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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

En el recibidor Bones encuentra una imagen que le hace hervir la sangre.

Carol, David, Pavel... ¿conseguirán escapar de Rinax a salvo?

 

 

Aquella foto en la pared

 

                                                                      Amy descansaba en la cama de sus padres, se había vuelto a quedar dormida tras tomar el analgésico que le dio Bones. Spock aprovechó para levantarse y meterse en el cuarto de baño sin que ella le viera desnudo.

   - ¿Se ha dormido? - Preguntó Jim a Bones, con un paquete de compresas en la mano y mirando a Amy desde la puerta en el pasillo.

   - Deja que descanse, ven... - McCoy le cogió la mano y bajaron juntos al piso inferior. - Lo he reconocido Jim...

   - ¿El qué? - Con curiosos ojos azules buscó su mirada, tuvo que bajar la cabeza y acercarse más a Bones para encontrarla.

   - He admitido lo nuestro ante tu hija. - Echó la cabeza a un lado, Jim se estaba riendo. - ¡Bueno, ya está hecho!

   - ¡Por todos los dioses, Bones...! - Le abrazó con fuerza, su corazones latían deprisa. - ¡Se acabaron los disimulos, podrás dormir con nosotros cada noche, durante toda la noche...!

      A Jim le fastidiaba sobremanera cada vez que su amante abandonaba el calor de su lecho para ir, o bien a su casa o al viejo cuarto de Peter, antes del amanecer. Odiaba cuando se quedaba en su propia cama y no les acompañaba de regreso después de hacer el amor en su vivienda y no en la de Jim; Spock había tenido que arrancarle de sus brazos más de una vez y arrastrarle literalmente por medio barrio residencial. Todo eso había terminado.

   - Mío, mío... mi amor...

   Sus pensamientos no eran muy lógicos, pero Spock los comprendió. Se quedó arriba, al principio de la escalera observando que Jim estaba contento, feliz, abrazado a Bones en mitad del recibidor delante de las fotos que colgaban sobre la pared.

   - Leonard... se lo has dicho... - Pensó el vulcano solamente para su t'hy'la.

   - El médico asintió sin mirarle y besó a Jim dulcemente en los labios.

   - Me muero de hambre... ¿me preparas tus tostadas francesas? - Le pidió acariciando con los dedos su nuca.

   - ¡Pues claro! Te lo has ganado... Haré un montón, seguro que Amy también se levantará hambrienta. - Dijo de camino a la cocina antes de que bajara su esposo.

      Spock, recién afeitado, con el olor a after shave flotando a su alrededor, se había detenido a contemplar una fotografía en concreto. Suspiró lleno de nostalgia. En la imagen aparecía él mismo levantando sobre su cabeza a una Amy todavía kan-bu *(bebé) y besándole el gordo moflete con cuidado de no raspar la delicada piel con su barba.

   Bones se le acercó sorprendido.

   - ¿Qué has hecho con tu perilla, Spock? - Le acarició la suavidad del mentón desnudo, pálido después de tantos años a cubierto. - Así, de repente...

   - A Amy ha empezado a molestarle. - Musitó sin apartar los ojos de la pared, mirando a aquel pequeño bebé gordito con orejas puntiagudas.

   - Sí, me he dado cuenta... últimamente cuidaba de no rozar tu barba con su cara. - McCoy echó un vistazo a los marcos que colgaban frente a ellos encerrando tantos recuerdos.

   El doctor recorrió con la mirada las imágenes. Scott con más pelo, Uhura tan guapa y delgada, Christine... su preciosa rubia, su ángel. Un escalofrío le recorrió la espalda y arrancó la foto de la pared.

   - ¿Qué hace él aquí? - Levantó la voz molesto.

   - ¡Pavel! - Spock tampoco se había dado cuenta hasta entonces. - Le pedí a Jim que quitase todas sus fotos...

   - ¡Pues se olvidó de ésta!

      Ambos entraron a la cocina buscando una explicación. McCoy plantó la fotografía delante de la cara de un sobresaltado Jim que rebozaba con leche y huevo unas rebanadas de pan antes de freírlas en mantequilla.

   - ¿Qué? Una foto de grupo preciosa... Salimos todos. - Se limpió las manos con un trapo y cogió con cuidado el marco para no manchar el cristal con sus huellas.

   - ¡Todos! ¡Exacto! - Bones le dio un capirotazo, fuerte, sonó seco en la cabeza de Jim.

   - Te dije que te deshicieras de sus fotografías. - Spock le habló con calma, pero dejando ver su enfado.

   - ¡Oh! Ya veo... - Sus ojos se fijaron en el joven Pavel. El muchacho sostenía en sus brazos a Amy, ni siquiera miraba al objetivo de la cámara, embelesado como estaba con la niña. - Mirad su cara, su felicidad, su inocencia... ¡No podía quitar esta fotografía, Spock!

   - ¡Diablos Jim! - Bones se la arrancó de las manos y rompió el cristal poniéndola boca abajo sobre el mostrador.

   - ¡Eh! - Jim protestó por aquello. - ¡Ya está bien, Bones...! Ha pasado mucho desde que se marchó...

   - ¡Mató a Chris! - Su voz se rompió en el grito. - No le perdonaré nunca...

   - ¡Ha pagado por ello, créeme! Sarek le vio en Kronos hace años y... - Se mordió los labios. No quería hablar de aquello, sabía que no debía hacerlo.

   - ¿Mi padre? - Spock le cogió la cara levantándole la barbilla. - ¿Qué tiene que ver Sarek con esto?

   - Él me lo contó, me hizo ver el estado deplorable en el que se encontraba Pavel... - Las lágrimas inundaron sus ojos con aquel recuerdo. - ¡Tan flaco, tan lleno de cicatrices! Se sometió a torturas inimaginables, dejó que los klingons le... - No podía decirlo, era demasiado.

   - ¿Kronos? ¿Está allí? - Bones recordó cómo Amy le había hablado de sus sueños tiempo atrás, del suplicio por el que veía pasar a su t'hy'la, rogándole que no le culpase por la muerte de su amada Christine.

   - Ya no, hice que Sarek tomase cartas en el asunto. - Jim se volvió a su marido y boquiabierto se fijó en su cara libre de vello.

   - Así que tú y mi padre guardando un secreto... - Spock se apartó cuando su esposo le rozó la barbilla con el dorso de la mano.

   - Habló con Aznabur para que lo retirase de su servicio y Pavel se marchó a una estación científica en el cuadrante delta, está allí solo, desde hace más de cuatro años. - Jim bajó la mirada. Sus dos t'hy'la le estaban juzgando y el veredicto era culpable.

   - ¿Solo? ¿No hay nadie con él? - Bones apoyó su mano sobre el brazo de Jim.

   - Absolutamente solo, Bones. ¿No es bastante? Dejó a Amy, a Khan, distanciándose de lo que más ama su corazón, se fue a un mundo que odia y teme, dejó que los klingons le hicieran barbaridades para purgar su sentimiento de culpa... Se ha condenado al ostracismo en un lugar perdido lejos de todo, en soledad... ¡Brutal soledad Bones! Dime, ¿no es suficiente castigo?

   - ¡Nada de lo que se haga a sí mismo me devolverá a Christine! - El médico fue tajante. Las lágrimas de Jim le enternecieron y le abrazó. - Ese maldito loco nos ha hecho mucho daño... - Murmuró besándole en la frente.

   - Le quiero, le sigo queriendo a pesar de todo... Le echo de menos, Bones. Lo siento. - Lloró sobre su hombro en silencio, dejándose acariciar la cabeza y la espalda por su amante.

   - Nunca has sido dueño de tus emociones, sa-telsu *(esposo) - Spock habló con voz grave, el tono bajo de sus reflexiones más profundas. - Si bien no podemos sacar a Pavel de tu corazón entiende que no tenga cabida en los nuestros.

   - Iba drogado, borracho... conduciendo como un loco... - El doctor miraba al vacío por encima de la cabeza de Jim que apretaba contra su hombro. - ...Y tuvo la mala fortuna de toparse con mi mujer. Fue un terrible accidente.

   Spock cerró los ojos y respiró hondo. Cogió la fotografía con la imagen de Pavel y la tiró a la basura, dejando claro que él no iba a cambiar de opinión.

 

 

                                                          El cielo se desplomaba en forma de agua sobre la luna Rinax. Pavel había ordenado la evacuación pero Carol no podía dejar la antimateria allí abandonada, era demasiado peligroso. Así que ambos fueron a buscarla al sótano.

   El resto del grupo siguió al joven Marcus hasta la nave Explorador romulana, ocuparon todo el espacio de su parte trasera, nadie tenía idea de cómo hacer despegar el aparato. Menuda panda de científicos, pensó David.

   Desde la entrada a la cueva no quitaba el ojo de la puerta lateral de la base, apenas podía distinguirla con la manta de agua que estaba cayendo, pero esperó hasta ver salir a su madre corriendo hacia él.

   - ¿Tienes la cápsula? - Le preguntó Robert ayudándola a subir a bordo del aparato.

      Aquel experto en biología era, a los ojos de David, el pedante más pretencioso de todos los que habían intentado, sin conseguirlo, meterse en la cama de su madre. Bendijo su frialdad con los hombres, no le hubiera gustado nada tenerle como padrastro.

   Carol negó con la cabeza ante la pregunta de su compañero.

   - No pudimos alcanzarla, imposible, el agua lo inundó todo en un momento.

   - ¿Y Pavel? - Preguntó David acongojado subiendo detrás de su madre.

   - Lo siento, cariño... Una pared se derrumbó sobre él cuando intentaba llegar hasta la cápsula de energía. - Dijo poniendo la mano sobre el hombro de su hijo.

   - ¡Hay que despegar! - Gritó Robert sentándose a los mandos en la cabina. - La antimateria, con tanta agitación se volverá inestable, puede estallar...

   - ¡Faltan tres minutos para los diez que pidió Pavel! - David miró con odio a Robert, nunca le había caído bien pero ahora realmente lo hubiera echado de la nave.

   - Pues yo voy a ir intentando mover este trasto... - Pulsó varios botones y consiguió arrastrar al Explorador hasta exterior de la cueva, rayando la pintura del lateral izquierdo con la roca. - ¿Alguien sabe romulano? Debe haber un manual de emergencias en alguna parte. Conducir esto es una cosa, hacerlo volar es muy distinto...

   - ¡Ahí está el joven Chekov! - Gritó Nigel pegado al cristal de la cabina, señalando un bulto que se acercaba a la carrera bajo la lluvia.

      Pavel subió a bordo del Explorador romulano empapado en barro de los pies a la cabeza. Traía consigo una cápsula transparente de unos treinta centímetros de largo debajo del brazo, llena de un líquido rojo vivo que parecía flotar en su interior.

   - ¡No la muevas tanto, idiota! - Le chilló Robert.

   - ¡Idiota tú! - David le dio un puntapié levantándolo del puesto de piloto.

   - Dame eso, Pavel... Y gracias, no solo has salvado mi proyecto, también esta luna y al planeta Talax del que es satélite. - La doctora Marcus le quitó el tubo para colocarle unos arneses fijándolo a la parte trasera de la nave.

   - Lo sé, una explosión así habría alterado su órbita... - Pavel se fue a la cabina. - ¡Además de soldado soy sientífico, Carol!

   - ¡Vuelve a pegarme mocoso y te revien...!

   Robert le había levantado el puño a David, acercándolo peligrosamente a su cara cuando Chekov le agarró el brazo y tiró de él hacia atrás con todas sus fuerzas. Se oyó un crujido, solapado por el grito del biólogo que hizo que los demás se tapasen los oídos. Le había desencajado el hombro.

   - Duele... ¿verdad? - Le susurró el ruso al oído. A él tampoco le caía bien aquel tipo.

   - ¡Pavel, hay que largarse! - David le gritaba sentándose en el puesto de artillero.

   Chekov ocupó el de piloto. Accionó los mandos y despegó de inmediato. El Explorador funcionaba de manera similar a un ave de presa klingon, tenía experiencia con aquellos controles endiabladamente extraños.

   Carol improvisó un cabestrillo para el hombro de Robert con un cinturón de seguridad. Observó a Pavel mientras pilotaba sacándoles a todos sanos y salvos de Rinax. Vio a su hijo sentado a su lado, mirándole como a un dios, y supo que le había perdido definitivamente. Ya había cumplido los dieciséis, era hora de que Pavel le llevase a casa de su padre.

   - Siento lo de antes, David. - Le murmuró esperando que nadie les prestase atención. - Sobre Khan... - Dijo aún más flojo.

   - No hablemos de eso. No pronunciaremos ese nombre nunca más. - Le miró con una seriedad impropia de su edad. - Yo te respeto, Pavel. Si él es para ti algo distinto de lo que es para mí, también lo respetaré.

   Chekov asintió, los ojos azules de su amigo David eran tan sinceros y comprensivos como los de su padre. Se alegró de tenerle a su lado como había tenido a Jim y una vieja canción rusa le vino a la cabeza.

   - Ey, ukhnem! Ey, ukhnem! Yeshcho razik, yeshcho da raz! *(¡Eh, tirad! ¡Eh, tirad! ¡Una vez más, y otra vez!) - Cantó a pleno pulmón, con una voz profunda y sonora de barítono.

   David le miró divertido y repitió sus palabras. Tenía buen oído y mucha retentiva, así que no tardó demasiado en unirse a su amigo en la canción de Los remeros del Volga. Todos atrás les miraban como si fuesen de otro planeta, en especial Carol.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por los comentarios.

Como regalo la foto que miraba Spock en la pared antes de que McCoy se diese cuenta de la de Pavel.

http://www.casimages.es/i/140619013031633970.jpg.html

Me rindo con el editor de texto, no hay manera de que tome bien el enlace, así que tendréis que copiar y pegar el link para verla.


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