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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Amy empieza a mostrar unas extrañas cualidades.

 

Sulu adora a Pavel pero... ¿cuánto está dispuesto a aguantar?

El verbo va al final

 

 

                                                             La vida durante casi cinco años a bordo del Enterprise había terminado por unirles como una familia. Los ocho se reunían en casa de Jim y Spock un sábado al mes, y en alguna que otra ocasión en casa de Scott y Uhura. Jim les casó el último día que pasaron en la nave antes de llegar a la Tierra. Una breve y emotiva ceremonia en la que Amy fue casi tan protagonista como la novia. Con su vestido de princesa vulcana que tanto le gustaba, acaparó todas las miradas cuando recorrió el pasillo llevando los anillos sobre un pequeño cojín azul.

 

          Bones se las arregló para sabotear su propio proyecto de estudio de vida inteligente fuera de la Galaxia. Perdió documentación y falsificó los datos, de modo que Jim y Spock pudieron reconocer a Amy como su hija; una vez finalizada la misión Sarek legalizó el matrimonio antes de partir de Nuevo Vulcano.

 

           Peter entró a la Academia en cuanto cumplió los dieciséis, donde hizo amistad con un tal Alex Freeman, estudiante de medicina un año mayor que él. Los dos muchachos empezaban a descubrir lo que significa hacerse adulto. Jim les miraba con buenos ojos alegrándose de que su sobrino, que tanto había sufrido con la pérdida de sus padres, hubiese encontrado a alguien a quien amar.

 

        Spock retomó su puesto de adiestrador, ahora a cargo de la división científica. Alex era uno de sus mejores alumnos... Peter, no tanto. Al chico se le daban mejor la Historia y las estrategias de combate. ¡Había salido a su tío! Por su parte Jim aceptó un cargo como Inspector de la Flota bajo el mando del Almirante Duke, de Inteligencia, ocupándose de investigar cualquier intento de desestabilizar la frágil paz que la Federación acababa de firmar con el Imperio Klingon. De hecho empezaban a verse a algunos klingons por San Francisco y la gente se iba acostumbrando poco a poco a su presencia.

 

       Pavel seguía temblando cada vez que se cruzaba con uno.

   Había alquilado un apartamento cerca de la Academia. Planeaba dar clases allí en cuanto hubiese una plaza libre. De momento despilfarraba el dinero de su licenciatura en darle todos los caprichos a Amy, a la que visitaba a diario, y llevando a comer a Sulu a los mejores restaurantes de la ciudad. No quería separarse de él, le necesitaba. Así que el japonés acabó aceptando compartir piso: haría lo que fuera por mantener su rosa fresca y bien cuidada.

 

  - Voy a llegar tarde, Pavel... - Sulu intentaba zafarse de su abrazo. Rara era la noche en la que Chekov no se colaba en su dormitorio para conciliar por fin el sueño al contacto de su piel.

    - Pues que esperen... - No parecía querer soltarlo.

   - Mis alumnos tienen la obligación de ser puntuales, debo dar ejemplo... - Sulu saltó de la cama en un descuido de su amigo. - ¡Ya me contarás cuando consigas plaza de profesor!

   - ¡Está bien...! - Consintió. - Dúchate y mientras te prepararé el desayuno.

   Cuando Hikaru salió del cuarto de baño envuelto sólo en una toalla de la cadera a los tobillos, se quedó pasmado al ver todo lo que Pavel había dispuesto en la barra de la cocina. Un pequeño bol de arroz con algo de natto (soja fermentada) por encima, un cuenco con sopa miso, otro con tsukemono (verduras encurtidas), un plato con un pedazo de salmón, tortilla y alga nori y para bajar todo eso una gran taza de té verde recién hecho.

   - Siéntate... - Le dijo con una gran sonrisa y acercándole un taburete.

   - ¡Vaya! ¿Cómo has preparado esto tan rápido...?

   - Lo dejé casi listo anoche. No podía dormir... - Chekov se pegó a su espalda, aspirando el aroma de su loción de afeitar.

      Había estado despierto hasta las tres de la mañana cocinando para su buen amigo Sulu. Una vez dispuesto todo en la cocina se escurrió entre sus sábanas para descansar. Pavel echaba de menos a Khan con cada poro de su piel, con cada fibra de su cuerpo. Su recuerdo constante, su ausencia cruel, el no poder sentir su presencia... era demasiado insoportable. Dormir se había convertido en toda una odisea cada noche y el paso del tiempo no le hacía olvidar como hubiera esperado, sino que acrecentaba su dolor y su frustración. Abrazar al piloto, notar un cuerpo caliente a su lado, era lo único que le hacía sentir algo mejor.

    Para Sulu la situación era a veces un auténtico suplicio. Pavel, su amada rosa, perfumaba su vida cubriéndole de atenciones, pero si él hacía por ir un paso más allá del mimo y la caricia, terminaba clavándose una de sus afiladas espinas.

   - Vamos, cómetelo todo... - Le animaba acariciando sus hombros desnudos. - ¿No dessías que no puedes llegar tarde?

 

 

                                        Aquella mañana en la sala de profesores de la Academia Spock devoraba unas galletas y un cuenco de sopa plomek antes de empezar sus clases. No había podido desayunar en casa con el pequeño drama familiar que se había montado cuando Amy, a las siete en punto de la mañana, saltó desde la planta de arriba hasta el recibidor por el hueco de la escalera.

    Peter dio un grito terrible y Spock y Jim acudieron a la carrera.

   - ¡Amy! ¿Estás bien? - Chillaba su primo palpando las piernas y los brazos de la niña.

   - ¿Qué ha pasado? - Spock no entendía nada, no había visto a su hija saltar más de dos metros para caer en cuclillas resultando totalmente ilesa.

   - ¡Se ha tirado por la barandilla...! Yo iba a la cocina a hacernos el desayuno... cuando la oí... - Los ojos de Peter empezaban a llenarse de lágrimas. Se había llevado un buen susto.

   - ¿Qué? Mi tesoro... ¿te has caído? ¿Estás bien? - Jim no dejaba de comprobar si su pequeña tenía alguna herida. - Spock, vamos a llevarla al médico... - Los nervios se estaban apoderando de él.

   - Jim, ella está bien. Mírala... - Le dijo su marido con calma.

   Su bebé sonreía como si tal cosa, orgullosa de su temerosa hazaña.

   - Ko-fu... ¿por qué has hecho eso? - Le preguntó su papi.

   Amy le miró a los ojos negros tremendamente abiertos y respondió.

   - Porque sabía que podía hacerlo.

 

      Spock aún se estremecía recordándolo cuando advirtió que Sulu le miraba desde la puerta con cara de buscar alguna información en su cabeza.

   - Spock... spacura... kreylaong plomekong! *(Spock galletas y sopa plomek come) – Pronunció al fin en su precario vulcano. - ¿Es así? ¿Lo he dicho bien?

   - Mmm... - fue su única respuesta, acompañada de un ligero asentimiento de cabeza.

      Desde que su planeta desapareció, hacía ya más de ocho años, se había puesto de moda todo lo relacionado con su cultura. La gente aprendía su lengua, sus costumbres, algunos incluso vestían sus ropas o nuevos diseños de inspiración vulcana... Los terrícolas trataban así de consolar y compensar la pérdida de los pocos supervivientes de su especie, haciéndoles sentir que su mundo no se había desvanecido del todo. A Spock todo aquello le resultaba molesto.

   - ¿No te ha dado tiempo a desayunar en casa? Pues yo he tenido un perfecto y maravilloso desayuno tradicional japonés... Pavel se ha esmerado, ¡cómo cocina, el muy cabrón! - Sulu se frotaba la tripa mientras hablaba, con gesto de plena satisfacción.

   El vulcano levantó su ceja por un momento, hasta que entendió que el instructor no había insultado a su amigo, sino que realmente le estaba elogiando. Qué contradictorios pueden llegar a ser los humanos... pensó.

   - Hablando de Pavel... - Spock dejó el cuenco vacío en el mostrador sobre el que estaba apoyado. - Hay una vacante en mi departamento. Le he recomendado para el puesto.

   - ¡Estupendo! - Sulu le tendió la mano. Tuvo que esperar unos segundos hasta que su ex-comandante se la estrechó con la suya.

   - Que se presente el lunes en mi despacho a primera hora.

   Spock salía de la sala, faltaban unos minutos para que comenzaran las clases. Se volvió un momento para mirar a su colega.

   - Spock kreylaong plomikong spacura. - Le corrigió. - El verbo va al final. - Y se giró dejando ver cómo las comisuras de su boca se levantaban en un intento de sonrisa.

 

 

                                                  Por la noche Sulu se quedó dormido en el sofá esperando que Pavel regresara a casa. Sabía, por Peter, que había almorzado con Amy en casa de los Kirk, y que pasaría la tarde con ella mientras Jim atendía unos asuntos en la Base Militar. Pero la oscuridad cayó sin que diera señales de vida. Spock le respondió al mensaje de texto diciéndole que Pavel se había marchado sobre las siete, justo cuando él llegó a casa. ¿Dónde se había metido? ¿Por qué no contestaba a sus llamadas?

         Eran casi las cinco de la mañana cuando el sonido de la puerta le despertó.

   - ¿Dónde has estado? - Preguntó frotándose los ojos.

   Cuando las pupilas se acostumbraron a la falta de luz se dio cuenta de que su amigo no tenía buen aspecto. Parecía como si una nave transporte le hubiese pasado por encima.

   - ¡Eh! ¿Te encuentras bien? - Sulu se le acercó para mirarle mejor, encendiendo la lámpara de la entrada.

   - ¡Déjame! Me voy a la cama... - Le contestó de malos modos.

   - ¡Apestas a vodka! ¡Oye...! - Hikaru fijó la vista en el cuello de su amigo, donde una mancha roja rodeaba su lunar. - ...¿Qué es eso?

   - Te he dicho que me dejes...

   - ¿Qué has estado haciendo?

   - ¡No vamos a hablar de esto! ¿Entendido? - Pavel le miraba con furia en los ojos, su dedo índice apuntándole amenazador. - ¡Nunca... nunca hablaremos de esto!

   Se dio la vuelta y se encerró en su habitación. Sulu no quería pensar que aquella marca fuese un chupetón... No... No quería pensarlo. Se metió en la cama a dar vueltas a su cabeza hasta que, a las siete en punto, sonó la alarma del despertador.

 

Notas finales:

Gracias por leer. Gracias por comentar, vamos, si os apetece.

Gracias por la soja fermentada, Japón.


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