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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Jim visita Nuevo Vulcano para recoger a St. John, el diplomático que le ha de acompañar a Rómulo ejerciendo como Embajador de la Federación. Los recuerdos se harán casi tangibles en el planeta.


El capitán tendrá que enfrentarse a un almuerzo algo tenso junto a su ex.

 


Shin'Ichi, traduce


 


                                                                                                      La nave transporte que le llevó a Nuevo Vulcano tenía que descargar mercancías, revisar motores y cargar contenedores que llevaría a Kronos antes de volver a despegar. Él y St. John la utilizarían para alcanzar la Base Estelar XXIII, muy cerca de la Zona Neutral Romulana, donde serían recogidos por un ave de presa y trasladados a Rómulo, su destino final.


 


            Como disponía de bastante tiempo, Jim fue a visitar la casa de su yo alternativo, movido por la nostalgia de todo lo que había vivido allí. Se encontró con que una familia la ocupaba ahora. Plantado delante del jardín observaba cómo el padre, un vulcano de mediana edad, enseñaba a su hijo, de unos seis o siete años, a resolver unos complicados pleenoks *(puzzles) mientras que la madre, vulcana también, preparaba la mesa para el almuerzo.


            Aquella escena tan hogareña le hizo tener una ensoñación. En torno a la misma mesa, Jim imaginó mantener una charla con el viejo almirante Kirk. Pudo verle, con el aspecto que tenía poco antes de morir, la última vez que estuvo a su lado. Le miraba fijamente a los ojos escondiendo su pícara sonrisa; le estrechaba las manos con fuerza, apoyando el codo sobre el mueble de jardín, fingiendo echarle un pulso...


   - De tú a tú, cara a cara, de Kirk a Kirk... - La voz sonó clara en su mente. - Jimmy, muchacho, sé que me echas de menos.


   - ¡Cada maldito día, almirante! - Respondió en voz alta.


   - No estés triste, Spock y yo estamos bien. Por siempre juntos... ¿recuerdas?


      El capitán Kirk asentía con los ojos cerrados, frente a la casa de aquella desconocida familia vulcana que aún no había advertido su presencia.


   - Dime la verdad... Sobre Bones, sobre Amy y sus t'hy'la... Aclárame esa extraña y horrible visión de la playa que tuvimos los tres, donde mi doctor McCoy desaparecía bajo las aguas... Dime qué ocurrirá con Sulu cuando el vínculo sea consumado... y cuéntame si mi hija será capaz de vivir sin Pavel... sin Khan...


      Sus palabras destilaban desesperación. Jim se había apoyado en el bajo muro de piedra y el vulcano del jardín se giró al oírle.


   - Deja que pase el tiempo. En este Universo tuyo los dioses se muestran más humanos, más comprensibles y compasivos que en el nuestro... Confía en ellos y sobre todo, Jimmy, confía en tus amigos...


 


     La ensoñación desapareció de repente. Al abrir los ojos, Jim se encontró frente al dueño de la casa que le miraba con una ceja levantada y la cabeza inclinada unos cuarenta y cinco grados hacia la izquierda.


   - ¿Se encuentra usted bien, señor? - Le preguntó amablemente. - ¿Quiere pasar y sentarse un momento?


   - No, gracias. Estoy bien. - Jim sonrió y miró al interior de la vivienda. La mujer salía con un vaso de zumo de naranja dirigiéndose hacia él.


   - Hace mucho calor para un humano, tal vez necesite usted saciar su sed. - Le ofreció la señora el vaso, con una ligera reverencia de su cabeza.


   - Son ustedes muy amables. - Jim aceptó el zumo y lo bebió de un trago. - ¡Pues sí! Estaba sediento... Lesek *(gracias, en vulcano)


   - ¿Seguro que no quiere descansar un momento? - Insistió el vulcano viéndole extrañamente emocionado.


   - Yo conocía a los anteriores propietarios de esta casa... - Murmuró con los ojos azules vidriosos por las lágrimas.


   - ¿Al difunto Embajador Spock y a su esposo, el Almirante Kirk? - Preguntó la señora.


   - Así es... eran... parientes míos. Kirk... él era mi pariente. - Les aclaró con una triste sonrisa.


   - Comprendo. - El vulcano levantó su mano separando los dedos corazón y anular. - Larga y próspera vida, señor. - Le saludó formalmente.


   - Dif-tor heh smusma! - Respondió de igual modo Jim, usando la lengua vulcana.


 


          Se fue caminando hasta la impresionante mansión de Sarek, recorrer aquel sendero le trajo a la memoria los recuerdos de su boda en el Nuevo Monte Seleya. Entonces hizo aquel camino descalzo, vestido solamente con la túnica blanca nupcial, unido a la mano de Spock en posición de ozh'esta. Cuando llegó a la casa vio a Carol en la puerta, le esperaba y no parecía nada contenta de verle.


   - ¡Por fin! ¿Dónde te habías metido, soldadito? - Le espetó sin más.


   - Hola, Carol. - Sonrió con gesto torcido. - Yo también te echaba de menos.


   - ¿Qué es esa tontería de llevarte a mi novio a Rómulo? ¿La Flota se ha vuelto loca? - Inquirió poniéndose en jarras.


   - Querida, pertenezco al cuerpo diplomático... Es mi trabajo. - St. John asomó al oír los gritos de su pareja. - Hola, Jim. Me alegro de verte. - Se acercó y le estrechó la mano.


   - ¿Estás listo? - El rubio deseaba largarse de allí cuanto antes, no soportaba la presencia de la madre de su hijo y menos cuando se ponía con esa actitud tan agresiva.


   - El servicio ha preparado el almuerzo, comamos y nos iremos, ¿te parece? - Le sonrió invitándole a entrar.


   - No has contestado, Jim. - Insistió la rubia bastante enojada. - ¿Qué es lo que vais a hacer en Rómulo los dos solos? ¿Por qué los militares no envían toda una nave estelar para proteger a su Kevet-dutar? *(Embajador, en vulcano)


   - Querida, ya te lo he explicado. - St. John la tomó de la cintura metiéndola en casa. - T'rak es la nueva Procónsul, firmará la anexión de su Imperio a la Federación Unida de Planetas. ¿Qué pensarían los romulanos si apareciésemos por allí armados hasta los dientes?


   - No me fío. Esa gente podría hacerte daño, mi amor... - La rubia le acarició la mejilla, estaba terriblemente preocupada por su amante.


   - ¡Por eso le acompaño yo! - Exclamó Jim soltando una breve carcajada.


   - ¡Ah, claro! - Carol se apartó de su pareja y volvió a enfrentarse al padre de su hijo. - ¡Tú, el todopoderoso James Kirk! ¿Sigues con tu complejo de héroe?


   - Basta, cariño. - El diplomático intentó que Carol bajase el tono. - Sé buena anfitriona y encarga que sirvan el almuerzo.


 


       Carol caminó haciendo resonar sus tacones hacia el atrio, donde habló con una de sus sirvientes. Jim sacudió la cabeza, pensando que el tiempo previo a embarcar junto al diplomático, rumbo a Rómulo, serían las horas más largas de su vida.


 


           La comida era deliciosa, al capitán le agradó volver a disfrutar de los sabores del mundo de su esposo. Carol no probó bocado, limitándose a mirar de reojo al rubio sin decir palabra.


   - Querida, podemos hablar civilizadamente. - St. John posó su mano sobre la pierna de su amada para acariciarle el muslo.


   - Lo intentaré. - Musitó ella con una sonrisa dirigida a su pareja. - Quiero que tengas mucho cuidado, Rómulo es un lugar peligroso. Y no te creas que por viajar con este soldadito estás a salvo, ya resucitó una vez... ha cubierto el cupo.


   - ¿Por qué me detestas, Carol? ¿Por qué sigues odiándome? - Jim soltó los cubiertos sobre la mesa con enojo. - Han pasado casi dieciocho años y tú...


   - Porque sigues siendo el mismo imbécil de siempre. - Respondió Carol sin levantar la voz. - No quisiste decirme lo de Pavel y los Kazon, tuve que enterarme por él... - Señaló a su novio con un gesto de su cabeza sin apartar los ardientes ojos azules de la mirada de Jim. - Afortunadamente todo salió bien pero... tú no me dijiste nada a pesar de que te pregunté directamente por mi amigo. Sigues creyendo que puedes arreglarlo todo tú sólo, que puedes solucionar cualquier problema, salir airoso de cualquier situación... Te crees invencible, Jim... y no lo eres. No eres más que un crío jugando a los soldaditos.


   - Tienes razón. - El capitán dejó la servilleta junto al plato y extendió su mano hacia el otro lado de la mesa, acercándola a la de Carol. - Es cierto. Soy un maldito imbécil. Debí contarte lo que pasaba en el Enterprise y preocuparte a cientos de miles de parsecs de distancia, hacerte tener pesadillas y sentir la impotencia de no poder ayudar a la gente que te importa porque están demasiado lejos... Sí, soy un crío, un soldadito con complejo de héroe como tú dices... que se siente responsable de la vida de todo el mundo y que cree que puede mantenerlos sanos y salvos a todos, un imbécil que nunca se rinde ni ante los peores escenarios, un idiota capaz de sacrificar su propia vida para salvar a su tripulación. ¿Me perdonas? ¿Eres capaz de mostrar clemencia?


       Carol abrió los ojos como platos, la mano de Jim estaba rozando la suya.


   - Ya te dije mi amor que Jim no quiso contarte nada para que no sufrieras... - St. John no pudo evitar echarse a reír. La cínica disculpa del capitán Kirk no había hecho otra cosa que lanzar la pelota sobre el tejado de su preciosa rubia. - Vamos, respóndele. ¿Le perdonas?


   - No. - Contestó con la boca pequeña y apretando la mano de Jim. Poco a poco sonrió, dejando a los dos hombres sin palabras ante la belleza de su gesto. - Cuida de mi hombre, Jim... y cuídate tú también.


   - Tranquila, todo irá bien. - Recordó las palabras del Almirante Kirk. - Confío en T'rak y en Aznabur.


   - ¿En quién? - Preguntó Carol con cara de extrañeza.


   - La Canciller klingon, está en Rómulo también... - Se explicó el rubio.


   - ¡Ah! Azetbur... - St. John sonrió. - Me temo que no pronuncias correctamente su nombre, Jim.


 


          Los tres se echaron a reír, el resto de la comida transcurrió en paz. Jim se sorprendió al ver que Carol estaba al corriente de los progresos de David en la academia, al parecer Spock la mantenía informada de todo. A los postres la rubia se levantó para servir a los dos hombres una taza de mocha recién hecho. La vulcana que le trajo la cafetera humeante esperó a que su señora le susurrase algo al oído.


   - Traduce para mí lo que pone en la pulsera del capitán Kirk, te lo suplico Shin'Ichi. - Le solicitó a su empleada de confianza. - Y sé discreta, por favor.


    La sirviente retiró los platos de la mesa fijándose en la muñeca izquierda del hombre rubio invitado a la casa de sus señores. Luego se detuvo junto a Carol y musitó unas palabras a su oído.


   - ¡No! ¿En serio? - La rubia se rió entre dientes. - Gracias Shin'Ichi. Puedes retirarte.


   - Con leche y azúcar, por favor. - Le pidió Jim cuando Carol se acercó a ponerle el café.


   - Recuerdo perfectamente cómo te gusta, compañero... maestro en la pasión y el amor. - Bromeó mirando su pulsera.


   - ¿Qué... esto? - El rubio se sonrojó levemente mostrando la joya de plata. - Bueno, es un regalo de Spock.


   - Recuerdo que tu pulsera nupcial de cuero se rompió justo antes de que bajaseis al planeta del centro de la Galaxia. - Dijo St. John. - Pobre McCoy, se afligió tanto con aquello...


   - Bones... - Jim sonrió al decir su nombre, - ...ahora tiene una exactamente igual a esta.


       Carol y St. John le miraron y le devolvieron la sonrisa, reconociendo en la cara de Jim la felicidad que compartía con Spock y el médico, la misma de la que ellos disfrutaban en Nuevo Vulcano.


 

Notas finales:

Gracias por leer, gracias por comentar.

Dejo imagen de los dos Kirk cara a cara en esa ensoñación que Jim tuvo en el jardín.

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