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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Sarek está en Nimbus III intentando que no se desate una guerra entre humanos, klingons y romulanos.


Spock tendrá que vérselas cara a cara con Amy.


La paz es sumamente frágil en la Galaxia cuando fuerzas poderosas se enfrentan por imponer sus voluntades.


 


Capítulo inspirado en Star Trek V: la última frontera. Quinta entrega de la franquicia de Gene Roddenberry.


 

 


La paz galáctica


 


                                                                El ambiente en Nimbus III estaba lejos de ser relajado. La tensión entre klingons y romulanos se acrecentó cuando recibieron las terribles noticias de Kronos. La explosión de Praxis llegó hasta allí con una onda destructiva que hizo temblar la paz que intentaban edificar.


   - ¡Su mundo agoniza, Korrd! Si no es por la Federación se habrían extinguido... - La Cónsul T'rak había viajado hasta el Planeta de la Paz Galáctica para ofrecer a los klingons anexionarse al Imperio de Rómulo hambriento de territorios.


   - ¡Lo cual demuestra que los humanos son mejores de lo que habíamos pensado! - El Canciller Korrd, general klingon retirado, rechazó así la propuesta de su colega.


   - La USS Excelsior está haciendo un gran trabajo: Kronos sobrevivirá. ¡La cultura klingon debe perdurar, no desaparecer bajo el dominio romulano! - St. John Talbot, diplomático terrícola al servicio de la Federación, defendió la independencia del valiente pueblo de guerreros.


  - ¿Dos contra uno ahora? - T'rak golpeó la mesa con furia.


   - Caballeros, señora, procuremos no perder las formas. - Sarek se había mantenido en silencio hasta que consideró que la sabiduría vulcana debía hacer acto de presencia. - Recuerden que no hay camino para la paz, la paz es el camino.


   - ¡Mahatma Gandhi! - Exclamó Talbot.


   - Otro humano... - Protestó T'rak.


   - No, la sentencia es de Kahless, quien acabó con el tirano Molor y unificó el Imperio trayendo la paz y el desarrollo a mi raza. - Dijo Korrd con el pecho henchido de orgullo.


   - En realidad he citado a Surak, el venerado padre de la Filosofía Vulcana, pero todo esto demuestra que la frase en sí es cierta, indudablemente. - Sarek miró a T'rak y la vio asentir. Aquello era un paso adelante.


 


 


                                                          Amy llevaba castigada desde que cumplió los catorce años. Ahora tenía quince y permiso para conducir la aeromoto, aunque seguía sin poder salir... ¿Iba eso a detenerla? Aprovechó un descuido de su a'nirih que limpiaba de hojas secas la piscina. Se escabulló como siempre, ágil, sin hacer ruido, hacia la casa de Nat para llevársela a algún lugar solitario donde disfrutar de su cuerpo.


   - Hola Jim, ¿cómo está ese culito? - McCoy le encontró preparando la cena y palmeó con fuerza donde terminaba su tatuaje.


   - ¡Ay! Idiota... - el rubio soltó la cuchara de madera con la que removía la sopa plomek, se revolvió y le agarró del pelo, - ¿quieres jugar a hacernos daño? - Preguntó antes de mordisquearle el cuello, sabía que aquello le ponía a cien.


   - ¡No! ¡Para! - Le empujó sobre la encimera apartándole. - ¡No estoy de humor! ¿Dónde está Spock? En el hospital nos hemos quedado sin muestras de la sangre de Khan. Fui a la Academia a por más y me denegaron el acceso... ¿Puedes creerlo? El imbécil de tu marido ha prohibido que me acerque por allí... ¡A mí!


   Bones se daba golpecitos en el pecho señalándose a sí mismo. Estaba muy enojado.


   - Es el director del departamento científico pero creía que no tenía nada que ver con el proyecto de estudio de Khan... No sé, Bones... ¿Por qué habrá hecho eso?


   - Así me aseguro de que Pavel no pueda despertarlo. - Spock había llegado a casa, su fino oído vulcano captó la conversación nada más entrar al salón. Ahora les observaba apoyado sobre un hombro en la nevera, con las manos cruzadas a la espalda.


   Bones y Jim le miraron pasmados. Negarle a Pavel ver a Amy era una cosa, el vulcano tendría sus motivos, nunca explicó qué es lo que vio para prohibir el contacto entre su hija y su t'hy'la. Pero lo que había hecho... rayaba en la crueldad.


   - Es lógico, Jim. Si Chekov despertase a Khan no podría detenerlos, no a ambos. Se llevarían a Amy de nuestro lado. - Dijo con el calmado tono habitual de su voz.


   - Tú sigue por ese camino, Spock... - Le miró con tristeza. - No sé si te has dado cuenta, pero andas solo. - Jim apagó el fuego de la sopa y salió camino de su dormitorio. Las palabras habían sido apenas un susurro.


   - ¡Maldito duende de orejas puntiagudas! - Bones le gritó exasperado, golpeando con su puño la puerta del frigorífico a un palmo de la cara de Spock. - ¿Sabes que estamos experimentando con el suero desde hace años? ¡No hemos vuelto a tener éxito con eso desde lo de Jim...! ¡Necesito más muestras de sangre! ¿Vas a dejarme hacer mi trabajo o no?


   - Hablare con el responsable del estudio para que te las envíe al hospital. No es necesario que lo hagas tú personalmente. - Spock se giró hacia el salón, no quería seguir mirando aquellos ojos avellana llenos de odio.


   - Jim tiene razón. Estás solo en esto Spock... y creo que has ido demasiado lejos. - Bones pasó a su lado golpeándole con el antebrazo. Se marchó de la cocina y dejando allí plantado al vulcano, subió las escaleras para ir junto a su otro amante.


   - Caminaré solo entonces, t'hy'la... - Pensó Spock solamente para él.


 


 


                                                       En la Base Estelar XXIV de la Federación, situada cerca del espacio klingon, David no soltaba la cintura de su primo Peter apretándose con fuerza contra su cuerpo. Había llegado el momento de ir a la Tierra, Pavel se despedía del mismo modo del capitán.


   - He hablado con Jim, irá a recogeros. Por supuesto no le he dicho nada del chico... - Sulu miró de reojo al muchacho, Alex le acariciaba el flequillo y le daba alguno de sus consejos.


   - Espero verte pronto, amigo. - Pavel le besó la mejilla y se soltó de sus brazos. - Vamos, chaval... Seguirá siendo tu primo dentro de un año cuando termine la misión y vuelva a casa.


   - Ten. - Peter le entregó una tarjeta en la mano. - La llave de mi piso, de nuestro piso... - Se corrigió al oír el carraspeo de Alex a su lado. - Puedes quedarte allí mientras encuentras otro sitio.


   - Está cargada con dinero, por si te hiciera falta. ¡No me mires así, ya nos lo devolverás! - Alex le dio un fuerte apretón de manos sacudiendo el cuerpo de Chekov, con su estatura solamente tuvo que bajar la cabeza para besar al ruso en la frente. - ¡Cuídate, Pavel!


   - Grasias... ¡Cuidaos vosotros también! - Agarró a David por el brazo y se lo llevó a la plataforma de despegue. Un transporte estaba esperando para llevarles al fin a casa.


  - Ey, ukhnem...! *(¡Eh, tirad...!) - Le saludó Sulu con un grito levantando la mano derecha.


   - Ey, ukhnem...! - Respondió Pavel del mismo modo.


      David miró por la escotilla hacia las estrellas deseando llegar al planeta que era origen de su especie, en el que jamás había puesto sus pies. Pavel miraba hacia el otro lado, viendo una Excelsior cada vez más pequeña en la distancia.


   - No habrá más oportunidades, Sulu... Seremos los mejores amigos para siempre. Voy a despertar a Khan, pronto tomaremos juntos a Amy por esposa y nadie más tendrá cabida entre nosotros. - Esos eran sus pensamientos, un adiós definitivo a su pasado y un saludo lleno de valiente esperanza ante el incierto futuro.


 


 


                                                             En el mismo centro de la Galaxia una columna de fuego azul se alzó partiendo del primer planeta. La llamarada envió una onda de energía que rebotó hacia el mundo solitario que la había generado. Aquella bola de roca estaba atrapada por una barrera impenetrable, nada había salido ni entrado por ella desde el principio de los tiempos. Hasta entonces...


      La nave oscura alcanzó el planeta primigenio y lo orbitó. Un nuevo haz de luz se elevó de su superficie. Esta vez algo de la energía quedó atrapada a bordo. Raudos partieron de inmediato hacia su destino.


   - Lo tenemos, Art. - Informó Hércules desde los controles. - Si quien tú ya sabes ha conseguido poseer al vulcano el juego habrá empezado. Espero que no lleguemos tarde.


   - Acelera la marcha entonces, hermanito... Asegurémonos de ganar la partida. - La diosa acarició la melena rubia leonada de su medio hermano y sonrió victoriosa.


      Habían capturado parte del espíritu de creación y destrucción del universo, un ente de energía pura difícil de controlar, pero que les sería útil en sus planes a la hora de derrotar a Ares. Hércules hizo bien en no nombrarlo. Toda aquella excitación hacía que el cabello de Artemisa oscilase entre el negro obsidiana y el rojo rubí.


 


 


                                                          Spock cenaba a solas en el sofá chester; Bones, Jim y Amy lo hacían en la cocina lejos de su vista. Tendría que acostumbrarse a aquello.


   - Cambiará de idea... - Hablaban de Spock. - Amy, somos tres contra uno. - Bones le acarició el pelo apartándolo detrás de la puntiaguda oreja, le encantaba dejársela a la vista.


   - ¿Dónde has estado todo el día? - A Jim no se le había escapado que su hija se pasaba el castigo por el forro.


   - Con Nat, por ahí... - La chica se sorprendió de que no hubiese chillado y no se tomó la molestia de mentir.


   - Hay algo en esa cría que no me gusta... - El almirante arrugó la nariz, su intuición no le hablaba bien de la amiga de su hija.


   - Es una buena chica, Jim. - Bones la defendió. Sabía lo que Amy y Natalie se traían entre manos desde hacía tiempo.


   - Sí, pero te mira como si estuviese enamorada de ti, Amy... y eso pronto puede ser un problema. - Clavó sus ojos azules en la cara de su bebé, no quería perder detalle de su expresión cuando se lo dijera. - Pavel está de camino a la Tierra.


   - ¿Pavel? - Gritó para inmediatamente ver su boca tapada por las manos de Jim y su loco doctor.


   - ¡Schhh! Es un secreto... - Rió McCoy mirando de reojo hacia el salón.


   Amy estaba radiante, sus ojos brillaban con una luz especial, su sonrisa de oreja a oreja lo decía todo. ¡Pavel, su t'hy'la, iba a regresar a su lado! Eso si su padre cedía y realizaba la ceremonia del koon'ul *(compromiso)


   - A'nirih, Bones... por favor, quiero verle... - Les suplicó melosa.


   - No puedes acercarte a él por el momento Amy, lo siento cielito, pero no queremos que su cabeza explote ¿verdad? - Le respondió Bones.


   Amy asintió. Tenía la mano de Jim y la del doctor cogidas entre las suyas. Las apretó con fuerza cuando vio a su padre entrar en la cocina.


   - Por si os lo estáis preguntando... sí, lo he escuchado todo. - Dejó su plato vacío y sus cubiertos sobre el mostrador. Se volvió y miró a Amy con los ojos negros llenos de oscuridad. - No haré el koon'ul.


   Fue menos de un segundo, cero punto tres para ser exactos, lo que tardó Amy en saltar como una pantera sobre el cuello de su padre. Llevaba un cuchillo en la mano, lo apretó contra su garganta y un hilo de sangre verde brotó ante unos estupefactos Bones y Jim.


   - ¡Amy! ¡Por todos los dioses! ¡Suelta a tu padre! - Jim gritó desesperado, agarrando el brazo de su hija tiraba de él sin conseguir apartarlo del cuello de su marido.


   - ¡Spock, empújala... Jim y yo no podemos moverla! - Bones tiraba de la cintura de la chica. Increíblemente no se movía ni un centímetro.


   Amy estaba a sólo un movimiento de rebanar el cuello a su padre. Spock la miraba a los ojos. Jamás había visto semejante furia.


   - Ko-fu, nam'uh hayal... *(Hija, cálmate) – Le habló en su lengua, tratando de que le soltara. - Nufau au sochya, yi dungi ma tu sochya *(Ofrece paz y tendrás paz) – Citó las palabras de Surak contra la violencia.


   Su hija soltó el cuchillo pero no a su padre. Se puso de puntillas y le susurró al oído.


   - Como tú solías decirme: ya veremos, según te comportes... - Su tono era tranquilo, cargado de cinismo pero suave. - Realizarás esa maldita ceremonia, papi. Lo harás o no habrá paz para ti. - Antes de apartarse de él lamió la pequeña herida bajo la nuez. - Siento haberte hecho daño.


   - ¡Amy! - Jim la tenía aún cogida del brazo. - ¿Te has vuelto loca? - Le preguntó en un susurro.


   La muchacha le miró con una ceja levantada y le respondió con otra pregunta.


   - ¿Alguna vez he estado cuerda? - Se sacudió su mano como quien aparta a un bicho. - No tenéis idea de lo que soy, de lo que pienso, de lo que siento... - Se alejaba hacia la puerta del salón mientras hablaba. - No soy tu bebé... - Miró a Jim. - Ni tu ko-fu... - A su padre. - Ni tu cielito, Bones... Soy más que todo eso. Soy parte de un Todo y hasta que no me reúna con Khan y Pavel no estaré completa. ¡Ni los dioses podrían impedirlo, padres!


   Se volvió y salió con largos pasos al jardín. Antes de que pudiesen reaccionar oyeron la aeromoto rugir hasta estar bien lejos.


 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Espero que os agrade la historia.


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