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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Apenas han pasado tres años, pero estas cosas a veces se adelantan: las tensiones, el estrés... hacen que el ciclo del vulcano se disloque un poco. A Spock le sorprende la fiebre del Pon Farr... ¿qué no harán sus t'hy'la por remediarlo?

 

 

 

Nuestra cueva secreta

 

 

                                                                       La doctora Suzanne Woolcott se sorprendió cuando por la mañana las luces de la nave le parecieron más brillantes. Caminó por los pasillos de la cubierta C buscando alguna cara conocida, los hombres de rojo que se cruzaban por su camino la miraban con una sonrisa y murmuraban a sus espaldas. Ya todo el mundo a bordo debía saber que era una mujer del siglo veinte, se sintió anacrónica y perdida.

   - ¡Suzanne! - Nyota la llamó a lo lejos, corriendo se puso a su lado. - ¿Qué tal has pasado tu primera noche?

   - Bien, gracias... - Miró sus ropas y se sonrojó. - ¿No podría yo ponerme uno de esos uniformes?

   - Buscaremos uno azul, eres científica... - Le sonrió cogiéndola del brazo.

   - De todos modos el rojo no me sienta nada bien, no como a ti. - La miró de arriba abajo, Nyota estaba muy guapa con el vestido corto de color carmesí y las botas negras. - Dime, ¿has conseguido hablar con tus hijos?

   - Sí, gracias a Dios están bien. Selene, la esposa de Sulu, les ha llevado a casa. - Su mirada se tornó turbia, algo la preocupaba. - No sé cómo estará, después de las lluvias. ¡Espero que no lo hayamos perdido todo!

   - ¿Y Scott, Spock, Jim... y los demás? Llevo como diez minutos dando vueltas por aquí y no he visto a nadie. - Los ojos almendrados de Nyota le sonrieron en silencio de nuevo.

   - Bones habrá pasado la noche preparando el suero para despertar a Alex. Imagino que todos se habrán acostado, salvo Peter, claro... - La comandante casi podía ver al pelirrojo pegado a la nuca del doctor, impaciente por volver a tener a su novio entre los vivos.

      Al pasar frente al camarote de Sulu la puerta se abrió y éste salió con el pelo revuelto y la mirada perdida.

   - ¡Vaya! Buenos días... - Le saludó Nyota mirando hacia el interior de la habitación. - ¿Habéis dormido bien? - Susurró con una traviesa sonrisa.

   El japonés no contestó. Se dio media vuelta y regresó al dormitorio. Antes de que la puerta automática se cerrase la comandante pudo verle abrazar a Khan, hundiendo la cara en su pecho. El moreno le acariciaba la nuca.

   - Esos tres... - Murmuró Nyota. - ¡En fin, ya veremos! - Continuó caminando.

   - ¿A qué te refieres? - Preguntó Suzanne. - Creía que Sulu era feliz con su mujer.

   - No sé qué decirte. La verdad es que no ha pasado mucho tiempo en casa con su esposa y su hija desde que se casó. - Nyota recordó que Sulu aceptó el puesto de capitán en el Excelsior y se alejó de ellas apenas nacer Demora.

   - Pero Pavel y Khan son amantes... novios, o como quieras llamarles. - La doctora pensó, con dolor en su corazón, que Leonard estaba unido al extraño matrimonio formado por Jim y Spock. - Claro que eso no significa nada... ¡En serio, chica! ¡No entiendo a los hombres de este siglo! Creo que eres muy afortunada por tener a Scott, parece el único seguro de su heterosexualidad.

   Nyota se echó a reír, su nueva amiga tenía razón. Era muy afortunada por haberse casado con un hombre tan maravilloso.

 

 

                                                        La luz se filtraba por debajo de la puerta del camarote. Jim tuvo que dar dos vueltas sobre sí mismo en la cama “kling-size” hasta topar con el cuerpo caliente de su marido. Spock tenía un pie ya en el suelo, dispuesto a levantarse.

   - ¿Dónde vas? - Se pegó a su espalda, restregando su erección matutina contra los duros glúteos del vulcano.

   - Vamos, Jim... ¿otra vez...? - Suplicó Spock con voz ronca. - Anoche Amy casi nos sorprende en plena... ¿cómo se dice? ¿Mamada? - Un rubor verdoso acudió a sus mejillas.

   - No puedes dejarme así, mira esto... - Jim sonrió con su boca torcida, levantando la sábana le mostró su miembro duro y erguido.

   Spock levantó su ceja izquierda, inclinó la cabeza unos cuarenta y cinco grados y alzó las comisuras de sus finos labios. Con su mano agarró el sexo de su esposo, apretándolo con fuerza le hizo gritar.

   - ¡Aaaahh! Mi amor... no seas malo... - Musitó mimoso.

   - Te ataré a la cama si no te comportas. - Le susurró tirando hacia sí de aquella polla dura y ahora húmeda.

   - Hazlo... lo echo de menos... - Jim le transmitió su deseo en silencio.

      El vulcano buscó algo con lo que inmovilizar a su sa-telsu, en un cajón de la mesita de noche descubrió sin sorpresa las viejas esposas. Se las colocó en las muñecas enganchándolas a una esquina del cabecero de la cama. Luego se puso en pie para mirarle. Jim se retorcía de placer bajo su mirada ardiente y oscura, tal vez demasiado ardiente...

   - ¡Leonard! Le quiero aquí... ¡Ya! - Spock no pudo controlarse. Se puso los pantalones sin la ropa interior y salió del camarote descalzo y con el pecho al descubierto. Sentía una fiebre intensa que se apoderaba rápidamente de su lógica.

   - ¡Spock! ¿Qué coño haces? - Jim trató de soltarse inútilmente. - ¡Al menos cierra la maldita puerta, joder!

      Su marido le ignoró, saliendo a la carrera por la galería. La puerta se había cerrado automáticamente pero se abriría del mismo modo si alguien se acercaba. Atado como estaba, sólo pudo taparse con la sábana usando los pies. Al menos no sería tan humillante si la tela le cubría la cintura.

 

                             La doctora Norton no había pegado ojo en toda la noche. Cuando vio llegar a su primer oficial le saludó con una inclinación de su cabeza, quedándose algo impactada con la desnudez de su tórax. ¿Qué eran aquellas marcas de garras sobre su pecho?

   - Leonard... - Dijo el vulcano en un susurro ronco y grave.

   McCoy dejó de vigilar las constantes de Alex. Poco a poco, el rubio se estaba incorporando a la vida, bajo la atenta mirada de Peter que sostenía su mano en pie junto a la camilla.

   - ¿T'hy'la...? - Musitó el médico girándose al oír su voz. Notó el rubor verdoso, el sudor frío, la mirada oscura llena de fuego y reconoció los síntomas... - ¿Pon Farr? ¿Ahora? - Pensó para él.

  Spock no respondió, ni siquiera telepáticamente. Sus pensamientos habían sido desplazados por el fuego de su lujuria. Se acercó a su amante y le tomó entre los brazos, besándole sin tregua en los labios hasta dejarle sin aliento.

   - Ve con él, Bones. - Le dijo Peter con una sonrisa. - Creo que te necesita más que Alex...

   - Yo me encargo de todo, doctor. Parece que está reaccionando correctamente al suero. - La morena se acercó a su amigo y comprobó contenta que todo iba bien. Que el vulcano besara de aquel modo a su jefe médico no le pareció tan extraño, había oído rumores acerca de la relación que mantenían McCoy, Spock y Kirk.

   - Estaré en el camarote del almirante... en nuestro camarote, doctora Norton. - Bones se dejó arrastrar por la mano de Spock que agarraba con fuerza la suya. No tardó en extender los dedos índice y medio para acariciarle la espalda en posición de ozh'esta por el camino.

 

                               La puerta de la habitación siseó al abrirse, Jim se mordió el labio inferior y suspiró aliviado cuando vio aparecer a Spock y a Bones. El médico cerró con clave detrás de sí.

   - ¿Te ha dejado ahí atado? - Rió nada más verle. - La fiebre le ha nublado la mente...

   - Suéltame, cariño... Necesita nuestras caricias. - Le pidió el rubio.

   - ¡No! Tú te quedarás como estás. - Spock se quitó los pantalones, abalanzándose sobre el médico prácticamente le arrancó toda la ropa. - Que sufra un poco... se lo merece... - Pensó para su amante moreno.

      Bones no abandonó la sonrisa mientras el vulcano le lamía todo el pecho. Tener a Jim desnudo, inmovilizado sobre la cama y mirándoles muerto de deseo, les excitaba sobremanera. Los dos se unieron en una danza de caricias, abrazos, lametones y besos ante los ojos azules del almirante.

   - ¡Ah! ¡Que alguien me folle ahora mismo! - Suplicó Jim, o más bien lo ordenó.

   - La boquita cerrada, cariño... - Le espetó Bones restregando su duro miembro desnudo contra el de Spock.

   - Mmm... - Gimió Jim frunciendo el ceño y arrugando los labios. Su cuerpo empezaba a moverse, las caderas se le levantaban solas ansiando el contacto que sus dos t'hy'la le negaban.

 

      La fiebre de Spock aumentó, no sabía lo que estaba haciendo. De pronto montó a horcajadas sobre su esposo y se introdujo el duro miembro dentro de su cuerpo, balanceándose atrás y adelante hasta hacerle gritar de puro placer. Leonard se le acercó por detrás, frotándose contra su espalda, derramando sobre la piel un chorro de líquido preseminal que brotó en un suspiro.

   - Bones, entra en mí... - Le pidió Jim.

   - ¡No sé cómo, cariño...! - Rió el doctor. - ¡Spock no me deja sitio!

    El vulcano les escuchó en su mente y se dejó caer hacia delante, la frente rozó el hombro derecho de Jim y pasando sus manos por debajo de la espalda de su marido le separó los glúteos. Él ya había levantado las caderas, haciendo un hueco para su amante.

   - ¡Ahora... Bones... te quiero dentro...!

   El médico obedeció. Se introdujo lentamente hasta quedar pegado al trasero de Spock que seguía cabalgando sobre Jim. No tardaron en hacerse con la postura, los movimientos se acoplaron enseguida y los tres navegaron por su infinito océano de aguas azules alejándose de cualquier costa a la que arribar. Se perdieron con las corrientes, las olas les envolvían la mente, unida en una sola con el ardiente calor de la fiebre de Spock.

    Las manos de Jim seguían atadas por encima de su cabeza, tenía a Bones dentro y a Spock encima, la sensación de estar a merced de su amante y su marido le hizo perder la cabeza, por un instante creyó que iba a desmayarse de puro gozo.

   - ¡Oh, soltadme, por favor... os lo suplico...! - Jim necesitaba imperiosamente liberarse de sus ataduras para acariciar los cuerpos de sus amantes.

   - Aguanta un poco más, Leonard y yo queremos repetir dentro de ti... juntos... - Spock no pensó lo que decía, simplemente lo deseó. Y supo que el doctor también lo quería así.

  - Pongámosle de lado, Spock... yo detrás, tú por delante... y hagámoslo... ¡Entremos ahí tú y yo... a nuestra cueva secreta, caliente y húmeda...! - Sus palabras sonaban tan cálidas que quemaron la piel de la punta de la oreja a la que McCoy las estaba susurrando.

   - ¡Sí... sí... los dos... os quiero a los dos! - Una lágrima escapó de los ojos azules, sabía que le iba a doler, pero cómo lo necesitaba... - ¡Míos... míos... mis t'hy'la!

 

      Spock desmontó con un gruñido al sentir el miembro de su esposo saliendo de su cuerpo. Le giró sobre su costado derecho y agarrándole la pierna izquierda por el muslo la levantó, posándola por encima de su costado, sobre su corazón. Jim sintió el pulso en la piel, aguantó la respiración hasta tener a Bones detrás empujando dentro, estaba listo.

      Su marido le miraba a los ojos, la oscuridad brillaba ardiendo en los suyos. Notó cómo le penetraba con cuidado, hasta que ambos estuvieron juntos allí, llenándole por entero. El roce era doloroso pero se relajó y dejó que los dedos del médico, mojados con su propia saliva, lubricasen la zona. Ya no importaba, nada salvo aquella maravillosa e increíble sensación.

   - ¡Os amo! - Exclamó invadido por completo. - ¡Os amaré siempre!

   - ¡T'hy'la...! - Respondió Spock besándole en los labios.

   - ¡Jim...! - Susurró Bones mordiéndole en la nuca.

 

 

                                                             Al principio no podía ver con claridad, ¿dónde estaba? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era el pasillo de la cubierta C y a aquel klingon, al que vio muerto por dos veces, tirado junto a él en el suelo. Algo le sacudió entonces, como una corriente eléctrica que le dejó sumido en la oscuridad y ahora... empezaba a vislumbrar la luz. Se sintió débil.

   - ¡Doctora Norton! - La llamó Peter nervioso. - ¡Está abriendo los ojos!

  - Perfecto, todo está volviendo a la normalidad: respiración, latidos, ondas cerebrales... - Claire no apartaba la vista del monitor sobre la camilla.

   - ¡Alex! ¡Amor mío! - El pelirrojo inclinó su cuerpo y besó los labios de su rubio vikingo con dulzura. Las lágrimas de felicidad le empañaron los ojos. - No intentes hablar, aún es pronto. Tranquilo, todo va a ir bien...

 

Notas finales:

Gracias por seguir leyendo esta larga historia. Gracias por vuestros comentarios, son apreciados tesoros para mí.

Dejo un gif de Spock, la cara que debió poner al ver la erección matutina de su guapísimo sa-telsu...

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