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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Spock tiene dos grandes maestros y demostrará que es un buen alumno.


Kevin Riley hará realidad otro de sus sueños de juventud, además de comandar una nave estelar él siempre quiso saber lo que era tener al ruso.


Por otro lado, y nunca mejor dicho, Khan hará que Sulu sienta algo nuevo en la cama.


Advertencia: No apto para cardíacos.

 

El buen alumno

 

 

                                                                         Una pequeña bolsa de terciopelo negro descansaba sobre el colchón tamaño “kling-size” de su dormitorio. Después de la cena Spock sonreía como el gato que se comió al canario. Leonard y Jim se miraban el uno al otro intrigados. ¿Qué había allí dentro? El vulcano se les acercó con parsimonia, los tomó a ambos de la mano y sentándolos en el borde de la cama se puso de rodillas ante ellos. Cogió la bolsa y la abrió delante de sus ojos. Miró sus caras, las sonrisas tan tiernas que le regalaron le hicieron sentirse amado. Primero colocó la pulsera en la muñeca izquierda de Jim.

   - La de cuero se rompió... - Recordó McCoy que aún conservaba la tira de piel deteriorada en alguna parte. - Esa no se romperá.

   - Y ahora tú... - Spock le levantó la manga derecha de la camisa.

   - ¿Yo? - Se sorprendió el médico. - Pero tú y yo no estamos...

   - ¿Enamorados? ¿No eres parte de mi corazón y de mi alma, t'hy'la? - Spock le derritió con su voz grave y sus ojos negros llenos de afecto.

   - Es lógico, Bones. - Reía Jim, viéndole poner cara de circunstancias mientras el vulcano le rodeaba la muñeca con una pulsera exactamente igual a la suya.

   - Pues... - McCoy no sabía qué decir. - ¡Gracias, mi vida! Es muy bonita... ¿Qué dice la inscripción?

   - Sasu: A'rie'mnu ashayaong. - Respondió Jim leyéndola. Con los años no sólo había aprendido vulcano en la mente de su marido, sino que también sabía leer y escribir la lengua.

   - "Compañero: La maestría de la pasión y el amor." - Bones aún no reconocía los complicados caracteres circulares pero entendió el significado.

   - Los dos lo sois. Mis compañeros, mis maestros en la pasión y en el amor. - Spock se lanzó a una búsqueda de sus bocas, los besos de sus amantes le compensaron con creces el regalo.

   - Eres un buen alumno, mi amor... - Murmuró Jim quitándole ya la ropa.

 

 

                                                                      Las manos recorriéndole las cicatrices de la espalda, dedos rudos y fuertes, algo ásperos, los del irlandés. Pavel se deshacía en gemidos, sentado sobre su regazo con las piernas abiertas, ambos en la silla del camarote de capitán en el Excelsior. Kevin no dejaba de mirarle, la belleza de su rostro le tenía hipnotizado. El ruso jadeaba, moviéndose arriba y abajo, rebotando sobre sus muslos. Le estaba cabalgando, gozando de su duro miembro, el comandante medio pelirrojo estaba muy excitado con todo aquello.

   - ¡Aaaahh! ¡Pavel! - Gritaba Riley sabiéndose el hombre más afortunado del Universo en aquel instante. - ¡Eres tan hermoso!

   - Da... ay da! - Gemía él entornando los ojos aguamarina.

    Enredó los largos dedos en los cabellos cortos de su amigo, los ojos color miel le devoraban por entero. Pavel se daba cuenta: el irlandés estaba haciendo realidad otro de sus sueños de juventud.

   - No me quedaré contigo para siempre, Kevin... Pertenessco a Khan, él es el único dueño de mi corassón. - Le susurraba echándose hacia delante y dejando salir de su cuerpo al irlandés que se sintió abandonado y frío por un momento.

   - ¿Dónde vas? - Preguntó viéndole levantarse de sus rodillas.

   - A la cama, bobo... - Pavel le sonrió. Totalmente desnudo le esperó sobre las sábanas. Su amigo tardó un momento en terminar de quitarse las botas y los pantalones. - Túmbate enssima, Kevin...

   - Lo que quieras... - Susurró obedeciéndole.

     Con las manos recorrió de nuevo su cuerpo asombrándose de lo bello que era, tratando de apresar en su tacto el recuerdo efímero de aquella noche.

 

 

                                                                        La almohada le estaba asfixiando y la apartó con las manos hacia un lado, la lengua y los dedos de Khan allí abajo, adentrándose en él, abriéndole cada vez más, le estaban volviendo loco de placer.

   - No pares... no se te ocurra parar... - Le pidió Sulu con la voz rota.

      El moreno sonrió, feliz de complacer hasta aquel punto a su amante. Se apoyó en las rodillas para mirarle. Le tenía tendido boca abajo y atravesado en la enorme cama, la piel transpiraba sudor por todas partes, brillando bajo la escasa luz de la mesita de noche. Estiró los brazos hasta apoyarlos a ambos lados de su cabeza, los labios de Hikaru le besaron la mano derecha.

   - ¿Por qué has parado? - Le recriminó. - Lo que estabas haciendo me gustaba mucho...

   - Creo que esto te gustará aún más. - Le habló Khan en un susurro al oído.

     Se dejó caer con cuidado sobre su espalda, hasta apoyar su peso en el japonés. Tenía el miembro tan excitado que la erección coincidió entre las nalgas húmedas por su saliva y se deslizó arriba y abajo sobre ellas. La punta se introducía ya sola. Un grito le detuvo.

   - Relájate, Sulu... no te haré daño. - Khan empujó un poco, lo justo para entrar y quedarse allí muy quieto. - Ponte cómodo, cariño. Muévete tú, cuando lo veas conveniente... si quieres que me aparte, dímelo.

   - No... no te muevas... - El japonés fue haciéndose con la nueva sensación, nunca nadie antes había estado allí, en su interior. - Me gusta, Khan. Tenías razón...

      En nada empezó el balanceo. Las caderas del japonés se abrieron, cediendo al paso impetuoso del sobrehumano. El ritmo crecía con los gemidos de ambos. El dolor desapareció y Sulu ya solamente sentía el roce de aquel miembro duro enviando cosquillas eléctricas a lo largo de su espalda.

   - ¡Ah! ¡Khan! - Gritó una vez más. - ¡Es... lo más... lo mejor... aaaah! - Le gustaba, sí, no había duda.

 

 

                                                                     A través de las columnas de piedra se podía vislumbrar el cielo nocturno de HarOs. El planeta esmeralda estaba ahora sumido en la oscuridad. Los sirvientes se habían retirado hacía horas, dejando a ambas mujeres disfrutar a solas de su baño. Unas antorchas colgadas en las paredes iluminaban la escena. La flor blanca, parecida al nenúfar, se les acercó flotando. La mano de Azetbur la apartó con delicadeza. Tenía entre los brazos a T'rak, la cabeza apoyada en sus senos desnudos. El agua aún estaba tibia.

   - Deberíamos irnos a la cama, querida. - Sugirió la klingon.

   - ¿Es una proposición sexual? - Comentó la romulana con una sonrisa.

   - Sólo si tú quieres... - Respondió la otra. Girándole el cuello con cuidado la besó de nuevo en los labios, aquello empezaba a gustarle sobremanera.

   - Para ser de tu raza eres dulce en el amor. - T'rak estaba encantada con el trato de Azetbur.

   - ¿Por qué crees que no he tomado esposo? - Se echó a reír. - Los varones de mi pueblo son demasiado bruscos en sus costumbres amatorias.

   - Yo tampoco he encontrado a nadie digno de mí. - La romulana sonrió con amargura. - Quizás estemos hechas la una para la otra.

     Al único hombre al que hizo propuestas de ese tipo fue Spock. El vulcano le gustaba, sí, pero nada pudo hacer contra los sentimientos que él tenía por su esposo, Jim, y su amante, el doctor McCoy. T'rak se envolvió en un lienzo suave y cálido que Azetbur le colocó entorno a su piel mojada. Dejándose llevar por su mano terminó tumbándose en su lecho. Las dos mujeres disfrutaron de sus cuerpos, gozando la una de la otra hasta casi el amanecer.

   - No más disputas entre tu pueblo y el mío... - Murmuró Azetbur rozando con sus grandes manos las caderas de su amante.

   - Intentaré hacerle entender a mi Emperador que la Federación y los Klingons no son nuestros enemigos. - Prometió T'rak devolviendo las caricias.

   - ¡Tú serás la nueva Emperatriz! - La klingon la besó apasionadamente.

  - Tal vez ese sea nuestro destino... - Musitó mientras deslizaba los dedos suavemente entre las piernas de su nueva amiga.

 

 

 

                                                                      Las aguas de su océano infinito y azul les envolvían, ya no sabían quién era quién salvo por las pulseras plateadas en sus muñecas que les distinguían de Spock. El vulcano les tenía a los dos tumbados bajo su peso, alternaba las caricias, los besos y el empuje en uno y otro, dejando huella de su paso entre las nalgas abiertas. Los gemidos de Bones en la oreja de Jim, las manos del rubio sobre su cabeza sujetándose a la cama. El éxtasis no tardó en llegarles, los dos humanos alcanzaron la orilla y sintieron la calidez de la semilla de su amante derramándose encima de sus espaldas.

   - Un buen alumno... - Musitó Leonard. Dándose la vuelta abrazó a Spock, atrayendo la cabeza sobre su pecho.

   - Mis t'hy'la... - Susurró él sin fuerzas.

     Jim se giró también, tenía las piernas enredadas con las de su marido. Tomó aire en profundidad y suspiró. La sonrisa en su boca brillaba de felicidad.

   - ¿Y tú sin pulsera ni nada...? - Bromeó el rubio. - Tendremos que comprarte un anillo, mi amor.

   - Sí, lo haremos. Pero de oro blanco... - McCoy quería el material más noble para su amante. - Ya pensaremos en el grabado, ¿eh, Jim?

  - Se me ocurren un par de cosas, la verdad. - Dejaba volar su imaginación, palabras llenas de amor eterno flotaban en su cabeza.

   - Estaré orgulloso de lucir tal joya. - Les dijo Spock mirándoles ahora a los ojos. Los azul cielo y los avellana le correspondían con ternura.

 

Notas finales:

Como siempre gracias por leer y por los comentarios.

Dejo imagen de un joven Kevin Riley, cuando sirvió bajo las órdenes de Jim en el Enterprise y se quedó prendado de nuestro niño ruso.

http://3.bp.blogspot.com/-exUJ8KTdFv0/UiJ1c1Y_mpI/AAAAAAAAATk/Pbwhr-DXXBs/s1600/riley.jpg


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