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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Sybok se estrella contra el muro de la fuerte unión entre Jim, Spock y Bones.


Apolo contempla satisfecho cómo su favorito es capaz de aterrorizar al vulcano poseído por Ares.


 


Contiene fragmentos de diálogo de la película Star Trek V: la última frontera. Si todavía no la habéis visto... tal vez ya sea demasiado tarde.

 


El favorito de Apolo


 


                                                                    Los motores de curvatura, alimentados por cristales de dilitio, eran controlados por el núcleo de la computadora secundaria en la sección de ingeniería. Pavel se las había arreglado para colarse allí sin ser visto y trataba de sabotear el programa pulsando con avidez sobre las pantallas táctiles.


   Introduciendo una ecuación sencilla, un error de software común y fácil de remover una vez recuperado el control del Enterprise, haría que los motores se detuvieran a tiempo de evitar cruzar la Gran Barrera. En su cabeza flotaban los números y las letras griegas sin parar, tanto es así que no se percató de la presencia del guardia de seguridad que, con un rotundo golpe de su fáser en la base del cráneo, le dejó inconsciente allí mismo.


   Fue arrastrado hasta el turbo ascensor por el hombre de rojo que le había tomado por los pies. El jersey de Pavel acabó arrugado bajo sus brazos, la cabeza golpeada continuamente contra el suelo a cada paso que daba su captor.


   Dentro del elevador recuperó poco a poco el sentido, trató de escapar... fue inútil. El guarda medía un metro noventa y pesaba al menos veinte kilos más que él.


   - Yebát! *(joder) – Escupió desesperado al verse prisionero y sin haber podido cumplir con su objetivo en ingeniería. - ¿Dónde me llevas?


   - Sybok se ocupará de ti. - El guarda le miró como si fuese un molesto insecto y le golpeó la mandíbula dejándole otra vez atontado.


 


 


                                               Cuando el vulcano entró al despacho del almirante acompañado de un guardia y del jefe de seguridad, vio cómo los tres abandonaban el abrazo en el que se encontraban unidos. Pensó que la amistad entre ellos era muy fuerte, iba a costarle trabajo hacerse con sus mentes. Empezaría por el más débil... el médico. Esta vez no se detendría, le destrozaría las conexiones sinápticas si era necesario.


   - Doctor McCoy... - Le tomó por los brazos y le alejó de los otros dos, apoyándole sobre una columna sincronizó los latidos de sus corazones. - Permite que te libere de tu dolor.


   - ¡Spock! - Jim le llamó la atención para que hiciese algo pero el guardia le estaba apuntando con su fáser al costado y no lo llevaba precisamente en posición de aturdir.


   Sybok alcanzó a penetrar la mente del médico y vio allí a Christine, la preciosa enfermera rubia a la que había amado tanto. Supo que su otro amigo, el joven ruso de pelo largo, había tenido algo que ver con la muerte de la mujer.


   - Doctor... tu dolor es muy profundo... - Sus dedos presionaban los puntos de fusión mental en la cara de McCoy. - Ella lo era todo para ti... tu compañera, tu amiga, tu enfermera, tu amante... y ese perturbado la mató, la apartó de ti para siempre. ¿Cómo has podido perdonarle? Es algo que no entiendes... pero él sigue siendo tu amigo a pesar de todo...


   - ¡Pavel! - El médico exclamó su nombre con lágrimas en los ojos. - ¡Fue un accidente! - Gritó intentando alejarse de Sybok.


   - ¡Suéltale de una vez! - Jim gritó encolerizado, atenazado por la fuerte mano de Johnson no podía hacer mucho más por su amante.


   - ¡Sybok! - Le llamó Spock. - Déjale ya, su nariz está empezando a sangrar...


  - ¡No te resistas, doctor, o sufrirás las consecuencias! - El vulcano continuó con su intento de dominar la mente de McCoy.


   - ¡No, ya basta! - Spock empujó al guardia y se llevó un puñetazo en el estómago.


   Recuperando el aliento vio cómo su hermano no estaba dispuesto a parar.


  - ¡Ese maldito drogadicto de Pavel... - Bones estaba cediendo al dominio de Sybok, - ...me robó a mi mujer!


   - Sí, lo hizo... ¡Christine se fue por su culpa! Te quedaste solo con tu dolor... - Sybok había encontrado un filón de ira en el alma del médico. - Permite que lo comparta contigo... ahora somos uno tú y yo. ¡Viajaremos juntos a Sha Ka Ree! *(nombre del Paraíso para vulcanos y romulanos) – Ya le tenía, el doctor era suyo.


   - El Edén... - Las lágrimas eran ahora de alegría, miraba agradecido al vulcano por lo que le había hecho en la cabeza. - Chicos, la Verdad nos espera al otro lado de la Gran Barrera. - Se giró para observar a Jim y a Spock, con una sonrisa en los labios intentaba hacerles entender que lo que Sybok estaba haciendo era lo correcto.


   El vulcano se acercó a su medio hermano Spock. Le miró a los ojos negros y sin esfuerzo hizo latir sus corazones al unísono.


   - ¿Qué quieres de mí? Aléjate, Sybok... - Spock sentía su poder, algo oscuro y maligno se ocultaba debajo de aquella capa de falsa paz que ofrecía.


   - Cuando te conocí eras un niño asustado de su mitad humana, deseabas con todas tus fuerzas ser un vulcano ejemplar... - Le puso la mano en la cara, separando los dedos bajo la sien. - Padre aún no te ha aceptado tal como eres, ¿verdad? Siempre estarás resentido por ello...


   - Sarek ha muerto, Sybok. - Vio cómo el rostro de su medio hermano expresaba cierta tristeza al oír aquellas palabras. Solamente duró unos segundos, enseguida regresó la tensión y la sonrisa siniestra a sus labios. - Ha pasado mucho tiempo, yo ya no soy aquel niño... - Spock miró a Leonard, cómo deseaba abrazarle y besar sus labios. - T'hy'la, no estás solo... Christine se fue, sí, pero tú nunca has estado solo. - Pensó para él, sin importarle que su hermano pudiera oírle.


   - ¿Es tu amante? - Sybok le soltó la cara y giró el cuello para observar al médico. - ¡Has salido a padre, atándote emocionalmente a un humano...!


   - ¡A dos! - Jim se soltó de las garras de su jefe de seguridad y avanzó hasta abrazar a su marido desde atrás. Su mano izquierda quedó posada sobre el pecho de Spock y Sybok observó la vieja pulsera de cuero trenzado en su muñeca.


   - ¿Le has tomado por sa-telsu? *(esposo) - Abrió los ojos como platos. Un vulcano casado con un hombre no era nada habitual.


   - Llevo años en contacto con mis emociones, aprendiendo cada día de ellas... Me he vuelto más sabio, Sybok. - Tomó la mano de Jim y la besó. - El amor me ha enseñado quién soy en realidad y ¿sabes qué? Padre estaba orgulloso del hombre en el que me he convertido.


   Sybok retrocedió enojado. Con un gesto de su cabeza señaló a Jim e hizo que los dos hombres de rojo le sujetaran. Era su turno, si se hacía con él los otros dos le seguirían. Puso su mano sobre su cara y le inmovilizó con el poder de su mente. Johnson se dio cuenta de que ya no era necesario retener a su superior y se giró apuntando a Spock con el arma cargada. El almirante se resistía, la hemorragia nasal no tardó en aparecer.


   - Jim, intenta mostrarte más receptivo... - Le susurró Bones preocupado por la resistencia que su amante estaba ofreciendo al vulcano.


   - ¿Sobre qué? ¿Qué admita que he cometido errores, que he cogido caminos equivocados? ¡Conozco mis debilidades, Bones, no necesito que Sybok me las recuerde! - Su voz sonó rotunda en la habitación, retumbando en los oídos de los dos vulcanos.


   - Si te relajaras, si permitieras… - El médico intentaba convencerle de que cediera.


   - ¿Que este farsante me lave el cerebro? - Jim se estaba mareando, la sangre no dejaba de salir por su nariz.


   - ¡Yo estaba equivocado! - Le gritó McCoy. - Ese farsante, como tú le llamas, me ha liberado de mi dolor.


   - Bones, mi amor, tú eres médico. Sabes que la magia no puede eliminar ni el dolor ni la culpabilidad. Son esas cosas las que nos hacen ser lo que somos. Si las perdemos lo perdemos todo. - Se revolvió hasta separarse de Sybok, dejándose caer sobre el pecho de Spock que detrás de él le recogió entre sus brazos. - ¡Yo no quiero que me quiten el dolor! ¡Lo necesito!


   - T'hy'la... - Bones le llamó así, sacudiendo la cabeza se acercó a sus amantes y se fundió con ellos en un abrazo. - Tienes razón, nunca podré olvidar que Pavel mató por accidente a Christine... y le seguiré queriendo a pesar de ello. - Se volvió para mirar a Sybok y espetarle con saña. - ¡Todo lo que ha pasado nos ha conducido hasta aquí, nos ha convertido en lo que somos ahora! ¡No podrás separarnos, maldito loco!


   La puerta del despacho se abrió y el enorme guardia de seguridad empujó a Pavel a su interior.


   - Le encontré en el núcleo secundario de la computadora, Sybok. - Le golpeó de nuevo en la cabeza haciendo caer al comandante al suelo. - Tenías razón en tus suposiciones: quería sabotear los motores de curvatura. Se lo impedí justo a tiempo.


   - ¡Bien hecho! - Sybok se acercó al ruso y esperó a que se incorporase. No había podido con los otros pero pensó que aquella criatura sería sencilla de poseer. - Comparte tu dolor conmigo... - Le dijo ejerciendo su misteriosa influencia.


   - ¿Dolor? - Pavel soltó una carcajada siniestra que dejó a todos con la sangre helada en las venas. - ¡Si quieres dolor, conmigo te vas a hartar! - Abrió los brazos sacando pecho, dejando que Sybok posase la mano sobre su rostro. - GhoS! *(acércate)


   Sybok se sorprendió de que conociese la lengua klingon, no muchos humanos lograban dominarla, pero lo que de verdad le dejó aturdido fue lo que vio en su mente nada más tocarle la cara con la mano. La oscuridad de su alma, su infinito dolor, la culpa, la ausencia de las dos mitades que le completaban, los años de tortura, la fiereza de sus emociones tan intensas... tan... insoportables para él... Retrocedió aterrorizado. ¿Qué era aquel ser en realidad? No se trataba de un simple humano, un corriente mortal... no... El comandante ruso había resultado ser algo más, mucho más de lo que él mismo alcanzaba a imaginar. Ahora era él quien se acercaba a Sybok intentando sujetarle por los brazos.


   - Ti'amah! *(déjame ir) – Le suplicó Sybok en vulcano.


   - ¿No te ha gustado lo que has visto? Pues tengo más... - La voz de Pavel, ronca y rasgada, le atemorizó.


   - Ikap'uh t'du ru'lut, stislak! *(cierra la boca, monstruo) – Sybok le empujó y se alejó seguido de los guardas hacia la puerta. - ¡Los cuatro os quedaréis aquí encerrados hasta que atravesemos la Gran Barrera! - Dándose media vuelta les dejó a solas, Johnson le acompañaría al puente, los otros dos hombres de seguridad se quedarían en el pasillo impidiéndoles escapar.


   Pavel se dio la vuelta y pateó una silla lanzándola contra la pared y rompiéndola en pedazos.


   - ¡Aaaaahhh! Yebát! *(joder) – Gritó furioso.


   - Cariño... ven aquí. - Jim le llamó a su lado, recibiéndole con los brazos abiertos le besó en la frente. - Ya pasó, mi niño... Cálmate.


   - Nada le detendrá ahora, Jim. - Spock se asomó a la claraboya del despacho para ver cómo se acercaban al centro de la Galaxia. - Sybok se saldrá con la suya y nos llevará a todos a una muerte segura.


 


 


                                             Nadie en la Historia, ni una sola civilización, había logrado traspasar las barreras del centro o de los límites de la Galaxia. Tan solo una nave oscura lo había hecho, claro que ni Spock, ni Jim, ni los demás tenían constancia de estar siendo vigilados por sus habitantes.


   - Te dije que Eris haría su función. - Apolo jugueteaba con los rizos de la nuca de su hermano. - Ahora están más unidos que nunca, todo irá bien.


   - El Enterprise se acerca al Planeta Primero, llegarán en un par de horas a lo sumo. - Hércules había hecho un cálculo estimado, se giró hacia su hermano para mirarle a los ojos azules como el cielo de la mañana. - ¿Qué haremos si los klingons no consiguen detenerles?


   - Deja que las cosas ocurran, Herc. No tengas prisa... todo a su tiempo. - Apolo le soltó el cabello y volvió a su trono dorado.


   - Todo a su tiempo... - Murmuró el piloto observando los paneles de la pared del puente. Sonrió cuando vio que los tres hombres y el medio vulcano se habían fundido en un abrazo. - Donde Eros triunfa, Eris no tiene cabida.


   Apolo asintió al oír las sabias palabras en los labios de su hermanastro. Le complacía ver el amor que Spock, Jim y Bones compartían entre sí, y el cariño que los tres a su vez le profesaban a Pavel, la extraña criatura incompleta que él mismo había ayudado a modelar influyendo en cada paso de su vida, siempre desde la anónima distancia. El ruso no dejaba de ser su favorito de los tres que un día harían brillar en su plenitud al trisquel, abriendo así la puerta que condujese a la nave oscura de regreso a su verdadero hogar.


 

Notas finales:

¡Ta-ráaaaan!

Gracias por leer, por comentar, por soportar la tensión.


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