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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Cuando se es inmortal, los rencores y las venganzas personales pueden durar siglos, miles de años incluso. Artemisa y Ares, por ejemplo. Llevan cientos y cientos de años peleados por un malentendido. Los dioses también tienen sus esperanzas... y, unos más que otros, su corazoncito.

 

Viejas rencillas

 

 

                                                                           Los gritos del capitán Klaa en el puente llegaron hasta la cubierta A. El klingon estaba furioso porque Jim había hundido su nave en la bahía de San Francisco. El almirante trató de explicarle que no tuvo otro remedio y que la Flota le compensaría económicamente por aquello.

   - ¡No quiero su dinero! - Gritaba fuera de sí. - ¡Quiero otra nave! ¡Igual o mejor que mi pájaro de presa!

   - Veré qué se puede hacer... - Jim le dio la espalda girándose hacia Spock, puso los ojos en blanco y se mordió el labio inferior agitando su mano derecha, con un gesto que hizo reír al vulcano.

   - Klaa, el almirante ha salvado el planeta al traer a esos animales desde el pasado. - Bazthum, con una voz extrañamente dulce para una hembra klingon, parecía querer calmar a su amado capitán.

   - Mi amor... ¿qué estás buscando ahí con tanto ahínco? - Jim cogió por la cintura a su esposo y metió las narices en su consola.

  - Tomé una muestra del cabello de la doctora Woolcott y la estoy cotejando con la base de datos del Enterprise. - Pasaba sus largos dedos por la pantalla táctil hasta que dio con algo que le hizo levantar ambas cejas. - ¡Vaya! - Exclamó. - Mira esto, Jim...

  - Doctora Suzanne Woolcott, bióloga marina especializada en cetáceos... Bueno, eso ya lo sabíamos. - Jim sonrió con su pícara boca torcida. - ¡No ha hecho otra cosa que repetírmelo!

   - Sigue leyendo, más abajo... - El vulcano se pasó la mano por la frente, secándose el agua de lluvia que aún goteaba por su flequillo.

   - Fallecida en un accidente de tráfico el 8 de julio de 1987... - Jim se echó hacia atrás, totalmente serio clavó su mirada azul en los ojos negros de su esposo. - No, ya no...

   - Imagino que los datos se actualizarán en cuanto nuestro tiempo se acomode a este momento. - La física cuántica no dejaba de ser algo misteriosa para Spock.

   - Espera, vuelve a leer... - Las palabras en la pantalla cambiaron de repente ante la sorprendida mirada de Jim.

   - Desaparecida en junio de 1987... - Spock minimizó la información para ver el resultado de otra búsqueda que había ordenado a la computadora. - Lo que imaginaba, Jim. Su hermana gemela es antepasada directa de Christine.

   - ¡Cosas de los quarks! - Exclamó el rubio. - Anda, vamos a ver a Alex. - Tomó de la mano a su marido y caminaron juntos hacia el ascensor. - Klaa, queda usted al mando.

   En el elevador Jim meneó la cabeza. ¿De veras había dicho eso? Dejar a un klingon al mando en su Enterprise, las cosas verdaderamente estaban cambiando.

 

 

                                                      Apolo intentaba sujetar a su hermana que pretendía entrar en el laberinto, decidida a enfrentarse a Ares de una vez. Su cabello oscilaba entre el rojo rubí y el negro azabache.

   - ¡Suéltame, hermano! - Gritaba la diosa. - ¡No voy a matarlo! Solamente quiero una explicación. - Artemisa mentía fatal, en su mano izquierda ocultaba una pequeña daga empapada con sangre de la Cierva de Cerinea, capaz de acabar con la vida de un dios.

   - Deja ese cuchillo en el suelo. - Le ordenó Apolo con calma. - Y procura no cortarte con él.

   - Vale... me has pillado. - Artemisa soltó la daga y se limpió la mano en el blanco quitón corto que llevaba puesto, manchándolo de rojo oscuro.

   Aprovechando que el dios rubio se agachaba a recoger el arma emponzoñada, la diosa de la caza corrió adentrándose en el laberinto. Ares no iba a escapar de su furia.

      El dios de la guerra llevaba días allí dando vueltas, desde que Hércules le teletransportó del primer planeta, donde se hiciera con la materia del cuerpo de Sybok para conseguir tener forma humana. Megera, la Erinia que Apolo había enviado para torturarle, le traía loco de celos. Sus amoríos con Afrodita, a espaldas de Hefesto, fueron la excusa que la Euménide utilizó. A todas horas le susurraba sus nombres al oído... el dios deseó a la de las hermosas nalgas con tanta ansia que golpeó su propia cabeza contra las paredes del dédalo. Artemisa le encontró en uno de los pasillos próximos al centro, sangrando por la frente, inconsciente y debilitado.

   - ¡Ares, hermano...! - Su corazón se conmovió al verle. Abrazándole contra su pecho le besó la herida haciendo que se curase.

   - Afrodita... - Susurró el dios con los ojos aún cerrados.

   - ¡Oh, ya estás otra vez con eso! - Artemisa le dejó caer al suelo con brusquedad.

   - ¿Art, eres tú? - Ares volvía en sí. - ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Y aquellos humanos impertinentes?

   - Si hablas de Jim, el descendiente de Apolo, acaba de regresar del pasado con unas ballenas. - Le explicó la diosa de la Luna. - Ha salvado la Tierra de la ira de Poseidón. ¡Te sentirás frustrado, supongo!

   - Pero preciosa... ¿por qué dices eso? - Ares se incorporó para mirarla a la cara, su sonrisa diabólica la dejó helada. - Nunca acabaría con la humanidad... ¡Son tan divertidos, esos pobres mortales!

   - ¡Tú y tus estúpidos juegos! - La morena dejó a su hermano para salir del laberinto.

   - ¡Espera! - Ares la seguía de cerca. - ¡Tengo un par de cosas que hablar contigo!

      Los dioses arrastraban sus rencillas durante siglos y siglos. Ares le aclaró al fin que él no insufló el ardor guerrero en el pecho de Aquiles para que éste matase a Héctor, sino que fue el amor que el Peleida sentía por su fallecido amante Patroclo, lo que le hizo acometer tal muerte. El dios de la guerra estaba enamorado de Afrodita, siempre lo estaría, y luchó a su lado en el bando troyano. Artemisa tuvo que admitir que había estado equivocada. Sin embargo Apolo quiso saber a qué había venido que Ares poseyera a Sybok.

   - Cuando Padre me dejó en el planeta primigenio, sin forma humana, pura energía... Bueno, chicos... ¡Tuve que ingeniármelas para salir de allí! - Se justificó.

   - Por tu culpa el hermanastro de Spock está muerto. - A Apolo no le pareció divertido, pero Ares seguía sonriendo.

   - No sé por qué te importan tanto esos juguetes... - Así se refería Ares a los mortales.

   - Algunos de esos “juguetes” como tú los llamas, son mis hijos. - Apolo le agarró con fuerza del brazo, sacudiéndole enojado.

   - ¡Eh, tranquilos los dos! - Artemisa impuso el orden. - La sonda se ha alejado de la Tierra, todo ha terminado bien. Pavel y Khan están juntos y pronto se unirán a Amy...

   - ¿De quién estáis hablando? - Preguntó Ares a sus hermanos.

  - Ven con nosotros... te enseñaremos el trisquel. - Apolo tiró del destructor de hombres hacia la sala oscura donde se ocultaba la forma sagrada. - Creemos que esos mortales activarán la puerta hacia El Olimpo.

   - ¿La que Padre ocultó a bordo? - Los ojos del dios de la guerra se abrieron de par en par. - Vi esa marca en la espalda de uno de los mortales en el planeta primero... ¿Podremos volver a casa?

      Los dioses se miraron en silencio bajo la figura circular que encerraba las aspas entrelazadas. Brilló un instante, Artemisa se estremeció. No había cosa que más desearan los dioses que poder regresar a su mundo.

 

 

                                                  McCoy extrajo una muestra de sangre del brazo de Khan, ante su atenta mirada y la de Peter llevó el tubo a la máquina del laboratorio donde lo introdujo para separar sus partículas por medio de un fuerte centrifugado.

   - ¡Salid de aquí! - Les espetó con el ceño fruncido. - Tengo que recordar de cabeza todos los pasos, no os quiero rondando a mi alrededor. Vamos... fuera todo el mundo.

   Con los brazos abiertos les empujaba dando manotazos al aire. El moreno y el pelirrojo salieron de la sala.

   - Tú no, Claire. - Le dijo a la doctora Norton. - Me echarás una mano con esto.

   La morena asintió y poniéndose a su lado se dispuso a seguir sus instrucciones.

   Fuera les esperaba Pavel. Los tres miraron por la ventanilla de la puerta del laboratorio, observando los movimientos del médico mientras preparaba el suero.

   - ¿Cuánto le llevará? - Preguntó Khan.

   - No lo sé... - Respondió Peter echándole el brazo por encima al ruso. - Espero que no demasiado. Oye... ¿qué es eso? - Señaló el muñeco verde que Pavel apretaba contra su pecho.

   - Es Kermit, mi ranita. - Respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

   - ¿Y qué ha pasado con tu pelo? - Peter le acarició la nuca, hundiendo los dedos hasta la raíz de sus cabellos rizados.

   - Le dispararon en la cabeza, estuvo a punto de perder la vida. - Khan suspiró. - Hemos pasado por mucho en mil novecientos ochenta y siete.

   - Contadme, quiero detalles... - El pelirrojo pasó su otro brazo sobre los hombros del hombre que había donado su sangre para resucitar a Alex.

   - Bueno... ¿por dónde empesamos? - Pavel se rió, apoyando la cabeza en el pecho de Peter miró a su novio con los ojos aguamarina brillantes de felicidad.

 

 

                                                Sulu apagó el monitor de la mesa de su camarote. La conversación con Selene había sido demasiado fría, distante. Cruzó los brazos por encima del pecho, echándose hacia atrás en la silla dejó que los minutos pasaran sin hacer nada. Su esposa no reaccionó nada bien cuando le contó que Pavel estaba a bordo del Enterprise.

   - Hikagu, tu hija tiene ya trgres años y solamente te ha visto a trgravés de una pantalla. - Selene sonó cortante, incluso con su dulce acento francés.

   - Querida, no puedo bajar ahora, entiéndelo. - Le explicó Sulu. - Hemos despertado a Khan, el amante de Pavel, en cuanto la Flota se dé cuenta nos harán un consejo de guerra.

   - ¿Y qué vas a haseg? ¿Quedagte en el espasio paga siempgre? - La morena agitó la cabeza. - Supongo que eso es lo que te hase felís... viajag pog otrgros mundos en compañía de Pavel.

   - Iré a casa a verte en cuanto pueda. De momento estoy bajo las órdenes de Jim, no sé qué habrá decidido. - Le tembló el labio inferior tras decir aquellas palabras, viendo cómo unas lágrimas parecían querer salir de los ojos verdes de su mujer.

   - Clago, lo que Jim desida. - Selene se frotó la cara y le miró con enojo. - ¡Siempgre habrgrá alguna excusa! - Cortó la comunicación, no tenía nada más que hablar con su marido.

 

 

                                           La enorme cama “kling-size” en el camarote del almirante estaba revuelta, tal como el médico la había dejado antes de partir hacia Nimbus III hacía solamente diez días... toda una eternidad. Jim la miró con verdaderas ganas de tumbarse encima y dejarse vencer por el sueño. Habían pasado por el laboratorio, pero Bones no les dejó entrar. Peter escuchaba la aventura en el siglo veinte de los labios de un exaltado Pavel. El almirante necesitaba una ducha y cambiarse de ropa. Dejó a su sobrino con su niño ruso y con Khan.

   - Spock, intenta contactar con Amy otra vez... - Estaba impaciente por hablar con sus hijos.

   - T'hy'la, las comunicaciones con la Tierra se encuentran saturadas, todo el mundo quiere hablar con los suyos. - El vulcano no sabía que Sulu lo había logrado, pero sí que Scott y Nyota seguían intentándolo.

   - ¡Aún soy almirante! - Exclamó airado. - Al menos hasta que vean los vídeos de vigilancia de la Academia y comprueben lo que hemos hecho... - Imaginaba que como mínimo la Flota le degradaría. - ¡Usa mi influencia, pide inmediato contacto preferente con el Cuartel General!

   - Como quieras, mi amor. - Spock le habló con paciencia, conectando la pantalla sobre la mesa se apoyó en ella esperando establecer la llamada.

  - Mmm... - Jim se le había acercado desde atrás, frotaba su entrepierna contra el duro trasero de su esposo. - Bueno, esperaremos un poco más...

   Pasó las manos por sus costados hasta el pecho, con los dedos buscó los pezones que no tardó en sentir bajo el tejido de la camiseta aún mojada. Gimió de nuevo, frotando la nuca con su nariz. Agarrándole por la cintura le dio la vuelta y le bajó los pantalones allí mismo. Se puso de rodillas ante su esposo y lamió su sexo por encima de los calzoncillos.

   - T'hy'la... sa-telsu mío... - Murmuró Spock cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás.

   Jim tiró con los dientes de la ropa interior para dejar el miembro erecto al descubierto. Lo lamió con su lengua, lenta, pausadamente... deteniéndose en el glande un buen rato... hasta que las manos de su marido le agarraron la cabeza por el pelo. Con un fuerte empujón entró en su boca y rozó el fondo de su garganta. Jim tuvo que respirar por la nariz, los movimientos de pelvis de Spock le estaban dejando sin aliento. Le clavó los dedos en las caderas, cómo le gustaba la sensación de encontrarse a su merced.

   - Córrete en mi boca, mi amor... - Sus pensamientos fueron una orden que el vicealmirante no tardó en obedecer.

   - ¿A'nirih? - Amy creyó ver su pelo rubio por la pantalla. - ¿Me oyes? No lo sé, David... parece que sí, es nuestro padre...

   - ¡Mi bebé! ¿Estáis bien? - Jim apartó a Spock de en medio y se puso en pie, limpiádose los labios y la barba de los restos de la blanca semilla que se tragó sorprendido al escuchar la voz de su hija. - ¡Amy... David...! ¡Hijos míos!

 

Notas finales:

Merci pour la lecture, merci pour commenter. *(Gracias por leer, gracias por comentar, en francés, por Selene.)

Dejo imagen del trisquel brillando en la nave oscura.

http://www.casimages.es/i/140722125322115248.jpg.html

 

 


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