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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Khan está tan agradecido con el doctor McCoy por haber salvado la vida de Pavel, que le ofrece darle lo que sea que éste necesite. No sabe que él mismo tendrá que hacer un gran sacrificio para salvar la vida del piloto. El sobrehumano es ya uno más de la familia, haría cualquier cosa por sus amigos.

 

Lo que necesites

 

 

                                                                                 El miércoles todo amaneció en calma. La noche anterior Pavel se había quedado dormido viendo las noticias en el televisor y Khan le llevó a su cama en silencio, despidiéndose de Nyota y Scott con una de sus encantadoras sonrisas. Sulu les acompañó, no podía separarse de su preciosa rosa. Al otro lado del pasillo se oían gemidos entrecortados, el trío debía estar nadando en su particular océano.

 

         Por la mañana Sulu fue el primero en levantarse, había concertado en el helipuerto la recogida del helicóptero muy temprano. Debía ponerse manos a la obra con el traslado del metacrilato a la Katyusha. Por la escalera se cruzó con Bones que iba a echarle un vistazo a la espalda de Scott.

      Jim, mientras tomaba un café bien cargado hecho por su marido, le encargó que el médico permaneciese en la casa al cuidado de Pavel. Él pensaba ir al Acuario a ultimar los detalles para el rapto de las ballenas.

   - ¿Aún temes que Suzanne le aleje de nosotros? - Le preguntó Spock, vertiendo algo de leche en la taza de su esposo cuando vio su cara al probar el negro café.

   - No después de lo de anoche... - Jim le sonreía con sus ojos azules llenos de amor.

   El almirante se encontraba más tranquilo al respecto. Pudo comprobar que los sentimientos de Bones por ellos dos no habían cambiado; su vínculo seguía estando allí, puro, intacto. El océano azul en el que se habían sumergido les envolvió a los tres llevándoles gloriosamente a la orilla, en un éxtasis compartido que duró horas.

   - ¿Cómo estás esta mañana? - McCoy examinaba la espalda del escocés que, tumbado boca abajo en su cama, sonreía a su esposa en pie a su lado.

   - Me siento como si tuviese veinte años... - Murmuró entre dientes.

   Bones, Spock y Jim no eran los únicos que habían disfrutado de su intimidad aquella noche. Nyota brillaba bajo la mirada de su marido, resplandeciente como una chiquilla enamorada.

   - Mi preciosa perla negra... - Le susurró el ingeniero tratando de levantarse. - ¿Me prepararás el desayuno? Estoy hambriento.

   - La inflamación ha desaparecido, creo que no te dolerá más la pierna. - McCoy se retiró, el matrimonio se besaba delante de sus narices. - Pero ten cuidado con la postura a la hora de levantar peso.

     El médico salió del cuarto dejándoles a solas con una sonrisa. Parecía que la felicidad había invadido la casa. Tocó a la puerta de Khan con los nudillos y esperó. La hoja de madera se abrió poco a poco; el sobrehumano apareció con el pelo revuelto, en ropa interior y mirándole con los ojos azul hielo llenos de legañas. Detrás de él McCoy pudo ver a Pavel dormido en la cama.

   - ¿Qué tal ha pasado la noche? - Habló flojito, para no despertarle.

   Khan salió al pasillo, cerrando tras de sí la puerta con cuidado. Sin decir una palabra abrazó al médico que, sorprendido, se quedó quieto como un pasmarote.

   - Nunca te estaré lo bastante agradecido, Leonard... - Le decía el moreno al oído. - Yo...

   - Vamos, vamos... - Bones le palmeó la espalda. - Solamente he hecho mi trabajo. - Se quitó importancia.

   Las manos de Khan le sujetaron la cara por las mejillas. McCoy abrió los ojos como platos, el moreno le estaba dando un beso en los labios cerrados.

   - ¡Eh! - Se apartó con una risa nerviosa. - Guarda eso para tu novio, hombre... - Le dijo poniéndose colorado.

   - Si no le hubieses sacado ese coágulo ahora estaría muerto. McCoy... - le miraba con seriedad, su voz sonaba grave y sincera, - ...cuenta conmigo para cualquier cosa que necesites, lo que sea.

   - Me bastará con un poco de tu sangre. Cuando volvamos a casa prepararé otra vez el suero que revivió a Jim. Espero que funcione con Alex. - Bones sonrió acariciándole la mejilla. - Haré unas tortitas para Pavel, imagino que se levantará con hambre.

   - ¿Alex? ¿Quién es Alex? - Le siguió escaleras abajo, hacia la cocina. - ¿Por qué ese Alex necesita mi sangre?

   - El novio del sobrino de Jim, Peter. Está en el futuro, en un criotubo... esperando que regresemos para traerle de vuelta de la muerte. - Bones se detuvo en el salón, Jim recogía sus cosas para marcharse. - ¿A dónde vas? Iba a hacer tortitas.

   - A ultimar el asunto de las ballenas, cariño. - Le besó. - Te quedarás vigilando a Pavel. Que Scott y Nyota ayuden a Spock con la instalación del tanque.

   - Iré con ellos. - Añadió Khan. - ¿Se ha marchado ya Sulu? No nos ha despertado esta mañana...

   Jim entendió que el japonés había vuelto a compartir cama con la pareja y se sonrió con su boca torcida.

   - Ya debe estar llegando al helipuerto. Haz lo que quieras, Khan. No vendrá mal tu fuerza con el trabajo en la Katyusha. - Volvió a besar a Bones, larga, dulcemente... - Te quiero, mi amor. Cuida de mi niño ruso, nos vemos más tarde. - Pensó para su amante.

   - Dale recuerdos a Suzanne. - Bones le guiñó un ojo con picardía. - Hasta luego, cariño.

   Jim salió por la puerta meneando la cabeza. Tendría que volver a ver a la doctora Woolcott muy a su pesar.

 

 

                                        Khan dejó a Pavel devorando las tortitas del médico en la salita. Unas gotas de sirope le resbalaban por la barbilla y el moreno las lamió goloso al despedirse de su novio. En la Katyusha se encargó de encajar, con su fuerza sobrehumana, las barras de hierro que enmarcarían el tanque para las ballenas. Todo estaba ya listo, esperando la llegada del helicóptero con el primer panel de metacrilato.

       Spock y Scott vigilaron el dilitio. Centelleaba subiendo y bajando en intensidad, no habían conseguido estabilizarlo.

   - A ver si Pavel puede echarle un ojo esta tarde... - Murmuró el vulcano.

   - Sí, el derecho. ¡Su único ojo sano! - Bromeó el escocés.

   - Hace viento, no me gusta. - Khan tenía la vista perdida en el cielo de San Francisco. Habían abierto la cubierta del pájaro de presa para recibir los paneles.

   - ¿Crees que Sulu tendrá problemas con el helicóptero? - Scott se asomó al centro de la bodega de carga y levantó la cabeza hacia el techo despejado. El moreno no respondió.

 

 

                                          Bones bajó el televisor de nuevo a la sala de estar. Su paciente estaba tumbado en el sofá, con el improvisado parche sobre el ojo izquierdo y tocándose la cicatriz que la bala le había dejado en la sien.

   - ¿Te duele? - Le preguntó McCoy echándole un vistazo. - Está curando bastante bien.

   - El viento aumenta la resistensia en las alas... Un mal golpe y el pájaro se verá desestabilisado. - Musitaba el ruso con la vista perdida en el infinito. - ¡Llévame a la Katyusha, Bones! - Gritó levantándose de repente.

   - ¡Espera! Tienes que descansar... - Trató de sujetarle, pero el ruso insistió en salir a la calle. - ¡Son órdenes del médico, Pavel! ¡Vuelve inmediatamente al sofá...! - Se interpuso en su camino en el salón, bloqueándole la salida.

   - No lo entiendes... ¡Sulu! - Apartó a McCoy de un empujón y abrió la puerta de la calle.

     El viento de Santa Ana soplaba con fuerza. El calor que traía chocaba con la fresca brisa del océano formando remolinos de polvo en la avenida Newcomb.

   - Bones, por favor, tienes que llevarme allí. Hikaru... - Pavel cerró su ojo derecho. Permaneció en pie un instante, bajo la atenta mirada del médico. - Khan, cuidado con el viento... - Pensó para su t'hy'la.

 

 

                                    La visita guiada de las doce y media al Acuario estaba a punto de terminar. Jim esperaba a la doctora junto a la piscina de las ballenas, observándolas nadar ignorantes del destino que las aguardaba.

   - Pronto tendréis un océano limpio, sin contaminación, enteramente a vuestra disposición para que viváis felices el resto de vuestras vidas. - Les decía apoyado en el muro.

   - ¡Jim! - Suzanne le reconoció de espaldas, desde lejos le llamó echando un vistazo a su alrededor por si McCoy le acompañaba. - ¿Has venido tú sólo?

   - Sí, quería comprobar la situación de la piscina y sus dimensiones una vez más. - La mirada que le lanzó la rubia no fue nada agradable. El almirante sonrió. - Nos las llevaremos esta noche, si Spock y Scott arreglan un problemilla que tenemos con el combustible.

   - Dime una cosa... - La mujer se acercó a su lado asegurándose de que ninguno de los turistas, embobados con los cetáceos, podría oírla. - En tu tiempo, ¿cuántos biólogos marinos hay especializados en ballenas grises?

   - Ninguno, la verdad. - Se encogió de hombros. - Pero podemos aprender.

   - Me gustaría acompañaros. - Dijo ella con total convicción.

  - Pero... ¡No, eso será imposible! Tú perteneces a este tiempo, sacarte de aquí podría alterar la historia, crear un universo paralelo. Créeme, sé de lo que hablo. - Recordó a los otros Spock y Jim, un atisbo de tristeza asomó a sus ojos azules.

   - Ya se lo dije a Leonard. No tengo familiares directos, salvo mi hermana gemela en Denver y no me echará de menos. Tampoco puedo tener hijos, así que no se va a perder ninguna vida porque yo me vaya a cuatrocientos años en el futuro... - La bióloga estaba decidida a dejar su presente muy, pero que muy atrás.

   - ¡Suzanne, son cuatro siglos! - Jim sacudió la cabeza, la doctora no podía hablar en serio. - ¿Sabes la cantidad de cosas totalmente nuevas a las que te enfrentarías?

  - ¡Puedo aprender! - Fue su respuesta. - Jim, mis ballenas me necesitan, no quiero dejarlas solas.

   - No quieres dejar a tus ballenas... - murmuró el almirante, - ...o a mi doctor... - Pensó para sí.

 

 

                                         Sulu traía ya el tercer panel a la Katyusha. Nyota, controlando la consola de vigilancia en el puente, se aseguraba de que no hubiese nadie cerca que pudiera ver desaparecer la enorme plancha de metacrilato dentro de una nave invisible. Scott y Khan se ocupaban de dirigir los movimientos de Sulu: el escocés abajo, haciendo que el cristal encajase en las guías metálicas; Khan en pie encima del casco, corrigiendo la posición con sus propias manos y dándole la señal al piloto para que soltase su carga.

   - ¿Qué hacéis vosotros dos aquí? - La comandante Uhura se extrañó al ver llegar al pájaro de presa a Pavel y a McCoy.

   - Se ha empeñado en venir, está muy raro. - Le comentó el médico.

   - ¿Sigue hablando en klingon y en ruso? - Nyota miró a Pavel con preocupación.

   - No, pero no deja de decir no sé qué sobre del vuelo de las aves... - Bones le vio pasar a su lado. El ruso no dijo ni hola, salió corriendo hacia la bodega de carga.

   - ¡La cabeza llena de pájaros...! - Rió Nyota. - Bueno, él siempre ha sido muy especial.

 

      Spock se asustó cuando Pavel le habló directamente. Estaba manipulando los controles del recién reinstalado, por cuarta vez, reactor nuclear; intentando arreglar el problema de la fluctuación de energía del dilitio.

   - ¿Cuántos paneles le quedan a Sulu por traer? - Le consultó de repente a su espalda.

   - ¡Pavel! - Exclamó el vulcano. - ¡Tendrías que estar en casa, descansando!

   - Estoy bien. ¿Cuántos paneles? Contesta. - El ruso acosó a su amigo.

   - Uno, ya hemos colocado el tercero. - Respondió Scott acercándose al oír su voz.

   Pavel se fue hacia el fondo de la bodega para ver que, efectivamente, restaba un lado para formar el tanque. Cuando volviesen a cerrar el techo de la cubierta, éste quedaría completado, dejando una cámara de aire en su superficie. Miró hacia arriba, las piernas de Khan colgaban del techo, sentado sobre el casco esperaba la llegada del helicóptero.

   - T'hy'la... ten cuidado, hace mucho viento. - Pensó para Khan.

   - Lo sé, mi amor. - Le respondió usando la telepatía. - ¿No deberías haberte quedado en la cama?

   - Oye, ya que estás aquí... - El escocés le palmeó la espalda. - ¿Puedes echarle un ojo... un vistazo – se corrigió, el ruso seguía luciendo su improvisado parche negro, - al reactor y al dilitio?

   - La energía no se estabiliza. - Spock le dejó sitio ante los controles. - Hemos probado de todo ya.

   El genio se arrodilló ante la máquina y con sus grandes manos la desmontó en unos segundos. Revisó las conexiones y volvió a colocarla en su lugar. Sustituyó un par de fusibles por unos que tomó de la máquina expendedora de alimentos, un servicio que jamás se les habría ocurrido utilizar: todos detestaban la dieta de los klingons.

   - Tendré que cambiar algunas cosas en el programa... - Murmuró sentándose frente a la consola de controles.

   - Lo que tú veas. - Scott se reía entre dientes. - Tienes buen ojo para esto.

   Spock soltó una carcajada, el doble sentido de las palabras del limpiacristales le hizo reír. Pavel ni se inmutó. Concentrado en su trabajo revisó cada línea de la programación del ordenador del núcleo de la Katyusha, pasando velozmente los dedos por la pantalla táctil. El genio acabó quitándose el parche para poder ver con mayor claridad.

   - Aquí está el error, Spock. - Señaló una ecuación interminable con su largo dedo índice. - La introdusiré de nuevo.

   - ¡Perfecto! - El vulcano se alegró, al fin alguien iba a conseguir que la energía se mantuviese dentro de los umbrales necesarios para poder regresar a su tiempo.

 

      El motor del helicóptero sonó en la distancia. Khan se puso en pie de nuevo y dio un silbido que indicaba al escocés que regresase al tanque para recibir el último panel. El viento había arreciado.

   - ¡Ten cuidado, Sulu! - Le gritó el moreno desde abajo.

   El piloto hizo una señal con su dedo pulgar izquierdo levantado hacia arriba, lo tenía todo bajo control. Aún así, tuvo que sujetar con ambas manos los mandos del aparato, cuando una fuerte racha golpeó el panel que colgaba del helicóptero suspendido de un cable de acero.

   - ¡Vamos! ¡Posiciónate de una vez y déjalo caer! - Volvió a gritarle Khan.

   - ¡Está muy alta, se rompería! - Sulu trataba de hacer descender el aparato para que la lámina de metacrilato quedase lo más cerca posible de las guías de hierro en el pájaro de presa. - Un poco más abajo, sólo un poco más... - Maniobró sujetando con firmeza la palanca.

   - ¡Ya lo tengo! - Gritó Khan apoyando las manos sobre el panel transparente. - ¿Y tú, Scott?

   - ¡Listo! - Respondió él desde abajo.

   - ¡Suéltalo, Sulu! - Hizo la misma seña con su dedo pulgar estirado hacia arriba. - ¡Vamos... es el último!

   El piloto asintió. Para pulsar el botón que liberó la carga tuvo que apartar una mano del controlador de vuelo. Cuando el Santa Ana, viento caliente del desierto, choca con una fuerte brisa oceánica, fresca al venir del mar, los remolinos que se forman son imprevisibles y poderosos. Al soltar peso se desestabilizó, Sulu no tenía la fuerza suficiente en su brazo derecho como para mantener el helicóptero en su posición. El rotor de cola falló y el aparato empezó a dar vueltas en torno a su eje central.

   - ¡Hikaru! - Gritó Khan. De un salto logró agarrarse del cable para encaramarse al tren de aterrizaje.

   - ¿Qué haces? ¡No puedo controlarlo! ¡Nos vamos a estrellar! - Sulu seguía peleando con la palanca entre sus piernas, intentando enderezarla mientras giraban sin parar.

      Khan tiró del cinturón de seguridad del piloto y, agarrándolo por la cintura, saltó a tierra con él entre los brazos. El helicóptero se estrelló en la suave pendiente de la colina, los dos cayeron sólo unos metros más arriba.

     El sobrehumano absorbió el impacto contra el suelo con sus piernas y rodó apretando a Sulu contra su pecho hasta quedar tendido encima de él. La explosión del aparato a su espalda lanzó una llamarada que les alcanzó. La ropa de Khan prendió con rapidez. Sulu, protegido por su cuerpo, no se quemó. El japonés le miraba con los ojos abiertos de par en par: Khan estaba echando humo. Los ojos azul hielo se cerraron. Se había desmayado por el dolor.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por los comentarios, de veras... los aprecio de corazón.

Dejo imagen del doctor McCoy, ese guapísimo héroe bendecido con la sabiduría de Apolo, que ha salvado la vida a nuestro querido niño ruso.

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¡Cómo no le iba a gustar a la bióloga!


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