Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 264]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El sol luce en San Francisco trayendo sorpresas a la casa de Amy. Llueve a mares en Rinax y Pavel tendrá que salvar el mundo él solo por una vez.


Hasta ahora no lo he dicho, seguro que muchos os habréis dado cuenta. El proyecto Génesis de la doctora Carol Marcus aparece también en Star Trek II: la ira de Khan, así como en Star Trek III: en busca de Spock, segunda y tercera entregas, respectivamente, de la franquicia de Gene Roddenberry.


 

 


Una tormenta inesperada


 


                                                             Spock le pidió perdón a Amy por la bofetada y ella se disculpó con todo el mundo por haberse ido a la playa el día de su fiesta de cumpleaños. La chica dejó correr sus sospechas sobre la relación que tenía el loco doctor con sus padres, después de todo no habían reconocido nada ni parecían querer hacerlo.


      Jim y Spock continuaron con sus excusas absurdas, como la de ir a sacar la basura durante más de dos horas. Bones siguió con sus disimulos cuando se quedaba a dormir en casa y Amy no tuvo que darle tampoco explicaciones cuando él descubrió el chupetón que le había hecho Nat en el hombro.


    Aquello debía ser lo que significaba hacerse adulto: correr un velo sobre las debilidades de los demás esperando que ellos perdonen a su vez las nuestras.


 


                                         El tiempo pasaba por igual en la Tierra que en Rinax, aquella luna a cientos de miles de pársecs de distancia con la que Amy soñaba de vez en cuando sin saber de qué lejano lugar se trataba. Su t'hy'la, ya no estaba solo. Algo había cambiado, aunque seguía sintiendo su dolor ya no había torturas. La chica se despertaba feliz por la mañana susurrando su nombre... ¡Pavel! Aquel domingo sintió una punzada en su vientre cuando lo hizo, debajo del trisquel tatuado, que la obligó a retorcerse un instante. Le siguió otra. ¿Qué era aquella nueva molestia? Apartó la sábana y la descubrió manchada de sangre.


   - ¡Oh, mierda... soy una mujer...! - Pensó decepcionada. Creía que sería algo menos asqueroso y los calambres tampoco le gustaron mucho. - ¡A'niiiiriiiih! - Chilló esperando a que llegara.


   Jim asomó con el pelo revuelto por la puerta del dormitorio de su hija y la miró intrigado. ¿Qué quería allí sentada en la cama? Bajó los ojos siguiendo los de su pequeña para ver la sábana teñida de verde... y comprendió.


   - ¿Qué pasa, a qué vienen esos gritos? - Preguntó Bones desde la otra punta del pasillo.


   - ¡Nada, no es nada! - Jim cerró detrás de él y se acercó a su bebé. - ¿Estás bien, tesoro mío?


   - No. - Amy se acurrucó entre sus brazos. - Me duele la tripa...


   - Mi bebé, mi niña, mi tesoro... te traeré unas compresas, y un analgésico, se lo pediré a Bones... No le diré para qué es, no tiene por qué saberlo, nadie tiene por qué saberlo si tú no quieres... Puedes decírselo tú misma, a papi, a Bones... ¿quieres que llame a Nyota? - Los nervios, no podía dejar de pensar a toda velocidad.


   - A'nirih, cállate... ¡No me llames bebé, tengo casi quince años! ¡Oh, abrázame fuerte! - Amy había captado cada palabra hasta marearse con su verborrea mental.


   - En serio, ¿quieres que llame a Nyota?


   - No, te quiero a ti. - Le abrazó más fuerte, le dolía bastante la barriga. Ni siquiera notó cómo un par de lágrimas le caían en el pelo desde los ojos de su conmovido padre.


 


      Jim salió disparado al supermercado: compresas... ¿De qué talla? ¿Tenían tallas? ¿Y qué sabía él de compresas? Al final llamó a Nyota.


   - ¿Qué te pasa, cariño? ¿Te encuentras mal? - Bones la miraba plantado en la puerta del dormitorio de Peter. - ¿Para qué es el analgésico?


   - Te lo cuento si tú admites que no has dormido ahí dentro. - Sonrió pícara señalando la cama sin deshacer.


   - ¿Qué, eso? ¡Acabo de hacerla...! - Su cara empezó a ponerse roja.


   - Dame una pastilla, Bones. - Extendió su mano esperando.


   - ¡Está bien, está bien...! - McCoy cruzó el pasillo y entró al dormitorio de Spock y Jim, donde la noche anterior había dejado su maletín. - Aquí tienes. - Le entregó una píldora.


   - ¿Amy? ¿Qué te pasa, mi vida? - Spock se había incorporado en la cama, cubriendo su desnudez con la sábana cuando ella entró.


   La muchacha miró a Bones. Él bajó la cabeza.


   - Lo admito... he dormido con tus padres. - Levantó la mirada hacia los ojos azules que le sonreían con ternura.


   - ¡Al fin! Te ha costado un mundo, ¿no? - Le dio un abrazo de oso rodeándole el pecho. - Lo sabía, creo que siempre lo he sabido... ¿Por qué ese empeño en disimularlo?


   Spock les miraba con ternura desde el lecho, si no fuese porque no llevaba ropa interior encima se habría unido a aquel abrazo.


   - No lo sé... supongo que es más fácil echarle en cara a alguien que está reprimiendo sus emociones antes que admitir las propias. - Miró a Spock, le lanzó un beso que voló hasta su mejilla. El vulcano sonrió y le correspondió con otro. - ¿Y tú? - Separó a Amy de su cuerpo sosteniéndola firme por los brazos. - ¡Su turno, señorita!


   - Señora... - Se lanzó a la cama junto a su sorprendido padre. - Me ha venido la regla... - Musitó abrazándose a él mimosa.


 


 


                                               La mañana en San Francisco era soleada pero nubes negras cubrieron a toda prisa el cielo de Rinax. Pavel jugaba una partida de ajedrez con el muchacho, haraganeando a espaldas de Carol que, absorta en su proyecto, no hacía ningún caso de su hijo.


   - ¡Jaque mate! - David estaba orgulloso, no era nada fácil ganarle al genio ruso.


   - ¡Juegas igual que tu padre! - Soltó una sonora carcajada y estrechó la mano de su contrincante.


   - ¿De verdad? - Aquellas palabras le sonaron tan bien que no podía dejar de sonreír. - Echemos otra...


   - No, tengo cosas que haser, no puedo estar jugando toda la mañana.


   - ¿Qué cosas? Mamá está liadísima ahí abajo, tiene para todo el día... - Colocaba de nuevo las piezas sobre el tablero tridimensional.


   - Bien, la última... A ver si me ganas ahora que te he captado el pensamiento... - Bromeó llevándose el dedo a la nariz y señalando después a un atónito David.


   - ¿Puedes hacer eso? - De Chekov no le sorprendería nada.


   Pavel volvió a reír. La sonoridad de sus carcajadas, su fuerza, su timbre varonil, hacían vibrar toda la habitación. David se contagió, como le ocurría siempre, y rió con él.


   - Solamente puedo leer la mente de tu hermana y la de Khan... - Se le escapó. No pudo evitarlo. David le miraba helado. ¿Habría oído aquel nombre antes?


   - Khan... ¿Te refieres a Khan Noonien Singh? ¿El asesino de mi abuelo? - El caballo negro se le cayó de las manos y rodó debajo de la litera.


   - No, no he dicho eso... - Pavel se agachó y metió medio cuerpo bajo la cama para recoger la pieza. Ojalá pudiera quedarme aquí debajo toda la vida - pensó.


   - Sí, sí que lo has dicho... Que igual que puedes leer la mente de Amy puedes leer la de Khan... ¿cómo es posible? Sé que le congelaron después de que juntos acabaseis con los klingons rebeldes en HarOs... No le he contado nada a mi madre de lo que leí en la base de datos de la Flota, si se entera de que ayudasteis a ese... ¡A ese asesino a recuperar a su tripulación, después de lo que hizo...!


   - No le llames así, por favor. - Pavel asomó la cabeza al fin. - Todos murieron... Y Khan no es ningún asesino.


   - ¡Aplastó la cabeza de mi abuelo! ¡Mi madre me lo contó... lo vio con sus propios ojos! ¡Casi acaba con todos vosotros en el Enterprise... a ella le rompió una pierna de una patada!


   - ¡Cállate! ¡Ya basta, Kirk! - Tiró al suelo el caballo negro con tanta rabia que le rompió la cabeza. - No hablaremos de esto. No volveremos a nombrarle, jamás. - Dijo aquellas palabras con la voz rota, sin gritar, apuntándole con el dedo y encorvándose para clavar sus ojos aguamarina inyectados en sangre en los del chico.


      Salió de la habitación y caminó por el pasillo dando fuertes pisotones con sus botas. Al llegar al comedor vio el agua filtrándose por ventanas y puertas. Llovía, y en Rinax eso era peligroso. Corrió a la consola de observación del exterior y comprobó con horror que había acertado en sus suposiciones: todo se estaba inundando. Pulsó el botón de alerta roja ordenando la evacuación inmediata por megafonía, tenía que poner a salvo a todo el equipo.


   - Aquí Chekov, esto no es un simulacro: Evacuasión, repito... ¡Evacuasión! - Activó el bucle y corrió hacia el sótano dejando que su voz resonara una y otra vez por toda la base.


   - ¡Carooool! - Gritó abriendo las puertas. Se quedó pasmado. Hacía meses que no bajaba allí.


      En un principio no vio a nadie. Detrás de las puertas de la bodega, al fondo del laboratorio, se abría ante sus ojos un auténtico vergel, un pequeño paraíso de una media hectárea de extensión socavado en la roca sobre la que se sustentaba la base. Entonces entendió de dónde salían todas aquellas verduras frescas que Carol llevaba a la mesa. Había supuesto que los fondos para la investigación científica eran mucho más generosos que los de la Flota a la hora de suministrarles alimentos. ¡Qué equivocado estaba!


   - ¿Qué ocurre, Pavel? ¿A qué viene todo ese alboroto? - La rubia apuntó al techo, el mensaje de evacuación seguía repitiéndose.


   - ¿De dónde ha salido esto? - Estaba realmente asombrado, atónito ante tanta fertilidad natural.


   - Esto, profesor Chekov, es el Génesis... - Mostró orgullosa su trabajo al boquiabierto Pavel.


   - Es... presioso... Génesis... ¡La creasión de la vida!


   - ¡Exacto! Ya veo que te gusta la idea. - Le miró a los ojos, atrayendo los suyos con un gesto de su mano. - ¿Qué pasa ahí arriba, Pavel?


   - Hay que salir de aquí, todo se está inundando... - Recuperó el sentido de la realidad sacudiendo la cabeza. Agarró a Carol con fuerza de la muñeca y tiró de ella hacia la salida. - ¡Todo el mundo fuera! ¡Ya...!


      El resto del equipo obedeció y subieron a la carrera hasta la planta superior. El suelo era un riachuelo. David miraba a su madre preocupado. Había visto por las cámaras que fuera estaban siendo devorados por un río.


   - ¿Qué hacemos, Chekov? ¿Cuál es el plan de evacuación? - Carol se sacudió el brazo de su agarre y se acercó a su hijo, quería ponerlo a salvo cuanto antes.


   Pavel acudió a las consolas de mandos, saltaban chispas por todas partes. Maldijo su suerte, el transportador estaba averiado. Lo pateó con rabia. Luego se giró con los ojos muy abiertos y una sonrisa empezó a dibujarse en sus labios.


   - La nave... la nave romulana... - Murmuró.


   - Es pequeña. - Dijo David.


  - Iremos apretados, pero servirá. - Cogió su fáser, un ordenador portátil que contenía la copia de seguridad con los últimos datos de la base para la Federación y encabezó la marcha hacia la salida lateral, más próxima a la cueva donde David y él habían ocultado el Explorador romulano.


   - Mi proyecto... ¡Todo mi esfuerzo se va a echar a perder! - Lamentó Carol con intención de bajar al sótano.


   - ¡No hay tiempo para eso! - Pavel la detuvo interponiéndose en su camino.


   - ¡No lo entiendes, no puedo dejar que la antimateria...! ¿Quieres que el satélite vuele en mil pedazos?


   - Tiene razón Chekov, sería peligroso abandonarla ahí sin más. - Nigel, el hombre de pelo blanco que siempre bendecía la mesa, hizo también por bajar a buscar la dichosa antimateria.


   - ¡No! Iré yo... - Se ofreció Pavel. El agua estaba a punto de alcanzar sus rodillas.


   - Ni siquiera sabes dónde buscar, iré contigo. - Carol abrió la puerta y bajó los primeros peldaños. Una cascada de aguas turbias descendió a toda velocidad detrás de ella, sobrepasándola en un segundo.


   - ¡Corre a la nave, chico! - Le gritó a David entregándole el ordenador y su arma. - ¡Pon a salvo a toda esta gente! Traeré a tu madre enseguida con lo que ha ido a buscar... Pero si no regresamos en dies minutos despega... ¡Es una orden, soldado!


   - ¡Pavel! – A David le hubiese gustado darle un fuerte abrazo antes de dejarle ir como una flecha hacia el sótano. Se le quedó mirando hasta ver desaparecer su cabeza escaleras abajo. - Ya habéis oído. - Se volvió al grupo de trabajo de su madre, colgando el portátil de su hombro y ajustando el fáser a su cinturón. - Tenemos diez minutos para poner esa nave en marcha. ¿Alguien sabe pilotar?


 

Notas finales:

Gracias por los comentarios, gracias por leer, por compartir esta loca historia conmigo.

No se vosotr@s, pero yo me estoy enamorando de este Pavel, me hace suspirar... jajaja.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).