Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Somos Fuertes por Javmay

[Reviews - 34]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

No tengo excusas!!! Lo sé... Le había comentado a Rin que subiría el cap el miércoles... y ¡Esa era mi intención! Pero desde el martes pasado todo ha sido un caos... Pero, lo importante, es que aquí estoy con el cha-cha-chaaa penúltimo capítulo...

Soundtrack: The Noisettes - Never forget you. Mykky Ekko - kids. The Quiet Kind - Arms and Enemies. Counting Crows - Colorblind. Enrique Iglesias - Why not me. Dong Bang Shin Ki  DBSG  - Why did i fall in love with you. Eberg - Inside your head. Oh land - White night. Oliver Tank - The last Time. Mindy Smith - One moment more. Bad bad hats - It Hurts. Cahb - Secrets. Itazura na kiss - Drama. Itazura na Kiss - Amai Namida.


 Slam Dunk, al igual que las localidades, equipos y personajes reales nombrados, NO ME PERTENECEN.  
Todo es mera entretención. 

Este capítulo va dedicado a las perfectas Rin, Riku y Eustass Law. Muchas gracias por sus comentarios!! :D. Me alegran el día.

Ah!, advertencias, hay pequeñas menciones sexuales, y en realdiad, no hay mucha interación entre los protagonistas. LO SIENTO!

  1. VII.    Primer Beso

 

-

-

 

Jav

 

La pequeña habitación, perfectamente iluminada gracias a los radiantes y calurosos rayos solares, parecía una horrible zona de guerra (erudita y llena de libros zona de guerra, cabe agregar) pues sobre el futón y piso se podían encontrar y vislumbrar cientos de cuadernos, libros, hojas impresas y fotocopiadas, rodeando desorganizadamente a un frustrado y estresado muchacho de rojos cabellos. El chico leía con fervor y apasionada atención las páginas frente a él, intentando de esa manera aprender la fórmula, o al menos, memorizarla en el poco tiempo que tenía para rendir los próximos exámenes.  

 

“¡Ahg! ¡¿Cómo se supone que me aprenda todo esto en menos de una semana?!” Gritó hacia el techo antes de bufar y tirarse de espaldas hacia las suaves y blandas mantas bajo su cuerpo. Pestañeó varias veces sin enfocar nada en particular, al tiempo que bostezaba y movía lentamente el cuello para relajar las tensiones que allí se acumulaban. Los suaves sonidos de su cuerpo resonaron en el pequeño cuarto sacándole una mueca a su agotado dueño.

 

Si sólo este genio pudiera jugar baloncesto, pensó casi un puchero.

 

Hace ya una semana que el autoproclamado genio y talentoso deportista había arribado a tierra nipona, para encontrarse enseguida con la desagradable sorpresa de que sus maestros, por mucho que le alentaran a seguir sus sueños y le concedieran más tiempo del normal para tomar los exámenes, se habían reunido para decirle que el tiempo de la rendición de pruebas tenía que ser pronto, puesto que el cierre del semestre se acercaba y el director de la facultad no les permitiría que recibieran exámenes fuera de ese período.

 

Sakuragi, por supuesto, entendía el predicamento de sus profesores y las políticas que tenía que seguir la universidad, pero eso no menguaba el hecho de que en sólo siete malditos debía estudiar para 4 ramos; una suerte divina era que sus notas durante lo que llevaba del año demostraran que ya sabía algo, sumado a que le entregaban un promedio decente; además, el que la mayoría de sus compañeros hubiesen rendido las mismas pruebas, significaba que podrían guiarle en qué tipos de preguntas podían salir e incluso algunos podían prestarle las pruebas que ya habían sido entregadas.

 

Hanamichi volteó hacia el pasado de moda celular que descansaba sobre su buró, apuntando hacia él en soledad y casi a propósito; el pelirrojo estaba horriblemente tentado de agarrarlo y llamar a Yohei, o en realidad a cualquiera de los chicos para salir y pasar el rato, pero le detuvo el recordatorio de que sólo ayer habían pasado todo el día juntos, y eso se traducía en todo un día de desperdicio y nada de avance en sus estudios.

 

Además, ya podría disfrutar con ellos cuando todo esto pasara; como lo había hecho el día en que llegó, cuando madre y más cercanos amigos le sorprendieron en su casa con una reunión de bienvenida.

 

Todos habían asistido a ella, (la Gundam, ex Shohoku, chicos de otros equipos) los cuales riendo y palmeándole la espalda en saludo y felicidad por su llegada, casi le marearon con preguntas sobre la extraordinaria tierra del baloncesto, sobre los equipos, sobre las ciudades, sobre las chicas. Sakuragi, con una mueca abochornada y molesta había ignorado la anterior duda.

 

La pobre madre, por otro lado, prácticamente se había quedado sin comida ni suplementos esa loca noche, pero estaba extasiada y eufórica como para verdaderamente preocuparse, pues su único y amado hijo había vuelto a casa después de todo un mes de ausencia.

 

Sakuragi, que había viajado en el avión con la expresión más rígida y traumada de toda su vida, había por fin logrado relajarse y olvidar todo cuando llegó a casa y vio a sus amigos. Esa ansiedad y nervios que pretendieron comerle vivo durante todo el vuelo se evaporaron cuan agua a altas temperaturas cuando pudo al fin reír con los chicos de su ejército o demás amigos. Disfrutó e intentó olvidar entre las anécdotas universitarias de Ryota y Mitsui. O las preguntas de Akashi y Kogure. Los desubicados comentarios de Noma, Takamiya y Ookus.

 

No obstante, por supuesto la dicha no duró eternamente, ya que muchos de los jóvenes le preguntaron:

 

¿Qué tal está Rukawa, eh? ¿Igual de hablador que siempre?” Había inquirido sin mala intención Ryota, causando las risas de todos los presentes que le miraron esperando una respuesta. El mono se había quedado estático por unos momentos; segundos que, afortunadamente, para el resto pasaron desapercibidos, pero para él fueron eternos y tortuosos.

 

De la nada y en un segundo, se le vino todo a la mente: como el zorro le había llamado por su nombre con tanta confianza y ahínco; como, con pasos titubeantes, se había acercado a él y dejado mínimos centímetros de distancia, y finalmente, como alzó un poco el rostro y le… b-b-besó… ¡en los labios!

 

Ese mal nacido… Se dijo Hanamichi en el presente mientras se revolvía entre sus mantas, recordando que en su fiesta de bienvenida simplemente había contestado con una burla y risa desagradable.

 

Ese bastardo sigue igual de malo… ¡Ni se acerca a las geniales habilidades de un jugador como yo! Nyhahahaha” Había contestado con contrariedad y vergüenza reprimida, cuando en realidad podía sentir como su corazón martillaba dentro de sus costillas y su rostro se coloreaba un tanto. El resto, sin embargo, muy ocupados con la comida, charla o los amigos, no notaron el agitado y descompuesto rostro del pelirrojo (Por suerte)

 

“¡Maldita sea! ¡¿Por qué tuve que acordarme de ese bastardo?!” Exclamó a viva voz al tiempo que se sentaba nuevamente sobre el futón.

 

Durante estos cuantos días, en los que había dado todos sus esfuerzos para ponerse al día con sus materias y retomar el entrenamiento con su actual equipo de baloncesto, le había resultado infructuoso sacudirse el recuerdo de esa mañana en el aeropuerto y la traumante acción del antiguo rookie. Al comienzo, cuando pensaba en ello, inmediatamente se sentía tembloroso y su estómago parecía caer a sus pies; era extraño, pero parecía que su cuerpo estaba ansioso por volver a sentirlo, por volver a experimentar aquella calidez sobre sus labios y corriente en su espalda, sin embargo, a medida que más y más lo recordada, más y más había empezado a preguntarse por qué diablos el otro chico lo había hecho.

 

El pelinegro le había dicho…Para tomar una mejor decisión… debes tener toda la información

 

¡¿Y qué mierda significa eso?! Había pensado con frustración cada vez.

 

Su primera conclusión lógica, fue que Rukawa se había vuelto loco; que el dormir demasiado le había fundido algunas neuronas y células cerebrales, y que como resultado, había actuado de la manera más bizarra y estúpida posible y que, lamentable, él estuvo en el camino de ese derrumbe.

 

Su segunda conclusión, (descartando la primera porque un problema cerebral exigiría un constante comportamiento extraño) serpenteó entre que quizás el zorro sintiese… no lo sé… algo… por…por, bueno… por él… No obstante… lo descartó enseguida. Ello era completamente imposible... ¿Rukawa, el rey de hielo, sintiendo algo por él, el genio?

 

¿El zorro, sintiendo algo, punto?

 

No, imposible; sólo la idea era graciosa.

 

Por lo anterior es que había llegado a la tercera, última y clarísima conclusión, la cual le había convencido y enojado tanto. Ese maldito, bastardo e infeliz, sólo había hecho eso para meterse en su cabeza; para confundirlo y manipularlo a tomar una decisión que le favoreciese sólo a él. Obviamente el zorro se sentía amenazado de su genialidad y habilidad, por lo que su beso fue sólo un intento para ahuyentarlo. Ese maldito engreído quería a los Tar Heels para él solo, y por ello se había acercado con la intención de molestarlo y alterarlo; algo que, lamentablemente, había dado resultado, puesto que Sakuragi no era capaz de sacarse esa escena de la cabeza.

 

Hace sólo unos días, sin embargo, se había dicho que no dejaría que las acciones de un idiota le irritaran e influenciaran en su decisión. Si él quería ir a Tar Heels, ¡entonces iría! Y nadie ni nada se pondría en su camino para detenerlo; y si al ojiazul no le caía la idea, entonces que se matara, porque él se uniría al equipo si así lo quisiese.

 

Sakuragi, suspirando, tomó uno de los cuadernos frente a él y vio las letras sin verdaderamente leerlas.

 

Algo que no encajaba en su brillante y perfecta hipótesis, no obstante, era el mismísimo Rukawa.

 

Vale, bien que el pelirrojo sabía que el zorro no era la persona más amigable y buena gente del planeta, pues por algo (y Haruko) ellos no habían logrado congeniar del todo en la época de la preparatoria; mas…, durante las dos semanas que se quedó en su casa, Hanamichi pudo haber jurado que había logrado conocerle más profundamente y de otra manera; habían compartido horas y horas juntos, hablando, insultándose, ¡riéndose! Y por ello…

 

Sakuragi no entendía.

 

No le cabía en la cabeza como Rukawa fue capaz de hacer algo así. ¿Tan mal le caía? ¿Era tanto su odio acumulado contra él que no le removía ni un poco la conciencia hacer algo tan bajo como robarle su primer beso, sólo para ahuyentarle, repelerle y alejarle de su lado? 

 

Y dolía… Dolía porque Rukawa era…

 

…era un amigo.

 

Gruñendo como un animal salvaje, sacudió fuertemente la cabeza, decidiendo que mejor era concentrarse ahora en las miles de hojas y cuadernos que le rodeaban cuan muralla.

 

¡Olvídate de ese bastardo! ¡Agh! ¡Maldito Rukawa!

 

Fueron sus últimos pensamientos antes de abocarse a sus estudios. Estuvo ahí, metido en su cuarto hasta que su madre le llamó desde abajo para que bajase a cenar. Con su estómago alegando por alimento, el pelirrojo salió de su habitación casi corriendo para compartir con su progenitora.

 

.

 

.

 

“¿Y? ¿Y-------?.... ¡¿Cómo te fue Hanamichi?!” Preguntó con ansia no reprimida Takamiya, quien junto al resto de la Gundam miraban como corderos degollados a su líder. Sakuragi, que hace sólo segundos había salido del aula en donde rindió su último examen, mantenía la cabeza y rostro bajo, por lo que ninguno de los cuatro chicos pudo predecir los resultados del arduo estudio al que se había sometido voluntariamente el pelirrojo.

 

Los segundos seguían pasando y ninguna respuesta cortaba la tensión que pendía en el aire. Todos los chicos pestañaros cuando Hanamichi alzó la vista de manera violenta.

 

“¡¿Pues qué creen, tontos?! ¡Este genio pasó todo! Nyahahahahhaha” Gritó colocándose sus manos sobre su estrecha y formada cintura.

 

“¡Felicidades, Hana!”

 

“¡Vamos a celebrar!”

 

“¡Sí, tengo hambre!”

 

“Pero a un lugar barato que no ando con mucho dinero…”

 

Así, el alegre ejército y el chico invicto disfrutaron de una tarde por fin libre de universidad y preocupaciones académicas, concentrándose al contrario, en descansar y vagabundear por ahí riendo y molestando a los transeúntes que les asesinaban con la mirada. El último lugar de destino que golpearon, fue el restaurante de la familia Oozumi, quien justamente en ese momento estaba de turno. El jefe mono, reconociendo a los chicos, les atendió enseguida, dándoles incluso más comida de la que habían ordenado.

 

“¡Desde ahora este es mi lugar favorito!”

 

“¡Cállate, Takamiya! ¡Eso sólo lo dices porque te dieron comida gratis!”

 

“¡Mentira!”

 

“¿Cómo que mentira? ¡Si sólo el otro día seguía siendo Danny’s, porque se pasan equivocando y dándote más comida!”

 

Mientras los tres tontos reyes se embarcaban en una lucha verbal, Yohei observaba la cara sonriente de Hanamichi, quien miraba torpemente a los otros chicos discutir, carcajeándose de vez en cuando por las tonterías que mencionaban. Mito, que quizás no era el más serio, pero sí el más observador del grupo, no pudo no notar la manera extraña en la que había estado actuando Sakuragi estas últimas dos semanas desde que regresó de Norteamérica.

 

El deportista, por supuesto, continuaba con su risa, comentarios y escandalosa personalidad, pero algo parecía fuera de lo común; algunas veces, cuando todos estaban juntos y compartiendo, el denominado mono se iba a la luna y parecía reacio de bajar a tierra por unos largos momentos. Yohei quería atribuírselo a la presión que estaba sufriendo su amigo ahora mismo, puesto que recién hoy en la mañana había finalizado su semestre universitario, más aún le quedaban partidos que disputar con su equipo de baloncesto, además de lo más pesado y complicado de todo lo anterior, que era decidir a qué universidad se marcharía la próxima temporada (si es que elegía irse a una, eso es)

 

“¿Um?” Exclamó Hanamichi al sentir la vista fija de su amigo sobre él “¿Qué pasa, Yohei?”

 

“Jaja, no nada... Sólo me preguntaba si ya has hablado con el profesor Anzai” Le preguntó con verdadera curiosidad, pues el pelirrojo no había sacado nada a colación respecto del tema, excepto los respectivos comentarios de cada equipo: cómo eran los jugadores, entrenadores, gimnasios y ciudad, pero nada sobre su visión o preferencia sobre cada uno.

 

“¿Con el gordito?” Inquirió de vuelta “…Si. Fui a su casa el otro día” Contestó sin explayarse más allá, pero en esos momentos ya todos los jóvenes estaban atentos a su respuesta.

 

“¿Y---?” Dijeron los cuatro chicos al mismo tiempo.

 

“¡Y nada!... Conversamos, y el gordito me dio su opinión… pero de la manera más imparcial posible, porque no quería influenciarme… ¡Como si alguien pudiese manipular a este genio!” Se dignó a responder antes de meterse a la boca un pedazo de comida especialmente grande que le calló por unos minutos.

 

Su Gundam le miró esperando por más.

 

“¿Y aun no tienes idea de qué escuela te gusta más?” Se atrevió a continuar Noma con la cara ladeada.

 

“¡Agh! ¿Por qué tanta pregunta de repente? ¡No lo sé! ¡Las tres son geniales! ¡Y este genio ayudaría a cualquiera!... Duke es un equipo asombroso… cuando los vi, me quedé sin palabras… Kentucky es un equipo de renombre y… North Carolina, bueno… ellos… fueron lo primero que vi…” Lo último lo dijo al tiempo que volteaba el rostro hacia la ventana, bostezando y arrugando la cara con indiferencia y aburrimiento. Pero sus amigos sabían mejor. No por nada habían hablado tanto por video llamadas durante su estadía con los Tar Heels; gracias a lo cual había quedado en clara evidencia que el pelirrojo disfrutaba mucho de los chicos, del entrenador, del ambiente… allí, Sakuragi se sentía en casa.

 

Luego de ello los jóvenes del ejército decidieron dejar el tema pasar, puesto que si Hanamichi de verdad les necesitase, él los buscaría (…de cierta manera); no había, por tanto, razón de presionar hasta que doliera (aunque estuviesen malditamente tentados de hacerlo; incentivo que, obviamente, menguaba pensando en los probables cabezazos que recibirían si molestaban al exaltado deportista).

 

No fue hasta bien entrada la noche que el mono pelirrojo entró a los terrenos de su casa con el cuerpo agotado y el estómago satisfecho (…al fin).

 

“¡Hana! ¡Justo!” Le saludó su madre vestida aun con las prendas del trabajo, lo que hablaba de que recién venía llegando. La pequeña mujer se acercó a su hijo con el teléfono inalámbrico en mano. “Te llama el señor Dan”

 

“¿Qué?” Susurró impresionado, a lo que recibió como respuesta la subida de hombros de la mujer que inmediatamente partió hacia el lavado.

 

¿Por qué el viejo estaba llamando? ¿Es que acaso no sabía que las llamadas internacionales salían una fortuna? ¡El pobre hombre se iría a la bancarrota!... ¿Podría ser, acaso, que algo grave había ocurrido? ¿Algo tan trágico que solo mediante la línea telefónico podía ser nombrado?

 

No…

 

…qué tal y si le pasó algo a mamá Rukawa o… al z-zorro…

 

“¿Diga?” Preguntó enseguida con apremio, pegándose inconscientemente como una segunda piel el aparato a su oído.

 

“¡Sakuragi! ¡Que bueno es oír tu voz!” Le respondió con paternal entusiasmo el anciano.

 

“¡¿Qué pasa? ¿Ocurrió algo? ¿Están todos bien?” La desesperación era notable en cada letra pronunciada; el nerviosismo y la ansiedad inmediatamente le hicieron sudar y respirar pesadamente.

 

“Eeeh---… si… sólo preocupados porque no has llamado en casi dos semanas, muchacho. Si no hubiera hablado con Anzai hace unos días, creería que estabas desaparecido en acción” Respondió con un claro tono de reproche, pero también riendo al final de su frase.

 

Sakuragi simplemente frunció el ceño.

 

“¡¿Y si todos están bien, entonces por qué estás gastando tanto dinero en una llamada, viejo?!” Le acusó al tiempo que subía a su habitación para sentarse sobre su ya estirado futón (de seguro su madre se lo había preparado)

 

“¡¿Pues para qué crees?!... Sakuragi, eres más denso de lo que pensé” Suspiró el mayor negando con la cabeza.

 

“¡¿Qué?! ¡¿Cómo se le ocurre insultarme?! ¡Este genio no es nada denso! ¡Entiendo todo a la perfección!”

 

“¿Entonces por qué te altera tanto que llame? Sólo quiero saber cómo te está yendo, chico” El hombre, por supuesto, estaba siendo sincero con sus palabras, pero tampoco estaba dando toda la información.

 

Vale, que esta llamada a Hanamichi se hubiera dado tarde o temprano, pues su plan (y lo que le había pedido su querido amigo Anzai) era representar al chico pelirrojo en los Estados Unidos eventualmente, y para ello tendría que contactarlo cuando tomara una decisión. Su comunicación se había adelantado, sin embargo, por razones ajenas al trabajo; esta llamada en particular, era motivada por estrictas razones personales; razones motivadas por el decaído semblante que estaba presentando Rukawa estas últimas semanas.

 

“Mmgh” Gruñó antes de arrugar los labios “Estoy bien… Hoy terminé mi semestre… ¡Este talentoso estudiante aprobó todas las materias con un sobresaliente! Nyahahahha, y mi equipo está en las finales universitarias; jugaremos la próxima semana. ¡Este genio, por supuesto, les liderará a la victoria! Jajajajajja” Presumió y se rió cuando creyó en la explicación del viejo.

 

“Me alegro. Y no dudo que ganarán contigo allí” Halagó apaciguando cualquier embate que el otro pudiese intentar; como lo esperaba, enseguida el mono rió con soltura y frescura.

 

“¡Pues claro, viejo! Jajajajaj, que bueno que reconoces mi valía”

 

“Oye, Sakuragi… si ya no estás ocupado, entonces ¿Por qué no has llamado a los Rukawa? Mei-san está sumamente preocupada y molesta porque les estés ignorando-” Decidió tirar la carrocería de inmediato ahora que el violento chico estaba más calmado.

 

“¡No! ¡De ninguna manera les he ignorado! ¡Mamá Rukawa es la mejor! Pero…” Con el que no quiero hablar es con ese bastardo… ¡ugh! Sólo pensar en él me da ganas de matar algo… Hanamichi se mordió los labios mientras intentaba formular una buena excusa para no comunicarse; lamentablemente, ya había soltado que su semestre había terminado, y que su único juego era en una semana; ¿qué le quedaba ahora?

 

No puedo, es que tengo entrenamiento 24/7… ¡Si, claro!

 

“No tiene que ser algo largo, chico. Con una simple video llamada bastaría para que viera que estás vivo y coleando” Le interrumpió. “¿Qué tal te parece esto? Si tienes lápiz y papel ahí contigo, te puedo dictar el correo de Mei-san, allí le escribes el día y la hora en la que estás disponible y así ella se organiza; recuerda que Japón tiene 14 horas más que EE.UU del Este ¿Te parece la idea?” Sakuragi, al escuchar que estaría comunicándose personalmente y sólo con mamá Rukawa, le respondió afirmativamente. El anciano entonces le dictó el nombre del e-mail.

 

Ambos conversaron poco después de eso, llegando a la pregunta obligada:

 

“¿Ya te decidiste por un equipo?” Y la respuesta obligada:

 

“No... Los tres son geniales, pero aun tengo que pensarlo” No fue demasiado después de ello que cortaron con la promesa de hablar pronto de nuevo, dejando Hana claro que él no sería quien llamaría.

 

Sakuragi, viendo por unos segundos el papelito entre sus manos, inmediatamente se dirigió a la laptop de su escritorio y le mandó un correo a la mujer, señalándole qué si le parecía que hablaran por video llamada pasado mañana a las doce de la noche (de esa manera en North Carolina sería aun de mañana). Con una sonrisa alegre por su buena obra, se cambió al pijama y se acostó a una noche con sueños que no recordaría al día siguiente.

 

.

 

.

 

¡Pásala, pásala!” Se escuchaban estruendosamente los gritos que retumbaban en el gimnasio de los Tar Heels de North Carolina en plena tarde de entrenamiento.

 

Los provisionales equipos conformados ahora en la duela, intentaban dar el ciento por ciento a pesar de sólo ser una práctica. Todos allí sabían lo importante que era no perder el ritmo, la concentración, y seguir ganado. El próximo partido lo tendrían en unos buenos días más, y el fuego de su determinación sólo parecía más vivo que nunca ahora que estaban invictos con tres partidos ganados.

 

Chris (o cara pálida) estaba bajo la canasta, posicionado y esperando la rápida llegada de Kaede, que sudando y respirando pesadamente, boteaba el balón con una precisión y elegancia casi anormal. El pelinegro miró rápidamente a sus compañeros esperando poder entregar un veloz pase para romper la defensa 2-3 del otro equipo, sin embargo, estos se encontraban exitosamente bloqueados por los chicos contrarios. Suspiró y se decidió internamente. Dando un leve paso hacia atrás, con ligereza pero de manera evidente juntó un poco las piernas y brazos provocando enseguida que el chico y provisional contrincante saltara para tapar el supuesta triple; no obstante, Rukawa, esperando aquel movimiento, pasó por su lado, sorprendiendo no sólo al joven, sino a los otros muchachos que no pudieron hacer mucho contra el veloz zorro que encestó desde debajo de la canasta.

 

Excelente” Le dijo Tom chocando las manos con una sonrisa; el zorro simplemente asintió.

 

El equipo del japonés eventualmente ganó por una diferencia de dos puntos, siendo recompensados con una felicitación del entrenador y cuerpo técnico presente; el resto de sus compañeros o rieron o simplemente se sentaron a descansar al fin. Luego de que Williams les hablara e instruyera sobre mañana, les despachó con un aplauso.

 

Rukawa inmediatamente se paró para encaminarse con parsimonia al camarín, en donde con calma se despojó de las empapadas ropas que se le pegaban a la piel. Se duchó concienzudamente luego de eso, y ya en la banca se cambió de ropa con la mayor lentitud posible.

 

Últimamente llegar a casa era una de las cosas más desagradables de su día, por lo que en su limpieza estaba intentando tardarse todo lo humanamente posible. Aun sentado en la banca, miró fijamente el bolso que descansaba frente a pies. Sus codos estaban pesadamente apoyados en sus muslos, y sus manos de vez en cuando se juntaban o arreglaban su corto flequillo negro.

 

¿De nuevo te quedas hasta tarde?” Aunque una inflexión se oía en la frase, las palabras reflejaban más afirmación por parte del norteamericano más pequeño del equipo. Tom (o el enano) observó a su compañero quien se limitó a asentir sin volverse hacia él.

 

Asique… ¿Sakuragi aun no llama?” Aquello, tal y como el mayor esperaba, si despertó al otro joven, que un poco más expresivo que últimamente, alzó los ojos para verle y permanecer en silencio. El moreno renunció a la idea de dejar ir esto, cuando claramente su compañero estaba molesto o perturbado por algo; era obvio, al menos para él, el oscuro cambio que había sufrido el japonés estos últimos días. En la duela, en la cancha y en los partidos, Rukawa Kaede seguía siendo el brillante y más prometedor jugador del baloncesto japonés, una estrella ascendente e implacable que barría con sus contrincantes; sin embargo, a penas sus pies tocaban tierra firme, algo parecía dejar al chico más pálido. “Es… es entendible, ¿sabes? Digo, el tipo estuvo fuera de casa por un mes… de seguro está poniéndose al día con todo; su familia, amigos, universidad, equipo y todo… debe estar ocupado

 

Si… ocupado ignorándome como la plaga… Pensó el pelinegro negando con la cabeza.

 

Habían pasado ya dos semanas… (¡Dos putas semanas!) Y el maldito pelirrojo no había dado ni una maldita señal de vida; ni siquiera un mísero email que rezara: ¡Hey, el genio está vivo! Nada. Nada de nada. Y Rukawa no pretendería que no sabía la razón del porqué; era obvio. Estaba claro y escrito en los rostros de su madre, de su padre e incluso de su manager. Todos sabían. Todos lo habían escuchado tan claro como una voz, sólo que nadie se atrevía a decirlo en voz alta.

 

Rukawa Kaede, el rey de hielo, el ex rookie, el maldito estúpido que había besado a otro estúpido, había sido rechazado.

 

Brutalmente. Violentamente y desgarradoramente.

 

Por unos días, incluso, pudo haber jurado sentir e imaginar que Sakuragi había estirado su mano con crueldad hasta su pecho, atravesando piel, carne y huesos, sólo para alcanzar su corazón y lanzarlo al piso sin misericordia. Y que luego él lo vio ahí, a su corazón, rojo, vivo, palpitante y apasionado, siendo pisado con furia por el mono; siendo triturado y reventado por alguien que no le quería, que nunca le correspondería.

 

Y dolía… mierda, dolía… porque ahora su pecho estaba vacío… nada parecía moverse en su interior. Nada pulsaba con vigorosidad. Nada estaba vivo.

 

Lo único que le mantenía despierto y atento a su alrededor, claro, era el baloncesto. Agarrando, boteando, encestando o simplemente viendo a un balón, parecía que el mundo volvía a ser brillante y mejor. Cuando corría y jugaba en la duela, se sentía nuevamente poderoso e invencible; como si nada pudiere alcanzarle. No obstante, con sólo poner un pie fuera, se sentía como si miles de flechas le atravesaran la armadura que tan valientemente usó en la cancha, rompiendo sus ropas y rasgando piel, dejándole débil y sangriento.

 

Como ahora…

 

Si sólo me hubiera dicho algo… si me hubiera golpeado o insultado… pensó; pues el recibir una respuesta negativa, era al menos escuchar algo; no como ahora que el silencio fue su única contestación.

 

De seguro ahora elegirá a Kentucky…o con lo idiota que es, ni siquiera venga a Norteamérica… Ese tarado sería capaz de renunciar a sus sueños con tal de… con tal de no verme…nunca más…

 

Hey, Rukawa” Escuchó a su lado; volteó con calma para ver de qué se trataba, mas una neblina parecía empañar su visión; pestañeó un par de veces antes de poder ver a Tom parado a su lado, con el ceño profundamente fruncido. “¿Estás bien?” El pelinegro le asintió como respuesta, disponiéndose ahora a inclinarse para tomar su bolso y partir rumbo a casa. Emm, caminaré al lado de la bici… Haría cualquier cosa con tal de evitar las miradas de lástima o preocupación que le lanzaban los mayores a su alrededor últimamente. “¡oye! Rukawa… si en algún momento necesitas a alguien para hablar o… lo que sea… yo estoy aquí” Le dijo Tom antes de que el zorro saliera completamente de los camarines.

 

La tibia brisa nocturna le acariciaba el rostro mientras caminaba por las calles, y su discman, tan fiel, se encontraba enganchado a su pantalón distrayéndole con cualquier canción del repertorio del CD. Mas, las letras musicales sólo sirven para unos momentos, pues rápidamente volvió a ese estado de constante tortura y arrepentimientos. Porque, a pesar de que él era una persona de las no les gustaba mirar hacia el pasado y mirar con añoranza pasadas memorias, no podía dejar de sentir que si no hubiera hecho aquella rematada estupidez en el aeropuerto, entonces él y Sakuragi podrían seguir siendo amigos, de aquellos que hablan ocasionalmente por correo, y si el tonto llegase a venir a América, incluso podrían haberse visitado; pero ahora todo ello se había arruinado con una acción tan mísera, pero al mismo tiempo… tan desastrosa.

 

Si bien es cierto que al besar al pelirrojo (beso totalmente improvisado, por cierto, porque nunca hasta ese momento se le había cruzado por la cabeza intentar algo así) no esperaba que el otro chico le correspondiera el gesto, o le abrazara, o le dijera algo, tampoco se imaginó que el otro chico respondería de esta manera, con silencio. Uno tan brutal. Tan claro. Tan cruel.  

 

Cuando Kaede, ese día en el aeropuerto, se separó lentamente del otro japonés, había salido prácticamente corriendo del lugar, decidiendo esperar junto al vehículo por sus padres, quienes afortunadamente llegaron minutos más tarde no comentando nada de lo recién presenciado, y Kaede lo agradeció internamente, pero la vergüenza, la esperanza, la alegría, le siguieron por horas, horas y horas el resto del día.

 

El pelinegro no esperaba una llamada o email esa noche o la siguiente, pues tal y como había puntualizado Tom más temprano, era obvio que Sakuragi tenía cosas pendientes que resolver, pero… pero ya después de tres, 4, 5, 7, 13 días sin ninguna respuesta, era obvio el mensaje que el mono estaba mandando, porque, quizás a él podría no hablarle y rechazarle, pero con esta ley de hielo que había adoptado, también estaba ignorando a su madre, de quien se había mostrado supuestamente tan agradecido y apegado.

 

En conclusión, el idiota no quería tener nada que ver con la familia Rukawa después de lo sucedido.

 

Tarado… le llamó cayendo en cuenta que se encontraba ya en la puerta de su casa.

 

Al entrar, ninguno de sus padres se encontraba a la vista, por lo que se dirigió inmediatamente a su cuarto para cambiarse; después fue al lavado a acicalarse y volvió a su pieza para revisar si tenía algo para las clases de mañana; no podía bajar su rendimiento ahora, no cuando en los exámenes que habían terminado recién esta semana le había ido bien (no excelente, pero pasable)

 

“¿Hijo?” Se escuchó del otro lado de su puerta cerrada la voz queda de su madre. Kaede suspiró antes de permitirle la entrada. “Hey… no fuiste al cuarto a saludar” Le reprochó con el ceño un poco arrugado; el pelinegro ante ello le levantó los hombros. “¿Cómo estuvo tu día?”

 

“Bien… El entrenamiento fue cansador… y las clases aburridas” Comentó para apagar un poco las preguntas de su mamá, que le miró satisfecha con la respuesta.

 

“Hay, Kaede, pero si para ti todo lo que no es baloncesto es aburrido” Le acusó sin calor ni maldad, sólo burla. Rukawa simplemente la miró, sin saber en realidad si debía decir algo más o si podía continuar ojeando las páginas para comprobar si tenía alguna tarea o alguna tontería como esa. “Oye… hoy en la mañana... mientras instruseaba en mi correo… encontré un email de… de Sakuragi” Kaede le miró con aparente desgana. “Me lo mandó ayer, pero yo no me había fijado…Me pedía si iba podíamos hablar mañana en la mañana… como a eso de las 10/11”

 

“Mmm” Contestó. Por lo menos el estúpido se dignó a llamar a mamá… pensó encontrando al fin la tarea que, sabía, le habían asignado hace unos días.

 

“Bueno, sólo venía a decir buenas noches. Nos vemos mañana” Se despidió con una sonrisa para después cerrar la puerta a sus espaldas.

 

Rukawa logró, no sin cierto orgullo y alta dignidad, ignorar durante toda la noche lo que su progenitora le había comentado con supuesta ligereza, concentrándose, en cambio y extrañamente, en sus cuadernos y libros; gracias al aburrimiento que estos le causaron, fue capaz de dormirse con rapidez un par de horas después.  

 

A la mañana siguiente, fueron sus tres relojes los que le sacaron de un sueño profundo que olvidó en cuanto abrió los ojos. Se talló estos con brusquedad antes de pararse bostezando y caminar hacia el baño para lavarse. Terminado ello, bajó y comió sus siempre presentes cereales. Mientras se metía una cucharada para nada decente a la boca, se preguntó distraídamente donde se encontraría su madre, pues a esta hora la mujer normalmente se encontraba ya de pie y moviéndose de aquí y para allá.

 

Sin darle más vueltas al asunto, subió a la segunda planta y caminó hacia su cuarto para agarrar su bolso y de ahí irse a la cancha pública para practicar algunos tiros (esta tarde no tendrían entrenamientos, asique aprovecharía toda la mañana para practicar en solitario). Al poner un pie en la escalera, sin embargo, decidió antes buscar a su mamá para despedirse, o al menos avisarle que iba a salir, razón por la que se dirigió a la habitación del fondo que pertenecía a sus padres.  

 

A sólo unos pies de la puerta, Kaede escuchó el timbre de su madre, tan suave y templado; ella hablaba con alguien, no con su padre, quien el pelinegro sabía había partido temprano trabajar este fin de semana… ¿estará hablando por teléfono?... Si es así, entonces sólo me asomo y le aviso con la mano…pensaba tomando el picaporte.

 

No obstante, dando vuelta éste y abriendo así la puerta, como un golpe en pleno estómago escuchó la escandalosa y ruidosa risa de Sakuragi. Éste, aun con su pelo rapado y piel bronceada, se veía en la pantalla de la laptop de sus padres riendo de alguna estupidez que de seguro mencionó él mismo.

 

“¡Kaede! ¡Que bueno que estás aquí!... Justo estaba pensando ir a despertarte para que saludaras a Sakuragi” Mierda, exclamó al verse acorralado con la mirada insistente de la mujer. Con pasos titubeantes pero firmes, se sentó junto a su mamá en la cama quedando en diagonal a la pantalla, que su progenitora tenía en la mesita de noche.

 

Sakuragi, que al comienzo no pudo evitar abrir la boca exageradamente en señal de protesta, pareció controlar cualquier sentimiento negativo, colocando, encambio, una miraba impasible, la cual no denotaba odio, repulsión, bochorno o aceptación. Nada. Era como si estuviera viendo a través de él como una pared. Como si él no existiese.  

 

Es un imbécil… pero aun así luce tan… tan… tan --- se interrumpió tragando el nudo de su garganta con dificultad pero discreción. Ese espacio vacío en su pecho, ese agujero que parecía crecer y crecer a medida que los días pasaban, pareció sentirse más frío y solitario que nunca. Kaede estuvo tentado de encogerse y apretarse el pecho con sus brazos, intentando protegerse, abrigarse de ese hielo que le consumía, pero se resignó a experimentar esa caída de su garganta, ese nudo en su estómago, ese ardor en los ojos.

 

“¡Oh, por dios! Recordé que dejé algo en el horno… Sakuragi vuelvo en seguida, por favor espera” Dijo con cierta fuerza la ojiazul levantándose con apremio y caminando hacia la puerta. Kaede enseguida frunció el ceño… Pero si yo acabo de estar en la cocina y no había nada…. Ugh, mamá….

 

“¡No! ¡Mamá Rukawa, espere!” Gritó en vano el pelirrojo, encontrándose ahora sólo con el zorro frente a la pantalla.

 

Ggrrrr… bastardoo…era lo único que pasaba por la mente del autoproclamado genio que ahora miraba hacia un punto de su habitación ignorando abiertamente al otro chico. Rukawa se controló para no rodar los ojos o suspirar por el infantil comportamiento de su ex compañero de equipo.

 

¿Tanto asco te doy, tarado, que ni siquiera puedes mirarme?, se preguntó apretando los puños y maldiciendo a Sakuragi por ser tan cruel; él nunca hubiera esperado un trato así por parte del pelirrojo…bueno, al parecer le juzgué mal… no es más que un maldito homofóbico.

 

Esta vez sí suspiró, pues en realidad no importaba cuánto lo insultara o le pusiera nombres en su mente para rechazar su presencia o su personalidad, pues la verdad es que su corazón hace ya tiempo había ganado la batalla y guerra declarada hace más de un mes, y de ella había resultado solemnemente que el maldito estúpido/ruidoso/vanidoso se declarase como una de las personas más importantes de su vida; tanto así, que ahora mismo sentía como si le estuviesen desgarrando vivo por el obvio rechazo por parte del mono. Ver como el chico más alto le negaba la mirada, o se reprimía en hablar o siquiera comentar estupideces, le carcomía el pecho y le quemaba la garganta.

 

Rukawa respiró discretamente un largo trago de aire. Él no era de esta manera. Él no era un muchachito débil que por un simple dolor se tiraría en una esquina a lloriquear. No. De ninguna manera. Él era un Rukawa. Y por ello tenía orgullo, dignidad y honor. Bien podía ahora sentirse como una reverenda mierda, pero no lo demostraría. No le daría esa satisfacción a nadie.  

 

“¿Cómo está Japón?” Preguntó arrastrando las palabras, pretendiendo al menos un poco de cortesía.  

 

“¡¿Qué?!” Gritó  enseguida el otro joven japonés, casi dejándole sordo por el alarido. Kaede se cuidó de no llevarse un dedo a su dolorido oído “¡¿Cómo te atreves a hablarle a este genio después de lo que hiciste, maldito bastardo?! ¡Si estuviese ahí, juro que te mato a patadas, miserable!... ¡Sh! ¡Y tienes la cara de aparecer aquí, cuando estoy hablando con tu madre! ¡Que no tiene nada que ver en tus porquerías, canalla!” Vociferó y vociferó como si estuviesen en la feria vendiendo verduras. El pelinegro, desde el primer vomito de palabras, ya no pudo controlar o manejar las expresiones de su rostro, el cual permitió que sus ojos se abrieran completamente y  que sus labios casi cayeran al piso de la impresión, del dolor; no podía creer, no podía creer, ¡no podía creer! lo que estaba oyendo. ¿Este es el verdadera Sakuragi? Este cruel ser, esa vil persona…

 

¿Cómo, cómo se atreve a…? Negó casi imperceptiblemente con la cabeza, sintiendo, albergando y experimentando como una cruda y abrumadora furia comenzaba a bullir en sus venas de manera angustiosa. Está bien que no me corresponda; está bien que no le gusten los hombres… ¡Pero no tiene ningún derecho a hablarme así!, pensó lanzando fuego por sus ojos azules.

 

“¿Qué mierda pasa contigo, estúpido? Si tanto te molestó, sólo dilo ¡No tienes por qué insultarme, maldito idiota!” Exclamó con igual fuerza y poder sin levantar en demasía la voz. No caería tan bajo como para denigrarse de esa manera. No renunciaría a su personalidad por la masa de idiotez humana que estaba frente a él. Kaede juró que no se avergonzaría de quién o cómo era, y definitivamente no iba a dejar que alguien más quisiera hacerle sentir inferior o mal por cómo se sentía, incluso si ese alguien justamente fuese la causa del por qué había pasado todo esto. Antes muerto.  

 

“¡¿Si me molestó?! ¡¿Si me molestó?! ¡¿Qué acaso eres retrasado?! ¡¿Cómo no me iba a molestar?! ¡Fue una bajeza incluso para ti!” Siguió gritando el ala-pívot, incluso ahora moviendo y aleteando los brazos con exageración. Era obvio que el chico más alto estaba ya a punto de explotar por la rabia.  ¿Una bajeza…? Una bajeza… ¿así considera lo que siento? ¿Una… degradación…?  El pelinegro no podía evitar ahora respirar rápida y profundamente por todo los sentimiento desgarrándole; sus palmas dolían por las uñas que se enterraban en su piel, su quijada punzaba por la fuerza con la que cerraba los dientes, sus ojos ardían y su nariz picaba.

 

“Eres un miserable… un maldito hijo de puta” Murmuró con apenas voz. Ya no podía más. Si seguía unos minutos más frente ese idiota, tiraría la laptop por la ventana. Y gritaría. E insultaría. Y gritaría más. Y rompería cosas. Y lloraría…

 

“¡¿Cómo te atreves?!... ¡Tú lo eres! ¡Tú fuiste el que me besó sólo para sacarme del equipo! ¡Eres un maldito egoísta! ¡Creí que éramos amigos, bastardo! ¡Pero la verdad es que no quieres que vaya a los Tar Heels! Y con tal de lograrlo tu… tu… ¡pero no vas a manipular a este genio, maldito!... ¡Yo voy a ir al equipo que quiera! ¡¿Me escuchaste?!” Sakuragi, con el rostro rojo y el pecho subiendo y bajando a alta velocidad, se quedó viendo con una vista asesina al perdido y confundido chico del otro lado. Hanamichi tampoco podía más con esta conversación. Su ya por naturaleza alterado temperamento estaba en su punto límite. Las venas visibles y punzantes de su frente eran la evidencia de su agitación. ¿Por qué? Se preguntaba el mono. ¿Por qué duele tanto?... Por qué sus marrones ojos querían sólo llorar.

 

El zorro era un amigo… o al menos eso él pensaba.Era sólo un amigo. Un amigo. Un amigo. Un camarada. Un compañero. Alguien con reía. Alguien con quien competía. Alguien a quien admiraba. Alguien a quien envidiaba. Alguien con quien adoraba pasar sus tardes. Alguien a quien disfrutaba observar. Alguien en quien confiaba. Alguien a quien le gustaría ver por siempre.  

 

Hanamichi se quedó en silencio y estático por ese rayo y estremecimiento acido de su espalda. Esperó la réplica del otro chico, pretendiendo distraerse. Pero no pudo evitar observar fijamente la figura de su ex compañero a través de la pantalla. Rukawa lucía tan compuesto. Tan elegante. Tan inalcanzable. Y Sakuragi lo odió por eso, pues él quería ser su igual. Quería estar a su lado. Caminar a su paso. Compartir y vivir las mismas aventuras. Las mismas desgracias y las mismas alegrías. ¿Tanto le cuesta al zorro aceptarme?

 

Rukawa, por otra parte, estaba lejos de siquiera imaginar los pensamiento del chico pelirrojo. Shock. Puro y el más burdo shock empapaba sus pensamientos.

 

¿Qué---…?

 

…¿Qué acaba de decir este torpe…?

 

¿Él piensa---…?

 

¿Él cree que…?

 

¿Cree que lo besé… con el único propósito de alejarlo, y de que no viniera a North Carolina?...

 

Por eso está enfadado…

 

…por eso no llamó…

 

…porque es un rematado y completo imbécil…

 

Rukawa empezó de la nada a reír con fuerza, tanta que tuvo que agarrarse el estómago por el dolor que le produjo.

 

“¡¿De qué te ríes, maldito bastardo?!” Explotó Sakuragi, quien no encontraba nada gracioso en esta situación.  Su anterior entumecimiento se evaporó con la extraña acción del denominado zorro. Aunque algo dulce y esponjoso revoloteó en el estomago del pelirrojo al escuchar esas libres y altas carcajadas de parte del joven más pálido, aun así la rabia a mil le consumió el cerebro. No permitiría que ese perdedor siguiera burlándose de él.

 

“De ti” Contestó aun carcajeándose. Intentando, sin embargo, detener un poco las risitas que se le escapaban por los resecos labios.

 

“¡Maldito canalla! ¡Te voy a matar! ¡Juró que iré y-”

 

“Eres un lento, Hanamichi” Antes de que el pelirrojo pudiese reaccionar con un posible ataque cardiaco, Kaede continuó “¿De verdad crees que yo te besaría sólo para que no vengas a los Tars? ¿Qué haría algo tan estúpido… tan vergonzoso… frente a otras personas, frente a Dan… frente a mis padres… sólo para que no vengas aquí?”

 

“…. ¿Si?” Murmuró Sakuragi, que ahora, escuchándolo de la boca del zorro, sonaba como una verdadera idiotez; nadie en sus cabales, ni menos el rey de hielo, haría algo tan absurdo, tan infantil como eso.  

 

Pero…

 

… ¿entonces por qué lo hizo?

 

Cuando ya ambos jóvenes lograron recuperar sus alientos; regularon sus presiones sanguíneas y pulsaciones cardiacas, se permitieron mirar fijamente los ojos contrarios a través de la pantalla. Marrones chocolate se toparon con azul electrizante. Y Hanamichi, recién en ese ligero y pacifico momento, detectó algo en la poderosa retina del otro chico; algo que no había visto antes, pues la manera en la que el zorro le observaba era tan directa, tan penetrante; tan atenta y tan abrumadora… Sakuragi no pudo controlar una llamita viva y revoltoso en su estómago. Su garganta se secó y llenó de nervios. Sus anchos hombros se tensaron.

 

 ¿Será que el zorro…?  Se preguntó sin atreverse a terminar la frase, pues el simple pensamiento era risorio y tonto. Ya una vez había ponderado esa opción, y… simplemente le había parecido imposible. No había manera. De seguro era su fantasiosa mente. Un truco de su agotada imaginación.

 

Pero…Nah---, no puede ser….

 

Kaede, por otro lado, se sintió, después de semanas, más ligero. Más libre. Más feliz. Fue vivo testigo de como ese vacío de su pecho desaparecía como por arte de magia. Como se evaporaba en espuma caliente y sana; como, en vez de un espantoso frío, ahora parecía habitar un arrebatador calor y fuego, una llama rojiza y vivaz. Se sentía ahora, en cambio, tan arropado. Tan a salvo.  

 

Se sintió con fuerza, con energía, con vida, con agallas y con coraje. Como si pudiera salir y derrotar a todos sus oponentes. Como si pudiera escalar la montaña más alta. Como si pudiera nadar en el mar más feroz. Como si fuera el rey del mundo; el ser más poderoso del planeta.

 

“¿Sabes por qué lo hice?” Le preguntó lentamente, guiado arrebatadoramente por su esa nueva flama que le empujaba y colmaba. Su pecho se expandía y crecía con los segundos. Burbujas le hacían cosquillas en sus músculos. Espuma revoloteaba en su interior. Sakuragi, quien le miró por unos cuantos segundo con una mueca de tonto, simplemente negó con la cabeza. “… Porque… lo hice porque me… me gustas;… la decisión es tuya, idiota… pero… si fuera por mí… vendrías a North Carolinaconmigo” Era increíble lo ligero que ahora se sentía, lo despreocupado por el resultado de esto; no porque la respuesta negativa no le dolería, por supuesto, sino porque la carga que le fastidió por semanas, por fin se había esfumado.

 

“¿Q-qué…. C—c-como?... ¿A-a ti… a ti te gustan… t-te gustan los h-hombres?” Sakuragi, que se quedó por unos cuentos segundos con los ojos y la boca abierta, habló lo primero que le pasó por la mente. No tenía sentido la pregunta, claro. Pero no sabía que más decir.

 

El pelirrojo, sinceramente, no podía creer los que sus oídos habían escuchado; una parte de él le seguía gritando que esto era una broma enferma del zorro, que no le creyera ni una palabra de lo que salía de esa rosada boca, pero… su parte lógica y razonable, lo negaba con más ímpetu. No había ninguna razón de por qué el pelinegro estuviese mintiendo sobre algo como eso; pero ello tampoco era algo alentador para el pelirrojo, quien no sabía ni para donde mirar por el bochorno. Su cuello, mejillas y orejas las sentía en llamas, y no era para menos.

 

Si bien es cierto no era la primera vez que alguien se le confesaba, ¡Nunca antes lo había hecho un hombre!

 

¡Y Rukawa, de todos ellos!

 

Hanamichi, por supuesto, no pudo evitar sentir cierto halago y cierta presunción de que alguien, justamente como el ex rookie, se fijase en él, pero también desconcertación y confusión.

 

¡¿Qué se supone que tenía que decir ahora?! A las dos chicas que antes se le habían declarado, él, con cortesía y vergüenza, les había respondido que ya estaba enamorado de alguien (Haruko en ese tiempo) y que no podía corresponder sus sentimientos.

 

¿Debía hacer lo mismo ahora? ¿Responder que estaba enamorado de Haruko? Lo cual, si bien no era completamente falso, tampoco era verdadero, pues hace ya meses que le había dicho a la chica sobre sus sentimientos, pero ella con delicadeza y tristeza le rechazó, lo que ayudó a que Sakuragi comenzase a desprender y dejar ir los sentimientos que albergaba por ella.

 

…¿Pero entonces qué decir?

 

¿Qué no le gustaban los hombres?

 

Porque… no le gustaban, ¿verdad?

 

“Te lo acabo de decir, tarado; me gustas tu” Respondió Rukawa evitando rodar los ojos por la tonta pregunta. Unos ciertos nervios y expectación le invadieron el estómago, mas Kaede se negó a morar en ello.

 

“Ah” Se limitó a exhalar Hanamichi bajando los ojos hasta sus dedos. Aunque Rukawa no pudiese verlos, sabía que el mono estaba jugueteando con ellos como un niño pequeño.

 

¿Esto era todo?

 

¿Aquí y así terminaba todo?

 

¿Esa extraña pero perfecta amistad que nació a la fuerza y por coacción, finalizaba de esta manera?

 

¿Así, tan incómoda, tan… distante?

 

Rukawa le frunció el ceño a sus propias pálidas manos. Vio las marcas rojas donde sus uñas previamente se habían enterrado con desesperación. Y se negó. Rechazó lo anterior. Hanamichi era… fue… comenzó siendo su compañero… su amigo…

 

“No es necesario que me digas nada, tonto… sólo… ¿Podemos… aun hablar por correo o video llamada?...” Kaede casi arrugó la cara, odiando como sonaba su voz, tan pequeña y suplicante mientras intentaba aparentar indiferencia.

 

Las cosas que hago por este estúpido…

 

“Eh…s-sí, sí, claro” Respondió agitando repetidamente la cabeza.

 

“Mi mamá ya no va a subir, y yo tengo entrenamiento” Mintió impasible y aburrido intentando demostrar que nada iba a cambiar. No porque le hubiese dicho como se sentía, comenzaría a comportarse como una chiquilla enamorada. Ese no era su estilo, gracias.

 

“Mm, nos vemos entonces, zorro” Rukawa se despidió con un simple gestó de la cabeza antes de apagar la conexión y por último el notebook.

 

Por unos eternos minutos el pelinegro se quedó viendo el cerrado aparato, ponderando y analizando todo. Él normalmente no era una persona que le diese muchas vueltas a un asunto; era un hombre más de acción, de reacción, no de palabras ni profundos pensamientos. Ahora, sin embargo, creía necesario pensar un poco en todo esto, pues… lo había dicho. Al fin había confesado sus sentimientos; y si bien no le habían rechazado brutalmente, tampoco había sido aceptado (lo que, enfrentemos, era obvio).

 

Lo anterior ameritaba, por supuesto, que no se sintiera del todo dichoso o con ganas de gritar y saltar de felicidad por los caminos de la vida (algo que en realidad nunca haría), pero tampoco estaba experimentado esas depresivas sensaciones que le habían estado atormentando y acosando las últimas semanas. Este pequeño dolor que ahora punzaba ahí, en el pequeño lugar donde guardaba tan celosamente su corazón, era un chiste comparado con aquello, asique… si, no tenía razones para celebrar, mas tampoco tenía ansias de querer tirarse de un puente muuuyy alto.

 

Sonrió mínimamente al tiempo que dejaba la laptop en su lugar para levantarse y dirigirse a donde planeaba desde la mañana, hacia la cancha de su vecindario, pero ahora no con el propósito de olvidar o relajarse del mundo, de las frustrantes emociones que le invadían o de padres preocupados, sino simplemente para disfrutar de ese deporte que tanto amaba. Ese que durante este período había servido y ayudado mucho como un necesitado refugio y desesperado medio de escape, pero que ahora podría volver a ser lo que desde un comienzo debió haber sido siempre: un mundo aparte en el que todo se sentía mejor y era mejor.

 

Los días siguientes, en los Kaede continuó con su rutina diaria: dormir hasta que el cuerpo y sus horarios le dieran, ir a clases, entrenar en la tarde y estudiar luego de ello; sólo se había visto alterado por una última actividad que había agregado recientemente al programa: comunicarse con el idiota.

 

Algunas veces ello podía tomarle sólo unos treinta minutos si se trataba de responder un email, pero otras noches podía tardar largas horas en una videollamada que serpenteaba entre insultos y charlas sobre sus respectivos equipos y cómo a estos les estaba yendo.

 

Aquellas conversaciones, tan patéticamente esperadas por el ex rookie, no habían sido fáciles de lograr después de todo, pues al comienzo el bobo pelirrojo se limitaba a mirar durante casi toda la conversación a otro lado de su correspondiente cuarto, comentando estupideces y cosas sin sentido, actuando con obvia incomodidad y nerviosismo frente a su ex compañero de equipo. Rukawa, sorprendentemente, se había controlado cada vez para no suspirar con irritación, comentarle algo hiriente o gritarle por ser un maldito idiota; se había aguantado para decirle que nada entre ellos tenía que cambiar ahora; no porque él haya confesado ciertos  e insignificantes sentimientos por el otro, no quería decir que esperara algo o se fuese a comportar de manera distinta. Al cabezahueca y estúpido de Sakuragi le costó un poco trabajar con aquello, tardando casi dos semanas completas en por fin saltar con un ruidoso:

 

“¡Tu! ¡Bastardo, qué te pasa que tratas a este genio de esa manera! ¡Maldito! ¡No tienes derecho! ¡Un jugador de tu categoría-!” Había gritado y gritado luego de un particular agresivo ataque verbal por parte del zorro, quien sonrió internamente cuando recibió la agresión. Por fin, aguantó dentro de su garganta junto con un gruñido.

 

Desde ese momento en adelante, afortunadamente, pudieron hablar como siempre lo hicieron; quizás algunas veces se quedaban mirando y el mono volteaba rápidamente con un claro sonrojo en sus mejillas. Pero Kaede sabía mejor. Era consciente de que al pelirrojo le avergonzaba ahora notar que en la ojiazul mirada no había ni un rastro de ese antiguo desprecio, odio o maldad, sino sólo aceptación, calor y ternura. La verdad es que al mismísimo Rukawa le asombraba lo mucho que había cambiado la expresión de sus ojos cada vez que hablaba, pensaba o miraba a Hanamichi.   

 

Gracias a todo lo anterior es que su casa había vuelto a ser una un lugar seguro de miradas lastimeras y comentarios cuidadosos; su madre, que antes se cuidaba hasta de mencionar si quiera la palabra Japón, ahora incluso preguntaba libremente cómo estaba el joven Sakuragi, sabedora de que único hijo se comunicaba continuamente con el joven.

 

Incluso en el equipo habían notado el mejorado cambio de humor del pelirrojo, lo cual asombró increíblemente a Kaede, pues él había, ingenuamente al parecer, pensado que sólo Tom había atestiguado y notado su mal humor; mas cuando el entrenador Williams le citó a su oficina una tarde para charlar en privado en la cual le mencionó, justamente, que estaba alegre de que cualquier problema que estaba teniendo se hubiese solucionado, y que para la próxima vez no lo pensara dos veces antes de hablar con él; que él tendría cien por ciento disponibilidad para escucharlo, el pelinegro casi no controló su mandíbula, que quiso caer nada elegantemente al piso a causa de la impresión, limitándose al contrario en contestar que estaba bien, que no había ningún problema y que estaba agradecido del apoyo.

 

Asique… ¿Hablaste con el pelirrojo?” Le había preguntado Tom hace un par de días atrás, cuando los dos salían de los camarines rumbo al estacionamiento de las bicicletas. El resto de los chicos de su grupo habían salido un poco más temprano, casi corriendo de felicidad cuando el entrenador les liberó más temprano de lo normal. Kaede, que no era la persona más observadora o atenta del equipo y, ciertamente, del mundo, pudo haber jurado ver a Chris y a Kevin salir juntos; algo extraño considerando que se habían ignorado como la plaga hace poco días atrás.

 

Rukawa, caminado ahora con su superior, se jactó internamente de tener totalmente dominado el arte de prevenir y controlar cualquier expresión facial, gracias a lo cual se volvió a su compañero y le asintió con desgana. Por dentro, no obstante, no pudo evitar presentir que el otro chico sabía que algo pasaba entre los dos japoneses; no podría decir que el norteamericano sabía con certeza que se trataba de algo romántico, pero si presentía que algo raro estaba ocurriendo con los dos. Y la verdad, era mejor que las cosas se quedasen de aquella manera. Tom podía ser lo más cercano que tenía a un amigo, pero no tenía con él (ni con nadie, la verdad) la confianza suficiente como para acercarse y confesarle los sentimientos que albergaba por un hombre; en este ambiente y negocio aquello era algo muy arriesgado. Ya suficiente era con que Dan lo supiera, y el viejo era casi familia (sus palabras, no de Kaede)

 

Los Tar Heels, afortunadamente, estaban viviendo una de las mejores temporadas de su historia, ganando titulares y espacios diarios en los noticieros y programas deportivos. La racha ganadora que venían arrastrando desde el comienzo de la conferencia estaba retumbando por todo el país, incluso hasta los oídos de los interesados del baloncesto internacional. Rukawa por ello, estaba orgulloso y satisfecho con su esfuerzo y trabajo; no dudaba, por supuesto, que aún le quedaba mucho por crecer y aprender de él mismo y de sus propios compañeros, pero sabía que el primer paso ya lo había dado con éxito, y ese era conceder que al aceptar ayuda o admitir errores, no estaba perdiendo su orgullo o denigrándose, sino sólo queriendo superarse y madurar.   

 

A pesar de ello, no obstante los brillantes días que empapaban sus semanas, los emocionantes partidos que lograba ganar junto a sus compañeros, o los exámenes que pasaba con sus esforzados estudios, había algo que oscurecía lo que podría ser el mejor año de su vida. Y justamente ese algo, era que, no importa las veces que hablara con Sakuragi, o los cientos de email que podían enviarse en sólo cuestión de días, aun así no lo tenía consigo.  Allí, a su lado, gritándole insultos a causa de sus celos, sonriéndole socarronamente para retarle a un duelo, ya sea de baloncesto o de play. No podía rozarle el brazo. No era capaz de sacarle una carcajada y verle arrugar la piel de sus ojos, o deleitarse con la manera en la que esa gran boca se abría cuan amanecer ante sus ojos.

 

Algunas veces deseaba al menos tenerlo como su pareja (si… su imaginación tendía a ir muuuy lejos) confortándose de esa manera imaginando que el pelirrojo estaría al otro lado del mundo extrañándolo y añorándole también;  quizás con la misma fuerza y desesperación. Quizás con la misma ansiedad y angustia . Le sosegaría la idea de que él no era el único en esa tonta y cursi obra llamada amor; y más importante, que el mono, con el mismo deseo y sueño de estar por siempre con él, haría lo que esté al alcance de su mano para llegar  a su lado.

 

Ahora, en cambio, lo único que podía hacer era convencerse de la idea de que Sakuragi llegaría eventualmente a Norteamérica para la próxima temporada y semestre universitario; se negaba, por tanto, a pensar en si quiera la posibilidad de que el mono rechazara todas las ofertas y decidiera, al contrario, quedarse a estudiar y jugar en Japón. Si pensaba en esa remota pero existente posibilidad, ¿entonces qué le quedaba? ¿Entonces que le daría al menos unas tontas esperanzas?... Asique no, gracias. Prefería, por infantil que sonara, cerrarse a aquellos pensamientos, concentrándose en el lado relativamente bueno de las cosas.

 

Pues si, por un lado, el torpe elegía a los Wildcats de Kentucky, por lo menos estarían en el mismo continente, en el mismo país, en la misma conferencia Este; los separaría siete horas en auto, pero aun así podrían visitarse con cierta regularidad. Por el otro, si elegía a Duke, incluso podrían vivir cerca, y en su defecto, ambos con bicicleta casi no tendrían obstáculos para reunirse casi todos los días. Y por último, si terminaba asistiendo a North Carolina, entonces, hasta quizás tendría una oportunidad de conquistarlo (a nadie se le da muerte por soñar)

 

Sus planes y reflexiones eran bastante simples, y curiosamente, nunca consideró la idea más fácil (de decir que hacer) de todas: simplemente olvidar al estúpido. Aquello no cruzó por su mente ni una vez. Algo tonto considerando lo traumado que había estado cuando se enteró de los susodichos sentimientos que guardaba por el mono torpe. Pero bah, aun era joven… ¿Y quién podría verdaderamente reprocharle el que quisiera experimentar esos sentimientos por al menos un tiempo más? Además, no estaba dañando a nadie con ello, pues si algo salía mal en todo esto, el único que saldría lastimado sería él mismo.

 

Otras veces, haciendo de lado el fantasioso sueño de que el idiota accediera a ser algo más que amigos, el pelinegro simplemente extrañaba su calor, su presencia, fuerza y su cuerpo. Extrañaba pegarse a él cuando practicaban, o sentir la tibieza de su piel cuando dormían tan pegados como lapas; o simplemente tener el privilegio de poder comérselo con la mirada cada vez que le diera la gana, especialmente cuando al tarado le daba con desprenderse de su polera dejando su tonificado, bronceado y sudoroso torso expuesto frente a su ávida mirada.

 

Esos recuerdos y pensamientos, no obstante, estaban trayendo duras y pegajosas consecuencias todas sus mañanas y noches últimamente.

 

Como había comenzado a hacer cuando el pelirrojo había arribado a su casa hace ya más de un mes, Kaede tomó la costumbre de masturbarse en la ducha; pero ello ahora no se le hizo suficiente. Por eso  es que ahora había empezado a hacerlo también en las noches, después de sus largas conversaciones con Hanamichi vía chat o videollamada. Era ridículo, vergonzoso, pero también increíblemente placentero y liberador. Todas sus fantasías, sin embargo, normalmente eran las mismas. Él y Sakuragi, juntos, besándose (para lo cual no dolía ya haber probado sus labios), tocándose y refregándose contra el otro, y algunas veces masturbándose mutuamente (cuando alcanzaba a durar hasta esa parte)

 

No obstante, eso tampoco últimamente le estaba satisfaciendo plenamente. Necesitaba más.

 

Kaede, después de pensarlo y ponderarlo desde varios ángulos, tomó la decisión de una noche de viernes, con sus padres ya dormidos, y él caliente como el infierno después de hablar con el mono, encendió la laptop, la colocó en su regazo, y abrió el buscador de internet.

 

Por unos segundos se quedó en blanco mirando la pantalla brillante, mas su propia calentura le movió la mano para escribir: Sexo gay, en el cuadrado blanco. 

 

Lo primero que bombardeó al avergonzado chico, fue el total de unas 10 páginas (y muchas más) de videos porno. Rukawa dudó si meterse a una de ellas, ver los famosos videítos o simplemente leer de qué se trataba. Por unos minutos intentó lo segundo (por su salud mental), encontrando interesantes (siiií, claaaro) artículos referente al tema, pero algunas palabras, terminologías y fotografías terminaron excitándole más de lo que ya estaba (chupar la polla, mamar, sexo anal e estimulación casi enviaron a sus adolescentes hormonas al borde), por lo que terminó sucumbiendo a los videos. Sin saber en realidad que poner, optó por el primero que tiraba la página.

 

Y…

 

¿Cómo ese tipo puede hacer eso…?....

 

¡Oh!

 

Whoa….

 

Aha---….

 

Mmm…

 

Oh… mierda…

 

E-eso debe sentirse bien…

 

Si al comienzo estaba viendo la pantalla con cierta aprehensión para luego volverse con prisa hacia la puerta de su habitación, ahora estaba completamente concentrado y atento a los dos atractivos hombres que se le estaban montando duro en el video.

 

“Mmgg” Le salió de su garganta al tiempo que se tocaba con igual o más potencia que los chicos que se la chupaban o lamían en la corta película. Sus ojos parecían no querer despegarse de las calientes imágenes que se presentaban ante él; y tampoco lo hizo, hasta que se corrió con fuerza en su mano (anteriormente envuelta en un pijama viejo)

 

Ah… eso fue grandioso…. Pensó observando nublado y perdido el techo blanco de su cuarto, ignorando ahora la página de la laptop aun encendida. Enseguida, sin embargo, le embargó una sensación de incomodidad y timidez; pero con la misma velocidad, lo desechó.

 

Ya lo había dicho una vez, nada ni nadie harían que se sintiera avergonzado de lo que era ni de lo que sentía.

 

Se levantó, limpió, abrió la ventana para que se ventilara, y cerró el notebook. Acostado ahora relajadamente sobre las mantas, no pudo controlar que las imágenes antes vistas volvieran a sus recuerdos (es un adolescente, después de todo), esta vez, en cambio, no eran los guapos chicos quienes protagonizan el video, sino que ahora era él y Hanamichi, juntos, vestidos sólo con su corta y sexy ropa interior; estaban besándose y tocándose.

 

A Rukawa le encendió la idea de que luego él bajaría hasta sus rodillas para lamer y morder la parte sensible del otro chico; se lo mamaría con ansia y fervor hasta que acabara en su boca, para luego que el pelirrojo le devolviera el favor con igual hambre y deseo. Se besarían, por supuesto, con más pasión y necesidad después. Abrazarían sus pieles sudadas, dejando marcas, rasguños y chupones por cada parte visible. Rukawa se vio siendo lamido especialmente duro por el mono pelirrojo. Se lo imaginó mordiendo con cierta violencia su pálido cuello. Y él gemiría. Claro que gemiría. Jadearía y respiraría pesadamente. Abrazaría el cuerpo contrario y lo apretaría al suyo. Disfrutaría de su calor y su fuerza. Y Sakuragi le sonreiría. Le miraría con esos inocentes ojos chocolate y le besaría con ternura. Le acariciaría la mejilla casi con reverencia.

 

Se juntarían, frentes húmedas, mejillas sonrojadas, cuellos sensibles, manos y piernas impacientes, y se acomodarían sobre las mantas con ansias y hambre.

 

Kaede, honestamente, no sabía qué le excitaba más de lo que venía después; si dar o recibir en lo que respecta al sexo anal. Por supuesto, como el hombre orgulloso que era, era inmensamente deseable la imagen de él penetrando a Hanamichi dura y rápidamente; era increíblemente excitante imaginarse sobre el pelirrojo, verle con los labios hinchados y mojados jadeando a causa del placer, respirando como alterado para recuperarse de los embates de un zorrito medio desesperado; no obstante, no podía negar que también era gratamente deseable la idea de él recibiendo la fuerza y calor del pelirrojo. Ya podía imaginárselo: Sakuragi sobre él, sudoroso y colorado por el esfuerzo, con los labios abiertos y los ojos nublados de placer, empujando contra él con ímpetu y agresividad, tirándolo al respaldo de la cama, incitándolo a agarrarse del respaldo para sostenerse. Pero él le abrazaría como un pulpo. Se aferraría a la musculosa espalda del deportista. Le enterraría los dedos con fuerza, aguantando los gemidos y los gritos de satisfacción.  

 

“A-ah--…” Gimió cuando volvió a tocarse.

 

Si… Definitivamente esta sería una laaarga noche.

 

.

 

.

 

Las reconocidas y alabadas figuras de Dragon Ball en una dudosa calidad 2D, combatían a muerte en la pantalla del televisor; en ella, Krilin, estaba dando una memorable paliza a Goku, personaje que apenas y parecía defenderse de los abrumadores ataques de su contrincante. Por ello, y por la baja vida que pesaba sobre este último, no tardó en aparecer en la pantalla para el jugador del segundo comando una gigantesco y punzante ¡Game over!

 

“Es la tercera vez consecutiva que te venzo, Hanamichi… Creo que tus geniales habilidades se están desgastando” Interrumpió suavemente el castaño intentado llamar la atención de su pelirrojo amigo, quien permanecía perdido en la luna mientras miraba distraídamente la pantalla.

 

“¿Eh?... ¡¿Qué--?! ¡¿Qué cosas dices, Yohei?! ¡Este genio está distraído, eso es todo!” Gritó antes de bufar y apretar los controles para organizar otra partida, sin embargo la mano firme de su compañero le detuvo cualquier presunto movimiento. Si eso lo hubiese hecho cualquier otro, Sakuragi no hubiera dudado en golpear al impertinente, pero se trataba de su mejor amigo; a quien él mismo había acudido este día para tener una seria conversación.

 

“Hana… ¿Por qué no mejor me dices qué te pasa?” Inquirió dejando el juego de lado y concentrándose en los últimamente distraídos ojos marrones del más alto.

 

“¡Sh! ¿Por qué crees que me pasa algo? Nyahahahahah, este talentoso deportista no podría estar mejor” Contestó con un exagerado gesto de alegría, haciendo con ello clara referencia a la reciente victoria que aun presumía (a todo el que siquiera lo mencionara de paso) de su equipo de baloncesto;  triunfo qu le había traído al equipo universitario la copa que le coronó como el mejor equipo nacional tras un extenuante, pero gratificante partido hace unos días atrás.

 

Partido y victoria, cabe agregar, que tenían mucho que ver en el por qué estaba junto a su incondicional amigo esta apacible tarde, después de pedirle con un tono indiferente y ruidoso por teléfono si podían hablar los dos sin el resto de los chicos ahí molestando. Mito, por supuesto, accedió enseguida, sin negar internamente sentir una inmensa curiosidad por averiguar, al fin, qué estaba inquietando tanto a Hanamichi últimamente.

 

“Bueno, si mal no recuerdo, hoy en la mañana tu me llamaste porque querías hablar-”

 

“¡Lo sé, lo sé! ¡No tienes que recordarle al mejor estudiante de su generación esas cosas!... Yo… Bueno… yo quería…” Yohei Mito, el inseparable amigo y compañero del ex pandillero pelirrojo, miraba no sin asombro y desconcertación como Sakuragi se rascaba la nuca y luchaba por buscar las adecuadas palabras para expresar lo qué sea intentaba decirle; el más bajo nunca lo había visto así, excepto claro cuando estaba cerca de alguna de las chicas que tanto le gustaba (especialmente de Haruko), pero incluso en aquellos momentos en realidad estaba sólo nervioso y avergonzado; ahora, la verdad, parecía más contrariado y aproblemado.

 

Hanamichi, mientras tanto, mantenía una tremenda y sangrienta batalla de pensamientos y palabras en su interior.

 

¿Cómo explicarse? ¿Cómo comenzar? Desde el principio, dicen algunos. ¿Pero cuál era ese? ¿Su disyuntiva sobre qué equipo escoger? ¿La confesión del zorro? ¿La mezcla de ambos? Si… eso parecía adecuado.

 

“Bueno… tu sabes que tengo que decidir a qué equipo ir ya para la próxima semana…” Yohei ante eso simplemente le asintió al otro chico, quien le miró a los ojos con cierta determinación “De las tres universidades… ya descarté una…” Mito se controló para no jadear en sorpresa, pues era la primera vez que Sakuragi hablaba de ello tan dispuesto y abiertamente frente a cualquiera de ellos. De cierta manera, el castaño se sintió halagado y humilde ante el requerimiento de ayuda y consejo del pelirrojo, creyendo sinceramente que de eso se trataba todo este teatro. “Las tres escuelas… ¡los tres equipos son fantásticos! ¡Este genio encajaría en cualquiera! Pero… En Kentucky nunca me sentí como… ¡Agh! ¡No lo sé! Como… como-” Buscaba la palabra mirando hacia todos los lados del pequeño cuarto.

 

“¿Bien?” Preguntó el otro intentado ayudar.

 

“No; se sentía bien, es sólo que… en los otros… ¿me sentía mejor?” Terminó sin saber en realidad como explicar esa incomodidad, esa lejanía, esa falta de compañerismo que sintió de vuelta en la prestigiosa universidad de Kentucky. Yohei, que podía presumir de conocer a Hana como pocos, no necesitó más palabras o gestos para entender lo anterior, lo cual demostró cuando le asintió con una sonrisa al otro ocupante del cuarto, incitándolo a seguir con el relato. Hanamichi suspiró antes de darse ánimos para continuar. “Pero entre Duke y North Carolina… no tengo idea de a cuál elegir…”

 

“Mmm… podrías hacer una lista-” Propuso después de unos segundos, pensando que de sólo eso se trataba el problema.

 

“¡Y además ese maldito bastardo no ayudó en nada! ¡Simplemente lo empeoró!” Gritó en irritación y frustración de repente Hanamichi, causando que el castaño frunciera el ceño en verdadera confusión.

 

“¿Maldito bastardo?” Preguntó al más alto.

 

“¡Ese zorro apestoso! ¿Quién más?” Respondió antes de bufar.

 

“¿Qué hizo Rukawa ésta vez?” Inquirió casi con aburrimiento; el castaño apostaba que el  ex rookie simplemente le había dicho algo a Sakuragi para provocarlo o enojarlo, y por eso ahora mismo el pelirrojo estaba tan alterado. Algo típico, en realidad, si se retrocedía un poco el tiempo. No era para nada raro encontrar de vuelta en la preparatoria al pelirrojo casi estallando por cualquier insulso comentario que le haya dicho el apodado zorro. Mito y los chicos estaban tan acostumbrados ya, que en su tercer año escolar en vez de intentar seguirle la corriente al agitado y obviamente alterado muchacho, se limitaron a molestarle más e incluso algunas veces a ponerse de parte del chico más pálido. Pero Rukawa siempre había tenido ese efecto en Hana. El alero era el único que podía encenderle de cierta manera. El único que era capaz de sacarle de cualquier agujero o mundo en el que el más alto se encontrara sumergido cuando no rendía, logrando sacarlo de ahí para que pudiera dar lo mejor de sí. Algo extraño, pensaba el castaño amigo del ala-pívot, considerando lo supuestamente mal que se llevaban.

 

“É-él… Ese zorro… ¡Ahg, ese bastardo!...” Whoa, ¿tan grave es lo que le dijo? Pensó Mito con verdadera curiosidad ahora. Normalmente el deportista simplemente se dedicaría a despotricar contra el pelinegro, a contarle a su amigo con lujo y detalle que atrocidad dijo el más bajo para alterarle tanto, pero ahora el pelirrojo ni quiera podía hablar de corrido…

 

Hanamichi, ahogado en su propia miseria y vergüenza, en esos momentos deseó tener nuevamente el pelo largo para tirárselo en frustración. ¡Y ahora cómo le digo…! Si siquiera pensarlo ya era bochornoso...

 

Bien podía ser que ambos basquetbolistas seguían manteniendo la amistad que desarrollaron allá en Norteamérica, pero eso no quería decir que el mono no sintiera vergüenza de vez en cuando, especialmente cuando ambos, hablando por Skype, se quedaban en silencio simplemente mirándose; esos momentos en que ambos ojos chocaban y olvidaban cualquier suceso, evento o persona del mundo y a su alrededor. Sakuragi siempre terminaba tembloroso y más nervioso de lo normal, especialmente por lo que aquellos zafiros expresaban…

 

Los ojos del zorro... son tan… tan... brillantes… y profundos y… azules…

 

Sin poder evitarlo ni preverlo, el pelirrojo sintió la tibieza y el recuerdo del beso que el pelinegro le dio en el aeropuerto.

 

Antes, para Hanamichi, era fácil calificar el momento más vergonzoso de su vida, señalando sin duda el día en el que Haruko le rechazó, incluso ahora puede recordar el pinchazo acido de ese momento, el retorcijón de su estómago y el ardor de sus mejillas; no obstante, desde el preciso instante en que el zorro caminó frente a él, cerró los ojos y alzó el rostro, fue abrumadora y exorbitantemente superado; pues cuando sintió el calor de unos labios apoyándose sobre los suyos, la resequedad y cada línea presionado contra él, la electricidad que corrió por su cuerpo, el calor de su estómago, la rapidez de su sangre que abandonó su cerebro haciéndole sentir que se desmayaría, ese día Hanamichi Sakuragi sintió que hasta los dedos de sus pies ardieron; y no exactamente de vergüenza.

 

Y ahora, ahora no podía despertar, entrenar, ir a clases y dormir sin pensar o recordar al estúpido zorro.

 

¡Era horrible! ¡Ese maldito de Rukawa estaba metido hasta en la sopa que su madre tan amorosamente le preparaba!

 

Principalmente por eso es que estaba aquí el día de hoy. Porque su desviada atención hacia el idiota le estaba comiendo la cabeza, no permitiéndole pensar de manera lógica y razonable.

 

“El día que me fueron a dejar al aeropuerto…” Comenzó, pensando que explicarlo de la otra manera era demasiado complicado. Mito, que estaba intrigado por lo anteriormente dicho, ahora se encontraba más confundido aun. ¿Qué tenía que ver algo que había pasado hace más de un mes? “… Yo… me despedí del viejo Dan… de mamá y papá Rukawa…y… también de ese perdedor…” Relataba con la miraba pegada en el piso “Pero cuando me iba, el zorro me llamó… él dijo mi nombre” Yohei levantó las cejas con asombro, es decir, algo le había quedado claro que esos dos habían dejado ciertas asperezas atrás, y ahora eran algo así como amigos, pero nunca se esperó tanta confianza entre ellos, y especialmente en tan poco tiempo. “Cuando me di vuelta, él vino hacia mí…y… b-bueno él… el zorro…” Mito estaba casi tentado de golpear las palabras fuera del pelirrojo, pero en vista y considerando que a consecuencia de ello quedaría él todo moreteado y adolorido, pretendió paciencia mientras apretaba los labios “¡T-tú sabes! É-él simplemente… ¡Ese bastardo me besó!” Terminó de decir completamente colorado.

 

“¡¿Qué?!” Vociferó el castaño (el grito probablemente se escuchó en toda la cuadra). Oh, por dios, oh por dios… ¡Oh, por dios!  ¡No lo puedo creer! ¡Ese rey de hielo actuando así…! Aunque… bueeeeno… La verdad es que nada raro le resultaba que el tipo batiera para el otro lado, considerando que ni una vez miró a alguna de sus compañeras o fans (y algunas de ellas no estaba para nada mal). ¡¿Pero que le guste Hanamichi, de toda la población masculina del planeta?! ¡Es que ese tipo está mal…! Hana lo odia… si a penas y lo soportaba cuando se fue a los Estados… ¡Ja! ¡Pobre tipo! Hasta me da un poco de pena… Pensaba mientras procesaba todo el asunto. Sin embargo, al levantar la vista y encontrarse con la faceta silenciosa y sonrojada de Sakuragi, algo hizo click  en la mente del castaño…

 

¿No será que a Hana…?

 

“¿Y… tu… le respondiste?” Preguntó después de carraspear el gran nudo de su garganta.

 

“¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Cómo crees?!” Replicó enseguida sintiendo como el fuego de sus mejillas se expandía por todo su rostro y cuello. “Además… ese… ¡Ese maldito se atrevió a quitarle el primer beso de este genio!” Desvió el tema, recordando que aquello también le daba coraje y más vergüenza.

 

“Bueno… ya era hora, Hana Jajajajajja!” Se burló el castaño, cayendo en cuenta que nada de esta conversación en realidad le disgustaba, incomodaba o repelía. Hanamichi era, y siempre sería, su mejor amigo; sin importar en quiendecidiera ese bobo depositar su corazón.

 

“¡Cállate, mal amigo! ¡Este talentoso deportista lo estaba reservando para alguien especial!” Respondió igual de apenado, pero ahora, inexplicablemente, sintiéndose más ligero y despreocupado. Ver a su amigo reír y bromear como siempre, de seguro le quitó un peso que él no tenía ni idea estaba cargando en sobre sus hombros. “Alguien… alguien como Haruko…” Continuó esta vez en un susurro.

 

Mito suspiró intentando reunir las palabras para expresar lo que quería decir; la verdad es que no estaba muy seguro de qué estaba pasando acá. Bueno… claramente Rukawa es… gay…y al parecer le gusta Hanamichi… pero… qué pasa con Hanamichi… ¿le sigue gustando Haruko? ¿Además, qué tiene que ver Rukawa en todo ese asunto con la elección del equipo?

 

“¿Y tu… sentiste algo? ¿Con el beso, me refiero?” Preguntó intentando hilar los pedazos del rompecabezas.

 

“¡Claro que no! Osea… Sentí sus… ¡tu sabes! Sus… sus labios y su c-calor… pero ¡eso es todo!” Respondió en seguida, encontrando que aun no estaba preparado para explicar lo que de verdad experimentó cuando el zorro le besó tan sorpresiva, pero tiernamente esa mañana.

 

“¿Te dio asco?” Sakuragi abrió los ojos asombrado. Nunca se había esperado esa pregunta, pero no podía negar que no era mala, pues muchas personas se sentirían violentadas o asqueadas cuando alguien de su mismo sexo les besara sin consentimiento. Hanamichi rápidamente hizo un repaso de ese día, de ese momento, e irónicamente, recordó haber deseado que lo qué sea que estaba sintiendo, no terminara nunca; esa tibieza, esa electricidad, ese placentero calorcito; todo ello fue adictivo. Por eso, y porque no se sentía con las ganas de negarlo, negó suavemente con la cabeza. “Quizás--- quizás te gustó porque nunca has besado a nadie antes…” Yohei, que por la expresión de Hanamichi presintió qué estaba pasando verdaderamente, no quiso presionar el tema. Tal y como ahora, cuando el pelirrojo se sintiera preparado, acudiría a él, no antes. Por ello, y sólo por eso, le concedió una vía de escape.

 

“Mmm…” Murmuró Hanamichi mirándose las zapatillas con el ceño fruncido.

 

“Pero Hana… si la duda que tienes entre Duke y North Carolina, es porque quieres escoger a los Tar Heels, pero sólo para alejarte de Rukawa consideras la primera, yo te aconsejo que sigas al equipo, y no a la persona de la que te quieres apartar” Terminó Yohei con seriedad, decidiendo pararse con la excusa de ir a buscar refrescos, pero en realidad quería darle algo de privacidad al meditabundo chico pelirrojo.

 

Sakuragi, que vio la partida de su amigo con ojos perdidos, soltó una risa sarcástica antes de negar con la cabeza.

 

¿Qué dirías, mi amigo, si te dijera que Duke fue siempre mi elección, hasta que el zorro me besó…?

 

.

 

.

 

Quizás te gustó porque nunca has besado a nadie antes…

 

Esas palabras, que habían sido dichas con tanto cuidado y pretendida ligereza por parte del mejor amigo de Hanamichi, ahora retumbaban en la mente del joven pelirrojo, que se encontraba sentado expectante y nervioso en la solitaria banca de un conocido y poco concurrido parque (por la hora no había mucha gente). Sakuragi suspiró y se paró, no resistiendo la espera quedándose en una sola posición.

 

El conocido mono se preguntó una y otra vez sobre lo que estaba a punto de hacer, pero de nuevo se lo afirmó con fuerza y determinación. Es la única manera de saber… se dijo con ambas  manos en sus bolsillos y la mirada alzada hacia el anaranjado cielo.  

 

Él y Yohei habían hablado hace ya unos buenos días atrás, conversación que le había dejado aun más ansioso y alerta, puesto que trajo a la vista y a la superficie pensamientos y sentimientos que él no tenía ni idea que estaban ahí, guardados y presentes en su cuerpo. Había intentado ignorar todo aquello concentrándose en sus amigos y prácticas de baloncesto (considerando que estaban en vacaciones), pero eso aun le dejaba las solitarias y largas noches; largas horas en las que se revolvía una y otra vez en las mantas de su futón, especialmente si antes había estado hablando con el famoso zorro por una videollamada.

 

Esas charlas siempre le sosegaban, tranquilizaban y hasta le alegraban, pero también, le tensaban, le dejaban el cuerpo demasiado caluroso y energético. Y Hanamichi no tenía ni idea cómo apagar cualquier cosa que su cuerpo estuviese experimentando.

 

Sakuragi no estaba seguro de qué fue exactamente lo que gatilló lo que estuviera aquí hoy, o bueno, quizás si lo sabía, pero no quería admitirlo.

 

La noche anterior, mientras hablaba con Rukawa sobre los equipos de la NBA y sus favoritos, el pelirrojo había comentado que no estaba seguro si elegir entre los Oklahoma City Thunder  o Miami Heat. El pelinegro, que le dio su (dura) opinión de ambos, le había luego dicho con indiferencia que, ahora quizás podría gustarle aquellos equipos, pero la verdad la sabría cuando los viera jugar en vivo; juegos que podrían ver juntos una vez que se fuera a EE.UU. Hanamichi en aquellos momentos se quedó en silencio, mientras que el zorro se quedó estático (Al parecer recién dándose cuenta de lo que había dicho). El pelirrojo, un poco nervioso, se decidió a confesarle que ahora sabía que no elegiría a Kentucky, pero que aun estaba entre los Blue Devils y los Tar Heels. Kaede ante ello, no le dijo nada (y tampoco lo necesitó) puesto que la deslumbrante y verdaderamente alegre sonrisa que le abrió los labios, dejó mudo al mono.

 

A Sakuragi le perturbó y asombró que una acción tan pequeña (¡Sólo una sonrisa!) fuese capaz de moverle el piso, las paredes y en realidad, todo el mundo. Su corazón había martillado tan fuerte en su pecho, que Hanamichi temió estar frente a una situación a la de su padre o el gordito. Su respiración se había vuelto pesada, y sus manos habían temblado con la necesidad de tocar algo, de acariciar, de tomar. Toda su piel y cuerpo ardió de deseo.

 

Y eso al pelirrojo le espantó.

 

Porque Rukawa Kaede, el zorro apestoso, el rey de hielo, su mayor rival, lo había provocado.

 

“¡Sakuragi-Kun!”

 

Y por eso hoy estaba aquí.

 

La femenina y suave voz le trajo de vuelta al mundo. Con una boba sonrisa, el autoproclamado genio volteó hacía la chica que se acercaba corriendo.

 

“¡Lamento tanto la tardanza! Pero mi hermano llamó y tu sabes lo mucho que lo extraño-” Se excusaba con el rostro sonrojado y medianamente sudoroso, pero aun así bello.

 

“Está bien, Haruko-san. No tienes que explicarte” Le reconfortó rápidamente mientras se rascaba la nuca y bajaba la cabeza para acercarse más a la joven que le miraba atenta. “Emm… ¿Por qué no nos sentamos?” Inquirió apuntando a la banca que le había albergado hacía sólo unos minutos atrás. La pequeña Akagi asintió y tomó asiento.

 

“Me alegró tanto que me llamaras, Sakuragi-kun. No había tenido la oportunidad de verte desde que ganaron el campeonato… Y como después nos fuimos a Tokio a visitar a mi hermano-” El pelirrojo asentía con fervor y sonreía como tonto a cada palabra, sin verdaderamente escuchar algo de lo que salía de la pequeña boca de la muchacha. ¿Sería posible que siempre su corazón se sintiera así con ella? ¿Cómo si se apretara en su pecho? “¡Fuimos a tantos lugares! La ciudad es tan bella, Sakuragi-kun, deberías ir algún día… Mi hermano incluso me llevó a una feria gigante ¡Había tantas cosas! Y, bueno… yo… encontré algo para ti-” Dijo comenzando a rebuscar en su pequeño bolso lila. Hanamichi le miraba con la boca abierta. ¿H-Haruko-san me compró algo…?  En ello se quedó pegado cuando una figurita se posó frente a sus ojos. Enfocándose vio, que la menuda mano de la joven sostenía un pequeño llavero negro, que como figura tenía el rojo y sonriente rostro de un mono. El pelirrojo le quedó mirando por unos segundos. “¡Y-yo no quería ofenderte ni nada! Es sólo que… lo miré y pensé en ti” Agregó inmediatamente Akagi mientras se mordía el labio inferior.

 

“¡N-no! ¡Me encantó! Nyahahahah, ahora este genio no perderá sus llaves” Rieron ambos para luego mirarse a los ojos. Haruko le veía con interrogación y curiosidad, mientras que Hanamichi con nerviosismo. ¡Vamos! ¡Sólo díselo!  ¡Es tu amiga! “…Haruko… la verdad es que yo te llamé para pedirte algo” Admitió observando quieto a la chica.

 

“¿Qué cosa?” Preguntó con verdadera curiosidad.

 

“Yo… en Norteamérica… bueno…yo…allá yo….conocí a alguien…” Comenzó con las mejillas sonrojadas y la mirada volteada. Haruko sintió un apretón en el pecho. “Con esa persona, nos hicimos amigos… muy cercanos…” El pelirrojo tragó antes de continuar, mientras que la joven no entendía por qué le estaba contando todo esto, y peor aún, por qué le molestaba. “Y cuando me fue a dejar al aeropuerto… me… me b-besó… Ya después me dijo que le gustaba…” Resumió por fin mirando a los oscuros ojos azules de Haruko.

 

“¿Y… ella te gusta?” Sakuragi no vio la necesidad de corregirle que en realidad se trataba de un hombre, y peor, de su antiguo (o aun, él no sabía) amor, el único e inigualable ex súper rookie Rukawa; en cambio, se limitó a levantar los hombros ignorando el pinchazo de incomodidad por mentirle tan abiertamente. No es que se sintiera avergonzado, se dijo, pero… no quería hacerle daño a la jovencita mirándole ahora mismo con curiosidad.

 

“Eso es lo que no sé… Yo… He estado durante tanto tiempo enamorado de ti…” La chica, inmediatamente, se sonrojó fuertemente con ello volteando la mirada y cerrando con nerviosismo sus pequeñas manos “…Que no puedo decir si lo que siento por esa persona es amistad o… algo más

 

“¿Entonces… qué necesitas de mi?” ´Preguntó sin entender verdaderamente lo qué quería su amigo.

 

“Haruko… yo… bueno… yo me preguntaba si… yo podría…” Su rostro, mientras hablaba observándose las grandes y bronceadas manos jugar con sus jeans, comenzó rápidamente a sonrojarse desde su cuello hasta la última punta de su frente,  mas el resto de su cuerpo y corazón se mantenían estables y fuertes en la solitaria banca y parque de esa templada tarde. Solo haciendo esto, lo sabrás…se dijo viendo de frente a la muchacha aun colorada por la anterior confesión. “… ¿Besarte…?”

 

“¿Q-qué?”

 

“¡Solo una vez! ¡Para…! Para saber…” Terminó en un susurro suplicante.

 

Haruko, sinceramente y con todas sus letras, estaba sin palabras, con los labios y ojos abiertos. Sólo una vez había besado a un chico, en su último año de preparatoria, para intentar olvidar a Rukawa, quien sólo unas semanas después se iría a Norteamérica, pero no le había gustado; no porque el chico en cuestión fuese poco agraciado o simpático, es sólo que…no sintió nada, excepto quizás la emoción y nerviosismo de dar su primer beso.

 

Ahora, en cambio, era Sakuragi, su mejor amigo y el mejor chico que conocía en el mundo, quien le pedía un beso, sólo uno… y ella… ella quería dárselo… Por lo anterior, es que asintió despacito y sin mirarle a los ojos.

 

Sakuragi se ahogó con su propio aire, pero se mantuvo firme.

 

Mi primer beso….

 

¡Mi primer beso es con Haruko-san!

 

Se dijo, decidiendo en el acto que el beso que le había dado el zorro no contaba verdaderamente, pues él ni siquiera había respondido.

 

La chica ahora alzó el rostro con los ojos suavemente cerrados. Hanamichi tragó fuertemente y comenzó a acercarse al rostro contrario. A sólo unos milímetros de la otra cara, también cerró los ojos y unió por fin sus labios. Estos eran rellenos, blandos y húmedos por el lápiz labial. Sakuragi disminuyó la presión y bajó la boca hacia el labio inferior con lentitud, refregando su nariz con la contraria; Haruko suspiró mientras se pegaba más al pelirrojo. Éste apretó entre sus labios el de la chica. Sólo unos segundos y respiros entrecortados siguieron unidos, antes de separarse con lentitud.

 

La pequeña Akagi respiraba agitadamente mientras veía con fascinación la boca del joven frente a ella.

 

“Yo… Lo siento, no debí-” Dijo apresuradamente Hanamichi sin saber qué decir en esta situación, pues había sido él quien lo había instigado, pero era en realidad la muchacha quien lucía seriamente perturbada por lo recién acontecido.

 

“Está bien… Me alegra… me alegra poder ayudar…” Le interrumpió la joven castaña sintiendo un extraño ardor en sus azules ojos. “Yo… recordé que me había comprometido con mis padres a hacer la cena…” Mencionó levantándose de la banca con cierto titubeo. Sakuragi le asintió con una sonrisa mientras se levantaba también para despedirse como correspondía.

 

“Claro, no te preocupes. Ve” Le instó con ligereza. Haruko no tardó en salir de allí con una rapidez inusual, pero que Sakuragi ignoró totalmente.

 

Cuando la figura de su antiguo amor desapareció entre los árboles danzantes, Hanamichi apoyó todo su peso en la banca al tiempo que alzaba la vista hacia el casi oscuro cielo.

 

Vaya…

 

Subió una de sus manos a su boca y bajó la cabeza, acariciándose casi con ternura sus labios.  

 

Era increíble, pero… no había sentido nada.

 

Nada de nada.

 

Su boca sobre la soñada de Haruko, fue simplemente eso, la sensación de unos suaves labios apretados contra los suyos. Hubo humedad y calor, pero solo externo. Dentro de él, en su pecho, en su estómago, no sintió nada. Nada comparado con lo que experimentó con el bastardo ese. Ese fuego, esa electricidad, esas placenteras vibraciones en su cuerpo, ese revoloteo en el estómago.

 

“Maldito Rukawa” Dijo en un suspiro.

 

Bueno… esto también explica muchas cosas…pensó ahora con el ceño fruncido y las palmas de sus manos sudadas. Se rascó la cabeza mientras recordaba ciertos momentos, ciertas escenas que en aquellos instantes no tuvieron sentido, no tenían explicación, ahora en cambio, todo era más claro, más brillante, y por qué no decirlo, mejor…

 

Esa necesidad y ansiedad que sentía por el zorro; esas ganas que le abrumaban para hablarle, molestarlo y retarle, de provocarle y obtener una reacción. Todo ello ahora era más claro. Recordó, no sin vergüenza, las miradas que estaban compartiendo últimamente. Lo ahogado que se sentía cuando le escuchaba hablar en su tono ronco y grave. Intimo. Secreto. Lo deprimido que estaba cuando no podía hablar con él aunque sea por una noche. Gruñó un poco al pensar en unos días atrás, cuando el pelinegro, a su manera por supuesto, le había felicitado por un video que le mandó de sí mismo al chico más bajo de uno de sus últimos entrenamientos. Sakuragi, aquella noche, había experimentado una explosión en su pecho. Un abrumador destello en su estómago. Sintió como sus mejillas, cuello y orejas se sonrojaban cuan llama. Como su corazón luchaba para salir de su celosa caja. Había tragado con exageración para luego insultar al zorro por sus comentarios vergonzosos y para nada útiles. Pero por dentro, se sintió tan, tan, taaan realizado, tan alegre.

 

Hanamichi, experimentando nuevamente ese revoloteo en todo su cuerpo, sintió las irracionales ganas de hablar y ver a Rukawa. Quiso escuchar su risa. Ver sus hoyuelos. Escuchar sus patéticas bromas. Insultarle por cualquier ofensa.

 

Deseó tenerlo ahí consigo.

 

El chico pelirrojo, un poco más claro, menos confundido, pero aun así sosegado, se levantó, sacudió las ropas y partió a la salida del parque.

 

Supongo… pensó arrugando los labios con cierta molestia… supongo que ahora sé que tengo que hacer…

Amigo Yohei…

 

…se viene otra de nuestras conversaciones…

 

Pensó con una sonrisa al tiempo aceleraba un poco el paso y partía hacia casa. 

 

.

 

.

 

Notas finales:

Y ha terminado!!! Y siii! como dije arriba, este fue el penúltimo capítulo. Ya pronto subiré el final! :D

Ojala haya logrado transmitir bien los sentimientos de ambos personajes. Eso es lo que más preocupa. Y Hana... al fin se dio cuenta!!!! Y que bueno, porque estaba un poco aburrida de hacer sufrir a Rukawa... y Por favor!! no se molesten por el pequeño momento HanamichixHaruko... yo, a diferencia de muchas, no la odio u.u... La verdad (por favor no me asesinen) siempre me ha gustado, y si no existiese Kaede, me gustaría verlos juntos. Ah! El nombre del cap, Primer Beso, en realidad se basaba en eso. Y Riku!! Por ti, pondré algo de Kevin y Chris!! :)

Eso! Creo (?) que no tengo más que agregar. Espero sus comentarios, criticas y todo! cualquier cosa es recibida.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).