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Somos Fuertes por Javmay

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Notas del capitulo:

Al fin he vuelto :), un poquitin más tarde de lo que había dicho, pero... u.u tengo una excusa!! Estaba viendo una serie que un amigo me recomendó, Fate/Zero. La cual recomiendo totalmente (para aquellos que les gusta el drama trágico y acción y un poco de gore). Y como es una precuela, no es necesario haber visto Fate/Stay Night.

Eso, creo que a estas alturas no es necesario poner las aclaraciones de los tipos de letra, y recordar que Slam Dunk, las personas, localidades  y equipos que nombro en este ficNo Me Pertenecen.

Nuevamente hice un soundtrack (para que aquellos que escucharon el anterior): Yuuki Ono - Michi no Tochuu. Paper Route - Better Life. Sorrow - My love. Kensho Ono - Future Line. Bastille - Sweet Pompeii. The Temper Trap - Sweet Disposition. Mikky Ekko - Dissapear. Trading Yesterday - She is the sunlight. Aidan Hawken - Wanna be sure. Dustin O'Halloran - Fragile n°4. David Gray - This year love. Bel Heir - No West Coast Kid. Lifehouse - You and me. Coldplay - Up in Flames.


Este capitulo va dedicado a Rin, y Riku.Muchas gracias por sus comentarios!! n.n

 

  1. VII            Diablos Azules


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Jav

 

“¡A Wade [43]! ¡Entrégale el balón a Wade!” Instruía Mike Krzyzewski [44] (o también llamado Coach K), entrenador de los Blue Devils de Duke, donde ahora mismo Hanamichi Sakuragi, autoproclamado genio y el mejor jugador de Japón, estaba pasando su designada semana.

 

A penas ese chico, Andre Wade, encestó hermosamente una canasta de tres puntos evitando y pasando limpiamente el bloqueo de sus compañeros, el hombre mayor pidió a uno de los asistentes que sonara el silbato para reunir a todos los muchachos en la duela. El pelirrojo mientras tanto, se mantenía al margen escuchando las instrucciones y correcciones que el hombre apuntaba a todos y cada uno de los jugadores que actuaron hace unos minutos en la provisional cancha. El mono pelirrojo escribió como loco cada orden y  maniobra que escuchó de los labios de ese maestro del deporte.

 

El viernes era el último juego de exhibición que tenía este equipo, y hoy, recién miércoles, se podía sentir como el aire era ya diferente; podía percibirse como los ánimos se caldeaban y las ganas de ganar invadían los espíritus y carne tanto de jugadores como cuerpo técnico. La energía que aquí fluía era tan distinta, pero al mismo tiempo, tan familiar a la de los Tar Heels, que el pelirrojo no sabía si extrañar a los otros, o simplemente olvidarlos.

 

Cuando había llegado con Dan el lunes al mediodía, el mayor se había dedicado, primero que todo, a enseñarle todos los alrededores de la ciudad y del lugar donde se hospedarían, incluida la universidad (a la cual irían la tarde siguiente). Ese día, por tanto, se pasó muy rápido y tan veloz como una impredecible clavada. El martes en la mañana, en cambio, Hanamichi ya estaba ansioso por salir a trotar, pues no tenía ni idea de qué más hacer para gastar energía esperando por la ansiada presentación con el otro plantel.

 

El hotel era cómodo, por supuesto; quizás incluso demasiado elegante para alguien como Sakuragi, pues no era lo que él quería. El ambiente, según le había dicho una mucama, era wifi, pero él no tenía laptop, asique tendría que bajar a la sección de Café donde tenían unos 4 ó 5 computadores habilitados para los huéspedes. Tenía, además, una piscina temperada y una al aire libre, pero disfrutar aquello en solitario no era mucho del estilo de Hanamichi.

 

Fue el martes en la tarde, no obstante, cuando Dan lo fue a buscar a su habitación, que por fin comenzó a emocionarse y a demostrar sus derrochadoras energías derretirse por su piel, palabras y gestos. Tanto así que los diez minutos de distancia hacia el campus se le hicieron eternos.

 

Al entrar al gimnasio no pudo evitar, antes que otra inspección, comparar el lugar con el del gimnasio y la gente de los Tar Heels, pero se detuvo de inmediato con un golpe de irritación. ¿Cuántas veces más tendría que repetirse que ya tenía lo que quería de North Carolina? Ahora era tiempo de pasar de página y estudiar su próxima opción. Quedarse en el pasado. Recordar y recordar a los otros sólo traería distracción y poca producción. Para qué había venido si no era para conocer a los tres equipos y universidades que le ofrecían beca. Hana se golpeó mentalmente y dibujó una inmensa sonrisa en sus facciones, que si bien no era falsa, tampoco era la más sincera que había sacado.

 

Dan, ignorante de la batalla interna del pobre deportista, le presentó al entrenador, un hombre blanco con una nariz larga, ojos pequeños, de carácter firme, estricto, pero justo y amable cuando correspondía; y al resto de los chicos. Estos últimos,  al igual que los Tars, se mostraron curiosos al verlo por esos lares; otros, por supuesto, ni siquiera le dedicaron unos minutos de atención. Pero Hanamichi Sakuragi es Hanamichi Sakuragi, y ese chico no tiene ningún problema en hacer su camino y encajar en el lugar que le pongan, ya sea el más frío, o el más cálido.

 

Estos jóvenes lo primero que hicieron fue lanzarle un balón en una amistosa forma de desafío.

 

Muéstranos que tienes, japonés” Pero ohh, ellos no sabían el incendio que habían propagado con aquellas simples palabras.

 

“Nyaahahahhha ¡¿Quieres que este talentoso jugador les muestre algo?! ¡Prepárense para presenciar la primera categoría de este genio del baloncesto!” Gritó antes de correr en la duela y demostrar todas sus habilidades.

 

Se lució con su imposible dribleo, con la fuerza de sus piernas y brazos  y con el ímpetu de sus clavadas; pero más que cualquier otra técnica, con los anormales saltos que sobrepasaban los de cualquiera del equipo. Todos los presentes se quedaron con la boca abierta y los ojos desorbitados cuando le vieron volar cuan Superman por los aires hacia la canasta para anotar una poderosa clavada. Dan, que veía desde lejos la actuación, negó con la cabeza mientras reía…

 

De seguro este chico no es tímido…

 

Aquella exagerada presentación le valió al pelirrojo tanto amigos, como detractores. Los primeros, se acercaron enseguida y le ovacionaron y felicitaron por su estilo, invitándolo esa misma noche para que salieran y compartieran. Sakuragi no se hizo de rogar (no tenía nada más que hacer, la verdad). Había sido una noche divertida, amena y ruidosa, la cual le permitió encontrarse de cara inmediatamente con el equipo; esa noche fue poco lo que habló y participó de la charla el mono pelirrojo (para sorpresa de él mismo), pues estaba más concentrado en lo que comentaban los otros muchachos cuando le nombraban a los jugadores, sus posiciones y sus especialidades en la duela. Le contaron también anécdotas (algunas de las más vergonzosas) y le explicaron por qué los Diablos Azules eran el mejor equipo universitario de baloncesto. Y Hanamichi, luego de ver sólo dos entrenamientos, casi podía creerlo.

 

El nivel de los jugadores, del plantel en general, era grandioso y abrumante.

 

Pero eso no significa que no extrañe a los chicos de North Carolina...

 

El miércoles por la noche, por ello, después de salir y despedirse ruidosamente de todos los presentes en el gimnasio, se dedicó a enviar correos a todos sus conocidos; incluidos Crespo, el enano, cara pálida, bailarín y cuatro ojos 2. Al primero le resaltó, con letras grandes y de colores, que aun le debía la apuesta, asique exigía una foto del evento.

 

Nyahhahahah, le avisaré al zorro para que se asegure que el beso sea real…

 

Fue sólo ahí que se quedó frente a la pantalla, con el indicador punteando, mirando sin ver la blanca página de su correo.

 

Rukawa…

 

Mamá Rukawa… Papá Rukawa…

 

Zorro

 

Sakuragi nunca imaginó que iba a llegar a encariñarse tanto con unas personas en tan poco tiempo. Nunca pensó que podría llegar a sentir esto que ahora se revolvía en su estómago cada vez que les recordaba. Apretó los puños mientras veía directamente la pantalla del computador. Su pecho se oprimió tanto, que tuvo que apretar los dientes para concentrarse en otra sensación. Era abrumante. Asfixiante. Sofocante y doloroso. Tan, tan doloroso. Que Sakuragi no entendía. Nunca había sentido nada como eso. Nunca había experimentado ese desgarro. Esa tortura. Esos intensos pinchazos de fuego y acidez.

 

Si bien algunos podrían decir que tenía la asombrosa habilidad de enamorarse de las chicas equivocadas en un segundo; ahora, un poco más maduro y experimentado (no por experiencia per se, sino de vida), podía decir que el cariño y preocupación  por terceros, es algo que tarda en ganarse, y que el amor, ya sea por familia o amigos, es algo sólido e inmutable. Y por ello era que también le sorprendió encontrarse con enormes lágrimas en la salida de la residencia Rukawa ese lunes. Porque cuando abrazó a la mujer, sintió como su corazón se partía. Y cuando afirmó fuertemente la mano del hombre, se le desgarró el pecho.  

 

Y cuando pensaba en Rukawa

 

…Ni siquiera puedo respirar…

 

Quería hablarles. Desesperadamente y al borde de la locura, quería volver a escuchar sus voces, pero ¿Qué tal si ellos ya lo habían olvidado? ¿Qué querría una familia como esa, de un chico maleducado y ruidoso como él? Lo más probable es que el mismísimo lunes suspiraron de alivio al verlo partir. No porque fueran crueles o mala gente. ¡No, por supuesto que no! Pero, ellos eran demasiado amables y perfectos. Y él no encajaba ahí; lo único que hizo fue alterar sus rutinas y amargarles dos semanas.

 

La única obra de la que se sentía particularmente orgulloso, era de haber sacado al zorro de ese estanque de egoísmo y soledad. Ahora el pelinegro podría jugar en equipo y compartir con sus compañeros como lo hace la gente normal con sus amigos.  Él ya no me necesita… pensó rascándose sin necesidad la nuca.

 

Necesito cortarme el cabello, se dio cuenta bobamente al tocarse algunos pelos ya largos.

 

A decir verdad, Sakuragi adoraba como nada su cabello pelirrojo más largo, por eso mismo fue que él consideró un verdadero castigo el habérselo rapado luego del perdido juego contra Kainan durante la preparatoria, pero cada vez que recordaba su corto pelo rojo, no podía evitar recordar también su mejor período escolar; aquel que vivió con el equipo original de Shohoku, aquel en donde aprendió sobre el esfuerzo, el trabajo duro, el amor al deporte, en donde conoció a muchos de sus amigos de hoy en día. Por eso fue que, cuando decidió que vendría a América, la noche anterior se había rapado al cero, porque de cierta manera, se sintió como empezar de nuevo; como resetear su vida y colocarse en un nuevo punto de partida; uno en el que conocería un nuevo país, nuevas personas, nuevos equipos; uno en el podría hacerse valer como jugador de baloncesto, ese que él sabía podría llegar a ser.

 

Sacudiendo su cabeza, el pelirrojo terminó y envió los correos que estaba redactando antes de perderse en sus diversos pensamientos. Con una última mirada a la pantalla, tomó sus cosas y partió a su cuarto.

 

Aun era temprano (las 9 de las noche) asique ponderó y disfrutó de la idea de salir a correr; el burdo panorama de sentarse a ver televisión le deprimía. Eso decidió cuando entró a su ordenada e impecable habitación.

 

Abriendo su bolso para sacar unos pantalones y polera deportiva, se quedó quieto al ver la aun cerrada caja del celular que le había dado el zorro. Tragó ruidosamente mientras estiraba la mano y afirmaba el cuadrado entre sus grandes y bronceadas manos.

 

¿Qué tal y si…?

 

No… Lo más probable es que sólo moleste…

 

Olvidando completamente la razón de por qué abrió el bolso en primer lugar, Hanamichi permaneció sentado en el piso con la bendita cajita entre sus piernas. La observó fijamente por quién sabe cuánto tiempo.

 

Ponderó, se preguntó, adivinó y se decidió.

 

Sólo una vez…

 

…Lo intentaré una vez… Si nadie me habla, entonces lo guardaré y nunca más lo volveré a usar.

 

Lentamente y con inusual cuidado, desenvolvió el paquete, dejando a un lado un pequeño papel blanco que estaba pegado a un lado de la caja. Lo abrió despacio y ahora curioso. Nunca había tenido entre sus manos un aparato tan moderno. Debió costarle una fortuna, pensó con cierto enfado y culpa.

 

¡Agh! ¡Apuesto que ese bastardo sólo lo hizo para molestarme!  Para hacerme sentir así… tan… pequeño a su lado…

 

Los próximos minutos los pasó leyendo las complicadas instrucciones e intentado hacerlo funcionar.

 

“¡Maldita porquería! ¡¿Cómo marco en esta cosa?!” Se preguntó en voz alta.

 

Minutos después fue que encontró el modo de poner el teclado en el celular touch. Ahora necesitaba los números. Sakuragi frunció el ceño pensando que tendría que ir donde Dan para preguntar; en eso estaba cuando se fijó en el papelito blanco que previamente había dejado a un lado. Tomando asiento de nuevo, lo agarró y abrió. Adentro, con una letra pequeña y pulcra se leían los números de: Casa Rukawa; Mamá Rukawa; Papá Rukawa y Yo, (mono tonto) con los respectivos números a los lados.

 

“¡Maldito Rukawa! Ni siquiera está aquí y me molesta” Dijo con la cara arrugada, intentado controlar una fresca y alegre risa… ¿Y a quién llamo? Miró la hora del reloj en el velador, el cual marcaba las 22:14.

 

No es taaannnn tarde… se dijo decidiendo marcar hacia la “casa Rukawa”. Marcó y esperó para que alguien contestara. Los segundos pasaban mientras escuchaba el neutro sonido de aguarde.

 

Se mordió los labios y cara interna de la cara. Miró a su alrededor. Se rascó la mejilla.

 

Pero nadie contestaba.

 

Quizás están dormidos. Quizás están ocupados. Quizás ni siquiera estén en casa. Mas enseguida cambió de opinión. Era un miércoles en la noche. Un día de plena de semana. ¿A dónde podrían ir para llegar tan tarde?

 

Suspiró y continuó con el celular pegado a su oreja.

 

Bueno… al menos lo int-

 

“¿Si?” ¡Nooooooo! ¡¿Por qué?! ¿Por qué de los tres habitantes de la casa, tenía que contestarme justamente ÉL? , pensó golpeando el piso con su puño cerrado. Cerró los ojos con fuerza y aguantó la respiración “… ¿Aló?” Preguntó con una voz impaciente el zorro; Hanamichi aun se debatía si debería hablar. Puedo pedir por mamá Rukawa… ¡Agh! ¿Por qué estoy tan nervioso?... ¡Es solo el zorro apestoso! “…Voy a colgar”

 

“¡No! ¡Espera!”

 

Mierda, y ahora qué digo…

 

“¿Torpe?”

 

“¡¿A quién le dices torpe, bastardo?!... ¡Ja! ¡Si estuviera ahí te patearía el trasero, zorro!” Sakuragi, con naturalidad y frescura volvió a repetir aquellas palabras. Sin darse cuenta, su bronceado rostro se encontraba adornado con una sonrisa grande y despreocupada. Algunos segundos de silencio, sin embargo, llenaron la línea por unos momentos, en los que el mono creyó que el pelinegro había colgado. “¡Oye, maldito! ¿Sigues ahí?”

 

“Que escandaloso eres, tarado” Respondió por fin Rukawa. Su voz, no obstante, siempre fría y dura, se escuchaba ahora un poco temblorosa e inquieta.

 

“Oye, ¿tienes frío? Te escuchas raro” Y le pareció aun más extraño que la contestación fuera una alegre risa. ¿Y a este zorro qué le pasa?

 

“No, idiota. No tengo frío… Hace calor aquí” Respondió después de silenciar su corta, pero natural risa.

 

“Agh, aquí también. ¡Parece que me estoy asando! Por supuesto este tipo de temperaturas no afectan mis talentosas habilidades Nyahahahh… pero si me molestan” presumió levantándose del piso para tirarse sin decoro sobre las suaves y delicadas mantas de la gran cama.

 

“¿Te gusta el celular?” Preguntó el pelinegro después de unos momentos de silencio.

 

“¿Qué? ¿Por qué? ¿Acaso quieres que te devuelva?... ¡Sh! Ya sabía yo que era demasiado bueno para s-”

 

“No, imbécil. Sólo te pregunto” Le interrumpió aguantándose un suspiro irritado. Ese torpe siempre piensa lo peor…

 

“Ah---… Emmm… Si… Este genio logró agarrarle el hilo a este aparato a penas lo sacó de la caja” Se vanaglorió olvidando la casi hora que estuvo mirando de arriba hacia abajo al aparato sólo para encenderlo.

 

“Sí, claro. Por eso te demoraste dos días en llamar, estúpido” Le atacó Rukawa sin poder controlar el reproche y queja de su voz.

 

“¡¿Cómo que estúpido, bastardo?! ¡Si estuviera ahí te retaría a un duelo de Mario Kart! ¡Y ya sabes quién vencería!”

 

“Yo” Contestó agradeciendo que el despistado pelirrojo, demasiado atento a las palabras, había dejado pasar el tono de voz.

 

“Nyahahahahahh ¡No me hagas reír, zorro! Tus mediocres habilidades ni se acercan a las mías. Dedícate sólo al baloncesto, mejor. Ahí por lo menos podrás jugar con equipos menores” Rió a viva voz mientras se imaginaba a Rukawa con su cola y orejas de zorro en un equipo de gente pequeña.

 

“Me estás confundiendo contigo, tonto”

 

“¡¿Cómo te atreves?! ¿Acaso no recuerdas quien ganó nuestro último partido, perdedor? ¡Este genio te humilló con sus asombrosas técnicas!”

 

“Milagro”

 

“¡Milagro tu nacimiento, bastardo!”

 

Después de ello, un silencio cómodo invadió la línea telefónica; tranquilidad que ninguno de los dos tuvo necesidad ni ganas de llenar con palabras innecesarias. Hanamichi, aun sonriendo, se acomodó sobre la cama y cerró los ojos.

 

Rukawa, al otro lado, se llevó el teléfono inalámbrico a su cuarto. Esta llamaba la había estado esperando desde el lunes en la tarde, en donde esperó con ansiedad y expectación que la curiosidad de Sakuragi fuera la suficiente como para instarle a usar el nuevo celular. Pero al parecer se había equivocado al juzgar al pelirrojo. Porque el lunes no  pasó nada. El martes no pasó nada tampoco. Y durante todo el miércoles en la tarde, después de su examen (que creía había pasado), había estado mirando su propio celular como si fuese una bomba a punto de estallar.

 

Las prácticas durante la tarde era lo único que lograba sosegarlo y mantenerlo templado; en otro caso, lo único que hacia era pensar en el mono: En qué estaría haciendo, con quién estaría, si le gustaría el equipo de Duke más que los Tar Heels, si tendría hambre, si estaría aburrido.

 

Francamente, Kaede creía que se estaba volviendo un poco loco.

 

No era normal. No era para normal y sano pasar tanto tiempo pensando en alguien.

 

No para él, al menos.

 

Irónicamente, además, sus pajas habían aumentado el doble. Curioso, considerando que ahora Sakuragi no estaba en la casa; después de todo, el torpe era el único y principal protagonista de sus fantasías.

 

Tirándose sin cuidado sobre su colchón, Rukawa agradeció que le hubiese dado hambre a estas horas, pues de esa manera es que estaba abajo al momento que el teléfono sonó. Cerró los ojos por unos momentos, recodando las noches que pasaron en aquella cama, tan pegados como lapas. Se mordió los labios cuando imaginó su cuerpo cerca del suyo.

 

De repente, le entró necesidad por escuchar su voz. Si no lo tengo acá, al menos quiero oírlo…

 

“Sakuragi…” Le llamó despacito.

 

“¿Mmm?” La respuesta fue claro indicio que el otro chico estaba cayendo dormido.

 

“¿Y…? ¿Te gusta el equipo?” Era justamente aquella pregunta la que quería saber con todas sus fuerzas, pero que al mismo tiempo, quería ignorar. ¿Qué tal y si se enamoró del equipo? ¿Qué tal y si nunca vuelve?  

 

Hanamichi, sin embargo, demasiado cansado y medio dormido, no pudo registrar muy bien lo que salía de su boca o incluso pasaba por su mente.

 

“Es muy bueno, zorro” Respondió con una voz arrastrada. El corazón de Kaede se apretó dolorosamente. “Los chicos son geniales… y el viejo K es muuuyyy bueno…” Bostezó antes de continuar. “Pero… no es Tar Heels. Ninguno es crespo, o cara pálida… o el enano… Ninguno de ellos es tu…” Rukawa, con el ceño fruncido y el corazón latiendo a mil, intentó descifrar qué quería decir eso. ¿Acaso era una incoherencia de su mente dormida? ¿O es que los extrañaba? ¿O quería decir que prefería a North Carolina sobre Duke?  

 

“¿Cuándo piensas irte a Kentucky?” Preguntó solo con el propósito de mantener al otro despierto por más tiempo.

 

“No lo sé, zorro. Este genio tiene que ver primero las habilidades del equipo. Aunque por lo que he visto estos dos días, casi no tienen fallas”

 

“Falso, tonto” Corrigió enseguida mientras sentía como su sangre bullía.

 

“¡¿Quién los ha estado viendo, bastardo?!... ¡Yo! ¡No cuestiones las conclusiones de este talentoso deportista!” Contestó ahora completamente despierto y alerta, sacando una sonrisa al alero de Tar Heels.

 

“Y mi  equipo jugó con ellos hace tres semanas, estúpido. Apuesto que tus talentosas habilidades no notaron la inclinación hacia la izquierda que hace Adams cuando salta, o que Petri falla casi el 70% de sus tiros en el lado derecho; o también que Campbell, puede ser un buen escolta, pero cada vez que recibe el balón, la pelota se pierde en su lado como en un agujero negro… Ningún equipo es perfecto, tarado” Y sí, Rukawa admitía que había hecho esas averiguaciones después de haber jugado con el susodicho, pero necesitaba de armas para defenderse contra cualquier ataque, y no podría haber dicho nada de esto si se hubiese quedado con lo poco que vio ese día del partido, cuando aún estaba demasiado preocupado por su bajo rendimiento y miseria por no ser puesto en la duela.

 

Unos segundos de silencio le siguieron  al discurso más largo que había dado el pelinegro en su joven vida.

 

“Nyahahahhaha ¡Por supuesto que este talentoso deportista notó aquello! ¡Este genio se refería a las prácticas, zorro tonto!”

 

“Sí, claro” Bufó Rukawa antes de reírse holgadamente, sin en realidad estar seguro de la razón. Hanamichi, que al comienzo le enfadó escuchar las carcajadas, al final terminó compartiendo las risas.

 

Luego de ello, la conversación fluyó al igual que lo hacía cuando se quedaban hasta tarde en la habitación del pelinegro, saltando abrumadoramente rápido de insultarse y gritar, a hablar seriamente, para luego reírse de cualquier estupidez que haya dicho alguno de los dos; y así se repitió el ciclo hasta que Kaede se despidió por las inútiles clases que tenía en la mañana, no sin antes decirle al mono que él le llamaría al día siguiente (pues su celular tenía plan). Sakuragi, que ya estaba un poco dormido a esas alturas, simplemente le dijo que si a todo y se despidió.

 

A penas cortó, cayó dormido.

 

Rukawa en cambio, permaneció sobre las frazadas con un revuelo en su estómago y un gracioso cosquilleo en todo el cuerpo. La única manera de agarrar el sueño, fue pensar en el mono pelirrojo que ahora parecía pegado con agorex a su cerebro.

 

.

 

.

 

A la mañana siguiente, tal y como Kaede había  comentado en la conversación telefónica de anoche, tenía clases temprano, por lo que después de golpear bruscamente sus tres relojes, se levantó tallándose los ojos hacia la lavado para bañarse (tocarse y gemir el nombre de Sakuragi), lavarse los dientes y bajar a comer algo antes de salir. 

 

Su madre le saludó ya levantada, vestida y acicalada (hoy era día de compras), mientras anotaba en una libreta las cosas que faltaban.

 

“Fue mi idea ¿o anoche te escuché hablar?” Le preguntó aparentemente indiferente la mujer a su aun medio dormido hijo.

 

“Mmm… El torpe llamó” Contestó metiéndose a la boca una especialmente grande cucharada de cereal a la boca.

 

“Ya veo… ¿Y cómo le está yendo?” Inquirió nuevamente con la mirada desviada hacia los estantes de víveres, aunque en realidad se muriese de ganas por ojear las expresiones de su retoño.  

 

“Bien” Siempre lacónico e impasible, el pálido chico se negó a continuar respondiendo las preguntas. La próxima que el tonto llame, le pasaré con mamá...pensó aburrido de tanto cuestionamiento. Pero sólo si sobra tiempo…continuó de inmediato. Cuando tomó rápidamente la leche que sobraba, se paró para darle un piquito en la mejilla a la satisfecha mujer. Agarró su bolso de la entrada y partió hacia la universidad en su bicicleta.

 

Anoche, entre todas las cosas que el mono le había comentado, éste le había pedido (gritado con entusiasmo) que exigiera y estuviera presente en el súper mega beso entre cara pálida y crespo (palabras de Sakuragi, no de Rukawa), razón por la que ahora el pelinegro, entre sus cuadernos y equipo deportivo, llevaba una cámara de video en su bolso. El zorro, no obstante, no tenía ni idea cómo iba a hacer para obligar a esos dos a besarse, porque puede ser que los dos norteamericanos fuesen amigos, pero también eran hombres orgullosos.

 

Kaede simplemente negó con la cabeza y suspiró mientras entraba al campus universitario.

 

Bostezó largamente antes de encadenar su bicicleta y partir lentamente rumbo su salón de clases. Tengo sueño… Se dijo con desgana.

 

Ahora que el pelirrojo no estaba en casa, y por tanto, ocupando sus noches con juegos e insulsas conversaciones, había decidido ocupar las largas horas libres de la noche para (¡sorpresa!) estudiar; lo anterior era parte de la razón  por la que ahora su más grande deseo era encontrar un cómodo colchón, o simple substituto, y echarse a dormir hasta el entrenamiento (otro factor era su simple manera de ser). Debía admitir, no obstante, que las prácticas últimamente, si bien no habían bajado su intensidad y trabajo, si podía decirse que ahora el ambiente había cambiado, pues podía respirarse un aire más tranquilo y templado. Ello porque el primer partido de la temporada lo tenían recién el siguiente viernes, es decir, faltaba poco más de una semana para éste. El entrenador Roy sin embargo, aun no quería hacerles saber con quién se enfrentarían, información que recién sería publicada por los medios este fin de semana, alegando que prefería que disfrutaran estos días para relajarse y concentrarse en los estudios (como si el viejo no recordara que el período de exámenes, definitivamente no es una época para vomitar felicidad)   

 

Unos minutos más tarde, ya en su respectiva clase, en donde le costó casi toda su fuerza de voluntad, permaneció despierto y atento por toda la primera hora; en gran parte eso se debía a las palabras que le había dicho el torpe; palabras que parecían grabadas con fuego en su conciencia, pues eran muy ciertas: Sino rendía académicamente, tampoco estaba ayudando al equipo, del cual incluso podría ser expulsado. Otra motivación para esforzarse, aparte de la anterior, es que su lado competitivo sufría por saber que Sakuragi, el mono tonto y escandaloso, era el mejor de su clase.

 

¿Cómo es eso posible?.... Si apenas y podía imaginar al pelirrojo con un cuaderno entre sus manos.

 

La única vez que recordaba haberlo visto en esa guisa, fue la vez que los sempais les ayudaron por sus variadas materias reprobadas. Sin embargo, como él pasó la mayor parte del tiempo durmiendo o, de hecho, haciendo sus deberes, no podía decir qué mucho hizo Sakuragi, a parte, por supuesto, de acosar a la hermana del capitán de ese entonces.

 

Rukawa, de repente, deteniendo el lápiz que redactaba en su cuaderno, se preguntó cuidadosamente sobre la relación de esos dos...

 

¿Serán novios?...

 

Ello, sin embargo, no encajaba con lo que había presenciado de Sakuragi las dos semanas que estuvo en su casa, en las que de seguro hubiese presumido sobre eso de tener novia y porquerías; además, en el mensaje que había leído (por pura casualidad, cabe agregar) no se mencionaba nada de amor y esas otras tonterías; se concluía, claro, amistad y preocupación, pero nada más profundo que eso.

 

¿Quizás sean novios fríos… o muy corteses?.... Se preguntó; mas enseguida se corrigió, puesto que no podía imaginarse a un Sakuragi siendo frío y distante con alguien a quien quisiese.

 

Ese tonto de seguro sería un novio hostigador; de esos que nunca te dejan en paz… pero tan infantil e inocente, que nunca intentaría propasarse con uno hasta que las señales estén MUY claras… osea, la otra persona desnuda frente a él… pensaba con una sonrisa en el rostro. Si, de seguro Sakuragi sería así.

 

Si ellos dos fueran novios, por ejemplo, ahora mismo el pelirrojo le estaría llenado el buzón de entrada del celular con miles de mensajes innecesarios; o saldría al centro de la ciudad donde estuviese y le compraría cientos de inservibles regalos; o se tomaría fotografías de él con una carita triste, rezando abajo: “Desearías que estuvieses aquí, zorro”; y por las noches, hablarían por horas, horas y horas. Y quizás, quién sabe, hasta podrían tener sexo telefónico.

 

Después de esa proyección, inmediatamente bajó la cabeza y se enfocó en su cuaderno. Que idiota, Kaede; se llamó al sentir su rostro rojo. Por supuesto que eso nunca pasará. ¿Él y el mono? ¡¿En qué mundo?! Ya era suficiente causa de desastres naturales el que él sintiera algo, como para esperar también que el pelirrojo le correspondiera.

 

Pero… si así fuese…sería….

 

No fue capaz de terminar su pensamiento cuando escuchó el estruendo que hacían sus compañeros al levantarse y salir del salón.

 

Grandioso… otra clase que me pierdo por culpa del estúpido…

 

El resto del día fue lento y aburrido, como todos en realidad. La única alteración de la jornada, no obstante, fue el constante y  acosador pensamiento de Sakuragi como su novio.

 

¿Cómo actuaría? ¿Seguiría siendo de la misma manera? ¿Quizás un poco menos agresivo, pero igual de competitivo? ¿Quizás romántico, cariñoso? ¿Le llamaría zorro o Kaede? ¿Le molestaría que le dijese monito? ¿Le presentaría a sus amigos como su pareja o sólo como un amigo? ¿Le avergonzaría estar con un hombre?

 

Por suerte el hilo de preguntas pudo ser detenido cuando la hora del entrenamiento comenzó; donde como siempre, todo el resto del mundo desaparecía si podía agarrar entre sus manos un balón. En él, eso sí, el enano, crespo, cara pálida, cuatro ojos 2 y bailarín, le seguían ahora para todos lados, algo que si bien es cierto, no le molestaba, tampoco le acomodaba; él no era Sakuragi; él no era una persona que fácilmente podía iniciar conversaciones o hacer comentarios graciosos. Los otros chicos, sin embargo, nunca le miraban como esperando eso; nunca esperaban que hablase de la nada o contara un chiste; se podría decir que incluso le conocían; y ello, definitivamente, era agradable.

 

“¡Rukawa, aquí!” Le gritó Tom, o el enano, desde debajo de la canasta sin bloqueo. Kaede, sin dudarlo ni un segundo, se colocó en posición y le lanzó el balón con la fuerza necesaria para que su compañero la recibiera. El chico, a penas la tuvo en las manos,  saltó y la clavó con estilo. Chocaron las manos y se acercaron nuevamente al centro de la duela para esperar la salida de la pelota.

 

Habían estado gran parte del entrenamiento haciendo trabajo físico más que juego, por lo que todos los jóvenes corriendo y esperando en el gimnasio, estaban ahora respirando pesado y profundo, algunos incluso parecían a punto de desmayarse o vomitar. El sudor les humedecía los cabellos, ropa y piel, la cual lograba brillar a la luz artificial de los gigantes focos del recinto cerrado.

 

Corriendo a gran velocidad en la duela, Kaede pasó con elegancia y destreza a su compañero encargado de bloquearlo, quien se quedó con cara de bobo por la abrumante velocidad del japonés, pudiendo así seguir adelante hasta el tablero y encestar los últimos dos puntos, antes de que el silbato sonase para marcar el final del juego de práctica.

 

El entrenador, aplaudiendo y gritando, les llamó y felicitó por el entrenamiento, diciéndoles luego que mañana les daría aviso del contrincante que enfrentarían para la próxima semana.

 

A la salida, Rukawa, luego de ducharse y cambiarse las prendas sucias, se quedó en el pasillo esperando por el resto de los chicos que moraban en el camarín. Miró por un momento el deportivo reloj que mantenía en su muñeca, y frunció el ceño enseguida. No quería que esto le tomara más tiempo del necesario. No cuando había quedado de llamar a Sakuragi en la noche. Sabía que quedaban aun un par de horas, pero aun así… Gruñó al tiempo que miraba las puertas del camarín.

 

“¡Hey, Rukawa! ¿Qué haces aun aquí, hombre?” Preguntó crespo saliendo de la habitación.

 

“Sakuragi” Se limitó a decir. El otro chico, que al comienzo le observó confundido, enseguida se puso pálido y nervioso.

 

¡Ah, no! El pelirrojo no está, asique la apuesta no valeYa sabía yo que esto pasaría… idiotas, pensó el pelinegro hacia a todos los involucrados en este necio reto. ¿Qué mierda le estaba pasando por la cabeza a ese tonto cuando se le ocurrió semejante estupidez? El zorro, impaciente y ya un poco molesto, le levantó los hombros al tiempo que alzaba la mano para mostrarle la cámara de video. “¡Una cámara! ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Estás loco?! ¡¿Quieres grabarlo?!” El norteamericano parecía estar hiperventilando mientras se acercaba a prisa hacia el japonés para elevar la mano intentando arrebatarle el aparato, que Rukawa custodió con una mirada asesina.

 

Para el idiota” Le dijo inmutable y frío. Afortunadamente, el duelo de miradas fue interrumpido con la salida de un grupo grande de chicos desde el camarín, entre los que estaba cara pálida.

 

¡Oigan! ¿Qué hacen aun aquí?” Preguntó el susodicho con una sonrisa amigable mientras se acercaba hacia ellos junto con Tom y el resto de los muchachos; la cara alegre, sin embargo, enseguida murió cuando vio los ojos de sus compañeros de equipo.

 

Este jodido japonés quiere grabarnos mientras nos b-be…. ¡Esa cosa! ¡La putada que nos dijo el pelirrojo!” Todos, a excepción claro de los dos involucrados (Y Kaede) rieron a viva voz por el claro nerviosismo del chico.

 

No sabíamos que eras un cobarde, Kevin

 

Una apuesta es una apuesta, amigo

 

Ahora Sakuragi sabrá quién es mejor, crespo”

 

Los superpuestos comentarios de sus amigos, junto con la insistente mirada de cara pálida, causaron que Kevin gritara en frustración.

 

¡Esta bien!... ¡Pero no aquí!” Rukawa le asintió en seguida. Todos los amigos se encaminaron a los patios ya abandonados de la universidad, donde sabían que nadie aparecería de la nada. Ambos involucradas, con rostros graves hicieron prometer que no se reirían durante o después, y amenazaron con futuras palizas si esto se convertía en razón de burlas.

 

Bien---… bien… ya… vamos…. estoy listo, estoy listo… aquí vamos…” Murmuraba crespo mientras se sacudía las manos y dedos casi con exageración; Chris, en cambio, permanecía serio y más blanco de lo usual sin ver a nadie directamente a los ojos. Kaede, ya listo con la cámara, incitaba a los imbéciles a ya salir de esto. Ya tengo que llamar al tarado… se repetía torturando con la mirada a los dos idiotas parados al frente y en el punto central del lente.

 

Después de unos segundos que se hicieron interminables, Kevin, con una aparente confianza y seguridad, agarró las mejillas contrarias para acercar el rostro al suyo. Ambos chicos se miraron fijamente antes de acercar sus labios y acariciar los otros. Chris, que hasta el momento había permanecido distante de la situación, dio un paso adelante y pegó aun más sus bocas en un beso casi de película; movió los labios para atrapar entre los suyos el inferior del otro chico. Kevin, que comenzó a sentir un calor en su estómago, enseguida retrocedió para separarse completamente de su paralizado compañero.

 

Si ese pelirrojo se atreve a decir que no es suficiente, dile que iré hasta a Duke a patearle el trasero” Rompió el silencio crespo antes de rápidamente tomar sus cosas y salir de allí. Cara pálida, al escuchar la voz de compañero, también asió su bolso y partió. El resto de los jóvenes se quedó en silencio.

 

“¡Woah! ¡Tengo material de burla de por vida con esto!” Rió bailarín causando que el resto de los muchachos también riese. Rukawa, sin embargo, guardó la cámara y se fue de allí sin decir una palabra.

 

Se acercó a su bici, la montó y partió a casa tan rápido como sus piernas le daban. El viento veraniego golpeaba su rostro mientras pedaleaba por la ciudad con ahínco. Su único pensamiento por el momento era cruzar la puerta de su casa, comer y llamar a Sakuragi. Nada más. Ningún recuerdo o pensamiento tonto.

 

Nada. 

 

Pero ese beso… No quería pensar en ello. No quería recordar las miradas de ambos chicos. No quería morar en cómo unieron ambos labios y se movieron buscando más contacto. No. No quería recordarlo.

 

Gracias a su velocidad pudo llegar en tiempo record hasta su residencia, donde su madre le saludó y sirvió la cena. Comió como desesperado para luego ir al lavado y limpiarse antes de llamar.

 

Encerrado en su cuarto, acostado en su cama y al fin relajado, tomó su celular y buscó el número previamente grabado del torpe.

 

“¿Aló?” Rukawa sintió como su pecho se comprimía al escuchar el grave y profundo tono de voz de ese mono. Maldito tarado, pensó antes de decidirse a hablar.

 

“Tonto” Le llamó con una sonrisa, sabiendo exactamente que respondería el otro.

 

“¡¿Qué te pasa, bastardo?!.... ¡Agh! ¡Maldito Rukawa! Este genio no gastará su tiempo contigo si lo único que harás será ofender a este talentosos jugador” Respondió predeciblemente Sakuragi sin esperar un segundo antes de contestar.

 

El pelirrojo, sin embargo, claramente mentía al decir aquello, ya que a pesar de haber compartido todo el día junto con los chicos de Duke y el resto del plantel, había esperado con ansiedad por esta simple llamada. No se preguntó por qué, simplemente lo hizo. Y ahora, que por fin podía escuchar la voz desganada y ronca de su ex compañero de equipo, se sintió al fin tranquilo y, extrañamente, en casa.

 

“Tengo el video” Interrumpió el pelinegro al sentir como Sakuragi desviaba su atención de la conversación.

 

“¿Qué video, estúpido zorro? ¡¿Estás dormido, acaso, qué estás hablando tonteras?!” Preguntó con verdadera confusión Hanamichi, que la verdad, tampoco esperaba una producción tan esmerada del reto; a él le hubiese bastado con una fotografía de mala calidad; el punto era sólo molestar al crespo.

 

“El beso, tarado” Aclaró enseguida con una falso suspiro de irritación.

 

“¿El be---? ¡Aaahh! ¡El beso! Nyahahahahha…. ¡¿Lo grabaste?! ¡Que cruel eres, zorro!... ¿Ya me lo mandaste? ¡Envíamelo! ¡Envíamelo!” Gritó como un niño Sakuragi mientras se sentaba con emoción en la cama.

 

“¿Tienes una laptop contigo?” Inquirió Kaede al tiempo que se levantaba para agarrar su notebook y volver a la cama para colocárselo y encenderlo en su regazo.

 

“¡Sí! Le pedí más temprano el suyo al viejo Dan. ¡¿Ya me lo mandaste?!” Volvió a preguntar el pelirrojo ansioso ya con su laptop encendida y puesta en su correo.

 

“Espera, tonto” Alegó esperando a que el ligero video se cargase (por suerte tenía un internet decente)

 

“¡Uy! ¡Pero que lento, zorro! ¡Por eso no puedes ganarme en la duela, perdedor! Nyahahahah” Se carcajeó Sakuragi.

 

“No tiene nada que ver, torpe” Exclamó inmediatamente con el ceño fruncido a la pantalla; la carga se había estancado en 40%.

 

“Excusas, bastardo. Ya el otro día te demostré quien es el mejor Nyahahah” Continuó Hanamichi despreocupado, olvidando momentáneamente el supuesto video que le tenía hacia segundos tan emocionado. Pero la verdad, es que lucirse y presumir frente a Rukawa siempre era más divertido.

 

“Interrumpiste el juego, idiota” Le recordó el zorro suspirando de alivio al ver que la carga volvía a su rapidez normal.

 

“¡Pero fue por los niños, zorro egoísta! ¿Quién sabe?, quizás estuvimos con el próximo Michael Jordan o Lebron James Nyahahaha ¿Te imaginas?” Claro que lo recuerdo, se dijo Kaede con una tierna sonrisa.

 

Si en ese momento aun no hubiese estado consciente de sus sentimientos por su ex compañero, con ver al pelirrojo saltar, reír y enseñar a los pequeños mocosos, la realidad le hubiese golpeado duro y en pleno rostro, puesto que su corazón ardió y se derritió con la inusual imagen. Aquel día lo único que había deseado hacer era acercarse al mono y besarle la mejilla.

 

“Torpe” Le llamó remembrando ese tierno día.

 

“¡Agh! ¡Bastardo! ¡Contigo no se puede tener una conversación!”

 

“Ya te lo mandé” Le interrumpió viendo el 100% de la carga. El pelirrojo rió y le gritó que ya lo tenía en su bandeja de entrada. Juntos, a través del teléfono, vieron la película de los dos jugadores de los Tar Heels besándose. Rukawa, sin embargo, volvió a sentir ese doloroso y clarísimo apretón dentro suyo al verlo. Hanamichi se había mantenido silencioso los primeros minutos, para después gritar que ese crespo de verdad era un hombre de palabra.

 

¿No… no le asqueó...? ¿No le disgustó ver a dos chicos besándose…? se había preguntado el pelinegro al comienzo, pero después de escuchar las palabras del mono, supo que no, y ello le hizo experimentar unos desagradables retorcijones en el estómago, como unos gusanos y orugas arrastrándose por sus órganos y piel interna.

 

Hablaron nuevamente hasta tarde, con Sakuragi comentando lo que había hecho y visto en el día con el equipo y en la localidad. Rukawa había intervenido de vez en cuando para hacer sus siempre necesarias remarcaciones.

 

Cuando al fin colgaron, el zorro nuevamente se quedó sobre las mantas, sólo que esta vez, era el maldito beso que vio más temprano el que le perturbaba. No porque le excitase o disgustase. Sino porque le provocó envidia y celos.

 

Deseó ser él y Sakuragi, en vez de sus compañeros de equipo.

 

Deseó poder ser él capaz de abrazar y besar a Sakuragi cuando a él le diese la gana. Que si quisiese, ahora mismo podría ir a Duke, podría meterse en la cama junto al pelirrojo y besarle hasta que amaneciera. Quería, con desesperación, besar esos rosados y rellenos labios; quería saborearlos, lamerlos, morderlos, y abrirlos para meter su lengua. Lo quería, lo deseaba y lo necesitaba, con tanta ansia y fervor, que parecía que en su pecho se abría un agujero, y que un nudo desagradable se le estancaba en la garganta. 

 

¿Por qué no podía ser él y Sakuragi? ¿Por qué no podía al menos imaginarlo?

 

Porque a él no le gustas… Se dijo rápidamente. No obstante, cómo podía estar seguro de eso; pues, si bien era cierto que el pelirrojo estuvo por años enamorado de una mujer, eso no significaba que estuviese incapacitado para que le atrajese un hombre ¿verdad?

 

Eso pasa en la vida real, ¿cierto?

 

¡Sí! Si puede pasar, pensó sentándose sobre las mantas con tanta rapidez, que sus paredes y cabeza parecieron dar vueltas por unos segundos. Sus manos le temblaban y su respiración se agitaba.

 

Él y Sakuragi no eran muy distintos después de todo, es decir, si, por supuesto, tenían diferencias clarísimas… pero también tenían cosas en común que nadie podría pasar desapercibos.

 

Ambos luchaban por lo que querían; cuando tenían una meta u objetivo en la mira, eran capaces de dar hasta su alma con tal de conseguirlo. Quizás Rukawa era conocido por su fiera determinación, pero la garra y poder de Hanamichi le hacía competencia.

 

Ambos, además, no importa lo que quisiesen aparentar, aun eran jóvenes; eran niños disfrutando de la vida y viviendo lo mejor de las oportunidades que se le habían  presentado. Ambos pensaban, además, de manera muy similar, sólo que el pelirrojo tenía la tendencia de verbalizar todo lo que pasaba por su mente, mientras que el pelinegro era más de compartirlo en privado.

 

Ambos, como era obvio, amaban y respetaban al baloncesto como nada; y ello hacía que se entendieran a un punto que iba más allá de simples amigos, de simples camaradas. Cuando se veían a los ojos, podían observar los mismo sueños y metas; los mismos deseos.

 

Y lo más importante, Sakuragi quería ser amado, con desesperación, con una aspiración que rayaba y le llevaba a depositar su corazón en personas que no lo merecían. Y Rukawa… bueno, él… él quería estar con el pelirrojo. El quería aceptar a ese mono tonto y hacerle sentir que alguien en el mundo, a parte de su madre, veía lo brillante y perfecto que era.

 

Asique… ¿Tenían una oportunidad de estar juntos? ¿Habría allá afuera una fuerza que fuese capaz de hacer que personas tan orgullosas y violentas como ellos, tuviesen el coraje de unirse?

 

Kaede quería pensar que si.

 

Pero para que ello, para que juntos, él y Sakuragi, fuese algo posible, se necesitaba primero crear esa oportunidad. Si no se daba la ocasión, si no se creaba el momento, sino se arriesgaba, entonces nunca se podría ganar.

 

¿Eso es un dicho, cierto?, se preguntó tontamente observando el techo blanco de su cuarto.

 

¿Qué se supone que tenía que hacer, entonces? ¿Decirle al idiota como se sentía?...

 

¿Confesarse?

 

Ugh, sueno como una chiquilla…

 

Era tan extraño pensar de esa manera, cuando hace sólo una semana se había dado cuenta de sus propios sentimientos; cuando hace sólo una semana se había dicho que en realidad no importaba como Sakuragi se sintiese, porque al menos, él podía disfrutar con experimentar aquellos emocionantes y primerizos sentimientos. Ahora, en cambio, estaba seriamente considerando la idea de pararse frente al estúpido mono y decirle: Me gustas…

 

¿Y tengo que decirle eso…? M-me gustas…

 

…¡Sh! Suena tan cursi…

 

Pero bueno, tal y como había pensado hace unos segundos antes…

 

…El que no arriesga… no gana…

 

.

 

.

 

“Nos enfrentaremos contra los Wildcats de Kentucky” [45]

 

Las milagrosas y perfectas palabras dichas por el entrenador Williams, todavía podían resonar en la mente demasiado tumultuosa del antes llamado Rookie de Shohoku. Su rostro pálido e impenetrable se encontraba apoyado mediamente en el vidrio del vehículo, sin prestar en realidad atención al paisaje que pasaba el carro a gran velocidad.

 

Él y sus padres habían salido de la residencia Rukawa hacia apenas 20 minutos, y ya el corazón del zorro estaba martillando dolorosamente en su pecho, tal y como llevaba haciéndolo desde el jueves de la semana pasada; cuando estúpidamente había llegado a la conclusión de que debía decirle sobre sus sentimientos al autoproclamado genio, y ser más idiota del planeta.

 

¿Cuándo pensé en semejante estupidez…?... Ah, si…. Cuando te diste cuenta que quizás él puede sentir algo…

 

Negó con la cabeza mientras suspiraba internamente, mas se mantuvo impasible y calmado, pues su madre le veía continuamente por el espejo retrovisor. Kaede, después de pensarlo por un par de días, creía que su mamá sabía todo lo que estaba ocurriendo. Pudo haberlo pasado por alto y no haberlo notado, sin embargo, cuando llegó a casa el viernes contándole a su madre sobre el contrincante a enfrentar la próxima semana, ella inmediatamente le había mencionado a Sakuragi.

 

“¡¿De verdad?!... ¡Que alegría, hijo!... ¿Sakuragi-kun estará allá esos días, cierto? Según Dan, con quien hablé esta mañana, Sakuragi no piensa irse hasta el sábado siguiente al partido… ¿Sabes? Llamaré enseguida a Dan y le pediré que nos guardé dos habitaciones para esos días ¿Qué te parece? Así todos estaremos en el mismo hotel” Rukawa, en esos momentos, había fruncido el ceño.

 

Bien podía ser que el chico fuese indiferente y ajeno a lo que pasase a su alrededor, pero ¡ahem! no era estúpido. Y su madre había hablado como si tuviera todo ensayado; como si supiera qué decir y cuándo respirar a cada momento. Esa noche lo había dejado pasar, pues ya era tarde y tenía que llamar al mono. Pero la mañana siguiente, cuando le mujer le preguntó demasiado ansiosa sobre el pelirrojo, Kaede lo supo.

 

Mi mamá lo sabe…

 

La mujer, no obstante, no parecía disgustada ni alterada, al contrario, estaba actuando como una casamentera de telenovela. Sólo un tonto como Sakuragi no hubiese caído en cuenta de sus obvios intentos por juntar a ambos basquetbolistas.

 

El pelinegro no había podido evitar sentirse un poco avergonzado durante unos días alrededor de su progenitora, sin embargo, cuando ningún reproche, broma o comentario hizo aparición, volvió a actuar con normalidad; especialmente porque desde el fin de semana había tenido demasiadas otras cosas en que pensar.

 

Cuando el viernes siguiente a su gran decisión, al final del entrenamiento, el viejo Roy les había reunido y confesado quien era su próximo y primer rival, Kaede había sentido, literalmente, como su alma caía a sus pies.

 

Está bien, el pobre chico sabía que quería hacer saber al mono pelirrojo sobre sus sentimientos…

 

 ¡Pero no ahora!

 

Quizás en unos dos o tres meses… años, o algo así. Ahora, en cambio, se encontraba con la oportunidad y ocasión para hacerlo en una semana.

 

¡En una puta semana!

 

Lo único que logró tranquilizarlo, irónicamente, fue el mismísimo Sakuragi, con quien había agarrado la costumbre de llamarse todas las noches y pasar horas y horas pegados al celular (Su cuenta saldría carriiiiisima). El torpe, con sus insultos y estúpidos comentarios, siempre lograba sacarle una sonrisa o fresca carcajada; siempre lograba que se olvidase del resto del mundo; tal y como el baloncesto (el único amor de su vida) había alcanzado hacer hasta ahora.

 

(…Balón, tienes competencia)

 

La conversación del viernes en la noche, no obstante, había sido especial, pues casi no hubieron gritos ni insultos, sólo los típicos motes. Juntos vieron por Youtube el partido de exhibición que había tenido Duke esa misma tarde (Hanamichi por segundo vez, por supuesto), y se la pasaron analizando cada movimiento, cada asistencia y cada canasta.

 

“¡¿Viste eso?! ¡Este talentoso deportista lo hubiese hecho mejor! ¡Hasta tu hubiese saltado más alto!” Había dicho el mono ante una jugada especialmente mala del equipo que se enfrentó contra los Diablos Azules.

 

“¿Notaste el temblor de su rodilla? El tipo debe tener una lesión…” Se había limitado a comentar el zorro, interiormente pensando lo mismo que el pelirrojo. Y efectivamente, a los pocos minutos el susodicho jugador pidió ser sacado por el dolor de su rodilla derecha.

 

“A esa canasta el faltó fuerza” Había dicho minutos después Sakuragi respecto a otro tiro fallado.

 

“No, torpe. Le faltó girar más la muñeca” Corrigió Rukawa frente a la misma jugada.

 

“¡Qué te acabo de decir, zorro! ¡Fue fuerza! ¡Haz caso a este genio!” Kaede no lo comprobó hasta el día siguiente mientras practicaba en la cancha pública, pero efectivamente, Sakuragi había tenido razón; pues él intentó el mismo tiro corrigiendo el supuesto problema de la muñeca, pero de igual manera el balón no había entrado por el aro; frunciendo los labios y a regañadientes es que decidió hacerlo con más fuerza, y allí, el balón entró perfectamente a la canasta. Sonriendo con resignación, el zorro tomó su celular y le mandó un mensaje de texto al torpe dándole la razón (a su manera, por supuesto).

 

Sakuragi le respondió inmediatametne con una foto de él sonriendo engreídamente.

 

(Rukawa estuvo varios minutos pensando si la ponía o no como fondo de pantalla)

 

Ya a altas horas de la madrugada se habían despedido con sinceras despedidas y la promesa de hablar al otro día también.

 

Ese sábado Rukawa le comentó al fin sobre el partido que tendría contra Kentucky el siguiente viernes. Sakuragi se había reído y había hablado de casualidades de la vida, y de la emoción de ver nuevamente a los padres Rukawa, además por supuesto, de agregar que esperaba con ansias poder jugar de nuevo con él para probar quien era verdaderamente el mejor. El domingo, no obstante, a pesar del deseo de ambos, no pudieron hablar, pues Sakuragi se la pasó con Dan viajando hacia la antes mencionada ciudad, tanto así que cuando ambos viajeros llegaron, sólo fueron capaces de apoyarse en el colchones para luego dormir a pata suelta.

 

Rukawa pudo haber jurado que sintió como la distancia que les separaba se hacia presente en su cuerpo, pero enseguida se lo atribuyó al extraño guiso que su madre había preparado para ese día.

 

El lunes, martes y miércoles siguientes, las conversaciones giraron principalmente alrededor de los Wildcats, y de lo disparejo que se sentía el pelirrojo allí a diferencia en los otros dos equipos; no es que no fueran buenas personas, dijo el mono, pero eran escépticos y distantes. Rukawa, para distraerlo, le habló de lo extraño que se estaban comportando ahora Crespo y Cara pálida; como ahora los dos chicos parecían evitarse como la plaga, y como los otros chicos no ayudaban con la situación riéndose cuando los veían juntos en un cuarto. Kaede se hubiese molestado en circunstancias normales por ello, pero según había hablado con Tom y el resto, no es que les causara risa el beso entre hombres o alguna cosa homofóbica, sino la reacción que ambos jugadores estaban tomando; especialmente Kevin, que estaba actuando como una doncella deshonrada. Hanamichi, con la voz más inocente y confundida que Rukawa había oído de esa boca, escuchó:

 

“Quizás… se gustan…” Kaede había pensado lo mismo, pero no se había atrevido a decirlo a voz alta por temor a causar una reacción negativa por parte de Sakuragi; ahora, sin embargo, era él quien lo sacaba a colación.

 

“Son dos hombres” Le había dicho sólo para confirmar.

 

“¡Sh! ¡¿Crees que no lo sé?! ¡¿No fuiste tu el que la otra vez dijiste que eso no importaba, zorro hipócrita?!”

 

“Sólo quería confirmar que tu sabías, tarado… y sí, yo también pienso que se gustan”

 

Aunque los dos no habían mencionado mucho respecto al tema después de ello, era obvio ahora lo que pensaban los dos. Y Rukawa, con gran alivio, encontró que el pelirrojo no pensaba en la pareja de hombres como algo anormal o repulsivo, asique:

 

Vergonzoso rechazo 0, Posible aceptación 1.

 

Ugh, tenía que recordar la confesiónpensó al tiempo que cerraba sus azules ojos para dormirse en lo que restaba de camino, sin embargo, el sueño parecía reacio a acompañarlo esta temprana mañana de jueves.

 

Kaede, que sufrió durante toda la semana la ansiedad y desesperación porque vería al pelirrojo nuevamente en unos cuantos días, llegó incluso a desear irse antes a Kentucky, algo estúpido en realidad, pues ni loco abandonaría al equipo en momentos tan cruciales; no obstante, fue el mismo entrenador quien decidió que partieran un día antes del partido para que los chicos se acostumbraran al aire, y no tuvieran que soportar las horas de viaje antes del gran juego; la directiva de los Wildcats, además, se había comprometido con prestarles el gimnasio por unas cuentas horas esta tarde, por lo que los chicos tenían hasta el medio día para llegar a la ciudad. Todo el equipo, (menos Rukawa y un par de chicos más) se quedarían en un hotel que el plantel pagaría, corriendo para gastos varios por su propia cuenta.

 

Era por lo anterior que sus padres (Papá Rukawa había pedido el día libre) lo habían arrastrado a horas innombrables y obscenamente tempranas fuera de la cama para cubrir rápidamente las siete horas [46] que les separaban de la ciudad, a lo anterior se sumaba que su papá estuviese manejando a una velocidad al filo de la máxima para ganar tiempo.

 

¿Qué estará haciendo ese idiota?...

 

…Trotando, de seguro… Si no puede quedarse quieto ni por dos minutos…

 

“¿Quieres algo, hijo?” Preguntó Mei mostrándole a su retoño una bolsa llena de dulces (las madres siempre van preparadas) a lo que le pelinegro enseguida le negó con la cabeza. No necesitaba dulces ahora mismo; ya su cuerpo estaba lo suficientemente expectante y tembloroso por sí solo, como para además inyectarle energía de esa manera.

 

El denominado zorro, entonces, se dedicó a escuchar la música de su fiel discman mientras se acercaban de apoco a la ciudad. Sin embargo, gracias a alguna divinidad allá arriba, fue capaz de en algún momento caer en el apacible y rojo mundo de los sueños.

 

.

 

.

 

La austera, pero clásica fachada del hotel al que ahora entraban, calmó un poco al nervioso pelinegro que traspasaba las puertas con un bolso gigante y gordo a sus espaldas. En el lobby, inmediatamente sus padres se acercaron al mesón principal y confirmaron sus reservas; estaban haciendo la correspondiente entrega de la documentación y eventualmente las llaves, cuando una voz les hizo voltear la mirada a los tres miembros de la familia.

 

“¡Pero si son los Rukawa! ¡Yuma, hombre, te debiste venir volando!” Saludó el viejo Dan abrazando a ambos progenitores del pelinegro. “Kaede, me alegra verte” Le sonrió, sin mucho que decir la verdad, pues ambos por la relación laboral que les unía, tenían que hablar prácticamente todos los días. Incluso el manager ya le había calendarizado algunas entrevistas y salidas en televisión junto con algunos de sus compañeros de equipo en unos cuantos días.

 

“¡Dan! Siento como si no te he visto hace meses”

 

“Que amable, Mei-san… me halaga, y debo admitir que yo también extraño ir a su adorable hogar… Esos bocadillos que hace… umm… son para morirse” Los adultos reían y hablaban de tonterías mientras Kaede se controlaba para no rodar los ojos y golpear el piso repetidamente con su zapatilla a causa de la impaciencia. “…Pero también estoy alegre de estar aquí, me ha servido mucho para conocer al joven Sakuragi” Dijo esta vez, volteando para mirar directamente hacia Kaede.

 

¿Es que acaso todos saben lo que siento? Se preguntó molesto por la estúpida miradita que estaba recibiendo del mayor.

 

“Y hablando de él, ¿Dónde está?” Inquirió la mujer mirando hacia a los lados, creyendo casi que de la nada el pelirrojo se materializaría allí.

 

“Trotando. Lo hace todas la mañanas” Respondió para luego mirar hacia su elegante reloj de muñeca “Ya debe estar por llegar… Mientras tanto ¿por qué no subimos?” Al tiempo que los tres adultos agarraban las maletas y partían hacia las habitaciones, Rukawa permaneció parado en el lobby sin en realidad saber por qué, puesto que, tal y como había señalado Dan, el pelirrojo no tardaría en llegar, asique no había necesidad de no subir y al menos cambiarse de ropa antes de verlo por primera vez en casi dos semanas.

 

Suspirando y negando con la cabeza es como lo encontró Sakuragi entrando con un trote lento.

 

“¡Hey, zorro!” Le llamó con un brazo en alto; Kaede enseguida volteó y le frunció el ceño.

 

Se ve tan…

 

…tan perfecto.

 

Sus cortos shorts le quedaban escandalosamente arriba de los musculosos muslos, mientras que esa polera musculosa, definitivamente, mostraba demasiado y mucho más de lo necesrio. Sus hombros, cuello y rostro estaban rojizos y brillantes a causa del sudor, pero su portador ni jadeaba ni parecía alterado con el trabajo físico.

 

Es un mono después de todo… qué más se puede esperar de él…

 

Cuando quedaron frente a frente, con sólo unos metros separándolos, algo pareció cambiar en el aire de la pequeña recepción; pareció, curiosamente, como si el tiempo se hubiese detenido; como si los relojes hubiesen dejado de funcionar y las personas a su alrededor hubieran desaparecido de la fotografía. Los ojos azules parecían querer absorber la imagen frente a ellos.

 

Era tonto, pero recién ahora Kaede se dio cuenta de lo mucho que le había extrañado; lo mucho que le había necesitado a su lado, y no simplemente para fantasear con su grandioso cuerpo, sino simplemente para sentir su presencia, para saber que estaba allí, a su alcance, acompañándole y haciéndole sentir que todo era mejor y más hermoso.

 

Nunca en su vida el zorro se había sentido tan cursi y avergonzado con sus pensamientos, pero tampoco nunca había experimentando estas sensaciones; nunca antes  se había sentido tan conectado y atado con alguien. Cuando estaba con Sakuragi, era como si el mundo por fin estuviese girando de la manera correcta; como el aire fuera más limpio y los colores más claros y vivos.

 

La vida, simplemente, era mejor…

 

Por ello, tenerlo aquí, de frente, sólo le provocaba querer alcanzarle y tocarle; abrazarlo y apretarlo contra sus ropas, no en el sentido sexual, sino en el más humano y tierno sentido. Quería sentir su calor y presencia después de estas larguísimas y terroríficas semanas.

 

Y quiero que tú también lo quieras, torpe, pensó apretándose los labios y dando un paso adelante.

 

“¡Sigues igual, bastardo! ¡No cambiaste en nada!” Le interrumpió el pelirrojo tan escandaloso como siempre.

 

“Han pasado sólo dos semanas, tarado” Le dijo aguantándose una risa.

 

“Pues no para mi Nyaahahahah. Yo crecí un centímetro, zorro enano” Se burló apuntándolo y también dando un paso más cerca del otro.

 

“Imposible, tonto” Le dijo con un movimiento desafiante de cabeza.

 

“¿Me estás retando, maldito? ¡Vamos a la cancha que está cerca! ¡Este talentoso deportista te probará lo que este genio puede hacer en sólo un par de días” Reaccionó de inmediato el pelirrojo con fuego y entusiasmo. ¡Dios, como había extrañado sus juegos con el pelinegro!

 

“Acabas de llegar de trotar” Puntualizó apuntándole la mancha de sudor que surcaba su polera.

 

“¡¿Y?! ¡Acaso dudas de mis capacidades! Nyhahahah, no me compares contigo, zorro. Este genio necesita mucho más que unos míseros kilómetros para caer rendido Nyahahahah” Rukawa ante eso, se limitó a levantar los hombros y ponerse a la altura del más alto para que le dirigiera a la cancha que, según él, estaba cerca.

 

La verdad, y para la sorpresa del más bajo, la cancha efectivamente estaba muy cerca del hotel. Al entrar, Kaede sacó del bolso unos pantalones y polera deportivas. Aunque él no era exactamente pudoroso o inseguro de su cuerpo, si admitía que le daba un poco de pena desvestirse frente a Sakuragi,  por lo que, evitando su mirada fue que se cambió de mudas.

 

Hanamichi, por otro lado, quien no era para nada de los que se cortaba cuando tenía que sacarse la polera, se encontró a si mismo sintiendo calor en la mejillas y un cosquilleo extraño en el cuerpo mientras volvía la vista para darle privacidad a su ex compañero de equipo.

 

“¿Trajiste bloqueador, zorro? ¡Con este sol te vas achicharrar entero!” Le preguntó inocentemente cuando lo vio listo, pero exponiendo más de la cuenta su blanca piel.

 

“No importa. Juguemos” Replicó poniéndose frente al otro chico, dándole a atender que le cedía el comienzo del juego.

 

Este uno-contra-una, no obstante, fue ligeramente distinto a los demás, pues a pesar de las primeras intenciones de ambos, luego de unos largos minutos de unos cuantos toques y faltas simples, el juego había comenzado con la constante de empujarse contra el cuerpo contrario, intentar robar el balón mientras prácticamente se abrazaba al otro, y botear la pelota lo más cerca del oponente, hasta el punto de casi chocar pechos y mejillas.

 

Cualquiera que los viese, podría genuinamente concluir que el balón entre los dos cuerpos estaba, claramente, sobrando, y que el juego de baloncesto era una clara excusa de los chicos para refregarse contra el otro y manosearse cuanto quisiesen. Sakuragi lo negaría hasta la muerte, por supuesto, pero Rukawa no estaba tan seguro; pues él, al menos, estaba muy feliz con el giro que había dado el encuentro.

 

“¡Agh! ¡Ya no puedo más, zorro apestoso!” Gritó de repente Sakuragi agarrando el balón entre su axila y costado cuando sintió una palma del alero de los Tar Heels muy cerca de sus partes sensibles.

 

“¿Qué? ¿Te rindes, torpe?” Se mofó con una sonrisa cruel.

 

“¡No! ¡Este genio nunca se rinde! Pero ya no puedo jugar con tus manos prácticamente rozando mi… m-mi... bueno… mi e-entrepierna…” Terminó en un susurro mientras miraba hacia los lados a prisa. Rukawa rió sin poder evitarlo ganándose la mirada asesina de unos ojos marrones.

 

“No te estaba rozando, estúpido. Y era tu pecho el que quería fusionarse con mi espalda; a penas y podía moverme, mono” Rebatió enseguida para no parecer un pervertido o algo así, pues claramente los dos habían estado un poco más táctiles esta vez. ¡No era exclusivamente su culpa! De lo único que admitía y asumía cierta responsabilidad, era de dejarse llevar por los contactos, los cuales estaban causando placenteras sensaciones y corrientes en su piel y cuerpo (esta noche de seguro pasaría un buen rato en la ducha)

 

“¡A eso se le llama bloquear muy bien, perdedor! Dudo que un jugador tan mediocre como tu lo sepa, claro. Nyahahaahha…Pero un talentoso basquetbolista como yo utiliza todo su cuerpo para parar al contrincante” Se excusó con ambas manos en la cintura, sujetando aun firmemente la pelota.

 

“Sí, claro” Bufó antes de acercarse a sus cosas para secarse el sudor.

 

“¡Hey! ¿Dónde vas, zorro?” Preguntó un poco preocupado de que Rukawa se fuese. Sólo llevaban ahí como una hora, no podía irse aun…

 

“Si no vamos a seguir jugando, entonces me voy” Le respondió cambiándose la ropa. La verdad es que por él se quedaría junto al pelirrojo todo el día, pero tampoco quería parecer un desesperado o necesitado; además de lo anterior, bien le haría descansar antes del entrenamiento de esta tarde.

 

“¿Te quedarás en mi hotel?” Inquirió Hanamichi al tiempo que caminaban de vuelta.

 

“Si”

 

“¡Entonces vamos a comer! Me muero de hambre” Propuso con una gigante sonrisa al tiempo que se tocaba el estómago.

 

“Cuándo no”

 

“¡¿Qué dices, bastardo?! Un deportista de mi categoría necesita alimentarse seguido. No que tu lo supieras, por supuesto, perdedor Nyahahahhah” 

 

“Si mis matemáticas no fallan, yo iba ganando recién” Le interrumpió la risotada con una sonrisa igual de grande.

 

“¡Qué---! ¡Claro que no! ¡Eso no cuenta! ¡Hiciste trampa! ¡Te la pasaste distrayendo a este genio con tus… con tus…! ¡Eso no es jugar! Exijo una revancha…” Exclamó rápidamente el pelirrojo con un pequeño y pálido rosado en sus mejillas. Ambos chicos, desde ahí continuaron caminado hacia el hotel y sus habitaciones.

 

Sakuragi, dándose una rápida ducha partió rumbo al cuarto de los Rukawa, en donde pudo abrazar largamente a Mei y sonreírle al padre. Charlaron por poco rato, antes de que Kaede hiciera resaltar que tenía hambre.

 

Los dos deportistas compartieron un abundante almuerzo (devorado principalmente por el mono) en el cual Kaede no dejaba de pensar en lo que tendría que hacer eventualmente (me refiero a la bendita confesión), pero más importante era, en cómo lo haría. A pesar de haber estado toda esta semana dándole vueltas al asunto, aun no llegaba a la mejor manera de acercarse a Sakuragi… y bueno… hacerle saber algunas cosas.

 

Ser directo es la única opción… de otra manera este tarado no va entender, se dijo recordando el mismo juego de esta mañana, donde había sido obvio el toqueteo que corrió de un lado para el otro, sin embargo el pelirrojo sólo había atinado a tontamente acusarlo de hacer trampa e intentar sabotear sus movimientos.

 

Vaya bruto… se nota que no se entera de nada, continuó viendo como se metía un pedazo de pescado a la boca y alzaba los ojos para sonreírle con sus ojos brillantes de emoción; Kaede juró que su corazón se detuvo por unos segundos.

 

“¡Zorro, tienes que probar esto!” Dijo con agitación al tiempo que metía bruscamente un palillo a la boca del otro chico. Rukawa estuvo a punto de ahogarse con la acción, pero perdonó la imprudencia sólo por la tierna y tonta cara que tenía Sakuragi ahora mismo.

 

“Mmm--… está bueno” Concedió sacando otro pedazo del plato de Hanamichi, quien le sonrió y continuó comiendo.

 

Sólo cuando ambos se encontraban satisfechos, fue que decidieron pasear por la ciudad para bajar la comida; esta vez era el mono quien apuntaba lugares y tiendas turísticas y conocidas; a Rukawa sinceramente, le importaba una mierda si en tal museo estaban los restos de quién sea ese fulano, ahora mismo lo único importante, es que estaba junto al pelirrojo, y más aun, que tenía que encontrar la oportunidad u ocasión para llevar a cabo su posible misión suicida. 

 

Mientras el pelirrojo hablaba y reía de cualquier insulsa anécdota que le relataba, el pelinegro se dedicó a planear.

 

Por un momento ponderó la idea de decírselo mañana antes del juego, y dedicarle algún punto que hiciera durante él; sin embargo inmediatamente descartó la idea por lo cursi y vomitiva que incluso sonaba. Otra idea era decírselo ahora mismo; agarrarlo del brazo, mirarlo fijamente a los ojos y hablar; la idea, no obstante, también la descartó, pues no se sentía preparado. Pensó también en hablar con él mañana en la noche, tranquilos y mientras analizasen el partido, pero aquello haría que la despedida del día siguiente fuese incomoda; lo cual le llevó a la cuarta idea, la cual era decírselo justo antes de que se fuera, cuando estuviera a punto de abordar el avión.

 

Con aquella se quedó al tiempo que veía de reojo su reloj.

 

“Tengo que ir al entrenamiento” Le interrumpió.

 

“¡Voy contigo!” Respondió enseguida con entusiasmo el pelirrojo. Kaede podía fácilmente engañarse y decirse que lo decía de esa manera porque no quería separase de él, pero fácil era deducir que Sakuragi quería ver a los chicos del equipo.

 

Y de hecho, así fue, puesto que cuando llegaron al gimnasio, lo primero que hizo Hanamichi fue acercarse a los jóvenes con quienes había estrechado amistad. Crespo, que aun actuaba un poco extraño, se mostró particularmente feliz de ver al mono pelirrojo, al igual que los chicos que corrieron a saludarle y abrumarlo con preguntas. El pelinegro se sintió por un momento desplazado, pero en seguida se recuperó; él tendría, después de todo, al pelirrojo durante la noche y el día de mañana; no tenía, por tanto, que ser tan acaparador.

 

El entrenamiento, como todos antes del partido, fue pensado para que se practicase pensando en el oponente. El ambiente, como bien señalizó Sakuragi más tarde, era increíblemente distinto a los que él presenció el tiempo que estuvo en North Carolina, pero aquello era porque los partidos que él vio eran de exhibición, que si bien no eran menores, no se estaban jugaban un campeonato con la pérdida o victoria de ellos. Ahora, en cambio, comenzaba la verdadera guerra. Por ello es que el entrenador Williams les sacó habilidades y destrezas hasta por las orejas.

 

Sakuragi miró todo en asombro y admiración, temblando por las ganas de entrar y participar con los otros chicos.

 

Esa noche, el pelirrojo se dedicó a hablar con el zorro sobre los Wildcats; por supuesto, no le comentó nada que le pusiera en una injusta ventaja, pero si lo suficiente como para ayudarlo a ver más claro ciertas cosas en el partido de mañana.

 

Esa noche durmieron nuevamente pegados como lapa, y no precisamente porque estuvieron jugando videojuegos hasta tarde, sino porque la conversación les encontró a las 3 de la mañana aun riéndose de puras estupideces. Fue el pelinegro quien eventualmente le llamó la atención por la hora.

 

Sakuragi, con el rostro volteado y la voz más indiferente que tenía en su repertorio, le preguntó si podía quedarse en el cuarto. Rukawa le había levantado los hombros al tiempo que le asentía con desgana como contestación (aunque por dentro quería gritar que si y abrirle la cama en invitación)

 

Al día siguiente, Hanamichi renunció a su trote para dormir unos momentos más junto al calor que transmitía el cuerpo del pelinegro. Cuando ya el sueño le abandonó por completo, no obstante, se paró y llamó a servicio de habitación ordenando prácticamente todo lo que tenían en el menú; sólo cuando la comida llegó despertó al otro chico con un brusco manotazo.

 

El resto de la mañana lo pasaron en familia los cinco (los Rukawa plus Hana y Dan) recorriendo y almorzando en un lugar cómodo y refrescante.

 

En la tarde cuando llegaron al hotel, Sakuragi subió a su habitación para arreglar su maleta, pues partiría el sábado hacia Japón en un vuelo de la mañana. (Esta vez no necesitó la ayuda de nadie). Cada prenda, polera, pantalón, y producto de limpieza que metía a la maleta negra o bolso azul, producía un apretón sofocante y desagradable en su estómago. Por un momento el pelirrojo pensó que la comida le había caído mal, pero cuando entró con apremio al lavado, observó su rostro bañado en sudor y pálido.

 

Sentía ganas de llorar, de agarrar sus cortos cabellos y tirarlos hasta que doliera. Quería volver al cuarto y deshacer las maletas. Tirar las ropas. Romperlas y dejarlas ahí.

 

Para siempre…

 

Quiero quedarme… ¡¿Pero dónde?! ¿Aquí, en Kentucky? ¿En Duke? ¿En North Carolina? ¿Simplemente en América?

 

... No lo sé… No lo sé…

 

“¡No lo sé!” Gritó levantando la mirada. Suspiró y entró a la pieza para terminar lo que había empezado con lentitud y contrariedad. Sus ojos aun ardían. Sus manos luchaban al tiempo que agarraban cada prenda. De un momento a otro, cuando ya la maleta estaba lista, se afirmó fuerte de los costados del bolso y respiró profundamente.

 

Piensa en mamá, en los chicos… piensa en casa.

 

Con ello se sintió más él, más en paz. Ese dolor de su pecho no menguaba. Ese ardor de sus ojos no disminuía. Mas… pensar en sus seres queridos esperándole en casa, hacía de esa carga más fácil de soportar.

 

Antes de salir, se mojó la cara y se sonrió en el espejo. No era el momento de lucir así de triste, de desmotivado. Ahora tenía que apoyar a crespo, a  cara pálida, a los chicos de Wildcats… y, más importante…  al zorro.

 

Él y Rukawa, cuando ya Sakuragi logró tranquilizarse para ir a buscar al ex rookie, partieron antes hacia el gimnasio. Hanamichi, para no parecer parcial, cuando vio a los chicos del otro equipo se alejó de ambos y decidió buscar ya un asiento para el próximo partido, no sin antes acercarse al pelinegro, quien con un rostro indiferente estaba a punto de entrar a los camarines.

 

“Rukawa” Le llamó antes de que el susodicho pasase a través de las corredizas puertas. El alero de los Tar Heels se quedó estático por unos segundos antes de voltear impasible hacia su ex compañero de equipo. “Recuerda lo que este genio te dijo anoche….y… lúcete en la duela, zorro… ¡Por el bien de Japón!” Terminó con el rojo como un tomate, para después enseguida salir del lugar dejando casi una huella de humo tras de él.

 

Kaede le vio partir con una pequeña y alegre sonrisa pintada en su pálido rostro... ¿Por el bien de Japón?... Mejor por ti y por mí, tonto… pensó al tiempo que retomaba su camino hacia los camarines, donde se cambió y escuchó atentamente el discurso y palabras de su entrenador.

 

El partido comenzó no mucho tiempo después con todo el show que presentan los americanos con ese tipo de eventos: música, prensa, videos, porristas, conmoción, público eufórico, y más era lo que recibieron los Tar Heels contra los locales Wildcats. Sakuragi miraba todo desde su lugar con asombro y excitación, apenas conteniendo las ganas de saltar hacia la duela para exigir una camiseta de cualquiera de los dos equipos para poder jugar.

 

Rukawa, que había sido colocado como titular, no dudó en demostrar sus habilidades desde el comienzo, llamando la atención y enloqueciendo a los fanáticos de su equipo. Ambas unidades sabían lo que se estaba arriesgando y ganando, asique pusieron garra y poder en cada rebote y canasta.

 

Los primeros minutos fueron dolorosos para los visitantes, que se mantuvieron 18 puntos abajo en el tablero; pero si hay algo que al zorro le sobrase, era determinación; determinación para apoderare del equipo y ganar. Como nunca antes, el pelinegro se colocó el peso del equipo en los hombros y les lideró a la batalla y a la cercana victoria. Dirigió y señalizó al base, pívot y escolta; asistió y encestó como una máquina. Crespo, que había entrado con él desde el comienzo, le siguió en la contienda; sus tiros de tres puntos fueron vitales para separar la distancia y superar al adversario. Tom, que entró luego, se lució como uno de los mejores guardias centrales, ideando y generando jugadas ganadoras.

 

Al último tiempo, una diferencia de 12 puntos separaba a los North Carolina y de Kentucky en ventaja de los primeros.

 

Cuando el silbato sonó marcando el final, todos corrieron hacia el japonés para palmearle la espalda o chocar manos. La prensa también exigió su atención. Fanáticos le gritaban y estiraban cuadernos para que firmara. Pero él solo buscaba los rostros de su familia: de su padre, que le sonrió; de su madre, que le levantó ambas manos eufórica; y de Hanamichi, que le sacó la lengua después de sonreírle.

 

Idiota, le llamó camino a los camarines.

 

El viaje al hotel estuvo lleno de comentarios, risas y felicitaciones de parte de su madre; viaje que tuvieron que hacer muy tarde, pues en entrenador les había reunido; Dan le había detenido por unos minutos, y sus compañeros de equipo quisieron celebrar con un brindis.

 

Sakuragi esta vez también fue hablando a viva voz del juego, resaltando especialmente lo espectacular que hubiese sido si el genio hubiera estado dentro del juego.

 

La noche cayó rápido.

 

Muy rápido…

 

Principalmente para los jóvenes deportistas, que estaban sobre conscientes sobre el vuelo y la partida de mañana. A Rukawa le costó dormirse, pues por una parte, los nervios por lo que tenía que hacer mañana le retorcían el estómago, y por otro, el dolor de la partida del pelirrojo le destrozaba cada miembro, órgano, nervio y músculo del cuerpo.

 

Es todo o nada…

 

…mañana… mañana debo decirle…

 

Aun, sin embargo, no decidía cómo hacerlo, cayendo en cuenta hace sólo unos minutos que Dan y sus padres se encontrarían presentes. Ello, porque una cosa es que los tres ya supieran lo que le pasaba con el bobo pelirrojo, pero otra muuuy distinta es que estuvieran presentes en ese íntimo momento.

 

Suspiró mientras sacudía la cabeza.

 

Ellos no importan, no ahora… se dijo cerrando los ojos y tragando el nudo de su garganta.

 

Mañana…

 

Mañana…

 

.

 

.

 

Hanamichi Sakuragi, el escandaloso y alborotador chico de cabellos rojos, en estos momentos viajaba silenciosamente en el vehículo de la familia Rukawa rumbo al aeropuerto. Observaba, sin en realidad ver, el paisaje que pasaba con la velocidad del carro. Se rascó distraídamente la mejilla, mirando de soslayo al zorro que dormitaba a su lado con el rostro apoyado en el vidrio.

 

Ojala yo pudiera estar tan tranquilo…

 

¿Por qué se sentía así? ¿Por qué desgracia parecía nublar su mente? ¿No se supone que debería estar emocionado, expectante y nervioso por volver a casa? ¿Por volver a ver a su madre y amigos?

 

¡Y lo estoy!... Lo estoy…se dijo bajando la mirada a sus manos. Estoy feliz de que volveré a casa, pero… pensó alzando la vista y fijándose en mamá Rukawa. La mujer reía mientras le comentaba algo a su sereno marido; se volvió hacia el pelinegro, que ahora pestañeaba y bostezaba.

 

… pero aun así duele…

 

Mei-san de un momento a otro les ofreció dulces; el pelirrojo sonrió y saltó para agarrar la bolsa casi con violencia. Rukawa le frunció el ceño y se acercó para arrebatarle el paquete.

 

“¡Aléjate, zorro apestoso! ¡Son míos!” Le gritó gruñendo.

 

“Suéltalos tu, idiota. Son de mi mamá, ósea, míos” Replicó tirando con más fuerza la bolsita.

 

“¡Agh! ¡Zorro egoísta!” Exclamó antes de soltar el paquete produciendo que el pelinegro se golpeara y rebotara contra la puerta del coche.

 

“Animal” Dijo rebuscando en la bolsita por sus caramelos favoritos. Al voltear, se encontró con la mirada ansiosa y glotona del pelirrojo, que le sacó una risa antes de que decidiera tirarle el paquete a la cara.

 

“Chicos, ya llegamos”

 

Silencio les siguió durante todo el trayecto desde el estacionamiento hasta las entradas corredizas y de vidrio del gran aeropuerto. Lo único que se escuchaba era el estruendo y congestión de las otras personas; familias completas y grupos de amigos que esperaban en puertas y salidas de diversas aduanas nacionales como internacionales. El pelirrojo, al llegar al centro del lugar, subió la mirada hacia el tablero.

 

Suspiró y tragó fuertemente mientras sentía como su estómago caía a sus pies.

 

Ya es hora… pensaron ambos jóvenes sin mirarse.

 

Los cuatro caminaron hacia la puerta de entrada correspondiente al pelirrojo, donde se encontraron con el viejo Dan. El hombre se acercó y abrazó al más joven, sorprendiéndolo con el familiar gesto. No obstante, enseguida el mono le palmeó la espalda con simpatía. El viejo estas dos semanas había probado ser un hombre respetable, amable y considerado; alguien honesto y gracioso que gustaba de hacerle rabiar, pero inmediatamente alegrarle con algún comentario o halago.

 

“Cuídate, chico. Y llámame cualquier cosa. Especialmente cuando tomes tu decisión” Hanamichi le asintió y sonrió. Ahora, un poco más serio se acercó a los padres de Kaede, que esperaban un poco más atrás.

 

(Colplay – Up in Flames)

 

“Yo… quiero agradecerles por haberme abierto las puertas de su casa… por haberme aceptado así nada más… como un miembro de la familia…yo…” Se detuvo al sentir el apretado abrazo de la mujer en su cintura. Sakuragi jadeó al recordar a su madre ese día, hace ya cuatro semanas atrás en el aeropuerto haciendo lo mismo. El pelirrojo le correspondió el gesto con suavidad.

 

“Cuídate mucho... Y por favor llama” Le dijo la mujer con los ojos rojos y una mano sobre los labios.

 

“No fue ninguna molestia, Sakuragi. Fue un gusto” Agregó Yuma con una pequeña sonrisa y un fuerte apretón de manos.

 

Las fuerzas de su cuerpo parecieron desvanecerse cuando se volvió hacia Kaede. Éste permanecía inmutable un poco más alejado del resto. Los tres mayores, mirándose entre ellos, decidieron alejarse para darles privacidad.

 

“Al final quedamos en empate, zorro. No pude demostrarte que soy el mejor nyahahaah” Comenzó con una sonrisa hacia el otro chico que giró el rostro hacia el otro lado. Sakuragi frunció el ceño ante eso. “…Cuando vuelva, no importa el equipo, tendremos nuestra revancha… ¡te lo garantizo!”

 

“¿Aun no decides?” Preguntó el pelinegro después de carraspear.

 

Mierda, mierda, mierda…

 

…Ahora, Kaede, ahora…

 

“¡Te lo acabo de decir, bastardo!.... todavía tengo que pensarlo…” Respondió sintiéndose nervioso y contrariado.

 

“Mmm…”  Fue lo único que alcanzó a salir de su reseca garganta; quiso carraspear, pero ni eso le resultaba. Tragó varias veces y alzó la mirada hacia los marrones ojos de Sakuragi. El pelirrojo, extrañamente, lucia desganado, cansado y poco motivado. Nada de energía bullía de su cuerpo, nada de alegría y risa rodeaban al alma más feliz que el zorro conocía.

 

¿Será porque se va?... ¿Por qué no quiere irse?

 

Pero si es así… ¿Se quedaría en los Tas Heels?... ¿Se quedaría... aquí…conmigo?

 

Sakuragi…

 

Sakuragi…

 

Hanamichi…

 

“Bueno… ya me tengo que ir… ¡Supongo que nos veremos luego, zorro apestoso!” Interrumpió el pelirrojo cuando escuchó el llamado de su puerta. “¡No olvides que este genio vendrá a quitarte el titulo del mejor jugador de Japón!” Exclamó con falsa emoción antes de voltearse y comenzar a caminar hacia el designado portón.

 

Ahora… Kaede…

 

El que no arriesga…

 

“¡Hanamichi!” Llamó sorprendiendo tanto al susodicho como a los tres adultos que miraban desde lejos.

 

…No gana

 

Sakuragi volteó con prisa, viendo como el pelinegro caminaba lentamente hacía él; cuando sólo unos centímetros les separaban, el chico más bajo se detuvo.

 

“…Para tomar una mejor decisión…” Comenzó en un susurro; sus ojos azules alternaban la miraba entre los achocolatados ojos que le observaban confundidos, y los rosados labios entreabiertos “… debes tener toda la información” Terminó tragando ruidosamente antes de inclinarse, alzar un tanto el rostro (por los dos centímetros y pico de diferencia) y juntar su boca con los resecos, pero tan soñados y deseados labios de Sakuragi. 

 

¿Es esto real?

 

¿Es esto un sueño?

 

El cuerpo y músculos del conocido mono, se sentían pesados; acero envolvía a su cuerpo; ladrillos le rodeaban y ahogaban. Sus ojos, tan expresivos y alegres, estaban ahora abiertos de par en par. Decir que sorpresa le empañaban, era decir una idiotez, pues era obvio que estaba asombrado. Se sentía además confundido, enfadado, cansado, emocionado, tembloroso, anhelante y choqueado… principalmente choqueado.

 

Los delgados y suaves labios de Kaede presionaron levemente los contrarios; se alejaron milímetros y volvieron para acariciar el labio superior del pelirrojo; lo mimó y saboreó como había soñado todas esas noches. Suspiró y respiró sobre él mezclando su aliento caliente con el de Hanamichi. Sus bocas entreabiertas se volvieron a rozar, pero Rukawa enseguida retrocedió y abrió los ojos. 

 

“¿Q-q-qué?” Alcanzó a decir Sakuragi antes de que el zorro le mirara y se diera la vuelta para salir casi corriendo de allí, dejando atrás a cuatro atónitas personas. Una especialmente, que ni siquiera podía respirar.

 

Sakuragi hiperventilaba sin moverse.

 

¿Qué...?

 

¿Qué…?

 

“¿Señor? Si va a abordar, debe entrar ahora” Le despertó la voz educada pero fuerte de una mujer. El pelirrojo se volvió hacia ella y asintió con rigidez.

 

Asió su mochila de mano con más fuerza, y con lentitud atravesó el portón que le llevaría de vuelta a Japón.

 

A casa…

 

.

 

.

Notas finales:

Whaa---!! Beso! Beso! Beso! Al fin algooo!! :D. ¡Y que manera de Kaede de hacerle saber sus sentimientos!. Y pobre Hana que no sabía que p--- estaba pasando....

En el próximo cap podremos meternos un poco más en esa problematica cabecita. El prox título se denomina "Primer Beso", asique, saquen sus propias conclusiones :)

Antes de desperdirme, me gustaria mandar un mensaje de apoyo y energía y fuerzas a todo la gente del Norte de Chile. Todos estamos con ustedes!!

[43] Andre Wade Dawkins (nacido el 19 de Septiembre de 1991) es un jugador universitario norteamericano perteneciente a la escuela de Duke, los Diablos Azules. Juega allí como “Shooting Guard” o “Escolta”

[44] Wikipedia: Michael Williams "Mike" Krzyzewski (Chicago, Illinois, Estados Unidos, 13 de febrero de 1947) es un entrenador de baloncesto. Es el actual seleccionador nacional de Estados Unidos. Desde que asumió el cargo en 2006, ha ganado dos oros olímpicos (2008 y 2012), elMundial de 2010 y el Tornero de las Ámericas de 2007. Es también el entrenador principal de los Duke Blue Devils, equipo de baloncesto de la Universidad de DUKE en la NCAA, desde 1980. También llamado Coach K., ha llevado a los Blue Devils a 4 caompeonatos de la NCAA, 10 Final Four (tercero máximo de la historia) y 11 campeonatos de la ACC en 28 temporadas con el equipo. Fue elegido para el Basketball Hall of Fame en el año 2001.

[45] Kentucky Wildcats (Gatos Montéses de Kentucky) es el equipo deportivo de la Universida de Kentucky en Lexington, Kentucky. Los equipos de los Wildcats participan en las competiciones universitarias organizadas por la NCAA, y forman parte de la Southeastern Conference. Antiguamente, a los equipos femeninos les conocían como "Lady Kats", pero en 1995 adoptaron el nombre de los masculinos, "Wildcats".

[46] Según Google Map, la distancia entre Chapel Hill y Kentucky (en auto) es alrededor de 7 horas y fracción.

 


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