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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Jim no gana para sustos con Spock... ¿Podrán solucionar todos sus problemas y regresar sanos y salvos al Enterprise?

Capítulo basado en el episodio La Manzana, de la serie original, escrito por  Max Ehrlich para la serie Star Trek, uno de mis favoritos.

 

Paraíso mortal: Parte II



                                                                            Jim estaba verdaderamente consternado, la situación se estaba volviendo por momentos otro Kobayashi Maru y esta vez no podía hacer trampa.

        McCoy estudiaba a los habitantes del planeta intrigado por su extrema longevidad y sus costumbres, supeditadas a los mandatos de aquel dios al que llamaban Vaal y obedecían ciegamente. De pronto recordó las caras de Jim y Spock cuando al llegar la expedición al poblado fueron recibidos con una calurosa bienvenida. El capitán y el primer oficial se miraban incómodos a los ojos mientras dos chicas nativas les colocaban guirnaldas de flores alrededor de los brazos.

        Nada más estar a solas con sus compañeros en el interior de la choza a la que fueron conducidos, ambos se quitaron las flores con hastío. Bones se preguntaba cómo debía ser para sus amigos mantener la compostura de oficiales de la Flota con todo lo que estaba sucediendo.

        El doctor descubrió, ya sin sorpresa, que Vaal había prohibido las relaciones amorosas entre la población, de tal modo que desconocían el significado de palabras como “niños”, “hijos”, “amor”...

        La asistente Marta Landon trató de definir ese sentimiento a los indígenas con la ayuda de Chekov, quien la tomaba por la cintura y le acariciaba el cuello con la mejilla... Jim y Spock escuchaban la explicación de la tripulante Landon mirándose el uno al otro y Bones hubiera jurado que sus mentes entraban de nuevo en una fusión que duró apenas unos segundos, hasta que, obviamente frustrados, apartaron sus miradas. Incluso Pavel notó su incomodidad, por eso procuró alejarse en compañía de Marta para satisfacer su deseo de besarla.

        Una joven pareja del lugar les espió mientras lo hacían y les imitaron a escondidas. La experiencia, completamente nueva para aquellas criaturas, les resultó muy agradable pero Vaal mostró su enfado con sonoros truenos: estaban desobedeciendo sus mandatos.


                    Al anochecer, en el interior de la choza, Marta deja ver su miedo y su furia contra aquel maldito planeta que ha acabado ya con la vida de tres de sus compañeros y, si Scott no lo remediaba, con el resto de la tripulación y la propia Enterprise... todos ardiendo en llamas al entrar en la atmósfera.

        Jim la tranquiliza aconsejándole que no pierda energía con algo que aún no ha sucedido. Por el tono de su voz, su pose de calma y sus palabras, a McCoy le pareció estar oyendo hablar a Spock en lugar de a su capitán. Chekov también se dio cuenta, aunque él se interesó más por Marta y trató de mitigar su nerviosismo con abrazos y caricias.
- Jim, este pueblo está claramente estancado. No hay ni habrá evolución posible mientras ese dios-máquina domine sus vidas. - Opinó McCoy airado.
- Como siempre doctor, está utilizando parámetros humanos para medir una civilización no humana. – Argumentó Spock en desacuerdo.

        Jim era testigo, una vez más, de una de sus discusiones.
- Pero debe reconocer que no ha habido ningún avance en cientos de años, Spock.
- Están sanos, parecen felices, viven en un paraíso donde su dios se ocupa de todas sus necesidades. Esta sociedad funciona, y tienen derecho a elegir cómo hacerlo.
- Caballeros, ¿podrían discutir de filosofía cuando la nave esté fuera de peligro? - atajó Jim.

        Pero McCoy no se rendía fácilmente.
- Están sanos, sí... pero podría ocurrir un accidente ¿qué pasaría si algún miembro del poblado muriese?
- Asistente Landon, ¿qué sucedería entonces? - Le preguntó su capitán.
- Eso desequilibraría a la población... tendrían que... ¿buscar un sustituto?
- ¡Engendrando a un hijo! - Exclamó Chekov de acuerdo con su rubia amiga.
- Pero si no sabrían ni cómo hacerlo... - Rió McCoy.

        Jim aprovechó la situación para poner en un aprieto a Spock pidiéndole que les explicase cómo podrían arreglárselas los nativos con algo tan complicado. Le divertía ver la expresión de su cara vulcana cuando se sentía violento o incómodo por algo, sobre todo si tenía relación con el sexo.

        Spock levantó sus cejas y titubeó antes de responder que Vaal les proporcionaría las instrucciones necesarias.
- ¿Una máquina? - Dijo McCoy con ironía. - ¡Eso es algo que me gustaría ver!

        Jim sabía que la burla iba dirigida a su esposo. Bones le llamaba robot a veces y antes había comparado su forma de pensar, fría y calculadora, con la del mismo Vaal. Pero en esas polémicas Jim prefería no tomar parte. Apreciaba a su mejor amigo tanto como amaba a su marido.


                Ignoraban que los nativos se habían organizado a las órdenes de Vaal que temía perder el control de su pueblo y que los hombres del poblado planeaban matar a todos los extranjeros al amanecer. Esa noche todos dormían excepto Jim y Spock. A solas conversaban sobre las contrarias opiniones que mantenían respecto a la situación: el capitán estaba de acuerdo con su médico en que la civilización debía progresar y su primer oficial le recordó que si hacían lo correcto, es decir intervenir, violarían la Primera Directriz de la Flota.

- Como capitán tengo la obligación de tomar la decisión que considere más conveniente.
- El Mando de la Flota podría no entenderlo así.
- Me arriesgaré... no sería la primera vez.

        Spock asintió. Aunque no estaba totalmente de acuerdo cumpliría sus órdenes. Jim sabía que su esposo le seguiría al mismísimo infierno si hacía falta. Además, tenían que salvar la nave y acabar con Vaal era la única posibilidad.


                Sin despertar a nadie, cuando el sol empezaba a asomar por el horizonte, salieron de la choza y acudieron juntos a intentar dialogar con aquel dios-máquina que tantos problemas les estaba causando. Jim se dirigió a él suplicando clemencia, aclarándole que venían en misión de paz... pero Vaal demostró su enfado lanzando un rayo sobre Spock. Jim, aterrado, se lo echó a la espalda y corrió cargando con él al poblado en busca de McCoy.

- Quemaduras de segundo grado en la espalda, Jim. No es grave, pero sí ha de ser muy doloroso... - Dijo el médico atendiendo a Spock bajo la atenta mirada de su capitán.
- Debo alagar su talento en sus estimaciones, doctor. – Dijo Spock con cara de soportar un dolor horrible.

        Jim posó su mano sobre el hombro de su primer oficial. Iba a agacharse a su lado, tal vez para abrazarle, pero el ataque planeado por la noche comenzó. Armados con palos los nativos intentaban golpear sus cabezas. Marple se vio sorprendido por la espalda y acabó muerto con el cráneo reventado. Se inició una pelea cuerpo a cuerpo. Todos lucharon por sus vidas, incluso Marta derribó a un par de hombres de una patada. Jim no se apartó un segundo de Spock, defendiéndole, ya que con su espalda herida no podía moverse demasiado. No les fue difícil reducir a sus atacantes, nada expertos en la lucha. Les detuvieron y les encerraron, junto con las mujeres de la aldea, en el interior de la choza donde habían pasado la noche.

- Chekov, Landon... que no salgan de ahí. - Ordenó el capitán.

        Los dos se posicionaron en la puerta con sus fasers en la mano. McCoy se levantaba ya después de haber comprobado que el cuerpo del tripulante Marple yacía en el suelo sin vida.

- Le preocupaba que los vaalianos no evolucionasen como los humanos... ya lo están haciendo, doctor: acaban de aprender a matar.

        Spock fue muy duro con aquella afirmación, pero ya habían perdido a cuatro compañeros en aquel planeta. Según Scott informaba, a la nave le quedaban solamente unos minutos para arder en contacto con la atmósfera. Gastó su último cartucho empleando toda la energía en los impulsores, absolutamente toda salvo la que mantenía los sistemas vitales. Lo único que consiguió fue alejarse una hora más de su ya inevitable final.

- Scotty, está usted despedido. – Le dijo Jim antes de cortar la comunicación y alejarse unos pasos para lamentarse a solas con junto a su primer oficial.

        Spock le acariciaba los hombros con ambas manos sin importarle ya quien pudiese estar mirando. Estableció contacto mental con su T'hy'la.
- No es culpa tuya, Jim.
- Cuatrocientas personas, Spock... van a morir porque no hice caso de mi intuición cuando sentí que algo iba mal... debí dar la orden de abandonar la misión entonces. - Una lágrima empezaba a caer por su mejilla.
- Has hecho todo lo posible...
    
        Jim se giró y le besó. Si todo iba a terminar allí mismo ¿qué importaba? Mientras sus labios permanecían unidos escucharon la llamada de Vaal pidiendo alimento. Los nativos quisieron salir para cumplir con su deber de alimentar al dios, pero Chekov y Landon se lo impidieron.
- Menudo momento para pedir comida... - Dijo McCoy.

        Jim sonrió de repente. Algo se le había ocurrido, estaba claro.
- ¡Necesita energía! La lucha por retener a la nave debe haberle desgastado...

        Echó a correr hacia Vaal seguido de Spock. Una vez frente al dios se mantuvieron ocultos entre los árboles. Jim contactó con la nave y preguntó si aún contaban con los fasers.
- Afirmativo señor. - Respondió Scott.
- Entonces abra fuego contra estas coordenadas y no pare hasta que yo le dé la orden...

        El Enterprise dirigió todo su potencial de armamento hacia Vaal. Tras un buen rato en el que el dios-máquina intentó defenderse aumentando la energía de su campo de fuerza y provocando un temporal para matar a los extranjeros, acabó agotando sus fuerzas y, al fin, murió.

        El vendaval había despeinado el flequillo de Spock. Jim le vio más guapo que nunca y, eufórico por la victoria, le plantó un sonoro beso en la frente. Luego activó el comunicador de nuevo.
- Señor Scott, detenga el ataque... ¡Está usted readmitido!




                                                En el momento de despedirse de los nativos Jim les dio un discurso sobre lo que significaba su recién adquirida libertad. Spock le miraba con orgullo. McCoy parecía contento de haberse salido con la suya: los vaalianos se desarrollarían con normalidad ahora que Vaal ya no estaba.

- Aprenderán ustedes a hacer que la tierra les proporcione sus frutos, y les gustará. Aprenderán a trabajar, a pensar por sí mismos, a cuidar los unos de los otros, a amarse...
- ¿Amar? - Preguntó el joven nativo que había espiado a Marta y a Pavel mientras se besaban.
- Eso les va a encantar... y a sus hijos, ya lo verán... - Siguió el capitán.
- ¿Hijos? - Inquirió la joven mujer ahora abrazaba por su compañero.
- Son unos... - miró a Spock, tal vez buscando ayuda, – seres pequeños, se nos parecen... - Viendo cómo los jóvenes apretaban sus cuerpos el uno contra el otro se echó a reír. - ¡Ustedes sigan por ese camino y lo descubrirán!


                        De vuelta en la nave Jim salía de su camarote, tras una ducha y un uniforme limpio caminaba por la cubierta C camino del ascensor. A lo lejos pudo escuchar las voces de McCoy y Spock. Seguían con su discusión filosófica. Puso cara de fastidio, quiso dar la vuelta para evitarlos pero se topó de frente con ellos.

- Jim, escucha esto... - Dijo el doctor cediendo la palabra a su oponente.
- No estoy seguro de haber hecho lo correcto en Gamma Trianguli VI, capitán.
- Bueno, lo que sucedía allí era un ejemplo de lo que pasa cuando una máquina se convierte en algo demasiado eficaz y trabaja demasiado...

        Por supuesto todo aquello iba con segundas: no era la primera vez que Jim intentaba corregir ese defecto en su marido.

- Conocen el Génesis bíblico de la cultura terrícola, ¿verdad? - Les preguntó el vulcano.
- Claro, Spock... - Respondió el doctor.
- Creo que les hemos dado a los vaalianos la manzana del conocimiento del bien y del mal al liberarlos de Vaal, pero al mismo tiempo les hemos expulsado del Paraíso.
- Bones, ¿has oído eso? - Dijo Jim con su pícara sonrisa de medio lado. - Me está adjudicando el papel de Satán...

        Los dos amigos, con una cómplice sonrisa, empezaron a caminar alrededor de un inmóvil y molesto Spock.
- ¿Hay alguien a bordo de esta nave que se parezca remotamente a Satán? - Decía Jim rodeándolo y mirando directamente sus puntiagudas orejas.
- No conozco a nadie a bordo que coincida con esa descripción, capitán. - Respondió con los brazos cruzados sobre el pecho.
- Ya me parecía... - Bromeó Jim mientras se marchaba con su amigo Bones riéndose con menos disimulo cuanto más se alejaban.
- Esta noche duermes en el sofá, Jim... - Le advirtió McCoy despidiéndose camino de la enfermería.
- Ya veremos... - Contestó con vehemencia y una traviesa sonrisa.





                                                                            Jim estaba verdaderamente consternado, la situación se estaba volviendo por momentos otro Kobayashi Maru y esta vez no podía hacer trampa.

        McCoy estudiaba a los habitantes del planeta intrigado por su extrema longevidad y sus costumbres, supeditadas a los mandatos de aquel dios al que llamaban Vaal y obedecían ciegamente. De pronto recordó las caras de Jim y Spock cuando al llegar la expedición al poblado fueron recibidos con una calurosa bienvenida. El capitán y el primer oficial se miraban incómodos a los ojos mientras dos chicas nativas les colocaban guirnaldas de flores alrededor de los brazos.

        Nada más estar a solas con sus compañeros en el interior de la choza a la que fueron conducidos, ambos se quitaron las flores con hastío. Bones se preguntaba cómo debía ser para sus amigos mantener la compostura de oficiales de la Flota con todo lo que estaba sucediendo.

        El doctor descubrió, ya sin sorpresa, que Vaal había prohibido las relaciones amorosas entre la población, de tal modo que desconocían el significado de palabras como “niños”, “hijos”, “amor”...

        La asistente Marta Landon trató de definir ese sentimiento a los indígenas con la ayuda de Chekov, quien la tomaba por la cintura y le acariciaba el cuello con la mejilla... Jim y Spock escuchaban la explicación de la tripulante Landon mirándose el uno al otro y Bones hubiera jurado que sus mentes entraban de nuevo en una fusión que duró apenas unos segundos, hasta que, obviamente frustrados, apartaron sus miradas. Incluso Pavel notó su incomodidad, por eso procuró alejarse en compañía de Marta para satisfacer su deseo de besarla.

        Una joven pareja del lugar les espió mientras lo hacían y les imitaron a escondidas. La experiencia, completamente nueva para aquellas criaturas, les resultó muy agradable pero Vaal mostró su enfado con sonoros truenos: estaban desobedeciendo sus mandatos.


                    Al anochecer, en el interior de la choza, Marta deja ver su miedo y su furia contra aquel maldito planeta que ha acabado ya con la vida de tres de sus compañeros y, si Scott no lo remediaba, con el resto de la tripulación y la propia Enterprise... todos ardiendo en llamas al entrar en la atmósfera.

        Jim la tranquiliza aconsejándole que no pierda energía con algo que aún no ha sucedido. Por el tono de su voz, su pose de calma y sus palabras, a McCoy le pareció estar oyendo hablar a Spock en lugar de a su capitán. Chekov también se dio cuenta, aunque él se interesó más por Marta y trató de mitigar su nerviosismo con abrazos y caricias.
Jim, este pueblo está claramente estancado. No hay ni habrá evolución posible mientras ese dios-máquina domine sus vidas. - Opinó McCoy airado.
Como siempre doctor, está utilizando parámetros humanos para medir una civilización no humana – Argumentó Spock en desacuerdo.

        Jim era testigo, una vez más, de una de sus discusiones.
Pero debe reconocer que no ha habido ningún avance en cientos de años, Spock.
Están sanos, parecen felices, viven en un paraíso donde su dios se ocupa de todas sus necesidades. Esta sociedad funciona, y tienen derecho a elegir cómo hacerlo.
Caballeros, ¿podrían discutir de filosofía cuando la nave esté fuera de peligro? - atajó Jim.

        Pero McCoy no se rendía fácilmente.
Están sanos, sí... pero podría ocurrir un accidente ¿qué pasaría si algún miembro del poblado muriese?
Asistente Landon, ¿qué sucedería entonces? - Le preguntó su capitán.
Eso desequilibraría a la población... tendrían que... ¿buscar un sustituto?
¡Engendrando a un hijo! - Exclamó Chekov de acuerdo con su rubia amiga.
Pero si no sabrían ni cómo hacerlo... - Rió McCoy.

        Jim aprovechó la situación para poner en un aprieto a Spock pidiéndole que les explicase cómo podrían arreglárselas los nativos con algo tan complicado. Le divertía ver la expresión de su cara vulcana cuando se sentía violento o incómodo por algo, sobre todo si tenía relación con el sexo.

        Spock levantó sus cejas y titubeó antes de responder que Vaal les proporcionaría las instrucciones necesarias.
¿Una máquina? - Dijo McCoy con ironía. - ¡Eso es algo que me gustaría ver!

        Jim sabía que la burla iba dirigida a su esposo. Bones le llamaba robot a veces y antes había comparado su forma de pensar, fría y calculadora, con la del mismo Vaal. Pero en esas polémicas Jim prefería no tomar parte. Apreciaba a su mejor amigo tanto como amaba a su marido.


                Ignoraban que los nativos se habían organizado a las órdenes de Vaal, que temía perder el control de su pueblo, y que los hombres del poblado planeaban matar a todos los extranjeros al amanecer. Esa noche todos dormían excepto Jim y Spock. A solas conversaban sobre las contrarias opiniones que mantenían respecto a la situación: el capitán estaba de acuerdo con su médico en que la civilización debía progresar y su primer oficial le recordó que si hacían lo correcto, es decir intervenir, violarían la Primera Directriz de la Flota.

Como capitán tengo la obligación de tomar la decisión que considere más conveniente.
El Mando de la Flota podría no entenderlo así.
Me arriesgaré... no sería la primera vez.

        Spock asintió. Aunque no estaba totalmente de acuerdo cumpliría sus órdenes. Jim sabía que su esposo le seguiría al mismísimo infierno si hacía falta. Además, tenían que salvar la nave y acabar con Vaal era la única posibilidad.


                Sin despertar a nadie, cuando el sol empezaba a asomar por el horizonte, salieron de la choza y acudieron juntos a intentar dialogar con aquel dios-máquina que tantos problemas les estaba causando. Jim se dirigió a él suplicando clemencia, aclarándole que venían en misión de paz... pero Vaal demostró su enfado lanzando un rayo sobre Spock. Jim, aterrado, se lo echó a la espalda y corrió cargando con él al poblado en busca de McCoy.

Quemaduras de segundo grado en la espalda, Jim. No es grave, pero sí ha de ser muy doloroso... - Dijo el médico atendiendo a Spock bajo la atenta mirada de su capitán.
Debo alagar su talento en sus estimaciones, doctor. – Dijo Spock con cara de soportar un dolor horrible.

        Jim posó su mano sobre el hombro de su primer oficial. Iba a agacharse a su lado, tal vez para abrazarle, pero el ataque planeado por la noche comenzó. Armados con palos los nativos intentaban golpear sus cabezas. Marple se vio sorprendido por la espalda y acabó muerto con el cráneo reventado. Se inició una pelea cuerpo a cuerpo. Todos lucharon por sus vidas, incluso Marta derribó a un par de hombres de una patada. Jim no se apartó un segundo de Spock, defendiéndole, ya que con su espalda herida no podía moverse demasiado. No les fue difícil reducir a sus atacantes, nada expertos en la lucha. Les detuvieron y les encerraron, junto con las mujeres de la aldea, en el interior de la choza donde habían pasado la noche.

Chekov, Landon... que no salgan de ahí. - Ordenó el capitán.

        Los dos se posicionaron en la puerta con sus fasers en la mano. McCoy se levantaba ya después de haber comprobado que el cuerpo del tripulante Marple yacía en el suelo sin vida.

Le preocupaba que los vaalianos no evolucionasen como los humanos... ya lo están haciendo, doctor: acaban de aprender a matar.

        Spock fue muy duro con aquella afirmación, pero ya habían perdido a cuatro compañeros en aquel planeta. Según Scott informaba a la nave le quedaban solamente unos minutos para arder en contacto con la atmósfera. Gastó su último cartucho empleando toda la energía en los impulsores, absolutamente toda salvo la que mantenía los sistemas vitales. Lo único que consiguió fue alejarse una hora más de su ya inevitable final.

Scotty, está usted despedido. – Le dijo Jim antes de cortar la comunicación y alejarse unos pasos para lamentarse a solas con junto a su primer oficial.

        Spock le acariciaba los hombros con ambas manos sin importarle ya quien pudiese estar mirando. Estableció contacto mental con su T'hy'la.
No es culpa tuya, Jim.
Cuatrocientas personas, Spock... van a morir porque no hice caso de mi intuición cuando sentí que algo iba mal... debí dar la orden de abandonar la misión entonces. - Una lágrima empezaba a caer por su mejilla.
Has hecho todo lo posible...
    
        Jim se giró y le besó. Si todo iba a terminar allí mismo ¿qué importaba? Mientras sus labios permanecían unidos escucharon la llamada de Vaal pidiendo alimento. Los nativos quisieron salir para cumplir con su deber de alimentar al dios, pero Chekov y Landon se lo impidieron.
Menudo momento para pedir comida... - Dijo McCoy.

        Jim sonrió de repente. Algo se le había ocurrido, estaba claro.
¡Necesita energía! La lucha por retener a la nave debe haberle desgastado...

        Echó a correr hacia Vaal seguido de Spock. Una vez frente al dios se mantuvieron ocultos entre los árboles. Jim contactó con la nave y preguntó si aún contaban con los fasers.
Afirmativo señor. - Respondió Scott.
Entonces abra fuego contra estas coordenadas y no pare hasta que yo le dé la orden...

        El Enterprise dirigió todo su potencial de armamento hacia Vaal. Tras un buen rato en el que el dios-máquina intentó defenderse aumentando la energía de su campo de fuerza y provocando un temporal para matar a los extranjeros, acabó agotando sus fuerzas y, al fin, murió.

        El vendaval había despeinado el flequillo de Spock. Jim le vio más guapo que nunca y, eufórico por la victoria, le plantó un sonoro beso en la frente. Luego activó el comunicador de nuevo.
Señor Scott, detenga el ataque... ¡Está usted readmitido!




                                                En el momento de despedirse de los nativos Jim les dio un discurso sobre lo que significaba su recién adquirida libertad. Spock le miraba con orgullo. McCoy parecía contento de haberse salido con la suya: los vaalianos se desarrollarían con normalidad ahora que Vaal ya no estaba.

Aprenderán ustedes a hacer que la tierra les proporcione sus frutos, y les gustará. Aprenderán a trabajar, a pensar por sí mismos, a cuidar los unos de los otros, a amarse...
¿Amar? - Preguntó el joven nativo que había espiado a Marta y a Pavel mientras se besaban.
Eso les va a encantar... y a sus hijos, ya lo verán... - Siguió el capitán.
¿Hijos? - Inquirió la joven mujer ahora abrazaba por su compañero.
Son unos... - miró a Spock, tal vez buscando ayuda, – seres pequeños, se nos parecen... - Viendo cómo los jóvenes apretaban sus cuerpos el uno contra el otro se echó a reír. - ¡Ustedes sigan por ese camino y lo descubrirán!


                        De vuelta en la nave Jim salía de su camarote, tras una ducha y un uniforme limpio caminaba por la cubierta C camino del ascensor. A lo lejos pudo escuchar las voces de McCoy y Spock. Seguían con su discusión filosófica. Puso cara de fastidio, quiso dar la vuelta para evitarlos pero se topó de frente con ellos.

Jim, escucha esto... - Dijo el doctor cediendo la palabra a su oponente.
No estoy seguro de haber hecho lo correcto en Gamma Trianguli VI, capitán.
Bueno, lo que sucedía allí era un ejemplo de lo que pasa cuando una máquina se convierte en algo demasiado eficaz y trabaja demasiado...

        Por supuesto todo aquello iba con segundas: no era la primera vez que Jim intentaba corregir ese defecto en su marido.

Conocen el Génesis bíblico de la cultura terrícola, ¿verdad? - Les preguntó el vulcano.
Claro, Spock... - Respondió el doctor.
Creo que les hemos dado a los vaalianos la manzana del conocimiento del bien y del mal al liberarlos de Vaal, pero al mismo tiempo les hemos expulsado del Paraíso.
Bones, ¿has oído eso? - Dijo Jim con su pícara sonrisa de medio lado. - Me está adjudicando el papel de Satán...

        Los dos amigos, con una cómplice sonrisa, empezaron a caminar alrededor de un inmóvil y molesto Spock.
¿Hay alguien a bordo de esta nave que se parezca remotamente a Satán? - Decía Jim rodeándolo y mirando directamente sus puntiagudas orejas.
No conozco a nadie a bordo que coincida con esa descripción, capitán. - Respondió con los brazos cruzados sobre el pecho.
Ya me parecía... - Bromeó Jim mientras se marchaba con su amigo Bones riéndose con menos disimulo cuanto más se alejaban.
Esta noche duermes en el sofá, Jim... - Le advirtió McCoy despidiéndose camino de la enfermería.
Ya veremos... - Contestó con vehemencia y una traviesa sonrisa.

Notas finales:

Y así termina mi particulación adaptación del episodio "La Manzana", escrito originalmente por Max Ehrlich para la serie Star Trek, uno de mis favoritos. Gracias por leer y espero que os haya gustado.


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