Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 264]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pavel se aleja de Amy, de Khan, y de todos sus antiguos amigos. Se marcha de la Tierra, al único lugar en el universo donde podrá seguir pagando por sus faltas.

 

 

El juguete de los klingons

 

 

                                                                      Al día siguiente Pavel llamó al hospital. Le preocupaba no poder moverse apenas, las costillas rotas y, sobre todo, la sangre que seguía manchando su ropa interior. Pidió hablar con el doctor Oetker. Éste, al comprobar su estado por la vídeo pantalla, decidió transportarse directamente a su dormitorio con un equipo de emergencias. Alex Freeman le acompañó.

   - ¿Qué hasse él aquí? - Murmuró Chekov débilmente nada más ver al novio de Peter Kirk en su casa.

   - Supuse que necesitaría ayuda para atenderte. - El médico le examinaba con el tricorder. - No me equivoqué. ¿Qué ha pasado, inspector?

   - Pavel... ya no tengo ese cargo, estoy despedido... - Susurró dando por hecho que después de lo ocurrido no podría volver a su puesto en inteligencia.

   - ¡Parece como si te hubieras dejado pisotear por un klingon furioso! - Comentó Alex apenado ante la visión de todas aquellas heridas en su espalda.

   - No sólo pisotear... - Oetker descubrió la sangre sucia y espesa que no dejaba de brotar por la herida del esfínter.

   - Después de tantos años y no sé cómo te llamas, doctor... - Le sonreía dejándose desnudar por sus manos sobre la cama.

   - Otto... - El médico cerró los ojos y suspiró. Aquello iba a precisar cirugía. - Alex, trae el maletín. Improvisaremos un quirófano, así no tendremos que moverle de aquí.

     El chico asintió y obedeció de inmediato. Estaba en su primer año como residente después de haberse graduado en la academia. Trabajaba en el General de San Francisco, normalmente bajo las órdenes de McCoy como ayudante suyo en cirugía, aunque nunca había asistido en una operación de aquella clase.

   - ¿No sería mejor llevarle al hospital, doctor? - Preguntó a su superior con los ojos entrecerrados al comprobar el deplorable estado del trasero de Pavel.

   - Soy ginecólogo, tengo experiencia en esta clase de fisuras. El agujero no es el mismo, pero sabré reparar el daño. - Otto Oetker se puso manos a la obra. Dejó a Pavel dormido con un hipospray y le operó con toda su pericia.

   - La respiración estando boca abajo es muy dificultosa. Intentaré soldar sus costillas con la máquina de rayos Bertod portátil. - Alex se ocupó de aquella tarea. Era mejor que ver cómo el doctor sellaba la hemorragia y suturaba los tejidos desgarrados. El miembro del klingon debía ser enorme.

 

         Cuando despertó se dio cuenta de que respiraba mucho mejor. Alex le acariciaba la frente y le miraba con unos ojos azules llenos de compasión. Pavel le retiró la mano.

   - No deberías estar aquí... yo no me meressco...

   - Fue un accidente, Pavel. Ni Peter ni yo te consideramos culpable de la muerte de Chris. - El joven volvió a separar los rizos de la cara de Chekov. - Creo que Jim tampoco, aunque está tan preocupado por McCoy... Él y Spock no le han dejado solo ni un momento.

   - Voy a marcharme de la Tierra, Alex. - Pavel trató de levantarse. El culo le dolía demasiado y tuvo que ponerse de lado. - No sé a dónde, pero tengo que irme de este planeta.

   - ¿Vas a abandonar a Amy? - El chico sabía lo mal que lo estaba pasando la prima de su novio. En su opinión, que su t'hy'la se alejase no la ayudaría en nada.

   - Es mejor así... No puedo volver a verla, no por ahora. - Se sentó sobre su dolorido trasero cerrando los ojos, aguantando quejarse se mordió el labio inferior con fuerza. Un hilillo rojo se le deslizaba por la barbilla.

 

 

                                      Pavel se marchó aquella misma semana. Estuvo unos meses de acá para allá, buscando un lugar donde establecerse. Terminó su vagabundeo interplanetario en Kronos, donde entró al servicio de la casa D'Ghor con Azetbur a la cabeza.

      Llevaba trabajando para ella más de dos años como científico, durante los cuales nunca hizo por contactar con ninguno de sus viejos amigos. En secreto se dejaba torturar por algún soldado de vez en cuando, pues seguía deseando expiar su culpa.

      Un día Sarek visitó el planeta. Invitado a la mansión de su antigua colega, le sorprendió encontrar a Pavel allí. Por azar pudo verle cambiándose de ropa antes de la cena con la Señora de la casa y al comprobar las heridas recientes en su espalda averiguó lo que estaba haciendo en su tiempo libre.

   - No está bien regodearse en el propio sufrimiento, hijo.

   Sarek le habló en los mismos términos en los que Spock hablase a Khan años atrás, cuando tuvo que matar él mismo al klingon al que dejaba que le diese una paliza durante el intento de rescate de su tripulación. La filosofía vulcana no admite el sentimiento de culpa, ningún sentimiento en realidad.

   - Por favor, Sarek... - Le rogó Pavel. - No le cuentes a nadie que me has visto.

 - ¿Me das tu palabra de que abandonarás esta conducta de auto-castigo?

   Pavel bajó la mirada, no podía mentirle así que simplemente no le respondió.

 

 

                                                              Amy jugaba encantada con el muñeco de aspecto reptiloide que el abuelo Sarek le había traído de su último viaje. Yorik, su perro, intentaba atraparlo sin dejar de gruñir y soltar algún que otro ladrido.

   - ¡Calla...! - Le ordenaba la niña. - ¡Es un juguete klingon, el primero que tengo y no voy a dejar que me lo rompas!

   Jim la miraba entre la risa y la repugnancia.

   - Es horrible, Sarek... - Opinó sobre el regalo.

   - En Kronos es muy popular, Jim. Y ella parece encantada con él. - Defendió Spock el gusto de su padre.

   - No deja de ser horrible. - Repitió saliendo al jardín.

   Sarek le siguió, tenía que hablarle a solas. Se aseguró de que su hijo no les acompañase solicitando que le preparase un mocha *(tipo de café vulcano)

   - ¿Cómo le va a Aznabur? - Preguntó Jim a su suegro que se sentaba frente a él junto a la piscina.

   - La hija de Gorkon, Azetbur, os envía saludos a ti y a Spock. Se ha convertido en una persona muy influyente en el gobierno klingon; me ha sido de gran ayuda a la hora de realizar mi misión diplomática.

   Jim sonrió mientras asentía con la cabeza, seguía siendo incapaz de recordar el nombre de aquella gran mujer mujer que limpió el suyo ante el Imperio.

   - Ella no es la única conocida a la que he podido ver en Kronos. - Sarek volvió la vista hacia el salón para comprobar que Spock debía seguir en la cocina.

   - ¿Qué pretendes ocultar a tu hijo? - Jim supo que su suegro se traía algo entre manos.

   - Permite que una mi mente a la tuya. No quiero arriesgarme a que Spock nos escuche.

   Sarek acercó su mano derecha a la cara de su yerno y posó sus dedos sobre los puntos de fusión mental. Pronto la imagen de Pavel acudió a la cabeza de Jim. ¡Estaba tan delgado, con el pelo enmarañado y una barba descuidada...! ¿Y qué eran todas aquellas marcas en su espalda? Percibió el tormento al que se estaba sometiendo por propia voluntad y asqueado se apartó de Sarek dejándose caer sobre el respaldo de la silla.

   - ¡Basta! - Exclamó horrorizado. - ¿Qué está haciendo allí? ¡Por todos los dioses! Si siempre les ha tenido pavor a los klingons...

   - Pagar por sus pecados, o eso cree él.

   - Tienes que hacer algo, Sarek. - Jim se echó hacia delante en la silla acercándose al vulcano. Con un gesto de súplica le tomó las manos entre las suyas. - Habla con Aztnabur... Azenbur... ¡Por favor, Sarek! Hay que sacarlo de Kronos...

  - Haré todo lo que pueda, Jim. Pero no des muestras de estos sentimientos hacia Pavel delante de mi hijo. Está aún muy dolido por lo que pasó entre ellos, fuera lo que fuese. No comprendería tu preocupación por él, no la vería con buenos ojos.

   - Gracias, Sarek. - Jim se acercó aún más hasta lograr darle un beso en la mejilla.

   En ese momento llegó Spock con una bandeja y tres tazas de mocha recién hecho. Jim se volvió y aspiró el fuerte aroma del café.

   - ¿Cuál es el mío? - Preguntó a su marido con una gran sonrisa en los labios.

   - Triple de azúcar y unas gotas de leche... - Respondió sirviendo a su esposo.

   - Justo como a mí me gusta. - Jim le besó en los labios cuando recibió la taza de su mano.

   - T'hy'la... - Le regañó Spock con dulzura. No le gustaban esas muestras de afecto delante de su padre.

   Una voz chillona se oyó en el salón.

   - ¡Bones! ¡Mira qué me ha traído mi abuelo del planeta de los klingon! - Amy gritaba agitando su juguete delante de las narices del médico que acababa de llegar del hospital.

   - ¡Vaya! - Rió McCoy con una pizca de repelús. - ¡Qué muñeco tan... único!

      Jim se levantó y le hizo señas para que les acompañase en el jardín. El doctor dejó su maletín y su chaqueta sobre el sofá chester y salió a saludar a Sarek. Desde la muerte de Christine, hacía ya dos años, pasaba la mayor parte del tiempo allí. Como Peter ya se había graduado en la academia y vivía con Alex en un pequeño piso cerca del hospital, disponía de su habitación y a veces ni siquiera se iba a dormir a su casa.

   - Es horrible, ¿verdad? - Le preguntó Jim sobre el juguete.

   - Feo como él solo... - Rió cómplice con su amigo.

   Ambos vulcanos levantaron sus cejas mirándoles como solían hacer cada vez que consideraban su ilógico comportamiento.

   - ¿Quieres un mocha, Bones? - Le preguntó Jim sabiendo cuál sería la respuesta.

   - ¿Esa porquería de café vulcano? - Su nariz no podía estar más arrugada. - No, déjalo... Además ya he tomado suficiente cafeína por hoy.

   - ¿Un día duro? - Spock le acarició los hombros comprobando que la tensión se había instalado en los músculos. Al ver cómo su padre observaba el gesto se detuvo, sus mejillas se habían puesto ligeramente verdes.

   - Alex... ¡Ese chico! - McCoy se sentó junto a Sarek, cruzando las piernas y dejándose caer en el respaldo. - Es muy bueno... demasiado para quedarse en el General.

   - Creo que él y Peter tienen pensado enrolarse por tres años en el Excelsior. - Comentó Sarek.

   - ¡Oh, intento alargar eso todo lo posible...! - Jim mostró su desacuerdo. - Prácticamente caban de graduarse, son demasiado inexpertos para emprender una misión así de peligrosa.

   Los tres se volvieron a mirarle al unísono. ¿Había dicho Jim aquello?

   - Vosotros también erais unos cadetes cuando embarcasteis en el Enterprise. - Sarek le recordó que su sobrino tenía casi la misma edad que él cuando empezó sus aventuras por el espacio.

   - Es diferente... - Se revolvió en la silla, cruzando y descruzando piernas y brazos. - No tuvimos más remedio, con lo de Nero, Pike... la destrucción de vuestro planeta...

   - Lo único que lo hace diferente, Jim, es que te preocupas por tu sobrino. - McCoy dio en el clavo, como siempre. - No seas tan protector con él, deja que el chico tenga su vida.

   Jim agitó la cabeza disconforme. Para él Peter no era más que un crío y no dejaría que se marchase de la Tierra en una nave estelar lejos de su cuidado, donde tendría que enfrentarse con todos los peligros del universo.

   - Me extraña que no le hayas prohibido irse a vivir con Alex. - Bromeó McCoy. - ¡Ah, no, espera! Pero si es mayor de edad... se supone que puede hacer lo que le dé la gana.

   - ¡Vete a la porra, Bones! - Jim se levantó y salió hacia el salón.

   - ¿No vas a dejar que cumpla su sueño? ¡Ya está bien de interferir en su carrera... y en la de Alex! - El médico le siguió increpándole, alzando la voz cada vez más.

   - Disculpa, padre. - Se excusó Spock yendo detrás de ellos. - Chicos, calmaos... No hay necesidad de levantar la voz.

      Sarek se quedó sorbiendo su taza de mocha en el jardín. Una sonrisa asomó a sus finos labios. Recordó a sus viejos amigos el embajador Spock y el almirante Kirk en Nuevo Vulcano y se preguntó si habían tenido la misma relación con el otro doctor McCoy en su universo. Por cómo Jim le había hablado de su añorado amigo, más de una vez con lágrimas en los ojos, debía haber sido así.

 

Notas finales:

Gracias por leer, ánimo a la hora de comentar, lo agradecería.

Espero que os guste la historia.

Me molesta sobremanera que no vendan mocha en el supermercado.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).