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Sorpresas de San Valentín por minimay

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Notas del fanfic:

Debo estudiar... Debo estudiar... Debo subir el especial San Valentín y después seguir estudiando... 

Bueeenooo mis pequeños elementos, aquí os dejo en lo que he estado trabajando los últimos días, el especial San Valentín. Mi segundo fic, un One-shot dedicado a este día tan especial para algunas personas. Los que ya me conocéis un poco, sabréis que mi pareja favorita es Kid x Law, así que claramente ya sabéis de quiénes va a ir este fic. 

Se lo dedico a Trix (KapiricoEusxGal) por haberme apoyado tantísimo. Se está animando a subir su fic, y es fantástico; os invito a que os paséis a leerlo. Así que ánimo que tú puedes!!

Y sin más dilación.... Aquí el especial San Valentín!! 

Era el 14 de Febrero, un viernes como otro cualquiera, o al menos lo era para mí. Recuerdo con nitidez ese día, de hecho, jamás se me olvidará. ¿No es algo irónico que en el día que más odias te cambie la vida? Creo que ese día empecé a vivir de verdad, no sé como explicarlo exactamente, pero ese día todo cambió para mí. Mejor empiezo por el principio…

Como bien he dicho antes, era el 14 de Febrero, más conocido como el día de San Valentín. Yo odiaba a muerte aquel día, era deprimente para mí. Lo que a muchos les parecía una gran fiesta para hacerse regalos y para que el amor se hiciese presente en los corazones de la gente, para mí no era más que una estúpida fiesta inventada por las tiendas para vender artículos absurdos como flores, peluches, bombones y otras cosas sin sentido. No estaba celoso de que la otra gente encontrara el amor y yo no, puedo asegurar que ese no era mi problema. Yo estaba mejor solo, sin nadie que me agobiase o molestase cuando quisiera. Para mí, Trafalgar Law, y desde que tengo consciencia, el amor era tan solo una tontería pasajera.

Esa mañana me desperté por culpa del despertador y como si fuera un muerto viviente, fui al baño entre gruñidos. Cuando terminé de ducharme bajé a desayunar, y como siempre, me bebí un café y una tostada recién hecha. Siempre era la misma rutina entre semana: despertarme, ducharme, desayunar e irme al instituto para aguantar a mis ineptos compañeros de clase.

Como todas las mañanas me abrí paso a empujones para entrar en el hall del instituto. Recorrí todo el hall con la mirada, es día todo estaba diferente. Las chicas que se sentaban a cotillear en un banco ahora presumían de sus perfectísimos novios; la pandilla de chicos que se solían sentar en las escaleras ahora se consultan entre ellos qué regalarle a sus novias para que no se enfaden con ellos; la chica que a todos le parecía la más guapa del instituto ahora suspiraba por su exnovio; y la pareja que siempre se escondía para besarse ahora se comen a besos en el pasillo sin ningún pudor.

Pasé por el pasillo hasta llegar a las taquillas, necesitaba coger mi libro de lengua. Entonces me día cuenta de que había una carta en el suelo, yo la cogí para investigarla un poco, empecé a leerla: “Nena, tus ojos son SUPER. Nena, tus caderas son SUPER. Nena tu pelo es SUPER. Nena, tu sonrisa es SUPER. Nena, tú eres SUPER.” Al instante supe de quién era esa carta y para quién, con esa manera tan rara de expresarse y con tanto SUPER no había duda, era una carta de “amor” de un chico llamado Franky, y seguro que era para  su novia Robin. Me dio algo de pena que ese intento de carta de amor se desperdiciara, así que decidí colarla por la rendija de la taquilla de Robin, que afortunadamente era la que estaba al lado de la mía. Menos mal que nadie se dio cuenta, si no hubiera estado en una situación embarazosa. Menos mal que me dí prisa, porque en ese instante llegó la chica con algunos libros en la mano.

-Hola Law, feliz San Valentín. –Me dijo besándome en la mejilla. Aunque a mí no me hacía mucha gracia, esa era su forma de saludarme. Teníamos tanta confianza porque al fin y al cabo, éramos amigos.

-Será para ti. –Le contesté intentando no sonar muy brusco, no iba a pagarlo con ella.

-Quizás tu odio por San Valentín desaparezca algún día. –Dijo abriendo su taquilla.

Cogió la carta de su novio y la leyó un par de veces, con una gran sonrisa dibujada en su cara.

-Este Franky… -Dijo guardándose la carta de amor en la mochila. –Bueno Law, me tengo que ir a clase.

-Adiós Nico-ya. –Me despedí mientras se alejaba de las taquillas.

-¡Alegra esa cara! ¡Que te van a salir arrugas! –Exclamó alegremente, sí que le había puesto de buen humor la carta.

No lo logré entender, ¿cómo una carta tan desastrosa puede hacerla tan feliz? Hay tantas cosas que debía aprender sobre eso que llaman amor…

Suspiré y me descolgué la mochila del hombro. Me agaché y cogí la llave de mi taquilla para abrirla, pero me dí cuenta de que estaba entreabierta. No me lo pude creer, me la había dejado abierta. Eso me extrañó bastante, ya que yo nunca fui un chico tan despistado como para dejarme la taquilla abierta. No le dí más importancia, así que cogí el libro de lengua.

Cuando iba a cerrarla me dí cuenta de que había algo que destacaba en el interior de mi taquilla, un papel negro. Lo cogí y le eché un vistazo, era una carta negra escrita con las letras en blanco. Deseé que no fuera una carta de amor, pero al menos no lo parecía, las cartas de amor no suelen estar escritas en un papel negro. Comencé a leerla disimuladamente por si pasaba algún curioso cerca de mí e intentara enterarse de algo: “Me saltaré lo de querido Trafalgar o querido Law, de todas maneras nunca he sido muy romántico. Tampoco cubriré esta carta con palabras de amor, eso no me pega mucho a mí. Te diré la verdad, sé que odias San Valentín, por eso te quiero alegrar un poco el día. Anda, tómate un caramelo de limón que sé que son tus favoritos, te he dejado una bolsa justo al lado de esta carta. Nos vemos luego.”

En ese momento hice lo primero que pasó por mi mente, antes de pensar en cualquier cosa me eché un caramelo de limón a la boca y guardé la bolsa en mi mochila. Estaban realmente buenos, adoro los caramelos de limón. Después de quedarme un buen rato saboreando el caramelo comencé a pensar en todo eso. Algo de esa carta que me llamó la atención fue la manera de escribir que ese chico o chica tenía, directa y segura, además de que como ponía en la carta, no había ni una palabra de amor. No era la típica carta llena de cosas como “me encantan tus ojos” o “tu sonrisa me enamora”. ¿Quién podría ser?

El timbre sonó, y yo me aseguré de cerrar bien mi taquilla y comprobar que estaba cerrada antes de irme, no tenía muchas ganas de volver a recibir otra carta. Fui por el pasillo que llevaba a mi clase mirando al techo, cosa que solía hacer yo cuando pensaba y la gente veía como algo raro. Por ese motivo no veía lo que tenía enfrente, y acabé chocando con alguien. Pero no caí al suelo, ese alguien me sujetó por el brazo para impedir mi caída.

-Trafalgar idiota, mira por dónde vas. –Me dijo quien me había sujetado, para después soltarme del brazo, haciendo con eso que yo cayese de culo al suelo. Después se fue por su camino como si nada.

Ese era Eustass Kid, uno de mis compañeros de clase. Pero lo conocía antes de que compartiésemos clase, más que nada porque él y yo teníamos un amigo común, Franky. Yo siempre solía salir con mi pandilla de amigos: Luffy, el más hiperactivo, glotón e inocente; Usopp, narizotas y mentiroso compulsivo; Nami, que si pierdes de vista algo valioso ella ya te lo ha quitado; Sanji, pervertido y mujeriego; Zoro, despistado y dormilón; Robin, la que tiene más cordura de todos nosotros; Franky, muy exhibicionista y raro; y Chopper, un chico de dos años menor que nosotros al que Luffy ayudó porque se metían con él. Pues un día de estos Franky se llevó con nosotros a Kid, ya que se conocían desde el colegio. A pesar de que a Chopper, Usopp y Nami les diera algo de miedo, todos se llevaron bastante bien con él. A mí personalmente me caía bien, pero cada vez que estábamos juntos acabábamos insultándonos, y más de una vez hemos acabado a puñetazos, interrumpidos por Usopp y coreados por Luffy. Y es que no lo podíamos evitar, cada vez que nos veíamos nos teníamos que picar el uno al otro. ¿Lo odiaba? Por supuesto que no, tan solo nos divertíamos así.

Entré a clase, donde la mayoría de la gente ya estaba sentada. Algunos idiotas se quedaban en la puerta a esperar al profesor, no entiendo por qué lo hacen.

-¡Traffy! ¡Aquí Traffy! –Gritó Luffy desde una silla del fondo. Estaba sentado en el fondo de la clase, con una mesa vacía a la derecha y a la izquierda tenía sentado a Kid, que ni siquiera se dignó a mirarme.

Normalmente no dejaban que haya más de dos mesas juntas, pero en esta clase el profesor ya nos tenía asco a nosotros tres. ¿Por qué? Porque con solo vernos se deprimía, no sabía qué hacer para que le hiciésemos caso, así que ahora pasa de nosotros. En ese momento supe que si no me sentaba ahí Luffy me iba a estar molestando toda la clase, así que accedí.

Luffy estaba dibujando algo extraño en su libreta, pero no quería saber qué era, así que no dije nada. Por otra parte, Kid miraba por la ventana mientras se inclinaba en su silla. Pensé en lo divertido que sería que se cayese de la silla y no pude evitar reirme para mis adentros.

-¡Traffy! ¡Kidy! ¡Mirad qué dibujo he hecho! –Dijo alegremente Luffy como un niño de tres años.

Miré el extraño dibujo de Luffy, pero no tuve ni la menor idea de lo que era, y Kid tampoco.

-Y… ¿Qué es? –Preguntó Kid al fin, y me sentí algo mal por ello. No pude evitar pensar en que me dejó caer de culo al suelo y que cuando entré ni me saludó. De verdad, muchas veces pensé que le daba asco a ese chico…

-Si después de todo sabe hablar… -Murmuré para mí mismo, tan sólo ganándome una mirada fulminante del pelirrojo.

-¡Es un oso! –Dijo Luffy ilusionado.

Cuando lo dijo volví a mirar el dibujo, y cuando lo pensé mejor, sí parecía un oso, pero un oso diabólico. No tenía ni siquiera pupilas, y no parecía muy tierno que digamos con los enormes y afilados dientes que le había dibujado Luffy. Me pareció divertido retocarlo un poco, así que le dibujé algunas marcas de haber sido cosido y le borré uno de los ojos para ponerle un botón. Admiré el dibujo con una sonrisa, ahora sí que parecía un oso diabólico. Kid también hizo un par de retoques, le dibujó un corte por donde le salía el relleno, unas garras y una sonrisa macabra. Ahora el dibujo sí que me gustaba, pero siempre he tenido extraños gustos.

En resumen, cuando vino el profesor nos negamos a hacer algo productivo, ya que estábamos muy cansados. Eso no hizo más que hacer que el profesor se volviese a deprimir, otra vez tuvo que volver a tomar antidepresivos. Luffy se pasó toda la clase dibujando perros, gatos, paisajes o cualquier cosa inocente; y Kid y yo las retocábamos para darle un tono macabro. No puedo negar que fue algo muy entretenido, es de las pocas veces que me he sentido realmente a gusto con el pelirrojo, sin insultos por el medio.

Cuando tocó el timbre que finalizaba esta clase, perdí de vista a Kid y Luffy. De todas maneras, sabía que iba a pasar eso. Luffy siempre era el que tenía que salir de los primeros, Kid al que le apasionaba esperar a que todos estuviesen saliendo para salir él a empujones, y a mí me gustaba más salir cuando ya no había tantos empujándose por salir.

Algo rondó mi mente, en la carta ponía claramente que nos veríamos luego, ¿y si había algo nuevo en mi taquilla? Supuse que no, pero la clase en la que me tocaba ahora estaba muy cerca de las taquillas, y no perdía nada por intentarlo. Así que eso hice, fui a mi taquilla y me sorprendió volver a verla medio abierta. Había otra carta en ella: “Sabía que te iban a gustar los caramelos, al fin de cuentas son tus favoritos. Te sorprenderá que haya otra carta, ¿verdad? Pero ya sabes, te dije que nos veríamos luego. Esta vez te traigo algo que he estado buscando mucho tiempo, y de hecho, me ha costado muchísimo encontrarlo. He visto el aprecio que le tienes a esa sudadera que llevas puesta, así que he buscado algo relacionado con ella. Espero que te guste, ya que no veas lo que me está costando forzar la cerradura de tu taquilla sin romperla. Nos vemos luego.”

Guardé la carta en mi mochila junto con la otra, y busqué el regalo por mi taquilla. Por fin lo encontré, un pequeño sobre abultado. Lo abrí con cuidado y de él saqué un pequeño llavero con el símbolo de mi sudadera. Eso me entusiasmó mucho, tanto que no dudé ni un minuto en quitar mi antiguo llavero para ponerme el nuevo. Luego fui a la clase donde me tocaba.

-Ey Trafalgar, ¿te pones conmigo? –Preguntó Kid cuando me vio llegar, eso me dejó de piedra unos momentos. Pensé que estaba preguntando que si me ponía cachondo con él.

-¿Qué? –Pregunté sin dar crédito a lo que acababa de decir.

-Idiota… Que si te sientas conmigo en clase… -Repitió con molestia, yo afirmé con la cabeza, tenía la cara roja como un tomate por lo que había entendido antes.

La clase fue bastante tranquila para mí, será porque estoy acostumbrado a sentarme con Luffy y él nunca paraba de hablar a mi lado. También contribuyó en mi tranquilidad el hecho de que la profesora nos mandase algo así como 30 ejercicios, y aunque me jodió bastante eso me tuvo entretenido toda la clase. Las conversaciones que compartí con Kid fueron diferentes a las que estoy acostumbrado con él, sólo hablábamos para explicarnos mutuamente algunos ejercicios y nada más. Después de eso, cada uno fuimos por nuestro camino. Como siempre Luffy salió corriendo el primero, Kid se abrió paso a empujones y yo me tomé mi tiempo para salir.

Volví a la taquilla entusiasmado, tenía la esperanza de encontrarme con otro regalo. Y ahí estaba la misma situación otra vez: nadie sospechoso por las taquillas, mi taquilla entreabierta y una carta en ella. Como las veces anteriores, era negra y estaba escrita con letras blancas, se podía leer perfectamente: “No te podrás quejar, ya no tienes ese llavero cutre que siempre arrastras contigo. Sé que lo odiabas, no me lo puedes ocultar. Ahora en serio, esto de forzar tu taquilla a tiempo para que no me vea nadie y dejar las cosas es un coñazo, ¿no te la podrías dejar abierta y ya? Bueno, mejor no, que en el instituto hay muchos cabrones. Sé muy bien que tu vocación y tu sueño es ser médico, más bien cirujano si no me equivoco, así que te he comprado algo que te puede gustar. Nos vemos.”

Busqué en mi taquilla, pero no había nada de nada. ¿Se habría olvidado? Volví a buscar y seguí sin ver nada. Pensé que el regalo estaría entre los libros, así que los saqué todos. Entonces lo encontré, había un libro de más titulado “Anécdotas de médicos” Lo guardé con una radiante sonrisa en la mochila, seguro que ese libro me ayudaría más adelante además de hacerme pasar unos buenos ratos de lectura.

Cuado llegué a la clase descubrí que la puerta estaba cerrada y que todos ya habían entrado, había tardado demasiado en buscar el regalo. Tragué saliva y abrí la puerta.

-¿Se puede…? –Pregunté al abrir la puerta, mirando al suelo.

-¿Quién es usted? –Preguntó una voz un tanto desconocida para mí.

Levanté la vista y ahí estaba un profesor que no era el mío, además de una clase de chicos tres años menores que yo. Cerré la puerta de un portazo y salí corriendo a la clase que me tocaba. Entré sonrojado y me senté en la primera mesa que vi, ni me di cuenta de que estaba al lado de Kid.

-¿Pasa algo? –Me preguntó Kid cuando notó mi respiración acelerada y el color rojo de mis mejillas.

-Nada… -Respondí tajantemente.

Esa clase fue más o menos igual a la anterior, y al terminar volví a la taquilla. Las cosas se repetían, al igual que la ilusión que me hacía encontrarme una nueva carta que decía: “Creo que acerté con tu regalo, ¿verdad? Ya que te gustan las cosas de medicina y los libros cuando lo vi te lo tuve que comprar. El siguiente regalo es porque al fin y al cabo, no dejas de ser un glotón aficionado a los caramelos de limón y al chocolate. Con lo delgado que estás nadie diría que tienes debilidad ante el chocolate, así que disfrútalo. Nos vemos.”

No me fue muy difícil encontrar el nuevo regalo, ya que resaltaba ante todo lo demás. Era una caja de bombones roja, al cual me hizo muchísima ilusión. Tengo demasiada debilidad por el chocolate, así que no dudé en echármela a la mochila y salir pitando al patio del instituto. Allí me senté solo bajo la sombra de un árbol, donde no suele venir nadie, por eso era mi lugar favorito de todo el instituto. Abrí la caja de bombones y empecé a devorarlos como un loco, uno por uno, relamiéndome los labios cuando terminaba cada sabroso bombón. Siempre me ha sorprendido la capacidad de Luffy cuando come, pero cuando se trata de chocolate yo como más que cualquiera. Terminé rápidamente con la caja, dejándome el estómago lleno. Me parecieron muy pocos, así que conté los huecos de la caja donde antes habían bombones. Había exactamente 25… Eso me dejó un tanto anonadado, ¿cómo podía comer tanto en tan solo 10 minutos y no tener dolor de barriga? Retiré donde se ponían los bombones para tirar esa parte, pero la caja me la quería quedar. Me llevé una sorpresa al encontrar que debajo había una sabrosa tableta de chocolate con leche. La abrí y empecé a devorarla al instante, llenándome en el proceso toda la cara y las manos de chocolate derretido, siempre me ponía lleno de chocolate cuando era niño, al menos esta vez solo han sido las manos y la cara…

-Traffy, ¿por qué estás lleno de chocolate? –Preguntó Luffy, que acaba de llegar junto a Kid. Luffy me observaba con algo de envidia y Kid me miraba fijamente, algo sonrojado.

-Eh… Porque me he comido un… ¿Helado? –Mentí con lo primero que se me ocurrió, haciendo lo imposible para ocultar la caja de bombones. Por suerte, ninguno de los dos se dieron cuenta, pero Kid me miraba demasiado…

-Simplemente… Adorable… -Murmuró Kid sin dejar de mirarme, y ya entendí como me miraba, como a un niño pequeño.

-¡Eustass-ya! ¡No soy un niño! –Grité con indignación haciendo lo imposible para quitarme el chocolate de las manos.

Cogí un pañuelo con cuidado de no manchar mis libros de la mochila, en especial el que me habían regalado. De paso guardé la caja de bombones sin levantar muchas sospechas. Me limpié la cara y las manos y dejé el pañuelo por ahí. Cuando terminé de limpiarme el timbre sonó, y Luffy salió corriendo como alma que lleva el diablo. Me quedé a solas con Kid, pensando en cómo me lo quitaba del medio un momento para ir a por mi regalo. Me facilitó el trabajo, ya que él me sonrió y salió corriendo con la escusa de que no quería que Luffy se metiese en algún lío.

Así pues, volví a mi taquilla y automáticamente saqué la nueva carta en la que estaba escrito: “Espero que no te hayas comido todo el chocolate, pero mucho me temo que sí, sé que cuando hay chocolate por en medio eres incapaz a controlarte. Espero que te esté gustando el día de San Valentín, porque a mí sí, hacerte feliz me vale para que sea un buen día para mí. Hace algunas semanas me dí cuenta de algo, llevas agujeros en las orejas pero no llevas pendientes, ¿por qué? Estarías muy mono con unos pendientes… Espero que disfrutes de tu nuevo regalo y que lo uses mucho. Nos vemos.”

Debajo de donde estaba la carta había una caja pequeña, cuando la abrí me dí cuenta de que eran unos pendientes de oro. Hacía tiempo que me quería comprar de este estilo, por eso me hice los agujeros. Utilicé la pantalla de mi móvil como espejo y vi que de verdad me quedan bien. Me ruboricé al pensar en lo que había puesto el chico o chica que me regala las cosas, lo de que estaría muy mono con los pendientes… ¿Cuánto le debía de importar a esa persona para que me cubriese así de regalos? Si tan sólo supiese quien es… No dudaría en darle una oportunidad…

Fui a mi clase y me senté al fondo, junto a Kid y Luffy. Este profesor tampoco nos aguanta, así que no creo que nos diga nada por sentarnos los tres juntos. Esta vez era Kid el que estaba en el centro, y yo el que estaba pegado a la ventana. Me dí cuenta de que Kid me volvía a mirar demasiado, así que giré la cabeza para verle.

-¿Llevabas antes los pendientes? –Me preguntó con curiosidad, yo me lo pensé antes de responderle.

-No. –Le respondí con una sonrisa, era el único que se había dado cuenta.

-Me gusta como te quedan. –Se limitó a decir con una sonrisa.

La clase pasó demasiado lenta para mi gusto, pero al fin tuve mi preciada recompensa esperándome en mi taquilla. La verdad, lo que había empezado siendo un día espantoso se había terminado convirtiendo en el mejor San Valentín de mi vida. Me sentía como un niño en la noche de reyes esperando su regalo debajo del árbol. Abrí la carta y comencé a leer: “No me digas que no te quedan bien los pendientes… ¿Sabes qué? Esto de forzar tu taquilla cada vez es más fácil para mí, divertido me atrevería a decir. Haber, con este regalo he tenido muchas dudas, ha sido el único que no tenía 100% claro. Nos vemos.”

Cogí el paquete que había al lado y lo abrí con dudas, era un MP4 rojo y unos auriculares negros y blancos. ¿Por qué pensó que no me iban a gustar? Para mí son perfectos, de hecho todo lo que me regale es perfecto. Lo guardé con cuidado en mi mochila y volví a mi clase pensando en quién será la persona que me está mandando tantos regalos y cartas.

Cuando terminó la siguiente clase intenté volver a mi taquilla rápidamente, pero me crucé con Nami, que se quedó embobada mirando mis pendientes de oro.

-¿Querías algo Nami-ya? –Le pregunté arqueando una ceja, no parecía que venía sólo a ver mis pendientes.

-Cierto… -Dijo ella chasqueando los dedos.

En ese momento se oyó un pitido, y tras mirar su móvil Nami sonrió y se lo guardó en el bolsillo de nuevo.

-Ya nada. –Dijo ella saliendo corriendo por los pasillos, parecía demasiado alegre.

Al fin llegué y cogí la nueva carta con muchísima ilusión: “¿Te gustó el regalo? No sabía qué regalarte así que espero que no haya sido un mal regalo. El próximo regalo es el que más claro tenía de todos, cuando lo vi en la tienda tenía más que claro que te iba a encantar. Te haces pasar con alguien frío, por eso no le agradas a mucha gente. Pobres idiotas, ¿acaso te conocen para juzgarte? Yo que te conozco sé que en tu interior no eres frío, ¿verdad? Con esto estarás muy adorable, te lo aseguro. Póntelo y demuestra tu lado más tierno. Nos vemos.”

Me volví a ruborizar intensamente, ¿yo adorable? En mi taquilla sobresalía lo que parecía ser un peluche blanco y marrón. Lo cogí con una mueca, ¿pretendía que me pusiese un peluche? Después de analizarlo descubrí que era un gorro que parecía de peluche, era blanco con motas marrones. Era extraño, pero… ¡Me encantaba! No sé quién es esa persona ni por qué me conoce tan bien, pero si supiese quién le abrazaría sin dudarlo. ¿Cómo era posible que me estuviese empezando a gustar alguien que no sé quién es?

Fui a mi clase, dónde estaban ya todos sentados. Al entrar todos se quedaron mirándome por el gorro, pero no me importó, yo estaba más que encantado con mi gorro, si a los otros no les gustaba que se jodiesen. Luffy me volvió a llamar para que me sentara con Kid y con él, y yo accedí con una sonrisa.

-¿Qué es eso Traffy? –Preguntó Luffy quitándome el gorro.

-Un gorro, ¿no te gusta? –Le pregunté mostrando una amplia sonrisa, me daba igual lo que pensaran de él, para mí era simplemente perfecto.

-¿Es comestible? –Preguntó relamiéndose los labios mientras un hilo de saliva caía por su boca.

-No. –Le respondí quitándoselo de las manos.

-Pareces un peluche. –Comentó Kid, ya decía yo que tanto tiempo sin burlarse de mí era demasiado.

-Y tú una antorcha. –Me defendí en un gruñido, nadie se iba a burlar de mi gorro nuevo que tanto quiero.

-Lo sé. –Me respondió con una sonrisa de oreja a oreja, al contrario de lo que me había imaginado, no se enfadó.

Cuando terminó la clase me deprimí bastante de camino a mi taquilla, sabía que esa iba a ser la última sorpresa… Joder, había sido el mejor día de San Valentín de la historia. Cuando comencé a abrir la carta deseé con todas mis fuerzas que por fin me dijera su nombre la persona que me cubría de cartas y regalos. Empecé a leer la carta: “Hola Trafalgar, te ha gustado el gorro, ¿verdad? Me he dado cuenta, parecías muy feliz con él. Me encanta cómo te queda, como pensaba estás muy adorable con él puesto. Me alegra de haberte hecho pasar un buen San Valentín, de verdad que estoy contento por ello. Mira aunque me cueste decirlo, te quiero desde hace mucho tiempo. Lo nuestro es imposible, soy un hombre, pero eso no iba a impedir hacerte pasar el mejor 14 de Febrero de tu vida. No me gusta la idea de ser sólo tu amigo, pero mejor que no sepas quién soy. Te quiero Trafalgar, te quiero muchísimo. Siempre serás mi moreno favorito… Mi último regalo es mi corazón, cuídalo en la distancia. Hasta nunca mi amor.”

Casi me caigo de rodillas al leer eso, no entendía por qué no me había dicho su nombre. Yo… Yo quería encontrarle porque yo también estaba empezando a sentir cosas por él, no por sus regalos, por sus atenciones hacia mí y sus cartas. No quería perder a quien podría ser el amor de mi vida sin ni siquiera tenerlo. Así que corrí a la salida del instituto y comencé a coger a chicos sin ton ni son, a algunos los soltaba al instante, otros se soltaban de mí y a otros les hacía preguntas sin sentido. Cogí a Luffy de la camiseta.

-Mugiwara-ya, ¿eres tú? –Le pregunté casi gritando, él comenzó a ponerse serio.

-Sí Traffy… Yo fui quien te vacié la nevera el otro día. –Respondió Luffy con culpabilidad.

Lo solté de inmediato y seguí buscando, era imposible que fuese él, era tan infantil además que nunca mostró signos de querer algo conmigo aparte de amistad. Agarré una camiseta gris con un dibujo de un ángel-demonio y la sacudí un par de veces.

-¿Pasa algo Trafalgar? –Preguntó la voz de Kid, de hecho le había cogido a él.

-Eustass-ya… ¿Eres tú? –Le pregunté con voz temblorosa, estaba muy agobiado por esto.

-¿Pasa algo? –Me preguntó él, yo le solté y seguí corriendo por la salida del instituto.

Me dí por vencido y volví a casa cabizbajo. No me pude creer que no hubiese aparecido, me dijo que me quería y luego desapareció de mi vida. Dios… Si tan sólo pudiese ver su cara… Ese día ni siquiera comí, me quedé en mi casa comiendo los caramelos de limón que me había regalado mientras escuchaba música en mi nuevo MP4, eran las canciones perfectas para mí. Me sentía fatal porque había perdido una oportunidad de encontrar el amor en el cual nunca había creído hasta ese momento.

Al rato tocaron a la puerta un par de veces, Luffy y Kid habían venido a por mí. A esto se unieron Usopp y Chopper. Nos fuimos a un parque donde no había nadie, y mientras ellos hacían el tonto por el parque yo me senté solo en un banco sin ganas de nada. No paré de pensar ni un segundo en todo lo que había pasado en el instituto. Tampoco dejé de pensar en lo que había perdido, me sentía como un desgraciado y se me fueron las ganas de vivir. El único chico al que podría haber amado se fue de mi vida. Oí que alguien se sentaba a mi lado, pero ni siquiera me giré a mirarlo.

-Trafalgar… ¿Qué te pasa? –Preguntó Kid, que fue quien se sentó a mi lado.

-Nada Eustass-ya, sólo vete. –Le ordené con brusquedad, no quería hablar con nadie.

-¿Estás enfadado conmigo? –Me preguntó pegándose un poco más a mí, yo me giré a mirarle, quería fingir que todo iba bien, pero no podía sonreír ni aunque lo intentase con todas mis fuerzas.

-No, tan sólo estoy triste…

-¿Por?

-No puedo decírtelo. –Le respondí con desgana, no quería que se riese de mí como muchas veces hacía.

-Confía en mí, te ayudaré. –Me aseguró con una sonrisa muy rara en él, no era burlona, tampoco macabra, era tranquilizadora.

No lo pude evitar, comencé a llorar como un niño, estaba muy mal por lo que a mí me pareció una tontería. Pensaba que jamás encontraría a esa persona que me hizo tan feliz en el día que odiaba. Seguí llorando al sentir los brazos de Kid que me atraían hasta él para abrazarme. Enterré mi cabeza en su pecho y busqué las palabras apropiadas para hablar.

-El gorro… Los pendientes… El chocolate… ¡Todo! Todo me lo dio él… -Dije mientras lloriqueaba, seguía sin saber muy bien cómo explicarme.

-¿Quién es él? –Preguntó Kid abrazándome con más fuerza.

-No lo sé… Ese es el problema. ¡Ese es el jodido problema! Me cubrió de cartas y regalos y me hizo feliz… Él forzaba mi taquilla entre clase y clase y yo encontraba un regalo y una carta. ¿Por qué se tuvo que ir? Nunca me dijo quién era… En la última carta me regaló su corazón y me dijo que me quería… ¡Jodido imbécil! Le habría dado una puta oportunidad. –Expliqué entre gritos y llantos que Kid intentaba calmar, pero era imposible que dejase de llorar.

-Quizás ese imbécil tenía miedo a que alguien como tú le rechazase. –Me dijo para relajarme mientras me abrazaba más y más fuerte, pero sin legar a hacerme daño.

-¿Alguien como yo…? –Le pregunté en un hilo de voz, me sentía muy raro.

-Alguien perfecto. –Respondió él, eso consiguió que dejase de llorar tanto, pero seguía haciéndolo.

-¿Perfecto yo? No me hagas reír… ¿Qué tengo yo de perfecto? -Pregunté con una sonrisa triste, acomodándome en su pecho y pegándome aún más a él. Me sentía bien en sus brazos, el dolor dejaba de ser tan grande.

-Todo… Tu afición a los caramelos de limón, tu apetito voraz por el chocolate, lo bien que te sienta parecer un niño cubierto de chocolate, tu profunda mirada gris, lo adorable que estás con el gorro, todo… -Respondió él acariciándome dulcemente la espalda.

Todo eso me sonaba demasiado… Absolutamente todo estaba en las cartas que ese hombre me dio, o mejor dicho, que este pelirrojo me dio. ¿Cómo había podido estar tan ciego? La forma en que me miraba, tanta felicidad que demostraba al estar cerca de mí… Jamás me dí cuenta de todo eso. A mí me encantaba picarle, pero sólo porque me encantaba verle enfadado como un niño pequeño. Y su sonrisa…. Sus ojos de color ámbar… Su afición por todo lo referente a la mecánica… Todo eso me encantaba de él. ¿Cómo no me he dado cuenta antes de lo mucho que le quiero?

-¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué? –Le pregunté apretando los dientes, estaba enfadado por pensar en tanto tiempo perdido con el pelirrojo.

-Ya te lo he dicho, tenía miedo a que me rechazases. Siempre me he comportado como un idiota contigo, insultándote una y otra vez… Jamás pensé que yo tendría una oportunidad contigo, así que no dije nada. Pero eso no quiere decir que no pueda intentar hacerte feliz en el día de San Valentín. –Explicó con voz suave, como si creyese que después de haber dicho todo eso me fuese a ir de su vida o algo así.

-No… No pienses eso… -Le dije volviendo a llorar, no supe que me pasaba, pero no podía dejar de hacerlo.

-No llores Law, por favor… -Me suplicó limpiándome las lágrimas que no paraban de caer una tras otra, eso me tranquilizaba a la par que me angustiaba, ¿por qué no me habría dado cuenta de todo esto antes?

Levanté la vista e intenté sonreír como pude, y de hecho, lo hice. Sí, sonreí dulcemente por un segundo antes de ponerme completamente colorado. Eso extrañó bastante a Kid, y fue compresible.

-Me has hecho regalos fantásticos, pero aún quiero otra cosa. Dicen que lo mejor se guarda para el final, ¿no?

-Supongo, dime lo que quieres y lo tendrás. –Aseguró posando una mano en mi mejilla.

Yo seguía muy nervioso, no sabía cómo expresar lo que sentía, y mucho menos lo que trataba de decir. Cerré los ojos con fuerza y agarré a Kid de la nuca, era ahora o nunca.

-B-E-S-A-M-E –Deletreé aún con mis ojos cerrados, esperando de un momento a otro mi preciado beso.

No tardó mucho en llegar, porque en seguida sentí los cálidos labios de Kid moviéndose sobre los míos torpemente. Yo correspondí al beso con muchísima torpeza, pero qué importaba… Lo importante era que era nuestro torpe beso, nuestro dulce y torpe beso. Nos separamos por la falta de aire, y apoyé mi frente con la suya, no podía creer lo que estaba pasando.

-Dilo, lo has dicho en la carta, así que dímelo. –Le ordené apoyando mis manos en sus mejillas, si no lo decía lo iba a lamentar.

-¡No te quiero! ¡Te amo! Te amo, te amo, te amo más que nunca. –Gritó con una sonrisa que acabó pegándoseme a mí.

-¿Por qué? –Pregunté sin apartarme de él.

-Porque eres Law, mi Law. –Respondió con una sonrisa mucho más dulce que la anterior.

Suficiente, le besé con fuerza. Esta vez profundizando aún más el beso con la lengua, explorando con ella cada rincón de la boca de mi amado pelirrojo. Tenía tantas ganas de besarle que por un momento cerré los ojos y me perdí en mi mundo.

-¿Quieres ser mi novio? –Preguntó Kid cuando nos separamos, un hilo de saliva aún conectando nuestras bocas.

-Sí Kid. –Le respondí, llamándole por primera vez por su nombre.

Empezaron a oírse aplausos, silbidos y gritos a nuestro alrededor. Con algo de molestia, aparté mi vista de Kid y la dirigí a quien sea que hacía tanto ruido. A nuestro alrededor estaban todos, y sin exagerar, TODOS. Usopp, Nami, Luffy, Franky, Robin, Chopper, Zoro y Sanji. Me pregunté cuándo habían llegado todos, pero no me importó. Estaba demasiado ocupado intentando quitarme el estúpido sonrojo de la cara. Sólo oí en ese momento a Kid decirme que estaba muy mono sonrojado, lo que hizo que me sonrojase aún más.

-Te dije que tu odio por San Valentín desaparecería algún día. –Comentó Robin con una sonrisita y una risita.

-¿Lo sabías? –Pregunté mirándola fijamente.   

-Es difícil no ver a alguien pelearse a gritos con una taquilla porque ésta no se habría. –Respondió ella acusando a Kid con la mirada.

-Es difícil, ¿vale? En las películas parece fácil, pero en la vida real cuesta mucho. –Reconoció Kid algo molesto por el hecho de que le estuviesen acusando de enfadarse.

-Ya pero enfadarse con una taquilla… -Murmuré yo, es que sonaba muy ridículo.

-Dijo el que fulmina al pan con la mirada. –Añadió Kid mirándome acusadoramente. Me conoce bastante bien, sabe que odio al pan.

-Y bien, ¿lo sabía alguien más? –Pregunté mirando a todos y cada uno de los presentes. Usopp, Sanji y Nami levantaron la mano.  

-Yo te tenía que distraer si a Kid se le hacía tarde. –Dijo Nami, y cuando lo pensé me dí cuenta de que en los pasillos ella me distrajo hasta que recibió un mensaje, que sería seguramente de Kid.

-Yo guardaba los regalos y las cartas. –Dijo Usopp, y ya me parecía raro que a pesar de sentarme al lado del pelirrojo jamás vi ninguna carta o regalo en su mochila.

-Y como somos vecinos a mí me tocaba aguantar sus largas charlas en las que él hablaba medio solo. Decía cosas así como: “Voy a matar a al puta profesora por hablarle así a Trafalgar, ¿quién se cree que es esa zorra?” y “¿A que me hago tía para salir con Trafalgar? ¡Ostia puta! ¿Dónde me cambio de sexo?” –Dijo Sanji articulando con las manos, lo del cambio de sexo fue algo raro…

-Sanji, no hacía falta que lo contaras TODO. –Replicó Kid algo sonrojado, pero como para no haberlo estado…

-Vamos Kid, esa tarde me mataste de risa. Se te fue demasiado la cabeza… ¿Cómo se te ocurre pedir cita en un quirófano para eso? –Preguntó Sanji estallando en risas, yo seguí flipando.

-Dijiste que no me atrevía a hacerlo… Además que fue hace mucho tiempo… -Gruñó Kid apartando la mirada, siempre ha sido muy infantil y orgulloso.

-Si fue ayer… -Corrigió Sanji alzando su extraña ceja en espiral.

El banco y su alredor se llenaron de carcajadas, esto era una situación algo extraña. De repente todos pararon de reírse.

-¡Que se besen! ¡Que se besen! –Gritaron a nuestro alredor, cosa que hizo que ambos nos sonrojásemos.

Pero al fin lo hice, estampé de nuevo mis labios en los suyos. Sí, lo hice en un beso que pareció eterno, seguido por muchísimos más. Así fue como el día que más odiaba se convirtió en uno de los más felices de mi vida, y así conseguí encontrar a lo que de momento es el amor de mi vida, y seguro que lo seguirá siendo. Las cartas están guardadas por ahí, los regalos los mantengo y al pelirrojo lo tengo constantemente a mi lado. Por fin entiendo lo que significa el amor, y no era para nada lo que yo me imaginaba, sino algo mil veces mejor.

Notas finales:

Muy largo, ¿verdad? Pues sí, pero era necesario hacerlo así, no me salía más corto y no quería dividirlo en capítulos. Si esperábais lemon, lo siento, pero no es que se me dé especialemente bien y he preferido que este fic sea algo más "inocente". Esto inicialmente no iba a ser para San Valentín, pero me gustó la idea de que en vez de que pasase todo un día normal de instituto, que pasase el día de San Valentín, así que de ahí este especial. 

Espero que os haya gustado tanto como a mí escribirlo!! Os deseo a todos y a todas un felíz San Valentín!! Besosss!!!


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