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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

A Spock se le complica un poco más la situación cuando su querido sa-telsu le cierra su mente por primera vez dejándole solo y totalmente fascinado.

Bloqueo mental

 


                                                                      De camino a la enfermería McCoy, a su manera, se disculpó con el comandante por haberse burlado del acento de Barak, causando la explosión de risa en el puente.
- Venga, no me sigas mirando así... ¡Lo siento, pero no pude evitarlo! Al fin y al cabo solamente ha sido un pequeño alboroto, Spock... y ha quedado entre nosotros: los metafistos ni se han enterado. No olvides que los humanos liberamos la tensión con la risa.
- Yo no lo calificaría de pequeño, doctor. Uhura tuvo que levantar al señor Scott del suelo. - Dijo con su típico alzamiento de ceja.
    
    El médico le ofreció una píldora con un vaso de agua y esperó a que el vulcano se la tragara.
- De cualquier modo, Spock, estarás de acuerdo en que el espectáculo que nos ha ofrecido el Generalísimo ha sido muy divertido... ¡Menudo aspecto tiene, con esa calva picuda, todos esos colores chillones y qué cantidad de joyas llevaba encima...! ¡Oh, y esa forma de hablar! - Volvía a reír al recordarlo. - ¿Sabes? Lo más repulsivo fue cuando escupió al verte... ¡Pero qué gesto tan desagradable!
- Tampoco los metafistos son de mi agrado. Siento nauseas sólo de pensar que he de negociar con ellos.
- ¿Es que tienes pensado bajar al planeta?

    Spock meneó la cabeza con expresión de disgusto. No sentía ningún deseo de hacerlo pero no le quedaba más remedio. Debía cumplir con las órdenes de la Flota y cerrar la adquisición del uranio-metamizado.
- Por favor, Spock. No me ordenes ir allí. No podría disimular la repulsión. - McCoy le miraba con ojos de súplica. - Ni aguantarme la risa... ya me has visto.
- Tranquilo, no quiero que te separes de Jim. - En su tono de voz se notaba la preocupación por su marido. - Acompáñame a hablar con él, creo que voy a necesitar tu apoyo. En cuanto le diga que Barak es el jefe de los metafistos y que ha exigido tratar con él en persona, insistirá en verle, me temo.
- Estoy contigo. El almirante Kirk lo dijo tajantemente: pase lo que pase Jim no debe ir al planeta.

    Subieron por el ascensor hasta la cubierta C para recorrer el pasillo hacia el camarote del capitán. Spock ya no se frotaba la frente. McCoy dedujo satisfecho que el analgésico había empezado a hacer efecto.
- Por cierto, ¿su nombre es Barak o Badrak? - Volvió a reír divertido el médico.
- Barak. No pronuncian bien las erres.
- Me ha llamado la atención que sea capaz de decir “nave” pero se refiera a ti como “guldcano”...
- Siempre nos han denominado así. Es un intento de irritar a los de mi especie. Lo asimilan a la palabra gusano utilizándolo a modo de insulto. - Respondió con su particular tono tranquilo.


                Jim llevaba un buen rato medio desnudo plantado frente al espejo. Con la cinturilla del pantalón bajada hasta las caderas contemplaba con expresión taciturna su vientre plano y sus marcados abdominales. Se pasaba las manos frotándose con suavidad la zona, entrecerrando los ojos y atrapando la sensación de tener al bebé en su interior, la misma que había experimentado hacía unos días. No sabía por qué, pero desde que el Enterprise estaba en órbita alrededor de Metafisto, la percepción se había vuelto más vívida. Había algo en ese extraño planeta que hacía que su vínculo se intensificara.

    Al escuchar cómo se abría la puerta se apresuró a subirse los pantalones y buscar un jersey. El primero que cogió del armario era azul pero, nervioso al ver a Bones acompañando a Spock, no se dio cuenta hasta que lo tuvo puesto.

- ¿Te pasas a la división científica? - Le sonrió su amigo señalando el uniforme equivocado.
- ¿Qué? ¡Oh, esto...! Bueno, así no desentono con vosotros. - Devolvió la sonrisa, pero tanto McCoy como Spock se dieron cuenta de que era forzada. - ¿Qué hacéis aquí? ¿No teníais que estar ya en Metafisto? - Cambió de tema descaradamente.
- De eso precisamente venimos a hablarte. Sentémonos. - Le dijo su marido con voz suave.

    Tomando a Jim del brazo le condujo hasta la cama para sentarse a su lado. McCoy cogió una silla y la acercó.

    Spock, por unos segundos, se detuvo a disfrutar de la visión del rostro de su marido. Hacía días que encontraba su piel más radiante, algo probablemente relacionado con sus cambios hormonales. Le complació comprobar de nuevo que su ropa le sentaba tan bien... Contempló con agrado que el azul resaltaba el color de sus ojos. Podría haberse perdido en ellos durante horas pero volvió al asunto que le había traído hasta allí.

- Jim, hay un problema con el representante del gobierno de Metafisto. Su nombre es Barak, dice haberte conocido en Tarsus IV.

    Jim asintió al escuchar aquel nombre. No pareció alegrarse por la mueca de disgusto que dibujó con su boca.

    Spock le resumió brevemente la entrevista con Barak, evitando la escena final con la payasada de McCoy y el puente estallando en carcajadas.

- Conque Generalísimo... Vaya... ¡Sí que ha llegado lejos, el muy cabrón! Bien, pues si no hay más remedio... - Dijo con intención de levantarse.
- ¡No puedes ir, Jim! - Le detuvo el doctor apoyando la mano en su pierna y obligándolo a permanecer sentado. - El almirante Kirk nos advirtió seriamente que no te lo permitiésemos.

    Por un brevísimo instante Jim reflejó el asombro que le producían aquellas palabras. ¿Por qué Kirk había prohibido que fuese a Metafisto, cuando él tenía la intuición de que debía bajar allí, que algo muy especial le estaba esperando? Consciente de su cara de sorpresa y no queriendo delatar sus verdaderas intenciones, mudó el rostro hacia una seria fachada de capitán de nave estelar.

- Barak ha dicho que o trata conmigo o no habrá negocio. Creo que no tenemos más opciones, Bones. - Dijo apartando la mano de su amigo.
- ¿De veras te salvó la vida en Tarsus IV? - Le preguntó Spock rodeándole la cintura con su brazo para retenerle.
- ¿Eso dijo? - Y soltó una corta risotada cargada de desdén.
- Pensaba que simplemente fuiste uno de los elegidos por Kodos para sobrevivir al genocidio que perpetró. - McCoy estaba al corriente de aquella ardua vivencia de Jim, acerca de la cual habían hablado largo y tendido durante sus tardes de terapia.
- Y así fue. Caí en el grupo de los destinados a vivir. Barak también acabó allí. Mi tío en cambio no tuvo tanta suerte... - Recordó con rabia mirando al vacío.
    Spock se dirigió a su esposo mentalmente, no quería que el doctor le escuchara.
- T'hy'la... noto en ti algo distinto... ¿qué sucede?

    No hubo respuesta, lo cual le desconcertó. Trató entonces de entrar en su mente pero no lo consiguió. Por primera vez Jim le negaba el acceso. ¿Cuándo había adquirido aquella habilidad?
- Fascinante... - Musitó Spock algo aturdido sin apartar los ojos de los de su marido.

    McCoy les miraba a uno y a otro. Sabía que algo pasaba entre ellos y se lo estaba perdiendo.
- ¡Pues está claro que Barak ha mentido! No podemos confiar en ese tipo. - Dijo el médico deseando romper aquel silencio.
- Lo gracioso del asunto es que fui yo quien le salvó la vida a Barak. Kodos le había incluido ya en la lista de los que serían ejecutados. No era más que un metafisto, un comerciante lejos de su mundo, en una colonia terrestre formada en su mayor parte por humanos. Intentó comprar su vida ofreciendo sus mercancías a cambio pero rechazaron el trato. Se me ocurrió decir que era el único de su especie en todo Tarsus IV. No sé cómo la voz de un niño de doce años pudo hacer cambiar de opinión al dictador, pero esa idea hizo que fuese colocado entre los que vivirían. Ya sabéis lo que Kodos pensaba sobre la eugenesia. Supongo que consideró que se trataba de un individuo de características únicas, alguien que merecía ser conservado. - Tanto Spock como McCoy escuchaban sus palabras sin poder ocultar en sus ojos la profunda compasión que sentían por él.

- Jim... sa-telsu... - Spock intentaba en vano acceder a su mente.
    Podría haberlo forzado pero eso sería doloroso, como hurgar con una hoja afilada en una herida abierta, y él nunca haría daño a su querido esposo.

    McCoy se fijó en cómo la expresión de su amigo se había endurecido. Miraba al comandante con enfado y éste parecía cada vez más afligido.

- ¿Has organizado ya la partida de aterrizaje? - Preguntó Jim en voz alta, dejando claro a Spock que no iba a permitirle la fusión mental.
- De momento he pensado en Chekov. Posee el más alto cociente intelectual de toda la tripulación...
- Creía que ese récord era tuyo. - Le interrumpió McCoy.
- Nuestro joven alférez es un genio, Bones, sólo 10 puntos por debajo de Spock. - Explicó Jim orgulloso de su artillero.
- Con una mente tan brillante podrá reconocer fácilmente si un metafisto trata de manipularle. Si Barak no quiere negociar con un vulcano lo hará con él.
- ¿Con un chico de dieciocho años? - Preguntó McCoy levantando la voz.
- Eso no será necesario. - Dijo Jim poniéndose en pie. - Yo mismo bajaré a Metafisto. Estará bien saludar a un viejo compañero de fatigas. - Enunció la frase rezumando ironía.

    Tanto Spock como el doctor se levantaron poniéndose delante de él con la clara intención de detenerle. Dio un paso a su derecha y Spock le bloqueó. Dio otro a su izquierda y Bones le cortó la salida.
- ¿Desde cuando ensayáis esta coreografía? - Les preguntó con sorna.
- El almirante nos lo dejó bien claro: no te dejaremos ir a ese planeta. - Replicó McCoy con seria convicción.
     Jim miró a su marido y le vio negar con la cabeza.
- Vaya hombre, por una vez que os ponéis de acuerdo en algo... - dijo con su sonrisa de medio lado, - ...es para estar en mi contra.
- Tú no irás a ninguna parte, Jim. Pondré dos guardias de seguridad en la puerta si hace falta. - Spock hablaba totalmente en serio. Su voz sonó áspera y profunda.
- No te atreverás... - Pero en el fondo sabía que lo haría.

    La tensión entre los dos podría atravesarse con un cuchillo. Se miraban fijamente a los ojos. Jim con una falsa sonrisa en los labios con la que trataba de disimular su enfado; Spock con su máscara vulcana de ausencia de emoción y las manos cruzadas a la espalda. McCoy sintió que el aire se volvía irrespirable y tragó saliva.

- Bones... ¿me dejarías pasar la noche en un cuarto de la enfermería? De repente no me encuentro nada bien. - Le preguntó el capitán sin siquiera mirarle. Tenía los ojos clavados en los de su esposo con gesto desafiante.
- Como quieras, pero te pondré un guarda en la puerta. Mañana saldrá la partida de aterrizaje y tú no vas a formar parte de ella. - Fue la respuesta de Spock.

    Jim recogió un pijama, un libro y el cepillo de dientes. Salió sin decir una palabra. Tampoco Spock hizo nada por detenerle.

    El capitán caminó furioso por el pasillo. Bajó por la escalera hasta la cubierta B seguido de cerca por el doctor McCoy, quien no dejaba de menear la cabeza de lado a lado pensando que aquello no era nada bueno.

Notas finales:

Lo que Jim vivió en Tarsus IV puede entenderse mejor viendo el episodio “La conciencia del rey”, de Star Trek: La serie original, escrito por Barry Trivers.

 

Espero que os guste. Gracias por leer.


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