Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Somos Fuertes por Javmay

[Reviews - 34]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Buenos días!! (aqui en Chile, al menos, son las 10 de la mañana) he llegado, tal y como prometi en el cap anterior, con el tercero!! que ya está un poco más largo :)...

Como siempre, antes POR FAVOR LEER ESTO:

"Las palabras que estén en comillas de esta manera" - Son DIALÓGOS

Las palabras o frases escrita de esta manera - Son pensamientos

"Las palabras o frases cursivas ENTRE comillas" - Son DIÁLOGOS en Inglés que AHORA estarán en español porque me lata ponerlo en inglés y luego traducirlo (lo se... soy muuuy floja)

Las palabras sólo en cursivas - Son palabras, justamente, importantes o destacables (EN EL CAP ANTERIOR ME DI CUENTA QUE LAS supuestas subrayadas que ponía no estaban saliendo, asique tuve que cambiar la modalidad...)

[Los números entre estas casillas] - Son aclaraciones y/o explicaciones que pondré en Notas Finales...


Eso es todo!! Este cap va dedicado a Dan (Anonimo)... Muchas gracias por tu comentario: No sabes lo feliz que me hizo :D y que gusto que ambos caps te hallan provocado eso!! es justo lo que buscaba... ojala este te guste n.n

III. Enseñanzas de Shohoku

 

-

 

-

 


Jav

 

Editado el 07/10/2014

 

Totalmente sumido en el mundo de los sueños, fue simplemente inercia lo que controló a su brazo derecho para tirar con brusquedad el ruidoso reloj de su cómoda.

 

Alcanzando a voltear el cuerpo para retomar el sueño, otro estridente sonido rompió la calma desde el velador a su lado. Abriendo con lentitud un ojo azul, le pegó un fuerte manotazo al segundo condenado reloj. Acomodándose de nuevo entre las calientitas frazadas, alcanzó a apoyar la cabeza en la siempre recibidora almohada, cuando un tercer sonido rompió la tranquilidad de la habitación. Esta resonancia, a diferencia de las anteriores, venía del final de la pieza (desde un mueble que se encontraba junto a la puerta).

 

Maldigo el día que se me ocurrió dejar tres-malditas-alarmas, gruñó antes de taparse toda la cara con uno de su cojines. Se lamentó un poco más, gruñó y se movió entre las manos, pero al final igual se levantó desorientadamente hasta el reloj; apagó éste con un poco más de  delicadeza que los anteriores, pero con igual odio. Se refregó los ojos y salió de su cuarto directo al baño para lavarse los dientes y tirarse una buena cantidad de agua a la cara (último recurso para despertar) antes de ponerse su traje deportivo (ya que él no tenía la costumbre de bañarse hasta después de practicar).

 

Terminado su acicalamiento, bajó con lentitud hasta la cocina (no sin, por supuesto, agarrar su bolso de entrenamiento y balón). Abrió un poco más los ojos de lo normal cuando escuchó una desagradable risa proveniente de ella.

 

¿Qué rayos…? se preguntó hasta asomarse a la puerta.

 

Ahí, en la pequeña y blanca mesa, se encontraban cómodamente instalados su madre y ese idiota. Ambos riendo y comiendo lo que parecía un apetitoso desayuno. Maldición, se me había olvidado que este estúpido estaba aquí…

 

“Nyaahahahhah ¡zorro! ¡¿Se te pegaron las sábanas o qué?! Nyahahaha” Con una mano sobre su estómago y la otra apuntándolo, el pelirrojo se retorcía cómicamente en su lugar. Mamá Rukawa sonrió antes de voltear a su hijo.

 

“¿Quieres que te sirva algo antes de salir?” La mujer preguntó parándose de su lugar. Kaede inmediatamente le negó con un gesto de la cabeza.

 

Ya no tengo hambre, pensó mirando a su ex compañero de equipo.

 

“¿Um, salir? ¿Tienes clases los sábados?... Nyaahahhahah ¿Acaso estás repitiendo ramos, tonto? ¡Debí suponerlo! Apuesto que tus neuronas sólo piensan en baloncesto… ¡Y ni eso haces bien!” Con una sonrisa maliciosa, Sakuragi fijaba el poder de sus ojos marrones en el siempre inexpresivo pelinegro, quien se limitó a devolverle una mirada envenenada.

 

“Voy a practicar, estúpido” Rukawa suspiró internamente por rebajarse hasta el punto de contestar a ese idiota. Que ese tonto piense lo que quiera, concluyó acercándose al refrigerador para tomar un poco de jugo y comer al meno una fruta antes de salir (con ese tarado ahí, ni aunque le pagaran se sentaría).

 

“¡Yo también voy!” Hanamichi gritó, sorprendiendo a la pobra mujer, que se colocó una mano sobre su acelerado corazón ante la reacción. Este chico sí que tiene pulmones, pensó con gracia. Rukawa se encogió un poco con el alarido, pero no le dio más importancia (total Sakuragi siempre había sido un boca-suelta).

 

“No” Respondió enseguida sin siquiera molestarse en darle una mirada a su ex compañero de equipo. Sakuragi gruñó mientras el pelinegro bebía directamente del embase de jugo.

 

“¿Y quién eres tu para impedírmelo? ¿O es que acaso temes enfrentarse a este talentoso jugador?” El pelirrojo se acercó bruscamente a un Kaede inmutable. Con ambas manos en su cintura, Hanamichi sonrió con sorna. “...No me sorprendería que se te haya olvidado todo... si hasta los de tu equipo te rechazan…” Rukawa, como pudo, controló las ardientes ansias de estamparle un buen puñetazo en esa sonriente cara. Apretando violentamente sus dientes (sin temer futuros problemas dentales), asió sus puños y alejó la mirada.

 

“Juguemos, idiota” Una parte de él sabía que estaba cayendo justo donde ese retrasado se propuso llevarlo, pero que el infierno se congelara antes de quedarse sin hacer nada frente a las estupideces que salían de la bocota esa.

 

Hanamichi rió echando su cabeza hacia atrás.

 

“Ahora te probaré quien es el mejor, zorro. Quedarás mudo y humillado frente a las magnificas y talentosas habilidades de este jugador estrella Nyahahahha” Chispas eléctricas y mortíferas parecían salir de la batalla visual que ambos jóvenes mantenían en la entrada de la cocina. Mamá Rukawa se sintió un poco fuera de lugar ante el combate de los chicos.

 

“¿Eh?” Se escuchó desde la puerta de la cocina. Ambos basquetbolistas, sin prestar atención, continuaron con su lucha visual. Mama Rukawa, en cambio, aliviada del respiro, volteó hacia la pierta, encontrándose en ella a su marido, quien confundido miraba a ambos jóvenes. Papá Rukawa se giró con interroganción hacía su mujer.

 

Mamá Rukawa simplemente levantó los hombros.

 

.

 

.

 

Ya en la cancha pública, ambos deportistas dejaron sus cosas sobre las bancas más cercanas. Hanamichi usaba una polera azul enrollada hasta sus hombros, demostrando unos brazos que hablaban de duro entrenamiento y dedicación. Kaede, no obstante, no se dejó impresionar, pues ya conocía las habilidades y capacidades de Sakuragi. Sabía que era bueno (extremadamente bueno)...., pero él era mejor.

 

Además, Rukawa pensó, es imposible que en sólo un año hubiese logrado superarlo; especialmente tomando en cuenta que él había estado en una de las mejores universidades de EE.UU, enfrentándose a jugadores excepcionalmente mejores y experimentados.  

 

“¿Estás preparado para sufrir la peor de las humillaciones, zorro?” Hanamichi provocó colocándose justo al centro de la cancha. Rukawa, acercándose lentamente, se ubicó al frente.

 

“Sigue soñando, tarado”

 

Después de hacer una batalla campal por un simple juego de piedra, papel o tijeras, Sakuragi ganó el comienzo. Boteando el balón, el pelirrojo sonrió engreído mientras Kaede se fijaba en sus movimientos. Fue menos de un segundo después cuando Sakuragi se echó hacia atrás levemente.

 

Siempre presumiendo, pensó Rukawa adivinando que el pelirrojo pretendía encestar con un salto. Sin pensarlo dos veces, Rukawa se alzó para tirarle el balón en la cara.

 

Pero se equivocó

 

Sakuragi, en cambio, realizó un amague o pump fake [21], aprovenchando que Rukawa se elevaba en los aires. A penas el pelinegr se despegó de la duela, Hanamichi pasó como un rayo junto a él. Kaede sólo alcanzó a aterrizar cuando el pelirrojo ya estaba encestando bajo la canasta.

 

“Nyahahahahhah, llevo uno de mil más, zorro” Sakuragi rió con ambas manos en su cintura y la cabeza echada hacía atrás. Rukawa frunció el ceño, fulminando con la mirada al tonto ese.

 

“Milagro” Que le partiera un rayo antes de admitir que esa jugada había sido totalmente increíble. Nunca lo vio venir. Fue pura suerte, pensó volviendo a su lugar.

 

Después de aquella jugada, los ánimos se caldearon como el interior de un volcán. El señor meteorólogo pudo haber informado la noche anterior que este día habrían apacibles y exquisitos 19 grados (Excelentes para un relajante y divertido día en la playa dijo el hombre con una sonrisa). Pero falló al pronosticar los Celsius de esta cancha de baloncesto, donde el mismísimo infierno se había desatado.

 

Los dos jóvenes estaban empapados de la sien hasta los pies. Ambos jadeando se mantenían fijos y absortos en las jugadas de su contrincante. La diferencia de puntos era mínima, pero Rukawa no aceptaría fácilmente la derrota. No perderé contra este idiota, se repitió bloqueando una violenta jugada del pelirrojo. Sakuragi, notando que no pasaría cómodamente la defensa de Rukawa, decidió realizar una última jugada ganadora; una que requería de su cien por ciento físico; una que no le permitiría mucho más luego.

 

Pero todo sea por ganar.

 

Boteando con precaución y firmeza, Hanamichi comenzó a retroceder. A punto de pisar la línea de la mitad, se inclinó rápidamente y lanzó el balón hacia el tablero. Rukawa se extrañó con la jugada, pero no lo pensó demasiado antes de correr hacia la pelota que caía cerca, pero no directamente en la canasta, sin embargo, un viento rojo pasó junto a él.

 

Sakuragi, como una aparición, recibió el balón y lo clavó colgando por unos instantes.

 

Al aterrizar, tanto él como Kaede se quedaron parados y respirando con dificultad.

 

Qué.Fue.Eso….

 

Hanamichi, dándole la espalda a su ex compañero de equipo, aprovechó la intimidad para soltar una mueca adolorida al mirar sus piernas. Esto era lo que no le gustaba de hacer jugadas como aquellas; requerían mucho de su físico; y aunque al comienzo de sus años de basquetbolista esa era su única ventaja, ahora junto con el gordito había aprendido que también están las técnicas, tácticas y habilidades. Existían otras formas de juego que hacían increíbles a un jugador, y que además, no le arruinaban el cuerpo en el camino (demasiado, por supuesto). 

 

Rukawa no pudo evitar observar fijamente a su contrincante. Cómo… se preguntó sin siquiera pestañar. Dónde estaba ese Hanamichi Sakuragi que derrotó de manera vergonzosa en su primer año de preparatoria [22]. Dónde estaba el atolondrado jugador que practicaba sólo para llamar la atención. Este Sakuragi, este pelirrojo frente de él, era una basquetbolista hecho y derecho. Kaede negó distraídamente la cabeza. Fue su error el subestimarlo, ya que durante sus últimos dos años de preparatoria había visto el asombroso crecimiento de Hanamichi; como pasó de ser un simple principiante, a convertirse en uno de los jugadores más temidos del distrito; de aquellos que se susurra y admira. De aquellos que los niños de primero sueñan con ser. De aquellos que hay que tomar en cuenta en las competencias. No por nada había sido por un año el capitán.

 

Sakuragi veía cosas que muchos pasaban desapercibidos. Aprendía rápido y no olvidada. Y más importante, donde quiera que fuese, siempre se convertía en el alma y corazón del equipo.

 

Por algo le están lloviendo ofertas de universidades, pensó Rukawa antes de ver como el pelirrojo volteaba. O no---, aquí viene. Kaede casi deseó taparse los oídos ante el inminente grito de ese tarado.

 

“Nyahahahhahah… ¡¿No fue eso increíble?!” Rukawa levantó una ceja ante la silenciosa (para los parámetros de Sakuragi) réplica del autoproclamado genio. “...¡Ahora ya sabes quién es mejor, bastardo!” Gritó antes de reír de mnaerea escandalosa. Moviendo circularmente los hombros, el pelirrojo comenzó a caminar hacia sus cosas sobre la banca. Por un momento Rukawa quiso detenerle para continuar con el juego (pues en ningún momento pusieron límite de tiempo o puntos) pero al hacer un rápido chequeo de su cuerpo, se sorprendió al sentir dolor en lugares que ni recordaba tenía (y eso que hoy en la tarde tenía entrenamiento con el equipo). ¡tch! Maldición, se dijo al comenzar a caminar hacia donde estaba el pelirrojo cambiándose.

 

El camino de salida fue silencioso. De parte del pelinegro porque estaba demasiado hambriento y somnoliento para hacer algo más que caminar a casa. El asombro de la victoria de Sakuragi ya no le pesaba tanto, pues ya había pasado sus buenas veces durante la preparatoria (siendo la primera vez a mediados de su segundo año), asique para qué quedarse pegado en aquello, cuando era obvio que durante este ultimo año el tonto había seguido entrenando y aprendiendo.

 

Sakuragi, en cambio, estaba resplandeciendo felicidad, a penas y controlando los acelerados latidos de su corazón. Jjajajjaj, le gané al Maldito de Rukawa. ¡Para que vea!... Nadie puede derrotar a este talentoso jugador. Un genio como yo está destinado a la grandeza.... ¡Aahh~! No puedo esperar para contárselo al gordito y a esos inútiles. Tatareando y sonriendo es como llegó a un cruce junto a el silencioso zorro.

 

Un lado señalizaba el centro del pueblo, y el otro apuntaba el camino a seguir para llegar a la residencia Rukawa.

 

“¡Oye, perdedor! ¿Y no me vas a mostrar la ciudad? Si para eso estoy aquí” Sakuragi dijo codeando bruscamente al medio dormido chico junto a él.

 

“Muéstratela solo” Respondió enseguida. Ya sabía yo que el tarado no se quedaría tan callado, pensó Kaede al repetir la palabra "perdedor" en su mente con amargura. Lo más probable es que ese idiota aprovecharía cada oportunidad que se le presentara para refregárselo en la cara.

 

“¡Arhg---! ¡Pero que mal perdedor eres, zorro! Era obvio que este genio iba a barrer el piso con tus mediocres habilidades Nyahahahhaahha” Cuando la luz del cruce dio verde, Rukawa avanzó con dirección a su casa. Hanamichi, refunfuñando por unos segundos, se resignó a seguir al fracasado ese. No le hacía ninguna gracia explorar una ciudad desconocida, en un país desconocida y con nada de dinero encima. 

 

.

 

.

 

A penas llegaron a la casa, ambos chicos se dispusieron a comer algo después de darse una concienzuda ducha. Mamá y papá Rukawa quedaron asombrados con la cantidad de alimentos que Hanamichi devoró como desesperado (casi temieron quedar cortos durante el mes que pretendía quedarse). Rukawa, a pesar de haber ingerido sólo unas cuantas frutas en la mañana, comió lo justo y necesario que su madre colocó para él. Sakuragi, en cambio, que había recibido un abundante desayuno en la mañana, parecía un saco sin fondo pidiendo y pidiendo repetición del plato [23].

 

Nada más terminar, el Rukawa se excusó para ir a dormir (era su rutina y costumbre antes del entrenamiento de la tarde). Hanamichi, sin nada más que hacer, pidió la laptop del hogar para comunicarse con su familia y amigos.

 

Su madre lloró durante toda la conversación que mantuvieron (alrededor de media hora mediante videollamada), en las que Sakuragi intentó tranquilizarla relatándole con lujo y detalle su asombrosa victoria sobre ese maldito de Rukawa. La madre de Sakuragi, quien no conocía personalmente al susodicho, sabía del papel que ese jovencito jugaba en la vida de su hijo; era su más grande rival. Por lo que rió y le felicitó.

 

Con los chicos de su Gundam se comunicó por Skype (Los cuatro chicos habían corrido a un ciber luego de recibir la brusca llamada del pelirrojo). Sakuragi a penas y saludó antes de gritar que le había ganado vergonzosamente a ese zorro dormilón. Takamiya, Ookus y Noma rieron y le preguntaron qué clase de alucinógeno había estado consumiendo para imaginar eso.

 

Después de tres cabezazos virtuales (innombrables insultos) continuaron discutiendo y riéndose entre ellos.

 

Al resto de sus amigos (Michy, Ryochin, Gori y cuatro ojos) se le limitó a inviarles correo eléctronico, ya que los cuatro nombrados, al estar en la universidad (y Ryota y Takenori pertenecían además a los equipos de baloncesto de sus respectivas facultades), no podía garantizar que contestaran o estuvieran disponibles para hablar por internet. En los cuatro mensajes repitió, en letras gigantes y de color, que había vencido a Rukawa en un uno-contra-uno.

 

Por unos momentos ponderó la idea de enviarle algo al mono salvaje (para refregarle y recordarle que él nunca fue capaz de ganarle a Rukawa) y al puercoespín (quien a pesar de su engreída personalidad, nunca le trató mal, al contrario) [24], pero cuando se decidió, cayó en cuenta que no tenía los correos de ninguno de los dos.

 

Rato después, cuando terminaba su videollamada con el gordito (quien le felicitó con una risa su victoria), vio aparecer por las escaleras la figura media dormida del zorro. Terminada la llamada, se paró y siguió al pálido chico hacia la cocina.

 

“¡Oye! ¿Qué tienes que hacer ahora?” Rukawa se encontraba sacando del refrigerador una botella de agua, de la que bebió un poco y volvió a rellenar en el fregadero. Cuando los segundos pasaron y ninguna respuesta llenó el silencio, Hanamichi se acercó y le arrebató la botella de las manos. “...¡Oye, no me ignores, zorro estúpido”

 

“Entrenamiento, idiota” Rukawa replicó con agresividad, al tiempo que le sacaba la botella de las manos. El pelinegro pasó a su lado empujando con fuerza su hombro.

 

Junto al sillón principal, desde su práctica en la mañana, había dejado su bolso y balón (éste no lo necesitaría, pero aun así siempre lo llevaba). En la entrada se colocó sus zapatillas (a pesar de vivir en EE.UU, la familia Rukawa continuaba con algunas costumbres japonesas) y salió con tranquilidad del hogar.

 

Sakuragi se quedó medio segundo observando la puerta de entrada sin pensar en nada.

 

“¡Agh, maldito canalla!” Gritó antes de correr a su habitación y sacar de ella una chaqueta, dinero y la bendita libreta.

 

Le demoró unos minutos, pero sus rápidas y fuertes piernas alcanzaron la bicicleta tambaleante del pelinegro. Una sonrisa maliciosa apareció en el rostro del más alto cuando encontró una manera de molestar al presumido ese (y en el intertanto no cansarse tanto). Aumentando la velocidad, se colocó directamente detrás de la bici. Con sólo unos centímetros de distancia, miró hacia adelante y los lados para asegurarse de que no morirían en el intento; comprobando que todos los ángulos estaban despejados, concentró fuerzas en sus piernas y saltó hacia la espalda del zorro.

 

“¿Qué…?” Rukawa, al sentir un bulto para nada liviano en su parte trasera, no pudo evitar perder por completo el control de la bicicleta. Volteó su rostro y se encontró con la engreída sonrisa del tarado pelirrojo. A punto de sacudirse para botarlo de él, Hanamichi gritó directamente en su oído y se le tiró encima, pasando ambos brazos por sobre sus hombros.

 

“¡Ah! ¡Fíjate por dónde vas, zorro estúpido! ¡Estuvimos a punto de chocar contra un poste!” Sakuragi alegó sin sacar sus manos del manubrio, y por lo tanto, sus brazos de los hombros del pelinegro, causando de aquella manera que ambos rostros se encontraran a sólo centímetros de separación.

 

“¡Salte, imbécil!” Rukawa exclamó sintiéndose extrañamente perturbado. Sakuragi, al contrario, apretó aun más su pecho contra la espalda del zorro.

 

Kaede, de manera inconsciente, comenzó a pedalear después de unos minutos de lucha corporal entre ambos. Extrañamente era el pelirrojo quien iba guiando el viaje, (aunque no tenía ni idea dónde estaba la universidad) puesto que sus manos, que estaban encima las de su ex compañero, ejercían más fuerza y presión sobre las contrarias.

 

“¿A dónde vamos?” Sakuragi preguntó después de unos minutos de silencio dando vueltas tontas por el vecindario. Kaede, sintiendo los labios del pelirrojo contra su oreja, se limitó a sacar con brusquedad sus manos de la jaula en la que estaban atrapadas, para luego colocarlas a los costados del manubrio y de esa manera controlar la bicicleta.

 

Maldito estúpido, pensó escuchando como el idiota empezaba a tararear quizás qué inutil canción.

 

El viaje hacia el gimnasio de la universidad fue cómodo y relajante para el pelirrojo, quien no tuvo que hacer nada a parte de recostarse sobre la espalda de su tenso compañero. Para Rukawa, en cambio, fue una tortura. El tarado ese le había usado prácticamente como una cama durante todo el viaje. Y para emperorar la situación, era él quien iba pedaleando, y por tanto, cargando con el peso de ambos. Tan cansado e irritado llegó, que al acercarse al lugar de estacionamiento, ni siquiera le avisó al imbécil y paró en seco sacando con violencia las bronceadas manos del manubrio.

 

Hanamichi, tal y como Rukawa esperaba, cayó de costado al piso con un desagradable y fuerte sonido.

 

Kaede apretó el bolso contra su costado después de encadenar la bici. Con parsimonia comenzó su caminata, rascándose distraídamente el cuello (todavía cálido por el calor de Sakuragi) ignorando los desquiciados gritos e insultos provenientes del torpe. Marchó con lentitud hacia el gimnasio, pues a pesar del idiota, iba bien de tiempo.

 

“¡Oye! ¡Maldito zorro! ¡Cómo te atreves a botar a este genio! ¡No me ignores, estúpido! ¡Ya verás! ¡Te daré tu merecido, perdedor!” Rukawa hizo oídos sordos a las exclamaciones que venían de muy cerca de su espalda. Acercándose a los camarines, sin embargo, vio en el pasillo al entrenador Williams con uno de los asistentes (no recordaba el nombre). Sakuragi al parecer también lo había visto (y milagrosamente, le había reconocido) porque se calló de inmediato.

 

No obstante, Hanamichi Sakuragi, es después de todo, Hanamichi Sakuragi.

 

Lo último que vio Rukawa antes de entrar a los camarines para cambiarse de ropa, fue al tonto pelirrojo acercarse a ambos hombres para presentarse con su particular voz y escándalo (y sorprendentemente con un buen inglés). Los dos hombres parecieron confundidos al principio, e incluso le fruncieron el ceño (especialmente cuando Hanamichi empezó con que él era el genio que venía a sacar a los Tar Heels de la desgracia y la vergüenza).

 

Idiota, pensó negando con la cabeza antes de cerrar la puerta a sus espaldas. Sentándose frente a su locker, escuchó la ruidosa y desagradable risa del pelirrojo desde el pasillo. Vio distraídamente como algunos de sus compañeros volteaban hacia la puerta luciendo confundidos, curiosos o molestos. Negó con la cabeza nuevamente antes de cambiarse. Guardó su bolso y salió del lugar. En el pasillo ya no estaban ni el entrenador ni el tarado.

 

Quizás lo echaron, pensó Rukawa con un poco de gracia.

 

Humor que decayó al llegar al interior del gimnasio, donde vio a los tres anteriores personajes charlando amigablemente (o lo más amigablemente que puede platicar alguien comoSakuragi). El pelirrojo reía y el entrenador le golpeaba el hombro sonriendo junto a él.

 

¿Qué mierda…?

 

Muchos de los jugadores del equipo miraban curiosos el intercambio, puesto que nunca habían visto al chico ruidoso por esos lugares. Su altura y musculatura delataban que se trataba de un basquetbolista, pero ninguno de ellos había escuchado de ningún japonés de cabellos rojos en la liga de baloncesto universitario.

 

Otros le echaron rápidas miradas al único japonés del equipo, quien (como siempre) parecía abstraído del mundo.

 

¡Chicos, acérquense!”Gritó en inglés el entrenador después de unos minutos. El resto de los asistentes también se habían reunido junto al mayor. “...Antes de comenzar con la práctica, quiero presentarles a Hanamichi Sakuragi... Un… talentoso…” Tanto él como Hanamichi rieron “… jugador de Japón. Está considerando unirse a nuestro equipo la temporada que viene, asique quiero que le hagan sentir bienvenido, y le demuestren por qué no hay mejor equipo que los Tar Heels…”Algunos chicos inmediatamente se acercaron y le dieron la mano en muestra de saludo, a lo que Hanamichi respondió con una sonrisa. (Rukawa se sorprendió de sus buenos modales).

 

No muchos minutos después, el entrenador les llamó para comenzar. Sakuragi, sin hacer escándalo o comentarios, se hizo a un lado (sacando una pequeña libreta de sus bolsillos traseros) para dejar que el entrenamiento comenzara.

 

Rukawa al tomar el balón, en seguida pretendió olvidar que ese idiota estaba ahí (un poco difícil por su inconfundible voz y risa), pero no se rendiría en su deseo.

 

Corriendo de un lado para otro en la duela, Kaede recibía pases e intentaba por todos los medios encestar. Cuando fallaba, se abocaba más en quitar el balón para realizar la jugada anterior de nuevo.

 

Un compañero (no estaba seguro de quién) fue particularmente difícil de pasar. Por largos minutos se instaló un poderoso uno-contra-uno que parecía nunca tener fin, terminando siempre los segundos reglamentarios con ambos.

 

El sudor empapaba sus ropas cuando logró, al fin, engañarlo pretendiendo hacer una canasta con salto, pues en realidad, cuando el tipo se elevó, Rukawa corrió por su costado, y encestó cerca de la canasta (se negó a admitir que le había robado el truco a ese idiota). Aterrizando con fuerza, volteó viendo su alrededor. Muchos de sus compañeros le daban la espalda. Los pocos que estaban de frente fruncían el ceño. Sin saber por qué, buscó la mirada del tonto; éste se encontraba enfrascado en una seria (a juzgar por sus miradas) conversación con un chico del equipo (Kaede tampoco sabía quién era).

 

Así pasó el resto de la tarde. El entrenamiento, tal y como había advertido el entrenador hace unos días, era más pesado y fatigoso que los anteriores, por lo que al terminar, muchos de los chicos salieron mudos y sudorosos del gimnasio. Otros, no obstante, se acercaron al pelirrojo que se había quedado cerca del entrenador y los asistentes. Rukawa, que nunca fue bueno socializando (y tampoco veía la necesidad de hacerlo), salió del lugar para cambiarse. Como pocas veces hacía, el día de hoy decidió darse una ducha en los camarines. Estaba más cansado de lo normal (lo que atribuía al juego contra Sakuragi en la mañana) y por lo tanto, más sucio. Él no era la persona más higiénica del mundo, pero tampoco quería ir dejando un rastro verde tras de sí al salir.

 

Por lo anterior es que el arreglarse le tomó más tiempo del normal, y al salir de los camarines (donde sólo quedaban un par de chicos) se topó con un solitario y casi oscuro gimnasio. Caminando hacia su bicicleta, le sorprendió vislumbrar la cabellera roja del idiota apoyada en la reja. Rukawa, negándose a cargarlo de nuevo sobre su espalda, se agachó para desencadenarla, pero en vez de montarla, esta vez sólo comenzó a caminar junto a ella. Sakuragi enseguida le alcanzó.

 

Caminaron un buen tramo en silencio (algo extraño para el idiota). Rukawa lo podría agradecer y apreciar, pero se trataba del mono escandaloso quien estaba a su lado. Su silencio nunca eran buenas noticias. Frunció el ceño al darse cuenta que se estaba preocupando por ese tarado.

 

¿A quién le importa lo que le pase a este estúpido?  se dijo agarrando con más fuerza el manubrio de su bici.

 

Sintiendo como la cálida ventisca de verano les golpeaba el rostro, lograron alcanzar la calle de la residencia Rukawa sin intercambiar ni una palabra ni insulto. No obstante, casi llegando a la casa, Sakuragi se detuvo. Rukawa al comienzo no lo notó, pero al caer en cuenta de que nada rojo se encontraba por el rabillo de su ojo, volteó para encontrarse con la mirada fija del autoproclamado genio en él.

 

“¿Qué estás haciendo, idiota?” Preguntó Kaede con desgana. Rukawa se sentía cansado, hambriento y con sueño, y a ese tonto se le ocurría justamente ahora ponerse raro....

 

Qué rey de los rebotes… mejor rey de los tarados…

 

“No... ¿Qué estás haciendo tu, maldito estúpido?”

 

Rukawa casi no pudo ocultar la sorpresa al escuchar el feroz tono de voz empleado por Sakuragi. Las peleas e insultos eran normales entre ellos, pero aquello era algo totalmente distinto. Sakuragi lucía verdaderamente iracundo. Kaede le frunció el ceño y abrió la boca pretendiendo devolverle el desprecio, pero el más alto le ganó.

 

“¡¿Qué acaso no aprendiste nada en Shohoku?!”

 

¿Qué? ¿De qué demonios está hablando este imbécil?  Sakuragi, a penas terminó de hablar, se acercó con rapidez al chico más pálido para agarrarle con fuerza las solapas de la chaqueta.

 

“Si el viejo te viera ahora, le da un ataque, estoy seguro”

 

“Suéltame, tarado” Rukawa respondió con igual frialdad y rudeza. Si ese tonto no quería explicarse, entonces problema de él. Kaede en estos momentos no estaba de humor para peleas sin sentido. Por primera en su vida, Hanamichi hizo lo que Rukawa le dijo. Lo soltó, pero con la suficiente fuerza como para tirarlo de trasero al piso. El pelinegro cayó al duro concreto con un sonido sordo y sucio.

 

Miserable… pensó Rukawa levantándose. Sakuragi, sin embargo, estaba ahí de nuevo: con esa monstruosa aura y fuerza irradiando desde cada poro de su piel. Me importa una mierda que se haya cargado a Tetsuo él solo, yo ahora lo-

 

“Nunca te había visto jugar tan mal” Cualquier pensamiento se congeló en la mente de pelinegro. No fue capaz de replicar, de razonar; simplemente se quedó ahí, mirándolo con el ceño fruncido. “...Eres el mismo egoísta e individualista de principios de nuestro primer año… Ahora entiendo porque el viejo Roy no te pone a jugar en ningún partido… Tú sólo juegas para ti. Ni siquiera conoces a tus compañeros de equipo... Eres un perdedor, Rukawa” Cada palabra fue dicha con fuerza, con un tono firme, con reproche... casi con lástima... “...Eres sólo un maldito frac-”Sakuragi no terminó de hablar, pues un poderoso puño se estampó en la curvatura de su boca y nariz. La fuerza del golpe fue tal, que le hizo rebotar contra la pared más cercana, que quedó bañada en sangre.

 

Sakuragi tardó unos segundos en recuperar el sentido, y  cuando fue capaz de abrir los ojos y enfocar, se encontró solo en la calle. Se tocó la nariz y boca, encontrando luego su mano manchada en sangre. Los focos del golpe ahora le retumbaban (no era un dolor desconocido para él), pero aun así le sorprendió la fuerza del puñetazo. De verdad lo había enojado.

 

Bien, así aprende.

 

Hoy, a penas el entrenamiento había comenzado, Sakuragi había sacado la libreta que le dejó Yohei para leer los apuntes del gordito. Comenzó a leer todos los apuntes anotados para saber por dónde empezar, sin embargo, su mirada inconscientemente se enfocó en su ex compañero de equipo. Por un momento Hanamichi esperó sentir los violentos celos (y secreta admiración) que le invadían cada vez que le veía jugar, no obstante... con sólo dos minutos de mirarle en la duela, algo violento, de hecho, se formó en su pecho, pero no fueron celos o envidia... era rabia, furia.

 

¿Qué diablos cree que está haciendo ese maldito zorro?

 

Rukawa corría de un lado para el otro buscando el balón, y cuando por fin lo tenía, ignoraba completamente a sus pares, incluso si estos estaban en mejor posición para encestar que él. Cuando el pelinegro fallaba desde un ángulo, en vez de remediarlo entregando el balón a alguno de los otros jovenes, Rukawa corría a recuperar la pelota como endemoniado para seguir jugando por su cuenta.

 

Para Sakuragi lo peor vino cuando lo vio enfrentarse a un uno-contra-uno contra James (creía que era su nombre) en mitad del juego. Estuvieron minutos y minutos luchando a mitad de cancha, ganándose disgustadas y molestas miradas del resto de los chicos. Y no era para menos. Algunos podrían decir que la culpa era tanto de Rukawa como de James, pero cuando el tiempo comenzaba de cero (después de perder los segundos batallando) era el pelinegro el que buscaba al otro jugador para seguir la pelea.

 

Hanamichi en esos momentos decidió preguntar al resto de los jóvenes qué les parecía Rukawa, y cómo éste se integraba al grupo. La mayoría respondió lo mismo, excepto por uno (milagrosamente) llamado Tom. Casi todos le comentaron que el japonés era bastante arisco y pretensioso; que nunca compartía con el equipo y que prácticamente no hablaba con nadie. Ninguno puso en duda sus obvias habilidades, pero se preguntaban sobre su capacidad para jugar en equipo. Tom, en cambio, le dijo que Rukawa era un excelente jugador; un chico un tanto serio, pero tranquilo; introvertido, pero trabajador; le dijo que no conocía a nadie que entrenara más duro que él. Lo anterior, no obstante, no fue suficiente para sosegar a Sakuragi, quien en esos momentos estaba que estallaba en furia.

 

Su frente ardía por un cabezazo mortal.

 

Ahora, empuñando la chaqueta en su mano, comenzó a limpiarse los rastros de sangre de su cara mientras se encaminaba a la entrada de la residencia Rukawa. Como no tenía llaves tendría que tocar la puerta, y no quería espantar a la amable madre con su rostro machucado.

 

Por fortuna quien le abrió fue el padre del zorro. El hombre por unos segundos separó bien sus pequeños y azules ojos, para enseguida empañarlos de entendimiento. Por eso Kaede entró tan agitado, pensó dándole la pasada al joven más alto.

 

Sakuragi se sorprendió un poco cuando el hombre, en vez de gritarle o regañarle por llegar en aquellas pintas, le dio unos cuantos golpecitos en el hombro y partió sin más palabras hacia la cocina.

 

Hanamichi decidió no pensar demasiado en aquella reacción; al contrario, se dirigió inmediatamente al baño para limpiarse y colocarse unos rollitos de papel en los sangrientos orificios de su nariz. Ya en su habitación, se agachó junto a su bolso azul y sacó de él una crema especial para este tipo de situaciones (pues era obvio que en un mes tendría que pelearse con alguien). Ya más tarde, cuando estuviera seguro que nadie estaba en el primer piso, bajaría para buscar hielo y colocárselo en el rostro para evitar cualqueir hinchazon.

 

Cambiándose por su pijama, se tiró a la cama y comenzó a pensar cómo hacer para que ese egoísta, idiota, dormilón, irresponsable, estúpido, apestoso, maleducado, orgulloso, tempano de hielo de Rukawa, vuelva a jugar como lo hizo en Shohoku; durante nuestro último año…

 

Hanamichi, por supuesto, ignoró lo más obvio de toda la situación: ¿Por qué quería ayudarle?

 

Ya no eran compañeros de equipo. Nunca fueron amigos. Ahora ni siquiera vivían en el mismo país. Sin embargo... el pelirrojo no pudo evitar pensar en el gordito y en las esperanzas y entusiasmo que depositaba en el maldito zorro.

 

Tampoco pudo sacudirse el recuerdo del sonriente e ilusionado rostro de Haruko cuando hablaba de cómo Rukawa había logrado su sueño. Sakuragi, sin cuestionarse o profundizar en sus razones, se dijo que tenía una obligación con Rukawa. Y esta era, justamente, lograr que el idiota desplegara su verdadero potencial; ese que comenzó a demostrar en el partido contra Sannoh en las finales de su primer año. Cuando el zorro por fin reconoció las asombrosas habilidades de este talentoso jugador y le pasó el balón…

 

Así es---. Rukawa, el egoísta e individualista, había pasado la pelota al compañero que más odiaba.

 

¡Yosh! Ahora comienza la operación “Gordito”... decidió sonriendo y empuñando las manos...

 

.

 

.

 

Sólo faltaban un par de minutos para que los tres escandalosos y condenados relojes sonasen, por lo que le pareció inutil continuar durmiendo. Lo anterior pudo haber sonado perfectamente honesto, si no fuera por el hecho de que había despertado hacía poco de más de una hora con la imposibilidad de retomar el sueño después.

 

Todo es culpa de ese imbécil, se dijo acomodando su cabeza en la almohada.

 

¿Qué no aprendí nada en Shohoku? ¿Qué jugué más mal que nunca?... Y a quién le importa su opinión. Ni que él fuera la gran grandeza en el baloncesto.

 

Gruñó sin poder evitarlo. Asió los puños con fuerza y movió el cuerpo hacia el lado.

 

Ese estúpido no sabe nada. Rukawa sabía que ese tarado no tenía idea de lo que estaba hablando. Sakuragi venía de las agotadoras, pero apacibles competencias de Kanagawa. No tenía ni las más puta idea del verdadero y cruel significado de competitividad... de ambición, reto y rivalidad a escalas profesionales. Todos los chicos del equipo (o la gran mayoría) pretendían llegar al baloncesto profesional; y si para eso debían apuñalar y dejar a un compañero en el camino, bienvenido sea.

 

Si para Sakuragi eso era demasiado, entonces nunca debió venir.

 

Esto es la vida real, se repitió de nuevo Rukawa. Él no estaba negando antiguas enseñanzas, o volviendo a ser el centrado jugador de primero de preparatoria. Él sólo estaba sobreviviendo. Estaba dando lo mejor para ser notado. Quizás ahora sus planes no estaban dando resultados, pero estaba seguro de que más tarde que temprano lo harían (o eso esperaba).

 

Irritado se levantó y desconectó los tres aparatos.

 

Luego de acicalarse y tomar su bolso de entrenamiento, bajó con lentitud hacia la cocina para desayunar. Más le vale a este estúpido no venir, pensó Rukawa avanzando hasta las voces que se escuchaban dentro de la blanca habitación. Estaba decidido a golpear nuevamente (y más duro) al mono pelirrojo si se le acercaba otra vez. En la cocina, en cambio, sólo estaban sus padres charlando (o mejor dicho, sólo su mamá). Rukawa con cautela observó cada rincón del cuarto para verificar.

 

“No está. Salió temprano” Madre e hijo quedaron un poco sorprendidos con la intervención del hombre. Papá Rukawa nunca había sido una persona de muchas palabras (la manzana no cae lejos del árbol, dicen), por lo que observaron un poco desconcertados al padre que miraba con una pequeña sonrisa a su único hijo.

 

Kaede frunció el ceño antes de sentarse para comer algo. Y a mí qué me importa…

 

El viaje a la cancha fue tranquilo y silencioso (demasiado, casi). Dejó sus cosas sobre la vieja banca y comenzó a entrenar. Ya con el balón entre sus manos, Kaede se permitió por fin liberar las tensiones y rabias del día anterior.

 

Todo ser humano debe ser capaz de tener un refugio; un lugar de escape. Y ese, para Rukawa Kaede, es el baloncesto. Su humor le llevó a realizar más clavadas que simplemente canastas. Con la fuerza que estaba irradiando de todo su cuerpo, bueno era que se descargara contra el inocente tablero.

 

Ahora entiendo porque el viejo Roy no te pone a jugar en ningún partido

 

De la nada, aquellas palabras resonaron en su mente. Tú sólo juegas para ti. Ni siquiera conoces a tus compañeros de equipo.... Furia y fuego viajaron vertiginosamente por sus venas. Boteando rápidamente el balón, corrió con todas sus fuerzas hacía la canasta. A tan sólo unos metros de ella, se inclinó y saltó para alcanzarla haciendo un giro 360 en el aire [25].

 

Eres un perdedor, Rukawa…

 

Sonó antes de clavarla con todo el impulso de sus brazos Los pájaros y niños que revoloteaban alrededor, huyeron despavoridos del lugar. Mas el pelinegro se quedó allí. Colgando. Absorto y perdido.

 

Sudando y jadeando, tomó sus cosas y se retiró sin siquiera cambiarse de ropa. Al llegar a su casa, se duchó rápidamente para ir a almorzar. En la mesa estaban sólo sus padres (de nuevo). Frunció el ceño y se sentó para comer como si estuviera muerto de hambre.

 

“Um… ¿Q-quieres más?” Su madre le miraba de forma extraña. Rukawa no le prestó atención a ello y asintió.

 

Con el estómago satisfecho, Kaede subió y se tiró a su cama para dormir hasta el entrenamiento; no sin antes programar dos de los relojes. Necesitaba despejarse, olvidar y relajarse. Pero algo se revolvía en su estómago. Algo retumbaba en su mente y no le dejaba en paz. Apretando violentamente un cojín sobre su rostro, cerró los parpados con fuerza y cayó dormido…

 

Los dos aparatos, horas después, sonaron en la habitación. El pelinegro los apagó y partió hacia el gimnasio en silencio, todavía sintiendo como su perturbada mente le tensaba los músculos.

 

(El pelirrojo aun no llegaba a la casa)

 

Después de cambiarse y guardar sus cosas en el camarín y locker, caminó hacia el interior del gimnasio, donde, para su desgracia... encontró y escuchó a su ex compañero. Con sólo un pie dentro del recinto, lo notó cerca de la banca principal con un buen montón de chicos del equipo hablando y riendo. Algunos de los muchachos observaban al pelirrojo con enojo o molestia. El resto, sin embargo, reían con él o le preguntaban cosas.

 

Sakuragi no volteó hacia él en ningún momento.

 

Estúpido, pensó recogiendo un balón para comenzar la práctica. Al rato después, apareció el entrenador y algunos de los asistentes. Les dio la charla del día y las posibles maniobras y jugadas que probarían. Los dividió en grupos y secciones para entrenar tanto parte física como habilidades. Y también para practicar tanto movimientos defensivos, como ofensivos. Después de ello, mientras Rukawa avanzaba a la sesión que le correspondía, vio de soslayo como el idiota conversaba con el entrenador.

 

Maldito tarado… quizás qué estupideces le está diciendo. Con ese último pensamiento, Kaede se decidió a ignorar al torpe pelirrojo.

 

Después de todo, ese imbécil no valía nada de su tiempo ni energía.  

 

Pasadas un par de horas, Kaede caminaba hacia su bicicleta con todo el cuerpo agarrotado y en llamas. La desencadenó y montó para partir a casa casi con ansiedad.

 

Esa noche cenaron sólo su madre y él (Papá Rukawa había recibido una llamada imprevista del trabajo), en la cual la mujer sabiamente decidió no inquirir sobre el otro integrante faltante. Satisfecho y limpio, Rukawa se tiró sobre su cama con somnolencia y agotamiento, pero no lo suficiente para dormir.

 

El techo blanco de la habitación fue de lo más fascinante para su mente por una buena cantidad de minutos. Se revolvió sobre el colchón buscando comodidad, pero no era eso lo que necesitaba su cuerpo para dormir. Suspiró mientras alargaba la mano para apagar la lámpara. Quizás la oscuridad me ayude a- El pensamiento quedó estancado en su mente cuando una cabeza roja apareció en la puerta de su habitación.

 

“Largo” Exclamó sentándose en la cama al tiempo que el otro le lanzaba un cajita negra; con sus reflejos intactos, no necesitó de un aviso para atajarlo en el vuelo. Sin saber por qué, bajó la mirada hacia el objeto, notando que era una cinta de video.  Frunció el ceño y alzó la vista dispuesto a lanzarle la condenada caja en la cabeza a ese idiota... pero de nuevo, ese mono le ganó.

 

“Con el gordito aprendí…” Comenzó con una mirada seria mientras entraba sin permiso al cuarto. Sakuragi observó y tocó las cosas con curiosidad entrando y acomodándose “… que la mejor manera de aprender, es viéndote jugar” Continuó esta vez enfocando sus marrones ojos en los azules contrarios.

 

Rukawa sólo en esos momentos notó la mínima hinchazón y color en la barbilla de ese bruto. Qué acaso tiene una piel de acero, pensó distraído sin prestar atención a las palabras recién dichas.

 

“¡Oye! ¿Me estás escuchando, zorro apestoso?... Este talentoso jugador está perdiendo valiosos minutos de su vida aquí ¡asique más te vale escucharme!” Gritó al tiempo que se paraba justo al lado del pelinegro, quien para nada intimidado con su altura, le lanzó la cinta a la cara. “...¡Aah! ¡Maldito Rukawa! ¡Casi me sacaste un ojo, estúpido!” Vociferó cerrando fuertemente los párpados. Al abrirlos, enseguida se inclinó hacia Kaede, tomando puñados de su pijama entre sus manos. Rukawa esperaba un golpe, un cabezazo, un grito, cualquier cosa menos que el pelirrojo se irguiera nuevamente y se estirará sus propias mejillas con fuerza [26]. Sólo cuando su bronceado rostro se coloreó del mismo color que sus cabellos, se soltó la piel y le miró furiosamente. “Óyeme bien, imbécil. O ves estas cintas, o te pateo el trasero hasta China”

 

“Me gustaría verte intentándolo” Replicó con frialdad, golpeando violentamente el dedo que le estaba apuntando.

 

“¡Agh! ¡Suficiente!” Gritó Sakuragi antes de darle un cabezazo.

 

Aprovechando la semi inconsciencia de ese estúpido, Hanamichi fue a buscar la cámara a su cuarto para instalarla luego en el televisor del pelinegro; metió la cinta y la dejó lista para ver. Se volvió hacia el chico que ahora comenzaba a despertar.

 

“Mira bien esto, tarado” Dijo antes de apretar play.

 

Rukawa estaba a punto de pararse para patear con todas sus fuerzas a ese retrasado mono fuera de su cuarto, cuando las imágenes proyectadas en el televisor le detuvieron. Soy yo, pensó reconociéndose en el entrenamiento de hoy en la tarde. Acercándose a la pantalla, se topó con el cuerpo del pelirrojo que se encontraba sentado con las piernas cruzadas en el piso. Sin prestarle atención, se sentó en la orilla de la cama, y observó a su "yo grabado" correr de un lado a otro en la duela.

 

Hizo una mueca cuando apareció una jugada particularmente buena.

 

“¡Tch! Zorro creído. Siempre estás presumiendo” Mira quién habla, quiso replicarle Rukawa, pero se detuvo cuando vio como en el video fallaba una canasta. El pelirrojo junto a él rió a carcajada limpia. Estuvieron ahí por varios minutos repitiendo la misma secuencia: Sakuragi alegando e insultándole cuando hacía algo bueno, y riéndose desagradablemente cuando fallaba.

 

“¿Y---…? ¿Te diste cuenta de lo que haces mal, zorro tonto?” Rukawa le frunció el ceño. Por supuesto que se había dado cuenta.

 

“Fallo más al lado izquierdo de la duela” Mañana me dedicaré a-

 

“¡Qué! ¡No, zorro estúpido!... ¡Ugh! Al parecer este genio tiene que hacer todo…” Interrumpió Sakuragi tomando el mando y retrocediendo el video. Kaede se controló para rodar los ojos. Quizás que idiotez le iba a mostrar el mono ese. “...¿Te ves ahí?” Preguntó Sakuragi al llegar a la secuencia esperada y apuntando a la pantalla. Rukawa asintió con desgana. Si, obvio que se veía. Él estaba ahí, boteando el balón cerca de la mitad de la cancha con dos jugadores bloqueándole el paso. “¡Entonces eso demuestra que eres un pésimo jugador, perdedor!…Tom, el enano, está ahí bajo la canasta, sin bloqueo, totalmente libre. Y ese chico, Davis parece que se llama, estuvo casi bailando frente de ti para que le notaras y pasaras el balón… ¿pero tu qué hiciste?” Preguntó mientras adelantaba el video y ponía play; en la secuencia, Rukawa lograba pasar a ambos chicos, pero uno de ellos alcanzó a alargar todo su brazo tirándole de las manos el balón, llegando éste a las palmas de un jugador del equipo no-zorro, quien con prisa se dispuso a correr y encestar una grandiosa canasta. “… y no acaba ahí” Continuó Sakuragi al mismo tiempo que retrocedía y adelantaba el video colocando todas las partes en que jugadas de ese tipo se repetían. Rukawa observaba inmutable y mudo la pantalla. “Tienes que arreglar eso, estúpido” Finalizó Sakuragi antes de bostezar cuán grande era su boca. Estiró los brazos, apagó la cámara, agarró las cintas y salió del cuarto.

 

Rukawa simplemente se quedó ahí…

 

.

 

.

 

Apagando con violencia los tres relojes, Kaede bostezó y se encaminó al baño. Odio los lunes, pensó mientras se duchaba y limpiaba. Ya en la cocina, se sirvió algo para comer y se sentó en silencio para disfrutar de unos nutritivos cereales. Cerrando los ojos con fuerza, apretó ambos puños al rededor del utencio para controlar el sueño, pero no era su culpa...

 

Todo es por ese tonto...

 

Luego de que el pelirrojo saliera de su cuarto la noche anterior, Kaede visualizó una y otra vez las jugadas que la pantalla proyectó.

 

Egoísta e individualista. Así era como estaba jugando, y ya no porque el estúpido pelirrojo lo estaba diciendo, sino porque él mismo lo vio. Observó en primer plano como parecía que él, de manera deliberada, ignoraba al resto de sus compañeros en la duela, y jugaba como si fuera él contra el mundo.

 

Quizás es cierto que Rukawa pensó de esa manera durante los primeros años de preparatoria, pero con Shohoku, todo cambió... él ahí aprendió que está bien jugar en equipo, y que (tal y como le dijo el imbécil de Sendoh una vez) [27]  hay muchas tácticas y jugadas ofensivas.

 

Uno-contra-unos es una, pero también está el que se juega de cinco jugadores contra otros cinco, confiando y dependiendo de otros. Como él durante sus últimos años confió y dependió de que Sakuragi atajase los rebotes; así como confió en el liderazgo de Ryota en su segundo año; así como admiró la tenacidad y empuje de Mitsui.

 

Ahora ni siquiera me sé los nombres de mis compañeros,  pensó con el ceño fruncido. Sabía que no se trataba de aprenderse de memoria nombres y apellidos, sino de conocerles como jugadores, como su equipo de baloncesto.

 

Rukawa apretó la cuchara entre sus dedos, sintiendo algo que hace meses no lograba percibir corriendo por su cuerpo: Determinación.

 

Este día será distinto.

 

Este día les enseñaré todo lo que aprendí en Shohoku.

 

Tomando rápidamente la leche sobrante de su cereal, se encaminó luego a la puerta donde, a punto de colocarse sus zapatillas, se le ocurrió que no le haría mal ver un par de veces más las cintas de video. Dejando su bolso junto a la entrada, subió de a dos los escalones hasta la habitación del idiota.

 

Sin saber por qué, sus pies se quedaron estancados en la entrada junto con su mano congelada en el picaporte. De seguro ese tarado está durmiendo, ni te notará…se dijo antes de entrar silenciosa y lentamente. Tal y como lo pensó, el pelirrojo se encontraba acostado boca abajo con apenas unos pantalones de vestir, exponiendo de esa manera la bronceada piel de su espalda a los delgados rayos de sol que entraban por las cortinas mal cerradas.

 

Kaede se paró a los pies de la cama por unos segundos; sus ojos enfocados en el idiota aun dormido.    

 

Un sonido proveniente de la escalera le distrajo. Enseguida miró a todos lados buscando las cintas hasta que las vislumbró en el piso junto a la cómoda principal; agarrándolas fuertemente entre sus manos, echó una última mirada al torpe antes de salir.

 

“Kaede ¿estás bien?... te ves un poco… ¿agitado?” Preguntó su madre (quien aun se encontraba en pijama) mientras él se colocaba rápidamente las zapatillas en la entrada.

 

“Si” Respondió sin devolverle la mirada. Se puso de pie, salió de la casa tomando su bicicleta y se dirigió a la universidad.

 

La mujer, aun parada frente a la puerta, frunció el ceño preguntándose si quizás su hijo tenía fiebre. No es normal que Kaede esté así de rojo, pensaba caminando hacia la cocina (el desayuno de Sakuragi tardaba horas en prepararse)

 

.

 

.

 

Boteando el balón en uno de los patios de la universidad, Kaede recordó las imágenes de las cintas que vio una y otra vez durante las clases que tuvo durante la mañana en una laptop prestada. Faltaba poco para el entrenamiento, y él hace sólo unos cuantos minutos había despertado de su siesta bajo una de los árboles más grandes y cómodos que había tenido el placer de conocer en su joven vida.

 

Ya quiero que empiece. Rukawa parecía que vibraba con la energía que estaba irradiando de su cuerpo. Comenzó a botear con un poco más de fuerza la pelota, llamando la atención de los estudiantes que pasaban cerca. De repente paró y miró el reloj de su muñeca. Faltaban 20 minutos para el inicio de las prácticas.

 

Guardando el balón dentro de su bolso, decidió entonces llegar antes. Quién sabe, quizás podría entrenar un poco antes por su cuenta.

 

Se cambió en los solitarios camarines y se dirigió al interior del gimnasio desde donde escuchó murmullos y pelotas. Frunció un poco el ceño al acercarse. Le bastó unos cuantos pasos para oír la ruidosa risa de Sakuragi retumbar por los vacíos pasillos. Ese idiota, pensó avanzando más de prisa. En la entrada, sin embargo, notó que el pelirrojo no estaba solo, al contrario, unos cuatro chicos del equipo de baloncesto (ahora si Kaede pudo reconocerlos) le rodeaban.

 

¡Vamos, no sean tímidos! ¡Prometo que este talentoso jugador no les humillará… demasiado! Nyahahahaha” El pelirrojo vociferaba en inglés mientras boteaba el balón y sonreía socarronamente al resto de los presentes.

 

Uno de los chicos (¿James?) le devolvió la sonrisa y se colocó al frente del mono con una pose desafiante. Por unos minutos los dos deportistas parecieron enfrascarse en una guerra. La fuerza del japonés era obvia, pero la habilidad y técnica del más bajo era notoria. Todos jadearon cuando James, de improvisto, golpeó el balón de las manos de Sakuragi lanzándola hacia un lado. Todos, como era obvio, esperaban que el norteamericano atajara la pelota. Pero Rukawa sabía mejor... porque ellos no conocían a Hanamichi. 

 

Tal y como el zorro pronosticó, Sakuragi corrió y alargó las manos para agarrar el balón; sin hacerse esperar, retrocedió y saltó, haciendo un impecable y perfecto tiro de tres puntos, dejando a todos (a excepción de Rukawa, por supuesto) con la boca abierta.

 

“¡Y así es como juega un genio como yo! Nyahahahaha… ¿lo viste?... ¿Lo viste?” Sakuragi fue preguntando de uno a los otros chicos sobre su magnífica actuación. James se le acercó, dándole un amigable golpe en el hombro. Los otros tres jugadores ahora se mostraron entusiasmados por probarse frente a ese monstruo pelirrojo. “Jajajjajajaj… ¡Todos quieren jugar contra este genio!  Sean pacientes, principiantes, este talentoso jugador puede contra todos ustedes” Rukawa negaba con la cabeza mientras se retiraba a una esquina para hacer unos cuantos estiramientos.

 

Idiota…

 

Dos de los otros tres chicos lograron traspasar y derrotar a la pared pelirroja, lo cual dejó a Sakuragi refunfuñando malhumorado sobre que el aire de este país estaba haciéndole mal y esas estupideces. Por suerte, su interminable parloteo terminó con la llegada del entrenador.

 

Rukawa, a penas el hombre traspasó las puertas, cuadró los hombros y respiró profundamente.

 

El entrenador, como siempre, les dio una charla, pero esta vez más vigorosa. Les habló del equipo que enfrentarían el próximo miércoles. Les comentó sobre las estrellas del grupo (mientras los asistentes mostraban fotografías y estadísticas) y de las posibles técnicas que usarían contra ellos. Finalizó enseñándoles la forma de juego que podrían usar para aquel partido. Dividió, entonces, al equipo en varios grupos para que se turnaran en emular el posible juego.

 

Rukawa, en esos momentos, alzó la mirada buscando la de Sakuragi. Éste ojeaba y anotaba desesperado sobre una libreta entre sus manos; al sentirse observado, levantó los ojos y los enfocó en el zorro. No más de dos segundos después, el pelirrojo le levantó el pulgar de una de sus manos (éxito). Rukawa simplemente frunció el ceño.

 

Estúpido, pensó antes de colocarse en su posición. Roto el ambiente con el sonido del silbato, al fin el partido de práctica daba comienzo.

 

Rukawa, como si le hubieran quitado una negra venda de los ojos, fue capaz de observar todo de mejor manera, y recién ahora fue consciente de como sus compañeros se mostraban renuentes de entregarle el balón; no se sintió mal por ello, puesto que él también haría lo mismo en sus posiciones (no le lanzaría el balón a un compañero comilón).

 

Si jugara al igual que ayer, en estos momentos estaría presionando a sus pares para que le entregasen la pelota, pero ahora sabía qué tenía hacer en realidad. Con diversas pantallas [28] pretendió proteger y resguardar a cualquiera de sus compañeros que se encontrase en posesión del balón. Intentó incluso atajar los rebotes (tares no muy fácil, confesó para sus adentros).

 

Su primera oportunidad de demostrar su cambio, se dio a los pocos minutos cuando le llegó un pase un poco más de allá de mitad de cancha. Dribleando logró llevar al otro chico hasta bajo la canasta; sin embargo, Rukawa recordó los videos; y recordó por tanto, que este chico frente suyo, si en algo era bueno, era en los saltos, por lo que encestar era arriesgarse a perder el balón.

 

En otras circunstancias lo intentaría sólo para probar sus habilidades, pero ahora…

 

…Por el rabillo del ojo vio a un chico de su equipo cerca del área de tres puntos; su gran altura y crespo cabello castaño le hacía sobresalir del resto. (Kaede recordó también la facilidad que tenía ese jugador para tirar canastas desde esa distancia) Sin pensarlo un segundo más, le lanzó con fuerza el balón.

 

Por unos momentos el gimnasio se quedó en silencio. Muchas miradas recayeron en el japonés (incluida la del entrenador), pero el juego todavía no terminaba, por lo que sin demoras, el castaño se inclinó y saltó para encestar la pelota. Aterrizando, volteó y caminó con una sonrisa hasta Rukawa, con quien chocaron las manos.

 

Su palma le picó por el golpe, pero también le reconfortó.

 

El resto del partido se desarrolló de esa manera; o él asistiendo [29], o encestando pelotas que sabía no arriesgarían la posesión. Al final su equipo ganó, y juntos al medio de la cancha chocaron las manos. Retirándose para dar pasada a las otras divisiones, alzó la vista buscando la llamativa y rojiza cabellera del tonto, pero no lo vio en la banca.

 

Tarado, le llamó tomando asiento y buscando el agua que había colocado debajo de los asientos. Los chicos que estaban en su bloque se acercaron y sentaron a su lado. Rukawa se extrañó, pero no comentó o los ahuyentó. Normalmente en estos momentos descansaría y moraría en su miseria por no ser titular. Pero no hoy. Hoy enfocó la mirada en los otros dos grupos y admiró a sus compañeros.

 

Pretendió aprender y absorber de sus habilidades y técnicas.

 

Sin duda… Tar Heels es el mejor…

 

Pensó al final de la práctica...

 

.

 

.

 

Después del entrenamiento, Rukawa se cambió en los camarines y se dirigió a su bici aparcada (no sin antes recibir despedidas y sonrisas de algunos compañeros) Que extraño.

 

No vio durante toda la tarde al fastidioso pelirrojo, por lo que se sorprendió (mas no lo demostró) cuando al llegar a casa su madre le informó que Sakuragi aun no llegaba.

 

Como papá Rukawa volvió a su horario laboral, sólo fue mamá y Kaede quienes cenaron esa noche después de que el hijo se limpiara. Al igual que la noche anterior, no obstante, al tirarse sobre la cama fue incapaz de conciliar el sueño.

 

Su pecho sufrió, de la nada, un bizarro apretón causando que Rukawa pensara que le estaba dando un ataque cardiaco o alguna porquería parecida.

 

Pero no se supone que tiene que dolerme el brazo izquierdo antes... ¿o es el derecho?... Además ¿tendría que faltarme el aire?.... Yo solo estoy sintiendo como---… algo raro…

 

Pensando en los extraños síntomas de un posible ataque cardiaco (o de ansiedad), es como lo encontró Sakuragi cuando entró bruscamente a su cuarto. Esta vez Hanamichi no perdió tiempo en explicaciones, sino que de inmediato se acercó al televisor y conectó la cámara. Listo todo el sistema, tomó asiento en el piso con las piernas cruzadas.

 

Rukawa lo observó durante todo el proceso, para luego avanzar y sentarse en la orilla (curiosamente ese algo de su pecho desapareció)

 

De acuerdo a las imágenes, el pelinegro concluyó que el idiota estuvo grabando desde la altura. Desde las gradas superiores... Aa-, asique por eso no lo vi...

 

“¡Que miedoso eres, zorro! ¡Ahí pudiste haber saltado! Pero no te culpo, tú no eres, después de todo, este talentoso deportista. Si te hubieras atrevido a saltar, lo más probable es que el cara pálida te hubiera lanzado el balón a esa fea cara tuya Nyahahahahaha” Hanamichi se burló, refiriéndose justamente a la primera jugado en la que Rukawa hizo el pase.

 

“Y tu hubieras hecho falta, imbécil” Rebatió recordando los primeros años de Sakuragi jugando; cuando el mono a penas y podía moverse sin golpear y hacer foul.

 

“¡Agh! ¡Como te atreves, maldito Rukawa! ¡Acaso no te enseñé quien es el mejor! Nadie puede derrotar a este genio… ¡Ni siquiera tu!” Rukawa levantó una ceja.

 

¿Es mi idea, o este tarado me acaba de hacer un cumplido?.... #Ni siquiera tú", había dicho...

 

“Pero es normal que jugadores de tu categoría quieran imitarme”

 

“Cállate, estúpido” No, fue sólo mi idea. En la pantalla en esos momentos, se proyectaba una particular jugada del pelinegro que le ganó aplausos y gritos de sus compañeros. Sakuragi por ello, continuó refunfuñando e insultándole. Pero a Kaede no le importó.

 

Fueron horas después de medianoche cuando Sakuragi volvió a su cuarto bostezando y estirando groseramente los brazos.

 

Rukawa, después de verle salir, no tuvo problemas para estirarse bajo las frazadas y dormir un tranquilo sueño…

 

.

 

.

 


Notas finales:

Y aquí está el 3ero!!! Por fin he avanzado un poco (muy poco, pero algo es algo ¿cierto? :S)... Espero que les haya gustado y pienso subir el prox como el... domingo o lunes.... ??? no estoy segura.... AHI PROMETO QUE HABRÁ MÁS AVANCE....

 

Cualquier duda con la que hayan quedado NO DUDEN en preguntar o comentarlo o expresarla o lo que les plazca.. todo es bienvenido :D...

 

Ahora, Las Aclaraciones:

[21] Pump fake o amague, es una “técnica de ataque consistente en que un jugador hace como si fuera a lanzar, pero en realidad no lo hace, esperando que su marcador salte y pierda la posición defensiva”

[22] Capítulo 90 de la serie: Luego de que Hanamichi le retara, Kaede le derrotó por una diferencia horrorosa; sin embargo, hay que recordar que Rukawa estaba on fire por la conversación que había tenido con Anzai hacia poco; y que en los último capítulos del manga, el mismo zorro le confiesa a Sakuragi que para ese duelo, tuvo que dar TODO de sí.

[23] Esto se me ocurrió al ver nuevamente el capítulo 94 de la serie de anime. ¡Es muy gracioso! Cuando Hana especialmente dice que hay que ir a entrenar, frente a los halagos y admiración de sus amigos, mas antes va DE NUEVO a pedir comida… Es un saco sin fondo XD.

[24] Nobunaga Kyota, alumno y jugador de primer año del equipo de Kainan en la serie; quien tiene una personalidad muy parecida a la de Hanamichi. Y Sendoh Akira, jugador de segundo año de Ryonan, respectivamente.

[25] Aunque no lo crean, esa maniobra y clavada es completamente real. Para comprobarlo, sólo vean la competencia de “Slam Dunk” del All-Star del 2013.

[26] Ésta “súper” forma de controlarse, la saqué también del manga, en el tomo 29, capítulo 260, páginas 176 y 177; método que utiliza Hana después de un comentario que le hace Rukawa (“Todos sabían que un novato como tu cometería errores… Es inevitable, como pagar impuestos”) Es un poco cruel, pero le sirve al pelirrojo para despertar – como siempre hace después de que el zorro le diga algo-

[27] Con ello me refiero al “desafío” que tuvieron Sendoh y Rukawa antes de la nacionales, a pedido de este último, en el cual ninguno de los dos ganó y Akira le habló a Kaede sobre su forma de jugar, mencionándole ello de que “uno-contra-uno es una de las tantas técnicas ofensivas” (Tomo 29, capítulo 258, páginas 135-140)

[28] Pantalla en Baloncesto, es la “Acción legal que realiza un jugador atacante sobre un defensa sin que exista contacto entre ellos”; hay de varios tipos: Directa, Indirecta, Ciega, Cruzada y Hacia abajo. La pantalla legal es el intento de retrasar o impedir que el adversario alcance su posición en la duela o realice exitosamente su jugada.

[29] Creo que esto no necesita mayor explicación, pues la misma palabra lo dice todo, pero con ello me refiero a que Rukawa, en el juego, abandonó su individualismo y comenzó a jugar en equipo: entregando pases y ayudando al resto de sus compañeros.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).