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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Jim no reacciona nada bien al regresar al Enterprise y Spock sufre las consecuencias.

Sangre roja, sangre verde


                                                                        Le dolía todo el cuerpo, literalmente molido a puñetazos y patadas. Pero sobre todo le dolía el alma, el corazón... La sangre le caía a chorros por la cara manchándole el jersey de verde. Tenía una ceja y el labio partidos. Su pierna izquierda no le respondía, no podía levantarse del suelo. Y las costillas... ¡cómo le costaba respirar! Debía tener alguna rota.

    McCoy intentaba ayudarle pero Spock no se dejaba tocar.
- ¡Llévenle a la enfermería! - Ordenó el médico a dos tripulantes.



                                Jim se había vuelto literalmente loco de ira cuando, a bordo del Enterprise, descubrió su vientre de nuevo vacío y plano.
- No me hagas esto, Spock... No me saques de aquí... - Le había rogado en Metafisto.
- Señor Scott... súbanos – Ordenó él ignorando sus súplicas.


        Todos intentaron detener al capitán: Chekov, Uhura, Scott, McCoy, Johnson... todos. En la sala del transportador, nada más llegar, se escuchó el grito desgarrador y desesperado de Jim.
- ¡No! ¡Spock! - Sus ojos estaban inyectados en sangre.
- Señor Scott, ordene a Sulu abandonar el sistema de Metafisto a máxima velocidad warp. - La voz del vulcano resonó en toda la estancia.

    No lo vio venir. Jim se abalanzó sobre él con furia infinita, como un animal salvaje, golpeándole con todas sus fuerzas una y otra y otra vez. Spock no se resistió, no hizo por defenderse, ni siquiera levantó sus brazos para protegerse cuando su esposo la emprendió a puñetazos con su cara. Aguantó sus embestidas como si fueran un merecido castigo.

    El doctor Oetker preparó un sedante para el capitán, pero su superior le prohibió inyectárselo.
- No... - Dijo quitándole el hipospray. - ¡El bebé!
- Jim... ¡basta! - Gritaba Nyota llevándose las manos a la boca, totalmente horrorizada.

    El capitán había sacado fuerzas de su pérdida y dejándose llevar por la ira que sentía se había vuelto invencible. Dejó inconsciente a Márquez con un golpe seco en el cuello. Johnson miró al doctor McCoy mientras sacaba su fáser, pero ante la negativa de su cabeza volvió a guardarlo antes de lanzarse sobre la espalda de Jim. Acabó estrellado contra la puerta por un impresionante empujón.

    Finalmente el escocés consiguió agarrarle por los brazos. Jim chillaba como un loco, estaba fuera de sí. Spock había caído al suelo. Mientras Scott, Uhura, Chekov y el doctor Oetker,  luchaban con esfuerzo tratando de sujetar y alejar a Jim, éste la emprendió a patadas con su marido. Así le rompió la pierna y las costillas.

    Spock no profirió ni un solo grito, ni un gemido. Mordía su labio roto tumbado en el suelo, mirando a Jim con profunda tristeza. Hacía solamente unos minutos que le había visto llorar, suplicar, rogar... y él le había negado lo que le pedía.

- Spock, no me saques de este planeta... ¡perderé a la niña otra vez!
- No está contigo, t'hy'la... es una ilusión... ¡Es peligroso que permanezcas aquí!
- Mi amor, por favor... - Lloraba a lágrima viva aferrado a los brazos de su esposo.
- Lo hago por tu bien. Confía en mí...


                        Cuando Jim vio salir a Spock en camilla hacia la enfermería se tranquilizó. Recuperó poco a poco el control de sí mismo. Primero la respiración, más calmada. Después la palabra...
- ¡Soltadme! - Había sido una orden. Scott y los demás obedecieron.

    Salió de la sala del transportador y se encaminó a grandes zancadas hacia su camarote. Uhura le seguía todo lo aprisa que podía pero Jim cerró nada más entrar en su habitación dándole con la puerta en las narices.
- ¡Quiero estar solo! - Le gritó.
- Jim... no hagas ninguna tontería, por favor. - Le rogó ella al otro lado de la puerta.
- Márchese teniente... es una orden.


                        Spock se negaba a que McCoy le prestara sus cuidados. Eso hizo gritar alterado al médico.
- ¡Maldita sea, Spock! ¡Estate quieto mientras recoloco esta pierna! - Dijo tirando de ella hacia sí.
    Se oyó un crujido y la cara del comandante reflejó el dolor por un segundo. La enfermera Chapel seguía con un hipospray en la mano, contenía un sedante, pero Spock no le dejaba acercarse para inyectárselo.
- Nada de drogas, Christine. - Le ordenó.
- Pero tienes que estar sintiendo tanto dolor... - Dijo ella compungida.
- Me lo he ganado. Este dolor es mío. No me lo quitéis.
- Has hecho lo que debías. El bebé sigue en la nave oscura, nunca estuvo dentro de Jim. - McCoy comprendía el tremendo sacrificio de Spock. - Acabará por entenderlo, estoy seguro.

    El doctor tomó del brazo a la enfermera y salieron de la habitación dejando al comandante a solas. Necesitaba descansar. Antes de irse accionó la máquina de rayos Bertod que le permitiría una rápida recuperación.

    Spock, viéndose a solas, lloró. No por su pierna rota o sus costillas. No por la cara hinchada y desfigurada. Lloró por el dolor de su t'hy'la, por el infinito amor que sentía por él, por haber tenido que quitarle la ilusión de llevar a su kan-bu *(bebé) en su vientre... Lloró su sentimiento de culpa. Había vuelto a hacerlo. Había fallado a la persona a la que amaba. Como falló cuando no pudo agarrar la mano de su madre en Vulcano, como falló cuando Jim murió al otro lado del cristal sin que él pudiese ayudarle a no sentir miedo... sin que pudiera decirle que le amaba. Porque él ya le amaba entonces. Y como vulcano, le amaría siempre.


                        Jim se había acurrucado sobre la cama. Le dolían las manos. Se las miró. Tenía los nudillos reventados, llenos de sangre. Pero no sólo de sangre roja: también había sangre verde. Al igual que en sus ropas.

    Se echó a llorar al ver cómo, sobre el dorso de su mano, su sangre y la de su marido se habían mezclado. Como lo estarían en la sangre de su hija. Mezcladas. Unidas para siempre. Su bebé, su preciosa niña... Se apretó el vientre y anheló sentir lo que había experimentado en Metafisto. De pronto un pensamiento cruzó por su mente: a'nirih *(papá)

    ¿Era ella? ¿Podía oír su mente? ¿Había escuchado realmente su voz llamándole así? Jim se levantó de la cama. Inquieto no dejaba de caminar por la habitación de un lado a otro. Necesitaba contarle aquello a alguien...
- ¡A'nirih! - Dijo en voz alta.

    No podía pensar con claridad. Tenía esa palabra ardiendo en su mente. Salió de su camarote y corrió por el pasillo hasta la escalera. Bajó a la cubierta B y siguió corriendo hasta la enfermería. McCoy y Chapel le miraron asombrados pero no dijeron nada. Le señalaron la habitación donde descansaba Spock y le vieron ir corriendo hacia allí.

    El vulcano enjugó sus lágrimas al ver entrar a su sa-telsu. Su cara de sorprendido y apenado parecía gritar “¿te he hecho yo esto?”
- T'hy'la... - Le llamó extendiendo sus dedos índice y medio.
- ¡Lo siento... Spock...! - Las lágrimas ahogaban su voz. - Lo siento mucho, mi amor...
- Jim, no te culpo por ello. Sentí tu dolor, tu ira, tu rabia al perder al kan-bu...
- ¡Pero no lo he perdido! ¡El vínculo sigue ahí y se ha hecho más fuerte!
    Jim rozaba los dedos de su esposo con los suyos en un suave beso vulcano.
- ¡La he oído... a nuestra hija, en mi mente!
- ¿Qué te ha dicho?
- ¡A'nirih!

    Spock tiró del cuello de Jim acercándole los labios a los suyos. Necesitaba besar a su esposo a la manera humana.

    Sus bocas se unieron muy despacio, abriéndose y dejando paso a sus lenguas que se acariciaban mutuamente. Jim se sentó en la camilla, inclinándose sobre Spock todo lo que la máquina de rayos Bertod le permitía. Sintió la mano de su marido recorriéndole la espalda, deslizándose hasta sus nalgas que apretó con fuerza.

    Los dos se separaron cuando oyeron a McCoy carraspear desde la puerta.
- Jim, voy a tener que pedirte que salgas del cuarto. Spock necesita descansar...
    El sonido del monitor sobre la cabeza de su paciente le había advertido de que algo pasaba allí dentro. Su corazón se había disparado.
- Me quedaré aquí quieto, Bones. Lo prometo. - Dijo sentándose en un sillón junto a la cama de Spock. - Seré bueno...
- De acuerdo. Pero si eso vuelve a pitar así – señalaba el monitor – te largas.

    Jim asintió y se limitó a acariciar los dedos de su marido en ozh'esta, el abrazo vulcano entre esposos. Eso no alteraría tanto las constantes vitales de Spock.
- T'hy'la... confía en mí. Sé que cuando llegue el momento tendrás a tu bebé.
- Nuestra hija, Spock. - Le corrigió.
- Tú eres su a'nirih...
- ¿Y cómo te va a llamar a ti?
- Imagino que sa-mekh... *(padre)
- ¿No es demasiado formal? - Pensó mostrándole su más bella, hermosa, cálida y encantadora sonrisa.

    Spock cerró los ojos y suspiró. La máquina hacía su efecto y ya respiraba sin sentir dolor. Se estaba quedando dormido. Quería conservar el rostro de su marido tal cual estaba en su mente: radiante de felicidad.

 

Notas finales:

Gracias por leer. Espero que os guste.

Gracias por comentar.


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