De vuelta a la normalidad
Los dos James T. Kirk se quedaron en silencio, mirándose fijamente a los ojos. Entendieron que venían de universos alternativos, que aunque eran la misma persona, sus vivencias, tan dispares, les habían hecho ser diferentes. De golpe estallaron en una carcajada. Estrecharon sus manos y acabaron dándose un fuerte abrazo.
- Jimmy, después de tantos años, Spock y yo ya lo hemos probado todo...
- Supongo que a nosotros nos quedan muchas cosas por probar.
- Ten cuidado con esas marcas, chico, no dejes que nadie las vea. Y no sólo con eso...
- No te preocupes... ¡no voy a ir por la nave besuqueándole!
- Me refería a otro asunto. Tendréis tantas misiones, viviréis situaciones complicadas, peligrosas... Debes controlar tus reacciones, Jim. Nunca olvides que eres el Capitán de la Enterprise, antes incluso que el esposo de Spock.
Jim frunció el ceño. ¿Capitán antes que marido? Eso iba a ser complicado, pero le dio al almirante su palabra de al menos intentarlo.
- ¿No hay nada más... digamos “importante”, que quieras contarme? - Le preguntó, aunque en realidad era una súplica. - Algo que deba saber.
Kirk volvió la vista hacia los vulcanos. Luego clavó sus ojos color avellana en los azules ojos de Jim mordiéndose el labio inferior.
- Sí, lo hay, pero Spock me ha prohibido revelarte nada. Solamente te diré que a veces de la oscuridad más profunda puede surgir la luz más cálida y brillante. - Dijo enigmático.
- ¿Es una metáfora vulcana?
- Es algo imposible... pero en ocasiones lo imposible se hace realidad. - Las lágrimas corrían ahora por sus mejillas. Apurado se las secó antes de que alguien más se diese cuenta.
El almirante era lo más parecido a un padre que él había conocido. Jim, conmovido, volvió a abrazarle. Por encima de su hombro vio cómo su esposo también recibía el abrazo del embajador Spock para después ser rodeado con fuerza por los brazos de su padre.
Aquello le llamó poderosamente la atención. Según Spock le había contado, Sarek no era un hombre muy dado a las demostraciones de afecto. Sintió en su mente la emoción contenida de su marido y sonrió ante su torpeza a la hora de colocar sus propios brazos rodeando la espalda de Sarek.
- ¡Exprésalo...! - Le envió con el pensamiento.
Acercándose pudo oírle decir a Sarek que le quería y recibir las mismas palabras como respuesta. El embajador Spock parecía impresionado. Él no había llegado a tanto con su propio padre en su Universo. El almirante se dio cuenta y tomándole por la cintura se pegó a su espalda hasta acariciarle el cuello con sus labios. Jim entendió que el vínculo también les permitía a ellos comunicarse sin palabras.
- Jim... - Le dijo Spock tratando de recomponerse tras abandonar la calidez del contacto de Sarek. - Es hora de irse.
El capitán accionó el comunicador y pronunció las acostumbradas palabras.
- Scotty... súbanos.
Sus moléculas empezaban a disolverse en un haz de luz azul brillante cuando el almirante Kirk se adelantó y les dijo unas palabras.
- Aunque a veces tratéis de ocultaros vuestros pensamientos recordad que siempre sabréis lo que el otro tiene en la cabeza...
El embajador Spock le agarró por los hombros. Kirk ya había dicho bastante. Sus jóvenes versiones desaparecieron de la superficie de Nuevo Vulcano.
Sus moléculas volvieron a materializarse sobre las circulares plataformas en la sala del transportador. Solamente Scott estaba allí para recibirles. Se saludaron con una ligera inclinación de sus cabezas.
- Spock, vamos al puente. Tenemos que ponernos al día.
- Antes deberían cambiarse, caballeros... ése no es precisamente el uniforme reglamentario. – Sugirió divertido el ingeniero.
- Tienes toda la razón Scotty. Pero ¿a que es un jersey monísimo? - Bromeó Jim.
- Desde luego, señor. Parecen ustedes mellizos... - Rió, ya que Spock llevaba puesto uno igual.
Jim esperaba a que Spock terminase de vestirse en su camarote, contiguo al suyo propio. Él solamente había tenido que ponerse una de sus camisetas marrones con los galones de capitán en la manga. Se entretenía contemplando su cuerpo, le parecía tan atractivo que no podía apartar la vista. Cuando Spock se subió los pantalones negros y luego se agachó a calzarse las botas sintió los ojos de su amado clavados en su trasero.
- Jim... - Musitó de espaldas.
- Tengo derecho a mirar ese culo cuanto quiera, ahora me pertenece...
Spock sonrió meneando levemente la cabeza.
- T'hy'la... ¿qué crees que habrá querido decir el almirante sobre eso de ocultarnos nuestros pensamientos?
- Ni idea, pero algo me dice que ya lo descubriremos.
Spock ya estaba listo, debían ir al puente de mando. Caminaron por la cubierta uno junto al otro hacia el turbo ascensor. El personal con el que se cruzaban les saludaba con total normalidad. Aparentemente nadie sospechaba de su nueva condición de esposos. Un suboficial de seguridad se detuvo a hablar con ellos.
- Me alegra que se encuentren bien, capitán... Señor Spock... La gripe thelusiana les afectó duramente. Antes de que el doctor McCoy les trasladase a Nuevo Vulcano pude verles por el pasillo, creo que tenían mucha fiebre. - Les dijo.
- Gracias, Johnson, sí... ya nos encontramos bien. Ha sido un brote bastante fuerte.
- Señores... - Saludó despidiéndose.
Se miraron el uno al otro al entrar al ascensor. Estaban a solas y Jim suspiró aliviado mientras que Spock levantó su ceja e inclinó la cabeza.
- Por cierto que Kirk también me dijo algo muy extraño. Ya sabes que tu otro yo es reacio a revelar nada de nuestro posible futuro...
Spock le miró asintiendo. Entendía y aprobaba la lógica del otro Spock sobre el asunto.
- El almirante se puso en plan misterioso y me dijo algo sobre la oscuridad...
El vulcano pulsó el botón para detener el turbo ascensor y le miró alarmado.
- ¿Qué te dijo exactamente, Jim? ¿Cuáles fueron sus palabras?
- No lo sé, cariño... ¿Qué pasa?
Spock se estremeció al recordar la pesadilla que había tenido justo cuando empezó a notar el ardor del Pon Farr, aquel mal sueño donde una oscuridad le arrebataba todo lo que más quería. Jim sintió sus pensamientos, su temor, e hizo un esfuerzo por hacer memoria.
- Me dijo que de la oscuridad puede surgir la luz, que a veces lo imposible se hace realidad... no recuerdo más pero puedes buscar sus palabras en mi cabeza, utiliza tu mano... - Le dijo tomándola y llevándosela a la cara, a los puntos de contacto telepático.
Spock entró en su mente. Pudo ver y oír la conversación que los dos Kirk habían mantenido... ¡al completo! Una sombra verdosa apareció sobre sus mejillas. ¿Habían estado hablando de sexo? Jim hubiera deseado ocultarle aquella parte, pero ya era tarde y aún no sabía cómo hacer algo así. Respecto a lo de la oscuridad y la luz, lo imposible hecho realidad y las lágrimas cayendo por las mejillas del almirante, Spock no sacó nada en claro. La sensación de inquietud y el miedo a perder a Jim adquirieron más fuerza.
- Yo tampoco lo entendí, mi amor. No sé si tendrá que ver con esa pesadilla tuya. Pero es perfectamente normal sentir miedo de perder a la persona amada. - Le dijo antes de fundirse en un abrazo con su marido.
El turbo ascensor estuvo detenido un buen rato más antes de volver a ponerse en marcha. Al entrar al puente fueron saludados formalmente por el personal. Todos parecían compinchados para ocultar que algo especial había sucedido en Nuevo Vulcano. Ni siquiera Uhura les sonrió como solía hacer. Aquello les dio seguridad y ocuparon sus puestos con total normalidad.
- Señor Sulu, informe del rumbo. - Dijo Jim sentándose en su silla y haciéndola girar un par de veces como era su costumbre.