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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Sarek guardó en secreto la existencia de David, ahora Carol tendrá que devolverle el favor llevando algo consigo a Nuevo Vulcano.

 


Devolver un favor


 


                                                              A Sybok no le resultó complicado hacer que los colonos se armaran con sus improvisados fusiles caseros y le siguieran a ciudad Paraíso. El planeta se encontraba bajo la custodia compartida de la Federación, el Imperio Klingon y el Romulano: las armas estaban prohibidas. Llegaron durante la noche, atravesando el perímetro fortificado sin apenas ejercer la violencia. Tal vez algún colono cayese por el camino, Sybok consideró que no había nada que lamentar por el momento.


      El bar del lugar era su principal objetivo, allí encontraría lo que estaba buscando. En las habitaciones de las plantas superiores, los embajadores de los tres gobiernos dormían ignorando lo que se les venía encima.


   - ¿Qué ha sido eso? - Se preguntó St. John Talbot abrazado a su preciosa rubia.


   - No bajes mi amor... - Carol intentó retenerle.


   - ¡Quédate aquí, cariño! Y no hagas ruido... - Se vistió a toda prisa y salió al pasillo.


   Carol se puso el jersey azul y los pantalones color crema, cogió los zapatos pero no se calzó. Se asomó fuera descalza, caminando de puntillas hasta estar lo suficientemente cerca de la barandilla como para averiguar qué estaba pasando en el bar sin ser vista.


   Un grupo de colonos había obligado a Korrd y a T'rak a bajar hasta allí. Nada más ver a Talbot le empujaron junto a sus colegas embajadores, les tenían arrodillados en el centro del local, apuntándoles a la cabeza. Un hombre alto y de pelo negro, envuelto en una túnica, se les acercó y les tocó la cara con sus manos.


   - Carol... - La voz sonó débil a su espalda, alguien la tomó del brazo.


   - Sarek... ¿quién es ese tipo? ¿Qué quiere, qué hace aquí? - La científica se giró y no pudo sino retroceder, el vulcano tiraba de ella.


   - Debemos escapar, ¿hay algún transportador cerca? - Sarek susurraba las palabras, mirándola a los ojos con premura.


  - En mi cuarto... uno pequeño, portátil... pero solamente está conectado a la luna de Nimbus III y allí no hay nadie. - Entró a su habitación seguida del padre de Spock.


   Dado que su proyecto llevaba parado más de dos meses la doctora Marcus había dado permiso a su todo equipo para que viajase a casa. El Génesis se encontraba de nuevo en fase dos, listo para emprender la tercera fase y ocupar la superficie del satélite. Algo le decía que esta vez tampoco sería posible: como ocurrió en Rinax todo estaba a punto de irse al infierno.


   - ¡Actívalo y huyamos, Carol! - Sarek se estaba tocando el costado, su cara había palidecido.


   - No puedo dejar a St. John ahí...


   - No te preocupes, les han tomado como rehenes. No les harán ningún daño. - Las piernas le flaquearon y se apoyó en la rubia doctora que le miraba asustada.


  - ¡Sarek! ¿Te encuentras mal? - Le sujetó, parecía que el hombre estuviese a punto de desplomarse.


   - Activa el transportador, Carol. Hay que salir de aquí... - Unos pasos se oían por el pasillo.


   El pomo empezó a girar, las moléculas de Carol y Sarek desaparecieron en cuanto se abrió la puerta de madera. El colono romulano ni siquiera se dio cuenta de que alguien acababa de escapar de allí.


 


 


                                                             Amy estaba sentada junto a su hermano en el sofá chester de su salón. Habían hablado con Selene y la chica ya sabía que no vería a sus padres en una buena temporada. Dejó caer la cabeza sobre el hombro del muchacho.


   - Se han marchado, David... sin decirnos adiós. - Sentía la mano del muchacho acariciando su espalda.


   - Volverán en cuanto puedan. Tienen una misión que cumplir, Amy. - David parecía llevarlo mejor.


   - Pero es que se han ido... ¡todos! - Pensaba en Pavel, además de en sus padres y su loco doctor.


   - No estás sola, yo cuidaré de ti. - Le habló con seriedad, sintiéndose responsable de su hermana.


   - Claro... mi hermano mayor cuidará de mí. - Sonrió rozándole la mejilla con las yemas de los dedos. - Es muy tarde, David. Vámonos a dormir.


  - ¿Dónde puedo quedarme? - Preguntó levantándose del sofá. Le parecía cómodo pero pensó que una cama sería mejor.


   - En el cuarto de Peter, su viejo dormitorio... - Amy se puso en pie y sintió una punzada en el costado, donde su corazón vulcano latía con fuerza, - ...pero David, si no te importa... ¿puedes dormir conmigo esta noche? No quiero quedarme sola, me siento rara...


   El rubio asintió tomándola por la cintura.


   - Por supuesto, Amy. ¿Qué es lo que te pasa? ¿Te duele el hígado? - Miró la mano de la chica por debajo de sus propias costillas.


   - ¿El hígado? - Se echó a reír, David no tenía idea de la fisonomía vulcana. - No, tonto... ¡Ahí es donde está mi corazón!


 


 


                                                            Las olas de su océano infinito, de aguas azules como los ojos de Jim, les mecían lamiéndoles la piel y envolviéndoles el alma. Unidos como un solo ser, se dejaban arrastrar mar adentro, perdiendo sus consciencias en el vínculo sagrado.


      Spock estaba en medio, tendido sobre el cuerpo de Jim que le rodeaba las caderas apretándole en movimientos acompasados con sus muslos. Tenía a Leonard encima, dentro de él, agitándose por los escalofríos que el placer le provocaba. Las respiraciones alteradas y los jadeos, breves gemidos y algún que otro bramido cuando la vibración les recorría la columna vertebral, era todo lo que se podía oír en el silencio de la noche.


   Jim sintió una luz brillante atravesándole los párpados cerrados y abrió los ojos para ver que algo les iluminaba desde el cielo. Spock separó los labios, un grito rasgado salió de su garganta. Su semilla caliente acababa de inundarle en su interior, pero ni Bones ni él le alcanzaron en aquella orilla.


   - ¿Pero qué coño? - Dijo Jim levantando la mano sobre sus ojos para protegerse del haz deslumbrante.


   - ¡Apartad esa maldita luz de mi trasero! - Bones estiró la mano y cubrió su desnudez con un saco de dormir.


   - ¿Qué pasa, Jim? - Spock regresaba de su breve éxtasis.


   - Una lanzadera, creo que han venido a buscarnos... - El almirante se puso en pie, totalmente desnudo, para recibir a la sombra que se acercaba entre los árboles.


   - Caballeros, siento interrumpir pero nos esperan en el Enterprise. Hay una emergencia. - Nyota bajó la vista al suelo cuando observó que su superior no llevaba nada encima.


   - ¿Una emergencia? - Le preguntó sin pudor. - ¿Y por qué no me lo has dicho por el comunicador?


  - Porque te lo dejaste en mi cocina, Jim... - Uhura estiró la mano entregándole el aparato con una sonrisa.


   - Sabía que había una buena razón para eso... - Murmuró el rubio. - Bien, recojamos nuestras cosas chicos. ¡El deber nos llama!


   - Nyota... ¿puedes darte la vuelta, por favor? - El médico no podría ponerse más colorado.


   - Claro, doctor... - Se echó a reír y se puso de espaldas. No le había sorprendido encontrar allí a McCoy, hacía mucho tiempo que ella y Scott sospechaban de sus relaciones con Jim y Spock. - Sin problemas.


   - Amor, no te dejes las botas gravitatorias. - Jim le señaló a Spock la maleta gris metalizada junto a la mochila de Bones.


 


                             El piloto de la lanzadera no era otro que Pavel. Cuando subieron Bones se echó a reír agitando la cabeza, él le miraba con una risa contenida. Jim se sentó a su lado, acariciándole los rizos de la nuca. Spock guardó la maleta de las botas en el compartimento sobre su asiento, cerrando la portezuela con malos modos. No se alegraba de ver allí al ruso.


   - ¿Qué ha pasado? ¿A qué viene tanta prisa por salir con el Enterprise? - Preguntó Jim a su amigo. - ¿Y qué es esa sangre en tu camiseta?


   - No es nada, Jim. - Pavel agachó la cabeza mirando su ropa y sonrió. - El almirante Jackson lo ha ordenado, se pondrá en contacto contigo a bordo... - Levantó el vuelo con la lanzadera poniendo rumbo hacia la nave, sentía la mirada de Spock clavada en su cogote. - Dijo algo de Nimbus III, no sé que habrá pasado pero Carol está allí. La dejamos con el Exselsior, iba a desarrollar el Génesis en su luna.


   - ¿Carol? - Spock sonó grave, irritado. - Mi padre también se encuentra en el planeta de la Paz Galáctica...


   - Será una reunión de lo más interesante... - Murmuró McCoy.


   Spock le miró con los ojos negros y profundos buscando su apoyo. El doctor le rodeó el cuello con su brazo y le atrajo la cabeza hacia su hombro.


   - Tranquilo, mi vida, no te alteres. - Pensó solamente para el vulcano.


 


 


                                                                 La doctora Marcus mostró las maravillas del Génesis a un aturdido Sarek. Toda aquella exuberante naturaleza surgida de la nada le abrumó. La científica era ambiciosa, pretendía hacer que aquel satélite estéril fuese un lugar apto para albergar la vida.


   - Es realmente impresionante, Carol. Has hecho un gran trabajo aquí. - El vulcano se apoyó en una roca, aún se sentía mal y no llevaba sus pastillas encima.


   - Me temo que nunca terminaré este proyecto, empiezo a pensar que está maldito. - Pateó una rama lanzándola lejos. - ¿Te encuentras mejor, Sarek? ¿Puedo hacer algo por ti?


   - Tal vez... cuando llegue el momento. Voy a cobrarme ese favor que me debes, Carol. - Le miraba con absoluta sobriedad. - Me pediste que no contase lo de David a Jim y te guardé el secreto todos estos años. Mi yerno se ha perdido la infancia de su hijo.


   - Pero ahora será suyo, en cuanto Pavel le lleve a su lado. - Carol bajó la mirada, no quería echarse a llorar. Tenían demasiadas preocupaciones para perder el tiempo con estúpidas lágrimas. - Sarek, ¿qué vamos a hacer? St. John... - Estaba muy preocupada por él, tenía que admitir que se había enamorado.


   - No sé quién era ese hombre que tomó ciudad Paraíso a la fuerza pero tratará bien a sus rehenes, no lo dudo. Desconozco sus intenciones, tal vez presionar a sus gobiernos para que realicen alguna acción, espero que no les conduzca a la guerra. - Sarek se llevó de nuevo la mano al costado y cerró los ojos. Los latidos de su corazón eran cada vez más débiles, descompasados. Supo que no tardaría mucho en detenerse.


  - La guerra... - La doctora sacó la cápsula de antimateria del alimentador de su proyecto. Definitivamente no habría fase tres.


   - ¿Qué es ese líquido rojizo, Carol? - Le preguntó Sarek con curiosidad.


   - Antimateria. Es lo que utilizo para crear toda esta vida... - Señaló a su alrededor, las plantas, las flores, los árboles bajo la roca de la luna. - Siempre habrá hombres que pretendan usarlo como arma... - Apretó el cilindro contra su pecho. - Hombres como mi padre.


   - Carol, es la hora... acércate. - Se había dejado caer al suelo, la espalda apoyada en la piedra lunar. Extendió su mano hacia la cara de la rubia.


   - ¿Qué te pasa, Sarek? - Le dijo agachándose a su lado, dejando la antimateria junto a los pies.


   - Voy a entregarte lo más valioso que tengo. Deberás custodiarlo y llevarlo a Nuevo Vulcano. - Carol le miraba sin comprender. - Mi katra *(alma), llévala allí... el sacerdote supremo del Consejo Vulcano la sacará de tu mente y la depositará en el tercer fragmento de la piedra de Gol.


   - Sarek, no sé de qué estás hablando pero te debo un favor inmenso, así que haz lo que tengas que hacer. - La rubia dejó que el vulcano uniese la mente a la suya.


   - Recuerda... - Murmuró. - Recuerda, Carol... recuerda...


 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Dejo imagen del trío en el Yosemite.

http://www.casimages.es/i/140628120739670657.jpg.html

Y de Carol Marcus, de joven y ya madura.

http://i.huffpost.com/gen/1048778/thumbs/o-DR-CAROL-MARCUS-STAR-TREK-570.jpg?7


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