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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Jim se verá obligado a utilizar su encanto natural para lograr que Barak firme el trato. ¿Conseguirá el metafisto enterarse de lo que tanto se empeña Spock en ocultarle?

Naranjas y diplomacia



                                                                            La humilde casa de Elpídia les resultó mucho más acogedora de lo que esperaban. Era evidente el toque terrícola por todas partes. Los escasos pero cómodos muebles, las luminosas ventanas totalmente atípicas en las construcciones del planeta, las plantas que cultivaba con mimo en el patio interior... todo destilaba humanidad. La metafista les aclaró que Majel Badrrett la construyó con sus propias manos.

    McCoy tuvo que insistir para que el capitán se tumbara en aquella especie de sofá que presidía el centro de la habitación más grande.
- Me encuentro mejor que nunca, Bones... - Protestó Jim.
- Debes descansar. Tu cuerpo ha experimentado un cambio sin igual. ¡Tiéndete un rato, cabezota! - Le obligó el doctor.




                            Entretanto Chekov y Uhura comprobaron una vez más lo insoportable que era tratar con Barak, debido a sus continuas invasiones mentales, sus mentiras y engaños. Con paciente inteligencia lograron ultimar las condiciones del trato, cumpliendo los requisitos que había impuesto la Flota para la adquisición del mineral.
- ¡Todo arreglado! - Exclamó el alférez sin ocultar su alegría por haber llegado a buen término.
- Ahora firme aquí, Generalísimo Barak... - Le dijo Uhura ofreciéndole una tablet.
- ¡No! - Espetó orgulloso el repulsivo metafisto. - Quiedro vedr a Kidrk pedrzonalmente. ¡No fidrmadré nada zin él! - Pronunció rotundo.
    Nyota tomó a Pavel del brazo y le instó a salir del palacio.
- Consultaremos con nuestro comandante, pero no podemos asegurarle nada, Generalísimo. - Dijo antes de alejarse de su mezquina y poderosa influencia.
- ¡Zedrá mejodr que zu capitán venga a vedrme! - Les gritó Barak mientras salían de la sala del trono.



                    Cuando se acercaban a la casa de Elpídia vieron a Spock y a Marta de camino. El comandante caminaba con paso apurado y no ocultó su satisfacción al encontrarles allí.
- ¿Han cumplido su objetivo? - Les preguntó ansioso.
- Verá, señor... tenemos un acuerdo. - Respondió Chekov entregándole la tablet.
    Spock la leyó con avidez. Todo parecía estar correcto... salvo...
- ¿No lo ha firmado? - Alzó la voz al realizar la pregunta.
- Se niega a hacerlo si no es con Jim en persona. - Le explicó Uhura consciente de cómo la mirada de Spock se tornaba tenebrosa, llena de temor.
- Esa maldita exigencia... - Murmuró apretando la tablet entre sus manos. - Intenté ocultar mis pensamientos con todas mis fuerzas, pero parece obvio que sospecha algo. Tal vez se me escapara alguna palabra inadecuada... - Dijo sintiéndose culpable.
- Dejemos que el capitán dessida, comandante. - Sugirió Chekov.

    Uhura asintió conforme y acompañó a Spock, tomándole de la mano, hasta la casa de la mujer metafisto.
- Marta... - La llamó Chekov harto de que ella le esquivara la mirada.
- Déjame, Pavel. Lo nuestro ha terminado. - Contestó ella.
- Pero... ¿por qué? - Insistió él cogiéndola del brazo. - Que tengamos opiniones diferentes sobre lo que le pasa al capitán no es rassón sufissiente para separarnos...

    Ella se soltó de su agarre y, girándose con brusquedad, le lanzó una fría mirada con sus ojos verdes.
- ¿Opiniones diferentes? - Repitió con enfado. - Sé que te pasó algo cuando le tocaste... algo que te empeñas en ocultarme. ¡Pavel, déjalo estar! No estamos destinados a estar juntos. - Se volvió y le dejó solo entrando a la casa de la bruja metafista.

    ¿Destinados...?  Pensó Chekov. ¿Es eso lo que pasó? Mi destino... es la hija del capitán. Lo que sentí con ella... ese vínculo. ¡T'hy'la!

    Se le erizó todo el vello del cuerpo al recordar el río, azul y profundo, que fluyera entre él y la niña cuando rozó la tripa del capitán. Una lágrima rodó por su mejilla sin que pudiera evitarlo. Pero no era el momento de dejarse arrastrar por aquel extraño sentimiento. Sacudió la cabeza enérgicamente y entró a la casa.


        Todos discutían dando su opinión al mismo tiempo. La anciana metafista se tapó los oídos. No estaba acostumbrada a tal alboroto, siempre había estado sola.
- Te lo dije, Spock, te dije que Barak no cedería...
- ¡No puedes presentarte a él con esa tripa, Jim! - Gritaba McCoy.
- La cubriré... Elpídia, déjeme algo de ropa amplia, por favor.
- Invadirá tu mente, Jim... No podrás evitarlo. - Le advertía Nyota.
- Una intrusión agresiva por parte del metafisto podría causarles mucho daño a usted y a la pequeña, señor. - Incluso el doctor Oetker estaba en contra.

      Elpídia acercó un enorme poncho descolorido al hombre rubio embarazado.
- ¿Zabe ocultadr zuz penzamientoz? - Le preguntó directamente en su cabeza mientras le entregaba la prenda.
- ¡Enséñeme cómo hacerlo, Elpídia! Hasta ahora solamente lo hice con mi esposo... y fue porque estaba enfadado con él.
- Cuando note zu intdruzión pienze en otdra coza, llene zu cabeza con la imagen de algo y él zolamente vedrá ezo...
- ¡No, Jim! No voy a permitirlo... - Su instinto de protegerle le impedía razonar con lógica.
- Spock, mi amor... - Jim se le acercó y le tomó por los brazos mirándole directamente a los ojos. - Solamente serán unos minutos. Firmaremos y volveremos aquí...
- Volveremos al Enterprise... – Corrigió Spock.

    Jim no quiso discutir aquello en ese momento, pero no estaba nada seguro sobre lo de regresar a la nave. ¿Y si al alejarse de Metafisto el bebé desaparecía otra vez de su vientre? La posibilidad de que el joven genio ruso tuviese razón con su teoría le hacía temblar.
- Está bien, Jim. Pero iré contigo... McCoy, acompáñenos. - Ordenó Spock. No estaba dispuesto a correr ningún riesgo.
    Al salir de la casa hizo una señal a Johnson para que les siguiera.
- Los demás esperen aquí. No tardaremos.



                        Barak no pareció alegrarse cuando se presentaron ante él. ¿Tenía que estar allí el vulcano? Escupió un par de veces al suelo para mostrar su desprecio.
- Barak... ¡viejo cabrón! - Saludó Jim. - Te veo bien...
- Y yo a ti, muchacho... ¿no eztabaz enfedrmo?
- Los humanos somos débiles, nuestra naturaleza es inferior a la de un metafisto. - Respondió alagando a su raza.

    Lo cierto es que Jim hizo alarde de sus habilidades diplomáticas diciendo todo lo que a Barak le gustaba oír, dorándole la píldora hasta llevarle a su terreno. Incluso le dio las gracias por haberle salvado en Tarsus IV. Aunque fuese mentira no quiso contradecir su versión.
- He revisado lo que has tratado con mis oficiales y... - Decía Jim mostrando la más encantadora de sus sonrisas. - Alguno de tus consejeros debe haber cometido un error. Uno pequeño, sin importancia... justo aquí, ¿lo ves? - Dijo acercándole la tablet. - Pero no te preocupes, amigo... ¡Ya está corregido! ¿Ves? Basta con correr esta coma y ahora el precio sí es el correcto.

    Barak le miró con rabia: le había pillado en su intento de engañarles. Spock frunció el ceño. ¿Por qué a él se le había escapado aquel fallo? Se dijo a sí mismo que tenía demasiadas preocupaciones en la cabeza que, por cierto, le dolía más que nunca.
- Kidrk, ¿tienez zed? - Le preguntó Barak mirándole con desconfianza.
- No... - Balbuceó Jim. - ¿Podrías firmar de una vez? Mi médico empieza a preocuparse... debería regresar a la enfermería del Enterprise.
- Zi lo dezeaz tanto puedo hacedr que te tdraigan un zumo de nadranja...

    Jim se ruborizó. Siguiendo el consejo de la anciana metafista había llenado su mente de naranjas... Imaginando su color, su olor, su textura, su piel, los gajos, el delicioso jugo de la fruta. Naranjas, y más naranjas por todas partes.
- ¡Barak, firmemos! - Tomó la tablet y plantó su rúbrica. Con gesto firme se la puso por delante al Generalísimo quien no tuvo más remedio que hacer lo que el capitán le exigía.
- ¡Hecho! Debemos regresar a nuestra nave, esta misión ya se ha alargado demasiado. - Dijo Spock deseando salir de allí cuanto antes.
- Doctodr... cuide bien de zu capitán. - Dijo en tono de cinismo. - Cdreo que tiene un tedrible antojo de nadranjaz.

    Spock levantó su ceja. ¿Antojo? Y sus pensamientos junto con su mirada cayeron, sin darse cuenta, sobre el vientre de su marido.
- ¡Azí que ez ezo, Kidrk! - Gritó Barak. - ¿Haz tomado por ezpozo a un guldcano? - Escupió.
- Siempre he sido un idiota imprudente, ya sabes... - Sonrió Jim con encanto.
- ¡Dezconocía que zu draza pudiedra hacedrle ”ezo” a la tuya...! - Exclamó Barak consciente del embarazo del capitán.
- Doctor McCoy... ¿no es hora de su tratamiento? - Buscó su apoyo Spock.
- ¡Pues claro! Jim, debemos irnos.
- Un placer volver a verte, Barak... - Mintió descaradamente Jim al despedirse.

    Spock no permitió que la situación se dilatase ni un minuto más. Salieron del palacio dejando a Barak pensando en su descubrimiento y caminaron, a toda prisa, hacia la casa de la anciana metafista para reunirse con el resto de la expedición.

- ¡Mierda, mi amor...! Al final se ha dado cuenta de todo.
- No tiene importancia. ¿Te ha hecho daño?
- Me duele un poco la cabeza... pero no tanto como a ti.
- ¿Quieres un analgésico, Spock? - Le consultó el médico.

    El comandante negó con la cabeza. Lo único que quería era volver a bordo de la nave y alejarse todo lo posible de aquel maldito lugar.
- Barak no va a guardaros el secreto, chicos. - Lamentó McCoy. - Pronto la Flota estará al corriente.
- ¡Nos separarán, Spock! - Exclamó Jim asustado.

    Su marido se detuvo en seco. Le tomó por la cintura y abrazándole con fuerza le besó en los labios durante unos eternos segundos. Jim sentía su calor, su fuerza, la caricia de su barba en la boca y el mentón.
- Nadie podrá apartarme de ti, t'hy'la...
- Pero la Flota... ¡No les va a gustar nada que nos hayamos casado!
- Lo que les va a volver locos de verdad es lo de la niña... – Rió McCoy nervioso y sin saber dónde meterse.
- ¿Quién va a creer en los delirios de un metafisto? - Argumentó Spock. - Vamos, es hora de volver a casa. - Dijo echando a andar con la mano de Jim entrelazada a la suya.

 

Notas finales:

Gracias por leer, como siempre. Espero que os guste.


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