Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 264]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

La nave oscura llega a Nimbus III a tiempo de cumplir con su objetivo.


Spock al fin desvela de qué conoce a Sybok – sé que esto ha causado intriga entre los lectores que no han visto la película Star Trek V: la última frontera; gracias a todos los que han mantenido los labios sellados – y Jim no se lo toma demasiado bien.


Scott descubre en el puente que todos se han vuelto locos.

 


Secretos de familia


 


 “Discordia, insaciable en sus furores, hermana y compañera del homicida Ares, la cual al principio aparece pequeña y luego crece hasta tocar con la cabeza el cielo mientras anda sobre la tierra. Entonces la Discordia, penetrando por la muchedumbre, arrojó en medio de ella el combate funesto para todos y acreció el afán de los guerreros.”


   - La Ilíada, Homero. -


 


 


                                                                             La nave oscura llegó a la órbita de Nimbus III y Hércules detuvo la marcha. Se mantuvieron ocultos bajo su capa de invisibilidad, el Enterprise no detectó su presencia. El piloto miró a su espalda, su medio hermano Apolo observaba la situación en la pantalla.


   - Les ha tomado como prisioneros, pero aún conservan sus voluntades intactas. Y así debe ser... - Se levantó descruzando las piernas, dejando ver su torneado muslo de piel pálida y brillante como el mármol bajo el quitón corto color azul cielo. - Herc, suelta al “bicho”...


  - ¿Estás seguro de eso, Apolo? Eris *(discordia) puede ser muy peligrosa... - El rubio leonado no tenía muy clara la decisión de su superior, aquello podría hacer que humanos, romulanos, klingons y vulcanos entrasen en una guerra sin fin.


   - ¡Haz lo que te digo! - Apolo le tiró de los rizos con cariño. - El espíritu de la discordia que recogimos en el Planeta Primero del mismo centro de la Galaxia, hará que todos disputen, sí... pero fortalecerá sus lazos y les mantendrá tan ocupados que el vulcano no podrá dominarles.


   Esos eran sus planes: hacerles pelear entre ellos para que Sybok no tuviese la oportunidad de someterles con el poder especial que Ares le había concedido al poseerle.


   En numerosas ocasiones los dioses habían utilizado a Eris para sus fines, la última vez en Tesalia, cuando el propio Zeus la envió a la Tierra para provocar que los aqueos entrasen en guerra contra los troyanos. Entonces la diosa de la discordia lanzó una manzana en mitad del banquete de bodas del rey Peleo con la nereida Tetis, “para la más hermosa”, dijo y fue Paris quien hubo de realizar el juicio y entregar la fruta a la más bella entre las diosas. Elegir a Afrodita como merecedora del premio fue el inicio del conflicto.


   Ahora Eris no tenía cuerpo mortal, era una simple forma de energía, un resplandor brillante capaz de atravesar la materia e irradiar el mal a su paso. El “bicho”, como lo llamó Apolo, fue lanzado al espacio, y el dios y su medio hermano Hércules observaron cómo flotó hasta introducirse en la nave estelar burlando sus defensas. Ninguna alarma saltó, nadie se había percatado: discordia pronto empezaría a hacer de las suyas.


 


 


                                                En la enfermería McCoy había conseguido estabilizar la temperatura de Carol. Ya no hablaba como Sarek, lo cual le hizo dejar de sentir escalofríos al mirarla. Las puertas se abrieron y el diplomático St. John Talbot entró como una exhalación.


   - ¡Mi amor! ¿Estás bien? He venido en cuanto me he enterado de que estabas aquí... ¿qué ha pasado? - Le tomó la mano, la besó en los labios, devorándola con ternura con sus ojos grises esperó una explicación.


   - Me encuentro bien, pero llevo dentro de mi cabeza la mente de Sarek... - Bajó los ojos. - Es largo de explicar.


   - ¿Sarek? ¿Huyó contigo? - Hasta ese momento Talbot no había echado en falta al embajador vulcano, tenía las ideas revueltas desde que Sybok le hiciera la fusión mental.


   - ¡Ha muerto, St. John! - Las lágrimas asomaron a sus ojos azules, se frotó la cara, no quería llorar otra vez. - Yo... le debía un favor y se lo ha cobrado. He de llevar su alma a Nuevo Vulcano, tienen una piedra mágica donde he de depositarla.


   - Eso tendrá que esperar, cariño. - Talbot miró de reojo al médico que permanecía allí en silencio contemplando la escena. - Sybok va a conducirnos al centro de la Galaxia, donde se encuentra el Edén. ¡Vamos a conocer a Dios, Carol! ¿No es increíble?


   - ¿A Dios? ¿El Edén? - McCoy frunció el ceño, ¿qué estaba pasando en el puente? De pronto notó que algo ocurría entre Jim y Spock. - Señor Talbot... ¿dónde están el almirante Kirk y el primer oficial?


   - En una celda, por ahora... hasta que Sybok les haga entrar en razón. - Miró de nuevo a Carol acariciándole los rubios cabellos. - Querida, tienes que conocer a ese hombre... ¡Es un místico, un profeta! ¡Emana sabiduría y paz por todas partes!


   - De momento, St. John, será mejor que me quede en la enfermería. Mis constantes vitales deben estar bajo vigilancia. - Carol sintió miedo, su amante le hablaba como si estuviera bajo la influencia de algo desconocido.


   - ¡Eso es, doctora Marcus! No os mováis de aquí... - Bones activó el panel sobre su camilla y se encaminó a la salida. - Talbot, cuide de ella. Si eso empieza a pitar pulse el intercomunicador y llámeme, vendré enseguida. ¡Enfermera... no se aleje de ellos! - Ordenó a una joven asistente antes de irse.


 


 


                                                 La luz blanca y brillante de los calabozos le resultaba molesta. Jim no había dormido apenas en dos días, estaba empezando a acusar el cansancio. Pavel le miraba apoyado en la pared contraria, con los brazos cruzados, intentando adivinar si estaba en comunicación telepática con Spock. Por las microexpresiones de sus rostros debía ser así.


   - Le tenías a tiro... ¡Yo podía haberme deshecho de Talbot con facilidad! - Le recriminaba el almirante a su marido.


   - No, Jim, te apuntaba a la cabeza... - Trató de justificarse Spock.


  - Sabes que podía haberlo hecho... ¡Debiste disparar a Sybok! - Le increpó enojado.


   - Imposible.


   - ¿Por qué?


   - No puedo disparar a mi hermano, Jim.


   - ¿Hermano? - Gritó en voz alta. - ¡Tú no tienes hermanos, joder! Eres hijo único...


   - En teoría eso es cierto, mi madre y mi padre solamente me tuvieron a mí... - Spock volvió la vista a Pavel un segundo, seguía sobre la pared, ahora con los ojos abiertos como platos.


   - Lo que he dicho... - Jim estaba aturdido. - ¡No tienes hermanos!


  - ...pero Sarek tuvo otro hijo, con una princesa vulcana fuera del matrimonio. - Spock volvió a mirar a su esposo, su voz sonó grave y calmada, como siempre que intentaba hacerle entrar en razón. - Fue antes de casarse con mi madre.


   - ¿Un hermanastro? - El tono del rubio se volvió hipersónico.


  - Sybok... - Spock pronunció su nombre, el dolor se reflejó en sus oscuros ojos negros.


  - Yebát! *(Joder) ¡Así que ese loco es tu medio hermano...! - Pavel descruzó los brazos y se llevó la mano a la cabeza, rascándose la coronilla por debajo de los rizos. - ¿Y qué es lo que les ha hecho a Johnson y a los demás?


   En la lanzadera, Sybok sincronizó sus mentes y les sacó el dolor de dentro del alma. Consiguió dominarles a todos, ahora obedecían sus órdenes. El mismo jefe de seguridad fue quien les encerró allí a los tres.


   - No lo sé, fusión mental... dominio... - Spock levantó su ceja izquierda. - Les ha lavado el cerebro. Hará que la tripulación le siga hasta ese lugar en el centro de la Galaxia.


   - ¿Por qué nunca me dijiste que tenías un hermanastro? - Jim seguía sentado en el banco de prisioneros, no entendía que Spock tuviera secretos para él.


   - No consideré que fuese importante, Jim. Le conocí cuando era un niño, su madre se lo llevó lejos. Fue educado fuera del misticismo vulcano y es considerado un hereje por mi pueblo. - Se acercó hasta estar en cuclillas delante de su t'hy'la. - Lo siento, sa-telsu mío... pero no podía matar a mi hermano, compréndelo.


   - Yo no te he ocultado nada, lo sabes todo de mí... - Jim estaba resentido.


   - Tal-kam! *(cariño) No tenía importancia... No es algo de lo que Sarek estuviera orgulloso y yo... - Le besó, fue dulce, correspondido, aunque el rubio siguiera con su mirada triste. - Nunca más te ocultaré nada, lo prometo.


   - ¡No lo cumplirás, maldito vulcano cabezota! - Jim le dio una pequeña bofetada, después se abrazó a él con fuerza. - Taluhk nash-veh k'dular! *(te quiero)


   - Ni'droi'ik nar-tor! *(lo siento) – Respondió Spock en su lengua.


 


 


                                                     McCoy entró al puente acompañado de Scott. Se lo encontró en el turbo ascensor, él tampoco tenía idea de lo que estaba pasando. Cuando las puertas se abrieron vieron a Sybok sentado en la silla de mando. El joven teniente se giraba en el puesto de navegación para informar del curso de la nave.


   - Rumbo al Primer Planeta establecido, señor. Alcanzaremos la Gran Barrera en seis horas a esta velocidad. - Sonrió y se giró de nuevo hacia su consola.


   - ¡Perfecto, teniente! - Sybok, complacido, se echó atrás en su asiento. - ¡Ah, caballeros! - Exclamó al advertir la presencia del médico y el ingeniero.


   - ¿Qué está pasando aquí, nena? - El escocés se dirigió a su esposa que se le acercaba desde la consola de comunicaciones.


   - Mi amor, deja que te presente a Sybok... - Nyota sonreía, su mente también había sido manipulada. - ¡Es un gran hombre, Monty!


   - ¿Qué es eso de la Gran Barrera? ¡Nadie la ha cruzado jamás! Se ignora lo que se oculta en el centro de la Galaxia... ¡Son límites que no se deben traspasar! - Scott gritó furioso, aquel vulcano había sorbido el seso a sus compañeros, a su esposa... ¿Quién se creía que era?


   - ¿Qué ha hecho con Jim y Spock? - Bones se enfrentó a él cara a cara, quedándose paralizado cuando escuchó los latidos de su propio corazón en su cabeza.


   - Doctor McCoy... ¿me equivoco? - El vulcano se puso en pie y le miró directo a los ojos. - Déjeme que le libere de su dolor...


   - Bones, no te hará daño, relájate... - Nyota le habló con dulzura, tenía una sonrisa inocente dibujada en los labios, las manos rodeando la cintura de su marido.


   El vulcano trató de penetrar en la mente del médico, puso la mano sobre su cara presionando en los puntos de fusión mental... lo intentó con todas sus fuerzas pero McCoy se resistía.


   - Basta... ¡Spock! - Bones gritó el nombre de su amante a modo de defensa, unas gotas de sangre asomaron a su nariz.


   - No quiero herirle, doctor. Si no me deja entrar voluntariamente... - Sybok separó su mano. - Llévenle a la celda con sus amigos. - Ordenó a los guardias de seguridad.


   - ¿Qué hacemos con el ingeniero, señor? - Preguntó Johnson al tiempo que ordenaba con un gesto a dos de sus hombres que se ocuparan de McCoy.


   - Dígame, señor Scott... ¿está listo el transportador? - Sybok le miró con una ceja levantada, tenía cierto aire de familia con Spock.


   - No, aún me quedan un par de horas de trabajo allí. - Scott no soltaba a su mujer, le preocupaba verla tan tranquila con lo que estaba pasando.


   - Pues vaya y termine de arreglarlo. - Sonrió perverso. - Su esposa, la comandante Uhura, le esperará aquí en el puente.


   - Ve, mi amor. Todo está bien. Cuando lleguemos al Edén te avisaré. - Le acarició las mejillas y le besó en los labios con dulzura.


   - ¿El Edén? - Montgomery Scott era un hombre religioso, la mención del Paraíso bíblico le desconcertó.


  - Sha Ka Ree! *(nombre del Paraíso para vulcanos y romulanos) – Pronunció con euforia la cónsul T'rak. - Es a dónde nos dirigimos, Sybok ha tenido una visión.


  - Sto-Vo-Kor! *(nombre del Edén para los klingons) – Exclamó el canciller Korrd. - Es el Planeta Primigenio, en el centro de la Galaxia tras la Gran Barrera.


   Scott sacudió la cabeza, todos se habían vuelto locos. Sonrió con disimulo y dejó a su esposa en el puente, si Sybok quería que arreglase el transportador eso le haría creer. El ingeniero jefe se dejó caer delizándose por la escalera de mano. Los guardias ya arrastraban a un debilitado doctor McCoy hacia el ascensor. La cónsul T'rak les acompañaba.


 

Notas finales:

Gracias a tod@s por leer, gracias a algun@s por comentar.

Como siempre, espero que la historia sea de vuestro agrado.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).