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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Contar es fácil, eso es lo que Pavel esperaba que Khan hiciera: contar hasta tres. Pero su Tláloc se atasca después del dos y nadie, salvo él, será capaz de hacerle terminar la cuenta.

 

 

Uno, dos, tres

 

 

                                                                                    La noticia del nombramiento de T'rak como Procónsul, fue bien recibida en la Tierra. El almirante Jackson estuvo encantado de ordenar a Jim que partiera, junto con un representante del cuerpo diplomático, hacia Rómulo. Por primera vez dos miembros de la Federación pondrían sus pies en el planeta romulano, la Paz tan ansiada estaba cerca.

 

              Spock revisaba la maleta de su marido, contando las mudas que se llevaba se hizo una idea del tiempo que estaría fuera.

   - Sólo serán unos días, mi amor. - Le decía sonriendo y acariciándole la espalda. - Tú y Bones ni os daréis cuenta de que me he ido.

   - Eso es una frase hecha, ¿verdad? - El vulcano no acababa de entender las expresiones humanas, carentes de lógica y vacías de significado para él.

   - Sí, lo es. - Jim torció la boca. - ¡Como mucho una semana, Spock! ¿Podrás soportarlo?

   - Tendré que hacerlo. - Se giró y abrazó a su sa-telsu *(esposo) hasta tenerle pegado al pecho. - Sólo te pido que esta vez no me hagas ir a buscarte.

   - Ah, eso no puedo prometértelo. - Se echó a reír. - No sé cuál es el planeta prisión de los romulanos, pero espero que tenga mejor clima que Rura Penthe... - Bromeó.

   - No es cosa de risa, Jim. El Tal´Shiar es muy peligroso, no todos los romulanos se tomarán bien las directrices de la política de su nueva Procónsul. - Spock le hablaba con gravedad, realmente estaba preocupado.

   - Tranquilo, sabré arreglármelas con el servicio secreto romulano. - Jim le besó con ternura, dulcemente, lamiendo los labios y dejando su miel en ellos al retirarse.

   - ¿Con qué diplomático viajas? - Quiso saber el vulcano.

   - ¿No lo adivinas? - Jim le enseñó su pasaje, el destino era Nuevo Vulcano.

   - ¿St. John? ¿Irá Carol también? - Preguntó inquieto.

   - Lo dudo, no es un viaje de placer. - Jim cerró la maleta sobre la cama y la apartó echándola al suelo. - Tendré la oportunidad de conocer mejor a la actual pareja de la madre de mi hijo... ¡La de vueltas que da la vida! - Se dejó caer sobre el colchón, esperaba que Spock le siguiera.

   - Iré a hacerte la cena... - El vulcano se daba la vuelta para marcharse cuando sintió una voz en su cabeza.

   - No tengo hambre... ya comeré en la nave, durante el viaje... Venid aquí los dos, quiero llevarme un buen recuerdo...

        La cabeza de Bones asomó por la puerta del dormitorio, traía su cínica sonrisa dibujada en la cara.

   - ¿Llamabas, Jim? - Su voz sonó sexy, susurrante y grave.

   - Sí... - El rubio se quitó la camisa y los pantalones, dejando una incipiente erección a la vista. - Cierra la puerta, Bones. - Le ordenó. - Podríais atarme... eso me gustaría. - Les sugirió.

          El doctor y el vulcano se miraron a los ojos, una pícara sonrisa surgió en los finos labios por debajo de unas mejillas que empezaban a tornarse verdosas. McCoy sonrió abiertamente y fue a abrir el cajón de la mesita de noche.

 

 

                                                                         Los kazon aguantaban la respiración viendo el satélite Tláloc girando sin cesar alrededor de su planeta. La fase uno ya se había completado. Ligeros temblores de tierra abrieron de nuevo los cauces de los viejos ríos que, tras veinte años de sequía, empezaron a fluir. En la fase dos la atmósfera fue limpiada de partículas nucleogénicas contaminantes, la evaporación de las aguas comenzó.

   - ¡Nubes! - Musitó Jal Valek sosteniendo la mano de Lorah junto a su corazón. - ¡Pronto lloverá!

   - ¡Quisiera estar ahí abajo, Jal... sentir ese agua sobre mi piel! - Deseó el muchacho con los ojos llenos de lágrimas.

   - Todo parece ir bien, Sulu. - Kevin hablaba desde el Excelsior, la pantalla principal de la nave estaba dividida en tres ventanas. - ¿Dónde se ha metido Pavel?

   - Cierto, capitán... - Intervino el kazon desde su crucero de guerra. - ¿Dónde está tu ingeniero jefe?

          Sulu bajó la vista a sus botas, no sabía qué responder.

   - El teniente Chekov está controlándolo todo desde ingeniería, no debemos molestarle. - Le excusó Khan, dándole un codazo a Quiroly que a punto estuvo de corregirlo diciendo la verdad.

   - Mi pueblo querrá agradecerle esto en persona... - Valek no apartaba la vista de su mundo, el cielo empezaba a estar cubierto de vapor de agua.

   - Bueno él... - Sulu titubeó. - ¡Ya le dieron una medalla por lo que hizo en Kronos! Creo que la mejor recompensa será la paz entre kazons y Federación.

   - ¡Eso por descontado! - Afirmó Valek. - Aún así le daré una gran fiesta en mi palacio subterráneo que... por cierto... ¡Tendré que hacerlo construir de nuevo en la superficie!

   - ¿Y no podríamos simplemente añadir alguna planta? - A Lorah le gustaba su hogar tal cual estaba.

   - Como tú digas, esposo mío... - Rió Valek apretándolo contra su cuerpo. - Tus deseos son órdenes para mí.

 

        Khan miraba al chico y se sonreía. Así pues Valek le haría su esposo... Eso le agradó. Lorah le devolvió la mirada de complicidad y se admiró una vez más de los hoyuelos del humano.

 

 

                                                                             La piel se erizaba al contacto de aquella mano con dedos largos y ligeros como plumas que le acariciaban el vello del pecho. Unos labios carnosos se apretaron contra los suyos. Era Bones, pero la mano era la de Spock. Jim se divertía jugando a las adivinanzas, sus dos t'hy'la no solamente le habían esposado a la cama, también le habían vendado los ojos y mantenían sus mentes cerradas a la suya... aunque sí se comunicaban entre ellos.

   - ¡Por Dios, Spock! ¡Qué hermoso es! ¡Mírale! - Le decía a su mente el doctor. - Mírale bien, mi vida...

   - Sí, lo es... - Asentía el vulcano. - Leonard, démosle placer con nuestras bocas... juntos, tú y yo...

          Ambos se deslizaron sobre las sábanas hasta alcanzar las ingles del rubio, quien se estremeció con la sorpresa de las dos bocas sobre su sexo. Lamiendo, succionando, jugueteando con sus lenguas, le daban tanto deleite que no pudo evitar gemir. Unas gotas de líquido blanquecino aparecieron por la pequeña abertura del glande. Fueron limpiadas rápidamente por una lengua traviesa acompañada de otra más viva aún.

   - ¡Aaaah chicos... eso es tan... aaaahhh! - Se le arqueó la espalda con un latigazo de placer.

       McCoy le separó las nalgas, hundiendo la cara entre ellas lamió con delicadeza la zona. Spock siguió chupando el miembro de su amado esposo, dejando que rebotase cuando apartaba la cabeza. Jim se retorcía de puro gusto.

   - ¡Sí... sí... folladme! - Gimió con la voz rota.

   - Tú primero, Leonard. - Le indicaba Spock. La erección del médico le decía que estaba listo para empezar.

 

          Mientras Bones se introducía lentamente en Jim, levantándole las piernas por encima de sus hombros y abrazándose a ellas con fuerza, Spock lamía el sexo que asomaba orgulloso entre los rubios rizos de aquel pubis.

   - Sigue así y se correrá en unos segundos... - Sus palabras sonaron cínicas en la cabeza del vulcano.

   - Tienes razón... hagámoslo más duradero. - Spock se apartó de la pelvis de su esposo y se sentó a horcajadas sobre su pecho. - Le mantendré ocupado...

 

          Jim se sobresaltó al sentir el peso y el tacto de un trasero desnudo encima, y se sorprendió cuando su boca se vio invadida por el miembro duro que empujaba hasta ser engullido, requiriendo unas atenciones que sin dudar le prestó. No sabía quién era quién. ¿Era de Bones aquel sexo... o de Spock? Trató de averiguarlo por el sabor, el olor... pero ambos habían estado frotándose el uno contra el otro antes de que le vendaran los ojos, todo se había mezclado y vuelto confuso desde entonces.

     La sensación de saberse poseído por todas partes, indefenso, inmovilizado, privado de la vista y del tel *(vínculo), le estaba volviendo loco de placer. La lujuria invadía su ser, brotándole por los poros junto al sudor.

        Spock notaba cómo sus testículos se elevaban y se endurecían, se apartó de la boca de su marido y fue a abrazar a su amante desde atrás.

   - Leonard, déjame a mí ahora... - Le pidió besándole el hueco entre el cuello y la clavícula.

   - Por supuesto, mi vida... - Saliendo de Jim le entregó las piernas que no había soltado. - Todo tuyo.

          Spock las separó y se echó encima, introduciendo su miembro hasta el fondo, haciéndole gritar sin control. Bones acariciaba la espalda del vulcano, su propio sexo permanecía erecto y se las arregló para acercarlo a los labios de Jim que lo lamieron y lo atraparon en cuanto le percibió allí.

   - ¡Oh, Jim...! - Dejó escapar el médico en voz alta.

   - Bones... Sabía que eras tú... - Mintió descaradamente el rubio con su sonrisa torcida.

       El vulcano se rió por aquello, dejando caer todo su peso sobre su sa-telsu le besó en la boca, el miembro del doctor quedó atrapado en medio de los dos.

   - ¡Aaaah! - McCoy no pudo controlarse... su semilla salió disparada empapando los labios de sus dos amantes que se besaban sin parar, lamiendo el glande convertido en fuente entre ambos.

       Bones acabó separándose de las devoradoras bocas de sus amantes, mirándoles con infinito amor mientras seguían entrelazados. Cogió la llave de las esposas y liberó las muñecas de Jim. De inmediato el rubio se apartó la venda de los ojos y abrazó a su marido alcanzando juntos el orgasmo. El doctor se acopló a su lado, abrazándose a los dos, sonriendo y sintiéndose inmensamente afortunado.

 

 

                                                                         Ahora llegaba el turno de la tan ansiada fase tres: la lluvia sobre Ocampa. Quiroly introdujo la orden en la computadora y Khan observó el satélite desde su consola científica. Algo iba mal. El joven alférez se giró para mirar a su teniente y luego a su capitán. Su cara de desconcierto lo decía todo.

   - Llama a Pavel ahora mismo. - Ordenó Sulu al sobrehumano.

   - Lo hago... pero no puedo sentirle, ha cerrado su mente. - Respondió Khan algo inquieto, no sabía cómo solucionar el problema.

   - El Tláloc no modifica la frecuencia de onda, Sulu. - Kevin también se había dado cuenta e intentaba corregir el error. - ¡No sé qué pasa! Está... ¿atascado?

   - Teniente Sjare, llame al teniente Chekov por megafonía. - Le pidió el capitán girándose en la silla de mando.

 

        La mujer emitió un mensaje en bucle que sonó por todo el Enterprise. Todos esperaban con el corazón en un puño. Peter se ofreció para ir a buscar a Pavel, Sulu le detuvo. El kazon se preguntaba qué estaba pasando y miró al japonés esperando una respuesta.

   - Jal, no sé cómo, pero Pavel lo arreglará. Tranquilo. - El japonés intentó sonreír, le quedó una mueca tensa que más bien recordaba a la cara de preocupación de su viejo amigo Scott.

   - El teniente Chekov no responde, señor. - Informó Sjare desde su consola de comunicaciones.

          Sulu pulsó un botón de su silla y la alerta roja brilló en cada panel de la nave. Peter insistió en su oferta, con sus hombres de seguridad no tardaría en dar con el ruso. Alex vio la mirada de su capitán y entendió que su esposo no debía intervenir. Le sujetó de un brazo, esperando órdenes de su superior.

   - Abra un canal, Sjare. Que se me oiga hasta en el último rincón del Enterprise. - Ordenó a la teniente.

   - Hecho, capitán. Puede hablar. - Confirmó la morena.

   - ¡Pavel! ¡Trae tu culo al Puente ahora mismo! ¡Es una jodida orden! - Gritó enojado.

 

          Los minutos se sucedían repletos de tensión. El silencio en el crucero kazon, la mirada inquieta del maje Jal Valek, el sudor perlando la frente del irlandés en el Excelsior y las caras de Alex y Peter mirándose uno a otro y preguntándose qué hacer.

   - Iré al camarote, puede que siga en el baño. - Dijo Khan.

   - Sí, derriba la puñetera puerta si hace falta pero tráele aquí... - Espetó Sulu.

       De pronto las puertas del turboascensor se abrieron y Pavel entró corriendo directo a la consola de investigación científica.

   - Wa', cha', wej'! *(uno, dos, tres, en klingon) – Gritó revisando la pantalla. - ¡No es tan difíssil, Khan!

   - ¡Tu satélite se ha atascado, Pavel! - Le chilló Kevin desde el Excelsior.

 

       El ruso comprobó que nada fallaba en los controles desde el Enterprise y que su colega irlandés, aunque lo había expresado con sencilla brutalidad, tenía razón. Caminó hasta el centro del puente y apuntó con sus manos al Tláloc.

   - Dabai! *(vamos) – Masculló entre dientes concentrándose en el aparato. - Yebát! Dabai, dabai! *(joder, vamos, aprisa)

   - ¿Qué se supone que está haciendo este loco? - Preguntó Jal Valek observándolo con cara de no creer lo que estaba viendo.

   - Usa sus poderes telequinéticos, maje Valek. - Le aclaró Sulu agarrándose a los brazos de su silla. - Déjele actuar.

 

           Pavel cerró los ojos y utilizó toda su fuerza mental para agitar los circuitos internos del satélite, hasta que las gigantescas aspas de metal giraron y empezó a emitir la onda adecuada sobre la atmósfera de Ocampa.

   - Da... da... da...! - Gritó satisfecho agitando sensualmente las caderas. - ¿Soy un brujo o no? - Preguntó riendo a carcajadas y poniéndose en jarras.

       Poco a poco, tímidamente, unas gotas empezaron a precipitarse desde el cielo gris hacia la superficie del planeta. El poderoso brujo, el genio ruso, el portador del agua... lo había conseguido: Tláloc hizo llover sobre Ocampa.

 

Notas finales:

Wa': gracias por leer.


Cha': gracias por comentar.


Wej': gracias por vuestra enorme paciencia.


 


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