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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Amy se da a la fuga, dejando a sus padres tirados con su fiesta de cumpleaños.

En la luna Rinax, su hermano David es testigo del dolor que siente Pavel en su interior.

 


El tatuaje de Pavel


 


                                                                    Llegó su catorce cumpleaños y ese mismo miércoles Amy rogó a su loco doctor que volviese a colarla en los sótanos de la academia para ver a Khan. Esta vez fueron de noche. Bones tuvo que aguantar que Spock y Jim le pusieran mala cara cuando decidió coger el coche y llevarse a la muchacha.


   - Esto no le hace ningún bien. - Jim, como siempre, se preocupaba por su pequeña.


   - Lo ha convertido en una tradición, no puedo decirle que no. - McCoy se justificaba.


   - Estando congelado no puede sentir su mente, ¿qué es lo que hace allí, Leonard? - Le preguntó Spock. Recordó lo que había visto hacer a Pavel y se estremeció.


   - Básicamente adorarle... y llorar... - El médico parecía entristecido. - No tardaremos. Me quedaré a dormir en el cuarto de Peter.


   - ¿Eso quiere decir que nos vemos luego? - Jim le lanzó su sonrisa de medio lado y le devoró con la mirada mientras salía de la casa. Amy esperaba en el coche, no había oído una palabra de su conversación.


 


      Adorarle en silencio, dejar caer las lágrimas que el dolor de su ausencia hacía nacer en lo más hondo de su alma. Amy acariciaba el cristal de la cápsula, dibujando los labios de Khan con un dedo mojado en las gotas saladas que vertían sus ojos.


   - Me hice el tatuaje, por fin llevo mi trisquel en su lugar... cerca de mi sexo, te gustará. - Amy conversaba en secreto con su t'hy'la durmiente, no había respuesta, no la esperaba.


   Necesitaba contarle sus cosas, decirle cómo le añoraba, lo mucho que deseaba verle sonreír de nuevo.


   - Amy, ve despidiéndote. Seguridad está a punto de hacer su ronda. - El médico la miraba desde la puerta, vigilando que nadie apareciese de repente por el pasillo.


   La chiquilla besó los labios dibujados y se acercó a McCoy con los brazos extendidos. Él la recogió apretándola contra su pecho.


   - ¿Hasta cuándo, Bones? ¿Cuánto más tendrá que pasar para tenerle conmigo?


   - Tesoro, lo siento. - Le besó la frente con dulzura. - Anda, vámonos a casa...


 


 


                                                        El invierno en Rinax era algo más benévolo que su otra estación: el caluroso y húmedo verano donde prodigaban los lavaflies. Ahora Pavel se dedicaba por la mañana temprano a dar con sus huevos hibernados y destruir todos los que podía. David le echaba una mano. Vestía con su mismo uniforme, usaba unas botas parecidas, había aprendido a espachurrar las larvas sin contemplación y sin pringarse de la asquerosa baba verde que escupían al morir.


      No habían vuelto a tener una visita romulana en todos aquellos meses. Escondieron la pequeña nave que trajeron los dos soldados enemigos y Pavel se encargó de inutilizar el mecanismo de localización, aprendió bien la lección del error que cometiera Khan en Aldebarán B.


   - No deberías ponerte esa ropa... tu madre la detesta. - Pavel se refería al pantalón negro y la camiseta roja que vestía el chico.


   - A ti ya no te sienta bien, has ganado un par de tallas con su cocina. - Rió con su boca torcida.


   - David, deja de imitarme, de seguirme, eres mi maldita sombra... Ya te he contado todo sobre tu padre y Spock, nuestras aventuras en el Enterprise, lo de Rura Penthe... - Miró al chico con paciencia mientras se dejaba caer en una tumbona a la puerta de la base de la Flota.


   - Hay cosas que te callas... - El chico se descalzó y se tumbó a su lado sobre otra hamaca.


   - Amy, Amy... siempre lo mismo. ¡Es mi t'hy'la... deja que mantenga eso en mi mente, en privado...! - Maldijo en silencio el día en que, con un par de copas de vodka de más, le contó al muchacho sobre el vínculo que le unía por siempre a su amada.


   - Si te vas a casar con mi hermana tú y yo seremos cuñados. No veo el por qué de ese secretismo tuyo. Hay algo más de todo lo que me has contado... tu tatuaje, por ejemplo. Me dijiste que sois Amy y tú pero la hélice tiene tres brazos. ¿Quién es el otro?


   - ¡Oh, cállate un minuto Kirk...! - Le llamaba así cuando no soportaba su charla.


   Al chico no le molestaba que le diera el apellido de su padre. Un día, si éste lo permitía, lo llevaría con orgullo. Dejó pasar el rato bajo los rayos de sol junto a su amigo, soñando despierto con viajes interplanetarios. Unos pasos bastante furiosos se acercaron.


   - ¡Míralos, tomando el sol tranquilamente cuando hay tanto por hacer! - Carol dio un puntapié a la tumbona donde estaba tendido su hijo.


   - ¡Joder, mamá! - Protestó David. - ¡Perdón! - Se apresuró a pedir disculpas por la palabrota. - Solamente estamos descansando...


   - ¿De qué si puede saberse? Chekov, deberías estar reforzando las medidas de seguridad. El último mensaje de la Flota advertía del aumento de presencia romulana en el cuadrante. - Miró severa a Pavel que ni se inmutó y siguió tranquilamente tumbado. - Y tú... baja al laboratorio antes de que se te olvide que eres un científico y empieces a creerte que eres un soldado.


   Carol se giró y volvió sobre sus pasos, sonando los tacones de sus botas igual de furiosos que cuando había llegado.


   - Iré a echar una mano. El Génesis está casi listo en su fase uno, pronto pondremos a prueba la fase dos. ¡Será increíble si funciona! Te va a encantar... - Se apoyó en el brazo de Pavel para calzarse.


   - No me interesa lo más mínimo, ya lo sabes. - Dijo dejando caer su mano sobre su propio vientre con indolencia cuando David se incorporó.


   - Claro... no vaya a ser que disfrutes con eso... ¡Dios no lo quiera! ¡Nada de diversión para el profesor Pavel Andreievich Chekov! - El chico ironizó con el asunto, pero en el fondo le entristecía la actitud de su amigo.


      Pavel se negaba a ayudar a Carol únicamente por lo mucho que le gustaría hacerlo. Poner en práctica sus conocimientos de física y química, involucrarse en el Génesis, investigar, descubrir cosas nuevas, todo eso le habría producido una enorme satisfacción de la que el genio ruso se privaba solamente para atormentarse a sí mismo.


   - ¡Vete con tu madre y déjame en pas! - Le repitió por enésima vez.


   - Te veré en el almuerzo. - David se despidió y entró a la base cabizbajo.


      Por el camino se cruzó con el bot-uno. Pavel les cambió los nombres además de la programación. El chico lo miró con verdadera grima. Le vino a la cabeza meses atrás, cuando sorprendió a su amigo en la enfermería, yaciendo medio desnudo y boca abajo sobre la camilla dejaba que la máquina le tatuara un trisquel por encima de la rabadilla. El robot inyectaba la tinta con su brazo mecánico a una velocidad pasmosa y con total precisión. Las manos del profesor apretaban la sábana con los puños cerrados. El gesto en su cara delataba el dolor. David entendió que aquello era una tortura y que su amigo se la había auto-impuesto.


   - ¿Por qué te haces esto? Hay otras maneras menos dolorosas de tatuarse. - Le preguntó entonces apoyado en la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho.


   No obtuvo respuesta. Pavel soltó unas lágrimas silenciosas y dejó que el bot terminase su trabajo.


 


 


                                                    Bones esperó un buen rato, hasta que consideró que Amy ya estaba durmiendo, para salir al pasillo y cruzar a la habitación de enfrente. Spock abrió los ojos, le tendió la mano y le recibió con un beso en los labios. El médico se acopló a su espalda. Jim dormía al otro lado, le acarició el pelo con las yemas de los dedos por encima del pecho del vulcano. Deseaba poner allí su oreja, dejarse adormecer con la paz que irradiaba su pausada respiración.


   - ¿Cómo ha ido? - Quiso saber Spock.


   - Como siempre... Una verdadera lástima. - Desde que compartía el tel *(vínculo) con sus amigos sabía mejor que nadie lo que la distancia con un t'hy'la podía suponer para el corazón: un dolor infinito. Admiraba a Amy por su forma de sobrellevarlo. Lo achacó a su fortaleza de espíritu vulcana.


   - Ella es mucho más que eso, Leonard. - Spock había captado la idea en sus pensamientos.


   - Lo es... vulcana, humana, la sangre de Khan en sus venas. Con sus dos t'hy'la ausentes y la revolución hormonal de su adolescencia... ¡Es sorprendente que no se haya vuelto loca!


   - Es fuerte. Un regalo de los dioses, una criatura imposible...


   Spock apretó los cuerpos de su esposo y de su amante contra el suyo, sintiéndose afortunado por tenerles tan cerca.


 


                                 Días más tarde, Amy se levantó muy temprano por la mañana y sacó la aeromoto que le había regalado su abuelo Sarek a la calle. Procuró estar lejos cuando arrancó el motor y se subió encima para marcharse a toda velocidad. Era sábado, por la tarde todos irían a su casa para la fiesta de cumpleaños. No quería verles a ninguno... Sulu y Selene con su bebé Demora; Scott y Uhura con sus hijos Cayden y Bean; su papi y su a'nirih con el loco doctor que estaba segura de que en realidad no dormía en la cama de Peter, por mucho que se empeñasen en disimular... ¡Todos tan asquerosamente felices! No podía soportarlo. Recogió a su amiga Natalie y le propuso una escapada a la playa.


   - Por mí estupendo... Ya somos mayorcitas para tarta de chocolate y regalos. - Se puso el casco y se apretó contra Amy para sujetarse. - Oye... sabes llevar esto, ¿verdad?


   - Tranquila... he estado practicando. - Y era cierto. Cogía la moto cada vez que estaba a solas, cuando sus padres tenían que hacer algún misterioso recado en casa del médico.


   - ¿A qué playa iremos? - Preguntó a gritos durante el trayecto.


   - ¡No importa... con tal de que esté lejos!


   - Lo único que lamento es que voy a perderme a tu primo y a su novio en bañador. ¡Cómo me pone verles juguetear en la piscina! ¡Están tan buenos...!


   - ¡Natalie! ¡No seas guarra...!


   Las dos muchachas se rieron a carcajadas. Cosas de las hormonas juveniles.


   - ¡Tu padre te va a matar cuando vea que te has llevado la moto! - Gritó pegando su casco al de Amy.


   - ¿Cuál de los tres? - Murmuró ella con cinismo.


   - ¿Qué has dicho? ¡Chilla más... con este viento no te oigo! - Natalie topó con su casco en el de su amiga de nuevo y se echó a reír.


 


          El único que quería matarla era Jim. Entró en cólera cuando vio que la aeromoto no estaba en el garaje y que su hija había desaparecido. Spock se tumbó en el sofá chester. Amy les había dado el día.


   - ¡Le voy a partir la boca, maldita cría...! - Protestaba el almirante yendo y viniendo en círculos por el salón.


   - El miércoles, cuando la llevé laboratorio, me preguntó hasta cuándo tendría que esperar a Khan... igual... ¿Crees que pueda haber ido a verle a la academia?


   - No... se ha ido a la playa. - Spock musitó aquello como si supiera de qué estaba hablando.


   - ¿La has visto? Tú te despertaste el primero esta mañana... - Jim se le acercó y se plantó en jarras a su lado, mirándole con desaprobación.


   - Vi cómo salía a la calle arrastrando la moto. Llevaba una mochila a la espalda y los lacitos del biquini asomando por el top y los shorts. - Levantó la vista hacia los ojos de su marido, el azul parecía brillar con rabia. - Los rojos, esos tan cortos que te irritan sobremanera...


   - ¿Y tuviste los huevos de no detenerla? - Gritó totalmente encendido. - ¡Los tienes bien grandes Spock...! - Hizo un gesto con ambas manos abarcando el aire.


   - ¡Jim... ! Los dos sabemos bien de qué tamaño los tiene... - Bones bromeó, trataba de calmarle.


   - ¡Siempre me deja a mí lidiar con estas cosas! Si hay que regañar a Amy, tengo que ser yo... Si hay que castigarla... yo. ¡Yo... siempre yo! ¿Por qué no puedes tú imponer tu disciplina?


   - Porque cuando Amy le mira con tus ojos, le pone la boquita torcida igual que tú, y le llama “papi” sus pelotas se caen al suelo, Jim... - Bones le agarró por la espalda y le besó en el cuello hasta conseguir que abandonase su postura y se relajara. Guiñó un ojo a Spock, que tumbado en el sofá le sonrió apenas un segundo.


 

Notas finales:

Gracias por leer, por comentar, por compartir conmigo esta loca y laaaaaargaaaa historia.


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