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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

El amor, como la guerra, se alimenta de las diferencias; mientras en el primer caso existe la falta de un algo que la otra parte ofrece, en el segundo ambas partes tienen o quieren lo mismo y pelean en consecuencia por ello.


 


Discordia ha empezado a hacer de las suyas, pero no está sola... Eros, el amor, prevalecerá entre nuestros protagonistas.

 


Eris y Eros


 


                                                              El Enterprise seguía cruzando el espacio con su almirante, su primer oficial y su comandante artillero, encerrados en los calabozos de la cubierta A. Unos setenta metros por encima de sus cabezas el puente se encontraba lejos de su control. Spock acababa de sentir un latigazo en la espalda, alguien le había hecho daño a su otro t'hy'la.


   - Leonard... - Pensó. - Jim, Leonard no está bien, algo le ha ocurrido.


   - Lo sé, yo también lo he notado. - Jim se había puesto en pie, miraba fijamente al techo, a lo que parecía una escotilla de ventilación. - Pavel, ayúdame a llegar ahí arriba...


   El ruso se arrodilló junto al almirante y dejó que se le subiera a la espalda, poniéndose erguido le aupó hasta la compuerta sujetándole las pantorrillas.


   - Es inútil, no hay forma de salir de aquí. - Spock les miraba negando con la cabeza. - El diseño de la celda es nuevo, usaron a la mente más brillante de la Academia para probarlo.


   Jim arrancó la tapa para ver un tubo y unos cables. No había hueco para escapar. Palpó con su mano de puntillas sobre los hombros del ruso que se quejó por el peso.


   - Eso es peligroso, Jim... - Le advirtió su marido.


   Saltaron chispas y tanto el almirante como Pavel acabaron en el suelo por la descarga eléctrica. Se sacudieron ligeramente, estaban bien. Apoyándose uno en el otro se incorporaron.


  - Y dime, mi amor... Esa mente brillante ¿no tendría las orejas puntiagudas, por casualidad? - Jim le sonreía con su boca torcida.


   - Las tiene, cariño. - Bajó la mirada al suelo asintiendo.


   - Entonses no hay manera de escapar... - Pavel volvió a apoyarse en la pared, brazos cruzados y ceño fruncido con gesto de fastidio.


   - ¿Y tu telequinesia, cielo? - Un Kirk nunca se da por vencido.


   - No sé, Jim... no está ahí siempre que la nesesito. - Pavel estaba aprendiendo a usar su poder, lo cierto es que ni siquiera era consciente de que fuese eso: un poder concedido por los dioses.


   - Inténtalo al menos... - Le rogó el rubio acariciándole la mejilla.


   Pavel se acercó a las puertas transparentes y se concentró en ellas para abrirlas. Unos pasos le impidieron seguir con su extraña postura de mago: piernas separadas, las manos extendidas por delante del cuerpo, como enviando la energía de su mente hacia el mecanismo de cierre de la celda. La cónsul T'rak y dos guardas aparecieron ante ellos.


   La romulana abrió la celda y empujó a su interior a McCoy. Aún estaba sangrando por la nariz, no demasiado, pero lo suficiente como para tenerle aturdido y desorientado.


   - ¡Bones! - Jim le atrapó entre sus brazos, sosteniéndole con cuidado. - ¿Estás bien?


   - Duele... mi cabeza... - Se dejó caer al banco de prisioneros, Jim se sentó a su lado.


   - ¿Qué le han hecho? - Preguntó el almirante con furia en los ojos.


   - Se resistió a Sybok y eso es lo que pasa cuando un frágil humano trata de impedir que un vulcano entre en su mente. - T'rak sonrió, miraba a Spock con deseo. - Sígame, señor Spock... Es su turno con Sybok.


   Los guardas le cogieron por los brazos encañonándole con sus armas a la cintura, un mal gesto y le atravesarían el corazón.


   - ¡Déjale en paz, zorra! - Jim se levantó lleno de ira, iba a golpear a la romulana en la cara con el puño cerrado cuando un guardia dejó caer la culata del fáser sobre su mandíbula.


   - ¡Cerrad las puertas! - T'rak retrocedió y su orden fue cumplida.


   - Vedma! *(Bruja) – Escupió Pavel ayudando a Jim a levantarse, el golpe le había dejado k.o.


  - ¡Después irás tú, melenudo...! - Le espetó la romulana. - Me tomaré mi tiempo con usted, Spock, antes de llevarle a Sybok... - Sonrió con la lujuria ardiéndole en los ojos.


   El vulcano se dejó conducir por los guardas, tomaron el ascensor hacia los camarotes de los oficiales en la cubierta C. Sabía bien lo que la T'rak quería de él.


   - Tranquilo, t'hy'la... no me hará daño. - Pensó Spock para su marido, dejando el canal abierto para que Leonard también le oyera.


   - No es eso lo que nos preocupa a Jim y a mí, duende... - Le respondió McCoy del mismo modo. Jim aún estaba volviendo en sí entre los brazos de Pavel.


 


 


            El almirante trató de calmarse, recordaba a T'rak como una devoradora de hombres pero confiaba en su marido. Bones estaba preocupado, el fáser del guardia de seguridad clavado en el costado del vulcano no le inspiraba demasiada confianza. Entretanto Pavel había vuelto a intentar romper los cierres de seguridad del calabozo con su telequinesia, cerrando los ojos y concentrándose al máximo.


   - Tranquilo, cariño. - El rubio notaba la turbación del médico y le acariciaba la nuca. - Tenemos que salir de aquí. Un loco ha secuestrado mi nave y la lleva a saber dónde...


   - En el puente escuché al piloto decir que habían fijado rumbo hacia el centro de la Galaxia, a la Gran Barrera. - McCoy no apartaba la vista de Pavel mientras hablaba. ¿Qué estaba haciendo ese pobre chiflado? Una cosa era acercarse una llave inglesa a menos de un metro, otra quebrar la cerradura de la celda con su mente. - ¡Deja de jugar a los hechiceros, Pavel!


   - Yebát! *(joder) ¡Estoy consentrándome...! ¡Déjame en pás! - Le gritó el ruso de malos modos sin siquiera volverse.


   - ¿Por qué querrá el hermano de Spock ir al centro de la Galaxia? - Se preguntó Jim en voz alta sin darle importancia a lo que hacía Chekov.


   - ¿Hermano? - McCoy le miró sorprendido.


   - Medio hermano. Sarek y una princesa vulcana... - Jim sacudió la cabeza con su sonrisa de medio lado. - Creo que mi suegro prefería mantener eso en secreto.


   - ¡Pues vaya con la familia! - Bones soltó una breve carcajada repleta de cinismo. - ¡La bisabuela, el abuelo, el padre... y la niña! Lo de tener dos t'hy'la es la norma de la casa, ¿no?


   - ¡Silensio! - Gritó Pavel volviéndose hacia ellos. - ¿Por qué no os comunicáis mentalmente? ¡Así yo podría sentrarme en sacarnos de aquí!


   - ¡Cállate tú, payaso! - Bones se levantó y se acercó a él con los ojos llenos de furia. - ¡Es mi amante el que está ahí fuera con una romulana que quiere comérselo vivo!


   - ¡Tu amante! - Pavel le enfrentaba, cerrando los puños y apretándolos con fuerza. - ¡Supongo que no echarás mucho de menos a Christine por lo que te vi haser en el Yosemite!


   - ¡Hijo de puta! - Bones se le echó encima lanzándole un derechazo directo a la mandíbula. - ¡Yo te mato...!


   - ¡Háslo! ¡Yo maté a Chris... es lo justo! - El comandante se dejó pegar un par de puñetazos más.


   - ¿Otra vez buscando el castigo para expiar tus faltas, Pavel? - Jim se había puesto también en pie y sujetaba a Bones por los brazos para que no le golpease más. - ¡Eso nos hace daño a todos!


   - ¿Y a ti que te importa, almirante? - Chilló Pavel recuperando el equilibrio. - ¡Deja que me pegue...! - En el fondo de su corazón seguía necesitando una paliza del médico.


   - ¿Para qué? Ni uno de esos golpes nos devolvería a Chris... - Tiró de su t'hy'la hasta tenerle pegado a su cuerpo junto a la pared del fondo de la celda. - Dejaste que los klingons te torturaran igual que intentaste matarte delante de las narices de Sulu... ¡Cobarde! - Jim le miraba con los ojos azules ardiendo por la ira. - ¿No nos has hecho ya bastante daño?


   - ¡Sulu es el cobarde! ¡Él nunca me...! - Pavel estaba fuera de sí, caminó hacia ellos extendiendo las manos por delante de la cara, sintiendo una quemazón que le subía desde el estómago. - ¡Todos vosotros lo sois! Dejasteis que Khan fuera congelado... ¡Tú lo hisiste, Bones! ¡Tú le metiste en el criotubo! ¡Me robaste a mi t'hy'la...!


   Se oyeron unos golpes al otro lado del muro y los tres se quedaron en silencio, escuchando.


   - ¿Qué es eso? - Jim se giró a mirar la pared, los golpes sonaban con cierto ritmo irregular que no tardó en reconocer. - ¡Es morse! El viejo código...


   - ¿Qué dice? - Preguntó McCoy. - Tengo el morse algo oxidado.


   - ¡Inútiles! - Masculló Pavel. - Dise... a-par-ta-os... ¡Apartaos!


   Una explosión voló media pared desde el otro lado, entre el humo y los cascotes apareció la cabeza pelirroja del escocés.


   - Pero ¿por qué no os habéis apartado? - Scott entró por el agujero y ayudó a sus amigos a incorporarse. - ¿Estáis todos bien? ¿Algún herido?


   - Estamos bien... - Jim miró a Bones y a Pavel. Sus ojos habían abandonado la furia.


   - Lo siento, McCoy... - Se disculpó el ruso. - Lo siento mucho, no sé qué me ha pasado.


   - Yo también lo siento, cielo. - El doctor le abrazó por el cuello y le dio un beso en la mejilla.


   - Vamos, chicos... ya habrá tiempo para eso cuando recuperemos la nave. - Jim se giró hacia Scott y empujándole levemente con la mano le hizo salir el primero por el boquete que había abierto. - ¿Has arreglado ya el transportador, Scotty?


   - No, no he tenido mucho tiempo, la verdad... - Empezaba a estar harto de que todo el mundo le hiciese la misma pregunta.


   - Pues ponte manos a la obra, lo quiero listo cuanto antes. - Le ordenó el almirante siguiéndole por el pasillo. - ¿Cuál es la forma más segura de llegar al puente? Si Sybok se ha hecho con la tripulación no quiero arriesgarme a tener que luchar con nadie... - No deseaba tener que enfrentarse a ninguno de sus hombres.


   - La escalera del núcleo, cruza toda la nave pero será una ascensión lenta, Jim... - Scott les señaló el pasillo a su derecha. - Cruzad a la izquierda, luego a la derecha, todo recto y la tercera galería a la izquierda otra vez. No tiene pérdida.


   - Gracias Scotty, conoces el Enterprise como la palma de tu mano. ¡Vamos Bones...! - Se volvió hacia Pavel para verle correr hacia el lado opuesto. - ¿A dónde vas tú?


   - Si Scott se ocupa del transportador yo iré a los motores, intentaré sabotearlos para detener la nave antes de entrar en la Gran Barrera... - Pavel aceleró la carrera. - Ey, ukhnem...! *(¡Eh, tirad...!) - Gritó a modo de saludo antes de desaparecer tras una esquina.


   - Ey, ukhnem... - Murmuró Jim con una sonrisa. - Scotty... - Le puso la mano en el hombro.


   - Lo sé, el transportador... ¡Ya voy! - El escocés giró a su derecha y continuó su camino.


 


            Cuando McCoy echó la vista hacia arriba y vio el estrecho tubo por el que tendría que subir los más de treinta y cinco pisos que les separaban del puente, se sintió desfallecer.


   - No creo que pueda conseguirlo, Jim... Tú estás acostumbrado a escalar, ve delante. - Bones recibió un beso en el cuello y una pícara sonrisa de su amante.


   - Tal vez tener mi trasero en tus narices te anime, cariño... - Rió Jim iniciando el ascenso por la escalera de mano.


   - ¿Dónde estará Spock? - El médico no se quitaba de la cabeza a la romulana de uñas largas y melena negra que había mirado al vulcano como si fuera un delicioso postre.


   - A estas alturas ya habrá escapado... - Jim se concentró en sus pensamientos, intentando conectar con su esposo. Al mismo tiempo intercalaba pies y manos en los estrechos peldaños a un ritmo que McCoy no podía seguir.


 


 


                                La cama le pareció gigantesca, pensó que el vulcano disfrutaría persiguiendo allí encima el frágil cuerpo del humano con el que la compartía. Abrió el armario, observando la disposición de los jerséis - azules, amarillos y azules - y notó que no tenían los mismos galones en las mangas.


   - Vicealmirante, almirante y... ¿qué es esto? - Sacó una prenda de McCoy y la miró con sus ojos negros llenos de curiosidad. - ¿El oficial médico? ¿Acaso compartís...?


   - ¡Todo! - Spock sonó grave, casi ronco.


   T'rak le miró incrédula. ¿Dos humanos? El hombre que tenía enfrente debía de ser tremendamente fogoso en el lecho, la romulana se relamió los labios con los ojos brillantes de deseo. Hacía unos minutos que había ordenado a los guardias que se marcharan, no les quería en la puerta del camarote de Spock husmeando, escuchando lo que podría suceder allí dentro.


   - Señor Spock... - Le habló en un cálido susurro. - Yo aún soy fértil, podría engendrar un hijo... darle algo que ninguno de esos dos humanos sería capaz de hacer.


   - Ya soy padre. Jim y yo tenemos una hija. - Respondió con rotundidad.


   - No es lo mismo. - T'rak pensó que habrían adoptado a una niña, probablemente humana. - ¡Yo te daré la sangre de tu sangre! - Le pasó las manos alrededor del cuello entrelazando los dedos en la nuca.


   - Nuestra hija es sangre de nuestra sangre, mía y de Jim. - Se deshizo del agarre apartándola a un lado.


   - ¡Pero eso es imposible...! - Exclamó ella cerrando los ojos.


  - Imposible es uno de sus nombres. - Spock le aplicó la pinza vulcaniana y la dejó inconsciente en el suelo del dormitorio.


   Había esperado un tiempo prudencial para que los hombres de seguridad no anduviesen cerca. Escuchó los pensamientos de Jim, sabía exactamente dónde se encontraban él y Leonard. Miró a la cónsul T'rak con desprecio y pasando por encima de su cuerpo abrió la parte de arriba del armario. Cogiendo las botas gravitatorias salió corriendo hacia la cubierta A.


 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Espero que no os mordáis las uñas con tanta intriga.

Dejo imagen de Eris, diosa de la discordia.

http://3.bp.blogspot.com/-aEJN14n_IXs/TwMfDRuYAyI/AAAAAAAABqI/JWx3jZ-dwgw/s1600/eris.jpg

Y del dios del amor Eros.

http://i132.photobucket.com/albums/q14/Aekurtz/ErosStatue.jpg


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