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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

A Pavel le encantan las motos. Desde el accidente con Christine no se había vuelto a subir a una, ahora no tendría más remedio que hacerlo.


Por otro lado, Spock deberá realizar un ejercicio de sincronización mientras nada junto a las ballenas que planean secuestrar.

 

Carreras de motos y natación sincronizada

 

 

                                                                   El sol brillaba sobre su cabeza; el aire estaba algo sucio por la contaminación, pero a Pavel le importó poco. Caminar por las calles de San Francisco como tres turistas ociosos le hizo sonreír. Su amigo Sulu y su amante Khan le acompañaban, juntos echaron a correr calle abajo con la mochila repleta de billetes dejando sonar atrás la alarma del banco. El ruso aullaba entre los viandantes sorprendidos, dando saltos como un loco y haciendo reír a sus compañeros.

   - ¡Detente Pavel! - Le pedía Sulu doblado por la risa y la carrera, le faltaba el aliento.

   - ¡Deja de hacer el payaso! ¡Ah, mi poderoso brujo...! - Khan le atrajo hacia sí por la mano y le besó sin dejar de sonreír. - Verte reventar cajeros con tu mente es un placer con el que no contaba.

      El moreno seguía preguntándose cómo habría adquirido Pavel aquella extraña habilidad, la achacó a un don que los caprichosos dioses le habían otorgado.

   Sulu apareció a su lado con una guía de teléfonos que arrancó de una cabina. Pasaba las páginas amarillas buscando la H de helipuerto. Encontró un par, consultó el callejero del final del libro y vio que estaban a las afueras de la ciudad. Demasiado lejos para llegar aún usando el transporte público.

   - Necesitaríamos un coche. - Murmuró el japonés.

   - Podemos robarlo... o alquilarlo. - Bromeó Pavel.

   - Lo segundo nos evitaría problemas. - Sulu volvió a reír recordando la cara de Khan, cuando vio pasar un coche de policía nada más doblar la esquina después de lo que habían hecho con el cajero del banco.

   - Entonces vamos a por unos carnets de conducir. - Dijo Khan peinándose el flequillo con la mano.

   - ¿Dónde, lyubimiy moy? *(amor mío) - Preguntó el ruso con un tono meloso, casi cantado.

   Khan echó un vistazo a su alrededor, al final de la calle vio un bar con montones de motocicletas aparcadas en la puerta y allí encaminó sus pasos. Pavel y Sulu se encogieron de hombros y le siguieron.

   - Dejad que yo me ocupe de todo, no abráis la boca. - Cogió la cara de su novio con la mano y le miró con seriedad. - Sobre todo esta boca, ¿entendido? - Acercándose más la besó.

   - Puedo quedarme fuera si quieres. - A Pavel le habían encandilado las motos.

   El moreno hizo una mueca, encogiendo los labios e inclinando la cabeza, y le dejó allí entrando al bar acompañado por Sulu.

   - Pavel Andreievich Chekov... estás delante de una auténtica Triumph TR65 Thunderbird de mil novesientos ochenta y dos. ¡Procura no desmayarte! - Se dijo en voz alta agachándose a contemplar de cerca aquella maravilla tan reluciente.

   - ¿Estás seguro que no es mejor tenerle vigilado? - Preguntó el japonés volviéndose a mirar a su alucinado amigo desde la puerta.

   Khan no le dio importancia y caminó directo a la barra. Pidió dos cervezas y en silencio observó un buen rato a todos los presentes en el local. Cuando vio al tipo supo que podría servir a sus propósitos.

   - Vamos, ese de ahí nos conseguirá los carnets falsos. - Dijo señalando al gordo bigotudo que tragaba cacahuetes en una mesa, al fondo, junto a los lavabos.

   - ¿Cómo lo sabes? - Inquirió curioso el japonés.

   - Confía en mí, tengo una especie de don para calar a la gente a primera vista. - Susurró sonriendo con sus ojos de hielo.

 

          Pavel pasaba las yemas de los dedos por el logotipo en el depósito de diez litros y medio de capacidad, ¡cómo le fascinaba! Los 649 centímetros cúbicos de cilindrada, con sus cuarenta y tres caballos de potencia, hacían volar su imaginación. Estaba tan absorto que no se dio cuenta de las botas de cuero negro, con puntera reforzada en metal, que golpeaban impacientes el suelo a su lado. Un tipo alto, de al menos un metro noventa, vestido enteramente de negro y con un horrible tupé engominado, le estaba mirando con cara de pocos amigos.

   - ¿Te importa quitar de mi moto tus sucias manos de marica hippy de una puñetera vez? - Le gritó viendo que no le hacía ni caso.

 

             Sulu comprobó que Khan tenía buen ojo para las personas y que sabía también cómo hacer negocios ilegales. No tardaron en acordar que recogerían allí mismo los carnets por la tarde. Las fotografías que el camarero les tomó en el cuarto de baño no les iban a favorecer pero ¿quién quiere salir guapo en un falso documento de conducir?

   - Ha costado muy caro, me parece. - Murmuraba Khan camino de la salida.

   - ¿Crees que nos ha timado? - El japonés iba dos pasos por detrás del moreno, le empezaba a gustar ver aquellas espaldas anchas y fuertes delante de sus narices.

   - Se ha aprovechado de las circunstancias, eso es todo. - Empujó la puerta y se quedó helado cuando vio a Pavel en el suelo. Un extraño le había golpeado en la cara y sangraba con un corte en la ceja.

   - ¡Khan... no! - Sulu intentó pararle, estaba atizándole con tanta fuerza a aquel tipo que si no se detenía acabaría matándolo.

   Pavel se había subido a la Triumph y la mantenía en marcha, apartando la sangre de su frente para que no le cegase.

   - ¡Sube Sulu...! - Le gritó al tiempo que con un gesto de su mano hacía que todas las motocicletas allí aparcadas arrancasen sus motores con un estruendo ensordecedor. - Dabai,dabai! *(vamos, rápido)

   El japonés saltó a su espalda y se sujetó cuando salieron disparados. Khan dejó al del tupé tirado en la acera como un perro, sangrando por toda la cara, y montó sobre una flamante Kawasaki Ninja GPZ 500 fabricada ese mismo año. Las motos rugieron calle arriba a toda velocidad, Khan se puso en paralelo con Pavel y le miró aquella ceja. Su novio tendría una nueva cicatriz. Sonrió, estaba locamente enamorado de aquel chiflado capaz de hacer cosas tan increíbles con su mente.

   - ¡Tu telequinesia está resultando de lo más útil, mi amor! - Le gritó el moreno. - ¡Sulu! ¿Dónde dices que estaba ese helipuerto?

 

 

                                                 A la entrada del Acuario de la Bahía, en la zona vieja del puerto de San Francisco, McCoy se detuvo un momento en una tienda de souvenirs para comprarle a Spock la gorra que más le gustase. El vulcano observó los diferentes modelos y abrió los ojos como platos cuando encontró una con las iniciales SK bordadas dentro de un círculo en la parte frontal.

   - ¡Esta! - La cogió y retirando la capucha azul se la colocó, calándosela bien en la cabeza.

   - Te queda perfecta, mi vida. - Bones sonrió, aquellas letras... - Y tapa lo poco que te queda de vulcano.

   Fuera les esperaba Jim con las entradas para la visita al acuario que empezaría en diez minutos. Al ver a su esposo se echó a reír.

   - ¿Spock Kirk? - Preguntó señalando el bordado por encima de la visera.

   - Me gusta como suena. - Respondió besando a su sa-telsu, agarrándolo con avidez por la cintura.

   - ¡Venga, aún hay que hacer cola! - McCoy tiró de ellos hacia el edificio.

 

           El doctor casi se desmaya cuando vio a la bióloga marina Suzanne Woolcott que empezaba su presentación ante el público visitante de las doce y media. Rubia, cabello ondulado, ojos azules, un metro sesenta y cinco de estatura, unos cincuenta y ocho kilos de peso, piernas largas, pechos firmes talla noventa... ¡Era la viva imagen de Christine!

   - ¡Por Dios nuestro Señor! - Exclamó perplejo.

   - Bones, calma... - Le pidió Jim. - Se parece, sí... pero procura no comportarte como un perturbado.

   - Leonard, ¿quieres quedarte fuera y sentarte un rato? - Spock le sostenía desde atrás, parecía que el médico fuese a desplomarse de un momento a otro.

   - Estoy bien. Es que ella es... - Tragó saliva y cerró los ojos. - Vamos, nos perderemos a las ballenas.

 

      La doctora Woolcott terminó su paseo por la galería de horribles barbaridades que los humanos acometían contra los cetáceos, mostrando las fotografías de balleneros destripando a pobres animales indefensos colgadas en la pared.

   - El año pasado terminó la moratoria internacional que la CBI (Comisión Ballenera Internacional) estableció en 1982 y que determina el fin de la caza comercial de estas maravillosas criaturas. Mientras Islandia y Corea del Sur han utilizado el reglamento para conseguir permisos especiales, Japón, Noruega, Perú y la Unión Soviética desafían la decisión al continuar cazando, ya que la moratoria no se basa en el asesoramiento del Comité Científico. Esperamos que Japón y Perú finalmente cambien de posición, Estados Unidos continua ejerciendo presión sobre estos países.

   - Doctora... - Interrumpió Jim con su sonrisa más seductora. - ¿No íbamos a ver ballenas grises? ¿Dónde las tienen?

   - ¡Vaya! ¡Qué impaciente para ser un adulto! - Exclamó la rubia bióloga. Un grupo de niños se echaron a reír en la primera fila. - Bessy y Áyax están en el tanque principal, ahora bajaremos las escaleras para que puedan observarlas a través del cristal.

   - Es decir, la piscina da a la superficie... - Comentó Jim para sí, ni siquiera esperaba una respuesta.

   - Claro, es por allí. - Dijo la doctora señalando un pasillo a su izquierda. - La visita finaliza su recorrido en el exterior donde se puede ver a la pareja de ballenas grises, aunque por poco tiempo... van a trasladarlas. - Su voz sonó terriblemente triste cuando dijo aquello.

   - ¿Y a dónde las llevan? - Inquirió Jim. - Ah, y... ¿cuándo harán el traslado?

   - Hace usted muchas preguntas, señor... - La doctora esperaba un nombre.

   - Jim. - Le respondió derritiéndola con sus ojos azules y su sonrisa de medio lado.

   - Oye, deja de coquetear... - Pensó Bones para el almirante. - Estás llamando la atención con tanta preguntita. Por cierto... ¿dónde se ha metido Spock?

   - No lo sé, iba detrás de ti. - Ambos se giraron pero no pudieron verle, el vulcano se había esfumado.

   - Las llevarán a mar abierto, suponen un gasto excesivo que la ciudad no puede permitirse así que... - Suzanne suspiró con tristeza, - ...el Acuario va a liberarlas.

   - Pero... ¿a mar abierto? Allí será más complicado... - Dejó Jim escapar, pensando en cómo localizarlas en el océano para poder llevarlas a su tiempo.

   - ¿El qué será más complicado? - Le preguntó la doctora mirando fijamente a aquellos dos tipos extraños, el moreno alto le pareció más atractivo aún que el rubio preguntón de la barba.

   - ¡Que sobrevivan, por supuesto! - Bones salió airoso del paso. Al ver los ojos azules de la mujer mirándole directamente a los suyos se ruborizó y apartó la vista.

 

          La visita continuó y todo el grupo se agolpaba frente al cristal para ver los dos magníficos ejemplares que nadaban en aquellos metros cúbicos de agua marina. La doctora Woolcott permanecía de espaldas al espectáculo, mirando al público para hablarles ahora de la forma de comunicarse de las ballenas.

   - Comúnmente se le llama canto de ballena, pero no son canciones en realidad, sino la colección de sonidos que emiten las ballenas para comunicarse. Nuestros científicos han sido capaces de catalogar hasta treinta tipos de sonidos diferentes, pero aún seguimos sin conocer su significado.

   - A lo mejor le cantan a ese hombre... - Dijo un niño señalando el cristal.

   McCoy se había quedado de piedra, Jim abrió los ojos como platos: Spock estaba buceando en el tanque, totalmente desnudo, y ahora ponía su mano en la enorme cara del cetáceo para establecer la fusión mental con el animal. El vulcano tuvo que hacer un esfuerzo por sincronizar su ritmo cardíaco con el de la ballena gris.

   - Pero... ¿Qué está haciendo ese loco? - Gritó la doctora corriendo por el pasillo para acceder a la piscina.

   - ¡Oh Dios mío! - McCoy no daba crédito. - ¿Desnudo?

   - ¡Subamos, rápido...! - Jim tiró de él siguiendo de cerca a la bióloga.

 

            Arriba, en el exterior, Spock salía de la piscina y recogía su gorra, colocándosela a toda prisa antes de que apareciese la furiosa doctora gritando fuera de sí.

   - ¿Qué puñetas estaba haciendo ahí abajo? ¡Voy a llamar a la policía!

   - Eso no será necesario... - Dijo Jim alcanzándola y sujetándola por un brazo.

   - ¿Le conoce? - La bióloga se revolvió hasta soltarse.

   - Es mi... - Iba a decir marido, pero recordó que la ley de matrimonios gays en California no sería aprobada hasta principios del siglo veintiuno. - Bueno, es mi amante, ¿vale? ¡Cariño, vístete!

   - ¿No podías haberte dejado los calzoncillos? - Pensó Bones para el vulcano.

   - Preferí ponerme ropa seca, Leonard. - Le contestó en voz alta.

   - ¿No dijo usted que se llamaba Jim? - La rubia no entendía nada. - ¿Qué le ha hecho su... su “amante” a mis ballenas?

   - ¡Nada, estábamos hablando! - Respondió Spock poniéndose los pantalones.

   - ¡Oh, genial... ahora sí que pensará que estás loco! - Bones se llevó la mano a la cara tapándose lo ojos.

   - Doctora, cálmese. Spock es... bueno, ya sabe. Abusó un poco del LDS en los sesenta. - Jim le excusó como mejor pudo.

   - A ver, ¿quiénes son ustedes tres? - La bióloga les miró poniéndose en jarras.

   - Doctor Leonard McCoy, y... mis... “amigos”: Jim Kirk y Spock. - Se presentó el médico con una sonrisa y extendiendo su mano a la desconcertada rubia.

   Cuando Suzanne le respondió estrechando aquella mano con la suya, Bones sintió un escalofrío al mirarla a los ojos. Hasta su forma de sonreír le recordó a su desaparecido ángel.

   - Christine... - Susurró sintiendo cómo le temblaban las piernas.

   - No, Suzanne, doctora Suzanne Woolcott, bióloga. ¿Y cuál es su especialidad, doctor? - La mujer seguía mirándole esperando una respuesta que el guapo de sienes plateadas no parecía ir a dar. - ¿Doctor?

   - Psiquiatra... - Respondió Jim por él viéndole tan aturdido. - Hay algo que no nos ha dicho, ¿cuándo piensan llevarse a Bessy y a Áyax?

   - Pues pronto, no lo sé... - Suzanne sacudió la cabeza y volvió a su irritación. - ¡Pero oiga usted, Jim! ¿A qué viene tanto interés por mis ballenas?

   - No son suyas, no le pertenecen. - Spock hacía juegos malabares para ponerse la camiseta sin tener que quitarse la gorra. Jim le ayudó. - Supongo... gracias mi amor. Supongo que no pasará más de una semana antes de que las liberen.

   - ¿Por qué dice eso? - La bióloga se asustó, lo que había dicho aquel extraño desconocido de nombre estúpido era cierto. ¿Cómo podía saberlo?

   - Bueno, Bessy no tardará en dar a luz. Áyax y ella están bastante preocupados por su cría, la han oído decir a usted que ninguna ballena alumbrada en cautividad ha logrado sobrevivir. - Spock se puso la sudadera azul y se subió la cremallera.

   - No le haga caso, doctora. - Bones lo agarró del brazo y echó a andar hacia la salida. - Está oficialmente loco, se lo digo yo que soy su psiquiatra.

   - Tenemos que irnos, le tocan las pastillas... - Se excusó el rubio con una pícara sonrisa.

   Jim recogió del suelo las botas de su marido y se fue tras sus dos t'hy'la, dejando a una pasmada doctora Suzanne Woolcott con un par de narices y mil preguntas en la cabeza.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar, me ayuda a ver cómo se está comprendiendo la historia.

Dejo imagen de la gorra que Spock eligió... Spock Kirk... no suena nada mal, ¿verdad?

http://www.casimages.es/i/140709094053603413.jpg.html


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