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T'HY'LA por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

CAPÍTULO REEDITADO.

La tripulación del Enterprise disfruta de un descanso merecido. Kirk descubre que los vulcanos también aman.

Capítulo que, a mi manera, continua el episodio El Permiso, escrito por el autor de ciencia ficción Theodore Sturgeon.

De permiso

 

 

                                                              Kirk sentado a la silla de mando en el puente. Spock en pie a su derecha, un paso atrás. En el monitor se veía la superficie de un planeta de tipo M en cuya órbita permanecía el Enterprise.

- “Cuaderno de bitácora. Fecha estelar 3026.2. Tras conversar con el guardián de este curioso planeta del sistema Omicron Delta y comprobar que sus instalaciones son totalmente seguras, he decidido otorgar de nuevo permiso a la tripulación fuera de servicio para el descanso y la recuperación. El planeta en sí es un sofisticado parque de atracciones, donde los deseos de los visitantes son satisfechos cobrando vida todo aquello que imaginen. He advertido a mis hombres que deberán escoger sus entretenimientos con cuidado.”

    Las puertas del ascensor se abrieron y el médico jefe entró con una sonrisa de oreja a oreja.

- Doctor McCoy, me alegra ver que sus bailarinas rigelianas han cumplido la misión para la cual fueron creadas. - Le soltó con sorna el capitán nada más verlo.
- Oh sí, Jim... y con creces. Me encuentro descansado y recuperado por completo, listo para continuar viaje. - Bones apoyó su mano en el respaldo de la silla de mando. - ¿Y qué hay de vosotros? - Miraba a su amigo y al vulcano alternativamente, éste alzó su ceja como respuesta. - ¿No bajáis al planeta?
- Después de lo ocurrido con aquel caballero medieval que te ensartó como una aceituna, mi pelea con el imbécil de Finnegan y el avión de la segunda guerra mundial ametrallándonos desde el cielo, no creo que Spock tenga ganas de más vacaciones, la verdad. - Jim reía meneando ligeramente la cabeza de lado a lado.
- Pues como oficial médico jefe de esta nave os recomiendo... ¡no! - Se puso en jarras imponiendo su opinión. - ¡Os ordeno a ambos que descendáis al planeta y no regreséis a bordo en al menos tres días!

    Jim miró a Spock quien semejaba sorprendido por lo que acababa de oír. McCoy estaba sonriendo, pero parecía hablar totalmente en serio. El capitán se encogió de hombros y asintió levemente con la cabeza. Se levantó de su silla y mirando a Sulu dijo su habitual “queda usted al mando”. Encaminó sus pasos hacia el ascensor y al notar que nadie le seguía se giró para mirar a su primer oficial.
- ¿Vamos, señor Spock? ¿No irá a dejarme sólo en esta misión? - Sus ojos azules entornados decían mucho más, le estaba devorando con la mirada.

    Spock levantó de nuevo su ceja y dejando a McCoy sonriente y satisfecho entró con su capitán en el turbo ascensor. No se pronunció ni en contra ni a favor de la decisión tomada por él, al fin y al cabo estaba obligado a cumplir órdenes.

    Una vez en la sala del transportador, mientras esperaban a que el teniente Riley ajustara los mandos para enviarles al planeta, Jim le sonrió tendiéndole la mano derecha con los dedos índice y corazón estirados, el resto replegados. Spock se acercó y acarició aquellos dedos con los correspondientes de su mano izquierda, un gesto de afecto muy común entre las parejas vulcanas. Él mismo se lo había enseñado, aún así se conmovía cada vez que Jim lo hacía. Y por supuesto le parecía mucho más aceptable en público que los acostumbrados achuchones y besuqueos humanos a los que le sometía en privado el capitán.

    Ya en el planeta se reunieron con el señor Scott quien, medio tumbado en una manta de cuadros sobre un campo plagado de florecillas blancas, saboreaba un vaso de whisky escocés mientras leía en una tableta del Enterprise sus preciadas revistas técnicas.

- Da gusto ver que tu concepto del descanso no deja de ser productivo, Scotty.
- ¡Hola capitán! Yo... bueno, Uhura está recogiendo flores para hacer algo, no sé bien el qué, la verdad... Estaba por aquí... Me he distraído leyendo esta interesante teoría sobre la instalación de cristales de dilitio extras en un motor de curvatura.
       
    Nyota regresaba con un precioso ramillete entre las manos, sonriente y relajada. No se extrañó demasiado al ver a su capitán y a su primer oficial y les saludó con un guiño para sentarse junto a Scott sobre la manta de picnic.

- Esto es realmente precioso, capitán.  - Su voz sonaba más dulce de lo acostumbrado. - Hay un arroyo allí, bajando la colina. Robles y álamos lo acompañan hasta perderse en el horizonte... ¡Se respira paz y un aire tan puro! ¿Nos acompañan? He traído unos sándwiches de jamón y queso. - Dijo tomando unos paquetes de una cesta de mimbre.
- No, gracias. Creo que Spock y yo iremos a ver ese arroyo del que habla. - Le respondió Jim, esperando encontrar un lugar aparte donde disfrutar de la compañía de su primer oficial lejos de las miradas de cualquier miembro de la tripulación.

    Se encaminó hacia donde había señalado Uhura descendiendo la suave pendiente. Spock le seguía en silencio. Parecía estar meditando algo. Por el rabillo del ojo Jim le vio girar la cabeza y mirar hacia Scott y Uhura mientras se alejaban.

- ¿Ocurre algo, Spock? - le preguntó con media sonrisa en los labios.
- Nada, Jim. Creo que Nyota ha encontrado a alguien de quien ocuparse, eso es todo. - Su tono dejaba asomar cierta melancolía.
- ¿Celoso?- La media sonrisa ya era una pícara sonrisa entera.
- ¡En absoluto! - Negó Spock. - Me alegraría saber que así es. El señor Scott es un buen hombre y estoy convencido de que la haría muy feliz.
- Quieres decir que hacen buena pareja... - Le interpretó Jim.
- ¿Quién hasse buena pareja? - Preguntó una voz surgiendo de entre los árboles.

    Era el joven Chekov, cruzándose con ellos. Iba vestido como un cosaco y paseaba cogido del brazo de una hermosa rubia de largos cabellos y ojos verdes. El capitán le saludó sin poder evitar la risa.

- ¡Oh, señor, este lugar es un auténtico paraíso! ¿No podría alargar mi permiso un par de días más? - Dijo atrayendo a la muchacha hacia sí rodeándola por la cintura.

    Jim negó con la cabeza sin dejar de sonreír. Hizo un gesto a Spock y juntos continuaron alejándose hacia el arroyo.

- Bien, parece que todos han imaginado aquello que más les satisface... Me pregunto qué nos deparará nuestra imaginación, Spock. ¿Qué tienes en mente? - La pícara sonrisa torcida no desaparecía de su boca.
    Spock levantó una ceja y luego frunció el ceño. Mirando a su capitán tomó una profunda respiración antes de ladear ligeramente la cabeza y responder.
- Espero que nada demasiado... escandaloso.
- ¿Escandaloso? ¿No querrás decir... bochornoso? ¿Algo demasiado... humano... tal vez? - Le dijo sonriendo con sus ojos azules clavados en la mirada asombrada de su amante.

    Jim era consciente de que a Spock le preocupaba ofrecer una imagen demasiado humana. Su mitad vulcana se imponía cuando se trataba de mostrar afecto en público, prefiriendo la sobriedad y la discreción. Aunque tal vez si Jim corría algún peligro, no dudaría en mostrar abiertamente su amor por él...

    Llegaron al arroyo y vieron que Uhura tenía razón. Era un lugar muy hermoso y lleno de paz. Jim se sentó apoyado en una roca a la sombra de unos álamos. Desde allí no se veía a nadie merodeando por el lugar. Al fin estaban a solas. Tomó a Spock por la cintura y le obligó con dulzura a sentarse entre sus piernas. Con suavidad le besó en el cuello, y fue correspondido con una caricia sobre sus hombros que se deslizó hacia su nuca.

- Jim, yo... - Spock parecía sin palabras. Hubiera deseado no tener que expresar así lo que sentía, pero sabía que a un humano le gusta escuchar, y no sólo mentalmente, aquellas palabras. - ...Yo te amo.

Notas finales:

Continuará. Agradezco comentarios.


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