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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

En ocasiones los dioses tienen una particular forma de intervenir en los asuntos de los mortales.

 

Hay relaciones que uno se pregunta si su única explicación no será ésa, pues no se les ve ni razón de ser ni lógica alguna. Entonces exclamamos aquello de... “¡No pegan ni con cola! ¿Será cosa de los dioses?”

 

Un hechizo de amor

 

 

                                                               Cuando ambas mujeres se hubieron marchado del Excelsior, los cuatro hombres se quedaron a solas charlando acerca de todo lo que había sucedido desde la última vez que se vieron. Kevin se asombró de que Khan ahora fuese Donald Black.

   - ¡Maldita sea, me he pasado toda la cena aguantándome las ganas de llamarte Khan! ¿Sabes lo qué es un Black Donald?- Le golpeó el hombro con camaradería al sobrehumano.

     Por su risa dedujo que Scott se lo habría explicado y que tal vez ese fuera el motivo de haber elegido semejante combinación de nombre y apellido.

   - Creo que Jim no lo hubiese hecho mejor. - Sulu estaba orgulloso del resultado de la reunión. - Lo mismo esas dos terminan por hacerse amigas.

   - Eso estaría bien... - Murmuró Pavel sirviéndose un poco más de cerveza. - Si las mujeres gobernasen el mundo no habría guerras.

   - Ese comentario es demasiado feminista, Pavel. - Le llamó la atención Kevin. - Por cierto, me encanta tu corte de pelo. Estás muy guapo. - La sonrisa que le lanzó iba acompañada de lascivia. - Y dime... ¿te has prometido ya con la hija de Jim?

   - Los dos lo hemos hecho. - Respondió Khan. La mirada del irlandés sobre su novio no le gustó nada. - Spock realizó la ceremonia vulcana y ambos la tomaremos por esposa en unos años. Aún es demasiado joven. - Al decir esto sujetó la mano de Pavel con la suya y las puso sobre la mesa.

   - ¿Los dos? - Kevin les observaba atónito. - ¿Quieres decir que tú y este chiflado estáis juntos otra vez?

   - ¡Vamos, hombre! - Sulu se reía entre dientes. - ¿Qué esperabas? Fuimos a despertarle a la Tierra y después de lo que pasó en el siglo veinte...

   - ¡Un momento! - A Kevin le daba vueltas la cabeza, y no sólo por la cerveza romulana. - Sabía que estuvisteis liados cuando lo de HarOs. Le secuestraste y Pavel se quedó muy tocado contigo. Pero ¿qué es eso del siglo veinte?

   - Tuvimos que viajar al pasado para traer unas ballenas a nuestro tiempo. - Pavel le resumía la historia. - Salvamos al planeta de una sonda alienígena que esperaba una respuesta de esos animales, no preguntes por qué, aún no lo sabemos.

   - El caso es que estuvimos juntos en el San Francisco de mil novecientos ochenta y siete. - El japonés se sirvió también más bebida. - Fue bastante divertido, la verdad.

   - Da! - Exclamó Pavel. - Te habría encantado aquella época. ¡Tenían televisión! No te hasses una idea de las cosas tan increíbles que pudimos ver en sus pantallas.

   - Y no te olvides de las motos. - Sulu sonreía echando la vista atrás. - ¡Una auténtica pasada!

   - ¡Ah! ¡Callaos de una vez! - Se quejó Riley. - ¡Me estáis matando de envidia!

   - Puedes ir allí con tu nave, Kevin. - Le sugirió Khan. - Siempre que no trastoques el curso de la historia, claro está.

   - ¡Tal vez lo haga! - El irlandés dio otro trago a su copa. Sus mejillas se estaban poniendo coloradas por el alcohol y se le soltó la lengua. - Sulu, ¿y tú no te mueres de celos con estos dos juntos otra vez? - Señaló al ruso y al sobrehumano.

   - Nada de eso... - musitó el japonés también algo borracho, - ...ahora los tres somos amantes.

   - ¿Cómo? - Aquello era demasiado. Kevin les miraba alternativamente y no daba crédito. - Pavel, amigo... ¡Qué mal! ¿Te acuestas con los dos? ¿Y es verdad lo que he oído sobre ti? ¿Que te tiraste a medio San Francisco y que tuviste experiencias con los klingons? ¿Acaso soy el único gilipollas que no ha estado en tu cama?

   - Eso puede arreglarse... - Pavel se levantó y tropezando con la silla de Khan, pues su equilibrio estaba algo trastocado, llegó hasta el irlandés y se dejó caer en su regazo. - Si quieres me quedo a dormir esta noche.

   - ¡Pavel! - Khan empezaba a ponerse rojo, no por ebrio, sino de ira. - ¿Qué estás haciendo?

   - Vámonos, Donald. - Sulu le tomó la mano y tiró de él. - Volvamos al Enterprise. Pavel...

   - No, yo me quedo con Kevin. Me apetesse... - La boca ya rodeaba los sorprendidos labios del irlandés.

   - ¡No puedes estar hablando en serio! Mi amor... - Khan le veía besar a Kevin, de buena gana les hubiese dado un puñetazo a los dos.

   - ¡Déjale! - Sulu se reía. - Nunca se le ha dado bien lo de la fidelidad. A mí me hacía lo mismo.

   - ¿Qué quieres decir? - El moreno le miraba aturdido.

   - Primero me juró que no estaría con nadie salvo con Amy. Y no tardó demasiado en caer entre tus brazos. - El capitán del Enterprise seguía sonriendo, tirando de la mano de su amante sobrehumano que se resistía a abandonar su silla. - Luego me prometió que no estaría con nadie que no fueseis tú y Amy... y empezó a mezclarse con el ambiente gay más sórdido de la ciudad. Le veía llegar casi cada noche borracho y con marcas de chupetones por todas partes, era una maldita tortura porque a mí nunca me dejó ir más allá del abrazo o el beso en la mejilla.

   - ¡Oh, no te hagas la víctima, Sulu! Bien que me la devolviste con Selene. - Pavel no se giró para mirarles, acariciando como estaba la nuca del irlandés sentado sobre sus rodillas.

   - Ya, y por último te cepillaste a medio Kronos... Definitivamente la fidelidad no es lo tuyo, cariño. - Khan tuvo que admitir que su novio no tenía un concepto demasiado tradicional de la pareja.

   - Pero eso no significa que no os quiera. - Ahora les clavaba los ojos aguamarina. - Dobry vecher. *(buenas noches) Lyubimiy moy, moy drug... *(Mi amor, amigo mío...) - El ruso, con una mirada dulce y su tono de voz más cantarín, les estaba echando.

   - Mata ashita, Pavel! *(Hasta mañana) - Sulu consiguió al fin que Khan se levantase y le siguiera.

      El moreno suspiró. Habría que aprender a dejar los celos de lado con su t'hy'la. Agarró con amor la mano de Sulu; pensando que le tendría para él solo aquella noche, sonrió. Quería darle lo que él le había dado. ¿Se dejaría hacer el japonés? ¿O sería de los que no mueven el pañuelo azul oscuro del bolsillo de la derecha? Preguntándose esto se relamió los labios por dentro sin sacar la lengua. Quizá tendría que hacer uso de su fuerza sobrehumana, o puede que tuviese que atarle como hizo con Pavel la primera vez.

 

 

                                                                        Ares no dejaba de reír; las imágenes de los humanos, en el monitor principal de la nave oscura, le divertían tanto como hiciera el show de los Muppets con Pavel en el siglo veinte.

   - Mira la cara de Khan... - Se desternillaba, las lágrimas le caían por las mejillas de tanta carcajada. - ¡Pobre hombre! Congelado trece años y ahora le despiertan para ponerle los cuernos en sus narices...

   - ¿Y qué me dices del japonés? - Añadió Hércules también doblado por la risa. - ¡Lo suyo si que manda pantalones! Toda la vida queriendo tener al ruso y él se va con el primer irlandés que pasa por su lado.

   - ¡Basta ya! - Apolo trató de imponer el orden. - No sé qué os hace tanta gracia. Esos dos deben estar juntos, si se separan el trisquel nunca se activará.

   - ¡Faltan años para eso, hermano! - Intervino Artemisa. - Pueden experimentar lo que les dé la gana: Pavel, Khan y Amy terminarán abriendo la puerta al Olimpo, no importa lo que hagan entre medias. - La diosa estaba muy segura de sus palabras, no necesitaba a ninguna adivina que se lo corroborase. Aún así miró a Cassie y le hizo un gesto levantando la cabeza.

   - Se aman, su vínculo les une de por vida. - Fueron sus palabras.

      Cassandra tomó la mano de Artemisa y la sacó del puente, presentía que algo iba a suceder en HarOs que requería su atención. La llevó hasta una de las salas más oscuras y ocultas de la nave.

   - La klingon y la romulana están a punto de sellar los destinos de sus pueblos. - Cassandra pasó sus manos sobre la clepsidra sagrada, donde la superficie de agua vibró un instante para mostrar la imagen de ambas alienígenas.

   - ¿Qué necesitas que haga? - Consultó la diosa.

   - Artemisa, en ausencia de Afrodita, tú deberás insuflar el amor en sus corazones. - La sacerdotisa cerró los ojos y esperó en silencio.

   - ¿Yo? ¿Amor, dices? - Art no entendía cómo iba ella a hacer algo así.

  - Vamos, eres la diosa de las amazonas. Esas dos mujeres son guerreras, de tu clase. Haz que el amor surja entre ambas y tendremos en unos años dos Emperatrices gobernando a klingons y romulanos en paz. - Cassie se dio la vuelta. Lo que la diosa estaba a punto de hacer no debía ser visto por nadie.

   - Está bien... - Murmuró inclinándose sobre el reloj de agua. - Haré lo que pueda.

      Artemisa se rozó el pecho a la altura del corazón recordando el amor que el pueblo de mujeres guerreras le profesaba y cómo la adoraron en sus templos de la Tierra, cuando ella y Ares fueron sus dioses principales. Azetbur y T'rak eran por definición dos amazonas: mujeres luchadoras, valientes, que vivían lejos de la sombra de cualquier hombre. Sopló sobre el agua. Las caras de ambas se acercaron la una a la otra. Un beso nació entre las dos. Artemisa lo había conseguido.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar. Como siempre agradezco vuestras opiniones y críticas, así como vuestra inestimable colaboración a la hora de corregir cualquier pequeño detalle en la historia.

Dejo imagen de tres amazonas alabando a la diosa Artemisa.

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