Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 264]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Sulu cumple cuarenta años, sus flores le hacen un regalo muy especial: podrá disponer de ellos dos para lo que quiera. El japonés será el Rey por un día.

 

Rey por un día

 

                                                                                        Tras lo ocurrido en Talos IV la Flota Estelar ordenó una cuarentena sobre el planeta: ninguna nave de la Federación se acercaría por allí. Desconocían las causas que habían llevado al fallo de todos los sistemas a bordo del Enterprise pero el riesgo era demasiado grande como para ir a investigarlo.

 

            Al Cuartel General llegaron los informes de Sulu; Jim tembló cuando supo lo que les había ocurrido a su sobrino y a su niño ruso.

   - Menos mal que ese teniente Black iba con ellos. - Le comentó el almirante Jackson sentado a la mesa de su despacho y observando su reacción. - Su preparación es notable, he leído la base de datos. ¡Me extraña no haber oído hablar de él antes! Mira... - le dio la vuelta al monitor de su computadora para que Jim echase un ojo, - ni siquiera puedo descargar su fotografía, entra en bucle cada vez que lo intento.

       El rubio sonrió y se encogió de hombros. Sabía que aquel error en la imagen se debía a las extraordinarias habilidades de Pavel con la informática. Un marco junto al ordenador, con la foto de Alexander Duke en bañador y sosteniendo un pez espada de considerable tamaño, llamó la atención de Jim.

   - ¿Qué tal lleva Alex el retiro? - Preguntó esquivando el asunto.

   - Bien, estoy deseando jubilarme yo también para marcharnos a Florida. Me queda un año... - Su pareja se dedicaba al “dolce far niente” desde que dejó el almirantazgo en sus manos. - Jim, te he hecho venir por esto. Ya que las naves no se pueden acercar a Talos IV quiero que investigues lo que puedas sobre el asunto.

   - ¿Cómo voy a hacer eso desde la Tierra? - Preguntó levantando las cejas.

   - Tienes tus contactos, ¿no? - Paul se echó atrás en la silla. - Úsalos... - Le pidió con un gesto indolente de su mano.

   - Haré lo que pueda. - Jim se levantó y se dirigió hacia la puerta. - Por cierto... ¿A quién vas a recomendar para tu puesto cuando te jubiles el año que viene?

   - Puede que a ese Donald Black... - Le respondió con una sonrisa que dejó helado a Jim.

   - Gracias, Paul. - Murmuró bajando la cabeza y saliendo del despacho.

       Desde luego su superior no era ningún idiota. Jim se dio cuenta de que el almirante Jackson sabía que Donald no podía ser otro que Khan y agradeció su discreción y su silencio.

 

 

                                                                   La casa de los Scott era un auténtico caos. Suzanne se mudaba a su nuevo apartamento y los niños se habían empeñado en ayudarla. Cayden, con once años ya, mostraba su testarudez escocesa intentado bajar la pesada maleta por las escaleras. Su hermano pequeño Bean no quería ser menos y le quitó las bolsas a la bióloga sin prestar mucha atención a lo que transportaba.

   - ¡Ten cuidado con eso, cariño! - Le chilló la rubia al verle arrastrar su carga por los escalones. - ¡Son cosas frágiles! Mis colonias... ¡Las romperás!

   - ¡Niños! - Gritó Nyota desde el salón. - ¡Ya está bien! Dejad que los mayores nos ocupemos de esto. Monty... ¿puedes meterlos en el sótano o algo así? - Le pidió como solía hacer.

   - ¡Eh, cachorros! - Su padre apareció por la puerta de la calle, había ido a buscar el coche para llevar las cosas de la doctora Woolcott a su nuevo hogar. - ¡Haced caso a vuestra madre!

   - No les regañéis... - Reía Suzanne. - Son un encanto, solamente quieren ayudar. - Suspiró aliviada al ver que sus frascos de perfume seguían intactos en el interior de la bolsa que arrebató de las manos de Bean.

   - ¿Estás segura de que no prefieres quedarte con nosotros, querida? - Bromeó Nyota mirando a sus hijos que ya corrían a abrir el maletero del automóvil. - ¡Yo también me iría si pudiera! - Se carcajeó. Sus pequeños diablillos la traían loca.

   - Os voy a echar de menos. - La rubia se acercó a la pareja y les dio un abrazo a ambos.

   - ¡Nos veremos a menudo, cielo! - Exclamó Nyota.

   - ¡Pues claro! - Dijo Scott dándole un sonoro beso en la mejilla a Suzanne. - ¡Este sábado, sin ir más lejos!

   - ¿El sábado? - Repitió la bióloga marina encogiéndose de hombros.

   - Barbacoa en casa de Jim, ¿lo has olvidado? - Le recordó Nyota. La familia seguía con su vieja costumbre de reunirse un par de veces al mes.

   - ¡Oh, yo...! - Suzanne titubeó. - No creo que pueda ir. - La morena la miró defraudada. - Ya sabes, casa nueva. ¡Tengo millones de cosas que hacer! - Se excusó.

       En realidad la doctora Woolcott no quería ver a Leonard ni a Jim por un tiempo. Después de lo observado en el coche del inspector Kirk prefería mantener las distancias.

   - Como quieras, cariño. - Nyota se olía el pastel. Sabía que Suzanne estaba bastante incómoda en presencia de sus tres amigos. - Iré a echarte una mano al piso nuevo el viernes por la tarde, en cuanto salga de dar clase. Si te parece bien, claro.

   - Nyota, siempre serás bienvenida a mi casa. - Le respondió ella con una gran sonrisa. - Y tú también, grandullón... - Palmeó el fuerte brazo del ingeniero. - Pero a estos los dejáis en el sótano ¿de acuerdo? - Rió guiñando un ojo a los pequeños Scott que la miraron incrédulos.

   - ¡No te romperemos nada, tía Suzie! - Bean le regaló su mellada sonrisa, le había cogido cariño a aquella mujer de ojos tan azules y cabellos rubios como el sol. Si los ángeles existían debían tener su aspecto.

 

 

                                                                Al despertar, Sulu se encontró solo en la enorme cama “kling-size”. ¿Dónde estaban sus dos flores? Fue al baño, hizo pis, se lavó los dientes y se metió en la ducha. La toalla mojada en el suelo, el tubo de pasta de dientes abierto y los pelos rizados en el sumidero del plato le decían que Pavel había pasado por allí. Lo recogió todo y limpió lo que pudo. Khan no solía hacerlo; él no ensuciaba pero no estaba dispuesto a ser la chacha de su novio. Si Sulu quería preservar el orden y la limpieza tendría que hacerlo él mismo.

       No le molestó. Nunca lo había hecho. Pasó casi cuatro años en el apartamento que compartió con el ruso quitando de en medio sus pequeños desastres. Recordó con nostalgia aquellos tiempos, en especial la mañana que Pavel le preparó el desayuno japonés más delicioso que había comido en su vida, el primero de muchos que le hizo antes de que las drogas y el alcohol le impidieran madrugar. Aquel día se fue a la Academia con la tripa bien llena, totalmente satisfecho pues su amigo tenía buena mano en la cocina.

          Se preguntó qué tal les iría a David y a Amy en los estudios. El chico era listo, como su madre. Seguramente se le darían bien las ciencias. Y la muchacha... La inteligencia de Spock, la fuerza de Khan, el carácter de Jim... ¡Sería magnífica! Lamentó no estar en San Francisco y ser él mismo su instructor de vuelo. En más de una ocasión se llevó a Amy cuando era niña a pilotar, le encantaba verle brillar los ojos azules cuando le dejaba los mandos un momento. Amy disfrutaba con la velocidad y el peligro. Por eso le regaló su cazadora con insignias de piloto. Sulu estaba seguro de que ella, algún día, sería la mejor navegante de toda la Flota.

       De pronto se abrió la puerta del camarote. El japonés dejó de estirar la colcha para girarse. Khan y Pavel entraron con una bandeja que el ruso dejó sobre la mesa.

   - Niet! *(no) – Exclamó Pavel al verle allí de pie. - ¡No tenías que haberte levantado de la cama!

   - Esto estropea un poco la sorpresa. - Murmuró Khan con una sonrisa.

   - ¿Qué sorpresa, florecillas mías? - Sulu bromeó, riendo y acercándose para ver lo que le habían traído.

     Un pequeño bol de arroz con algo de natto (soja fermentada) por encima, un cuenco con sopa miso, otro con tsukemono (verduras encurtidas) y otro más pequeño con algo de salsa de soja; además de un plato con unos pedazos de salmón, tortilla y alga nori y para bajar todo eso una gran taza humeante de té verde recién hecho. Su desayuno favorito, la mano de Pavel estaba detrás de aquello.

   - Mmm... ¡Gracias! - Dijo cogiendo los palillos y removiendo el arroz con la soja.

   - Feliss cumpleaños, moy drug *(amigo mío) – Le deseó Pavel con su tono más cantarín.

   - ¿Hoy es mi cumpleaños? - Se sorprendió, ni siquiera se acordaba.

   - ¡No disimules, cuarentón! - Khan le revolvió el flequillo guiñándole un ojo.

   - Cuarenta años... - El japonés se quedó un momento absorto. - ¡Vaya!

   - Hoy tú eres el Rey, Hikaru. - Le decía Pavel acariciándole la mejilla. - Tu rosa y tu violeta lo harán todo por ti.

   - ¿Lo que yo quiera? - Preguntó Sulu travieso.

       Los dos asintieron. En el día de su cuarenta cumpleaños el japonés les tendría a su entera disposición.

   - Bueno... - Empezó a mirarles con otros ojos. - En primer lugar quiero que tú, Pavel, ordenes el armario.

   - ¿Qué? ¡No hablas en serio! - El ruso cruzó los brazos por encima del pecho. - Se supone que tienes que pedir cosas más... “calientes”, ya sabes...

   - Soy el rey, ¿verdad? Pues quiero que arregles esa marabunta de jerseys rojos que tienes en tu rincón. ¡Estás invadiendo todo el espacio! Khan y yo apenas podemos guardar nuestros uniformes. - Sulu se llevó un trozo de salmón a la boca demostrando, al ignorarle, que hablaba muy en serio. - Me he pasado diez minutos limpiando tus pelos en la ducha, así que venga: ¡Quiero el ropero ordenado!

   - Ay, yebát! *(joder) – Se quejó Pavel poniéndose manos a la obra.

   - Y dobla bien nuestras camisetas, cielo. - Le rogó Khan aguantándose la risa. La idea de Sulu le había parecido brillante.

   - Siéntate conmigo, violeta mía. - El capitán le acercó un taburete. - ¿Quieres un poquito de salmón?

   - Sabes que no me gusta el pescado y menos crudo. - Le respondió poniendo cara de asco.

   - Sólo pruébalo... - Le dijo acosándole con los palillos frente a los labios. - Vamos...

   - ¡Es el Rey, Khan! Tienes que obedesser... - Le recordó Pavel disfrutando de la pequeña tortura a la que el japonés estaba sometiendo a su novio.

        Con total repugnancia el moreno abrió la boca y dejó que Sulu posara sobre la lengua el pequeño trocito de salmón, humedecido ligeramente en salsa de soja.

   - Eso es, mi preciosa violeta. Mastica bien. - Musitó el japonés divertido. - Creo que hoy va a ser el mejor día de mi vida.

   - Un día muy largo... - Se temió Khan.

 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Dejo imagen de Khan con la boca llena de salmon.

http://data3.whicdn.com/images/85894610/large.jpg


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).