Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 264]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El adiós más triste es el definitivo. Sarek deberá decidir si realmente quiere reunirse con su difunta esposa.

 

El sándwich de Sulu

 

 

                                                                  Por orden de Sarek, el almirante y el embajador estaban siendo preparados para el funeral vulcano que se celebraría al amanecer. Serían quemados en una pira sobre la explanada ceremonial del Nuevo Monte Seleya. Los sirvientes lavaban los cuerpos ante la atenta mirada de Jim y Spock que no habían salido del dormitorio ni por un momento. El resto de la tripulación había regresado al Enterprise, todos excepto Pavel y Sulu.

 

          Amy dormía junto a su primo Peter, encantada de tenerle a su lado de nuevo. Recordaba cómo le hacía monerías cuando era un bebé... aquel niño pelirrojo había crecido y era ya casi un hombre. Peter se había echado a reír cuando le preguntó si se acordaba de él y ella le contestó que sí. Pero era cierto. Amy no era una niña normal y corriente, aunque nadie se percatara de ello.


         Sulu seguía preso bajo la pierna de Pavel en el sofá. Le escuchaba respirar pausadamente en su nuca. De pronto se dio cuenta de que tenía hambre porque le sonaron las tripas.

   - Deberíamos subir a la nave. - Le dijo a su amigo intentando por enésima vez levantarse.

   - ¡No! Amy duerme arriba. No quiero tenerla lejos. - Notó el cuerpo de Sulu tratando de liberarse. - Estate quieto...

   - Tengo hambre, Pavel. Ese gruñido era mi estómago, ¿sabes?

   Chekov se levantó pasando por encima de él. Se estiró como un gato delante de sus narices y yendo a la cocina le dijo que no se moviera del sofá. Él le prepararía algo.

   - ¿No puedo ni ir al baño? - Pero Pavel ya no le escuchaba.

 

         Jim rozaba la mano de Spock con sus dedos índice y corazón, la mirada perdida en aquella mujer vulcana que con absoluta delicadeza envolvía el cuerpo del embajador en la mortaja blanca.

   - T'hy'la... vamos abajo... tienes que comer algo, descansar... - Le decía Spock.

   - No quiero separarme de ellos, mi amor.

   - Sabes que ya no están aquí, les vimos volar hacia la nave oscura.

   - Son sus envases vacíos, lo sé... pero no quiero dejarles.

   - Jim, sa-telsu... - Spock le cogió del brazo y le obligó a dejar la habitación.

 

       En la cocina encontraron a Chekov preparando un par de sándwiches de aquella pasta de verduras fría que había encontrado en la nevera. Sorprendentemente no había nada de carne en la casa. El almirante había acabado por adoptar las costumbres de su marido. Spock, abriendo las alacenas, se preguntaba cómo lo habría conseguido el embajador.

   - ¿Y Amy? - Le preguntó Jim al muchacho.

   - Arriba... - Respondió con la boca llena. Había probado el emparedado para ver si podría gustarle a Sulu o debía prepararle alguna otra cosa. - ...Duerme con su primo.

   - ¿Te vas a comer los dos? - El capitán estaba hambriento, no lo había notado hasta que vio a su alférez masticando.

   - Uno es para Sulu... - Negó con la cabeza.

   - Creí que había subido al Enterprise.

   - No, está en el sofá. - Dijo señalando al salón con el bocadillo en la mano. Jim no le quitaba ojo de encima.

   - Pavel, no había nadie en el salón cuando hemos bajado. - Le dijo Spock con la ceja levantada.

       El chico dejó el sándwich en el plato y salió corriendo de la cocina. El sofá chester estaba vacío. Sulu... pensó como si pudiera oírle así. Imbéssil... Se dijo. ¡Él no es Khan...!

    El piloto salió de una puerta al fondo y se quedó pasmado cuando su colega se abalanzó sobre él para estrujarle entre sus brazos.

   - ¿Dónde estabas? - Sonó desesperado.

   - Meando... - Contestó desconcertado. - ¿Se puede saber qué te pasa, Pavel? No me sueltas ni un momento.

   Chekov se separó de su amigo, mirándole con ojos tristes y el labio inferior sobresaliendo en su boca.

   - Perdona... Nessesito tenerte serca, eso es todo. Pero si tanto te molesta no volveré a tocarte. - Se dio media vuelta camino de la cocina. - Te hise un emparedado...

   Sulu le siguió negando con la cabeza.

   - No es eso, no me molesta Pavel... - Precisamente no le molestaba en absoluto. - ¡Y no me hagas pucheros, por favor!

 

       Jim puso cara de niño travieso cuando Pavel entró a la cocina y le pilló zampándose el sándwich de Sulu. Sonrió con los carrillos hinchados, tratando de no echarse a reír porque todo saldría disparado de su boca.

   - Lo siento... no sabía que fueseis a volver... - Se disculpó en cuanto pudo tragar el bocado.

   - Estoy haciendo más, Jim. No hay problema. - Dijo Spock detrás de él.

   - ¡Sí lo hay! - Levantó la voz Pavel con cara de enfado. - Era para Sulu... ¡Yo lo preparé para él!

   - No pasa nada, cogeré uno de los de Spock. - El japonés se acercó al vulcano y tomó de su mano un emparedado recién hecho. - No sé si comérmelo... - Bromeó. - Lo has tocado.

   Spock le sonrió. Tenía que reconocer que sus costumbres eran las que estaban cambiando, volviéndose más humanas. De seguir así se veía ingiriendo carne en un futuro. La idea le hizo sacudir la cabeza.

  Pavel seguía cruzado de brazos delante del capitán con su cara de morros. Jim se levantó del taburete y se plantó ante de él imitando su gesto.

   - ¿Vamos a discutir por un bocadillo...? - Ladeó la cabeza mientras preguntaba.

   - ¡No era para ti! - El chico dejó caer los brazos y le dio de lado.

   - Te pido disculpas, Pavel... - Su tono era cínico, ¿por qué se ponía así por una tontería? Oyó a alguien moviéndose en el salón y se asomó a la puerta. - ¡Bones! ¿Dónde estabas?

   - He ido con Sarek a preparar la ceremonia de mañana. - Los ojos se le fueron a las manos de Spock que untaba una apetecible crema agria sobre una porción de pan negro.

   - Siéntate, Bones... come algo. - Le indicó Jim con un gesto de su brazo. - ¡Oh! Pero antes pídele permiso a Pavel... - Rió.

   McCoy le miró extrañado, luego vio el gesto del chico ruso, entre enfadado y divertido y pensó que había llegado tarde para captar la broma.

   - Me comería uno de esos... - Le dijo al vulcano.

   Spock le tendió la rebanada colocando encima una fina loncha de la pasta de verduras.

   - ¿Mi padre se ha quedado en su casa?

  - ¡Mmm! – Respondió McCoy con la boca llena y asintiendo con la cabeza.

   - Deberíamos irnos a dormir por unas horas. Amanecerá a las seis de la mañana y hay que subir al Seleya. - Dijo Spock antes de dar un mordisco a su sándwich.

      Durante un momento los cinco dejaron de masticar. Se mantuvieron cayados por unos minutos. Estaban hablando como si tal cosa de madrugar para ir al funeral del almirante y el embajador. Su ausencia, el dolor de su pérdida, les abrumó de golpe.

   - ¿Os habéis fijado en que en el techo del dormitorio había un espejo enorme? - Rompió el silencio Sulu sirviéndose un vaso de agua.

   Jim y Spock se sonrojaron al unísono. Sus tres amigos lo notaron y se echaron a reír.

   - Parece que ya lo sabíais... - Dijo mordaz el médico. - ¡Pues claro! Pasasteis ahí vuestra noche de bodas... ¿no?

   Incluso el capitán soltó una breve carcajada. De pronto algo le vino a la cabeza y Spock se puso aún más verde cuando Jim le recordó el pequeño detalle.

   - ¡Mierda, Spock...! El cajón de la mesita... - Pensó sólo para él.

   - No creo que nadie lo abra. De todos modos subiré ahora mismo y lo vaciaré...

   - ¿Delante del servicio? Ni se te ocurra...

    Bones les observaba a uno y a otro. Por sus gestos y sus miradas sabía que se estaban comunicando.

   - ¿No es de mala educación usar la telepatía delante de los demás? - Preguntó con ironía.

   - No hay normas al respecto, doctor. - Le soltó el vulcano con descaro. - Voy arriba un momento.

   - ¡Spock! - Le detuvo Jim.

   - No te preocupes, sa-telsu. Les pediré que salgan del dormitorio.

 

 

                                                     Al amanecer prácticamente toda la tripulación del Enterprise, además de los miembros del Alto Consejo Vulcano, se encontraban en la explanada del Nuevo Monte Seleya para rendir honores a los desaparecidos Jim y Spock.

       Amy, de la mano de Peter, contemplaba con infinita curiosidad la escena, fijándose en todos los detalles. Observaba a su abuelo mientras le entregaba una antorcha encendida a su papi, y a éste tomar la mano de su a'nirih para acercarse a aquella enorme pila de troncos con dos bultos envueltos en sábanas blancas encima de una plataforma de madera.

    Spock miró a los ojos a Jim y ambos realizaron una solemne reverencia ante la pira. Juntos arrimaron el fuego de la antorcha y se apartaron unos pasos cuando todo empezó a arder.

    Silencio. Absoluto silencio. El más triste adiós, el definitivo.

 

 

                                                Aquella misma tarde Spock mantuvo una conversación con su padre en la biblioteca de la mansión S'chn T'gai. Sarek le comentó con pesar cómo el anciano Spock se negó a entregarle su Katra, queriendo partir completo junto a su esposo. Vio en los ojos de su hijo que él sí entendía aquella decisión y la aprobaba. Sarek lamentaba profundamente la pérdida del embajador y el almirante. Los últimos años había compartido con ellos el día a día en Nuevo Vulcano, llegando a ser sus mejores amigos.

   - Me siento solo, hijo. Terriblemente solo... y cansado.

   - Padre, ven con nosotros a la Tierra. Sé que tu posición en el Alto Consejo es relevante, pero podrás ejercer de nuevo como embajador allí y...

   - Y vería crecer a mi preciosa nieta. - Sarek consideró la posibilidad.

   - Madre lo querría así. - Le tentó Spock.

   - Amy tiene su misma sonrisa, hijo mío. ¿Sabías que tu madre me hizo jurar una vez que jamás te dejaría solo? - Sarek se giró para ocultar sus emociones, la sola mención de su esposa le hacía desear llorar.

   - Jim quiere que le haga la misma promesa... - Murmuró Spock agachando la cabeza.

   - ¡Humanos! No comprenden el dolor que se siente cuando pierdes a tu t'hy'la. - Susurró Sarek aún de espaldas a Spock.

   - No sé lo que yo haría llegado el momento, la verdad. Después de lo que he visto... - Se refería a las luces que volaron entrelazadas hacia el cielo, pero no quiso hablar de eso. El comandante se acercó a su padre y le puso la mano sobre el hombro. - Estoy feliz de que no decidieses detener tu corazón cuando madre...

   - Se lo había prometido, Spock, que cuidaría de ti. Aunque ahora no lo considero necesario. - Sarek se volvió para clavar sus ojos en los de su hijo. - Tienes una familia: un esposo, una hija, un sobrino... incluso un futuro yerno... y a ese otro muchacho que no le deja a sol ni a sombra, el japonés...

   - ¿Sulu? Solamente son amigos, padre. Pavel está unido a Amy y a Khan.

   - Quien ahora está criogenizado, ¿no es así?

   Spock dudó, lo que su padre le daba a entender... Pero no. Chekov y Sulu no tenían más que una buena amistad.

   - Tu tatarabuela ha dejado huella en nuestros genes. Dos t'hy'lara...

   - T'hy'la, padre. Dos t'hy'la. No son simplemente amigos, están unidos por el tel. Pavel y Khan serán algún día sus sa-telsu. Yo no lo diría así, en plural, ya que cada uno de ellos es singular en sí mismo.

   - La teniente Uhura estaría encantada de escuchar tu clase de lengua. - Comentó Sarek levantando una de sus cejas, la izquierda.

  - ¡Padre! ¿Desde cuando eres tan sarcástico? - Spock estaba sorprendido de verdad. Apenas reconocía a aquel hombre.

   - Disculpa, he pasado tal vez demasiado tiempo con mis buenos amigos.

   Recordó las cenas en su casa, los largos paseos con el embajador Spock, las mañanas pescando en el lago en compañía de Jim... y volvió a sentirse terriblemente solo.

   - ¡Papi mírame! - Amy había entrado a la biblioteca con un precioso vestido blanco hasta los tobillos al estilo vulcano. - ¡Zoy una princeza! - Gritó dando vueltas sobre sus pies y saltando grácil delante de su padre y su abuelo.

   - Ir a la Tierra con vosotros, ¿eh? - Dijo cogiendo a la pequeña en brazos y levantándola sobre su cabeza. - ¡No es mala idea!

      Sarek decidió en aquel instante, ante el sonido de la risa de su nieta, que se ofrecería a ocupar el puesto de Embajador de Nuevo Vulcano en San Francisco. Quería verla crecer y convertirse en una preciosa mujer, igual que lo había sido Amanda, su amada esposa.

 

Notas finales:

Gracias por leer. Gracias por comentar. Como siempre, espero que sea de vuestro agrado.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).