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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Una seria amenaza se cernía sobre su felicidad. Jim lo presentía. Pero Spock hallará la forma de proteger lo que más ama.

La espada de Damocles

 

«Para aquel que ve una espada desenvainada sobre su impía cabeza, los festines de Sicilia, con su refinamiento, no tendrán dulce sabor, y el canto de los pájaros, y los acordes de la cítara, no le devolverán el sueño...»

- Horacio, Odas III, 1. -

 



                                    “Si alguien que no os aprecia llega a enterarse de todo esto... os separarán”. Las palabras del almirante Kirk pendían sobre su cabeza como una espada de Damocles. Estoy muy cansado, se decía a sí mismo en su propio sueño... Durmiendo soñaba que deseaba dormir y que aquella amenaza le mantenía despierto. Abre los ojos... ¡tengo hambre a'nirh! *(papá)

    El llanto de Amy le despertó. A su lado Spock trataba de levantarse pero sus heridas le molestaron. Habían pasado sólo dos días y no estaban del todo curadas. McCoy dijo que no podría evitar que le quedasen cicatrices. Las garras del minotauro marcadas para siempre en el pecho de su amado esposo...
- Ya voy yo, mi amor... tú quédate en la cama. - Le susurró acariciándole la barba.
    
    Jim sacó un biberón de la nevera y lo puso a calentar. El zumbido del aparato le provocó un estado casi hipnótico mientras lo veía girar con aquella luz rojiza ante sus ojos. Cuando la leche alcanzó la temperatura adecuada sonó un pitido que le devolvió a la realidad. En la habitación de al lado Amy no dejaba de berrear reclamando su comida.

    Entró arrastrando los pies al camarote de Spock, que ya se había convertido en el cuarto del bebé. Tomó a Amy en brazos, enseguida quedó enganchada a la tetina. Mamaba tranquila, en paz. Jim se sentó en la silla de Spock poniendo los pies sobre la mesa. Miró a su alrededor. Los peluches empezaban a acumularse. Cuatrocientas personas a bordo del Enterprise... y ¿todos habían pensado en el mismo regalo? No, todos no. ¿De donde habrían sacado los chicos aquella cuna? La madera era extraña, vieja y muy pulida. Los dibujos en bajo relieve del cabecero parecían... ¡eran de otro mundo! Sulu y Scott debieron traerla de alguno de los planetas que visitaron durante los meses que estuvo embarazado.

    Cuando consiguió que la niña soltara los gases tuvo que cambiarle el pañal. Le hacía gracia aquel culito respingón y no podía evitar besarlo cada vez que lo tenía a la vista. ¡Que te como...!  Pensaba mientras lo hacía. Amy sonreía... o quizás estaba terminando de eructar. ¡Era tan pequeñita... y tan perfecta! Jim podría pasarse una eternidad mirándole las uñitas de los pies, besando una y otra vez aquellas pantorrillas... ¡pero estaba tan cansado! Desde que la niña se encontraba a bordo no había conseguido dormir más de dos horas seguidas.

    Acunó a la pequeña meciéndola con suavidad entre sus brazos mientras caminaba sin pensar... Se asomó para ver a Spock durmiendo. Se había destapado, como siempre. Somos tan distintos... yo necesito sentir la sábana pegada al cuello y tú, con tu temperatura corporal vulcana, sacar las piernas y los brazos por fuera... Mientras consideraba si debía o no dejar a su esposo dormir como le diera la gana Jim tendió a la niña en medio de los dos y se tumbó en su lado de la cama. Acariciaba sus bracitos y la veía relajarse rindiéndose al sueño. Duerme, mi tesoro... Duerme junto a tu papi... con él al lado no se pasa frío, ¿sabes? Pensó con una sonrisa.




                            Marta había decidido hablar con alguien del Alto Mando de la Flota. No conocía demasiado a aquellos tipos con uniformes cuajados de medallas, galones e insignias y no sabía exactamente a quién debía dirigirse. ¡No podía tolerar lo que estaba ocurriendo!

    Sin embargo recordó que el capitán Kirk había dado su vida por la nave, salvando a la tripulación del Enterprise cuando Khan casi consigue acabar con todos ellos. Sintió que le debía algo y prefirió hablar primero con Pavel, dándole la oportunidad de corregir su actitud hacia el bebé.

    Sabía ya que McCoy había camuflado la presencia de la niña en la nave con un proyecto científico sobre el estudio de la vida en el exterior de la Galaxia. Aquella extraña criatura le causaba repulsión, pero si el capitán la creía su hija... podría soportar su presencia.

    Lo que no estaba dispuesta a consentir era que Chekov, su Pavel, continuase con aquella pervertida relación que parecía mantener con el bebé.

- ¡Pavel! - Le llamó aparte cuando le pilló saliendo del comedor tras el desayuno. - Tenemos que hablar.
- Claro, Marta... - Respondió él algo intranquilo.
    No tenía demasiada experiencia con las mujeres pero reconoció que aquella frase no precedía nunca nada bueno.
    
    Marta le llevó a un rincón solitario de la sala y, sentándose frente a él a una mesa vacía, le miró con desaprobación en sus ojos verdes y fríos.
- No puedes comportarte así... - Comenzó.
- ¿A qué te refieres? - Preguntó el joven alférez.
- La pequeña... Esa... ¡cosa! - No podía ocultar su repulsión por la niña. - No está bien lo que haces.
    Pavel se sonrojó y bajó la mirada. Lo cierto es que se sentía avergonzado de los sentimientos que albergaba por Amy, aunque no hubiera forma humana de evitarlos.

- Si vuelves a acercarte a ella te juro que hablaré.

     Chekov la miró con los ojos abiertos como platos. ¿Aquello era una amenaza?
- Le diré al Alto Mando lo que esa aberración es en realidad: la hija del comandante y el capitán. Les contaré que están casados... y ya sabes lo que eso significa. - Continuó Marta.
- ¡No puedes hasser eso! Les separarían... les quitarían a la niña...
- De momento no haré nada por deferencia al capitán. Le debo la vida y no quiero hacerle ningún daño. - Sus ojos reflejaron por un segundo algo de compasión, no duró demasiado. - Vuelve a tocarla y te aseguro que la Flota tendrá conocimiento de todo lo que está pasando a bordo. - Remató con convicción.

    Marta se levantó sin darle opción a rebatirla. Salió del comedor con la cabeza bien alta y sin volver la vista atrás. Había dejado bien clara su postura.





                            Pasaban los días y tanto Jim como Spock acusaban en el rostro la falta de sueño debido a los constantes cuidados que requería Amy. Mientras ambos debían permanecer en el puente de mando dejaban a la pequeña en la enfermería, pues Christine se había ofrecido con gusto a ejercer de niñera. Pero por las noches eran ellos los que se despertaban cada vez que había que preparar un biberón, cambiar un pañal o simplemente acariciarle la barriguita por alguna molestia digestiva que tuviera.

- Es duro, ¿verdad? - Les comentó Nyota en el turbo ascensor.
     Los dos la miraron sin entender bien de qué estaba hablando.
- ¡Menudas ojeras tenéis! - Rió Uhura.
- No dormimos demasiado, Nyota. Ya sabes, el bebé... - Respondió Spock.
- Podríais dejármela esta noche. – Les propuso. - Necesitáis descansar y... bueno, imagino que no habréis podido disfrutar de vuestra intimidad desde que nació. - Su sonrisa y su mirada provocaron que ambos se ruborizasen.
    
    A Uhura le hicieron reír aquellas sombras, sonrosada y verdosa, sobre sus respectivas mejillas. Supo que estaba en lo cierto. No habían tenido sexo desde que Amy había llegado al Enterprise.
- Si no os fiáis de mí ¿por qué no se la dejáis a Pavel? Él puede leer su mente igual que vosotros.
- Chekov está muy raro con la niña últimamente... - Dijo Jim sin esconder su preocupación.
- Es complicada su situación, el tel *(vínculo) con nuestra ko-fu *(hija) le trastorna demasiado. - Argumentó Spock.


                Y así era... pero no sólo el vínculo le trastornaba. Desde la amenaza de Marta, Pavel había cumplido estrictamente con su exigencia no acercándose a la pequeña. Aquello le dolía más que nada. Tenía el corazón encogido, el alma desgarrada, vacía. Sentía que algo le faltaba dentro.

    Cada vez que se cruzaba con la niña, cuando por la cubierta C la enfermera Chapel la llevaba al camarote del capitán, o cuando éste o Spock la sostenían en brazos mientras jugaban al ajedrez en alguna sala de recreo, él huía alejándose todo lo posible. La voz de Amy resonaba en su cabeza, llamándole a su lado sin parar pero... Pavel hacía de tripas corazón oponiéndose al impulso de siquiera mirarla.

        Spock se había dado cuenta del sufrimiento del joven alférez y aquella noche se presentó en su camarote dispuesto a ayudarle.
- Pavel, amigo... Déjame entrar en tu mente. - Le pidió el comandante. - Confía en mí, yo puedo hacerte entender en qué consiste nuestra mística...
- No Spock, yo...
    Pero ya era tarde, el vulcano había puesto su mano sobre su cara apoyándose en los puntos de fusión mental.
- Es tu t'hy'la... te necesita... y tú a ella... Es complicado, pero no puedes ignorarlo... Debes entender cómo funciona para así controlar tus instintos, tus emociones...

    Spock trataba de hacerle comprender, como hiciera con su esposo, que los vulcanos no es que carecieran de sentimientos, sino que habían tenido que aprender a controlarlos imponiendo sobre ellos la lógica. Se vieron obligados a hacerlo. Hace siglos su raza estuvo a punto de desaparecer porque sus fuertes emociones les habían arrastrado a una guerra civil sin tregua. Surak les trajo el “Tiempo del Despertar” y su pueblo abrazó una filosofía que planteaba la represión de toda emoción para alcanzar un estado de autocontrol capaz de alejar cualquier deseo de conducta violenta.

    Mientras Pavel asimilaba aquel conocimiento desveló, sin querer, su conversación con la ayudante Marta Landon. Spock supo así de su amenaza, de su repulsión hacia su ko-fu *(hija), de sus celos por el vínculo que el muchacho mantenía con ella.

    Sin decirle nada salió de su camarote sintiendo la ira crecer en su interior. Chekov se quedó descansando tras la unión de sus mentes, meditando acerca de cómo sobrellevar sus sentimientos hacia Amy. El comandante le había ayudado y mucho.


        Spock usó sus privilegios de rango para colarse furtivo en la habitación de Marta, introduciendo la clave genérica de emergencia que abría todas las puertas. Ella dormía ajena a su presencia. Se acercó sigiloso y posó su mano en la frente de la joven.
- Tu mente en mi mente... Mi mente en tu mente... - Se concentró.

    Permaneció en contacto con sus pensamientos inconscientes durante casi una hora. No cesó hasta asegurarse de que ella olvidaba todo lo relacionado con el bebé, con él y su esposo... con Pavel. Luego implantó en su cerebro la idea de abandonar el Enterprise solicitando un traslado urgente. Quería deshacerse de ella... su mente le desagradó sobremanera, la encontró mezquina y sucia. Abandonó el camarote con el mismo sigilo con el que había entrado. Marta nunca lo sabría.



- ¿Dónde estabas? - Le preguntó Jim desnudo sobre la cama. - Llevo rato esperándote, mi amor.
- Tenía un par de asuntos de los que ocuparme... - Dijo recorriéndole la piel con la mirada al tiempo que se quitaba rápidamente el uniforme. Deseaba tomarle.
    
    Mientras su marido se tendía sobre él con delicadeza, Jim fijó los ojos en aquellas cicatrices sobre su pecho. Las acarició cuidadosamente con las yemas de sus dedos... La piel nueva, sensible, hizo que Spock se estremeciera con el contacto.
- ¡Mi héroe...! - Exclamó el rubio en un susurro, con su traviesa sonrisa dibujada en los labios.
- Daría mi vida por ti. - Le respondió Spock. - Igual que tú harías por mí...
- ¡Eh! ¡Que yo ya lo hice! - Le recordó riéndose.

    Spock le besaba en el cuello y bajó mordisqueando ligeramente su clavícula. El roce de aquella barbita de chivo le excitaba...
- Ha sido una buena idea aceptar la oferta de Uhura... - Siseó Jim.

    Spock produjo un sonido que su esposo reconoció como afirmación. Había continuado con sus besos y mordiscos por el liso tórax, el musculado abdomen... y ahora tenía en la boca el miembro erecto de Jim. Definitivamente había sido una excelente idea dejar a Amy con la teniente aquella noche.



Notas finales:

Gracias por leer... como siempre. Espero que os guste.


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