20/12/2010
Querido… ¿Diario?
La verdad, no lo sé. Mi nuevo psicólogo me ha dicho que me podía hacer bien escribir un diario. Claro que también es alguien lo suficientemente loco como para salir con mi muy querido pero aun así insoportable padrino… espera, se supone que yo no debía saber eso. Menos mal que mamá y papá respetan mi privacidad, sino mamá me colgaría por escuchar a escondidas.
Bueno, ya que no me puedes contar algo sobre vos y no tengo idea de lo que se escribe en un “diario”, te contaré que está pasando por aquí últimamente. Bueno, como seguramente sabrás por la fecha, estamos en invierno y faltan 5 días para navidad, cosa que para mí es un alivio porque significa no volver a tocar la escuela en meses.
No es que me desagrade la escuela, me encanta aprender. Es solo que no me llevo demasiado bien con la gente. Verás, cuando era niño, algo sucedió. Ni siquiera recuerdo que fue, solo que lo que sea me dejó con un trauma tal que ni siquiera puedo hablar con gente que no sea de mi familia y tampoco. Eso me deja con los Weasley (primos), mis padres y mis padrinos con sus respectivas parejas.
A decir verdad, de los Weasley solo hablo un poco con Ron (más por obligación al ser el único del curso que conozco que por otra cosa). Los señores Weasley son amables pero su hija… me cae mal. Se me pega todo el día, sobre todo desde que según ella la “salvé de morir ahogada” cuando lo único que hice fue ayudar, mejor dicho, mirar a Ron hacerle RSP a su hermana. Esa niña no capta las indirectas. Los gemelos son agradables, pero nunca hablo con ellos.
De hecho, de no ser por un par de frases no hablo realmente con nadie. No me gusta hablar. No confío en las otras personas. Por Dios, ni siquiera confío en mis padres. Siempre que trato de confiar en alguien, en Remus por ejemplo que no mata ni a una mosca, me viene el pensamiento de que me va a traicionar. Que en realidad lo único que quiere es hacerme mal. Loco, ¿no?
Cambiando de tema, Remus también me dijo que para lograr hablar con la gente tenía que aprender a confiar en mí mismo y que una buena forma de lograrlo era hablar con el que sería mi reflejo. Otra cosa que me dijo es que no lo haga en frente de mis padres, que no quería que se preocupen pensando que era esquizofrénico o algo así.
Te cuento esto ahora porque mis padres se están yendo y no quiero que pienses que te dejo abandonado. Solo voy a aprovechar el rato a solas.
Adiós.
P.D.: Mañana te pondré nombre.
Harry miró la hoja que había escrito. En realidad a él no le importaba ser un marginado social sin amigos. Él en realidad lo que quería era recuperar sus recuerdos de la infancia, saber el motivo por el que iba a hablar con un espejo o escribir un diario.
Bajó a saludar a sus padres y, cuando estuvo seguro de que fueron, apagó las luces y se sentó frente al espejo de la sala. Unos brillantes ojos verdes le devolvían la mirada en la penumbra. Suspiró.
-Hola Harry-“me siento estúpido” pensó. Sacudió la cabeza, tenía que hacer esto en serio. La felicidad de sus padres dependía de ello-. Ejem, de acuerdo. Últimamente estuve leyendo unos libros medio extraños, recomendados por mis padres. Trata de un chico que, por extraño que parezca, se llama Harry Potter como yo. La saga está buena, ¿sabes? Pero no me agrada para nada ese viejo de Dumbledore. O sea, ¡si no fuera por su culpa Sirius y Severus se habrían salvado!-se calmó. La verdad es que era de divertido hasta relajante saber que el reflejo no le contestaría ni juzgaría.- Es gracioso, porque parece ser que todos los personajes de esa historia tienen nombres como los de mi familia. Excepto Hermione, creo que ella no está. A menos que sea la novia de Ron, esa de la que tanto se orgullece y al mismo tiempo no quiere mostrar ante la familia.-Se escuchó un gruñido. – Oh, claro. Se supone que tengo que comer y alimentar a las mascotas también. Ya vuelvo.
Se levantó del suelo y tronó sus dedos. Si Lily hubiera estado en casa lo habría sermoneado hasta la muerte. Riendo aún por haberse imaginado a su madre en su funeral regañando a la tumba, fue hacia la cocina. En la heladera había tarta fría para él, carne cruda para el perro y alimento para el hurón. Ratas para la serpiente solo quedaba una, había que comprar más.
-De acuerdo Paddy, primero tú.- Le arrojó un gran pedazo de carne al enorme perro negro que, en cuanto olió la carne, se instaló detrás de Harry.-OKEY OKEY, ENTIENDO. TE GUSTA LA CARNE PERO CÁLMATE-suspiró- esto es alimento, tontito, es para Draco, tú ya comiste.-Tomó al pequeño hurón albino y lo colgó de su hombro. Fue dándole de a poco las croquetas en la boca. Era un lindo huroncito, pero tenía la mala costumbre (al igual que Paddy) de molestar a todos. Por último la serpiente. Era una hermosa serpiente, blanca también, pero sin nombre. Estaba pensando en ponerle Lucen o algo así, pero la serpiente no se convencía. Por ahora era una serpiente sin nombre, como el dios Desconocido de Game of Thrones. Se quitó a Draco del cuello y estiró el brazo para que la serpiente subiera por él. –Aquí tienes, hay que comprar más ratones. Los compraré mañana, no me mires así.
Luego de alimentar a todos, él incluido, volvió a sentarse en frente del espejo.
-Paddy me lo regaló mi padrino Sirius. El hurón me fue dado por mi otro padrino, el mejor amigo de mi madre y enemigo a muerte de Sirius, Severus. Al principio lo odiaba, pero ahora me doy cuenta que el motivo por el que mis padres me dejaron tener un psicólogo fijo y conocido fue por él. Digo fijo porque mis padres solían cambiarlo todos los años. Ninguno duraba. Supongo que lo hacían para que conozca más gente, pero lo único que lograba era que yo me encerrara hasta con la persona que se suponía me debía inspirar más confianza. Me pregunto si debería darte un nombre a vos también. Podría darles el mismo nombre a los tres, junto con la serpiente también… no lo sé. Creo que con esto voy a terminar. Me acabo de dar cuenta de que ya es la 1:45 y que mis padres llegarán en un rato y yo debería estar durmiendo. Hablar contigo fue bastante divertido, ¿sabes? ¿T gustaría que lo hagamos más seguido? Pero que digo- rió-¡no puedes contestarme!-siguió riendo mientras iba hacia su habitación y finalmente se detuvo cuando se durmió.
Mientras Harry dormía, en la sala, más específicamente, en el espejo, un reflejo que aún mantenía la forma del pequeño, abrió los ojos y sonrió.
-Sí, me encantaría hablar contigo más seguido, Harry- dijo, en un susurro que murió en sus labios y no logró alterar el sueño del joven, que dormía como en un buen tiempo no lo hacía.