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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Pavel tiene una experiencia con esa bebida klingon que le quitará las ganas de volver a probarla.

 

Contiene referencias a la película Star Trek VI: Aquel país desconocido, escrita por Denny Martin Flinn y Nicholas Meyer basados en una idea sugerida por Leonard Nimoy... ¿Aún no la habéis visto? ¡Por todos los dioses...!

 

Vino de sangre

 

                                                                            Caminaron hasta estar lejos del campo de fuerza, arrastrando los pies sobre la nieve entre la tormenta. De pronto se detuvieron. Jim intentaba concentrarse en sus pensamientos, conectar con los de Spock para ir hacia él. Martia le observaba envuelta en pieles y tiritando de frío. ¿Qué estaba haciendo aquel humano?

   - Hay que moverse... el viento hace que la sensación térmica sea insoportable. ¡Nos vamos a congelar! ¿Dónde están el japonés y ese otro chico tan guapo? Tu yerno... ¿Cómo dijiste que se llamaba? - Martia estrujó su frente y la golpeó al recordar el nombre. - ¡Pavel! ¡Oh, qué ojos tan bonitos tiene! ¡Está para comérselo...!

   - ¡Cállate, joder! - Le gritó Jim de malos modos. Con toda su maldita charla no podía centrarse en Spock.

   - ¡Tenemos que movernos! - Volvió a gritar ella.

 

 

                                            McCoy seguía a Spock, guiados por el pitido de un tricorder dirigido al horizonte. La señal estaba próxima, dos formas de vida. Jim debía haber sacado a alguien más de la prisión. ¿Por qué no podía el vulcano escuchar su mente? Le tocó en el hombro para hablarle a la cara. El viento soplaba fuerte arrastrando cristales de hielo que les cortaban la escasa piel expuesta.

   - Spock... ¿nada? ¿No le percibes?

   - Siento su presencia cerca pero no leo su mente, Leonard.

   - ¿Es él? La señal del aparato... - Preguntó apuntando al tricorder.

   - Hay dos, podría ser uno de ellos. - Su voz se quebró. Tragó saliva. - O podrían ser klingons.

   - ¡Comprobémoslo! - Dijo el médico volviendo a caminar.

 

 

                                           Martia daba saltos en la nieve para calentarse. El estúpido humano seguía allí parado con los ojos cerrados, como si estuviese rezando en silencio. Se dio cuenta de que con la forma de mujer apenas tenía grasa corporal. La otra que solía usar, la de muchacho, era igualmente delgada y débil. Entonces se concentró para cambiar su aspecto. Utilizaría el modelo que tenía enfrente. El hombre rubio, de poco más de metro ochenta de estatura, con sus fuertes espaldas y sus tonificados músculos, seguro que sentía menos el frío que ella.

      Jim casi se cae de espaldas cuando abrió los ojos y se vio a sí mismo como en un espejo. Martia había tomado su forma. La miró aún más asombrado cuando observó que ahora hasta el tono de sus iris había cambiado. Ya no eran amarillos, sino azules, idénticos a los suyos.

   - ¿Qué? - Dijo el cambiaformas, hasta tenía su voz. - Hace mucho frío y tú no te movías...

   - ¡Vuelve a cambiar, esto no me gusta!

  - ¿No te follarías a ti mismo? - Rió hueca acariciándole la cara. - ¡Silencio! Oigo pasos, alguien se acerca...

      Efectivamente, Jim también los escuchó. Pero su corazón no latía más fuerte, no era Spock. Dos soldados klingons habían salido a buscarles en cuanto descubrieron la fuga. Les apuntaban con sus armas. La cambiaformas parecía no poder volver a su forma de mujer... algo había pasado.

   - ¿Tengo los ojos amarillos, humano? - Le preguntó desesperada, levantando las manos en señal de rendición a los guardas.

   - No... - Jim hizo el mismo gesto. - Están azules... ¿Por qué?

   - Se me ha descontrolado... algo de tu ADN, supongo. No puedo dejar esta forma. Quizás con el tiempo... ¡Joder! - Parecía enojada.

   - Bok'ta ku'mo Kirk! *(ven aquí) – Gritó uno de los klingons apuntando a ambos con su arma. Evidentemente estaba desconcertado.

   - ¡No sabe que eres tú, humano! - Dijo Jim tratando de confundir al enemigo.

   - ¡No! ¡Él es el humano! - Chilló Martia.

 

           McCoy y Spock observaron la situación acercándose a la carrera. ¿Dos Jim? El médico sacudió la cabeza. Su amigo ya estaba apuntando a los klingons.

   - ¡Bajad las armas! - Les gritó avanzando hacia su marido. Por supuesto él sabía bien quién era.

   - Maw' tok! ¡Un vulcano! - El klingon no salía de su asombro.

   - ¿A qué esperáis para dispararle? - Martia avanzó hacia los soldados, había bajado sus manos.

   - ¿Qué haces? - Se extrañó Jim.

   - Te ayudé a escapar solamente para que tuvieran una excusa para matarte... - Martia reveló así que le había traicionado. - No sé lo que has hecho, pero hay quien quiere callar tu boca para siempre y el precio por tu cabeza es toda una fortuna.

   - ¡Chang! - Masculló Spock.

  - ¡Vamos, disparadle estúpidos animales...! - La cambiaformas intentaba que los soldados reaccionasen pero ellos la apuntaban con sus armas al igual que al otro Kirk.

   - ¡Soy yo, estúpidos! ¡Él es el humano... intenta engañaros! - Jim gritó acercándose más a los klingons.

  - ¡Spock! - Gritó McCoy cuando le vio empujar a Jim al suelo y disparar contra los aturdidos guardas que no se lo esperaban.

   Ambos cayeron muertos de inmediato. La cambiaformas fue rápida y arrebató un cuchillo a uno de los cuerpos. Se volvió hacia Jim y abalanzándose encima intentó apuñalarlo. Forcejeaban en la nieve, girando el uno sobre el otro, Jim contra Jim... imposible distinguir cuál de los dos era el verdadero.

   - ¡Spock haz algo! - El médico gritó de nuevo.

    Su amigo cerró los ojos un momento. Luego los abrió y descargó su fáser. Uno de los dos hombres no se movía ya entre la nieve. El otro se puso en pie, jadeando, los ojos llenos de lágrimas. Se acercó al vulcano y le besó dulcemente en los labios. Spock le envolvió con sus brazos.

   - Sa-telsu mío...

   - Ya pasó, mi amor... estoy aquí...

      McCoy suspiró aliviado, unas lágrimas se le escaparon para congelarse al instante con el viento helado azotando su rostro. Sobre la superficie de Rura Penthe el cuerpo del cambiaformas cambió a su verdadero aspecto, una repugnante masa deforme de color rosáceo, un amasijo de carne amorfa.

    Jim se volvió a mirarlo. Se le revolvió el estómago y apretó la cara contra el pecho de su marido.

   - No tengo nada que perdonarte, Jim. - Spock había leído en su mente lo que había pasado entre él y Martia. - Hiciste lo que tenías que hacer para llevar a cabo tu misión. Recuerda a T'rak, la comandante romulana...

   - ¡Pero tú no llegaste tan lejos!

   - Sólo porque tú hiciste saltar todas las alarmas...

   Spock levantó la barbilla de su esposo y le besó otra vez. Un largo, cálido y húmedo beso que le dejó sin aliento, como le gustaba hacer.

   - Chicos, ¿podéis seguir con eso en la Bucarest? Se me va a caer la nariz de un momento a otro... - Sugirió McCoy.

   - ¡Oh Bones! - Jim se le echó encima apretándole entre los brazos. - ¡Amigo mío!

    McCoy le cubrió con la manta, comprobó con su pequeño escáner médico que estaba bien y sin soltarle echó a andar de regreso a la nave.

   - Es la segunda vez que me alegra verte con una de estas... - Rió Jim tapándose y apretándose contra su amigo.

   - Sí, creo que voy a incorporarla a mi maletín. - Bones daba grandes zancadas sosteniendo a Jim contra su costado. ¡Cómo le alegraba tenerle de vuelta!

    Spock les seguía feliz de tener a Jim consigo y deseando volver a casa, algo que no sería posible hasta que dejase de ser un fugitivo de la justicia.

 

 

 

                                                                   El techo de la habitación le daba vueltas, se había terminado él solito una botella de vino de sangre que encontró apenas empezada en el mueble bar. Scott y Sulu habían ido a concertar una cita con el secretario del Emperador, algo complicado en Kronos. Llevaban toda la mañana fuera y él no se atrevía a ir solo por ahí en un planeta repleto de habitantes de la raza que más pavor le causaba en todo el universo. Se acordaba de aquellos soldados en Aldebarán B diciendo aquellas horribles palabras hacia su persona, no porque supiera su significado sino por sus voces, su caras, sus risas obscenas, sus ademanes fieros y peligrosos...

       Su estómago se contrajo con un fuerte espasmo que le causó el vómito. Estaba tumbado boca arriba y el instinto de supervivencia le hizo girarse hasta dejar caer la cabeza por un lado del colchón. Echó por la boca un aluvión de líquido rojo que le dejó sin respiración. Tosió, la garganta le quemaba. Cerró los ojos y se quedó dormido en aquella postura incómoda.

   - Khan... Lyubimiy moy... *(Amor mío) Despierta... te nessesito...

     Le llamaba en su sueño. Estaba junto a la criocápsula en los sótanos de la Academia. La cara de su amante, tan plácida tras el cristal y él se asomaba desde arriba para verle mejor. De pronto contempló su propio rostro reflejado en la pulida superficie. Era el de un viejo... lleno de arrugas alrededor de los ojos y en la frente, con las cejas peludas y canosas, los labios fruncidos por la edad... Khan abría los ojos y le apartaba asqueado cuando él intentaba besarle. Ya no le amaba, había dejado pasar demasiado tiempo...

     Despertó con la terrible sensación del rechazo de Khan y se tocó la piel de la cara para encontrarla tersa como siempre. Respiraba agitado, el estómago se retorcía de nuevo. Volvió a vomitar, esta vez en el cuarto de baño. Al momento escuchó la puerta de la habitación abrirse y unos pasos acercándose.

   - ¡Pavel! - McCoy se inclinó sobre él y le agarró por los hombros. - ¿Por qué diablos estás vomitando sangre?

   - ¡No es sangre, Leonard! - La voz de Spock resonó fuerte desde el dormitorio. - Es vino klingon.

   - ¿Cuánto de eso has bebido, chico? - El doctor parecía preocupado. - El vino de sangre tiene una altísima graduación alcohólica y puede ser peligroso para cualquiera que no pertenezca a la raza klingon.

    Chekov trató de explicarle que la botella estaba empezada y que no debía haber tomado más de dos o tres vasos pero... no podía pronunciar palabra. Tenía la garganta totalmente irritada por el paso del vómito, las cuerdas vocales inflamadas no vibraban cuando expulsaba el aire, solamente emitían un sonido débil y ronco que asustó aún más a McCoy.

   - No trates de hablar. - Giró la cabeza y mojando una toalla en el lavabo le limpió la boca. - ¡Spock! Tráeme un vaso de agua y mi mochila...

   Fue Jim quien entró al aseo con lo que había pedido el médico. Pavel, al verle, le sonrió. Su futuro suegro, libre de Rura Penthe... ¡Lo habían conseguido! Pero él no le correspondía en el gesto. Al contrario, parecía preocupado.

   - ¿Está bien, Bones? - Le preguntó a su amigo. - ¿Puedes arreglarlo con un pinchazo?

   - La borrachera sí, claro... - Asintió McCoy. - Pero a este chico ya no hay quien lo arregle.

         Spock había limpiado el suelo junto a la cama, retiró la colcha y tendieron a Pavel directamente sobre la sábana. Jim se quedó en el baño: necesitaba una ducha.

   - ¿Tenéis ropa limpia para mí? - Preguntó quitándose los apestosos harapos del bajorano muerto y los pantalones y el jersey negro que se le habían pegado a la piel.

   - Buscaré algo... - Contestó Bones vaciando su bolsa.

      Pavel cogió el pad de la mesita de noche, donde la gerencia del hotel esperaba que los clientes anotasen sus sugerencias, para escribir unas palabras. Su forma de sujetar el stylus llamó la atención del vulcano: lo sostenía colocado entre sus dedos índice y medio, apoyado sobre la punta del pulgar; aquel rasgo denotaba su brillante inteligencia. Cuando terminó le tendió la nota a Spock. Él la leyó en silencio y volviendo a dejar la tableta sobre la mesa acarició la frente de su amigo.

   - Descansa, Pavel... Ya hablaremos de eso. - Sus ojos oscuros resplandecían húmedos y compasivos.

   - ¡Spock! ¿Puedes venir un momento? - Jim le llamaba desde el baño.

    McCoy le dio unos pantalones burdeos y un jersey verde hoja al vulcano que, cogiéndolos, se encerró en el cuarto de aseo con su esposo.

   - Apuesto que en unos minutos les oiremos jadear... - Dijo en voz baja mirando a Pavel.

    Él le sonrió, tosió y lamiéndose los labios suplicó más agua con un gesto de su mano.

   - Bebe despacio. Te has destrozado la garganta, muchacho. - El médico le sostenía la cabeza mientras le hablaba.

   Volvió los ojos sobre la mesa junto a la cama. ¿Qué había escrito el joven genio?

   - “Me alegro por ti, Spock. Ya tienes a tu t'hy'la a tu lado... ¿cuánto más tendré que esperar yo por el mío?” - Leyó McCoy en voz alta.

   Notó la mano de Pavel apartándole de su lado, echándole de la cama donde se había sentado para atenderle. Se había girado replegándose sobre sí mismo para llorar con la cara oculta en la almohada. McCoy sintió una profunda lástima por él. Comprendió su sufrimiento y se juró hacer todo lo posible por ayudarle en su propósito de despertar a Khan.

 

Notas finales:

 Gracias por leer, gracias por comentar.

 


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