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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

El incesto es un impulso básico de la psique humana. Históricamente el enfrentamiento entre individuos que pertenecen al mismo grupo familiar dio lugar a una aversión cultural, no por el tipo de relación que constituye en sí, sino por la agresividad y las muertes que éste ocasiona dentro del propio grupo.


Una gran parte de las culturas comparten un aborrecimiento psicológico desarrollado hacia la práctica de relaciones sexuales entre los miembros de una misma familia, ya vinculados por una relación previa de parentesco. Hermano, hermana, primos, antes que amantes o pareja. Alterar las normas de conducta y la dinámica de equipo cohesiva entre esos individuos con unos nuevos lazos de afecto y los consiguientes celos, traía normalmente reacciones violentas y descontroladas. Como ejemplo tenemos el mito de Edipo, quien mató a su padre y acabó desposando a su propia madre, Yocasta.

 

Tabú

 

 

                                                                       David recibió a Peter en la Olympia igual que hiciera con su hermana: abrazándolo y arrastrándolo a su camarote sin darle opción a otra cosa.

   - Espera, he de presentarme al capitán... - Trató el pelirrojo de detenerle.

   - ¡Nichols ya te conoce!

   - Me refiero a que tengo que ir al puente... - Se echó a reír con aquella salida de su primo.

   - Ya irás luego, quiero que veas algo.

   - ¿De qué se trata? David... - Le dijo seriamente. - Espero que tengas claro que no va a pasar nada entre tú y yo mientras esté aquí.

   - ¡Oh, comandante Kirk...! - Bromeó. - ¡No me diga usted eso!

   - Aquello no estuvo bien y lo sabes. - Susurró en la galería, no quería que nadie les oyera. - No volverá a repetirse.

   - ¿Ni siquiera con una nueva variante? - Le preguntó el rubio con su pícara y retorcida sonrisa.

        La puerta del camarote del teniente Marcus se cerró a su espalda. Su primo Peter había enmudecido. La “nueva variante” les esperaba a los dos vestida con solo una negligee negra transparente que dejaba a la vista todos sus encantos. El sostén de encaje asomaba en su redondeado escote, las piernas largas dobladas sobre la cama, los brazos apoyados en ella, insinuándose a los dos. Su boca estaba deseando ser besada, lo pedía a gritos sin decir nada... con la mirada fogosa en sus divinos ojos azules.

   - ¡Amy! - A Peter se le cayó el alma a los pies. - ¿Qué estás haciendo aquí... así? - Nunca la había mirado antes como ahora, como a la sensual y deseable mujer que era.

   - David tiene una teoría, Peter. - Le dijo la joven con su voz más grave y seductora. - Siéntate a mi lado y te la explicaré.

     El pelirrojo sintió las manos de David empujándolo hacia el lecho, hasta hacerle tomar asiento junto a Amy. Sin necesidad de mirarle supo que se estaba desnudando detrás de él.

   - ¿A qué viene esto? - Preguntó estupefacto. - ¿Qué es este jueguecito que os traéis?

   - Ningún juego, primo. - Amy le abrió la chaqueta de comandante y le besó en el cuello por debajo de la nuez. - Él fue mi primer chico... tú su primer hombre... ¡Yo seré tu primera mujer!

 

         Entre los dos hermanos le quitaron toda la ropa. No es que Peter no hubiera podido apartarles, defenderse, revolverse o negarse, es que no le salió hacerlo. Ya había tenido aquella sensación antes, en su apartamento de San Francisco, la noche en la que él y su esposo se acostaron con David por primera vez.

   - Nos arrepentiremos de esto... - Murmuró justo antes de que los jugosos labios de su prima le envolvieran la boca sellándola con su dulzura y su pasión.

   - Tal vez, Peter... - Admitió David colocándose detrás de él y admirando cómo su hermana se hacía con el control del miembro de su primo. - O tal vez éste sea el modo en el que los Kirk hacen las cosas...

   - ¿Qué quieres decir? ¡Mmm... Amy...! - El pelirrojo gemía de placer con las caricias de su prima allí abajo.

   - Somos descendientes de Apolo ¿no es cierto? - Respondió el chico con otra pregunta.

   - Los dioses se acuestan entre ellos, con su familia... primos, hermanos, medio hermanos... - Amy echaba la cabeza hacia atrás mientras hablaba, su primo le mordisqueaba ahora el hueco entre el esternón y el cuello; tímidamente descendía con los labios hacia sus pechos, buscando tener entre ellos uno de sus pezones. - Si para ellos es algo normal... ¿por qué no para nosotros?

   - Lámelo con cuidado, Peter... y estrújalo así, con tu mano... - Le enseñaba David, consciente de que su primo nunca habría tratado así ningún seno femenino. - ¿Lo ves? Eso le gusta...

   - ¡Creo que tú sabes bien lo que a ella le gusta...! - Peter se dejaba guiar las manos por las de David, acariciando ambos el cuerpo de Amy que acabó tendida bajo el suyo.

   - Ahora tienes que entrar ahí con tu lengua... - El rubio empujó la cabeza de Peter entre los muslos de su hermana. - Está salado, ya lo verás... pero también es una sensación muy dulce rozar con los labios el terciopelo de su sexo, los pliegues de su flor se abrirán para ti...

   - Es una locura... - Susurró Peter con la nariz ya húmeda por el contacto de su prima, extasiado con el aroma de su excitación. - Una maldita locura... ¡Y me encanta!

 

         La estirpe de Apolo se dejó llevar por la lujuria, entrelazando sus cuerpos desnudos con cálidas caricias y besos apasionados. Cuando Peter se adentró en aquel terreno desconocido para él sintió que así debía ser: Amy y no otra sería la primera, la última... la única mujer en su vida.

   - Peter... ¿no es maravilloso? Ahora somos uno solo los tres... ¡Somos Kirk! - Exclamó David tomándolo desde atrás, entrando en él hasta hacerse notar en su interior, allí donde el placer se esconde.

   - ¡Aaaaah primos...! - Gimió el pelirrojo. - ¡Sí... somos Kirk... hijos de Apolo!

 

       Ninguno de los tres se dio cuenta, estaban demasiado absortos y ensimismados experimentando y dando rienda suelta a sus libidos, cabalgando a lomos de los salvajes caballos negros que arrastran el alma hasta los límites de la locura: la fíbula con forma de trisquel que Amy trajera de la Pantheion se activó brillando un instante entre sus ropas sobre la cómoda; la joven siempre la llevaba consigo a modo de talismán.

 

      El rubio dios, padre de sus padres, escuchó sus jadeos y sus gemidos a través del transmisor. Supo de inmediato lo que ocurría y ordenó a su amante Cassandra que les transportase a bordo de la nave oscura.

   - Que nadie más se entere de esto, Cassie. - Le pidió entrando en el laberinto. - Mis hijos están algo confusos, voy a tener una charla con ellos ahora mismo.

 

         Amy fue la primera en darse cuenta de que ya no se hallaban en la Olympia. Reconoció la oscuridad del lugar y trató de separar a su primo y a su hermano, que, sin aliento, se recuperaban del orgasmo sobre ella.

   - Chicos... hemos sido abducidos. - Les advirtió la joven.

   - ¿Qué? ¿Cómo narices...? - Peter intentó levantarse. David seguía encima de él. - ¡Aparta!

   - ¡Aaah! - Gritó el rubio al sentir el empujón que le sacaba con brusquedad del interior de su primo.

   - Ssshhhh... Alguien se acerca... - Amy les hizo callar, había escuchado pasos.

   - No puedo... no estoy preparado para esto... - David se abrazó a Peter temblando de miedo ante la posibilidad de ver en persona a uno de los dioses.

   - ¡No te harán nada, hermano! - La morena se incorporó sentándose en el suelo delante de los dos hombres. - Yo no lo permitiría...

 

        Las pisadas de las sandalias doradas de Apolo se oían cada vez más cerca. El dios caminó con decisión hasta alcanzar el centro del laberinto donde encontró los cuerpos desnudos y sudorosos de sus descendientes.

   - ¡Hijos míos...! - Sonrió estirando sus brazos hacia ellos.

   - ¿Apolo? - David no podía creerlo. Aquel dios rubio de ojos azules tenía cierto aire de familia, se parecía bastante a su padre, Jim.

   - Bienvenidos a la Pantheion. - Se agachó para envolverlos a los tres entre sus brazos. - ¡Vamos! ¡No os quedéis así... y dadme un beso!

      Amy se echó a reír y le dio al dios lo que pedía. Peter después, luego David. Sin pudor alguno por su desnudez los tres se pusieron en pie.

   - Tú has sacado el color de los cabellos de Hécate... - Dijo Apolo acariciando la barba del pelirrojo. - Y tú, Amy... el negro azabache del pelo de Artemisa, mi hermana... aunque ambas son la misma, ¿sabéis?

   - ¿Por qué nos has traído aquí? - Preguntó David bastante nervioso.

   - Sé lo que habéis estado haciendo. - Ahora les miraba con un ligero reproche en su rostro. - Los mortales no deberíais jugar a ese juego.

   - ¿Quieres decir que hemos “pecado”? - Quiso saber Peter.

   - ¡No! - Apolo se carcajeó. - ¿Pecar? Hijo, esa palabra no entra en mi vocabulario...

   - Pero has dicho que no deberíamos... - Amy se ruborizó, una sombra verdosa le tiñó las mejillas.

   - Si bien es cierto que nosotros los dioses lo hacemos, tenéis que entender que para vosotros no es lo mismo. A ver si os lo explico... Se trata básicamente de una cuestión de tiempo.

 

         Los tres primos se sentaron en una especie de banco de piedra que rodeaba la pared de aquella pequeña habitación. Amy sintió que ya había estado allí antes, cuando no era más que un bebé; aquello era el centro del laberinto, donde Spock tuvo que dar muerte al minotauro. Miraban al dios atendiendo sus palabras, escuchando con todos los sentidos activos.

   - Yo mismo tomé a mi hermana gemela, Artemisa, hija de mi padre y de mi madre, cierto. - Admitió Apolo ante su descendencia. - Y Zeus, el padre de todos, nos castigó por aquello separándonos durante miles de años, colocándonos a cada uno en un dispar lugar de vuestra Galaxia.

   - ¡Vaya! - Exclamó Amy. - Entonces sí es pecado, ya que Zeus os castigó...

   - Lo hizo porque de nuestra unión podría haber salido un monstruo, querida mía, un ser imparable, todopoderoso, capaz de acabar con los dioses si se lo propusiera...

   - Entiendo. - Asintió Peter. - Zeus no consiente que os reproduzcáis entre vosotros, pero las relaciones... ¿sí las tolera?

   - Más o menos... ¡Eso siempre acaba en líos, querido! - El rubio dios se echó a reír. - Mi hermana y Ares, sin ir más lejos... Fueron amantes pero pelearon y las consecuencias fueron terribles para la humanidad.

   - ¿A dónde quieres ir a parar, Apolo? - David no comprendía qué tenían que ver los amoríos de los dioses con su propia historia.

   - Si a nosotros, dioses inmortales, que vivimos durante eones... nos cuesta perdonarnos el daño que nos hacemos... Si a pesar de nuestra divinidad cometemos errores, si como fruto de nuestras pasiones nos atacamos entre nosotros y hemos de vivir con ello eternamente... ¿qué no sería de vosotros, mis queridos hijos frágiles y mortales? Sabéis bien que si Jim, Spock o Bones se enteran de lo que habéis estado haciendo, sufrirán. Si tu esposo Alex... - miraba a Peter directamente a los ojos, - ...supiera lo de Amy, ¿no rompería contigo? ¿Es lo que queréis? ¿Hacer daño a los que os aman por esa locura del placer entre vosotros? De nuestros actos somos responsables, de sus consecuencias... normalmente acabamos siendo víctimas, o peor aún: verdugos. Pensadlo bien. ¿Merece la pena? El sexo solamente es eso... Sexo, un placer efímero que puede convertirse en una adicción que acabe por conducirnos a la destrucción.

   - Os lo dije... - Peter se puso en pie. - Esto no está bien, no deberíamos...

   - No volverá a repetirse. - Aseguró la joven.

   - ¡Amy! - David no estaba de acuerdo con su primo y su hermana. - Yo os quiero... y no querré nunca a nadie como a vosotros dos.

   - Cierto, muchacho... no querrás a nadie como a ellos pero... - intervino Apolo echándole una mano sobre el hombro, - ...un día te enamorarás y amarás a esa persona más que a tu hermana o a tu primo, más que a ti mismo, más que a nadie en el Universo. Te arrebatará el corazón y le querrás por toda la eternidad.

   - Enamorarme... - David dudaba de aquello. No se sentía capaz de algo tan grande.

   - Sí, primo. - Peter le acarició la mejilla. - Ya lo verás. Un día conocerás a la persona adecuada y te enamorarás. Él... o ella, lo será todo para ti.

   - Y ¿no podré compartirlo con vosotros? - Insistía el joven.

   - Ciertos tabúes están ahí para protegeros, humanos. - Aclaró Apolo, su mirada compresiva y su tierna sonrisa les reconfortó. - Hermano y hermana, primos... No está bien, esa clase de amor no trae nada bueno. Podría rogarle a mi padre que presionase a las Moiras para haceros olvidar lo que ha pasado. Aunque algo me dice que si no lo recordaseis volveríais a repetirlo. Así pues dejaré que vosotros mismos decidáis, sois adultos y como tal voy a trataros.

   - Luego respetarás nuestras decisiones... - Quiso asegurarse David.

   - Por supuesto, hijo mío. - Respondió el dios, adivinando en la boca torcida de su descendiente que probablemente acabaría repitiendo sus propios errores.

 

               Apolo les dejó marchar, no sin antes darles un fuerte abrazo a cada uno de los tres. Ya en la Olympia, Peter se despidió de sus primos y fue al despacho del capitán a presentarse ante Nichols. El pelirrojo tenía mucho trabajo que hacer en Remo y estaba deseando zambullirse en su tarea para olvidar lo que había pasado.

         Alex era su único y verdadero amor. Cuanto antes recuperasen el planeta gemelo de Rómulo para la Federación, antes regresaría a casa a su lado. Se encontraban inscritos en una lista de espera para adoptar, tarde o temprano se convertirían en padres. Formar una familia junto a su marido era lo que más deseaba en el mundo, mucho más que esa locura de pasión con sus primos. No volver a tenerles no sería ningún sacrificio para él.

 

               Amy aceptó de buena gana las explicaciones de Apolo; aquellas relaciones no traerían nada bueno a su familia. Si sus padres se enteraban, no lo entenderían; sería muy doloroso para todos. Aunque vivían en una sociedad abierta, tolerante y amplia de miras, arrastraban el tabú del incesto desde tiempos inmemoriales.

         Tal vez la principal razón para que se considerase algo contrario a la moral fuera el hecho de evitar la endogamia, con el consecuente deterioro de la información genética a transmitir generación tras generación. Quizás no fuese un motivo suficiente, sobre todo teniendo en cuenta que ella no pensaba tener ningún hijo con su hermano o con su primo. Sin embargo el arraigo de aquella aversión era demasiado profundo en su cultura como para poder enfrentarse a ello.

 

               Para David iba a ser más complicado. La parte adictiva ya se había desencadenado en él. Ansiaba tener a su hermana y a su primo desnudos entre sus brazos, anhelaba el sabor de sus pieles y el olor del sudor de sus cuerpos y lo hacía por encima de cualquier cosa. Pensó que le iba a costar mucho sacar todas aquellas imágenes lujuriosas de su mente.

          Todo se arreglaría en cuanto se enamorase... le había dicho Apolo. ¿Y si no volvía a suceder? Una vez creyó estar enamorado pero Pavel no le correspondió, para él solamente era un niño: el hijo de su querido capitán Kirk, un muchacho del que debía cuidar hasta llevarle a su lado. Jamás dejó que el ruso viera aquel confuso sentimiento en su corazón, ¿para qué? Pavel ya le había confesado lo de Amy y cuando supo de la existencia de Khan tuvo claro que no podría amarle, no al futuro esposo de su hermana, no al amante del asesino de su abuelo. Dejó que aquellas emociones se perdieran en el pasado, enredadas con el tiempo entre las nuevas experiencias en la Tierra: Natalie, la mejor amiga de su hermana... Las dos, Amy y Natalie... Luego Max y Amy... Max, él era tan... ¡delicioso!

        Cuando se unió a sus primos se sintió bien, completo, comprendido, parte de algo. Y cuando recordaba a Amy y a Peter, los dos desnudos bajo su peso... Sí, a David iba a costarle mucho dejar todo eso atrás.

 

Notas finales:

Gracias por leer, por comentar y dejar constancia de que hay alguien ahí, al otro lado.

Dejo imagen de la "nueva variable" ¬_¬'

http://www.menzmag.com/wp-content/uploads/2012/07/Eva_Green_Hot.jpg

 


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