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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Sybok descubre que no va a ser fácil dominar a toda la tripulación del Enterprise, el ingeniero le sorprenderá cuando intenta utilizar su poder con él.


Entretanto el espíritu de Eris sigue haciendo de las suyas, chocando una vez más con su antagonista Eros.

 


Un hombre sencillo


 


                                                               El sudor le empapaba la frente chorreándole hasta el cuello de la camiseta azul. Los brazos y las piernas le temblaban, llevaba ya ascendidos más de doce pisos. Por encima de su cabeza, cada vez más lejos, veía el apretado trasero de Jim que escalaba con seguridad y sin aparente esfuerzo. McCoy estaba al borde del colapso.


   - ¡No puedo más, tengo que descansar...!


  - No te pares, es peor... - Jim miró hacia abajo, Bones se había detenido.


   El ruido de unos motores a su espalda le hizo volverse.


   - ¡Spock! - Exclamó el médico con alegría por ver allí a su amante, flotando con sus flamantes botas gravitatorias a su lado.


   - Ven, sujétate a mí. - El vulcano le tomó de la cintura y ajustó los mandos de su cinturón para continuar el ascenso.


   Al llegar a la altura de Jim le sonrió. El rubio le miraba con amor en los ojos, sabía muy bien lo que había pasado con T'rak.


   - Vamos, sa-telsu *(esposo) – Spock le tendió la otra mano para sostenerle.


   - ¿Los tres? ¿No será demasiado? - Jim se abrazó a su cuello, no pudo evitar besarle un instante. - Así que lo compartimos todo, ¿eh?


   - Juntos, Jim... - Abrazó a sus dos t'hy'la con fuerza, ellos pusieron sus pies cada uno sobre una bota. - No nos separaremos.


   Debido al peso añadido las botas se vieron frenadas y descendieron hasta casi llegar de nuevo a la cubierta A, donde aparecieron Johnson y unos cuantos hombres apuntándoles con sus fásers.


   - No disparen aquí dentro... - Ordenó el jefe de seguridad. - Volaríamos en mil pedazos.


   - ¡Spock...! - Jim veía que seguían bajando, pronto estarían al alcance de sus manos. - ¡Activa el turbo propulsor!


   - Pero Jim, eso nos haría subir a una velocidad de noventa punto cinco kilómetros por hora... - Él y sus cálculos matemáticos.


   - ¡Actívalo! - No esperó a que su marido reaccionase, buscó él mismo el botón en el cinturón y lo pulsó.


   - ¡Aaaah! - Gritó McCoy en cuanto salieron disparados hacia arriba. - ¡Oh, Dios mío...! ¿Esto tiene frenos?


   Sobre sus cabezas, a velocidad de vértigo, se acercaba el fondo de la cúpula del núcleo amenazando con aplastarles. Justo a tiempo Spock consiguió detener las botas gravitatorias, a escasos centímetros de morir como mosquitos estrellados contra el parabrisas de un coche.


   - Creo que nos hemos pasado un par de niveles. - Murmuró el vulcano con total tranquilidad.


 


 


                                             Las herramientas desperdigadas por el suelo, el panel apoyado en la pared y decenas de cables y fusibles por todas partes. El ingeniero peleaba con la consola del transportador, tenía que arreglarlo de una maldita vez.


   - “El transportador, Scott...” “No pierdas tiempo y arréglalo...” ¡Como si fuese tan sencillo! - Mascullaba renegando con medio cuerpo debajo de la consola de mandos. Las chispas saltaban a su alrededor.


   Estaba tan absorto que no notó la presencia de Sybok a su lado. El vulcano le observó un buen rato trabajar, al tiempo que hacía sonar los latidos de su corazón con fuerza en la cabeza del humano. Scott salió de su agujero para mirarle a los ojos.


   - ¡Aún no está listo, si es lo que ha venido a preguntar! - Espetó con rabia.


   - Estoy aquí para ayudarle, señor Scott. - Agachándose le puso la mano en la cara. - Comparte tu dolor conmigo...


   - ¿Dolor? ¿Qué dolor? - El escocés no entendía nada de lo que estaba pasando.


   - Todos escondemos algo en nuestro interior, algo oscuro que nos hace creernos únicos, llevándonos al error que es la soledad...


   - No le entiendo. Soy muy duro de mollera, Nyota siempre me lo dice... - Sonrió al mencionar a su preciosa mujer. - Tendrá usted que explicarse mejor.


  - El dolor en tu interior te hace sentir diferente, te separa de la Verdad... - Sybok continuaba con su exploración mental al ingeniero. - Yo te haré ver que eres como todos los demás, parte de un Todo... y te daré la Paz.


  - ¿Esto es lo que les ha hecho a los otros? - Scott se levantó para mirarle cara a cara. - Pues conmigo no está funcionando... ¿le fallan las baterías, señor Sybok?


  - Encontraré el dolor en tu alma... - El vulcano siguió más adentro, fisgando en los recuerdos del escocés, en sus sentimientos, buscando algún rencor, un odio, aunque fuera mínimo, algún resentimiento escondido... sin lograr encontrar absolutamente nada. - Pero... ¡No puede ser! - Sybok apartó su mano, aquel hombre no guardaba dolor en su alma.


   - ¿Qué? - Le miró interrogante, con su sonrisa inocente dibujada en los labios. - ¿Va a largarse de aquí y dejarme seguir con lo mío?


   - Lo suyo... - Sybok se dio cuenta de que lo único que le importaba a aquel hombre sencillo era su nave, su esposa, sus hijos y sus amigos... y que estaba a bien con todos ellos. - Sí, ingeniero, continúe con su trabajo.


   - ¡Gracias! - Se giró y volvió al suelo bajo la consola. - Tengo que arreglar este maldito trasto...


 


 


                                            Corrían por los pasillos de la cubierta C dirigiéndose al turbo ascensor para acudir al puente. Jim iba delante, de repente se detuvo. Alguien se les acercaba desde el otro lado. Empujó a Spock y éste a su vez a Bones, hasta entrar en un camarote vacío que cerraron de inmediato con clave.


   - ¡Mierda...! Habrá que esperar a que pasen de largo. - Pensó Jim.


   - ¡Nos están buscando...! - Exclamó McCoy en voz alta.


   - En silencio, Bones... - Le puso la mano en los labios.


   - Es el camarote de Pavel, esta es su camiseta... - Pensó Spock viendo las gotas de sangre sobre el tejido gris. - ¿Dónde está él? ¿Sybok le ha...?


   - La última vez que le vimos iba a sabotear los motores de curvatura... estará abajo, en ingeniería. - Jim tomó la camiseta de la mano de su marido y se la llevó a la nariz para aspirar su aroma. Lo hizo inconscientemente, estaba preocupado por su niño ruso.


   - Estará bien... - Spock le acarició la nuca levantando el pelo con sus dedos finos y largos.


   Las pisadas de botas militares continuaban resonando en el pasillo, los guardias andaban cerca. Los tres se sentaron en la cama de Pavel, aprovechando para descansar y recobrar fuerzas.


   - ¿Cómo sabías que tenías que llevar las botas gravitatorias, Spock? - Le preguntó el médico lleno de curiosidad.


   - Sentí a Jim, me dijo exactamente dónde estabais y pensé que con las botas sería más rápido... - Pensó levantando una mano para acariciar la mejilla de su amante.


   - No, no... Yo me refiero al Yosemite. – McCoy le clavó los ojos avellana interrogándole con la mirada aviesa.


   - ¡Oh, eso...! - El vulcano bajó su mano, el observador médico se había dado cuenta de que ocultaba algo.


   - Sí, Spock, que te llevases las botas a la excursión fue algo... raro... - Jim le miraba con el ceño arrugado, los ojos azules le atravesaban el alma. - Explícate. - Le ordenó.


   - El embajador Spock me lo advirtió hace muchos años. - El vulcano tragó saliva, no estaba pronunciando las palabras pero de igual modo se le había secado la garganta. - Me dijo que un día te empeñarías en escalar El Capitán y que nada podría evitar que cayeras.


   - ¡Pero si fuiste tú quien le hizo perder la concentración, maldito duende! - Su voz sonó a grito en las cabezas de sus dos t'hy'la.


   - Eso no lo sabremos nunca, tal vez hubiese caído de todos modos... - Jim pensó que el anciano Spock no podría estar equivocado.


   - ¡No me llames así, no me gusta! - Spock miraba a McCoy con enojo en sus ojos negros.


   - ¿Cómo...? ¿Duende... de sangre verde y orejas puntiagudas? - Bones le sonreía con cinismo, torciendo la mirada aún más.


  - ¡Odio eso, Leonard! - La voz en sus mentes era grave y rotunda.


   - Es lo que eres, un maldito demonio de orejas picudas, siempre con tu estúpida lógica vulcana, el señor que nunca se equivoca... ¡Don perfecto! – El médico siguió metiéndose con él, ahora ni siquiera sonreía.


   - ¡Chicos, ya está bien! - Jim empezaba a notar la tensión entre sus dos subordinados y trató de imponer su autoridad.


  - ¡Deja de llamarme así...! - Spock echaba fuego por los ojos clavándolos en los del doctor.


   - Si no le hubieras distraído con tu maldita cabezonería, Jim no habría caído de El Capitán... - Le soltó un manotazo en el hombro, con ganas, no de broma. - ¡Casi se mata! Y todo por negarte a hacer el compromiso entre la chiflada de tu hija y el imbécil de Pavel...


   - Bones, ¿qué coño te pasa...? - El rubio empezaba a sonar alterado también.


   - ¡Humanos, estoy harto! Sois bombas de emociones que me explotan en la cara, la mayor parte del tiempo ni os entiendo... Estoy cansado de vuestros estallidos de furia, tristeza, alegría y cuando no mezcláis todo eso... ¡Me volvéis loco! - Spock se había puesto en pie y gritaba en voz alta. Les miraba a los dos con ira, sintiendo arder un fuego en su estómago sin saber de dónde había salido todo aquel odio.


   - ¡Joder... los guardias...! - Jim se percató de que los pasos se dirigían ahora hacia la puerta del camarote.


   - ¡Brillante, Spock...! - Bones se levantó y le dio un capirotazo de los suyos.


   Un disparo fáser destrozó el cierre de la puerta y ésta se abrió. Dos hombres de seguridad y el propio Johnson les descubrieron allí dentro, apuntándoles les condujeron hacia el despacho del almirante bajo el puente.


   - Vamos, Sybok quiere hablar con vosotros. - El jefe de seguridad les amenazó con su arma y los tres obedecieron.


   - Estúpido duende gritón... - Bones, con las manos alzadas sobre la cabeza, le miró culpándole de lo que estaba pasando.


   - ¡Ni una palabra más, silencio los dos! - Les ordenó Jim. - Ya hablaremos luego de todo esto... No os estáis comportando con normalidad, algo extraño sucede.


      Entrando en su propio despacho a punta de fáser, Jim sintió que las cosas no iban nada bien. Su intuición le decía que algo o alguien estaba haciendo que se peleasen, que el odio creciese entre ellos cuando lo que siempre había habido era amor. Johnson dejó a los guardas en la puerta y fue a buscar a Sybok. Nada más estar a solas Jim abrazó a sus dos t'hy'la y les besó. Cubriendo con sus labios las bocas de sus amantes hizo desaparecer la hostilidad en ambos.


   - Pero él... - Bones aún estaba algo irritado con Spock. - Si no hubiera discutido contigo allí arriba no te habrías caído de la roca.


   - Bones... - Jim volvió a lamer sus labios, dejando su rastro de dulzura sobre ellos. - Aún cuando estaba cayendo sabía que no iba a morir. Siempre he tenido muy claro que mi hora me llegará estando solo.


   - Entonces, Jim... - Spock sujetó con fuerza la cintura de McCoy, atrayendo la boca hacia la suya recogió la miel que el otro había dejado, ambos pegados al cuerpo de su marido, - ...nunca te dejaremos solo.


 

Notas finales:

Gracias por leer, por comentar, por compartir vuestra visión de la historia conmigo.

Dejo imagen del Ingeniero Jefe Montgomery Scott, el hombre sencillo de gran corazón que fue capaz de plantar cara al mismísimo Sybok.

http://trekcore.com/gallery/albums/montgomery_scott09/scotty_pb04.jpg


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