra y los gusanos y toda la podredumbre del mundo. Se rompió los dedos en el camino, sus huesos se sintieron débiles como el papiro, pero a pesar de aquel suplicio, su convicción fue más fuerte. Cuando al fin pudo escarbar lo suficiente y pudo asomar la cabeza al mundo, como si volviera a nacer, su primera bocanada de aire pareció triturarle los pulmones. Si pensaba entonces que la pesadilla había terminado (porque por un instante lo consideró, que todo no se tratase sino de un sueño, y cuando despertara Gai iba a estar allí, sonriente, y Tenten negaría lentamente con la cabeza porque Lee es muy ruidoso cuando duerme, y Neji le observaría de esa forma suya que es silenciosa pero dice más que mil palabras) no estaba sino terriblemente equivocado.

 

 

En ese preciso instante comenzó el sufrimiento.

 

 

Lee gritó. A todo lo que dieron sus cuerdas vocales, se llevó ambas manos a la cabeza y lloró y gritó porque se sentía mal y estaba solo y tenía miedo. Estuvo gritando y llorando hasta que perdió la conciencia, y cuando la luna llena se ocultó y el sol comenzó a salir en la lejanía, no supo cómo o por qué lo hizo, pero lanzó un aullido lastimero y se arrastró hasta la cueva más cercana. Allí lloró otro poco más hasta que perdió la consciencia nuevamente.

 

 

Cuando volvió a abrir los ojos la noche siguiente su situación no fue mejor, pero al menos esta vez estuvo preparado para cuando el ruido del mundo se volcó sobre él, amenazando con consumirlo. Por horas enteras estuvo sentado dentro de aquella cueva, hasta que el dolor hizo acto de presencia una vez más, retorciéndole las entrañas con fría determinación. El pensamiento que surcó su mente en ese instante lo sobrecogió. Tenía hambre, atroz e incontenible. Entonces como una bestia, como un ser irracional, se había movido por el instinto. Su instinto de supervivencia. A duras penas se había arrastrado fuera de la cueva, sus venas palpitando, sus sienes palpitando, todo su ser entero -su alma entera- latiendo.

 

 

Entonces apareció, como salido de la nada, un zorro pequeño, ingenuo, y él no tuvo tiempo ni de pensarlo. Con uñas como zarpas y aura predadora, se había lanzado sobre el animal y de un mordisco lo ultimó. Como una bestia sedienta bebió del animal, y había sido asqueroso, y a la vez tan delicioso, ¡y él tenía tanta hambre! No pudo detenerse entonces, como si dentro de él hubiesen activado un interruptor, ¡porque se sintió tan bien beber de aquel zorro!

 

 

Por días enteros, entonces, se mantuvo de esa forma. Un depredador sin consciencia ni sentimientos, se alimentó del bosque hasta que estuvo saciado por completo. Al caer el sol se ocultaba como por instinto, y al volver la noche era como si renaciera cada vez, bebiendo y degustándose hasta que el dolor en su cuerpo se hizo casi imperceptible.

 

 

Fue en ese momento cuando los vio…

 

 

 

***

 

 

 

Usualmente Suna era un lugar tranquilo. Esto es, usualmente. Y que no le malentendieran, la tranquilidad estaba bien, le gustaba, Gaara agradecía que no hubiese grandes problemas, pero a decir verdad el tedio estaba matándolo. Cada día era lo mismo, revisar reportes, preparar leyes, escuchar las quejas de los ciudadanos… A veces, y sólo a veces, el pelirrojo se encontraba deseando por un cambio, algún enemigo que derrotar, cualquier cosa. Y fue entonces, como caída del cielo, que la respuesta a sus plegarias llegó.

 

 

—¡¡Gaara!! ¡Tenemos un problema!

 

 

Dentro de su oficina, el Kazekage soltó los papeles que había estado revisando toda la mañana, alzando apenas la cabeza al momento en que su hermano entró como poseído dentro del pequeño cuarto en el que trabajaba. Conteniendo un poco la respiración, Gaara se pidió a sí mismo algo de paciencia, pues de nada servían las ganas que tenía de lanzar a su hermano por la ventana más cercana. Pfff, claro que no, además, Kankuro era familia, y seguro el marionetista debía tener una razón muy importante para entrar a su oficina de esa forma, sobre todo sabiendo lo mucho que él odiaba que le interrumpieran.

 

 

—Kankuro… —siseó con peligrosidad en su tono, sus ojos aguamarina entrecerrándose con algo que antiguamente podía haber sido catalogado como malevolencia.

 

 

Frente a él, Kankuro negó con la cabeza, como si la mirada y el aura asesina del pelirrojo no fuese lo más importante en ese momento.

 

 

—Tenemos un problema —repitió casi sin voz, lo cual el pelirrojo ya había adivinado pues había entrado gritándolo, pero aún así le miró de forma extrañada, apuntando a la silla frente a su escritorio para que se sentara. Luego de un par de segundos, ya sintiéndose un poco más calmado, el marionetista continuó—. Tenías razón, no era normal que nuestros hombres se retrasaran. Era una misión segura, además, eran jounins. Yoshiro estaba con ellos y ya sabes cómo es, no es de los que se rinde fácil, y su ninjutsu es incomparable, además…

 

 

—Kankuro… —el tono de Gaara fue como de advertencia, y su ceño se frunció por un segundo. A veces la poca capacidad de concentración de su hermano lo sacaba de sus casillas.

 

 

Kankuro carraspeó un poco, sus mejillas algo enrojecidas:— Los encontraron esta tarde, Gaara. Todos están muertos, ¡y no tiene sentido! ¡Eran jounins, por Kami-sama! Y lo peor de todo es que parece que fueron emboscados por un solo ninja, ¡uno solo! ¿Cómo puede una sola persona asesinar a siete de nuestros mejor hombres y no dejar rastro de ningún tipo? ¡No tiene lógica!

 

 

Y no lo tenía.

 

 

Gaara se llevó una mano al mentón, pensativo. Por supuesto que no tenía sentido. Un solo hombre no podía haberse encargado de siete de sus mejores shinobis.

 

 

—¿Tienes el informe?

 

 

Kankuro asintió, por momentos recordando que efectivamente, un informe podría haber sido más útil que todo su griterío. Balbuceando algunas incoherencias, le tendió a su hermano el prolongado informe. Gaara lo ojeó por encimita, tan sólo queriéndose empapar de los detalles más importantes, hasta que algo definitivamente captó su atención. Su ceño se frunció levemente, y tuvo que leer la frase en más de una ocasión. Alzó entonces la mirada, dudoso, esperando que todo se tratase de una broma, pero Kankuro aún le miraba con asombro, como si él tampoco se lo creyera.

 

 

—Aquí dice que no tenían sangre —enunció Gaara por si acaso, no fuese a ser algún error u otra cosa, pero contra todo pronóstico, su hermano asintió, y su respiración se agitó por el más breve de los segundos.

 

 

—Es lo que dice, ¡sí! Les quitaron hasta la última gota de sangre, Gaara —esto lo dijo con voz lúgubre, porque era algo serio y nunca habían enfrentado cosa semejante—. Yo mismo vi los cuerpos, Gaara, y fue algo… fue horrible. Lucían como casacas vacías, tan sólo piel y huesos. Pero ahora lo que me preocupa no es eso, sino el grupo que viene de Kirigakure. Tal vez no sea nada pero tengo un mal presentimiento…

 

 

Dejó las palabras flotando en el aire, y Gaara lo pensó seriamente. En cualquier otra circunstancia habría echado a un lado los presentimientos de su hermano, pero en ese momento, a decir verdad, no quería tentar su suerte, así que levantándose lenta y cansadamente de su asiento, se acomodó la ropa de Kazekage y suspiró.

 

 

—Está decidido entonces —dijo mientras se dirigía a la salida de la oficina—. Iré a buscarlos y me encargaré de que lleguen a la aldea.

 

 

El grito de alarma que lanzó su hermano lo descolocó, pero ante todas sus negativas no hizo sino ignorarle. Quizás era eso lo que necesitaba, algo que acabara con el tedio y la monotonía de sus días. Con el corazón latiéndole a prisa y una ínfima sonrisa en los labios, Gaara se vio con más ganas que nunca de encontrarse con el causante de su dilema.

 

 

 

***

 

 

 

Se sentía bien, tan bien. No podía parar. No quería parar.

 

 

—Ngg… n-no… m-monstruo…

 

 

No pararía, y no lo hizo. Contra todo pronóstico Lee se abrazó a él con más fuerza y mordió su cuello con más ganas, sintiendo la sangre viva y ardiente llenándole de una vitalidad casi milagrosa. El hombre bajo él apenas pudo lanzar un quejido lastimero, su cuerpo cediendo lentamente a aquel destino inevitable que se le presentaba. No lo había visto venir, al demonio de piel pálida y ojos negros como la misma noche. Y antes de darse cuenta habían caído, uno a uno. Y la visión había sido espantosa, al verle mordiendo y desgarrando la carne de uno de sus compañeros, alimentándose de él como una hiena.

 

 

Lo habían atacado, y le habían hecho daño, pero era como si aquel demonio no pudiese sentir dolor. Más que detener sus intentos parecían haberlo excitado más. Y al verle a los ojos, al ver aquellas pupilas vacías de humanidad, supo entonces que no tenían salvación. No lo negará. Él había intentado huir, había dejado atrás a sus compañeros shinobis, pero en balde. Aquel demonio lo atrapó en cuestión de segundos y lo derribó con su cuerpo que aparentaba tan delgado pero que escondía una fuerza descomunal. Y ahora estaba allí, con tan sólo el sonido del viento moviendo las hojas de los árboles y el horripilante sonido de succión que el demonio hacía.

 

 

—M-más… —susurró Lee hundiendo el rostro en la enorme herida en el cuello del hombre. Quería más másmásmásmásmás¡mucho más! ¡Tenía hambre! ¡Quería m---¡

 

 

Se detuvo.

 

 

Algo estaba diferente, algo había cambiado. A punto de levantarse y observar a su alrededor el suelo bajo sus pies se movió. Lee lanzó un alarido, asustado, y saltó hacia una de las ramas altas de los árboles. No sabía muy bien qué era lo que sucedía, pero su alarma corporal parecía gritarle porque se apartara, que escapara porque lo que fuese que estuviese acercándose, era incluso más malo y poderoso que él. Más no tuvo tiempo de marcharse pues incluso antes de alcanzar la primera rama sintió algo envolver sus extremidades y, de una fuerte sacudida, lo lanzó de cara contra el suelo. A punto de levantarse entonces, la misma sustancia que lo detuviera comenzó a envolver su cuerpo, empezando por sus extremidades. No supo por qué entonces, pero la sensación se le hizo tan familiar, y un miedo irracional lo inundó. Su lado salvaje batalló con su lado más humano al sentir la arena (porque eso era, delgada pero mortal) aprisionándolo, cubriendo no sólo sus brazos y piernas sino su cintura, su pecho, hasta que sólo su cabeza estaba libre. Trató de deshacerse del terrible amarre y sus huesos crujieron cuando la arena presionó, fuerte, como advirtiéndole que no se moviera, ¿pero qué caso iba a hacerle?

 

 

Lee gruñó, un rugido animalista y fiero, y frente a él, alguien salió de las sombras, y Lee tan sólo pudo ver lo que era, vio las venas que palpitaban bajo la piel, llamándole. Dios, aún tenía hambre. Como impulsado por una fuerza mayor, sus colmillos salieron al encuentro, mostrándole como la bestia que realmente era, pero contra todo lo que esperaba, la sombra que era sangre y piel y un corazón que bombeaba deliciosamente, se acercó hasta tenerle a un palmo de narices, arrodillándose frente a é y mirándole con extrema preocupación.

 

 

—¿Lee? —preguntó Gaara aún sin creérselo.

 

 

No podía ser. Pero sí era… ¡Era él! A pesar de la sangre que empapaba su rostro, a pesar de la suciedad impregnada en su ropa y a pesar de la locura visible en su mirada, era él. El mismo joven al que se había enfrentado años atrás, la misma persona que lo había ayudado, aún sin saberlo y en más de un sentido. Era Rock Lee, aquel tonto soñador que le había hecho más daño y más bien que cualquier otra persona. Pero no era posible, ¿qué había sucedido con él? ¿Qué le había hecho cambiar de esta forma?

 

 

Apartándose un poco cuando el moreno intentó atacarlo, Gaara tomó la decisión, y sinceramente no podía hacer nada. No podía matar a Lee, no iba a hacerlo. Pero tampoco podía abandonarlo, no estando de ese modo, tan fuera de sí.

 

 

Lo único que pudo hacer, entonces, fue llevarlo consigo. Invocando una mini-tormenta de arena, los transportó a ambos de vuelta a Suna. Y lo poco que duró el trayecto Gaara no dejó de pensar en él, y en lo que haría con Lee a partir de ese momento.

 

 

CONTINUARA...

Notas finales:

Uish! Eso es todo por ahora!!! Ne, espero que muchos mas se unan a esta semana! Yooosh!!!!


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