Ahí iba otra vez. No podía evitarlo, no al menos desde aquel fatídico día e que había descubierto la atracción que despertaba en si el cuerpo del cocinero, encendiendo su libido de tal manera que, llegados a esas alturas, no podía siquiera quitarle la vista de encima.
No, ni siquiera en medio de una pelea, como ocurría en aquellos instantes.
Volvió a la realidad mientras frenaba con soltura un ataque de un poderoso capital de la marina, desenvainando a Shusui con rapidez y cortando su enorme mazo en dos, desarmándolo y venciéndolo antes que Luffy acabase por su cuenta con los últimos dos buques que aun seguían en pie a duras penas.
Ignorando los gritos y exclamaciones de júbilo del resto de la tripulación, el espadachín se sentó contra el mástil de cubierta, suspirando audiblemente mientras masajeaba su nuca con una mano, contrariado y por sobre todo enfadado consigo mismo por su ineptitud a la hora de una batalla. Porque, como volvió a repetir en medio de sus pensamientos una vez más, desde hacía semanas su mente se encontraba distraída, llena de imágenes del pobre cocinero las veinticuatro horas del dia; entreteniéndole con ellas incluso en momentos tan importantes y provocando que inclusive el mentado rubio tuviera que salvar su trasero y su orgullo en más de una ocasión.
Sus amigos se encontraban preocupados por la inusual desconcentración del apático peli verde, pero sabían que nadie, ni siquiera el mismísimo capitán, podría sacar una sola palabra de su cerrada boca. Nadie, excepto quizás una persona.
Porque después de todo, Sanji era el único miembro de aquella inusual banda pirata que de alguna u otra manera, eran tan parecido y a la vez diferente con el moreno que podría conseguir sacar al menos un indicio de su perturbado estado.
Aunque en esas circunstancias, la palabra perturbado quedaba pequeña para el enorme lio que se disputaba en la cabeza del espadachín.
Ajeno a los demás, Zoro cerró los ojos dispuesto a dormir un par de horas antes de la cena mas, un fuerte golpe y unos potentes gritos, le sacaron de toda ensoñación. Vio con una gota tras la nuca como Chopper, ya en su forma humana, exclamaba quizás que cosas en contra del oji azul, quien se encontraba empotrado contra el suelo con una pequeña sonrisa de culpabilidad asomando en sus pálidos labios, los ojos en forma de espiral producto del golpe y su camisa antaño celeste, ahora teñida por su propia sangre.
Alzando una ceja al entender lo ocurrido, se dio cuenta que las heridas del encuentro que habían tenido con una banda pirata hacia un par de días en la última isla que habían visitado se habían vuelto a abrir, y que mientras todos peleaban luego del asalto de la marina que habian sufrido esa misma tarde, seguramente Sanji se había escabullido con agilidad desde la enfermería para formar parte en el campo de batalla.
Sintiendo la sangre subir a sus mejillas y agradeciendo internamente que no hubiese hecho el recorrido contrario, su rostro se encendió con fuerza al ver como el rubio se quitaba de malas maneras su ropa para dejar que el doctor le curase al ver que sus nuevas heridas no eran tan graven como creía.
Su vista recorrió sin tapujos su perfecta espalda hasta sus torneadas y largas piernas, haciéndole pensar seriamente como era que Sanji podía luchar con aquellas estorbosas prendas con tanta soltura como lo hacía.
Fijándose unos instantes en sus propias ropas y luego retomando el camino en el cuerpo del cocinero, una pequeña sonrisa afloro de sus labios al encontrar, al menos, el lado bueno de todo ese asunto. Porque si bien en un principio había pensado que sus ropas cubrían en exceso su escultural cuerpo, sus pantalones se ajustaban a sus piernas de manera perfecta, dando la sensación de que la tela era casi como una segunda piel; dejando mucho a su perversa imaginación y sobre todo remarcando su delicioso trasero.
Negó fuertemente con la cabeza por segunda vez en menos de una hora, limpiando con disimulo el rio de saliva que había empezado a escurrir por su barbilla sin que se diese cuenta. No podía dejar que sus compañeros ni menos que el propio Sanji se diese cuenta de sus sentimientos o, para su desdicha, todo habría llegado a su fin de una vez por todas…
Volvió una vez más su mirada hacia el oji azul antes que su silueta se perdiera entre los pasillos del barco hacia, seguramente, el cuarto de chicos en busca de una nueva muda de ropa; pensando nuevamente en las serias desventajas que poseía su vestimenta y en todas las veces que, a duras penas, había logrado frenarse a tiempo antes de lanzarse sobre el rubio y romper su camisa para poder tocar su suave y pálida piel con sus dedos y su lengua.
-“debería usar ropas como las mías”-pensó el moreno distraídamente, pero con un evidente toque de molestia-“mmm no estaría mal…sus pantalones…mi abrigo…me pregunto qué tal se vería…”-
Una sonrisa pervertida se instalo en su rostro durante unos segundos, logrando asustarle al darse cuenta de sus propios pensamientos. Frustrado, golpeo su cabeza contra el mástil principal, sin darle importancia siquiera a los rostros curiosos y desencajados de sus compañeros que, seriamente, pensaban en convencer a Sanji para que hablase con el de una vez por todas o, como última opción, llevarlo con un psiquiatra de urgencia en la próxima isla del mapa.
-“soy un jodido salido…y luego tengo el descaro de llamar pervertido al cejillas…”-maldijo desesperado en sus pensamientos el pobre espadachín, consciente que él era un hombre terco en todo el sentido de la palabra y, cuando algo se metía en su cabeza, no descansaría hasta lograrlo-“maldita sea ¿Qué carajos voy a hacer ahora?”-se pregunto a si mismo completamente desesperanzado, mordiendo sus labios con fuerza, sabiendo que no pararía hasta ver a Sanji vestido con sus propias ropas-“será mejor que te cuides, cejas de sushi, porque como bien dice el dicho, la curiosidad mato al gato…”-
Tsusuku (o tal vez no xD)