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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Cuando el pecado cometido atormenta el alma se busca el perdón a través de la penitencia.

 


Expiación


 


“Porque la paga del pecado es muerte”


 - Romanos 6:23. -


                                                                      La ceremonia religiosa ya había empezado. Sulu y Selene prácticamente tuvieron que obligarle a sentarse cuando Nyota les hizo una seña, les habían guardado unos sitios libres. McCoy se levantó de su asiento, flanqueado por Jim y Spock, y subió al púlpito para decir unas palabras. Tenía el aspecto de su propio fantasma, Pavel advirtió que debía haber pasado llorando todo el día anterior, el mismo que él había estado durmiendo.


   - No tengo palabras para expresar lo que siento. Así pues he decidido leer un poema. Es de Petrarca, se llama En la muerte de Laura. - El doctor carraspeó y sacó un folio arrugado del bolsillo interior de su chaqueta negra. Se hizo el más absoluto silencio en el templo cuando con voz queda empezó a recitar.


“Sus ojos que canté amorosamente,


su cuerpo hermoso que adoré constante,


y que vivir me hiciera tan distante


de mí mismo, y huyendo de la gente.


 


Su cabellera de oro reluciente,


la risa de su angélico semblante


que hizo la tierra al cielo semejante,


¡poco polvo son ya que nada siente!


 


¡Y sin embargo vivo todavía!


A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,


surca mi nave la extensión vacía...


 


Aquí termine mi amoroso canto:


seca la fuente está de mi alegría,


mi lira yace convertida en llanto.”


 


         Dobló de nuevo el papel y regresó junto a sus amigos. Pavel cerró los ojos. ¿Cómo podía estar pasando aquello?


   Amy se sentó a su lado. Llevaba demasiado tiempo sin tenerle cerca. Aprovechó que sus padres se ocupaban de McCoy y que nadie le levantaría la voz en la capilla. Respiró profundamente y le dio la mano a su t'hy'la. Sabía que no debía hacerlo, no habían sido bendecidos con el koon-ul *(compromiso) y el vínculo podría resultar peligroso, aún así fundió su mente con la de Pavel.


   Él se estremeció por entero con su contacto, Amy... su amada... tanto tiempo lejos... No, no lo hagas... Pavel se soltó de su mano y se puso bruscamente en pie llamando la atención de todos los presentes.


   - ¿Fuiste tú? ¿Tú tuviste el accidente con Christine? - Gritó la niña desconcertada por lo que había visto en la mente de Pavel. - ¿Cómo has podido...? - Le miraba como si fuese un completo desconocido.


   McCoy se echó encima de él en menos de un segundo y sin que Jim o Spock pudieran hacer nada.


   - ¡Te mato... yo te mato! - Chillaba desesperado apretándole el cuello. - ¡Hijo de puta...!


   - ¡Bones! ¡Ya basta! - Jim trataba de sujetarle sin éxito. - ¡Fue un accidente! ¡Spock! ¡Por todos los dioses haz algo!


   Spock tardó en reaccionar pero al final puso su mano sobre el hombro del médico y le aplicó la pinza vulcaniana. Jim recogió el cuerpo inerte de su amigo y lo tumbó en el banco. Toda la congregación estalló en murmullos. ¿Era cierto lo que había gritado la niña? ¿Fue Pavel quien se cruzó en el camino de la enfermera provocando su muerte?


   El joven sintió cómo cientos de ojos se clavaban en su persona. Quiso huir, salir corriendo, pero su cuerpo no le respondía. Las piernas le flaquearon y acabó desmayándose en los brazos de Sulu.


 


                            Spock le miraba con rudeza cuando abrió los ojos. Estaban solos en la habitación. El vulcano le había llevado a su apartamento.


   - Quería decirte esto en persona, Pavel. - Le habló cuando vio que al fin estaba despierto. - ¡Vete!


   Sólo eso. Se levantó de la cama y salió de su piso. Pavel lloró en silencio el resto de la tarde.


 


 


                             Uhura estaba de nuevo embarazada de tan sólo unas semanas y Scott se la llevó a casa nada más salir de la iglesia. Había sido especialmente duro para ella perder a su mejor amiga de aquella forma tan repentina. La supuesta implicación de Pavel en el asunto no hacía otra cosa que agravar su sufrimiento.


   - Descansa, cariño. Ha sido un día muy duro. - El escocés la arropaba con mimo.


   - Monty... - Nyota le cogió la mano y le obligó a sentarse a su lado en la cama. - Dime que no es verdad, que Pavel no... - Se echó a llorar, no podía ni decirlo con palabras.


   - Amy le leyó la mente, cielo. - Negó Scott con la cabeza. - No creo que haya lugar a dudas.


   - ¡Pobre Bones...! ¡Pobre Pavel...! - Su mujer trataba de contener el llanto.


  - ¿Pobre Pavel? ¡Ah, no... ese chico es el maldito Black Donald! *(demonio) – Scott besó a su mujer en la frente y la dejó a solas. Su hijo Cayden le llamaba desde el salón.


 


 


                                  Spock trataba de convencer a Amy de que era mejor que Pavel se marchase lejos. Después de lo que había pasado, por mucho que hubiese sido un accidente, ninguno de ellos podría soportar su presencia.


   - ¡Papi... él está sufriendo! - Los ojos azules de su ko-fu *(hija) eran un mar de lágrimas.


   - No te haces una idea de lo que me costó detener a Leonard, con gusto hubiera dejado que le ahogase. Si lo hice fue porque tú me lo pediste, hija mía. - La niña lo hizo, mentalmente, al ver que Spock ignoraba los gritos de Jim. - No puedo hacer más. Pavel debe irse, cariño.


   - A'nirih... tú prometiste cuidar de él y no lo has hecho... ¡Todo esto es culpa tuya! - Le recriminó con toda la rudeza de su pequeño corazón.


   Amy se cerró en banda, cuerpo y mente replegados sobre sí misma. Jim no pudo penetrar su coraza vulcana y salió de la habitación de su hija llorando. Spock le siguió para abrazarle en el pasillo.


   - No es cierto... sólo Pavel tiene la culpa de lo ocurrido. - Le acariciaba los hombros mientras le hablaba. - No te tortures Jim, no voy a permitirlo. Ya nos ha hecho bastante daño.


   - Tío Spock... - Peter subía las escaleras abatido. - Bones quiere irse a casa. Le he dicho a Alex que le retenga... ¿No crees que no debería quedarse solo?


   Spock asintió y bajó hasta el salón con Jim siguiéndole cogido de su mano.


   - Alex, ve arriba con Peter por favor. - Le rogó Spock.


   El muchacho rubio subió de dos en dos los peldaños dejándoles a solas.


   - Chicos, os agradezco que os hayáis ocupado del funeral y todo lo demás pero quiero irme a casa. - El hombre estaba agotado, destrozado por el dolor y el cansancio.


   - Tú no irás a ninguna parte, Bones. - Jim se le echó al cuello abrazándole con todas sus fuerzas.


   - Ya estás en casa, amigo. - Spock se les unió abarcándolos a ambos entre sus brazos.


   El vulcano tenía razón, aquella era su casa ahora, al lado de sus dos mejores amigos. ¿Cómo sobrellevar el vacío de su corazón tras la pérdida de Christine? Volvió a quedarse dormido junto a ambos, como hiciera en Kronos, y regresó la extraña paz que sintiera al oír la respiración de Spock en su pecho.


 


 


                                Sulu no podía conciliar el sueño. La duda de si su amigo era o no el culpable de la muerte de Christine le atormentaba. Tenía que asegurarse. Mientras Selene dormía se levantó sin hacer el más mínimo ruido. Serían las cinco de la mañana cuando llegó al piso de Pavel. La luz de su dormitorio estaba encendida.


   Antes de subir al apartamento se coló en el garaje para comprobar la aeromoto. Al ver el restregón azul cobalto en el chasis trasero se estremeció. Él y Scott comprobaron los daños en el coche de la enfermera. El golpe contra Pavel había dejado también su huella de pintura negra.


   - Chikusho! *(¡Maldita sea!) - Exclamó lleno de ira. Amy estaba en lo cierto.


   Subió al piso y aporreó la puerta. No hubo respuesta.


   - ¡Sé que estás ahí dentro, Pavel! - Dio un par de patadas pero no pudo derribarla. No debió devolverle las llaves. - ¡Abre de una puta vez, cabrón! - Gritó sin resultado.


   Después de varios gritos y golpes oyó la voz de un vecino amenazando con llamar a la policía. Sulu se marchó antes de que lo hiciera sin conseguir levantar a Pavel de la cama... o eso creía él.


 


      En realidad no podría hacerlo aunque quisiera. Estaba literalmente reventado sobre el colchón. Después de que Spock le dejase en el apartamento Pavel salió a dar una vuelta cuando se quedó sin lágrimas. Necesitaba beber y no le quedaba ni una gota de vodka en casa, tal vez conseguiría algo que meterse por ahí, lo que fuera con tal de olvidar el golpe en su moto que le venía a la mente una y otra vez, acompañado de la cara de McCoy amenazando con matarlo, las miradas de Jim y Spock, la sonrisa angelical de Christine que había muerto por su culpa... Amy acusándole delante de todo el mundo... Quería desaparecer, olvidar lo ocurrido y sobre todo... quería pagar por sus horribles pecados.


   Acabó en un bar de carretera lejos de cualquier parte, un sitio anónimo donde el taxista tuvo a bien dejarle. Bebió hasta que se le nubló la vista, no conocía a nadie allí y necesitaba comprar drogas así que habló con el primer tipo que se le acercó: un klingon.


   - Humano... si no cobras demasiado caro, me gustaría pasar contigo la noche... - Le tenía agarrado por el pelo susurrando las palabras al oído.


   Pavel permitió que siguiera adelante el malentendido; cuando él le habló de negocios el klingon le tomó por un chapero. Le dio su dirección y dejó que le llevase a casa.


   - Intentaré no ser demasiado brusco... pero no te prometo nada, nunca he estado con uno de tu especie ni he escuchado de nadie de los tuyos que haya sido capaz de aguantarlo.


   - No me importa... - Murmuró Pavel quitándose toda la ropa.


   - ¡Estupendo! - El klingon se relamió al ver la piel blanca y delicada... - ¡Eres como una rosa! Me gusta... Te abriré para mí...


 


      Se dejó morder, arañar, golpear y penetrar brutalmente durante horas. Cuando el klingon terminó dejó un par de billetes de cien párseks sobre la mesita de noche.


   - Espero que sea suficiente... No llevo más encima. - Tiró del pelo de Pavel para comprobar que aún respiraba. - Adiós humano, me ha gustado mucho.


   La espalda le quemaba, tenía heridas por todas partes y no podía apenas moverse. Se dejó morir sobre la cama, había sangre por todas partes. Los hematomas en brazos y piernas empezaban a pasar del rojo al morado, las costillas se le clavaban en el pecho con cada aliento que tomaba, debía tener un par o más rotas, y su trasero... sangraba pero ya no le molestaba, era como si no pudiese sentir más dolor.


   Aguantar al klingon dentro de él, con aquel miembro de tamaño descomunal, le había provocado un desgarro. Experimentó cada embate con sumo suplicio, recordando todo el mal que había provocado, sintiendo que debía expiar su culpa con el sufrimiento. Por eso había hecho realidad su peor pesadilla: tener sexo con un klingon.


 

Notas finales:

Gracias por leer. Gracias por comentar.

Espero que no estéis sufriendo demasiado con la historia.


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