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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Henry F. Amiel. Un tipo que escribió un diario durante más de cuarenta años, que fue publicado después de su muerte y que inspiró al mismísimo León Tolstoy. Empezó a escribirlo atormentado por la eterna desproporción entre la vida soñada y la vida real, obsesionado por conocerse a sí mismo hasta el masoquismo.


Filosóficamente, este romántico osciló entre el pesimismo y el idealismo alemán más exaltado; en cuanto a política, dejó escrito que "lo que gobierna a los hombres es el miedo a la verdad".


Me hubiera gustado conocerte. Tal vez en otra vida, Henry, mon chéri.

 

Quince años


 

“El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos”.

 - Henry F. Amiel.

 

                                                                   Pasaron meses ayudando a los klingons. El gran impacto por la explosión de su luna cubrió Kronos con lluvias de meteoritos que el Excelsior se ocupó de dispersar. La órbita del planeta sufrió un ligero cambio, la inclinación de su eje aumentó unos grados y de repente el clima cambió. Las mareas produjeron desastres importantes en las costas. Terremotos y tsunamis se sucedieron sin parar. Cataclismos de dimensiones bíblicas redibujaron la superficie del planeta.

       Pavel había regresado a su vieja habitación en la mansión de Azetbur. David le acompañaba, el chico no quería separarse de él. La Señora de la casa D'Ghor contó con la inestimable ayuda de su antiguo empleado y con la de la nave capitaneada por Sulu. Como Gran Canciller del Alto Consejo Klingon, reconoció que su planeta habría perecido de no ser por el Excelsior y su valiosa tripulación. En concreto gracias a Chekov, el loco científico ruso que con su genio había logrado solucionar el problema del abastecimiento de agua; la mayor parte de los acuíferos de Kronos habían quedado contaminados por el desastre. No todos tomaron a bien tan alto reconocimiento.

      El pueblo de Kronos es orgulloso y fiero. Aún existían facciones contrarias a la colaboración con la Federación de Planetas Unidos y aquella noche, aprovechando la oscuridad sin luna, darían muestras de sus intransigentes ideas.

   La Señora preparó una cena en su hogar para agradecer a sus amigos su colaboración. Hasta ese momento no habían tenido tiempo para formalidades. La situación en Kronos empezaba a estabilizarse, su pueblo saldría adelante.

   - Gracias por invitarnos a tu casa, Azetbur. - Sulu, con su uniforme de gala, realizó una reverencia ante ella.

   - Soy yo quien le estará eternamente agradecida, capitán. - Le tendió la mano con el dorso hacia abajo y esperó que él, galante, lo besara. - Acompáñenme al comedor. Chekov ha dispuesto el menú para los humanos, espero que sea de su agrado.

   Se quedó atrás mirando pasar a aquellos tres hombres mientras les indicaba el camino con un educado gesto. Fijó sus ojos sobre Peter, había algo en el joven que le resultaba familiar.

   - No hemos sido presentados, ¿cuál es su nombre? - Le preguntó situándose a su lado.

   - Peter Kirk, jefe de seguridad en la Excelsior. - Tomó su mano y la besó del mismo modo que había visto hacer a Sulu. Lo cierto es que aquella enorme mujer le fascinaba. - Un honor conocerla.

   Alex tosió a su espalda.

   - ¡Oh, este es mi novio! Alexander Freeman. - Se apartó unos pasos dejando que él también rindiera respeto a la Señora de la casa D'Ghor. - El oficial médico jefe a bordo.

   - ¿Ha dicho usted Kirk? - Miró al hombre pelirrojo directamente a los ojos. Reconoció el tono de azul, era único.

   - Jim es su tío. - Sulu tomó el brazo de Azetbur y la acompañó a su asiento.

   - Dos Kirk en mi mesa, eso sí es un honor. - Sonrió al muchacho, a David, que se ruborizó al instante. Le gustaba aquel chiquillo.

      Durante la cena David tuvo la oportunidad de escuchar de nuevo la aventura de su padre en Rura Penthe, pero esta vez de los labios de la Canciller, que le llamaba héroe. Su pecho se llenó de orgullo con la palabra. Eso es lo que su padre, James Kirk, había sido para el pueblo klingon: el héroe que detuvo a Gorkon y desenmascaró al rebelde Chang evitando una guerra suicida contra la Federación, preservando así la paz entre ambos mundos sin la cuál les hubiera sido imposible sobrevivir.

   - Me complace tu presencia en esta casa, David. Ya te lo he dicho otras veces, estaría encantada de que tú y Chekov os quedaseis aquí más tiempo. - La Señora había vuelto a ofrecer su puesto al científico ruso que tan bien la había servido durante años.

   - El chico se muere por ir a la Tierra, Asetbur... quiere conoser a su padre. - Pavel sonreía con la mirada. Lo cierto es que él también estaba ansioso por presentarle a Jim a su propio hijo.

   - ¿Y tú le llevarás? Pensaba que eras un proscrito en tu planeta. - La Señora le miraba como siempre con suma atención. - Me ha alegrado verte con tan buen aspecto, Pavel... no quisiera que volvieras a convertirte en aquel esquelético barbudo y encorvado que siempre andaba disimulando algún hueso roto.

   Pavel palideció, bajó la mirada hasta sus botas y eso que el mantel le impedía verlas.

   - No volverá a pasar, aquello quedó atrás... - Musitó, sabía que todos en la habitación le estaban observando.

   - ¿Qué huesos rotos, Pavel? - David, inocente y curioso, quiso saber de qué hablaban los mayores.

   - Tenía la estúpida costumbre de dejarse pegar por mis soldados... y la absurda manía de ocultármelo. - Azetbur abrió la mano y golpeó con su palma la mesa. - ¡Tuvo que venir Sarek, mi viejo amigo embajador, a abrirme los ojos ante tu sufrimiento!

   - ¡Basta! - Pavel se levantó furioso. - ¡Aquello terminó, es el pasado... no...!

   - ...No hablamos de eso. - Terminó Sulu la frase con voz queda.

   Chekov le lanzó una mirada llena de ira y salió del comedor sin disculparse siquiera. Corrió a su dormitorio. Necesitaba estar solo.

   - Las cicatrices de su espalda... - Murmuró David levantándose.

   - ¡No! Déjale un rato a solas, chico... - Sulu le detuvo sujetándole del brazo. - Todo esto le habrá traído recuerdos muy desagradables.

 

 

                                                          La tarta de chocolate, las velas, los regalos sobre la mecedora, las mesas repletas de deliciosos platos, las sillas, los invitados, las barbacoas, (las dos, la vegetariana y la carnívora) Todo, absolutamente todo, quedó empapado cuando la tormenta descargó sus nubes sin previo aviso: la fiesta de cumpleaños se trasladó al salón.

   - Vamos, Nat... te dejaré algo de ropa seca. - Tirando de su amiga, Amy subió rauda a su habitación con la intención de tardar un buen rato en volver a bajar.

   - ¡Menudos quince años...! - Bones la vio besar a Natalie antes de encerrarse en el cuarto. Por supuesto tuvo cuidado de que aquella imagen no llegara a las mentes de sus t'hy'la.

   Ya habían cogido práctica con aquello. Bloqueos mentales, totales y parciales, abrir el canal a un lado o a otro, el pensamiento a tres bandas estaba dominado... pero olvidó que su cara era un libro abierto en el que tanto Jim como Spock podían leer.

   - ¿Qué pasa Bones? ¿Ha hecho algo... raro? ¿Alguna de las suyas? - A Jim le dolía la boca de decirle a su hija que usara las escaleras como un ser humano normal.

   - No, no es nada Jim... - Bones salió hacia la cocina. - ¿Alguien quiere una copa?

   - ¡Doble para mí! - Le respondió Uhura harta de bregar con sus dos pequeños fieras. - ¡Oh Monty, enciérralos en el sótano, no puedo más!

   - Chicos, chicos... - Scott los cogió a cada uno de un brazo y se los llevó a la biblioteca. - ¡Dejad tranquila a vuestra madre! Hagamos algo constructivo, creo que Jim tiene un montón de puzzles con los que podréis entreteneros.

   Spock se sentó junto a Jim en el sofá chester. Nyota en un sillón enfrente. Selene se había marchado ya con su hija, Demora. La pequeña estaba inquieta, le estaban saliendo los dientes y la molestia le hacía lloriquear sin parar.

   - ¿Por dónde anda tu padre, Spock? - Preguntó a su amigo mientras McCoy le preparaba la copa.

   - En el sistema Nimbus. Su tercer planeta es un experimento de convivencia entre humanos, klingons y romulanos, como sabes. - Tenía la mano sobre el hombro de su marido, distraídamente le acariciaba la nuca con sus dedos largos y finos. - Supongo que un vulcano es el punto de equilibrio que les falta.

   - No sé si has hecho una broma, Spock, pero eso ha tenido gracia. - Nyota sonrió echándose atrás en el sillón.

   - Su bebida, señora Scott... - El doctor le entregó un martini seco y se sentó junto a ella, sobre el brazo del mueble.

   - Aquí hay más sitio, Bones... - Jim palmeaba el hueco a su lado en el chester. La sonrisa torcida en su boca y los ojos azules devorándole con la mirada mientras le transmitía su pensamiento.

   - ¿Crees que Scott querrá un whisky? - Preguntó McCoy a Uhura.

   - ¿Amanecerá mañana? - Le contestó ella sonriendo. - ¡Pues claro que querrá!

   - Voy a servirle uno. - El médico volvió a salir hacia la cocina, cualquier cosa antes de seguir siendo el objetivo de la mirada caliente de Jim.

   Leonard continuaba guardando las apariencias delante de sus amigos. Una cosa es que Amy y Sarek lo supieran, ellos eran familia directa. Ni siquiera Peter y Alex tenían idea de lo que hacían los tres cuando estaban a solas y así pretendía Bones que siguieran todos: en la bendita ignorancia.

   Al cruzar el salón camino de la biblioteca, con la copa para Scott en la mano, vio por el rabillo del ojo a Jim besando el cuello de Spock delante de Uhura. Le temblaron los hombros por la sacudida de los celos en su espalda. Esta noche te vas a enterar, almirante... pensó para sí mismo nada más. Algo le decía que Jim lo estaba haciendo a propósito.

   - Te has tomado vacaciones, ¿no Jim? - Nyota seguía recostada en el sillón, se quitó los zapatos y doblando las piernas se sentó sobre los pies desnudos. - ¿Tenéis pensado hacer algún viaje? Sabes que puedes dejarme a Amy...

   - Tengo dos semanas... No sé, me gustaría ir al Parque Yosemite, El Capitán sigue estando allí y quiero escalarlo. - Jim, aficionado a ese deporte, siempre había soñado con subir por la escarpada pared de aquella roca. - A no ser que ocurra algún desastre, claro.

   Jim siguió la mirada de Spock hasta las rodillas de Nyota y se echó a reír. Ella también se había dado cuenta.

   - Todavía te gustan mis piernas, ¿verdad? - Sonrió al vulcano, al que de inmediato se le tiñó de verde la oreja derecha. - Hablando de desastres, ¿se sabe algo de Sulu en Kronos?

   - Siguen allí. - Jim acarició la punta de aquella orejita, la parte más verdosa. - La explosión de Praxis les ha retenido todos estos meses en su órbita, está haciendo una gran labor humanitaria.

   - ¿Quién nos iba a decir hace quince años que acabaríamos ayudando al pueblo klingon? - Nyota se quedó pensando en lo que acababa de decir. Se miró el brazo que sostenía el martini. La piel se había erizado. - Quince años... - Murmuró.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Gracias por una visión tan antropocéntrica de la idea del tiempo, mi querido Henry.


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