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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Jim con dolor de cabeza, Spock con fiebre... se acerca la época de Amok. ¿Estarán preparados?


Capítulo principalmente basado en Los Tribbles y sus tribulaciones, escrito por David Gerrold.

La crisis del cereal




                                                                        Jim dormía plácidamente entre sus brazos. Aquello era la felicidad, la Plena Felicidad, todo lo que había deseado en su vida, todo lo que quería conservar. De pronto algo oscuro llega de la nada y se lo arrebata sin que él pueda evitarlo. Lo que antes era suyo ya no existe. El silencio se apropia de su alma, siendo interrumpido solamente por el eco muerto de un corazón que se empeña en seguir latiendo inútilmente. Spock gira en una espiral infinita. Está solo, vacío. La sensación física de su sangre recorriendo su cuerpo se le hace de golpe evidente, imposible de obviar, casi dolorosa. Y el calor, la fiebre... está llegando. Es un sueño, un mal sueño. Ha de serlo. Jim sigue dormido entre sus brazos cuando Spock logra al fin abrir los ojos. Le aprieta contra su pecho, necesita sentir su piel, su calor, su aliento, su vida.

- ¿Qué pasa, mi amor? Me has despertado... - Gruñó meloso.
- Nada T'hy'la. Creo que he tenido lo que los humanos llamáis una pesadilla.
- ¡Oh, pobrecito...! ¿Quieres hablar? A veces eso ayuda.
- No veo en qué puede ayudar hablar sobre algo que no existe.
- Spock, los sueños existen: son sueños. Si no quieres hablar de ello conmigo hazlo, no sé, con Bones...
    Spock arrugó el ceño. ¿Confidencias con el doctor McCoy? Tal vez en otro Universo.



            Fecha estelar 4523.3. El Enterprise permanecía en órbita alrededor de la estación espacial Espacio Profundo K7, cercana al planeta de Sherman. Desde allí habían sido requeridos por un burócrata de la Federación, un tal Nilz Baris, subsecretario a cargo de la agricultura en aquel sector del espacio bastante conflictivo. La misión era proteger un cargamento de grano quadrotritical, capaz por sus particulares características nutritivas y de cultivo de terminar con el hambre en numerosos mundos, y ante todo procurar que el gobierno de Sherman eligiera pertenecer a la Federación en lugar de pasar a formar parte del Imperio Klingon.

    Toda aquella situación política - las negociaciones entre el gobierno del planeta, los Klingon y el susodicho burócrata de la Federación - provocaba un terrible dolor de cabeza al Capitán Kirk. Se veía requerido por uno, otro y un tercer bando constantemente, obligado a ejercer su tacto natural, necesario para la diplomacia, por el que siempre había sido alagado desde que ingresara en la Academia. Por si todo aquello no fuera lo suficientemente complicado, vino a sumarse una extraña invasión de tribbles que ocuparon toda la nave y la estación en apenas unos días. Al parecer en Espacio Profundo K7 un comerciante poco inteligente había estado haciendo negocio con esos inofensivos animalitos.

        Spock estaba esquivo con Jim desde que había tenido aquella pesadilla. Ya ni siquiera iba a dormir a su camarote. Se encerraba en sus dependencias y meditaba durante largas horas. Jim intentó acercarse, preocupado por lo que pudiera estar sucediéndole a su amado, pero entre unos problemas y otros no tuvo tiempo de profundizar más en lo que ocurría. “Cosas de vulcanos” se decía, “disciplina Kolinahr, sea lo que sea eso...” Pero sabía que tendría que sacar un momento para ocuparse de aquello, porque el bienestar de Spock era en realidad lo único que le importaba.


        McCoy experimentaba con los tribbles en el laboratorio. Ya conocía sus propiedades reproductivas, extraordinarias, pero ahora trataba de algún modo de detenerlas. Habría que esterilizar a aquellas mascotas o se verían obligados a eliminarlas a todas. Ya estaban por todas partes y la situación se estaba volviendo insostenible a la par que surrealista.

    Spock apareció por la puerta con su habitual expresión reservada. Observó al peludo animalito bajo la campana de cristal y recordó cómo McCoy lo había utilizado para testar el suero que extrajo de la sangre de Khan y que finalmente salvó la vida de su Capitán. Aquello le hizo estremecerse en algún rincón oculto de su alma. Tras un momento de silencio, viendo trabajar al médico sin que éste echase cuenta de su presencia allí, se decidió a hablar. Fue directo al grano:
- Doctor, necesito su consejo, es importante.

    McCoy soltó la probeta que tenía entre las manos y levantando la vista enfocó sus cansados ojos en la cara del Primer Oficial.
- ¿Usted... pide mi consejo? ¡Esto debe ser el fin del mundo!
- Es un tema médico, considero que es usted el más adecuado.
- Bien, entremos a mi despacho. Oh, y vamos a tutearnos de una vez, Spock, dejémonos de formalismos, al menos en privado.

    Spock asintió y le siguió en silencio, cabizbajo. McCoy intuyó que debía tratarse de algo grave. Sentado a su mesa esperó pacientemente a que el vulcano explicase qué le estaba pasando. Ante su mutismo optó por iniciar un interrogatorio médico rutinario.

- Bueno, Spock... ¿te duele algo?
- Puedo controlar el dolor físico. Mi tolerancia es infinitamente superior a la de un humano.
- ¿Vas a dedicarte a presumir o has venido porque necesitas mi diagnósis?
- Creo que tengo una idea bastante exacta sobre lo que me ocurre, doctor. Tal vez me haya afectado el estrés, lo relacionado con la situación ocurrida cuando estuvimos en Cestus III, o puede que se trate de algo... “emocional”. Por eso he venido, preciso consejo.
- Déjame hacerte unas pruebas. No debes estar bien cuando utilizas la palabra “emocional”.

    McCoy se levantó y acompañó al vulcano a la camilla de exploración. Le ayudó a desvestirse y al rozar su piel notó el exceso de temperatura.

- Tienes fiebre. ¿Alguna clase de infección?

    Spock negó con la cabeza. Sabía bien a qué se debía la fiebre, pero no resultaba sencillo hablar de Pon Farr con un humano. Se lo contó a Nyota cuando compartía con ella una íntima relación; se lo había contado a Jim, ya que como su pareja debía saberlo, pero ¿McCoy? Se burlaría. Y aquello era tan embarazoso... un tema tabú para cualquier vulcano.

    McCoy analizó sus constantes vitales y tomó una pequeña muestra sanguínea que introdujo en el tricorder. Descubrió así que la química de la sangre de Spock estaba extremadamente activa y que contenía la presencia de hormonas desconocidas para él.

- Mis conocimientos sobre tu anatomía se limitan a lo que los vulcanos habéis querido enseñarnos a los humanos sobre vosotros mismos. Sé perfectamente que hay cosas que preferís que continúen ocultas. ¿Es ésta una de ellas?

    Spock se limitó a asentir en silencio. Parecía terriblemente avergonzado.
- Bien, en tal caso deberías acudir a un físico de tu pueblo, irte a Nuevo Vulcano. ¿Tengo razón? - El Primer Oficial seguía asintiendo. - Algo me dice que si esa alteración hormonal persiste podría convertirse en algo peligroso para ti. Algo ¿letal?
- Tal vez podrías regular mi equilibrio hormonal con algún hipospray, doctor.
- Nada que ver con esas inyecciones de vitaminas que te pongo cuando tienes un reblandecimiento mental... esto es diferente, totalmente desconocido para mí. Y todo gracias a vuestros importantísimos secretitos vulcanos. ¡Por todos los demonios, Spock! ¡Soy médico, no adivino! ¿Cómo acertar con el tratamiento para una enfermedad que desconozco?

    El tono de McCoy se había elevado tanto que Spock, incómodo, se levantó y se vistió a toda prisa abandonando el despacho del médico sin mediar palabra. No podía estar en contacto con nadie iracundo, no en aquellos momentos tan delicados, ya que su propia ira interior podría llegar a explotar debido a la falta de control que sufría durante el Pon Farr. Pero claro, McCoy no sabía nada de eso y el comportamiento del vulcano le pareció maleducado, inapropiado y terriblemente descortés.

- De nada, Spock. ¡Un placer tratar con usted! - Le despidió con ironía antes de volver a sus experimentos con los tribbles.


        De camino a su camarote se cruzó con el capitán por uno de los pasillos de la cubierta C. Iba acompañado del Sr. Scott y se dirigían hacia la sala del transportador. Jim le miró sorprendido de verle. ¿Dónde se metía su Primer Oficial en un momento tan crítico como aquel?

- Spock, ven con nosotros a la estación espacial. Me temo que ha habido un sabotaje y el quadrotritical ha sido envenenado. Se han encontrado centenares de tribbles muertos en el almacén. Hemos de llegar al fondo del asunto.
- Si me disculpa, Capitán, no me encuentro bien. Voy a quedarme en mis dependencias y le rogaría no ser molestado, preciso descansar. - Respondió Spock en su tono más adusto.

    Jim abrió la boca con asombro ante aquella respuesta. ¿Descansar? ¿Spock? ¿Y qué había de él y su insufrible dolor de cabeza? ¡Increíble! Trató de tantear la mente de su amante como había hecho otras veces pero el caos que percibió allí le puso los pelos de punta. ¿Cómo puedo ayudarte, mi amor?, pronunció mentalmente.
- Hable con el doctor McCoy, Capitán. Él le explicará. Ahora si me disculpan caballeros he de retirarme a meditar.

    Spock se marchó dirigiéndose urgentemente a sus aposentos y dejando desconcertados tanto al Capitán como al Ingeniero Jefe.
- Scotty, baje conmigo al planeta Sherman y resolvamos esta crisis de una vez. Luego me ocuparé del Sr. Spock. Tendré que hablar con Bones, espero que le haya hecho un examen médico.

        ¿Qué había sido aquello? Emociones contradictorias y extremadamente fuertes en el interior de la mente de Spock: eso había captado. Mientras se transportaba junto a Scott y dos hombres de seguridad a la superficie del planeta, Jim no podía dejar de pensar si no se trataría del Pon Farr que estaba haciendo acto de presencia. Y aquel maldito dolor de cabeza no desaparecía ni con los analgésicos que se había hecho administrar por la enfermera Chapel. Tenía que acabar con el tema del cereal cuanto antes, algo le decía que Spock necesitaba de toda su atención.

 

Notas finales:

Estoy trabajando ya en la continuación de esta historia, hay tanto que contar... Gracias por leer y por comentar.


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