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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

   Spock ha tenido un buen maestro: Sarek, su padre. Él le perdonó que dejase la Academia de las Ciencias Vulcana en su juventud para unirse a la Flota Estelar; comprendió sus relaciones con Jim y realizó la ceremonia nupcial del Kal'i'farr entre ambos; entendió que McCoy se les uniera años más tarde y preparó su mente para el plathau *(consumación) entre los tres.


   Sarek se había ido, pero dejaba a su hijo con la lección aprendida: tolerancia, comprensión, amor... perdón.

 


El perdón


 


“Un buen padre vale por cien maestros.”


- Jean Jacques Rousseau -


 


                                                                          Entre las fotografías de la pared del recibidor, al pie de la escalera, había un hueco. Un marco retirado dejó la señal descolorida en la pintura. ¿De quién sería la imagen que faltaba? Revisando las caras de aquellas personas, una a una, vio a Sulu. Más joven, con una preciosa morena de ojos verdes vestida de blanco a su lado: Selene, su esposa. ¿Una foto de su boda? La había conocido por el vídeo comunicador la noche anterior. En otra fotografía localizó a Bones con una mujer rubia entre los brazos. ¿Quién era, por qué Pavel no le había dicho que el médico tenía pareja? ¿Y cómo es que ahora estaba con Spock y con su padre?


      Siguió mirando aquellos rostros, toda una vida, la familia de su hermana y en cierto modo también su familia. Reconoció a Peter y a Alex, tan jóvenes... debían tener su edad en aquella fotografía. Le llamó la atención un anciano vulcano que sostenía a Amy entre los brazos. Ella tendría unos cinco años y llevaba un vestido blanco muy largo y vaporoso. La cara del hombre le era familiar.


   - Es mi abuelo, el padre de Spock. - Amy le sorprendió allí plantado y le habló a su espalda. - ¿Tienes hambre? He preparado el desayuno.


   - Tu abuelo... - David suspiró. - Yo no conocí al mío. Mi madre me habló de él, Alexander Marcus... de cómo deseaba la guerra por encima de todo y lo que hizo para conseguirla.


   - Vamos, David... Olvida eso. - Amy no quería hablar de aquel asunto. Le cogió la mano y tiró de él hacia la cocina.


   - Khan le mató. - Notó cómo su hermana le soltaba y se quedaba helada. - Mamá me lo dijo, ella le vio apretar la cabeza de mi abuelo entre sus manos hasta...


   - ¡Cállate! - Gritó girándose hacia él, mirándole con los ojos azules encendidos en llamas.


   - ¿Tú también? - David se sobresaltó. - Pavel me ha prohibido hablar de él y ahora tú. ¿Por qué, Amy? ¿Qué significa Khan para vosotros dos?


   - Es nuestro t'hy'la, compartimos el vínculo. Pronto le despertaremos y los tres seremos uno. - Se dio la vuelta y entró a la cocina, dejando a su hermano con la boca abierta en el salón.


   - ¿Vuestro t'hy'la? - Entendió la tercera aspa del trisquel tatuado sobre la rabadilla de Pavel: Khan... - ¿Es que vuestra familia siempre ha sido bígama? Tu padre, tú... ¿Todos tenéis dos amantes?


   - Creo que mi bisabuela fue la primera de los S'chn T'gai en hacer algo así. - Estaba sonriendo, la salida de su hermano le había hecho gracia. - Escucha, sé que Khan hizo cosas terribles, él es el primero en estar arrepentido. Siento lo de tu abuelo, David, pero debes respetar que Pavel y yo le amemos. No podemos dar la espalda a nuestros sentimientos.


   - Tranquila, lo comprendo. Pavel y yo tenemos un trato: no hablamos de eso. Podemos hacer lo mismo, Amy. - David le tendió la mano a su hermana. Ella la tomó estrechándola con la suya.


   - Hecho entonces. Claro que cuando se despierte y se convierta en tu cuñado... - Se echó a reír. David la miraba con la misma cara de bobo que solía poner su a'nirih. Le echó de menos y abrazó a su hermano.


   - Amy, ¿te encuentras bien? Estás temblando... - La chica tenía de nuevo la mano sobre el corazón.


   - ¡Ay... Sarek...! - Se quejó.


   - ¿Sarek? - No podía ser. David solamente había conocido a otro vulcano en su vida y recordaba que su madre le había presentado con aquel nombre... Sarek... pensó, ¿sería el mismo hombre?


   - Mi abuelo... - Unas lágrimas empezaron a resbalar por sus pálidas mejillas. - ¡David, creo que Sarek se está muriendo!


 


 


                                                                    Nyota intentaba contactar con la base lunar del planeta de la Paz Galáctica sin ningún éxito por el momento. Spock no apartaba los ojos de la pantalla de su consola de observación científica; examinaba con detenimiento todo el sistema Nimbus, asegurándose de que los escáneres no detectaran la presencia de ninguna nave extraña en la zona. Lo último que necesitaban era un conflicto con klingons o romulanos.


      Pavel terminaba de arreglar el panel principal del puente, consideró que tener que darle un golpe cada vez que quisieran utilizarlo podría ser un inconveniente.


   - Señor, nos acercamos a Nimbus III. - Informó el joven teniente que pilotaba la nave.


   - Abandone la velocidad de curvatura. - Ordenó el almirante.


   Nada más detenerse la nave Spock sintió cómo una punzada le aguijoneaba el corazón. Llevándose la mano al costado gimió. Jim se giró en la silla para mirarle.


   - ¿Qué te ocurre, mi amor? - Se levantó para acudir a su lado.


   - Sa-mekh! *(Padre) - Susurró en vulcano.


   Jim llegó a tiempo de sostenerle, las rodillas le fallaron y caía sin fuerzas al suelo.


   - ¡Nyota... llama a Bones! - Gritó el rubio.


   No hizo falta. El doctor había sentido el estremecimiento de su t'hy'la y ya aparecía por las puertas del turbo ascensor.


   - ¡Mi vida...! - Se agachó junto a Spock, Jim le sujetaba contra su pecho. McCoy le pasó el tricorder médico por el costado. - Estás bien, pero algo ha pasado ¿verdad?


   - Sarek... ha muerto. - Cerró los ojos. No podía hablar, apenas tomar aliento.


   - ¡Dios mío! - Bones se llevó la mano a la boca.


   - ¡Teniente, orbite la luna de Nimbus III! ¡Pavel, escanea la base en busca de formas de vida! - Ordenó Jim. - Mi amor... ¿estás seguro? - Preguntó sin palabras a su marido.


   - Le ha sentido, Jim... ¡Mírale, por Dios! - Bones observaba caer las lágrimas por la cara de Spock, notando las suyas desbordar sus propios párpados.


   El doctor guardó su tricorder, no había ningún peligro para el vulcano, pero el dolor que estaba sufriendo por la pérdida de su padre le llegó al alma. Jim también lo sentía. Los tres se fundieron en un abrazo allí mismo, junto a la consola científica, bajo la atenta mirada de Nyota que había empezado a llorar.


   - Jim, detecto una forma de vida en la base subterránea... - dijo Pavel mirando hacia atrás desde su puesto, - ...y un cuerpo inerte. Lo siento Spock. - Su voz sonó grave, llena de tristeza por la pérdida del hombre que se ocupó de sacarle de apuros más de una vez.


   El ruso se había acercado a los tres. En cuclillas a su lado vio el llanto de sus amigos y se mordió los labios para reprimir el suyo. Tuvo que tragar saliva antes de hablar.


   - Es Carol, la base de datos del Enterprise ha reconosido su perfil de ADN. - El almirante le miraba intentando hablar, su labio inferior temblaba fuera de control. - Bajaré a buscarla.


   Pavel salía del puente camino del transportador, esperaba que Scott lo tuviese listo.


   - ¡Comandante Chekov! - Spock se dirigió a él formalmente, se apoyó en Jim y en Bones para ponerse en pie y adoptar su expresión más sobria y vulcana. - Iré contigo, debo comprobar algo en el cuerpo de mi padre.


   - ¿Su katra? *(alma) Si ha muerto se habrá perdido para siempre, mi amor... - Jim sabía lo que aquello significaba. La tristeza le sacudió un duro golpe y se dejó caer al suelo sentándose en el escalón que le separaba de su silla de mando.


   - Tengo que asegurarme, Jim. - Spock salió acompañado de Pavel en el ascensor. No se miraban, cuidando de que sus cuerpos ni se rozasen. - Creo que el transportador aún no está listo, tomaremos una lanzadera. Cubierta A, hangar. - Ordenó al aparato.


   Pavel asintió con la vista al frente. No dejaba de pensar en Sarek, en lo bien que se había portado siempre con él. Gracias a su intervención Azetbur le despidió en Kronos, obligándole así a terminar con las perversas torturas por parte de los klingons, a las que se sometía voluntariamente imponiéndoselas como castigo. Recordó lo solo que se sintió cuando su propio padre, Anton Chekov, murió nada más graduarse él en la academia. Entonces apenas era un muchacho y lo pasó muy mal. Spock era un hombre de cuarenta y cinco años, pero la pérdida de un padre te afecta por igual tengas la edad que tengas.


   - Lo siento mucho, Spock. - Musitó antes de llegar al hangar.


   - Lo sé, Pavel. Yo también lo siento. - Parecía estar disculpándose de nuevo. Por la intrusión en su mente sin permiso, por haberle apartado de Amy, por no perdonarle una locura de juventud, por no haber realizado el koon'ul *(compromiso) en su momento... Sarek no habría hecho así las cosas. - No sé si te lo he dicho alguna vez, de igual modo puede que haya pasado demasiado tiempo.


   Spock se detuvo frente a la lanzadera, le cogió por los brazos mirándole a los ojos aguamarina húmedos en lágrimas.


   - Te quiero, Pavel. Lamento lo que ha pasado entre nosotros. - Vio la sonrisa inocente dibujarse en los labios de su amigo que asintió.


   - Y yo a ti, Spock. - Pavel le besó en la mejilla. Su futuro suegro le había perdonado.


 


 


                                              Colocó una mano sobre la otra cruzadas en el regazo, el cuerpo tendido en el suelo con los pies juntos. Estiró la túnica negra y repasó con cuidado que no tuviese ninguna arruga. Cerró los párpados del vulcano con las yemas de los dedos y besó su frente que empezaba a enfriarse. De rodillas a su lado dejó salir el llanto: su viejo amigo Sarek había muerto.


      El ascensor de la base subterránea estaba funcionando. El ruido la alertó de que alguien se acercaba desde la superficie. Carol cogió el frasco de antimateria y retrocedió. No tenía armas, ¿cómo iba a impedir que le robasen aquel peligroso objeto? Cogió una piedra grande y puntiaguda, apretándola con fuerza se preparó para golpear a quien se acercara o lanzarla si le apuntaban con un fáser. Dos hombres se acercaron por el pasillo hasta la cúpula donde se encontraba.


   - ¿Pavel? ¿Qué estás haciendo tú aquí? - Dejó caer la roca y se levantó para correr a sus brazos. - Gracias... gracias por venir a buscarme... - Carol besó al comandante ruso tirando de su labio inferior hacia ella.


   Spock se acercó al cadáver de su padre, posó la mano sobre su cara y se concentró. Tras un momento en silencio se levantó compungido. Mirando a Pavel negó con la cabeza.


   - Él ya no está aquí. - Susurró. - Regresemos al Enterprise.


   - ¿No nos llevamos el cuerpo? - Preguntó Pavel apartando a Carol con fastidio.


   - ¿Para qué? Es solamente un envase vacío. - Spock caminó por el pasillo de regreso al ascensor y la lanzadera. Se giró un momento y miró a Carol. - ¿Estás bien?


   - No lo sé, me siento un poco extraña. - Secándose las lágrimas recogió la antimateria y siguió al vulcano. - ¿Ha venido Jim contigo?


   - Sí, doctora Marcus. Hemos venido todos, salvo Sulu que sigue en el Excelsior. - Esperó a que Pavel entrase en el ascensor para interrogarle con la mirada.


   ¿A qué había venido ese beso? Chekov se encogió de hombros y Spock tomó aire levantando una de sus cejas. Carol, la doctora Marcus, tan incomprensible y desconcertante como siempre. Tal vez solamente se había sentido a salvo al ver a Pavel y por eso le había besado. Su presencia en el Enterprise complicaría las cosas, pero no podían dejarla allí atrapada... por mucho que a Spock le hubiese gustado hacerlo.


   - Lamento lo de tu padre, Spock. - Le dijo mirándole con los ojos azules aún enrojecidos. - Me ha entregado algo, en mi mente. Dijo que debía llevarlo a Nuevo Vulcano y mencionó una piedra...


   - ¿El tercer fragmento de la piedra de Gol? - Spock sonó agudo por una vez, no podía creer lo que le estaba diciendo la doctora. - ¿Quieres decir que mi padre... que Sarek... ha depositado en ti su katra antes de morir?


   - Eso creo, me duele la cabeza, Spock... - La rubia se apoyó en el hombro de Pavel y cerró los ojos. No se encontraba nada bien.


   Spock no abrió la boca. Viajaron en la lanzadera hasta el Enterprise en completo silencio los tres. Si el alma de su padre estaba dentro de la mente de la doctora Marcus, el vulcano tendría que hacer lo necesario por sacarla de allí y llevarla donde debía estar: la piedra sagrada de la paz en su nuevo planeta.


 

Notas finales:

Gracias por leer, por comentar, por seguir la historia.

Dejo imagen de la fotografía que David vio en la pared del recibidor, la de Peter y Alex de adolescentes.

http://www.casimages.es/i/140628104940301408.jpg.html


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