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James Sirius ¿Malfoy? por Lorcan Malfoy

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Notas del fanfic:

Disclaimer: todo pertenece a J.K. Rowling


Intento de long-fic


WI y algo de Slash.


¿Qué pasaría si... James fuese hijo de Draco?


¿Qué pasaría si... Bellatrix, Barty Crouch Jr y Yaxley estuviesen vivas? En realidad, de los dos últimos se desconoce que les pasó, así que aquí están. De Bellatrix ya se sabrá más adelante el porqué.

 

James Sirius... ¿Malfoy?


El duelo y el descubrimiento de la verdad.


I

Hoy a comenzado para mí como cualquier otro día desde que comencé las vacaciones de verano en éste, el final de mi último curso. En otras palabras, uno de los miembros femeninos de mi familia me ha llevado de compras para usarme de camello y que cargue con sus bolsas. Mujeres... En este caso ha sido mi madre, aunque también suelo ser el camello de mis primas y de mi hermana.

Aunque bueno, en realidad no es que mi importe mucho ir de compras con mi madre y así estar a solas con ella y hablar de nuestras cosas. Vaya, ahora sueno como una chica, maldita sea.

Cojo la quinta o sexta bolsa que me ofrece mientras paga y le sonrío un poco mientras salimos de la tienda. Miro mis manos un segundo, llenas de bolsas hasta el punto que llevo colgadas en las manos, los brazos y las muñecas.

— ¿Qué tal, cielo? — pregunta sonriendo y mira por las tiendas; pone su vista en mí y sonríe un algo de picardía —. ¿Qué tal con Lorcan?

Y me sonrojo inevitablemente, intentando cubrirme la cara con las manos. Maldita sea, mi madre sabe bien como sacarme los colores cuando le viene en gana.

— Pues, este... — suspiro mirándole a los ojos.

Claro que me va bien con él, es el amor de mi vida, la persona perfecta para compartir el resto de mi vida y con el que... Dios, que marica me ha salido.

— Me va muy bien, mamá — miro donde está mirando en este momento y trago saliva. No, por favor, más tiendas de ropa no.

— Me alegro... — suelta una carcajada al ver el puchero que hago y niega —. ¿Te apetece un helado?

— Eso es un truco — digo acusador, intentando no reír —. Quieres que me coma un helado para luego cargarme más.

Ríe divertida y niega. Coge un par de bolsas de mis manos, las más pequeñas, y se dirige hacia una heladería cercana. Lucho porque el rojo de mis mejillas se baje lo antes posible; no me importa lo mucho que me lo diga Lorcan, yo no estoy adorable cuando me sonrojo.

Me siento en un banco del parque y dejo las bolsas a mi lado. Las miro un segundo y sonrío, lo cierto es que son estos momentos, estos pequeños momentos los que de verdad me hacen feliz. Como el poder estar con mi madre y por fin hablar con ella con libertad, sin tener que esconder o fingir lo que no soy. Aunque no puedo evitar pensar que desde que eso pasó, que desde que dije que también me gustaban los chicos, mi hermana se aprovecha de mí para sus típicas charlas de hermanos.

Y yo sin saber como decirle que como tengamos una más me va a bajar la regla. Aunque creo que el que más se alegro, por encima de lo normal de decir mi hijo confía en mí, si es feliz así... fue mi tío Ron. Si, creo que guardó el cuchillo castrador para un novio real de su princesita.

Alzo un poco la vista y miro a mi madre, que tiene una gran sonrisa y un par de cucuruchos de helado en la mano. En la derecha lleva de fresa, su favorito, y en la izquierda mitad fresa mitad menta, el mío. Lo cojo cuando me lo da y le doy un pequeño lametón; siempre he pensado que los contrarios se atraen, este helado es la clara prueba de que es cierto.

— Pues ya sabes, James — se sienta a mi lado, en el lado contrario de las bolsas —. Cuando quieras podemos cenar o comer un día las dos familias y nos lo presentas formalmente como tu novio.

— Mamá, ya os lo presenté como mi novio — ruedo los ojos pero, el caso es que no me parece muy mala idea. Si, podría ser interesante.

— Ya, pero preferiría que esta vez no fuese en mi cama y que ambos estuvieseis vestidos.

Me muerdo el labio, entre divertido y avergonzado, y asiento lentamente. No fue una buena forma de decirles a mis padres que soy gay y que salgo con Lorcan, para nada. Pero al menos no les quedó ninguna duda al respecto.

— Si, eso tenlo por hecho.


II

Después de una media hora descansando en el banco, comiéndonos helados y teniendo conversaciones en las que lo único que pretende mi madre es que me sonroje nos ponemos en pie, para parar las compras, o eso espero yo al menos.

Miro a ambos lados y veo a un par de personas del ministerio por allí. Y, claro, es más que obvio que no están por allí por mera casualidad de la vida, no. Como dice mi padre que Voldemort no esté no significa que el mundo esté libre de magos tenebrosos, hijo por lo que supongo que estarán por allí para asegurarse que el hijo y la esposa del jefe de aurores no sufra una emboscada o muera.

Y, encima, parece que un grupo de new-mortífagos han estado haciendo estragos por los barrios muggles, aunque no parecen una gran amenaza. Sobre todo porque, según mi padre, son unos veinte o así y apenas eran de las primeras fuerzas de Voldemort, eran de la baja clase. Y lo saben porque han capturado a uno y lo han interrogado hasta sacarle la información que deseaban.

A veces desearía que esto acabase, que pudiera salir a la calle sin que me controlen tanto, poder ser un chico normal y corriente y poder hacer cosas de chicos normales y corrientes. Y, lo más importante, no tener que ser una sombra de mi padre. No por ello le culpo a él de nada, sólo desearía que no me mirasen y esperaran que hiciese cosas milagrosas sólo por ser el hijo de Harry Potter.

Sacudo la cabeza negando y muevo las bolsas como si fuesen unas pesas, riendo.

— Pues al final me lo he pasado genial mamá. Como mula de carga pero...

— Bobo. Y me alegro mucho, yo también me lo he pasado muy bien.

Abro la boca para seguir hablando pero algo me lo impide. Ese algo son chillidos, risas potencialmente malvadas y sádicas y una fuerte explosión a mi espalda. Me giro y me quedo pálido al ver lo que veo.

Hay tres personas completamente vestidas de negro y con las caras tapadas con unas mascaras blancas, de hecho me recuerdan a alguna de las historias que me ha relatado mi padre sobre sus 1000 formas de casi morir y eso es malo, podrían ser neomortífagos. Dos de ellos están luchando, más bien ganando, contra los aurores camuflados y un tercero, por las formas una tercera, está lanzando bombardas devastos por los edificios cercanos, destruyéndolos de un plumado.

— ¡James! — grita mi madre, al tiempo que me coge de la mano, dejando caer todas las bolsas al suelo —. Rápido, tenemos que desaparece...

— ¡Sectumsempra! — me aparto un poco, asustado al escuchar el hechizo, y veo sangre en el suelo.

Miro y compruebo por todo mi cuerpo, pero no es mía. Suspiro un poco alviado, pero ese alivio pasa pronto al ver a mi madre retorciéndose en el suelo a causa del hechizo.

— Parece que la zorrita de Potter no es tan fuerte cuando está sola — grita la mujer, triunfal y soltando una risa.

Aprieto mis puños contra mi varita y la miro con asco. ¿Cómo osa esa zorra llamar zorra a mi madre?

— Oh, pero que tenemos aquí. Pero si es mini-Potter — se quita la mascara, dejando ver su piel pálida y sus ojos marrones y penetrantes. Su sonrisa es la más sádica y terrorífica que jamás he visto —. Veamos, cachorrito, si eres tan bueno como el chucho de tu padre... ¡Crucio!

Recibo el hechizo en el pecho y caigo hacia atrás, sintiendo un fuerte dolor por todo el cuerpo, haciendo que me retuerza y ruede por el suelo, notando como las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos.

— Oh, veo que todos los Gryffindor sois unos llorones — ladea la cabeza divertida, y da un paso hacia mí —. Vamos a hacer una cosa — mira hacia atrás y ve como ambos mortífagos han acabado con la vida de los aurores del ministerio —. Yaxley, Barty... ¡Cogedla!

Aprieto los puños poniéndome en pie para intentar impedirlo pero un expulso hace que salga volando y choque contra una pared. Me agarro la espalda dolorido y me intento poner de pie de nuevo agarrándome a la pared.

— Vamos, Jaimito — ríe como una loca; los llamados Yaxley y Barty cogen a mi madre. Uno le sube la cabeza por el pelo y el otro le apunta al cuello —. Quiero jugar. Me gusta jugar con la comida antes de comérmela — se quita la túnica y el sombrero y se queda con un vestido ajustado y negro —. Hagamos algo, un duelo. Supongo que Minerva — escupe el nombre — te habrá enseñado. Si ganas soltaré a tu madre y nos iremos. Pero si yo gano... te lanzaré un imperio y haré que tú mismo la mates.

Antes de darme tiempo a contestar se convierte en una sombra negra y choca contra mi abdomen, haciendo que caiga hacia atrás. Se convierte en humana de nuevo riendo. Mordisquea la punta de la varita y me mira.

— Esperaba algo más de ti, de verdad eres estúpido. Pero aún quiero divertirme — sacude la varita, susurrando un melofors y noto como mi cabeza es rodeada por una calabaza —. Así te ves más guapo.

Mi madre se remueve, intentando soltarse, pero para al sentir como la varita de uno de los encapuchados penetra en la piel de su cuello.

— Veo que te has dado cuenta, perra. Queda quieta o tú misma te matarás. Y tú — me mira —. Yo te la quito... Despulso.

Vuelvo a salir por los aires y choco contra una pared cercana. La calabaza de mi cabeza se rompe, pero me hago daño y caigo al suelo, respirando con dificultad y tosiendo.

La mujer niega un par de veces y se gira hacia mi madre. Parece que se ha cansado de jugar y que ahora quiere torturar a ella, o puede que quiera seguir jugando y sólo quiera cabrearme.

— Veamos... — muerde la punta de la varita mientras por el rabillo del ojo ve como me pongo en pie —. Chicos, ¿qué tortura le hacemos a esta zorra?

— Hum... Podríamos arrancarle los miembros y que se desangre — dice el de la derecha.

— O cruciarla hasta que se vuelva loca — sugiere el otro.

— Aunque... — comenta el primero — podríamos acabar con su hijo y dejarla con esa culpa en la cabeza.

La mujer sonríe satisfecha ante la respuesta y se gira de nuevo a mí.

— Eso me gusta más, Barty.

Da un par de pasos hacia mí y me apunta la frente; susurra un envertestatil y caigo desmayado en el suelo, escuchando las risas de los tres y un grito ahogado de mi madre.


III

Quizás sólo he pasado un par de minutos, quizás ni eso, inconsciente. Pero ese tiempo lo he usado para pensar en como hacerlo bien. Podría intentar atacar a uno de los hombres, intentando matarlo, y después enfrentarme a los otros. El problema es el hechizo. No puedo usar un avada kedavra mi madre está demasiado cerca y podría matarla, además de que nada me garantiza que lo realice con éxito.

Sólo tengo una opción: levantarme cuando menos se lo esperen y lanzar un glacius al que le está apuntando al cuello y luego unreducto para poder acabar con él.

Suspiro un poco y me pongo en pie lentamente. Miro a la mujer y sonrío misterioso.

— ¿De qué coño te ríes, niñato? No hay nada que puedas hacer contra...

— ¡Glacius! — lanzo el hechizo que choca contra el pecho del hombre que le está apuntando al cuello con la varita, dejándolo congelado. Río mirando la cara de la mujer y, antes de darle tiempo a reaccionar, muevo la varita y pronuncio —: reducto.

— ¡Yaxley!

El cuerpo del hombre explota en pedazos, haciendo que el otro suelte a mi madre; ésta cae al suelo de culo y se clava el manillar de una bicicleta en la espalda, haciendo que salga por su abdomen. Ahogo un gemido al verlo y miro a la mujer.

El otro hombre se acerca a mí para atacarme mas lo detiene y sonríe.

— Vaya, no pensé que tendrías cojones para hacerlo — se gira y coge la túnica con la que vino, poniéndosela —. Por hoy te voy a dejar con vida y a ella... — la mira —. La dejaré así. Pero manda recuerdos a tu papi de la tita Bella, cielo — apunta al cielo —. ¡Morsmordre!

Salen volando en forma de nube negra y caigo de rodillas al suelo, abatido. Miro a ambos lados y veo como todo el parque en el que estamos ha sido destruido, y cuerpos muggles están en el suelo, yermos. Fijo la vista en mi madre, mientras inevitablemente mis ojos se llenan de lágrimas.

Me acerco a ella gateando como puedo y me pongo de rodillas a su lado. El golpe a sido muy fuerte, seguro que Barty le ha lanzado contra él, por eso ha podido ser atravesada.

— Ma... ¡Mamá! — la cojo en mis brazos con mucha dificultad, sacando el manillar de su espalda y abdomen, y miro la herida asustado —. No... mamá, no. Por favor, no te mueras.

— Ja-James... — susurra y la miro preocupado. Tose en mi pecho una sangre que no me preocupo en quitar y la miro —. James, has sido muy valiente hoy.

— Por favor, mamá. No te mueras.

— James, escucha — hace un esfuerzo por sonreír —. No te preocupes por mí, tú conseguirás lo que te propongas — se le traba la voz y aprieta los puños contra mi camiseta —. Pero debes saber algo...

— ¿Qué? — la miro con las mejillas totalmente llenas de lágrimas, sangre y calabaza. Aparto un mechón de su pelo.

— Tu padre...

— ¿Quieres que avise a papá? — cojo la varita pero niega.

— Tu padre no es tu padre... — abro los ojos como platos y la miro —. Tu padre es — se vuelve a atragantar y escupe un poco de sangre —. Tu padre es... ¡DRACO MALFOY!

— ¿Qué? — la miro por la revelación pero veo como cierra los ojos y se apoya en mi pacho —. Mamá, por favor — la zarandeo un poco, muy asustado —. Mamá, venga... — cierro los ojos y los aprieto con fuerza —. ¡Mamá!


Continuará


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