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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

¿Conoces a Khan? ¿Realmente puedes decir que le conoces? Ha despertado y Amy sufre de terribles pesadillas. Tiene miedo: el mal se acerca.

Despertares

 


                                                         Los klingons no sabían bien el gravísimo error que habían cometido. Pronto se darían cuenta. Nada más verlos supo por qué le habían sacado de su criotubo. Pretendían chantajearle reteniendo a su tripulación... otra vez. A un loco general klingon, harto de las negociaciones de paz que su gobierno se empeñaba en mantener con la Federación, se le había metido en la cabeza iniciar una guerra... otra vez. Querían utilizarle para empezar el conflicto con los humanos, para acabar con sus odiados enemigos, para alcanzar la victoria e imponer su voluntad dominando la Galaxia... otra vez.

    Él no era más que un humano genéticamente modificado, tal vez un superhumano, sí, nacido hacía más de trescientos años en un laboratorio. Nunca tuvo padre ni madre, sólo a aquellos locos científicos que experimentaron con él desde antes de nacer y durante toda su infancia. Más tarde, en su adolescencia, llegaron los entrenamientos militares y las crueles torturas a las que era sometido bajo vigilancia médica para comprobar su resistencia.

    Creado y criado para la guerra, no le dejaron otra opción. Se convirtió en un supersoldado y como soldado obedeció las órdenes de sus superiores hasta que se dio cuenta de que el superior era él. Entonces se rebeló... como hicieron tantos otros de sus iguales, casi al mismo tiempo y en todos los países. Fue terrible su venganza contra los científicos que les habían dado la vida, contra los políticos que confabularon su existencia, contra los ejércitos de humanos no modificados que querían usarles para que luchasen sus batallas.

    Después llegaron los buenos tiempos. Junto a cien de sus compañeros y amigos invadió más de cuarenta naciones para formar un reino en la Tierra que abarcaba desde Asia hasta Oriente Medio. Khan Noonien Singh ejerció su dominio sobre millones de personas y lo hizo con benevolencia. Fue el príncipe de un estado que gobernó en paz hasta el inicio de las guerras eugénicas, cuando otros grupos de superhumanos, cegados por la codicia, invadieron su territorio.

    Las guerras devastaron amplias zonas del planeta causando más de treinta millones de muertos, llegando prácticamente a hundir al mundo en una nueva Edad Oscura. La civilización casi desapareció y los humanos decidieron no volver a jugar a ser dioses con su ADN. Acordaron dar caza a los superhumanos que quedaban y destruirles. Él y los de su tipo fueron perseguidos, acorralados, sus embriones destruidos y quedó prohibida la experimentación con el genoma humano para siempre. Se consideró a los superhumanos los culpables de todo aquel caos y fueron castigados... otra vez.

    Logró escapar de la destrucción junto con noventa y nueve modificados a los que ya consideraba su familia, embarcándose en una nave espacial rumbo a lo desconocido. En aquella época no se habían descubierto los motores de curvatura y tuvieron que criogenizarse esperando llegar algún día a su destino: un lejano planeta habitable donde establecerse en paz y comenzar de nuevo. Pero la nave sufrió una avería y perdió el rumbo, sólo ochenta y cuatro criotubos permanecieron intactos. Cientos de años más tarde el almirante Alexander Marcus les encontró y ya sabemos lo que hizo: despertar a Khan y chantajearle reteniendo a los setenta y dos miembros supervivientes de su tripulación para que iniciase una guerra contra el Imperio Klingon... otra vez.

    Así pues la situación le era familiar. Echó un rápido vistazo a su alrededor y contó las cápsulas: cincuenta y cuatro. Cada vez quedaban menos. No podía darse el lujo de lamentar nada en aquel momento. Él había escapado siempre y lo haría... otra vez.

- ¡No debisteis despertarme...!




                                                          Eran las cuatro de la mañana y Amy gritaba y lloraba como una posesa golpeando la puerta secreta entre los dos camarotes. Jim, nervioso, no atinaba a accionar el mecanismo para abrirla. ¿Qué le pasaba a su bebé? Menos mal que Spock solía mantener la calma. Sin salir de la cama, apartó con cuidado a su esposo de la estantería y abrió. La niña se echó al cuello de su papá, no había dejado de llamarle a gritos y ahora seguía repitiendo “a'nirih” entre pucheros.

- ¿Qué ocurre, mi tesoro? - Jim la acunaba apretándola contra su pecho, acariciando sus negros rizos y besando su frente.
- A'nirih... tenno miedo... - Alcanzó a decir en su desconsolado llanto.
- ¿Mi bebé ha tenido una pesadilla? - Miró a Spock, como si él pudiese hacer algo mágico y evitar que su pequeña sufriera ni un segundo más.
- ¿Quieres que lea su mente, Jim? - Preguntó el vulcano levantando su ceja izquierda.
- Tú puedes hacerlo... puedes colarte en su cabecita y hacer desaparecer el miedo...
- Todos los niños tienen pesadillas, t'hy'la. - Spock se dio media vuelta en la cama.

     Jim no podía creerlo. ¿Así criaban a sus hijos en Vulcano? ¿Dejándolos llorar aterrorizados?
- ¿Quieres dormir con papi y conmigo? - Le preguntó a la niña quien asintió todavía hipando por el llanto.
- No creo que sea buena idea. - Arguyó Spock girándose e incorporándose sobre su costado. - Debería dormir en su cama. Ya se le ha pasado, solamente ha sido un sueño.
- Una pesadilla que no nos cuenta. - Le respondió con sus pensamientos. - Ya es la cuarta vez esta semana que ese... “sueño” como tú dices, la despierta de madrugada, le asusta y le hace llorar... ¡por todos los dioses, mi amor! ¡Tiene dos años!
- Dos años, once meses y siete días. - Corrigió con su típica manía de la exactitud.
- Amy va a dormir con su papi y con su a'nirih... - Afirmó Jim acostando a la pequeña entre los dos.

     Spock se apartó enrollando su cuerpo con la sábana.
- Jim... - Susurró con una sombra ligeramente verde en las mejillas.
- ¿Sí? - Dijo sin apartar los ojos de los de su pequeña.
- No llevo ropa interior...
- ¡Pues ponte ahora mismo los calzoncillos y déjanos algo con qué taparnos a mí y a tu ko-fu! *(hija)

    Menos de una hora después Amy dormía tan a gusto entre sus padres. Jim le acariciaba un bucle de sus cabellos y la miraba respirar tranquila. Había pasado tiempo desde que no escuchaba su voz dentro de su cabeza. No le gustaba aquella sensación de silencio y envidiaba a Spock, que podía leer los pensamientos de cualquiera con su tacto-telepatía.
- ¿Por qué nunca le lees la mente, mi amor?
- Ella leería la mía también. - Le respondió con su acostumbrada lógica.
- Necesito saber qué la atormenta, cariño. ¡Mírala! ¡Es tan pequeña... tan indefensa!

    Compadecido de su sa-telsu *(esposo), Spock puso su mano sobre la cabecita de la niña. Se concentró en sus pensamientos y profundizó hasta encontrar la causa de sus malos sueños. Amy presentía el mal... un mal que se acercaba arrastrándose por el espacio como una maldita cucaracha. Sintió su miedo cerval y se apartó bruscamente.
- ¡No me pidas que vuelva a hacerlo, Jim! - Su voz, aunque en un susurro, sonaba a grito desesperado.
- ¿Por qué? ¿Qué has visto? - Jim intentó colarse en la cabeza de su marido sin lograrlo.
- Tiene miedo, nada más. - No se atrevía, no podía en realidad describir nada. La mente de la niña carecía de la lógica de un vulcano adulto y Spock simplemente no sabía cómo interpretarla con palabras. - Todos los niños tienen pesadillas, t'hy'la. Ya se le pasará.

    Jim asintió. Aunque sabía que Spock le ocultaba algo no le pareció oportuno insistir. Vio en sus oscuros ojos que no debía hacerlo. Besó a la manera vulcana la mano de su marido y se dejó vencer por el sueño.

    Spock no durmió más aquella noche contemplando la dulzura en las caras de Jim y Amy, la inmensurable ternura que le provocaba saberse amado por aquellos dos seres a los que protegería con su vida llegado el momento. Khan... pensó sin querer. Y por el escalofrío que le recorrió la espalda supo que andaba cerca.




                                                 El soldado klingon, con ambas piernas rotas, reptó por el suelo empapado en sangre púrpura. Tuvo que apartar el brazo de uno de sus compañeros que aquel individuo había arrancado de cuajo como si perteneciese a un muñeco para poder llegar hasta su capitán. Comprobó sus constantes vitales. Aún respiraba. Trató de taponar las heridas con sus propias manos, su superior se estaba desangrando.
- Karf, informa al general Kozak que el humano ha huido... - Gimió por el dolor antes de continuar. - Debe ocultar los criotubos...
- ¿Irá a buscarlos?
- Dalo por seguro... - Retorció el rostro aguantando la respiración. - Has hecho bien en transportarlos al asteroide en el último momento, aunque te haya costado las dos piernas...
- ... ¿Capitán? Pahk! *(¡Maldición!)

    Había muerto. Ya sólo quedaba él. Miró al horizonte con ira viendo cómo su prisionero escapaba alejándose en el pájaro de presa. El humano... ¡No! ¡Aquel hombre no podía ser un simple humano! ¡Él solo había acabado con todo el escuadrón con sus propias manos! Karf juró vengarse. Alzó su puño al cielo y gritó el nombre de su enemigo: ¡Khaaaan!

Notas finales:

Gracias por leer. Muchas gracias por los comentarios. Que disfruteis de mi historia tanto como yo.


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