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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Spock y Jim, tan diferentes, tan enamorados... tan unidos. Todo tan dulce...

Este capítulo contiene fragmentos del tema Safe and Sound del grupo Capital Cities.

 El pastel de boda




                                                                                           Ante la imponente casa de Sarek, Jim se sintió como un pobre peregrino bajorano: descalzo y completamente desnudo bajo la túnica blanca. Unos sirvientes de Sarek les abrieron las puertas y saludaron al joven señor con reverencias rituales, manos unidas a la altura de la cara y agachando la cabeza. Spock no se inclinó en respuesta. Caminó erguido entre el servicio seguido de cerca por su, a cada paso, más aturdido esposo. Jim no tenía ni idea de la alta posición de Spock. Cuando le conoció en la Academia le pareció algo estirado, pero lo achacó a la idiosincrasia vulcana. Tal vez no fuera sólo por eso.

    Ahora Jim contemplaba asombrado la entrada de la mansión, que le pareció más impresionante conforme se iban adentrando en ella; con aquellas enormes lámparas colgando de los altísimos techos, las estatuas de mármol y de bronce en casi cada esquina, las columnatas, la sensacional escalera, los salones que atisbaba tras las puertas entornadas, los magníficos suelos cuyos pies desnudos sentían el placer de pisar...
- ¿Me he casado con una especie de príncipe? - Le susurró a su espalda.
    Spock se giró y le tomó en ozh'esta mostrándole una leve sonrisa.
- En Vulcano no hay realeza... - Le aclaró. – Pero mis antepasados siempre tuvieron especial relevancia en la sociedad de mi pueblo.

     Jim hizo una mueca de asombro y así alcanzaron el atrio, donde todos parecían llevar horas esperándoles.

        El almirante Kirk y el embajador Spock se levantaron sonriendo al ver llegar a unos radiantes Jim y Spock. Los demás hicieron lo mismo, aunque Chekov y Sulu a duras penas, pues sus cabezas latían al menor movimiento.

    Los recién casados recibieron una cálida bienvenida por parte de sus compañeros, la cual incluyó besos de Christine y Nyota; apretones de manos del embajador Spock, Sulu y Chekov; un gran abrazo de oso por parte de Scott y otro del almirante. Bones tomó las manos de ambos y simplemente les mostró una abierta y cálida sonrisa.

    Sarek caminó hasta estar frente a los dos. Escrutándoles con una mirada sosegada observó que todo había ido bien. Su hijo volvía a tener el dominio de la lógica en su mente y el joven capitán Kirk parecía cambiado. Realizó con su mano derecha alzada el saludo vulcano y les deseó de corazón una larga y próspera vida juntos.

- Bueno, ya va siendo hora de que repartáis vuestro tufeen hushani, ¿no os parece? – Dijo el almirante entre risas señalando el pastel de bodas.

    Spock cogió la mano de su esposo y acercándose a la mesa tomó un cuchillo. Le mostró a Jim cómo debían sujetarlo juntos para partir entre ambos el pastel nupcial. Jim reconoció que aquello debía ser parte de alguna clase de ritual y se dejó conducir con una boba sonrisa en la cara.

    Al trocear la tarta, las mangas de la túnica de Jim se escurrieron por su antebrazo dejando a la vista sus muñecas. La observadora Christine pudo distinguir unas extrañas marcas en donde se articulan las manos con los antebrazos. Al almirante Kirk le llamó la atención su mirada fijada en los brazos de Jim y descubrió también las señales: rozaduras, probablemente por las esposas... Se ruborizó al reconocer los estigmas y le sorprendió verlos sobre el cuerpo de Jim en lugar de en el de Spock. Las cosas debían ser diferentes entre ellos en la cama, en su caso era el almirante quien solía ponérselas a su amante.

- Una vez troceado el pastel hemos de ofrecer un trozo a cada uno de nuestros amigos y familiares. - Explicaba Spock. - Y Jim, no debemos tocar el alimento con las manos, eso sería...
- Sí, ya lo sé. ¡Eso no se hace! - Replicó como un niño pequeño. - Pero hemos cortado doce porciones y somos once...
- Bueno, así uno tendrá ración doble... - Bromeó Scott relamiéndose, sin ocultar la esperanza de ser él el afortunado.
    
    Empezaron el reparto por Sarek. Debían colocar el pedazo con cuidado sobre el plato sosteniéndolo con unos largos cubiertos de plata y entre los dos entregárselo en mano al destinatario con cuidado de no rozar la porción en ningún momento.

    Todos aquellos complejos movimientos y equilibrios le hacían gracia a Jim y su esposo admiraba maravillado aquella sonrisa tan brillante como el sol.

    Luego siguieron el embajador Spock y el almirante Kirk. Después las señoras: Nyota y Christine. Ahora Scott, quien suspiró por recibir solamente un trozo. Sulu y Checov sonrieron con una ligera reverencia al recibir su parte. Bones les dio las gracias con afecto cuando fue su turno.

    Tres pedazos quedaban sobre la bandeja. Jim pensó que habían terminado pero Spock le dio a entender que debían ofrecerse un trozo el uno al otro. Él mismo colocó el pedazo para su sa-telsu sobre el plato y se lo ofreció. Jim no pudo evitar probarlo de inmediato: ¡hasta el momento nadie había dado ni un bocado! Estaba seguro de haber metido la pata por cómo Spock le estaba mirando, pero tenía tanta hambre...

- T'hy'la... - Suspiró Spock con paciencia.
- ¿Qué? ¡Está buenísimo! Muchas gracias Sarek...
- No he sido yo quien se ha ocupado de vuestro tufeen hushani. El almirante Kirk es quien lo ha preparado.
- ¿Usted mismo? - Preguntó con la boca llena. - Mmm, pues gracias, está delicioso...

    Jim vio que Spock no solamente no comía, cuando los demás ya habían empezado a hacerlo, sino que además mantenía su ojos negros fijos en los suyos. ¿Estaba irritado? Y no se le ocurrió otra cosa que tomar el trozo que sobraba sobre la bandeja con la mano y acercarlo a la boca de su marido.

- Está buenísimo, mi amor... Vamos, ¡abre esa boquita!

    El color de la cara de Spock pasó en segundos del verde oliva al verde bosque. ¿Qué haces, Jim? Mi padre está mirando, pensó. Aún así, con los ojos clavados en aquella limpia mirada azul, abrió poco a poco la boca y permitió que su esposo introdujera en ella el alimento hasta rozarle los labios con los dedos... y la sensación fue más dulce y deliciosa que el propio pastel.

- Tu madre solía hacerme lo mismo. – Comentó Sarek.
- Algunas costumbres humanas, como la de dar de comer al ser amado con las manos, resultan extremadamente agradables... - Apostilló el embajador Spock.
    
    Uhura no pudo evitar dejar escapar una risa contagiosa y todos, humanos y vulcanos, rieron. Todos excepto Jim y Spock. Se habían quedado perdidos el uno en la mirada del otro. No hacía falta ser tan perspicaz como la enfermera Chapel para adivinar que estaban en plena fusión mental.


- Puedo animarte cuando lo necesites... Puedo enseñarte lo que quieras ver, llevarte a donde quieras estar, Spock.
- Podrías ser mi amuleto de la suerte. Aunque el cielo se derrumbe tú y yo permaneceremos sanos y salvos. Mientras estemos juntos no habrá nada que pueda hacernos daño.
- Yo llenaré tu copa, sabes que mi río no se va a secar. Aún apreciamos este mundo.
- Podría demostrarte mi amor en una ola de misterio y aún estarías a mi lado, Jim.
    
    El momento, mágico de alguna manera, se vio bruscamente interrumpido por el sonido del intercomunicador de McCoy. Desde el Enterprise le consultaban si los pacientes se hallaban ya restablecidos. McCoy respondió desganado que ya no existía peligro de contagio de la gripe thelusiana. La inusual expedición tenía que partir hacia sus obligaciones. El oficial al mando informó que la Flota les había encomendado una nueva misión. Era hora de volver al trabajo.

Notas finales:

Gracias por leer. Y por comentar.


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