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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

 


Los fans de la serie original recordarán la frase, se repetía al inicio de cada episodio para introducirnos en las aventuras del universo Star Trek, todo un clásico que ha marcado mi espíritu y el de tantas otras personas. Gracias, Gene Roddenberry, que tu alma brille eternamente entre las estrellas.


 

 


Ir valientemente a donde nadie ha ido jamás


 


 


                                                                           La nave se adentraba en las brumas de oscuridad iluminadas aquí y allá por el tétrico resplandor del rayo. La furia de los dioses, como si un Zeus enojado bramase tratando de defender su territorio. Jim tembló ante aquella visión, los fuertes brazos de Spock le sostenían.


  - Hay que subir al puente. - Carol abrió la puerta, salió hacia el turbo ascensor seguida de Pavel.


   - Bones, chicos... - les llamó el ruso.


   Los tres permanecieron un momento mirando perplejos por la escotilla. Jim bajó la vista, con su voz más profunda leyó la inscripción grabada en la placa del timón de madera que decoraba su despacho.


   - “Para llegar valientemente a donde ningún otro hombre ha llegado jamás...” - Murmuró volviendo los ojos a sus dos t'hy'la. - ¡Vamos... al puente! - Les ordenó.


   El almirante se adelantó al grupo por el pasillo, en el ascensor nadie dijo nada. Observó los rostros de su marido, de su amante, de su niño ruso, de la madre de su hijo, deteniéndose en la mirada de cada uno de ellos vio reflejados sus propios temores. ¿Eso era todo? ¿Iban a morir allí, lejos de Amy, de David... de Khan... y todo por la locura del medio hermano de Spock?


   Cuando se abrieron las puertas del turbo elevador nadie les prestó atención. Sybok tenía apoyadas las manos en los hombros del joven teniente que pilotaba la nave. Korrd, T'rak, Johnson y Talbot permanecían en pie tras la baranda que rodeaba la vacía silla de mando. Nyota se había levantado en su puesto de comunicaciones. Todos ellos tenían la vista fija en el monitor principal.


   Las brumas se disiparon y apareció ante sus asombrados ojos un planeta azulado, semejante a la Tierra aunque algo más pequeño. Tenía atmósfera, las nubes blancas que rodeaban ciertas zonas lo demostraban.


   - Sha Ka Ree! - Exclamó T'rak con una sonrisa en los labios.


   - Sto-Vo-Kor! - Pronunció con sonoridad el canciller Korrd.


   - ¡El Edén! - Murmuró Talbot quedándose con la boca abierta al ver allí a Carol. - ¡Mi amor...! - La rodeó por la cintura y la besó en los labios, dulcemente.


   - St. John... - Ella le correspondió abrazándose a su cuello. - ¡Tenías razón, ese planeta existe!


   - ¡Almirante! - Sybok se había dado cuenta de su presencia en el puente y se acercó a Jim. - Ahora no tienes excusa... Eres un explorador, no puedes dejar pasar de largo esta increíble oportunidad.


   El vulcano quería bajar al planeta, pero no podía ir solo. Mirando a Spock le rogó con sus pensamientos que se unieran a él en semejante aventura.


   - ¡Ya tiene lo que quería, Sybok! - Le habló Jim con resentimiento. - Ha secuestrado mi nave, abducido a la mayoría de mi tripulación... y ahí está su recompensa.


   - Te devuelvo el mando del Enterprise, almirante... - Sonrió, necesitaba su ayuda. - Al fin y al cabo somos cuñados, ¿no? - Levantando una ceja le dio un golpecito en el hombro.


   - ¿Cómo sabes que no daré la orden de regresar? - Le preguntó el rubio.


   - No lo harás. - Se volvió hacia la pantalla principal, el planeta primero estaba cada vez más cerca. - Es tu trabajo, tu vida... la exploración de mundos desconocidos, descubrir nuevas vidas, nuevas civilizaciones... alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar.


   Spock también había levantado una ceja, miraba a su hermano con infinita curiosidad.


   - Hablas como si me conocieras de toda la vida, cuñado. - Bromeó Jim. Dando una sonora palmada se dirigió a todos los presentes. - ¡De acuerdo! Si vamos a hacerlo, hagámoslo bien...


   - Pero, Jim... - El doctor McCoy no estaba muy seguro, aquel lugar en el mismo centro de la Galaxia le daba escalofríos.


   - Spock, Bones y yo bajaremos con Sybok. Pavel, estás al mando. - Comenzaba a dar sus órdenes cuando se vio interrumpido por una voz rotunda y masculina.


  - ¡No! Iré con vosotros, que Scott tome el control de la nave. - Chekov miró a Jim con los ojos aguamarina bien abiertos, la cabeza levantada, dando a entender a su almirante que no iba a quedarse allí.


   - Está bien, Pavel. - Consintió Jim. - Como quieras. Uhura, llama a Scotty, a ver si ha arreglado ya el transportador...


   - Sí, almirante. - Nyota se puso el auricular en el oído para contactar con su esposo.


   Bones se aproximó al centro del puente, con sus dulces ojos avellana miró a Jim implorándole que recapacitase.


   - Jim, ese sitio no me da buena espina. - Bones le agarró la muñeca izquierda, rozando la pulsera de cuero trenzada por los ágiles dedos de Spock hacía tantos años.


   - Todo irá bien, estaremos juntos. - Jim intentó sonreír, sus labios se quedaron a medio camino en una mueca que no inspiraba demasiada confianza.


   McCoy sabía que no habría forma de impedir que fuesen al planeta. Le irritó la intrepidez de su amante y apartó la mano con brusquedad, con tan mala fortuna que su dedo pulgar quedó enganchado de la pulsera y, al tirar, la rompió. El material estaba muy desgastado, apenas había ejercido fuerza para rasgar el viejo cuero. Al ver aquello se quedó petrificado.


   - ¡Jim! ¡Spock! - Balbuceó. - Yo lo... lo siento, yo...


   - No pasa nada, mi amor... - Jim le besó en la mejilla, ahora sí le había salido la sonrisa del corazón. - Spock me hará otra.


   - No tiene importancia, Leonard. - Mintió el vulcano. Que su pulsera de compromiso se hubiera roto en ese preciso momento era una mala señal. - Esta vez te haré una de plata, tu metal favorito. Hace años que debí habértela regalado. - Acarició la barba de su marido curvando ligeramente las comisuras de sus labios, con la sonrisa imperceptible que Jim siempre era capaz de captar.


   Nyota se giró hacia su superior para anunciarle que el ingeniero aún estaba intentando arreglar el transportador y que se negaba a subir al puente.


   - Ya sabes cómo es mi escocés cabezota... - La comandante dejó escapar una risa entre sus dientes. - No parará hasta terminar el trabajo.


   - Quedas tú al mando entonces, cielo. - Jim se acercó a Sybok y le devolvió el golpecito en el brazo. - Vamos, cuñado... tomaremos una lanzadera. Piloto, establezca una órbita estándar sobre el planeta.


 


 


                                                    El trisquel brilló un momento en la oscuridad de la sala, Pan levantó la vista y sonrió, la belleza de aquella forma curvilínea le subyugaba. La diosa Artemisa permanecía inmóvil bajo la figura que flotaba en el aire. Tenía los ojos cerrados, la serenidad de su rostro indicaba al fauno que se encontraba sumida en un sueño autoinducido, meditando concentrada en sus propios pensamientos.


   - Eso es, mi señora Luna... - Susurró el de la cabeza astada. - No permitas que la cercanía de tu hermano te distraiga.


   Apolo le había enviado allí para vigilarla, si veía que sus cabellos tornaban al carmesí tenía instrucción de dejarla fuera de combate. Para ello sostenía una pequeña redoma que contenía la sangre del lado izquierdo del cuello de Medusa, un poderoso veneno, mortal para cualquiera, pero que dejaría a la diosa simplemente dormida si es que empezaba a convertirse en Hécate.


   - Herc, detén la nave. No quiero acercarme más al planeta. - Ordenó Apolo en su trono dorado.


   - ¿Dejarás que vayan allí solos? - Hércules obedeció la orden y la nave oscura se paró cerca del Excelsior.


   - No están solos... - Se echó atrás en el respaldo de su silla de mando. - Pavel les acompaña.


   - Pero el chico aún no está listo, sabes que está incompleto sin Amy, sin Khan... - El rubio leonado le miraba de reojo, desconfiando una vez más de las decisiones de su hermanastro.


   - ¿Cuándo vas a aprender a confiar en los hombres? - Protestó el dios.


   - Soy medio humano, quizás por eso no me fío de ellos, Apolo. - Se echó a reír. Recordarles su origen mortal, debido a la sangre de su madre Alcmena, era una de sus bromas preferidas para con sus hermanos los dioses.


   - Padre te dio la inmortalidad hace mucho, deja de decir tonterías. - Apolo se levantó y le tiró del pelo. - Pavel puede que aún no haya desarrollado por completo sus dones, pero será capaz de proteger a sus amigos si es que hiciese falta.


   - ¿Y lo que vio Cassandra? La muerte... pero ¿de quién? No me lo has contado... - Dijo deshaciéndose de la mano de su medio hermano enredada entre sus rizos.


   - Ni yo mismo lo sé, Herc. Pero no olvides que lo que deba ser...


   - ...será. - Terminó la cita de Esquilo. - Cuando tu musa Melpómene inspiró esa frase en el dramaturgo, lo hizo con tu permiso ¿verdad? - Sonrió con cinismo. Volviéndose al monitor observó que los klingons sí cruzaron la Gran Barrera siguiendo al Enterprise. Intuyó que la tragedia estaba próxima.


 


 


                                                   La lanzadera, pilotada por Pavel, tomó tierra en el Planeta Primigenio. Descendieron para observar un paisaje desolado, casi desértico. Algunos matorrales crecían salvajes como única vegetación. No había animales, Spock lo contrastó con el tricorder, ni más vida que las suyas sobre la superficie de aquel lugar.


   - ¡No hay nada, esto no es ningún Edén! - Protestó McCoy.


  - Tal vez la serpiente se haya comido a todos... - Bromeó Jim encabezando junto a Sybok la expedición.


   - Por ahí, Jim. - Señaló Spock a su izquierda. - Detecto una fuente de energía bajo el suelo, a dos kilómetros, setecientos treinta y seis metros de distancia en esta dirección.


   - A caminar entonces... - Observó Jim.


   Pavel miraba al cielo de vez en cuando. La claridad era como la del medio día en la Tierra, pero no había ningún sol allí que les iluminara. Le pareció extraño. Su instinto le decía que cada paso que daban les acercaba al peligro.


   - Es aquí... - El tricorder de Spock pitaba sin parar. - Aunque no veo nada anormal.


   De repente se hizo la oscuridad, como si la noche cayese de improvisto sobre ellos. La tierra tembló y de ella surgieron unas enormes rocas que se irguieron a modo de columnas formando un semicírculo. Bones perdió el equilibrio y se sujetó a su amante vulcano. Pavel cayó de rodillas al suelo. Cuando alzó la vista, vio emerger del centro de aquella irreal estructura una columna de fuego azul que se alzó hacia las estrellas.


   - ¡Dios! - Habló Sybok adelantándose unos pasos. - ¡Me has llamado y he venido!


   Una voz sonó haciendo retumbar sus almas.


   - “¡BIENVENIDOS, HIJOS MÍOS! ¿CÓMO HABÉIS LLEGADO HASTA AQUÍ?” - Preguntó el haz de energía.


   - En una nave... - Respondió Sybok sonriendo y alzando las palmas de sus manos hacia el cielo. Estaba completamente emocionado por haber encontrado lo que él creía la respuesta a todas sus preguntas.


 


 


                                          A miles de kilómetros sobre sus cabezas todos, a bordo del Enterprise, observaban atónitos el monitor principal. ¿Qué era aquel haz de luz tan increíble que se había alzado del planeta? La energía que desprendía hizo que la nave se sacudiera brevemente, de haberla alcanzado la habría destruido por completo.


   Scott corrió al puente para averiguar qué estaba pasando, dado que nadie respondía a su llamada por el intercomunicador. Al ver la situación se estremeció, ningún escudo soportaría semejante descarga.


   - Hay que salir de aquí... ¡Piloto! - Le increpó, el teniente parecía hipnotizado con la pantalla.


   - Cariño, Jim está ahí abajo, me ha dejado al mando. - Nyota le tomó del brazo, hablándole con dulzura al oído. - Ha dado orden de permanecer en órbita...


   - Pero esa cosa, ese chorro de energía... - El ingeniero temía por la seguridad de sus dos esposas: Nyota y su amada Enterprise.


   - No nos hará daño... ¡Es la luz de Dios! - Exclamó St. John Talbot aferrado a su querida doctora Marcus.


   - Carol, ¿qué diantres está diciendo ese hombre? - Le preguntó Scott irritado.


   - Tal vez mi hombre tenga razón, Montgomery. - La rubia se volvió para besar a su amante. - Pero por si acaso deberías ocuparte de tener listo el transportador...


  - ¿Tú también? - El escocés negó con la cabeza. - Ya casi está arreglado... ¡Está bien! ¡Ya bajo...! - Se dirigió de nuevo al turbo ascensor después de besar a su esposa en la mejilla.


   Quizá la doctora Marcus tenía razón. Aquello podía perfectamente ser Dios... o cualquier otra cosa. Pero si Jim estaba en ese planeta sería mejor tener preparado el transportador para sacarle de allí cuanto antes si fuese preciso.


   El ingeniero regresó a sus reparaciones en la cubierta B, se había marchado del puente sin percatarse de la alerta silenciosa en el monitor de observación científica al que nadie prestaba atención. Un pájaro de presa klingon acababa de aparecer en la pantalla, habían desconectado su sistema de ocultación preparándose para el ataque.


 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Dejo imagen del matrimonio Scott, la fotografía es de cuando Jim murió alineando el núcleo del Enterprise en Star Trek en la oscuridad.

http://www.liveforfilms.com/wp-content/uploads/2012/12/65372663.jpg


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