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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

En la noche de bodas no solamente los novios tienen sexo.

Avertencia: capítulo subidito de tono.

Una noche especial




                                                                                                              Sarek fue el primero en retirarse a su habitación. Tenía la costumbre de no trasnochar demasiado así pues se despidió de sus invitados rogándoles que continuasen con la celebración sin su presencia.
- Estaré encantado de desayunar en compañía de todos mañana, si es que la resaca se lo permite. Buenas noches damas y caballeros. – Y tras una elegante reverencia se marchó escaleras arriba.


        Al embajador le costó mucho arrancar al almirante Kirk del corrillo que se había formado a su alrededor: todos estaban encandilados escuchando sus historias, sus batallitas de viejo combatiente, interrumpidas una y otra vez por Spock con la seria advertencia de no revelar demasiados detalles sobre un futuro posible que podría afectar a las vidas de sus jóvenes amigos. Las risas superaron con creces a los momentos de añoranza. Fue una noche divertida aunque con cierto trasfondo de tristeza.

    Ya en la habitación de invitados, mientras se desvestían para irse a la cama, Spock observó la melancolía en el fondo de los ojos color avellana de su amante. Una vez desnudos le besó con toda la ternura del mundo y le atrajo hacia sí sujetándole por la cintura. Se tumbó sobre las sábanas con su t'hy'la encima, envolviendo su cuerpo con brazos y piernas, besándole ahora con pasión infinita.

- Tómame, Jim. Quiero sentirte dentro de mí. Hazme gozar como tú sabes. - Le susurró al oído presionándole las caderas con sus muslos.
- ¡Oh, Spock... mi amor... mi vida entera...! - Murmuraba Jim mordisqueándole el cuello, descendiendo con el roce de sus labios por su velludo pecho hasta alcanzar los pezones que lamió largo rato con una traviesa lengua.

    Spock separó sus piernas un poco más, ofreciéndose excitado. Había estado frotando su erección contra el vientre de su amante y gimió de placer cuando notó cómo el miembro de Jim se adentraba en su interior. Una vez más unieron sus cuerpos a la vez que sus mentes se volvían una sola.




                Scott y Uhura hacía rato que, acaramelados y sonrientes, habían desaparecido tras una de las puertas de la planta superior. En el salón principal Chekov estaba algo mareado y Sulu no podía dejar de reír con sus payasadas.
- Creo amigo que ya has tomado suficiente vodka... - Le dijo quitándole la copa de la mano.
- Niet! Habrán sido esas croquetas... ¿de qué crees tú que estarán hechas? No sabían a carne ni a pescado.
- Sí claro, las croquetas... - Rió Sulu. - Voy a llevarte a la cama compañero.

    Agarrándole de un brazo le ayudó a subir los escalones. Él también estaba algo borracho así que no se tomó la molestia de desvestirse, ni a sí mismo ni a su amigo. En cuanto vieron la cama se dejaron caer sobre ella y se quedaron dormidos al instante con las botas puestas.

        En la planta baja solamente quedaban Christine y McCoy. No habían bebido lo suficiente como para caer rendidos pero sí lo bastante como para empezar a mirarse con ojos de cordero degollado.
- Hace una noche preciosa. Me gustan las dos lunas de este planeta, tan brillantes... ¿quieres pasear conmigo por el jardín antes de retirarnos a dormir?
- Será un placer, doctor McCoy.
- Leonard, Christine... Llámame Leonard. Me gusta como suena en tu boca.
    
    Ella se sonrojó y aceptó su mano mientras caminaban entre las exóticas flores tan olorosas y los oscuros setos. Contemplaron las lunas y las estrellas y se miraron embobados durante tanto tiempo que empezaron a sentirse incómodos por el silencio que se había instalado entre ellos.
- Leonard, yo...
- Lo sé. Pero eres la mejor enfermera que he visto jamás, Christine. Entiende que no quiera perderte como compañera de trabajo.
- ¿Y eso sería inevitable?
- Teniendo en cuenta mi historial con las mujeres... ¡Cada rubia con la que me he casado ha acabado por romperme el corazón y vaciarme los bolsillos! - Dijo entre bromas y veras.
- Podría teñirme el pelo... - Rió ella.

    McCoy acarició sus rizos dorados, mirándola como si fuera la primera vez que la veía de verdad. Besó sus labios con timidez, esperó y ella abrió su boca regalándole su lengua. Estaba ocurriendo algo especial. ¿Debido a la influencia de las brillantes lunas de Nuevo Vulcano? ¿Tal vez a la bebida que habían consumido durante la celebración? ¿O más bien por haber sido testigos de la romántica y secreta boda de sus amigos? No sabían el motivo con exactitud, pero el doctor y la enfermera acabaron compartiendo sábanas aquella noche. Lo que ocurriese al regresar al Enterprise sería otro asunto, no importaba, no en aquel momento.



                       Los recién casados Spock y Jim dieron con el dormitorio principal. Alguien les había dejado una nota sobre la cama, la cual por cierto debía ser tamaño king-size, pues parecía a simple vista mucho más grande que la que se había hecho instalar Jim en su camarote a bordo de la nave. Spock tomó el papel en sus manos y lo leyó en voz alta:

- “Nuestra casa es vuestra casa, nuestra cama es vuestra cama. Prácticamente nuestras vidas son las vuestras, aunque con algunas diferencias... Sed bienvenidos ambos. Disfrutad de vuestro plathau y no os preocupe gritar o romper algo: la habitación está insonorizada.
P.D.: En el primer cajón de la mesita de la izquierda encontrareis cualquier cosa que pudiera seros necesaria.
P.P.D.: Por la mañana, si no es mucha molestia, cambiad las sábanas.
Fdo.: Afectuosamente, James T. Kirk.
(Spock no tiene ni idea de que os he escrito esta nota así que guardadme el secreto chicos)

    Jim se echó a reír al escucharlo. Spock levantó su ceja y sonrió. Ambos, llevados por la curiosidad, abrieron al mismo tiempo el citado cajón de la mesita. ¿Qué era todo aquello? Spock se puso verdoso cuando vio lo que parecía un gran frasco de lubricante. Jim enrojeció al coger unas esposas. Al unísono cerraron el cajón y se dejaron caer sobre la cama riendo a carcajadas. El colchón vibraba al ritmo de sus risas y lo hizo más fuerte cuando ambos, asombrados, vieron su imagen reflejada en un enorme espejo colocado en el techo.

- ¡Pero que par de pervertidos estos dos...! - Exclamó Jim sin dejar de reír.

    Entonces vio en el espejo cómo la cara de Spock poco a poco se iba poniendo seria hasta adquirir una apariencia misteriosa e inquietante.

- ¿Qué te ocurre, amor? - Preguntó algo inseguro.

    Spock no dijo nada. Se limitó a quitarse la túnica blanca y luego hizo lo mismo con la que Jim llevaba puesta. Sus cuerpos, totalmente desnudos ahora, temblaban por la excitación. Todo el vello corporal de Jim se erizó al contacto de las yemas de los dedos de su esposo.

- Jim, mi sangre sigue ardiendo... necesito... plathau... culminar nuestro enlace, la consumación. El Almirante lo ha dejado claro en su nota...
- Vale mi amor, - dijo con su pícara sonrisa de medio lado, - ¿quiere eso decir que te vas a poner en plan bruto? ¿En serio va a haber gritos, vas a romper cosas?

    Spock no respondió, lo cual puso bastante nervioso a Jim, sobre todo cuando le vio alcanzar el insólito cajón y rebuscar en él.
- ¿Qué vas a hacer? - Preguntó alarmado al verle con las esposas en la mano.
- Quisiera, con tu permiso, ponerte esto. Necesito tenerte a mi entera disposición, Jim. Nunca te haría daño, ya lo sabes, pero debo entregarte todo lo que llevo dentro y alcanzar la unión perfecta con tu cuerpo, tu mente... tu alma. -Su voz sonaba ronca, rugosa y sobrecogedora. - ¿Confías en mí? - Le preguntó antes de empezar.
- Plenamente, mi vida... - Respondió Jim en un siseo.
    
    Spock le colocó con cuidado las esposas enganchándolas a uno de los barrotes del cabecero. Jim tenía una tremenda erección, la sentía presionada por el peso de las nalgas de su marido que estaba a horcajadas sobre él. Cuando se vio inmovilizado, a merced de la voluntad de Spock, se dio cuenta de que aquella era la sensación más agradable que había tenido jamás.

Notas finales:

Gracias por leer, como siempre. Y ánimo a la hora de dejar comentarios.


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