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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Un encuentro inesperado que pondrá los pelos de punta al capitán del Excelsior, Hikaru Sulu.

 


Té de jazmín y una rosa


 


                                                             El planeta Talax no tenía mucho mejor aspecto que su luna desde que Rómulo le había puesto las garras encima. Las minas de meletio y dilitio eran explotadas sin cesar por órdenes de la General T'rak, que ejercía las funciones de Cónsul en ausencia de alguien de mayor rango. Durante los últimos dos años los talaxianos se habían supeditado a la voluntad del Imperio Romulano, viendo cómo sus riquezas eran expoliadas y su mundo reducido a un vasto erial.


   - ¡No puedes tomar tierra en ese planeta! ¡Si los romulanos se hacen con la antimateria...! - La doctora Marcus le apretaba con fuerza el hombro mientras le chillaba.


   - ¡Carol! - Gritó Chekov. - ¡Estoy hasta las pelotas de tu maldita antimateria! Ve atrás y agarraos, el Explorador no tiene energía para ir a ninguna otra parte... y no se me dan demasiado bien los aterrisajes...


   El aparato rebotó un par de veces antes de que Pavel consiguiera detenerlo, justo a tiempo de evitar chocar contra la ladera de aquella montaña. Eligió un lugar abandonado, lejos de cualquier ciudad, esperando no haber sido descubiertos todavía por las defensas antiaéreas romulanas.


   - ¡Todos abajo, voy a volar la nave...! - Pavel fingiría que se habían estrellado. Así tendrían al menos una oportunidad.


   - ¡Ya habéis oído, todo el mundo abajo! - David se levantó y empujó a su madre y al resto del equipo fuera.


      Las llamas del Explorador volaron hasta el cielo. Las mujeres chillaron, los hombres enmudecieron y todos, incluido Robert, se volvieron hacia Pavel esperando sus órdenes.


   - En marcha, intentaremos robar un ave de presa... - Echó a andar con su fáser en la mano encabezando la particular expedición a su mando. Se sintió extraño, como si aquella responsabilidad hubiera estado esperándole toda la vida. Por mucho que huyas, Chekov, tu destino te encontrará... Se decía a sí mismo.


   - Creía que los pájaros de presa eran klingons... - Murmuró David caminando a su lado.


   - Ave de presa, nave de guerra romulana, capás de albergar una tripulasión de cuarenta personas, con una longitud de siento treinta metros, un sistema de invisibilidad para la defensa y el ataque sorpresa, armada con potentes rayos de plasma. - Recitó sin mirar al muchacho, sabiendo que él le clavaba sus brillantes ojos azules con la boca abierta por el asombro. - Son muy paresidas a los pájaros de presa klingons, sabré pilotarla.


   - ¡Mamá! ¿Has oído eso? - Se giró dando saltos sin perder el paso al lado de su extraordinario amigo. - ¡Pavel nos sacará de este lugar en un ave de presa!


   - No te emociones tanto, soldadito... - Le llamó así, como solía llamar a Jim. Era como estar viéndole a él más joven, más rubio, igual de ansioso por las aventuras, la acción y el peligro... Se estremeció.


 


 


                                              La nave Excelsior, capitaneada por Sulu, orbitaba Talax en aquellos momentos, ignorando quién acababa de tomar tierra allí. Peter Kirk y su novio Alex Freeman eran parte de la tripulación. En el puente de mando vieron cómo la asistente Chelsea Gambel, ex alumna de su capitán, le servía ahora una taza de té de jazmín. Sulu giró la silla y tomó la bebida de sus manos.


   - Gracias asistente Gambel. - Dio un sorbo y suspiró. - Necesitaba esto.


   Había sido una dura mañana de negociaciones con la Cónsul del planeta. La Federación pugnaba por proteger Talax antes de que la sobre-explotación de sus minas y la contaminación asolaran el lugar. La Flota les había enviado con una oferta: los romulanos podrían quedarse con los beneficios del comercio de mineral siempre y cuando se comprometieran a respetar el medio ambiente. T'rak poco menos que se había reído en su cara.


   - ¿Qué harás, Hikaru? - Preguntó Alex detrás de él, a su derecha. El médico había aprendido de Bones sus funciones como consejero. - No podemos combatirles, la guerra no es lo que perseguimos precisamente.


   - Los romulanos parecen tan cabezotas como los vulcanos... - Comentó Peter con su sonrisa torcida marca Kirk.


   - T'rak cederá. Tampoco a ella le interesa la guerra. Nos mantendremos aquí: o abandonan el planeta o firman el tratado. - Sulu volvió a beber de su taza de té. Blanceó la silla un par de veces, recordando la vieja costumbre de su antiguo capitán y se volvió a Peter, detrás a su izquierda. Tenerle a bordo le hacía sentir bien, siempre se le ocurría alguna salida, por muy disparatada que fuese.


   - Si destruyéramos el control de sus defensas no tendrían más remedio que firmar. - El pelirrojo miró a su lado un segundo, Alex le estaba apretando la nalga izquierda sin ningún disimulo. - ¡Bajemos ahí, Hikaru... tú, yo y unos cuantos hombres!


   - Saldremos en dos horas, cuando caiga la noche sobre su cuartel general en el planeta, Peter... - Asintió Sulu. - Dispón tú la expedición, conoces mejor que nadie a tu gente.


   Por algo era el jefe de seguridad del Excelsior. Peter besó fugazmente en los labios a Alex antes de salir hacia el turbo ascensor.


   - Me encanta cuando tiene esa mirada en los ojos... - Dejó escapar el oficial médico una vez su guapo novio se había ido.


 


 


                                            El frío nocturno no era la mayor preocupación de Pavel, el barro seco había formado una capa sólida cubriendo sus ropas y su pelo. Siguiendo el escáner de su ordenador habían llegado a la base militar romulana al anochecer.


      Dejó atrás al grupo, a cubierto, y se arrastró por el suelo para observar más de cerca al enemigo, llegando hasta los pies de la enorme pista donde se desplegaban las naves de guerra. Unos soldados corrieron ante sus ojos a escasos metros, dirigiéndose a toda prisa al edificio donde supuso se encontraban los controles de sus defensas antiaéreas. La alarma empezó a sonar, ensordeciéndoles a todos. David le tocó la espalda, le había seguido a pesar de que le dijo que no lo hiciera.


   - ¿Qué está pasando, Pavel? - Le susurró entre las sirenas.


   - No lo sé, pero es perfecto... - Le miró a los ojos, sabiendo que era inútil enviarle de vuelta junto a su madre y los demás, le agarró del brazo y tiró de él corriendo hacia el ave de presa más cercana.


 


 


                                        Sulu, Peter y tres guardias de seguridad del Excelsior destrozaron con sus fásers las consolas de mandos de la estación romulana. Los soldados irrumpieron en el edificio, hubo disparos, gritos, uno de los hombres de rojo cayó muerto. Peter echó a correr abriéndose paso a patadas, seguido de cerca por su capitán que hacía uso de sus conocimientos en artes marciales.


   - ¡Activen el transportador! - Gritaba el japonés a su intercomunicador mientras corrían por la pista.


 


      Entonces le vio. Su cuerpo se detuvo entre los disparos que volaban a su alrededor, su respiración se cortó... casi se le para también el corazón cuando miró a los ojos de aquel tipo cubierto de barro y supo, sin dudarlo, que era Pavel. Estaba allí mismo, a unos seis metros de distancia, ayudando a subir a un grupo de gente al ave de presa. Peter le reconoció también. ¿Qué narices estaba haciendo él allí?


   - Señor, ¿cuántos para transporte? - La voz de su joven teniente, Steve Nichols, sonaba alterada en el comunicador. - ¡Señor! No puedo fijar la señal si no me indica...


   - ¡Pavel! - Gritó dándole el aparato a Peter y echando a correr hacia su viejo amigo.


   - ¿Sulu? - El ruso no daba crédito a lo que veían sus ojos.


   Peter posicionó a sus hombres frente a la nave romulana, ejerciendo una defensa con sus disparos y alejando a los soldados enemigos.


   - ¿Cómo...? - Sulu no sabía qué decirle, después de tantos años. - ¿Quién es toda esta gente?


   - Tengo que ponerlos a salvo... - Respondió Pavel agitando la cabeza, reprimiendo las lágrimas que le suponía volver a ver los ojos de su mejor amigo.


   - ¡Peter, subid a bordo! - Ordenó el capitán con un grito.


   Cuando todos estuvieron dentro del ave de presa Sulu despegó y ordenó al Excelsior que les protegiera con sus escudos hasta que entrasen en su hangar. Miraba a su derecha y sonreía viendo la cara que siempre había estado allí, a ese lado, en el puesto de artillero.


   Una vez dentro de su nave el capitán ordenó que acompañaran al grupo de científicos a la enfermería, observó que al menos uno de ellos necesitaba de los cuidados de un médico. Abrazó a Pavel con todas sus fuerzas, sin decir una palabra... ¡Le había añorado tanto...! Su rosa, su preciosa rosa, había sobrevivido sin sus cuidados.


   - ¿Así que eres el capitán ahora, Sulu? - Carol les miraba con su frialdad de siempre. Sostenía en las manos la cápsula con antimateria. - Tengo que llevar esto al laboratorio, ¿te quedas con ellos, David?


   No esperó respuesta, sabía que su hijo no se iba a mover de allí. Sulu seguía estrujando a Chekov contra su pecho y Carol, antes de irse, le dijo a su hijo que aquel hombre también había servido con su padre.


   - ¿Tu padre? - Hikaru soltó a Pavel y observó al chico sucio y despeinado que no le quitaba ojo de encima.


   - Jim... - Chekov susurró el nombre cerca del cuello de Sulu, viendo cómo se le erizaba el vello al contacto de su aliento. Echó un paso atrás y tomó al chico por el hombro. - David Marcus... te presento a Hikaru Sulu, sirvió a mi lado bajo el mando de tu padre en el Enterprise... bueno, ya te había hablado de él.


   - Es un honor, señor Sulu. - David estiró la mano y esperó a que aquel hombre reaccionase y se la estrechara.


   - ¿Jim y Carol? - Asentía con la cabeza, aquello parecía evidente. Los mismos ojos, la misma sonrisa de los Kirk y el color de pelo de la doctora Marcus.


   - ¡Eh! ¡Entonces tú y yo somos primos! - Peter golpeó el brazo del muchacho con camaradería. - Oye Pavel... ¿dónde has estado metido, cabrón? - Era su turno, él también quería abrazar a su amigo. - ¡Oh, por todos los dioses! ¡Apestas! Necesitas una ducha, ven conmigo...


   - Chico, ¿quieres acompañarles? Tengo que volver al puente. - Sulu le sonrió amable. El hijo de Jim... ¡Menuda sorpresa! - Se decía observando el rostro de David.


   - Sí, capitán. - Se cuadró para saludarle. David salió corriendo detrás del pelirrojo que decía que era su primo y de su amigo, el increíble Pavel Andreievich Chekov.


 

Notas finales:

Hoy en vulcano:

Lesek *(gracias) por leer; th'hi-oxalra *(aprecio) vuestros comentarios.


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