Tom-san.- Comentó el blondo observando la hora en su teléfono móvil.- ¿Queda mucho para terminar?- pregunto a su superior, con un aire algo ansioso en sus ojos marrones. Poseía unas pupilas frescas y una cara suplicante de una afirmativa.
Eran ya las nueve y media… normalmente para el rubio eso no sería un problema… hasta hace un tiempo.
¿Eh?... Oh, lo siento, tendrás que quedarte una media hora más.- Comentó el moreno guardando sus manos en los bolsillos de su traje, era febrero pero el clima era igual de frío que en pleno diciembre.
Tche, mierda.- Siseó el guardaespaldas, realmente no era el frío u otra circunstancia climática la que creaba en él esas obvias ganas de llegar a su casa, porque ahora tenía algo, algo por lo que volver a casa. Sacó su teléfono móvil del chaleco de su uniforme y marcó un número que conocía bien, y no era para menos. Debía avisar a cierta persona de que iba a llegar tarde.
Hola, residencia de los Heiwajima, ¿En qué puedo ayudarle?- Respondió cierto informante al otro lado del teléfono.
… Dilo de nuevo.- La voz de Shizuo sonaba más encantada de lo normal, como quien ve a un perrito hacer la croqueta y le pide que repita esa acción tan tierna. Se podría decir que el rubio podría estar escuchando la frase que había pronunciado Izaya todo el día, claro, si supiera grabar una llamada, eso para empezar.
¿Ah? … oh… eres tú…- Gruñó el pelinegro al otro lado de la línea, deseando tener al rubio en frente para ver qué cara ponía, y poder apuñalársela hasta que esta no fuera más que una jodida masa uniforme. Realmente odiaba cuando el mayor de los Heiwajima se ponía tan empalagoso y niña, hasta el punto de parecer bobo… más de lo que normalmente ya era a ojos de Izaya.
Solo dilo de nuevo.- Una sonrisa se dibujaba en el rostro del mayor de ambos, tan tierno. Deseando poder proteger a esa persona solitaria por siempre, a aquel cuerpo menudo, a esos ojos de la tonalidad de la herrumbre que conseguían analizarte y atravesarte como una daga,… y a ese saludo. Por todas las cosas, quería proteger ese ‘’Estoy en casa’’ que tanto tiempo había esperado… ese ‘’Residencia de los Heiwajima’’ acompañado de la voz del informante.
Vete a la mierda Shizu-chan, si simplemente has terminado de trabajar, deja de hacer cosas tan maricas y mueve tu trasero a casa.- Hizo una pausa, y soltó una breve risilla burlona, en la que el rubio pudo apreciar una risa nerviosa, simplemente adorable… hasta que abrió su bocaza.- No puedo esperar mucho de alguien al que no le duro el Pou ni una semana ¿no?- Y dale con la pullita, eso era lo que pensaba Shizuo ante tal frase, que sí, que Shizuo no era un jodido informático o rey de los móviles, pero sinceramente, hasta el en el fondo tenía que admitir que lo suyo era ser muy inútil.
Habló aquí… ¿Estas avergonzado? Estas demasiado a la defensiva, pulga, de seguro ahora estas aún más que sonrojado- Se río de forma cínica ante su propio comentario, esto era un duelo a ver quién era más hiriente en el orgullo del contrario… y el rubio lo sabía, así que uso aquellas palabras mágicas que él sabía que terminarían con eso.- ¿Pero sabes? Te quiero.
Y lo único que pudo escuchar fue un prolongado silencio para dar paso a los pitidos que indican que se ha cortado una llamada. En la cara del vestido de bar tender surgió una sonrisa triunfal decorada por un toque conmovido. Había muchas cosas que le gustaban a Shizuo, el tabaco, su hermano, la leche… pero esas pequeñas discusiones por teléfono, eso era lo que más amaba junto a la persona que dialogaba con él en esas llamadas.
…Solo lárgate…- Y su jefe habló con un tono cansado a la par que con una sonrisa que indicaba que se rendía ante esa escenita. Tom podía tener un corazón compasivo al ver algo como eso… ¿Y quién no, realmente?
Shizuo expreso un ‘’Gracias’’ con unos ojos que parecía que estaban a punto de brillar como los de un juguete comprado en un todo a cien, pero su intento de agradecimiento se quedó en no más que un murmuro inentendible. Por suerte, Tom mascullo un ‘’de nada’’ mientras observaba al rubio ir prácticamente corriendo en dirección a su casa.
Porque sobre todo, el necesitaba verlo, quería verlo, lo ansiaba.
Porque si Izaya fuera una droga, Shizuo estaría condenado a ser un yonki adicto toda su vida.
No le tomó ni 20 minutos llegar, se permitió unos minutos frente a la puerta de entrada que emplea en recuperar el aire que había perdido en aquella carrera y busca en sus bolsillos la llave de su propio hogar.
Cuando la consigue, se podría jurar que solo le faltó la musiquita del Zelda que se escucha al abrir un cofre para que aquel momento hubiera sido perfecto. De todas formas, de forma rápida y precisa encaja la llave en la cerradura y deja de margen unos segundos.
4…
3...
2…
1...
Abre la puerta para encontrarse cara a cara con aquel pelinegro con el que momentos antes había estado hablando, su querida pulga se acercó a él, sujetando y aflojando su pajarita.- ¿no ibas a llegar más tarde?
¿Ah? ¿Acaso pretendías irte antes de que volviera? Eres un desgraciado…-Le contestó con un aire socarrón, mientras posaba sus manos en las caderas del más bajo.-Yo que vine corriendo para ver la cara que se te había quedado… es una mierda que nunca llegue a tiempo.
Vete al infierno.- susurro Izaya a la vez que chistaba la lengua.- Bienvenido.
Y con una amplia sonrisa, y un tono suave murmuro.- Estoy en casa.