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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

La joven alférez Amanda Kirk, piloto de guerra de la Flota Estelar, adquirió fama de cazadora de renegados: nunca hacía prisioneros.


En la Tierra, a cientos de miles de parsecs de distancia, su hijo Anton estaba a punto de echar su primer diente.


La criatura imposible de Khan se había convertido en la Némesis de los dioses, repartiendo la justicia por su propia mano, vengándose de aquellos que con sus atentados, sus bombas y sus secuestros, pretendían hacer daño a los suyos.

 

La cazadora

 

 

«No hay cacería como la cacería humana y a aquellos que han cazado hombres armados durante bastante tiempo y han disfrutado, no vuelve a importarles nada más.»

- Ernest Hemingway -

 

 

                                                                                Demora no podía dormir. En realidad nadie en la casa hubiera podido pegar ojo con los berridos constantes de Anton aquella noche. El bebé no dejaba de llorar, quejándose del terrible dolor sin que ninguno de los tres pudiera consolarlo.

   - ¡Pobressito mi niño...! - Susurraba Pavel acunándolo. - Debe ser horrible, ¿verdad?

   - Cuando salen los dientes se rompe la encía desde dentro, imagínate... - Sulu buscaba la pomada que Bones les había dado. Abrió el tarro y se impregnó un dedo para dárselo a chupar al pequeño. - Esto le calmará.

   - ¿Por cuánto tiempo? - Khan sabía que no tardaría en volver a escuchar el llanto. - Deberíamos turnarnos para dormir.

   - Pues vete a la cama, Sulu y yo nos quedaremos con Anton. - Le respondió Pavel.

      El moreno salió al pasillo y se encontró con la hija de su amante que le miraba con cara de sueño, vestida con su camisón blanco y descalza.

   - Tú tampoco puedes dormir, ¿no? - La niña asintió en silencio. - Ven conmigo...

      Khan la tomó en brazos y se la llevó fuera, a la calle.

  - ¿Dónde vamos? - Preguntó Demora.

   - A casa de Jim. Allí no escucharemos a tu hermanito...

      En el silencio de la noche Khan se coló en la casa de su suegro y subió las escaleras hasta el primer piso. Cuando pasaba con la niña en brazos por delante del dormitorio de sus amigos la puerta se abrió y Spock asomó con el pelo revuelto y un fáser en la mano.

   - ¡Ah! Eres tú... - Los pasos le habían despertado. - ¿Dónde vais? ¿Qué pasa?

   - Anton no deja de llorar... - Contestó Demora.

   - Le están saliendo los dientes, Spock. - Añadió Khan. - ¡Allí no hay quien duerma!

   - Comprendo. El cuarto de Amy y el de David están a vuestra disposición.

   - Gracias, suegro. - El sobrehumano le mostró brevemente sus hoyuelos guiñándole un ojo.

      Spock sonrió y volvió a encerrarse en su habitación. A Demora le sorprendió el dormitorio de Amy, los ojos se le fueron a la estantería donde guardaba todos los extraños regalos que Sarek le había hecho cada vez que regresaba de alguno de sus viajes.

   - Tú dormirás aquí. - Khan la metió en la cama y le dio un beso en la frente. - Buenas noches, cielo.

   - Espera... - Demora le echó las manitas al cuello. - Quédate conmigo, me da miedo...

   - ¿Miedo? ¡Una Sulu no puede tener miedo! Además, estaré ahí al lado... Jim, Spock y Bones también. ¿Qué es lo que te asusta, cariño?

      La pequeña hizo un puchero y le miró con ojitos de cordero degollado.

   - Nunca he dormido aquí. Por favor, quédate conmigo... - Le suplicó.

   - Está bien. Hazme un sitio.

     Khan se echó a su lado y la abrazó hasta que ambos se quedaron dormidos. Al menos aquella noche podrían descansar.

 

 

                                  Pavel le dejó el bebé a Sulu y se fue a la cama. Le extrañó no encontrar allí a su novio pero pensó que se habría ido a casa de Jim para poder dormir. En realidad Khan tenía razón. La pomada anestésica no duró demasiado y Anton volvió a berrear en un par de horas.

   - Mi pequeña rosa blanca... no llores más... tranquilo... - Sulu lo mecía en brazos, paseando por la planta de abajo entre la cocina y el salón. - ¿Quieres un poquito de manzanilla?

     Como pudo preparó una infusión para el bebé, las propiedades antiinflamatorias de la hierba harían que se calmase el dolor. Sulu sonreía con dulzura mientras le daba el biberón con la manzanilla. Anton le miraba con sus enormes ojos aguamarina, una manita le acariciaba la cara al japonés mientras chupaba sin parar de la tetina.

   - Te gusta... está calentita y te calma, ¿verdad? - Le hablaba en susurros, sin dejar de sonreír. - Esto se te pasará pronto, tendrás tus dientes y serán preciosos y perfectos, como todo en ti. ¿Te he dicho ya hoy lo mucho que te quiero?

 

     El bebé se terminó la infusión y Sulu lo incorporó un poco para quitarle los gases. Echándolo sobre su hombro empezó a darle los golpecitos en la espalda.

   - Te quiero... mi pequeña rosa. - Murmuraba besándolo en el cuello.

   - A vesses siento selos de él... - Sonó una voz a su espalda.

     Pavel había bajado a la cocina intrigado por saber cómo su amigo había conseguido que Anton se callara. Viéndole tan mimoso con su hijo se le llenó el corazón de amor por él. Lo agarró de la cintura y le besó. El bebé les miraba a los dos totalmente embobado.

   - Tú serás su pequeña rosa pero yo soy su rosa, la primera... - Bromeó Pavel volviendo a besar a su amante. - Moy drug... Ya tebya lyublyu! *(amigo mío, te quiero)

   - Vamos a dormir... - Sulu susurró más débilmente aún. - Creo que se está quedando frito. - Miró al bebé en sus brazos, había cerrado los ojos con cara de estar tan a gusto allí.

      Pavel y Sulu le hicieron un hueco a Anton entre los dos en la cama. El niño dormía a pierna suelta. Por fin algo de silencio en la casa. El ruso sonrió a su amante que no dejaba de acariciar la barriguita del bebé.

   - Me perdí todo esto con Demora. - Musitó el japonés. - Es la mejor etapa, verles crecer tan deprisa... Parece que fue ayer cuando la enfermera me lo dejó entre los brazos en el hospital.

   - Ahora tienes la oportunidad de estar con tus hijos. - Le sonrió.

   - Mi hija, Pavel. - Le corrigió Sulu.

   - Anton también es tuyo, moy drug. Y no te atrevas a desir que no... - Pavel le tiró del flequillo y le sacó la lengua. - Buenas noches, Hikaru. Te quiero...

   - Y yo a ti, rosa mía.

 

 

                                                                Amy pilotaba la Chekov como nadie más podría hacerlo, Pavel diseñó la nave especialmente para ella. El ruso la conocía bien, sabía cómo pensaba y distribuyó los mandos del aparato para que le fuera algo natural manejarlo. No se le escaparían las dos Scimitar que habían atacado a la Olympia volando a su alrededor como molestos mosquitos sin dejar de disparar al crucero científico. El capitán le ordenó salir y David la acompañó al hangar.

   - Ten mucho cuidado, hermana. - La abrazó y besó su mejilla antes de dejarla ir.

   - Tranquilo, estoy preparada. Acabaré con esos renegados. - Contestó caminando con decisión hacia su nave.

      Su mirada azul se tornó furiosa. El odio que sentía por los romulanos rebeldes se apoderó de ella. Subió a la Chekov y salió al espacio para darles caza.

      David regresó al puente de mando donde el piloto y el artillero dieron cobertura a Amy hasta que ella pudo posicionarse y disparar contra el enemigo. Las Scimitar intentaron huir, viraron bruscamente y salieron de la zona de seguridad de la Olympia. Amy les persiguió.

   - ¡No... deja que se vayan! - Gritó David viendo la maniobra de su hermana por el monitor principal.

   - La alférez Kirk tiene la misión de acabar con todos los rebeldes que nos ataquen, teniente Marcus. - Le habló con severidad el teniente Quiroly desde su puesto de navegante.

   - Pero ahí fuera estará sola... - El rubio no podía dejar de sentir miedo por el bienestar de su hermana.

   - Tranquilo, es la mejor piloto de la Flota y esa nave, la Chekov, el mejor caza que tenemos. - Le dijo el capitán.

      Steve Nichols, capitán de la USS Olympia, confiaba en las capacidades de Amy y su nave. Palmeó el brazo de David con confianza, transmitiéndole su certeza en que todo terminaría bien. Amy se perdió lejos de sus escaners, empeñada en acabar con los romulanos los siguió hasta adentrarse profundamente en el cuadrante Delta.

   - ¡Por todos los dioses que no os dejaré con vida! - Gritaba a solas en su nave, llena de ira.

      Las dos Scimitar buscaron refugio en Remo, donde aterrizaron lejos de cualquier parte, forzados a ello por los certeros disparos de Amy que inutilizó sus motores.

   - ¡Ya sois míos! - Exclamó siguiéndolos y entrando en la atmósfera del planeta.

      La joven piloto salió de su caza y corrió, fáser en mano, hacia las dos naves enemigas. De su interior salieron dos romulanos armados apuntándola y disparando sin tregua. Amy saltó unos cinco metros y se posó con estruendo sobre la cubierta de una de las Scimitar. Los enemigos la miraron estupefactos, ¿cómo una vulcana había hecho algo así?

    No tardó en acorralarlos, dejándolos sin munición con el continuo fuego sobre ellos. Los dos rebeldes trataron de huir a la carrera, buscando refugio entre unas rocas cercanas.

   - ¡Esa maldita mujer! - Protestó uno de los rebeldes. - ¿A qué viene esta cacería? ¿Por qué este empeño?

   - No nos dejará con vida... ¡Es Amy Kirk! - Le advirtió a su compañero. - ¡Nunca hace prisioneros!

 

      Y así era. Amanda Kirk, piloto de la Flota Estelar, cazadora de rebeldes y renegados, jamás dejaba escapar a ninguno... con vida. Los romulanos se separaron para aumentar sus escasas posibilidades de sobrevivir. Amy tardó menos de una hora en encontrarlos. Primero uno, después el otro. Sintió una gran satisfacción al acabar con ellos. Al primero le partió el cuello con un indolente gesto de su mano. Al otro lo apuñaló; tuvo que hacerlo, pues el enemigo había sacado su cuchillo e intentó matarla a ella.

 

         Cuando David recibió a su hermana en el hangar de la Olympia y vio su jersey rojo manchado con la sangre verde se asustó.

   - ¿Estás bien? - Le preguntó palpándola. - ¡Claire! - Llamó a la oficial médico.

   - No es mía, David... la sangre... - Amy le sonrió con su boca torcida. - Esos romulanos no volverán a molestarnos. ¡Uno acabó mirando hacia donde no se puede volver la cabeza y el otro con un agujero enorme en sus tripas!

     La joven alférez se echó a reír a carcajadas. Estaba orgullosa de lo que había hecho con los enemigos.

   - ¿No has podido tomar prisioneros? - Le preguntó David, aquella risa tan cruel en su hermana no le gustó nada.

   - Nunca lo hago... ¿para qué? - Le respondió apartándolo con la mano.

   - Pues para interrogarles, ¿no? - David miró a su capitán que acababa de llegar al hangar.

   - No hablarían, se hubieran dado muerte a sí mismos antes de que les sacásemos nada. - Contestó Steve. Saludó militarmente a Amy y la dejó pasar a su lado.

   - Eso no lo sabes... - David la siguió por la galería. - ¡Tú misma podrías haber sondeado sus mentes con tu telepatía vulcana! - Le gritó irritado.

   - No hubiera servido de mucho... Lo poco que queda del Tal'Shiar está organizado de tal modo que la mano derecha no sabe donde está la mano izquierda. Trabajan en células de a dos, no conocen a sus superiores, las órdenes les llegan con mensajes cifrados y de forma anónima. Es imposible que...

   - ¡Por humanidad! - Chilló al fin David. - Aunque solamente fuera por eso, no debiste matarlos...

      La piloto se detuvo en seco y se giró para mirar a su hermano a los ojos. Con un cinismo salvaje le contestó.

   - ¡No soy humana! Soy un cuarto vulcana, soy una criatura imposible, soy una creación de los dioses, su Némesis... *(diosa de la venganza y la justicia retributiva) – Amy alzó la voz, estaba tan cerca de la cara de David que le escupió la saliva al hablar. - ¿Por qué iba a mostrar clemencia? ¡Ellos no lo hacen!

      Dando media vuelta corrió hacia el turboascensor. Quería subir a su camarote para quitarse aquellas ropas y darse una ducha caliente. Steve detuvo a David sujetándolo del brazo, negando con la cabeza le dio a entender que no la siguiera. Era mejor dejarla sola en aquellos momentos.

 

Notas finales:

Gracias por leer, por comentar y por seguir ahí hasta el final.


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